Escritorio nuevo

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Escritorio Nuevo Ana Montecucco



Si éste lo mando para el living y acá quiero poner la compu, voy a necesitar un escritorio nuevo. No tengo plata para un escritorio, así que me parece que lo voy a tener que hacer yo. No tengo plata para madera, así que también la voy a hacer yo. Recuerdo una canción que me enseñaron hace mucho tiempo donde cuentan más o menos la receta:

Para hacer una casita se necesita mucha madera para hacer mucha madera se necesitan los arbolitos para hacer los arbolitos se necesitan las semillitas para hacer las semillitas se necesita mucho amor


Los árboles están hechos de árbol, que nace de una semilla que también está hecha de árbol. El componente diferencial de la semilla no es la parte que es árbol, sino la parte que es misterio. Para que esta semilla crezca necesita luz y agua.

Mi escritorio está hecho de luz, agua y misterio y voy a hacer uno nuevo con los mismos ingredientes.



En su habitación, sobre la cama, pela cables larguísimos y los une de un extremo a un enchufe. Se para en la cama, corta los cables de la araña y la une con el otro extremo de los cables pelados. También parada en la cama pero ahora con taladro, tarugos y tornillos, amura al techo una polea. La cama deshecha es un asco. Entre sábanas, acolchados y almohadas, hay hilos de cobre, pedazos de cable, pinzas, el taladro engrasado y pedacitos blancos de cielorraso. El resto de la habitación también es un asco, un asco desordenado, ropa en el piso parece haber reptado desde el placard abierto, zapatos sobre la ropa, medias usadas en los zapatos. En la mesa de luz, un alhajero, un pañuelo, hebillas, un destornillador, dos libros y una calculadora. Intimamente quiere probar esta forma de hacer un escritorio para que las cosas de la habitación por lo menos cambien de lugar, como obra de un antitsunami. Hace mucho que no puede hacer orden. El sistema de la araña ya está listo. Desde la cama, agarrando el cable, puede hacerla subir y bajar hasta el piso.


Se para, se pone un par de zapatos, agarra la cartera y parte hacia el lugar ideal donde conseguir misterio gratis. Llega al jardín botánico y se da cuenta de que no pensó bien las cosas ¿Dónde va a meter un gato sucio? ¿Lo puede llevar en brazos hasta su casa? ¿Lo quiere llevar en brazos hasta su casa? La sola idea de agarrar un gato le da alergia y asco. Cruza al chino y al bazar chino de enfrente y vuelve con una toalla y una lata de sardinas. Empieza a caminar por el jardín hasta que encuentra al ejemplar ideal, un gato sucio y negro, nada mas misterioso en el mundo. Haciendo lo que no tiene ni idea de cómo hacer, abre la lata y la deja en el piso, cerca de su presa. El gato se acerca y empieza a devorar las sardinas. Con la misma sensación de quien mata a una cucaracha, esa mezcla de asco y miedo, agarra al gato con la toalla e, incómoda, asqueada, forcejeando con la bestia y deseando que se duerma o se desmaye, vuelve a su casa. Después de encerrarlo en el lavadero con toalla incluida, se da una ducha. No puede dejar de repasar el plan de principio a fin en su cabeza, la emociona la idea de que, si salen las cosas bien, al final del día va a tener un escritorio nuevo en su habitación.


Sale del baño, se viste y, cuidando que el gato no se escape, busca una manguera del lavadero. No puede hacerla pasar por la puerta porque no va a poder cerrarla bien y la habitación no se va a inundar, así que decide entrarla por la ventana. Lleva la manguera, previa conexión a la canilla del baño, al living. Planea sacarla por la ventana del living y que entre por la del cuarto. Las ventanas están separadas sólo por el ancho de la pared, así que en instantes la manguera está entrando en la habitación. De la misma manera hace pasar al cable que sostiene la araña del cuarto al living. Ya está todo listo. Abre la canilla del baño, mete al gato en la habitación, cierra la puerta, enchufa el cable de la araña y espera. Lamenta no poder espiar para ver cuán llena está la habitación, piensa que cuanto más agua haya, más dramática será la explosión y más hermoso el escitorio. Decide esperar a que el agua rebalse de la ventana para soltar la araña. No puede dejar de imaginar lo hermosa que debe estar su habitación, su ropa flotando, el parquet semidesdibujado a través del agua transparente, su cama como una esponja gigante. Le da lástima y bronca que el gato esté ahí y no pueda apreciarlo.


Decide intentar distraerse ya que sabe que el proceso va a ser largo. No quiere salir de la casa porque siente que deja “desatendido” a su proyecto, así que se queda dormida. Se despierta sobresaltada, no sabe cuánto tiempo pasó, va a la ventana, todavía nada. Pero en el momento en que el agua empieza a rebalsar de la ventana de la habitación, el agua rebalsa. Ella está extasiada de felicidad, la anticipación la carcome. Agarra el cable que sostiene a la araña y empieza a liberarlo lentamente, con la solemnidad extraña de quien antiiza una bandera. De repente, ruido de explosión, demás ruidos extraños que dan miedo, sonidos que jamás escuchó antes. La luz y la música se apagan. Decide esperar para entrar en la habitación, por un lado tiene miedo de que algo haya quedado con electricidad, no sabe bien cómo es ese tema. Por otro lado, como no sabe si el gato entero es parte del escritorio o sólo el misterio del gato, no sabe si está lista para ver al gato muerto, tiene miedo dé que le de pena, de sentirse una asesina.


Agarra el picaporte y entra, es bañada de la cintura para abajo con ropa y agua fría, la escena que tiene ante ella es increíble, pero no entiende demasiado. Pensó que el agua ya no estaría ahí, que iba a ser parte del escritorio nuevo. Entra a la habitación y nota que no hay ningún escritorio. Antes de sucumbir ante la ira y el mal humor, decide analizar la situación. Claro, yo nunca supe las proporciones que tenía que usar de cada cosa. Tal vez fue poco misterio, mucha agua y toda la luz muy de golpe. Es demasiada casualidad que el escritorio nuevo tenga la justa medida para mí, tal vez es muy chiquito. Empieza a buscarlo sobre la cama, sus pies siguen sumergidos en el agua que continúa corriendo hacia la puerta. No encuentra nada. Espera sentada a que el agua se vaya y registra la habitación entera. En el placard que quedó abierto, lo descubre, el gato sucio en el estante de los “sueters”, llenándole todo de pelo sucio. No lo puede creer, la luz y el agua no se mezclaron con el misterio. Enojadísima y frustrada, agarra al gato y, empapada como está, sale para dejarlo en la calle.


Afuera, se sienta en el cordón, mira los edificios. Tan ordenados, uno al lado del otro, ojalá su habitación estuviera ordenada. Ahí, tiene la revelación. Mi habitación está en un edificio ordenado, dividido en departamentos ordenados, con ambientes ordenados, por lo tanto, mi habitación es un ambiente ordenado. Y, pensando todo en esta escala, escala edificio, es evidente que el agua la luz y el misterio se unieron, no en el agua, sino en la habitación, por lo tanto, mi habitación es mi escritorio nuevo.



Buenos Aires abril 2013



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