Lundero 416 agosto 2013

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caso es archivado. La justicia la absuelve; su esposo y su familia, no. "En algunos momentos, Thérèse, que no tiene formación religiosa, de algún modo siente la proximidad de Dios, sin saber lo que esto significa. La Misa llega a ser para ella un punto de luz; es su única oportunidad de salir de la casa donde está secuestrada. Pero no hay quien la conduzca de las tinieblas a la luz. Teresa queda confinada en la soledad más absoluta". Por eso Charles Moeller, habla de los "ateos prácticos". Así denomina a quienes se dicen creyentes y practican una religiosidad superficial, sin alma, sin amor. Caso similar desarrolla Mauriac en su novela Nudo de víboras. constituida por dos cartas. La primera, muy extensa, ha sido escrita por Luis, el protagonista, para que su esposa, sus hijos y demás familiares la lean

En los Hermanos Karamazov, Dostoiwski, se adentra a una vida auténticamente cristiana.

se odian recíprocamente hasta el delirio homicida, personifican, en su más tenebrosa expresión, el vicio, la incredulidad, la sensualidad y hasta la blasfemia. Pero Alejo, lejos de bajas pasiones, encuentra en el monje Zósimo un ejemplo que lo impresiona y a quien toma como maestro y modelo. Sabe que aquel hombre de excepcional virtud ha tenido en la oración y en la Biblia sus mejores armas en las duras batallas interiores contra las fuerzas del averno, y, por ello, es su mejor aliciente para triunfar contra el mal que lo acosa desde el mundo exterior y desde su interioridad. No les asiste igual fortuna a los protagonistas de François Mauriac (Premio Nobel 1958) en sus novelas más difundidas Thérèse Desqueyroux (1927) y Nudo de víboras (1932). Teresa, criada en un ambiente ateo, carece de una vida espiritual. Es ajena a toda vibración afectiva, aunque sienta necesidad de ella. Su matrimonio con un hombre de familia católica que la lleva semanalmente a misa parecería ser la solución a su vacío existencial. (Escuchando los sermones del sacerdote ella siente deseos de acercarse a la fe y a Dios). Habría sido para ella la ocasión de descubrir el fin sobrenatural de la vida humana, el ejemplo de las virtudes cristianas, ser llevada a Dios. Pero el catolicismo que la rodea es solo aparente. Una religión sin alma. Para su esposo y sus familiares la propiedad es el único bien de este mundo. La religión tal como lo viven ellos no les compromete seriamente. No tienen espíritu de oración. No tienen caridad. Sin tomar conciencia de su conducta, Teresa en algún momento ve que su esposo, por equivocación, va a beber un producto venenoso, pero ella, con indiferencia, no lo evita. Es insensible. No le conmueve el sufrimiento de nadie. Acusada de intento de homicidio, el

de todos. Y fue sintiéndose incapaz de despertar el afecto de nadie. Ya joven conoce a una joven de la que se enamora. Para sorpresa suya, descubre que no sólo es correspondido sino que hasta la familia de la joven de elevado rango social- ve con simpatía el matrimonio de la pareja. Viraje pleno en su vida. ¡También él es capaz de despertar afecto! Pero una noche ella le confiesa que poco antes de conocerlo tuvo un romance. Se planeó la boda. Pero ésta quedó trunca porque el novio y la familia supieron que dos hermanos de la novia habían muerto de tuberculosis. Cundió el temor en ella y sus padres de que el mismo rumor cerrara toda otra posibilidad matrimonial. Y en esas circunstancias ella tuvo la felicidad de conocer a Luis. Tal fue la confidencia explícita, pero Luis percibió la subyacente. El tono de inocultable tristeza y el timbre tan dulce al pronunciar el nombre del ex novio eran elocuentes. La vida afectiva de Luis se derrumbó y llenó de sombras. No era cierto que él, por fin, había sido capaz de despertar el afecto en alguien. Se sintió utilizado, burlado. Quiso ganarse el cariño de sus hijos, pero creyó notar que su esposa lo impedía. Él era incrédulo; su esposa y sus hijos eran creyentes. Hay en él, al final de su vida un brote de religiosidad, pero cuando su hijo lee esa parte sólo hace un comentario sarcástico. Huberto era también de aquellos que Moeller llamaba "ateos prácticos". Nadie sospechó nunca que todo lo que anhelaba "el viejo avaro", como le decían, era aquello que, muerta su madre, nadie le dio: un poco de afecto sincero. *Condecorado por el Gobierno Regional y la USAT

En Thérèse Desqueyroux (1927), François Mauriac, lleva a su protagonista a vivir a un ambiente ateo carente de una vida espiritual.

cuando él haya muerto. La segunda, muy breve, es un comentario a la anterior, severo y rencoroso, escrito por su hijo Huberto. La imagen que fluye de la primera en la que Luis vuelca su historia íntima con plena sinceridad, es la de un viejo avaro que escatima a su familia el dinero, aunque es dueño de gran fortuna. Lo hace porque está convencido de que nadie le tiene afecto, que sus familiares conspiran contra él y quieren su muerte pues codician sus acciones y su dinero. Ha llegado al extremo -confiesa en su carta- de haber intentado desheredarlos a todos y dejarle sus bienes a un hijo extra hogareño, a quien ha conocido ya adulto. Finalmente, se arrepiente y lega sus bienes a sus herederos. Personaje perverso. Pero el prólogo nos pide, con razón, no vituperarlo sino compadecerlo. Ocurre que Luis, mimado en exceso por su madre, se crió engreído y desconsiderado con los demás. Se ganó la antipatía

Nudo de víboras, de François Mauriac, cuyo argumento de la codicia, el dinero y el amor reinan en la vida de los personajes.

Publicación cultural de “La Industria” Chiclayo-Trujillo (Perú), agosto de 2013

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