El Antejardín. Fanzine No.11

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El Antejard铆n

Fanzine No 11 - Abril de 2012 - Distribuci贸n Gratuita


El Antejardín. Fanzine Dirección · Diagramación Juan David Jaramillo Flórez.

Comité editorial Marcela Ceballos • Miguel Arango • Juan Jaramillo

Edición y corrección de textos Juana Manuela Montoya • Lina Mondragón

Ilustraciones Sara Ramírez • Miguel Arango • Marcela Ceballos • Juan David Jaramillo

Portada Sara Ramírez El Patio Editorial Distribución gratuita y de libre circulación Abril de 2012 Medellín • Colombia

www.antejardinoficina.com


“Exhibir es poner en común, es evidenciar lo que se quiere decir sin mayores mediaciones. La exhibición de una prenda, un objeto, un producto, un cuerpo desnudo o una idea materializada; es, más allá de su configuración retórica, una intención de manifestar algo públicamente”. Miguel Arango Marín 3


La casa de El Patio Juan David Jaramillo Ilustraciones: Sara Ramírez Después de pasar un antejardín anegado y lleno de muchas experiencias y buenos recuerdos, tras pasar súbitamente por la sala y el comedor de una casa imaginada, llegamos al patio: un proyecto editorial que se ha venido configurando hace ya casi un año y que en este número sacamos a la luz pública. El Antejardín es el espacio de nuestra casa que presentamos a la ciudad, lo embellecemos para que los transeúntes lo vean al pasar y queden impregnados de nuestro mundo. Un antejardín es una invitación a entrar al lugar, es la muestra inmediata de lo mejor que tenemos que ofrecer desde nuestra casa a la ciudad. Adentro, en El Patio, encontrarán reflexiones, palabras y acciones que invitan a entrar a nuestro espacio para ayudar a construir una ciudad de múltiples miradas y posiciones. Bienvenidos a nuestro segundo espacio, El Patio.

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A propósito de la exhibición Marcela Ceballos González Ilustraciones: Marcela Ceballos Pienso que todo es propenso a ser exhibido. Se exhibe para vender, se exhibe para mostrar algo porque se piensa que es bonito, porque es nuevo o porque simplemente queremos que los demás lo noten. Se exhibe voluntaria e involuntariamente. En público y en privado. Se muestran objetos y expresiones, también se esconden. Hay una inmensidad de motivaciones que llevan a la exhibición, porque lo mismo puede exhibirse una idea de orden y austeridad como de descomplique, sensualidad o inocencia. Y aunque a veces tengamos la posibilidad de elegir qué se muestra y qué no, en cada acto suele exteriorizarse alguna cosa incluso cuando esto sea lo último que queramos. Es así como entiendo la exhibición: como la manera en que nuestros gestos o acciones le expresan algún asunto individual o colectivo al resto del mundo, y no necesariamente de manera calculada. Volviendo a la idea de que cualquier cosa puede ser exhibida (ideas, adornos, gustos musicales, disgustos vestimentarios, estados de ánimo, etc.), no podría yo abordar la exhibición de manera global en un número de fanzine. Por eso decidí centrar mis esfuerzos en una sola cosa: la comida. Esta es una de las cosas que siempre me han parecido dignas de exhibición, encuentro muchísimas maneras en las que se muestra la comida o con las que las personas muestran algo a través de ella. Me atrevería a decir que la comida es un elemento presente en casi todas las casas. El tipo y la cantidad de comida varían seguramente de acuerdo a las posibilidades o gustos de las personas que la consumen, pero en cada casa probablemente habrá algún

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alimento guardado para ser preparado eventualmente. La comida se guarda o se exhibe; muebles de madera, alacenas, parveras, cocas plásticas, frascos delicados o de mermelada hacen parte de los objetos de exhibición de estos productos que se seleccionan cuidadosamente según los criterios de organización y belleza de cada hogar, teniendo en cuenta la capacidad monetaria que se tenga para estos fines. La cantidad de colores y texturas presentes en distintos alimentos hace que a algunas personas les agrade también el contacto visual con ellos, y no es raro que en las mesas de las casas de Medellín se pongan frutas coloridas dentro de algún contenedor para que sean vistas por comensales y otras visitas. Los platos que se sirven diariamente en casas y restaurantes entran muchas veces por los ojos, y

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los cocineros usan esas cualidades de los alimentos para decorar sus recetas y venderlas a clientes o invitados a almorzar. Tampoco es de extrañar que los padres de familia hagan de las comidas que preparan diariamente un producto digno de estudios de mercado, pensado exclusivamente para que los hijos coman según sus criterios de buena alimentación.


Pero la comida no solo se encuentra tal cual sale de la tierra o cocinada en algún plato. La exhibición de alimentos preparados y empacados es algo que se atraviesa todo el tiempo en nuestra cotidianidad. Por un lado, vemos cómo en los almacenes de cadena, mercados y tiendas los alimentos se muestran limpios y clasificados según estándares sin los cuales los comerciantes no podrían siquiera exhibirlos. Canastas, latas, bolsas, cajas, periódicos, rejillas plásticas o mostradores son una muestra de los objetos que se logran identificar en esos espacios. Pero existe también un gran grupo de personas que rebuscan su sustento en la venta de comida en el espacio público, y las calles de nuestra ciudad se vuelven muchas veces vitrinas que satisfacen los gustos alimenticios de muchos. Los sistemas de exhibición varían desde el punto de venta (que depende obviamente del producto que se ofrece) hasta la forma como se presenta el alimento o se entrega

para ser transportado, si es que fue pedido “para llevar”. Chazas, cajas impresas, carros, vasos desechables, bolsas de papel y hasta peceras de vidrio hacen parte de la oferta de exhibición de alimentos presente en nuestra ciudad y de la que se puede elegir. Es importante tener en cuenta que la comida ofrecida debe convencer al comprador, pues este también se exhibe cuando consume y no todos los productos son “aptos” para todas las personas.

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Gracias a la variedad de alimentos que se consigue, las formas de exhibirlos han tenido muchos elementos técnicos, materiales, estéticos, entre otros para desarrollarse visual y funcionalmente. Si se hiciera un inventario de los modos de exhibición de comida en nuestra ciudad se llenarían varias páginas, mucho más si se quisieran relacionar estos sistemas con lo que pretenden mostrar las personas que los usan en distintas situaciones. Con este panorama vemos que la exhibición de alimentos atraviesa entornos domésticos y públicos, y queda simplemente la invitación a dar un vistazo a estos elementos que seguramente expresan algún asunto del colectivo de personas del que hacemos parte.

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Sillas y sombrillas en el atrio Juan David Jaramillo Ilustraciones: Juan David Jaramillo Exhibirse parece haberse convertido en el medio para sobrevivir en la actualidad; se trata de una supervivencia que pende del hilo de la compra y la venta que solo se obtiene, como ya lo había insinuado, con una buena exhibición.

Estar en la ciudad de Medellín en la época que convoca a los creyentes de la religión católica a unirse y poner en evidencia las formas en que exhiben sus creencias me ha permitido sentarme a pensar y mirar cómo es que estas celebraciones cargadas de objetos y ritos alrededor de la muerte y resurrección de Jesús son más que hechos individuales y se consolidan como una plataforma desde donde se le muestran al resto del mundo las formas de entendernos como occidentales. Los tres momentos que quise sentarme a observar desde una de las cafeterías cercanas a la iglesia principal de Belén

son, en primer lugar, la ceremonia, donde la multitud congregada permanece atenta a las palabras de sus líderes espirituales; el segundo momento, la llegada de la procesión; y el momento posterior a la ceremonia que me gustaría llamar el momento de atriolizar. En el primer momento, las ceremonias: me gustaría describir algunas particularidades que me llaman la atención de los objetos que intervienen en las multitudes. Las sillas adquieren un increíble valor, las dispuestas en el interior de la iglesia, por obvias razones, son codiciadas, anheladas y solo obtenidas por aquellos que apresuran

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su llegada al templo, incluso dejando de lado las procesiones para hacerse un lugar en la ceremonia. Quienes llegan con la procesión deben ubicarse en las periferias, corredores y afueras de la iglesia; algunos, los más precavidos, llevan consigo la preciosa compañía de una silla portátil y pueden ubicarse en cualquier espacio desde donde puedan escuchar las palabras de los sacerdotes en cada momento de la ceremonia.

El segundo momento, la procesión, específicamente la del domingo de ramos, me sorprendió mientras pedía para mi mesa una taza de café. Las canciones entonadas por la banda marcial se escuchaban desde antes, pero sin la aparición de la gran multitud no me había percatado de la procesión. El primero en aparecer fue un vehículo tipo campero desde donde a través de un megáfono se entonaban cantos sagrados e instrucciones para mantener el orden entre la banda marcial, las imágenes sagradas (estatuas con la forma de Jesús encima del burro, los apóstoles y la virgen) y los fieles que marchaban por las calles y aceras. Los objetos que más me llamaron la atención en este segundo momento no fueron ni el carro ni las estatuas ni los

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instrumentos que se distribuían. Azotados por un sol de domingo en mediodía, afloraron los paraguas y las sombrillas que, a la distancia que tenía desde la cafetería, cobraban más importancia que los demás objetos de la procesión.

Por último, tras concluir la procesión y al terminar la ceremonia, solo queda un momento que se configura como el espacio de la socialización y el consumo. Lo que he nombrado atriolización ocurre entre los creyentes más jóvenes que charlan y establecen relaciones amistosas entre ellos en el atrio de la iglesia, acompañados por vendedores de todo tipo de comidas y productos que puedan interesarle a este público en particular. El jueves pude presenciar una de las noches más exitosas para quienes viven de la venta de dulces, arepas, empanadas, crispetas y otras delicias que eran compradas por aquellos que emprendían su regreso a casa o simplemente permanecían en el atrio. Me pareció que los espacios de la semana más importante para los católicos podían resultar también muy interesantes por estar llenos de objetos que, lejos de ser sagrados, se configuran en aquellos que permiten desarrollar una práctica tan determinante como esta.


Reseña: El Charango Juan David Jaramillo El charango es un instrumento originario de Bolivia y que ha consolidado mucha de la música tanto de este país como de algunas zonas de Argentina. Las historias que se tejen alrededor de este instrumento son bastante bonitas e invito a todos a que busquen algunas de las leyendas que acompañan el surgimiento de este instrumento. Sin embargo, el objetivo de esta reseña no es describir los orígenes y las historias que giran en torno al charango, sino hablar de mi experiencia particular con este hermoso objeto. La primera vez que tuve contacto con él fue a través de un grupo que me ha gustado desde hace algunos años y que lo incorpora en una de sus canciones. El sonido agudo que produce, la manera en que se ubica frente a quien lo toca, pero sobretodo su tamaño y forma me llamaron la atención; después de esto, decidí comprarme uno y empezar lentamente a tocarlo. El primero que compré desafortunadamente lo dejé olvidado en un lugar de la ciudad y no pude recuperarlo, unos meses más tarde lo identifiqué en una prendería del centro de la ciudad; el segundo que pude tener es uno de los objetos más bellos que tengo en mi casa y espero nunca perderlo.

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El exhibidor Miguel Arango MarĂ­n

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El Antejardín es una publicación que recopila periódicamente reflexiones, ilustraciones, fotografías y otras expresiones que buscan mostrarle al lector múltiples puntos de vista cercanos a la disciplina del diseño. En cada número se reúnen pensamientos y opiniones que aportan a la construcción de una mirada ampliada de este quehacer creativo.

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