Cuatro damas: Capítulo 33

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Capítulo 33 El último heredero El rugido del estómago de Jero rompió el aburrido silencio en el que estaban sumidos, por lo que todos se giraron hacia él para observarle. El chico, visiblemente abatido, intentó disimular, pero, al final, preguntó con voz cansada: - ¿Cuánto llevamos aquí abandonados? - Tres días - suspiró Álvaro.- Tres largos y tediosos días. - ¿Qué estará pasando ahí fuera? - inquirió Tania, recostándose en su padre. Desde que había comenzado su cautiverio no había tenido más entretenimiento que estar con su padre o con Jero, además de contemplar a Rubén desde la distancia.- ¿Cómo estarán Ariadne y Deker? Creo que el no saber es lo peor de todo, me está matando. - Estarán bien - aseguró Antúnez, acompañándose de un ademán.- Criamos a Ariadne para que fuera capaz de hacer cualquier cosa y, además, ella siempre ha sido una superviviente. - ¿Qué ocurrió en esta casa? La voz de Rubén, hueca, sobresaltó a todos. - ¿Por qué lo dices? - quiso saber el profesor Antúnez. - No sé - se encogió de hombros, paseando la mirada por aquella habitación más parecida a un zulo que a cualquier otra cosa; Tania no pudo evitar quedarse contemplándolo como si fuera una obra de arte.- Parece una casa encantada. Me da la sensación de que está llena de fantasmas... No sé, desde que la vi por primera vez me pareció triste, desangelada, como si hubiera sido testigo de miles de desgracias. - Y lo fue - asintió el hombre. - ¿Pero qué ocurrió? - insistió Jero. Tania le hizo señas para que se callara. Era tan evidente la melancolía que desprendía la voz del profesor Antúnez, que le agobiaba la mera idea de que le sonsacaran algo. Además, el hurgar en el trágico pasado de Ariadne no le parecía bien. - ¿Creéis que se acordarán de nosotros? - preguntó, cambiando de tema.- Hace más de un día que Lucía no nos hace una visita... - Y que no nos trae comida - se lamentó Jero. Tania seguía mirando a Rubén que, a su vez, la miraba a ella. Tras que se hubiera reconciliado con Jero, Rubén había parecido raro, pero no tardó en acercarse a ella como si nada. Sin embargo, Tania no quería pasar demasiado tiempo interactuando con él delante de su padre; no sabía por qué, pero hasta el mero hecho de pensarlo, hacía que las mejillas se le incendiaran, por lo que prefería compartir miradas y sonrisas veladas. Así que, cuando Rubén se puso en pie cuan largo era y se acercó a ella, a Tania casi se le detuvo el corazón. En parte porque siempre que él iba a ella le ocurría, en parte porque se iba a morir de la vergüenza al ser observada por su padre. Curiosamente, su padre le pasó un brazo por los hombros y miró a Rubén como si fuera el enemigo público número uno. - No te creas que no he reconocido tu voz, guaperas. - ¡Papá! - Y no te creas que las miraditas me han pasado desapercibidas - su padre intensificó su gesto de bulldog, por lo que Rubén enarcó ambas cejas, deteniéndose en mitad de la sala, sin saber muy bien como actuar; mientras, Tania quería que la tierra le tragase.- Puede que esté hecho una piltrafa, pero acércate a mi hija y vas a acabar peor que yo. - ¡Papá! - Señor Esparza, le juro que...- comenzó a decir Rubén.


En aquel preciso momento los hados del destino parecieron confabularse con Rubén y con ella, ya que la puerta se abrió. Todos se volvieron. Alguien empujó a Ariadne y a Deker, que entraron a trompicones. En cuanto se estabilizaron, se colocaron frente a frente, mirándose a los ojos, antes de estallar al mismo tiempo: - ¡Eres completamente imbécil! - gritó Ariadne con todas sus fuerzas.- ¿Por qué narices tuviste que seguir? ¿Cuántas veces he de decirte que no necesito que me salves, idiota? - ¡Siento intentar ayudarte, maldita desagradecida! - ¡Y mira lo que has conseguido! ¡Los dos presos! - ¿Y qué querías que hiciera? ¿Qué te abandonara? - ¡Qué permanecieras a salvo, mendrugo! No pudieron seguir discutiendo, puesto que Jero se había abalanzado sobre Deker para rodearle el cuello con los brazos. Éste último, poniendo los ojos en blanco, acabó dándole unas palmaditas en el cuero cabelludo, casi como si le consolara. Al mismo tiempo, Ariadne pestañeó y miró a su alrededor. - Anda, dejad de discutir - pidió Jero, soltando a su amigo.- Que entre la vuestra y que el señor Esparza casi asesina a Rubén hace nada porque se enrolla con Tania... - ¡No me enrollo con Tania! - ¡No me enrollo con Rubén! - ¡Basta ya! - exclamó Ariadne, abriendo las manos. Se detuvo un momento para tomar aire, antes de pasar un dedo por las cejas.- Esto no es El barco, ¿de acuerdo? Nada de melodramas en momentos importantes. Os recuerdo que dos psicópatas que tienen las cuatro Damas y que quieren invocar al último diamante, nos tienen presos. Van a hacer un ritual con nosotros, así que olvidémonos del putiferio y de la estupidez supina de Deker - el aludido puso los ojos en blanco.y pensemos en cómo cojones escapar... ¿Ese bulto de ahí es mi tío? - Está en coma - informó Jero. - ¡¿Qué?! - Es que Colbert y Lucía le hicieron abrir la caja de música de Perrault y, bueno...- Jero dobló el cuello hacia un lado, fingiendo perder la consciencia.- Plof - Ariadne pareció palidecer, aunque eso no frenó al chico.- ¡Pero te hubieras sentido orgullosa de mí! ¡Fui el único que pensó! - ¿Ah si? - inquirió ella con un hilo de voz. - Deduje que Tania era invulnerable o... Bueno, no sé cuál sería el término correcto, la cuestión es que la caja de música de Perrault no le afecta en lo más mínimo. - ¿Qué? - Abrí la caja y encontré la Dama de rojo - se encogió de hombros Tania. Se removió incómoda, no le gustaba recordar aquello, se sentía muy extraña al pensar que podía hacer algo tan sumamente extraño. Además, Jero había comenzado a bombardearla a preguntas como si fuera una especie de Superwoman y a decirle que debería ponerse el traje de la Mujer Maravilla, que ella no tenía ni idea de quién era. Observó como Ariadne, todavía pálida, cerraba los ojos, frunciendo el ceño, mientras apoyaba las yemas de los dedos en éste. - Os pierdo de vista cinco minutos y la que organizáis... - Bueno, tampoco tuvimos más opciones - observó Tania. - Lo sé - suspiró, agachándose junto a su tío para peinarle cariñosamente el cabello de color castaño.- Nosotros tampoco lo hemos hecho mejor. Nos han cogido - exhaló un suspiro, poniéndose en pie de nuevo.- Colbert me ha quitado el anillo, Gerardo. - ¿Pero qué ha pasado? El profesor Antúnez se había acercado a ella para besarle en la frente. Se dedicó a mirar de un lado a otro, de Ariadne a Deker, que, a su vez, se miraron entre sí.

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Sintió el cuerpo de Colbert debajo del suyo, mientras rodaban por el suelo. Intentó pegarle para dejarle inconsciente, pero el desgraciado fue demasiado rápido y, antes de que Deker pudiera siquiera reaccionar, acabó atrapado debajo de sus piernas. - ¡Suéltale! - escuchó a Ariadne. De pronto, el peso que le estaba aplastando desapareció, por lo que Deker se puso en pie y observó como la chica se esforzaba por mantenerlos separados. Entonces, algo debió de ocurrir pues tanto ella como Colbert se quedaron lívidos, observando algo. Se volvió, siguiendo la mirada de ambos dos, hasta encontrar a la mujer que había conocido en el internado, la que llevaba aquel colgante que podía invocar esqueletos. Estaba tirada en el suelo con un reguero de sangre brotando tanto de sus ojos como de su boca, parecía muerta sobre aquel inmenso charco de un color rojo oscuro. - ¿Está muerta? - preguntó Ariadne con un hilo de voz. - No lo sé... Entonces Ariadne salió como una flecha, cogiendo a Deker de la muñeca para sacarlo de la habitación. Sin embargo, no llegaron muy lejos. En plena huida se encontraron con algo que no habían esperado: chocaron contra algo que no veían con tanta fuerza que cayeron al suelo, dando trompicones. Agitando la cabeza para recuperarse, Deker miró a la chica. - ¿Qué acaba de pasar? Ariadne se arrodilló, echándose hacia delante para palpar algo. De no ser porque no era para nada el momento, Deker hubiera jurado que estaba haciendo de mimo. Supuso que se trataba de algún tipo de pared invisible que les retenía. - Te has olvidado de que ahora las cuatro Damas están en mi poder, mi princesa - la voz de Colbert a sus espaldas, por lo que ambos se giraron. Al volverse, vio que el joven tenía una caja con los cuadro diamantes dentro.- Ahora poseo un poder mayor del que podéis imaginar. ¿Sabéis? Una de las Damas posee la capacidad de crear escudos protectores que, en mi caso, puedo emplear como ataduras. En cuanto lo dijo, Deker sintió que una fuerza invisible entorno a sus brazos. Era tal y la estrechaba con tanto ímpetu que creyó que se iba a partir en dos. A pesar de todo, pudo volverse para comprobar que Ariadne estaba en la misma situación. Colbert se acercó a la chica, acariciándole el rostro con suavidad. - Siento atarte, sé lo que significa para ti, pero ahora tengo que ocuparme de ella - sus dedos encontraron la delicada mano de Ariadne, quitándole uno de los anillos que llevaba.- Y entenderás que haga esto. No sé de lo que serías capaz con un Objeto.

 En cuanto terminaron de relatar su historia, Deker echó la cabeza hacia atrás y Ariadne cerró los ojos con fuerza, parecía estar a punto de explotar. Tania la miró un instante, mientras seguía asimilando la historia. - ¿Por qué te quitó el anillo? - preguntó. - Es un Objeto que sirve para aumentar lo que sea: velocidad, fuerza... Con él podríamos habernos cargado la puerta, pero ahora...- Ariadne negó con la cabeza, acariciándose las sienes. - Acabo de visualizarte como Hulka. Mola - sonrió Jero. - ¿Y no hay ninguna manera de escapar de aquí? No sé, eres una súper ladrona, ¿no puedes abrir esa cerradura? - preguntó Tania, acercándose a su amiga.- ¿No tiene horquillas o algo? ¿Una ganzúa oculta en los pantalones? - entonces reparó en la ropa que llevaba la chica y entrecerró los ojos.- ¿Pero qué llevas puesto? - Ropa del inútil. - ¡Deja de faltar! - ¡Es que estoy rodeada de inútiles! ¡Me has estropeado el plan, idiota! ¿Y todo por qué? ¡Te lo diré! ¡Por no pensar! - Ariadne encaró a Deker, dándose golpecitos en la sien.- ¿Por qué


coño todos actuáis sin pensar, eh? - dio una patada al suelo, soltando una especie de sonido gutural que hizo que todos dieran un respingo.- Lo tenía todo planeado: acompañaba a Colbert, me hacía la buenecita y, cuando bajara las defensas, ¡zasca! Le dejaba inconsciente y liberaba a todos los demás. ¡Pero no! ¡Tuviste que seguirme y pegarte con Colbert! - ¡Si contaras las cosas, quizás nos iría mejor! - ¿Y cuándo te lo iba a contar, genio? ¿Cuándo Colbert estaba ahí escuchándonos y, además, reteniendo a tu hermana? Deker abrió la boca, moviéndola como si quisiera encontrar alguna respuesta, que no debió de hallar, pues apretó los labios en un mohín infantil. Al final, cruzó los brazos sobre el pecho y se quedó contemplando la nada. - No es el momento de discutir - dijo entonces Rubén. - ¿No podéis forzar la puerta como dice Tania? - inquirió Mateo. Antes de que alguno de los ladrones pudiera responder, la puerta se abrió dando paso a Colbert que traía algo entre las manos. Se lo lanzó a Ariadne, que lo miró desconcertada. - ¿Estarás de broma? - Cámbiate. Ahora. No soporto que lleves su ropa. - Como quieras. Con brusquedad, la chica se sacó la camiseta, con un estampado de un grupo de rock, y dejó caer los vaqueros al suelo, quedándose en ropa interior sin inmutarse. Tania se sorprendió por la falta de bochorno de su amiga, aunque después fue ella la que lo sintió al ver que Jero parecía al borde del infarto, que Rubén parecía violento y que Deker la miraba por el rabillo del ojo, fingiendo indiferencia. Ariadne se colocó por la cabeza un vestido rojo de lo más bonito: ajustado entorno al torso y con una mini falda amplia con forma de campana. En cuanto terminó, cogió la ropa de Deker, la hizo un lío y se la lanzó con cara de pocos amigos. - ¿Contento? - Hubiera preferido que los demás no fueran testigos. - Y yo hubiera preferido que no nos secuestraras - se encogió de hombros.- Ya ves, nadie obtiene lo que desea. Qué vida más perra. - Ariadne...- susurró el joven. - ¿Qué? - Por favor... Acércate. A regañadientes lo hizo, quedando frente a Colbert, aunque con el rostro apartado, como si no quisiera mirarle a la cara. Por eso, el joven colocó un dedo en su mentón y la obligó a girarla para, así, estar frente a frente y a pocos centímetros de distancia. - Tengo que preparar algo, pero después te explicaré todo. La muchacha siguió mostrándose ajena, distante, como si ni siquiera estuvieran en el mismo mundo y mucho menos tan próximos. Colbert, la miró con pena, intentando buscarla mediante caricias. Cuando le tocó los brazos, Ariadne se estremeció, seguramente contra su voluntad; Tania conocía bien esa sensación. Al final, Colbert la tomó entre sus brazos, apoyándola contra su propio cuerpo, envolviéndola con sus abrazos, mientras la besaba tan apasionadamente que parecía haberse olvidado del mundo. Y, por extraño que pareciera, Ariadne se derritió. Su cuerpo se relajo, sus manos se aferraron a Colbert, mientras el carácter del que solía hacer gala desaparecía.

¡No te dejes embaucar, apártate!

Antes de que Tania pudiera hacer algo para acabar con aquella aberración, el rostro de Colbert se tiñó de ira y su mano se movió veloz, abofeteando a Ariadne con tanta fuerza que la chica cayó al suelo. - ¡No vuelvas a hacerlo! ¡Jamás! Y, sin decir o hacer nada más, se marchó, acompañándose de un portazo. - ¡Mierda! - gruñó Ariadne.


- Creo que hablo por todos si digo: ¿qué coño acaba de pasar? - preguntó Jero, acudiendo raudo a ayudar a su amiga a ponerse en pie.- ¿Estás bien? Espero que ese... Ese... ¡Arg, cómo lo odio! ¡Te ha pegado y por nada! ¿Tan mal besas? - ¿Siempre tienes que cagarla al final? - inquirió ella. - ¿Pero qué ha pasado? - insistió Tania; conocía bien las discusiones de sus dos amigos, no quería que comenzaran una, perdiendo el tiempo.- ¿Por qué se ha enfadado? - He intentado robarle la llave, pero se ha dado cuenta. - ¿Estamos jodidos? - preguntó. - No lo sabéis bien - suspiró el profesor Antúnez, frotándose las sienes.- Por lo que ha dicho, creo que quiere llevar a cabo el ritual del último diamante. Eso no es bueno. Es magia muy negra... Se derramará sangre. - Bueno, no me seas Piqueras, hombre, saldremos de esta - dijo Álvaro. - Dime cómo. Pero Álvaro no pronunció ni una sola palabra.

 No podía creerse lo que acababa de pasar. ¡Le había pegado! ¡Había pegado a Ariadne! Aún podía verla cayendo al suelo por el golpe. Se detuvo a medio camino, cerrando los ojos y maldiciéndose. ¿Cómo podía haberlo hecho? Bueno, Ariadne parecía opositar para ganarse su odio, pero no podía odiarla, nunca lo haría, ni aunque ella le traicionara hasta tal punto que usara sus sentimientos para arrebatarle las llaves. ¿Por qué Ariadne no le pasaba ni una? ¿Por qué seguía creyendo que él era el enemigo a batir? Él sólo quería que por fin estuvieran juntos, que pudieran amarse sin impedimentos... Llevaba toda la vida frenándose, obligándose a no sentir nada, manteniendo lo poco que se permitía sentir a raya... Eso no era vida. Ser la mascota de los ladrones no era vida. No la que él merecía al menos. Muchas veces se había sentido como un perro: siempre fiel, siempre haciendo lo que le ordenaban, pero sin ser relevante, sin ser tratado adecuadamente... Cierto era que Felipe y Gerardo le respetaban, pero eran los único, ningún otro ladrón se fiaba de él, hablaban de él a sus espaldas, le miraban mal, no le consideraban suficientemente bueno para ser uno de ellos... Malditos. Malditos fueran todos ellos. Pero él les enseñaría quién era. Él les devolvería cada mala palabra, cada mirada de odio, y lo haría multiplicada por mil para que nunca olvidaran ni sus pecados ni a él. Siguió caminando hasta alcanzar el viejo dormitorio, donde Lucía estaba reposando. Seguía viva, pero no sabía por cuánto tiempo. Cerró la carcomida puerta tras de sí, antes de acomodarse a los pies de la cama, mirando a la mujer. Aunque le había limpiado la cara, su ropa seguía sucia con la sangre que había derramado. Además, estaba pálida, inmóvil, con el pulso por los suelos... Seguramente la magia la estaba destrozando por dentro. - No me mires así - susurró Lucía con los ojos cerrados. - Esto está llegando demasiado lejos - opinó con suavidad.- ¿De qué nos sirve todo esto si te pierdo por el camino? Estoy cansado de perder personas... - ¿Lo dices por la princesita? - La estoy perdiendo, Lucía... - Tonterías - la interpelada hizo un ruido extraño, casi como si intentara reír y no fuera capaz por su espantoso estado.- Te sigue amando tanto como siempre - aquello le aceleró el corazón, pero no comprendía nada.- Es orgullosa y la has herido, no quiere ni admitir que te sigue amando porque sería ser débil y porque cree que es algo que ahora mismo no está bien. - ¿Tu crees? - Qué sí...


- Al menos algo va bien - sonrió durante un instante, ya que al mirar a Lucía el estómago se le encogió por la desesperación.- ¿Cómo vamos a solucionar esto? Estás fatal, la magia te está consumiendo y no sé si esta vez sanarás... - Cuando tengamos los cinco diamantes, todo se arreglará. Colbert suspiró profundamente, enterrando los dedos en su negra cabellera. - Deduzco, entonces, que he de preparar todo para el ritual.

 La desesperación se estaba apoderando de todos ellos. Jero podía verlo con tanta claridad como cuando miraba el blanco de las paredes. Él estaba sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, observando a los demás. Deker estaba a su lado, sumido en sus propios pensamientos, como si estuviera solo en el mundo; Ariadne se paseaba de un lado a otro, en silencio, aparentemente en calma; Álvaro, Mateo y el profesor Antúnez murmuraban entre sí, ejerciendo de adultos que, cómo no, les dejaban de lado para las cosas importantes. Y luego estaba ella. Tania. Con todo lo sucedido, Mateo Esparza se había olvidado de su naturaleza protectora y la chica había decidido acercarse a Rubén. Sus miradas cruzadas. Sus manos entrelazadas. La calma que Tania transmitía sólo por estar a su lado... ¿Cómo podía dolerle tanto? ¿Cómo podía ser todo tan injusto? ¿Y cómo podía estar pensando en ella en un momento así? Bueno, la respuesta a esa sí que era sencilla: siempre pensaba en ella. Por la mañana, por la tarde, por la noche, lunes, martes... Siempre pensaba en si estaría bien, en cómo ayudarla, en cómo arrancarle una sonrisa... - ¿Recuerdas lo que te enseñé, Rapunzel? La voz de Deker le sacó de aquel extraño bucle en el que, cada día, se encontraba sumido. Le dio las gracias mentalmente, mientras, al igual que todos, desviaba tanto su atención como su mirada a Ariadne y a Deker. - ¿El supuesto ritual? - preguntó ella. - La sangre se derramará, la sangre de cuatro porque cuatro son las llaves para abrir el escondite del diamante - debió de citar su amigo; ni siquiera Deker podía ser tan pedante.- Y hará falta una quinta vida para materializarlo, una vida tan inocente, pura y transparente como aquello que se intenta invocar. Pero el ritual resulta una ofensa a las fuerzas de las tinieblas, también a las de la luz, por lo que deberán ser aplacadas con un sexto sacrificio.

Un momento... Sangre, vidas, luz, oscuridad... Yo he oído esto antes...

- Además de demostrar que tiene una memoria prodigiosa que, normalmente, desaprovecha en clase, ¿qué pretende con todo esto, señor Sterling? - inquirió Antúnez. - Está claro, ¿no? Va a matar a seis de nosotros - observó con frialdad, antes de encogerse de hombros y añadir con tanta calma que Jero deseó pegarle.- Bueno, cinco de vosotros... Cuatro, ya que el alma pura e inocente está claro quién es - clavó la mirada en Tania. - ¡No! - exclamó Jero. - ¡Cállate! - Rubén le fulminó con la mirada. - Ya sé que estáis ambos dos enamorados de Tania y que a gusto no sólo me pegaríais por defender su honor, sino que os batiríais en duelo por ella - curvó los labios en una mueca maliciosa.- Pero tenemos que ser realistas, a ver si podemos arreglar esto. Tanto él como Tania y Rubén se sonrojaron al instante, esforzándose por no mirarse entre sí y, por tanto, concentrándose en fulminar a Deker con la mirada. - No entiendo a dónde quieres ir a parar - repuso Álvaro. - Pues a que tenemos que lograr que Ariadne te consiga un arma. Eres el único de nosotros capaz de neutralizar a Colbert. Él lo sabrá, así que tenemos que pensar en algo para que


tengas margen de movimiento y que no te corte el cuello a la primera de cambio - Tania ahogó un gemido, por lo que Deker puso los ojos en blanco.- Según describía el libro, entre hechizo y magia negra y maldad y tal, se usan varios cuchillos diferentes - clavó su mirada en Ariadne.- Haz lo que sea, pero tienes que liberar a Álvaro y darle un arma. - Pero...- la respiración de la chica se cortó, aunque no tardó en agitar la cabeza.- Lo haré. Haré lo que sea necesario. - No queda otra - dijo Deker. - Lo haré. - No estoy... - Lo haré. Jero se dio cuenta de la magnitud de aquella conversación, comprendió lo que Deker decía en realidad, lo que de verdad le estaba pidiendo que hiciera. Y quiso pegarle, quiso zarandearle y decirle lo cruel que estaba siendo, lo injusto... - Seguramente ahora no te guste nada - comentó el chico con una carcajada amarga. - No puedes pedirle eso. No a ella. - ¿Te crees que me gusta? - susurró, bajando tanto la voz que sólo Jero podía oírle.- ¿Te crees que lo haría si hubiera otra opción? - Deker apoyó la nuca en la pared, cerrando los ojos.Sois todos tan inocentes... Creéis que las buenas intenciones bastan, que siempre hay que hacer lo correcto. Pero no. Muchas veces lo que hay que hacer no está bien y lo que cuenta no son las intenciones, es el que todo salga bien. - No estoy de acuerdo - Jero se encogió de hombros.- Creo que lo importante es ser fiel a uno mismo, hacer las cosas bien. - ¿En serio? - Siempre hay que hacer el bien, sí. - Es bonito pensar así - Deker sonrió con tristeza.- Pero es ingenuo. Es cobarde. Es incluso egoísta - su amigo ladeó un poco la cabeza para poder mirarle.- Vendería mi alma al Diablo, me quedaría toda la eternidad sin dormir por haber hecho algo terrible, si con eso pudiera salvar a un ser querido. - La vida no es tan épica. Los héroes son cosas de cómics, de películas, en la vida real las cosas no son tan... Grandes. La vida es mundana. La mirada de Deker se fijó en Tania. - ¿No harías cualquier cosa para hacerla feliz? - Sí, pero... - No estás luchando para no herir a nadie, eso es lo que te dices. Lo haces por él, porque crees que la quiere, pero no - Deker se encogió de hombros.- Son meras excusas. Temes la lucha, temes perderla hasta como amigo y por eso estás sumido en esta especie de estado de tránsito entre novio y amigo que acabará contigo. - ¿Estás ejerciendo de celestino? ¿Tú? - Sólo expongo mi teoría: con total seguridad Tania sería más feliz contigo que con él. Y podrías conseguirla, no me queda duda, pero para eso tendrías que hacer algo que está mal, traicionar a tu amigo. El resultado sería el correcto, pero habrías tomado una decisión difícil y que no sería moralmente buena, ¿entiendes? Jero se quedó en silencio, mirando como Rubén consolaba a Tania, como le acariciaba el pelo y como la tocaba. Pensando en las palabras de Deker, en la petición que le había hecho a Ariadne, recordó exactamente dónde había escuchado lo referido al ritual. Se puso en pie de un salto. Fue a volverse hacia Deker, a contarle lo que estaba pasando, pero la puerta se abrió y Colbert entró en la sala, acompañado de varios esqueletos asquerosos de los que convocaba Lucía. Ninguno intentó siquiera rebelarse, se dejaron capturar para ser sacados de la celda, mientras el propio Colbert cogía en brazos a Felipe Navarro.


Cuando le llegó el turno de ser arrastrado, reaccionó, buscando a Ariadne con la mirada. La chica, que era la única que no había sido apresada, debió de percatarse de algo, pues se apresuró en acercarse a él. - La pro...- comenzó a decir, pero ella le silenció con una mirada. - No digas nada. - Pero... Justo en aquel momento, Colbert la llamó. Maldito fuera, menuda puntería tenía el muy capullo. Ariadne le miró una vez más, suplicante, antes de reunirse con él a regañadientes. Le hubiera gustado pedirle algún tipo de explicación, pero ya era imposible. Lo peor era la incertidumbre, ¿qué estaría planeando? ¿Era realmente consciente de las palabras de la médium? Sólo sabía que aquellas palabras le seguían inquietando como el primer día, incluso más, pues empezaba a estar convencido de que, por mucho que Ariadne se riera del destino y esas cosas, se iban a cumplir.

 El mero tacto de los podridos huesos contra su piel le provocó arcadas, pero Tania logró mantenerlas a raya. Al fin y al cabo, llevaba queriendo vomitar y echarse a llorar desde que Deker Sterling había dicho que la iban a matar. La llevaron a rastras hasta una habitación increíblemente grande. En las paredes había hileras de largas ventanas, cuyos cristales se habían resquebrajado, al igual que las baldosas, otrora brillantes y elegantes, del suelo. Las paredes estaban ennegrecidas, como todas las de aquella casa, que había sido pasto de las llamas tiempo atrás. La sala, sin embargo, había sido completamente despejada de cascotes, telarañas y otra serie de consecuencias del tiempo pasado, para poder pintar en el centro una curiosa forma geométrica. Al verla, Tania se sintió de lo más extraña. Era como si la situación no le estuviera pasando a ella, como si estuviera experimentando una pesadilla por haber visto alguna clase de película de fantasía. ¿Cómo narices iba a asumir que la iban a sacrificar en un ritual? Sonaba tan fantasioso, tan esotérico que era imposible que lo asimilara como algo real. Fue como si se saliera de su cuerpo, como si lo observara desde fuera. En el centro de la forma geométrica, había una mesa de madera donde la colocaron a la fuerza y la apresaron, colocando grilletes entorno a muñecas y tobillos. - ¡Tania! ¡Soltadla! ¡SOLTADLA! La voz histérica de Rubén la devolvió a la realidad, por lo que Tania empezó a ser consciente de que, por muy surrealista y absurdo que pareciera todo, era condenadamente real. La iban a matar para invocar a un diamante con poderes. Al repetírselo varias veces se lo terminó de creer y comenzó a revolverse como una lagartija. Daba igual cuanto se revolviera, apenas podía moverse, tan solo podía ver como los demás también eran conducidos a la sala. La única que fue liberada fue Ariadne, a la que soltaron los esqueletos, aunque Colbert se apresuró en atarle las manos y sentarla en una silla. Colbert estaba mirando a Ariadne fijamente, mientras Rubén seguía desgañitándose y peleando para intentar soltarse. Al final, el asesino se volvió a él, su rostro no podía ni estar más calmado ni ser más frío, lo observó como si en vez de un chico a punto de volverse loco, fuera un mero paisaje anodino. - Suéltala, por favor - pidió Rubén.- Yo tomaré su lugar - le miró suplicante, sin dejar de agitar los brazos.- Sé que tú me entiendes. Hazlo, por favor, colócame a mí en su lugar, por favor. - ¿Y por qué deberíamos hacer eso? Lucía entró en la sala, apoyando un hombro en el quicio de la puerta y cruzando los brazos sobre el pecho. Ella también lo miraba con aquellos ojos desprovistos de sentimientos... No. Había una diferencia entre la mujer y su socio: ella parecía maliciosa, como si estuviera disfrutando al forzar a Rubén, mientras que Colbert se mostraba comprensivo.


- Por favor - insistió Rubén. - Dame un motivo - se encogió de hombros Lucía. La mirada de Rubén, el gruñido gutural que se escapó de su garganta, todo era tan salvaje, tan rudo y tan rabioso que Tania se quedó impresionada. Nunca lo había visto así. ¿Estaba tan alterado sólo por ella? Y, entonces, lo dijo. Con desgarradora sinceridad, con auténtico sentimiento, lo dijo y el corazón de Tania estuvo a punto de romper su pecho y salir dando saltos de él. - ¡Porque la quiero! ¡Porque la amo! ¡Porque antes doy mi vida por ella que estar un mísero segundo en un mundo donde ella no exista! - Rubén fulminó a Lucía con la mirada.¿Quieres más? Porque te diré lo que sea. Si nos intercambias, soy capaz de cantar la canción de amor más cursi que me sepa. Pero ponme en su lugar, sólo ponme en su lugar. - Qué mono. Lucía apretó los labios, burlona, deslizando la mano por las mejillas de Rubén, que seguía mirándola de aquella forma tan intensa. Cuando dejó de acariciarle, torció su boca todavía más, antes de echarse a reír, alejándose de él: - Es una pena que sea imposible. - ¡No! La mujer ignoró los gritos de Rubén, que seguía revolviéndose con más fuerza, mientras los esqueletos lo apoyaban contra la pared del fondo. De hecho, absolutamente todos los chicos acabaron presos en aquella extraña pared de la que salían brazos que les apresaban. Tania tuvo que pestañear para terminar de creerlo, ya que, dado que tenía que mirar por encima de su hombro y casi rompiéndose el cuello, había esperado haber visto mal. - Puede que no lo creas, Tania - Lucía se agachó a su lado, sujetándose a la mesa; se dio cuenta de que sus manos temblaban de forma incontrolada, estaban arrugadas y se apreciaban con claridad las azuladas venas.- pero te aprecio. - Tienes razón, no te creo. - Lo intuía - reconoció con un ademán.- Sólo necesitamos seis sacrificios. Contando que Colbert quiere que la princesa salga con vida de esta, quedan dos personas que pueden salvarse hizo una pausa.- Salvo Felipe Navarro y Deker Sterling, puedes elegir a los dos supervivientes. Te doy mi palabra que ambos dos sobrevivirán - asintió muy seria. - Más que regalo, eso es una putada. - ¡Haz que tu novia se calle! - rugió Lucía, volviéndose hacia Ariadne. Tania, por su parte, no podía más que darle la razón a su amiga. Era la peor decisión que iba tomar jamás: elegir quién vivía y quién moría era algo duro de por sí, pero, además, entre los candidatos estaban su padre, su tío, su mejor amigo y... Rubén. No tenía una palabra para describirlo, pero era importante, era demasiado importante. ¿A quién salvar? ¿A quién fallar? No, no podía tomar la decisión, era imposible. Pero... ¿Y si callaba? ¿Y si dejaba que Lucía tomara la decisión? Quizás los matara a los cuatro. Dado su último alarde de crueldad, no podía desechar esa opción. ¿Qué hacer? ¿Qué elegir? ¿Qué decisión tomar? En su cabeza, no dejaba de visualizar tanto el rostro de los cuatro como los recuerdos que había compartido: cumpleaños, momentos importantes, risas, confidencias, besos... Eran los cuatro hombres de su vida, su cuatro pilares, ¿cómo iba a elegir entre todos ellos? ¡Era imposible! Sencillamente era imposible. ¿Qué hacer? ¿Qué iba a hacer? Estaba al borde de la taquicardia, cuando la voz altanera, incluso burlona, de Ariadne dijo con calma tras resoplar: - Vale, es oficial, necesitamos ayuda... Creo que voy a rezar a mis dioses... - ¿Dioses? - inquirió Jero, sorprendido; curiosamente, parecía estar tan normal, a pesar de estar aprisionado por los extraños brazos que surgían del muro contra el que estaba apoyado.¿Los ladrones tenéis vuestros propios dioses o algo así?


- No sé los demás, pero yo sí - asintió Ariadne con un gesto de cabeza.- Meñique y Eli Gold. Los dos tíos más retorcidos, inteligentes y brillantes que jamás he conocido. - ¡Pero son personajes de ficción! - protestó Jero. - ¿Y no dice eso muy poco de la humanidad? - la chica soltó un profundo suspiro.- Pero, bueno, en el fondo soy una optimista y creo que los jóvenes pueden mejorarla - hizo una pausa y Tania ladeó la cabeza para mirar a la chica; ésta clavó la mirada en ella, con intención.- Los más jóvenes son el futuro, la respuesta a los problemas... - Está planeando algo - chilló Lucía. - Sólo está intentando ganar tiempo - se encogió de hombros Colbert. La mujer siguió mirando a Ariadne con desconfianza y la chica mostró su expresión más inocente, pareciendo casi tan inofensiva como un cervatillo. Pero Ariadne no era Bambi ni mucho menos y Tania lo sabía, por lo que dijo con un hilo de voz: - He tomado una decisión. - ¿Tan pronto? - se sorprendió Lucía, soltando una risita, mientras volvía a acercarse, guiñándole un ojo.- Supongo que el corazón manda y lo simplifica todo. - Ni mucho menos - musitó Tania. En realidad, debería sentir esperanza porque había un plan para salvarles, pero no la sentía. Tampoco debería sentirse culpable, pues la elección la había hecho Ariadne y no ella, pero sí que se sentía así. Temblaba. Los ojos le ardían al fragmentarse en lágrimas. - ¿Y quiénes son los elegidos, querida? - ¿Por qué me haces esto? - preguntó con un hilo de voz. Lucía se quedó en silencio y Tania no pudo soportarlo más, era tan la congoja que sentía, la impotencia y el temor, que no pudo evitar soltar un grito de rabia antes de añadir: - ¡Yo no te he hecho nada jamás! ¡Ni mi padre! ¡Ni Jero, ni Rubén...! ¡Nadie te ha hecho nada! ¡Y menos yo! ¡Yo te quería, eras mi tía, crecí a tu lado! ¿Por qué me haces esto? ¿Por qué? Es cruel. ¡Me duele! ¿Por qué me obligas a elegir? - Porque alguien más tiene que sentirse así. - ¿Pero por qué yo? - Porque eres la única que puede sentirse como yo me sentí - aclaró con frialdad, casi como si no estuviera ahí, como si fuera ajena a todo el dolor que estaba sembrando.- ¿Quién lo haría sino? ¿Tu amiga? No, imposible, tú misma me lo contaste: es La princesa de hielo. ¿Tus dos amigos? Tampoco, no estarían tan divididos... Sólo puedes ser tú, Tania. - ¡Estás loca! - gritó, llorando todavía más. - Puede, pero salvaré a dos como regalo hacia ti, por pasar por lo que yo pasé - se inclinó para acariciarle suavemente el flequillo, peinándole el pelo después.- Dime, pequeña, ¿a quiénes salvo de morir? - Rubén y Jero. L-lo siento... Yo... Lo siento... - ¡No pasa nada, cielo! - exclamó Mateo. - ¿Se me permite decir algo? - preguntó entonces Ariadne; en cuanto Colbert y Lucía repararon en ella, la chica prosiguió.- Llevas días diciendo que en cuanto sepa la verdad, cambiaré de opinión respecto a ti. ¿Qué verdad? - Luego - aclaró Colbert. - Oye, habéis ganado, ¿vale? - observó la muchacha.- Nos tenéis a todos atados. Bueno, a mí esposada para ser más precisa - hizo una mueca que expresaba su disgusto.- Tenéis las Damas y estáis preparados para interpretar un ritual que ni en El misterio de la pirámide. Creo que, al menos, se merecen saber qué ocurre, por qué los vais a matar. - Y tenemos tiempo de sobra - apuntó Álvaro.- No es que tengamos, perdón, podamos ir a ninguna parte. - ¿Pero qué os habéis pensado? - preguntó Lucía, que parecía alucinar con todo aquello. A decir verdad, Tania también se sentía así, hacía mucho tiempo que había perdido el control de la situación, bueno, seguramente nunca lo había tenido, pero aquello empezaba a ser demasiado.-


¿Qué estamos en una novela de Agatha Christie donde Hércules Poirot expone todas las respuestas de un misterio para contentar al lector? - Creo que hace bastante tiempo que dejamos atrás los asesinatos en el Orient Express, querida - suspiró Álvaro, moviendo la cabeza de un lado a otro.- Porque habéis matado a mucha gente, ¿verdad? Ismael Prádanos, Nicoletta Ivanova... - ¿La médium está muerta? - se escandalizó Jero.- ¿Pero por qué? - Y no es lo malo que hayáis asesinado - prosiguió Álvaro, ignorándole.- Quiero decir, no seré quién se escandalice por eso. Pero, ¿esto? Esto es pasar de castaño a oscuro, estáis haciendo algo que no está bien. ¿Jugar con magia negra? Es estúpido de peligroso que es... - Y, por eso, más bien estaríamos en una de Lovecraft, encanto - Deker sonrió con petulancia, como si todo aquello no le importara lo más mínimo y, de hecho, le divirtiera.- ¿Qué? ¿Vamos a invocar a Cthulhu o algo así? - soltó una carcajada, antes de agitar la cabeza de un lado a otro.- ¿Sabéis? Rapunzel tiene razón: ya que me vais a matar, quiero saber por qué, qué coño pretendéis con tanto poder. Y, por favor, no me digáis que dominar el mundo - hizo una mueca de desprecio.- Eso está muy visto. - No la llames así - la frialdad de Colbert resultaba peligrosa, inquietante. - ¿Qué pasa, Son Goku? ¿Es de tu propiedad? El codo de Colbert se movió con rapidez, impactando en el rostro de Deker. Un crujido. Sangre que manaba cubriendo la cara del joven, manchándole la camiseta y cayendo al suelo. Tania tuvo que apartar la mirada, asustada, concentrándose en Ariadne que, tras un momento de ansiedad, volvió a mostrarse tan calmada como antes. - ¿Podríamos dejarnos de Alien versus Predator y pasar a la historia, por favor? Colbert observó durante un instante su reciente obra, después se dio media vuelta para ponerse en cuclillas frente a Ariadne. - Como bien sabes, soy el hijo pequeño de la auténtica familia real de los asesinos. Como también sabes, el actual líder asesinó a mi familia sin piedad - cerró los ojos, su rostro una máscara de dolor.- Aprovechó el caos que había en mi familia debido a la muerte del heredero, de mi hermano mayor que ese - miró a Álvaro con odio.- llevó a cabo. - Y yo que tenía entendido que era porque tu padre estaba zumbado - comentó Deker con voz rota, aunque burlona. - Te juro que en aquella época de veras pensé que era el último heredero, el único que había sobrevivido - hizo una pausa, agitando la cabeza de un lado a otro.- También todo lo que sentí sobre tu familia, sobre ti, todo era verdad. - ¿Y cuándo comenzaste a mentirme entonces? - Cuando cumpliste quince años, cuando me besaste...- de repente su rostro adquirió un brillo especial, una especie de luz serena; Tania se dio cuenta de que por fin veía lo que siempre había visto Jero, que, a pesar de todo, Colbert la amaba con locura.- Siempre te he amado. Siempre. Pero era algo que no quería asumir, como si así fueran a arreglarse las cosas... ¡Qué idiota fui! - rió un poco, alargando la mano para acariciar el cabello de la chica.- Pero entonces viniste tú, me besaste y ya no pude ignorarlo más tiempo. - Y te fuiste. - Y me fui. - ¿Fue entonces? - Comencé a viajar - reconoció, encogiéndose de hombros.- Al alejarme de tu tío, de sus encargos continuos, de cuidar de ti, me encontré a mí mismo. Visité la casa que abandoné, hice averiguaciones... Quería encontrar el anillo de mi familia, El anillo de la Parca - se volvió para mirar sobre su hombro.- Pero lo que encontré no fue el anillo, fue algo mejor: encontré a Lucía sonrió de oreja a oreja. - No puede ser - susurró Ariadne, impresionada. ¿El qué no podía ser? Tania parpadeó varias veces, obligando a su cerebro a funcionar a toda máquina para llegar a la misma conclusión a la que Ariadne había llegado.


- ¿El qué no puede ser? - preguntó Jero. - No todos los James fueron encontrados vivos - dijo Ariadne con voz hueca, no dejaba de mirar a Colbert a los ojos.- Todos dieron por hecho que habían muerto y que sus cadáveres estaban en tal estado que era imposible reconocerlos, pero... Alguien más que tú huyó. Lucía es tu hermana, ¿verdad? Es tu hermana mayor. - Ivory James, encantada - Lucía hizo una reverencia. - Desde que encontré a mi hermana todo cambio - Colbert enlazó las manos en la nuca de Ariadne, apoyando su rostro contra el de ella, cerrando los ojos.- Sé que tú entiendes lo que sentí. ¿Cuántas veces lo habías imaginado, Ariadne? Miles. Puedes imaginar lo dichoso que me sentí, lo... Lo sumamente increíble que fue todo. - Puedo hacerlo. Y Tania se estremeció porque el tono de Ariadne denotaba verdad, estaba siendo sincera y, lo que era peor, estaba empezando a empatizar con él. - Una historia encomiable, Pollyanna - apuntó Deker.- De ahí te saldría una novela que sería éxito de ventas y luego una película. Podrías poner a Hugh Jackman en tu papel, a lo mejor te caería algún Oscar por el sentimentalismo - hizo una pausa.- Aunque, claro, creo que hay algunas cosas que enturbian tan dickesiana narración: ¿dónde entran las Damas? ¿Y los asesinatos? ¿Y el engañar a Ariadne haciéndote pasar por muerto? Colbert lo fulminó con la mirada, aunque Deker ni se inmutó. - ¿Qué queréis de las Damas, Colby? - preguntó Ariadne. - Queremos recuperar a nuestra familia - respondió, acercándose a ella todavía más para acariciarle una rodilla.- ¿Sabes cuál es el poder del último diamante, del quinto? Viajar en el tiempo, Ariadne. Ante tal revelación, todos se quedaron callados, atónitos. - No existe Objeto que manipule el tiempo - observó Álvaro, aunque su tono era tan tenso y tan serio que daba a entender que más que una declaración, era un deseo.- Es imposible. Es tentar demasiado a la suerte... - No puedes hacerlo, Colbert - dijo Ariadne, categórica.- Si impides que los asesines, cambiarás el pasado y, por tanto, el futuro. ¡No sabes las consecuencias que acarreará eso! ¡No se puede jugar con el tiempo, Colbert! Es muy peligroso - parecía auténticamente desesperada.Sabes tan bien como yo que es una de las cosas que jamás, se deben tocar. Ni los muertos, ni el tiempo, y tú quieres hacer las dos cosas. - Porque alguien decidiera que no se puede hacer, no quiere decir que sea cierto. - ¡Es mera cuestión de lógica! - Estás siendo muy cerrada de mente... - Si tiras una piedra al agua, por muy pequeña que sea, provocará ondas que van creciendo a medida que se expanden - explicó, moviéndose sin parar.- No sabes los efectos que va a tener la locura esa. ¡Podría ocurrir cualquier cosa! - Eso no lo sabes. - ¡Oh, por favor! Tu familia es peligrosa, Colbert. Son asesinos, usáis Objetos sin ton ni son... ¿Es que no te das cuenta de la locura que supone tu plan? - No la escuches, Colbert. Ella no entiende - repuso Lucía. - Todo saldrá bien - le prometió Colbert, besando a la chica en la frente. - Pero, un momento - intervino Tania, frunciendo el ceño.- Si regresáis al pasado, salváis a vuestra familia, tú no acabarás viviendo con Felipe Navarro y no conocerás a Ariadne y no buscaréis las Damas y, entonces, no estaremos aquí y... Volveremos a empezar y acabaremos atrapados en un bucle infinito, ¿no? - la chica hizo una mueca.- Me duele la cabeza. - Es algo habitual cuando se trata de viajes en el tiempo - apuntó Jero.- Pero quédate tranquila, lo de los bucles no suele pasar... Al menos en los cómics... - ¿Tu seguro es una aventura de la patrulla-x? - inquirió Antúnez, histérico. - Más de una. Y de más de un grupo de superhéroes.


- ¿Y os dais cuenta de que cada vez que sale un futuro nuevo de la patrulla-x es peor que el anterior? - inquirió Deker, agitando la cabeza de un lado a otro.- De todas maneras, conde de Saint Germain, ¿por qué asesinaste a esos dos? - ¿Pero por qué quieres saberlo? - Detesto cuando me dejan sin respuesta, ¿sabes? Y bastante tuve con el final de Perdidos como para que ahora no resuelvas mis dudas. - Mataste a la médium por la profecía, ¿verdad? - preguntó Jero. - ¿Qué profecía? - las voces de Álvaro y el profesor Antúnez se unieron en una. - Esa mujer vio el ritual. Se lo dijo a Ariadne, le dijo que iba a morir. Tania abrió los ojos de forma desorbitada, ¿cómo podía haberse olvidado de ello? ¿Y cómo Ariadne podía estar tan tranquila a sabiendas de la profecía? - Esa maldita médium era una metepatas - se encogió de hombros, Colbert.- No podía permitirme ni que viera algo más, ni que pudiera informar de que en realidad no había muerto. Necesitaba margen de movimientos y, por eso, aprovechando la situación, decidimos matar dos pájaros de un tiro... - Qué apropiado - apuntó Deker. - Lucía sabía que Álvaro estaría ahí, que os seguiría, así que íbamos a emplearle de cabeza de turco. Ella mataría a Ismael y os haríamos creer que había sido Álvaro, por lo que yo comenzaría una pelea con él y aparentemente me mataría - Colbert se acercó a Deker, sonriendo de oreja a oreja.- Pero, aquí el amigo humorista, hizo de las suyas. - ¿Qué quieres decir? - preguntó Jero. - ¿No lo sabíais? - Colbert se echó a reír, antes de volver a curvar sus labios, malicioso.Fue él quien vendió a Tania. Os estuvo espiando desde que llegó y, en cuanto averiguó que Tania tenía la caja de Perrault, se lo dijo a su familia. Por eso sabía donde estaba Ariadne, por eso la salvó, porque él os traicionó. De no haber estado alucinando por todo aquello, la boca de Tania se abría caído hasta que su mandíbula inferior se hubiera desencajado. ¿Deker le había traicionado? No es que Deker fuera su mejor amigo ni nada así, pero... ¿Traicionarla de tal manera? - ¡No puede ser! - exclamó Jero. - No, no, tiene razón - asintió Deker.- Lo hice. - Pero... Pero...- Jero seguía pareciendo confuso. - Y tú también traicionaste a un amigo - por primera vez desde que les sacaran de la celda, su padre habló. Lo hizo con tanto odio, con tanto asco, que Tania se sintió muy identificada pues sentí eso mismo por Deker Sterling.- Bueno, a más de uno, porque mataste a Ismael y ahora nos matarás a Álvaro y a mí. - No es algo personal, Mateo - se encogió de hombros Lucía. - ¿Ah no? Llevo siendo tu amigo años. ¡Incluso has visto crecer a Tania! Era casi un bebé cuando llegaste a nuestras vidas, cuando te conocí en la revista donde trabajábamos. Todo fue mentira, ¿verdad? Nada fue casual, nada fue cariñoso, todo fue una actuación. - No pretendía encontrarte a ti, la verdad. Buscaba la caja de Perrault y te encontré a ti. Siempre sospeché que la tenías tú, siendo amigo de un asesino y marido de quien eras...- hizo un gesto con la cabeza.- Por eso, decidí quedarme en tu vida, ver en qué podías ayudarme para cumplir mi plan de reunir las cuatro Damas - Lucía sonrió.- Me ayudaste mucho, ¿sabes? Gracias a ti, conocí a Ismael Prádanos, el mayor experto en las Damas que he conocido jamás. - Y por eso le mataste, ¿no? Porque sabía demasiado. - Y tanto. Incluso averiguó mi verdadera identidad - asintió con un gesto.- Descubrió que una Dama estaba escondida en la caja de Perrault, lo que le llevó a rastrearla y a dar conmigo, entre otras cosas - se acercó a Mateo, alzando la mano para acariciarle el pelo.- Y averiguó algún que otro secretito tuyo, tranquilo, yo ya los conocía. - Ismael intentó ponerse en contacto conmigo y, como me tenías preso, lo recibiste tú dedujo Mateo, soltando después el aire por la nariz, enfadado.- Aprovechaste para matarle, claro.


- No podía dejar que nuestros secretos estuvieran al descubierto... - ¡No te atrevas a decir algo así! - ¡Oh, vamos! - Lucía se echó a reír, apoyándose en Mateo con aire juguetón.- No te hagas el santo ahora, que nos conocemos, encanto. Ni siquiera Tania conoce tus secretos. De hecho, dudo mucho que hayas sido sincero hasta con tu amiguito. Él no sabía que tú siempre poseíste la caja de Perrault o que no enviaste a Tania al Bécquer por casualidad. ¿Ahora su padre le guardaba secretos? ¿Su propio padre? Cada vez entendía menos. Las preguntas se agolpaban en su mente, quería pedir miles de explicaciones... Pero no tuvo ocasión, pues Colbert y Lucía decidieron que ya estaba todo lo suficientemente claro y, entre los dos, arrastraron a los cuatro adultos a la forma geométrica dibujada en el suelo. Pudo ver como tiraban el cuerpo inerte de Felipe sobre un círculo y como, después, Colbert ataba a Álvaro con cierta dificultad, pues su tío se retorcía como una lagartija. Sin embargo, con el resto tampoco encontró tanta resistencia, aunque tanto el profesor Antúnez como su padre lo intentaron. La mirada de Tania se cruzó con la de su padre, que sonrió a duras penas con el único propósito de tranquilizarla. No lo logró. No obstante, en cuanto escuchó la voz de Lucía pronunciando un extraño cántico, sí que sintió un miedo tremendo. La mera melodía le provocaba escalofríos, por lo que cerró los ojos y se dedicó a aguardar su destino. Algo ocurrió. La voz de Lucía se quebró de pronto, acompañándose de un gemido ahogado que fue seguido por una serie de estertores, además de los gritos preocupados de Colbert por el estado de su hermana. De repente, escuchó al joven clamar al cielo, gritar como en una película y, con toda frialdad, descubrió lo que había pasado. Lucía había muerto. No le importaba lo más mínimo.


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