Revista ágora digital 3 año 1 febrero 2014 edición electrónica de ágora papeles de arte gramático

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ÁGORA DIGITAL Revista de crítica y creación literaria

N. 3

Año I

FEBRERO 2014

edición electrónica de ÁGORA-PAPELES DE ARTE GRAMÁTICO FUNDADA EN 1998

HOMENAJE A MAX BLECHER

Director: Fulgencio Martínez. Coordina: Pepa Muñoz. Redactores: Anna Rossell. Colaboran en este número: David Pujante, Concha García, Miguel Anxo Fernán-Vello, Isabel Pintado, Xosé María Álvarez Cáccamo, Max Blecher, Joaquín Garrigós Bueno, Maximiliano Hernández Marcos, Samuel Bossini, Andrés Acedo, Francisco Javier Díez de Revenga, José María Piñeiro y Rafael Morales Barba.

ARTE GRAMÁTICO


ÁGORA DIGITAL ÁGORA-PAPELES DE ARTE GRAMÁTICO EN EDICIÓN ELECTRÓNICA

Este y otros números de Ágora digital los puedes leer y descargar en: http://es.calameo.com/accounts/2827296 Los textos han sido publicados también en el blog diario de Ágora digital: www.diariopoliticoyliterario.blogspot.com EDITA: Taller de Arte Gramático Depósito Legal: MU-0195-1998 ISSN: 1575-3239 Email: agoradeartegramatico@gmail.com

Los textos publicados en Ágora son inéditos (salvo indicación expresa) y su copyright, así como el de las ilustraciones que sean originales, es propiedad de sus autores. Ágora no se responsabiliza de las opiniones expresadas por ellos. EL TITULO, DISEÑO Y CONTENIDOS DE ESTA REVISTA ESTÁN PROTEGIDOS LEGALMENTE: LOS TEXTOS Y LAS ILUSTRACIONES ORIGINALES NO PUEDEN SER REPRODUCIDOS EN OTRO MEDIO SIN LA AUTORIZACIÓN DE LOS AUTORES DE LOS MISMOS.

Caesar non est supra grammaticos


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SUMARIO 4 13 18 34

ANTOLOGÍA ACTUAL DE POESÍA ESPAÑOLA. LA ESCRITURA PLURAL David Pujante. Poemas. La poesía luz de Concha García. Poemas de Miguel Anxo Fernán-Vello (con traducción del gallego por Isabel Pintado). Cinco poemas de Xosé María Álvarez Cáccamo (traducción del gallego por el mismo autor).

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DOSSIER homenaje al poeta y narrador rumano Max Blecher. Cinco relatos de Max Blecher, en traducción de Joaquín Garrigós. Berck. En traducción de Joaquín Garrigós. Para conocer a Max Blecher, texto de Joaquín Garrigós, presentando el relato.

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DIÁLOGOS SOBRE LA EDUCACIÓN El valor de educar, nuestra herencia como porvenir. Una crítica de la Ley Wert. Texto de la lección de Maximiliano Hernández Marcos en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Salamanca.


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82 ENSAYOS. COLECCIÓN DE TEXTOS ÁGORA Epístolas doctrinales. 1. El respeto. 91 2. Padre (Reflexión sobre la paternidad). Por Fulgencio Martínez. 105 DIARIO DE LA CREACIÓN. Panorama de la poesía actual en español Poemas de Samuel Bossini (Argentina). 110 Siglo de prosa didáctica. A Guillermo Carnero. Poema de Andrés Acedo. 114 BIBLIOTHECA GRAMMATICA

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CRÍTICA DE LIBROS/ Poesía “La isla” (El Bardo, Libros de la Frontera), de José Luis Martínez Valero. Por Francisco Javier Díez de Revenga. “Los soles por las noches esparcidos” (Libros de la Frontera), de Santiago Montobbio. Por José María Piñeiro. ”Sin lugar seguro” (Germanía), de José Luis Zerón Huguet. Por Rafael Morales Barba. La crítica de anna rossell en bibliotheca grammatica/Novela “Una vida en Zapopan”. Recensión de Los velos del tiempo, de Ángel Cervantes Fuentes. “México lindo y querido”. Recensión de Las muertas (Joaquín Mortiz), de Jorge Ibargüengoitia.

Literatura de México.

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Literatura alemana. “La eterna inmadurez del matrimonio”. Recensión de Vera (El cercle de Viena), de Elisabeth von Arnim.

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Narrativa española. “Guía novelada de la aventura del camino”. Comentario de Sombras en el camino (CSED), de Venancio Iglesias. Por Fulgencio Martínez.

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NOVEDADES LITERARIAS. La tentación de leer. Novedades en editorial Renacimiento: Fuga y contrapunto, de José Mas: La religión del lenguaje español, de Juan Larrea; El tiempo y la distancia (Estudios sobre Cernuda), de Gabril Insausti.


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PRESENTACIÓN

Esta tercera entrega de la edición electrónica de la revista Ágora-Papeles de Arte

Gramático reúne a cuatro nuevos poetas de la Antología actual de poesía española, que verá pronto la luz de la imprenta. Poemas en castellano de David Pujante y Concha García, junto a poemas en gallego, con traducción al castellano, de Miguel Anxo Fernán-Vello y Xosé María Álvarez Cáccamo. Dedicamos en este número de febrero de 2014 un dossier especial en homenaje al poeta y narrador rumano Max Blecher, con textos narrativos de este autor traducidos por Joaquín Garrigós Bueno, ex director del Instituto Cervantes en Bucarest. En la sección poética Diario de la Creación presentamos poemas del argentino Samuel Bossini y de Andrés Acedo. La sección ensayística tiene la autoría de Maximiliano Hernández Marcos, con una reflexión sobre los valores de la educación, y de Fulgencio Martínez, que publica dos “epístolas doctrinales”. En Bibliotheca Grammatica, la crítica del profesor Díez de Revenga, de Anna Rossell, de José María Piñeiro, Rafael Morales Barba, Fulgencio Martínez, sobre libros de poesía y de narrativa.

En este mes de febrero recordamos a Antonio Machado, cuya figura sigue siendo la guía de muchos de nosotros. En próximo número publicaremos los textos que hemos adelantado en Ágora digital diario, en el blog: http://www.diariopoliticoyliterario.blogspot.com/


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ANTOLOGÍA ACTUAL DE POESÍA ESPAÑOLA. LA ESCRITURA PLURAL POEMAS DE DAVID PUJANTE / antología actual de poesía española /16 SELECCIÓN PROPIA DEL AUTOR.

[OTRO CUERPO EN MI CAMA]

Otro cuerpo en mi cama, producto del asedio y de las horas. Y al fugarse el deseo, sólo siento repudio a la pieza cobrada, sobre el lecho tendida, dejándose aplastar, dejándose morder, dejándose besar, en silencio, distante.


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dAVID PUJANTE

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No es fácil alcanzar la comprensión de qué es lo que te ha hecho dejarte poseer, si estaba claro en tu rostro que no ansiabas mi cuerpo ni había urgencia en tu piel. En cuanto a mí, concluido el momento de duda, la conquista en la mano, ni el tacto que alabé me satisface ni la entrega indolente me seduce, y tampoco comprendo por qué continuar con la mecánica del acto, hasta un final sin grandes sensaciones. Todo esto he conocido acostado a tu lado. Y el saber con tu cuerpo Me devuelve virtuoso al cuerpo del amor, de las caricias convencidas, de los labios sedientos.

(De Con el cuerpo del deseo, 1990)


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EL MAR NO ES MÁS QUE GOTAS UNIDAS A José Javier Martínez Moreno

Si en el camino lento de los años no damos unos pasos por amor, si en esta orilla calma no sabemos prender su fuego un día, habremos transitado por el mundo sin comprender el vuelo de los pájaros, sin oír el saludo de los árboles, sin entender la esencia de la vida. Pero qué sea el amor, ¿acaso lo sabemos? En tanto que se muestra adolescente, se nos revela como un fogonazo, una luz que ilumina nuestra vida con tornasol de Paraíso. Pronto, en cambio, lo solemos confundir con un deseo insaciable de turgencias que habita y tiraniza nuestro cuerpo, con la inquietud oscura por tocar humedades aún incógnitas, que nos embotan, que nos enloquecen, cuando llega una tarde la primera ocasión. ¡Qué fácil el amor se muestra entonces, y qué pronto culmina y decepciona ese anhelo, ese celo natural! Y después pasa el tiempo. Bajo las canas, bajo las arrugas, lo rodeamos de un extraño halo, para no darle el nombre fatídico de frustración. Decimos que el amor, cuando vino, fue un misterio; y, en cambio, el desear, fácil fisiología.


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dAVID PUJANTE

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El hombre que desgrana su vida en mil impulsos contrapuestos, o el hombre que asesina la original pasión con el áureo puñal del egoísmo, o el que se ata a una carne y a una sangre para acunarse en el aburrimiento que a la vez que lo sacia lo envenena, siempre se justifica con el misterio oscuro del amor. Pero, aunque lo empleemos de coartada para la intemperancia, para la cobardía, en realidad todos lo concebimos como tenue imposible, como pura palabra que, no obstante, hace mella en quien la empuña. Y el amor que tocamos, el amor de la historia cotidiana, es tan sólo la concha de alguna esencia huida —hace mucho— hacia el mundo de los dioses; es un caparazón abandonado por un mar de deseos en la orilla limosa del lenguaje y convertido en obsesión del mundo.

(De Estación marítima, 1996)


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dAVID PUJANTE

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LEVE DON

I ¡Un extraño misterio son los dioses! Conocemos sus hechos: sus dones y también cuanto nos niegan. No entendemos ni lo uno ni lo otro. Te han dado la hermosura: una piel tersa y blanca como la alta lujuria de los sueños. Te han concedido hablar en varias lenguas casi perfectamente. Y te niegan lo más habitual entre las concesiones de los cielos. Te niegan el lenguaje sencillo de las pieles. Te envaran el espíritu en la noche del cuerpo.

II Cuando la suave mano que pide la caricia pasa del justo punto del pudor (invento ajeno a la verdad del cuerpo), una oscura serpiente en tu interior se retuerce y se anuda y te cierras sobre tu oscuridad. ¿Por qué (pero los dioses no contestan) no puedo acariciar tu joven cuerpo, hablar con él la lengua del afecto?


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III Lentamente, en silencio, se conocen los hombres; avanzando con paso, si cauto, decidido. No me niegues la dicha de este nuevo diálogo: Transitar por tu alma, por tu cuerpo y mi ensueño.

IV En la profundidad de tu mirada (dos negras insolencias), las edades se agolpan. ¿Qué hiciste en otras vidas para sufrir ahora este castigo? ¿Qué no hice yo contigo, cuando nos conocimos, para este desamparo? Llegaste un día a mi casa y te colaste en mi coto cerrado, en mi amable reducto. Nos miramos, nos dimos las manos y quedaron un tiempo entrelazadas, como cediendo al tacto ese decir que aún no era de la boca. ¿Qué me engañó de ti, qué gesto, qué intención aparente que luego me negaste?

V Como ocurre a menudo en el amor (palabra grande, difícil de sostener, casi siempre más allá de lo oportuno), los afectos encuentran a sus dueños cuando no esperan nada, cuando van descreyendo de que un regalo nuevo les aguarde. Gran parte de la fuerza del amor suele ser la sorpresa.

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dAVID PUJANTE

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VI Nada tiene futuro en esta vida, y menos esto nuestro. Así que no pregunto, me entretengo en mirarte a los ojos, en pasar la mano con la mente por tus sienes, en todo lo que sé que he de perder un día, sin pensar nada. Como en la vida. Sin planes. ¡Qué digo como en la vida! ¡Estúpido lenguaje! Nada de como, es la vida que de nuevo me sorprende inoculándome su fuerza tras años de espectador ansioso por tocarla.

VII No estás entre mis brazos y me parece, en cambio, que quieras formar parte de mí mismo. Pero lo que te asombra y lo que te divierte, lo que te gusta y te hace sonreír ¡me es tan ajeno! Vive tu vida en gozo y yo estaré en mi sitio. Los días que la vida nos une son un portento inexplicable.

VIII No puedo cometer el error de cerrarte el círculo sobre mí mismo y asfixiar tus años. La inteligencia también vale en el amor y debe ser una especia que bien sazone los ingredientes de la locura.

(De Animales despiertos, 2013)


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dAVID PUJANTE

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EL MISTERIO (Una carta apócrifa de Luis Cernuda)

Te miro, y ¡qué belleza! Los antiguos dirían que un dios te habita. Yo te he visto y, ahora

que la vida ya no me apetece como antes, he sentido correr como un torrente ascendiéndome, queriendo apuntalarme, anclarme al vivir en esta silenciosa mañana de verano, en la que has pasado por la calle, y me has adelantado sin mirar, sin darte cuenta de que yo estoy aquí y ahora tu espalda ilumina mi mirada. Pero el misterio no es tu belleza que me deslumbra como a los clásicos deslumbró tu antepasado bello. El misterio es que tus piernas (asentadas en la perfección de tu espalda, en la redondez de tu culo), que tu cuello, que tu cabeza rotunda como el dibujo mejor pergeñado, consigan devolverme el gusto por vivir, y den sentido a todo lo que hace unos momentos no tenía sentido; que me eleven a la luminosidad, mayor que la del sol que comienza a calentar demasiado ya tan pronto. ¿Cómo es posible que unas piernas tan bien entroncadas en la delicia, unas poderosas espaldas, unos hombros anchos como el deseo, una figura humana joven y hermosa, pero al fin solo eso, cumplan el milagro de mi querer permanecer en el mundo, la alegría suma y las gracias infinitas por conocer esta maravilla de una mañana más?

(De La piedra de hoy, inédito, 2013)


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dAVID PUJANTE

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David Pujante

nació en Cartagena (1953). La propia vida (1986) fue su primer libro de poemas, considerado por L. A. de Villena como perteneciente a la tradición clásica que resurge "a caballo entre la última tensión de la Generación del 70 y las primeras apariciones de la Generación del 80". El siguiente libro fue Con el cuerpo del deseo (1990). Pedro J. de la Peña dijo en "La Esfera" (El Mundo): "En la sobriedad y en la depuración del texto se encuentran los requisitos más auténticos". El tercero fue Estación marítima (1996) donde se "ofrece una estación del exilio en la que confluyen sentimientos de distancia, soledad y desarraigo" (Javier Díez de Revenga, La Opinión). Para un selecto recuento poético-crítico de 1996, Idoia Ariznabarreta (El Correo) eligió a "David Pujante, como cartagenero que cautiva con su Estación Marítima." Uno de sus libros publicados, La isla (2002), según el crítico Soren Peñalver, fue “uno de los más bellos libros de poesía aparecidos ese año.” (La Opinión de Murcia). Con el título de Itinerario (2003) salió publicada, bajo los auspicios del crítico y director entonces de la Editora Regional de Murcia, Ramón Jiménez Madrid, una amplia antología de toda su poesía hasta la fecha. Tras un largo silencio de diez años, Renacimiento editó un nuevo libro de poemas de David Pujante titulado Animales despiertos (2013).

BIBLIOGRAFÍA DE DAVID PUJANTE Libros de poesía: La propia vida (1986), Con el cuerpo del deseo (1990), Estación marítima (1996), La Isla (2002), Itinerario (2003), Animales despiertos (Ed. Renacimiento, Col. Calle del Aire, Sevilla, 2013), La piedra de hoy (inédito). Traducciones: Fernando Pessoa, Antinoo (1985); August von Platen, Sonetos venecianos y otros poemas (1999); Luis Antonio de Villena (compilador), Amores iguales (2002). Libros teórico-críticos: De lo literario a lo poético en Juan Ramón Jiménez (1988), Mímesis y siglo XX (1992), El hijo de la persuasión (1996 y 1999), Un vino generoso (1997), Manual de retórica (2003 y 2006), Belleza mojada. La escritura poética de Francisco Brines (2004). Ha publicado numerosos artículos en revistas nacionales e internacionales.


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antología actual de poesía española

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LA ESCRITURA PLURAL. Antología actual de poesía española/17

La poesía luz de Concha García (selección de poemas, por la propia autora)

Dos poemas sobre la pobreza I Hay varios melocotones en su rama,

una longitud de cielo abarca el sendero de árboles. La niña hace en el suelo un dibujo con hierba. Si se replegasen las nubes, si hubiese un poco de agua, si se inclinase algún tronco. No lo parece. Años más tarde. No, años no. Fue al caérsele.


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CONCHA GARCÍA

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II Lo mismo es en una habitación. Objetos marcan su ruta. Habría que dejar que el sol la inundase. Eso piensa. Eso no piensa. Resol en las áreas vacías. Coincidencia. Las mondas del fruto y todo el ahínco que pone para que no se dispersen en el plato.

(de Acontecimiento)

Extrañeza Salir a la calle hipnotizada

de un nuevo hogar al arrastrar una bolsa que contiene alimentos para una semana entera con todas sus noches. Viscerales requiebros. Nuestra sabiduría está formada de sensaciones ilógicas como empujar este carro con ruedas pequeñas y sentir que si apedrease una pared se resquebrajaría la piedra. Es como si una liberación parecida a nacer anduviese conmigo en este extraño trayecto.

(de Cuántas llaves)


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concha garcía

Fuga Cuando ganó el objeto de su amor

en tropel todas las que fue entraron a un barco. La rigidez del capitán quiso ordenarlas pero la neurótica H. se puso a fumar como si sus dedos descifraran en el humo el verdadero sentimiento de atemporalidad. Así, floreció una ristra de ajos, cambió la bombilla una mano desgajada, la realidad se hizo invisible y tomó mil aspectos que en el otro orden se convirtieron en actos fallidos. Así ver el mar, por ejemplo, todo marrón, motivó que un olvido respecto a quién era le hiciera mirar hacia un horizonte ladeado. Y formó un hogar del deambuleo.

(de Acontecimiento)

La estrella que anuncia cambio de tiempo Yo no sé que es más cruel,

ese yérguete que ya es la hora o que el verano adquiera relevancia en un vi llover y no estás, o acaso durante dos horas esperar que te reflejes en la iluminación de los letreros, o que salgas de aquí de donde no estoy, entonces la torpeza convertida en la frágil osamenta donde me convierto en otra.

(de Acontecimiento)


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CONCHA GARCÍA

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Cuando se viene conmigo y las rarezas

de las calles nos parecen una inusitada percepción del futuro, cuando se acomoda junto a mí, en el coche, yendo hacia Lyon o pensando en regresar a Buenos Aires, y me entretienen los pájaros rasantes el mundo hacia adentro forma un agujero brillante, de pequeño diámetro, mi capacidad de pensar en lo inaprensible se distrae dándole forma a posibles inicios.

(de El día anterior al momento de quererle)

Inédito

La conjunción entre la luna y sagitario en el cielo de su ciudad indica pocos cambios para los peatones que se apresuran en el horizonte, cualquier señal es buena para no dejar irresuelto pensamiento o conjetura, un baile de pequeñas hojas desprendidas de los árboles vuela conjuntamente hasta caer abandonadas en el crepitar del fuego en la hondura de la huella sobre la arena que la ola deja cada instante, se repite el azar y la alegría.


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concha garcía

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Fuente: www. Diario de Córdoba. com

Concha García

nació en la Rambla (Córdoba) en 1956. Ha vivido la mayor parte de su vida en Barcelona. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Ha publicado once libros de poesía entre ellos: Otra ley ( 1987), Pormenor (1983), Ayer y calles (Premio Jaime Gil de Biedma. Madrid, 1994), Cuántas Llaves (1998), Árboles que ya florecerán (2001), Lo de ella (2003), Acontecimiento (2008), El día anterior al momento de quererle (2013). Autora de la novela Miamor.doc (2001, y reedición en 2010) y del diario La lejanía, Cuaderno de Montevideo (2013) . También es autora de un libro de ensayos sobre poesía: Asomos de Luz (2012). Su poesía ha sido traducida al italiano, inglés, francés, árabe, portugués y sueco. Parte de su obra está incluida en varias antologías. Gran viajera ha publicado dos antologías de poesía de la Patagonia.


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antología actual de poesía española

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POEMAS DE MIGUEL ANXO FERNÁN-VELLO ANTOLOGÍA ACTUAL DE POESÍA ESPAÑOLA. 1. La escritura plural/ 18 Nueva entrega digital de la Antología que se publicará este año en libro. Cinco poemas en lengua gallega del poeta Miguel Anxo Fernán-Vello, uno de ellos inédito (“Afogados”). Con traducción al castellano de Isabel Pintado. Selección del propio autor.

Miguel Anxo Fernán-Vello

(Cospeito, Lugo, 1958), poeta, dramaturgo y editor, realizó estudios de Psicología y Filología Hispánica en la USC. En el año 1991 funda la empresa editora Edicións Espiral Maior, sello que en la actualidad ha publicado más de 300 títulos de poesía. Como poeta está en posesión, entre otros, de los premios Celso Emilio Ferreiro (Concello de Vigo, 1983), Esquío (1984), Xacobeo de Poesía (Xunta de Galicia, 1992), Martín Códax (1996), Miguel González Garcés (Diputación de A Coruña, 2004), Irmandade do Libro–Mejor Autor 2005 de la Federación de Libreros de Galicia, Mejor Autor 2005 de la Asociación de Escritores de Galicia y Cidade de Ourense de Poesía (2012). En los años 1985 y 2005, respectivamente, obtuvo el Premio Nacional de la Crítica Española y en los años 1985, 1997 y 2005 fue finalista del Premio Nacional de Literatura y y Premio Nacional de Poesía con los libros de poemas Seivas de amor e tránsito, As certezas do clima y Territorio da desaparición.


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MIGUEL ANXO FERNÁN-VELLO

AEROPORTO Toda viaxe é corpo e ten algo de esperanza, de resplandor secreto. No oficio de vivir, coas súas vellas rutinas, aínda nace nos días a flor transparente da sorpresa e todo horizonte borra a dor. Deixamos atrás o peso azul da sombra e as voces repetidas que se esvaen no baleiro, as teimosas consignas que o tempo e o costume condenaron a ser confuso rito, patético destino. Toda viaxe, ao cabo, é fuxir de nós mesmos, saír do labirinto desviado da sorte, sentir a chama limpa do futuro na fronte. Por iso agora, minutos antes de partir, sentimos como treme no sangue unha raíz estraña, talvez o eco dunha antiga ledicia, a exhalación punxente dos praceres perdidos, acaso aquel amor que nunca foi. Os fíos da memoria átanse agora súbitos e hai imaxes que doen, xestos que aínda regresan, corpos grises na néboa, accidentes da vida, restos dunha paixón. ¿Por que agora o recordo planifica o seu golpe de impensada acedume e quebrado perfil? Toda viaxe é un signo que se acende no vento e xa estamos dispostos, xa non hai volta atrás, xa nos están chamando pola megafonía, e outra vida se anuncia, outro alento, outra voz, e levamos acesa unha estrela no corpo, a vibración dos días como un segredo, un triunfo; a duración que espera para ser no porvir, e a palabra aínda dentro como lúcida brasa

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que invade o pensamento cando a nave partiu, e xa lonxe, na altura, na cegadora luz, no ar que suspende o mundo: a purificación. Dicionario do estremecemento (2007)

AEROPUERTO Todo viaje es cuerpo y tiene algo de esperanza, de resplandor secreto. En el oficio de vivir, con sus viejas rutinas, aún nace en los días la flor transparente de la sorpresa y todo horizonte borra el dolor. Dejamos atrás el peso azul de la sombra y las voces repetidas que se dilúen en el vacío, las insistentes consignas que el tiempo y la costumbre condenaron a ser confuso rito, patético destino. Todo viaje es un huir de nosotros mismos, salir del laberinto desviado de la suerte, sentir la llama limpia del futuro en la frente. Por eso ahora, minutos antes de partir, sentimos cómo vibra en la sangre una raiz extraña, quizás el eco de una antigua alegría, la exhalación punzante de los placeres perdidos, acaso aquel amor que nunca hubo. Los hilos de la memoria se atenazan ahora y hay imágenes que duelen, gestos que de nuevo regresan, cuerpo gris en la niebla, accidentes de la vida, restos de una pasión. ¿Por qué ahora el recuerdo planifica su golpe de impensada acidez y quebrado perfil? Todo viaje es un signo que se enciende en el viento y ya estamos dispuestos, ya no hay vuelta atrás, ya nos están llamando por la megafonía,


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y otra vida se anuncia, otro aliento, otra voz, y llevamos encendida en el cuerpo una estrella, la vibración de los días como un secreto, un triunfo; la duración que espera para ser en el porvenir, y la palabra dentro como lúcida brasa que invade el pensamiento cuando la nave partió, y a lo lejos, en la altura, en la cegadora luz, en el aire que suspende el mundo: la purificación.

Dicionario do estremecemento (2007) Trad. Isabel Pintado

JAZZ Entre a transparencia e o azul, tecendo as sílabas íntimas do tempo e a respiración secreta da choiva. Perfil de cervo e obradoiro de espellos, esa ebriedade que alimenta a tristura coa cor violácea da seda e a suave cinza do recordo. E se regresa a dor regresa como un sopro e roza a raíz oblicua do fogo, a febre demorada da noite. País da lenta saudade e da dobre tenrura, as brisas traen un astro húmido e soa o timbre desolado da eternidade. Vellas e onduladas razóns para sentir o vidro do outono no sangue, para medir a extensión da nostalxia. Como o despertar do corpo entre a sombra e a sorpresa, como un imán que atrae a luz dos soños. Velaí a fábrica dunha lámina que treme ao contacto coa pel, un abismo en marcha que precipita a dozura das bágoas.

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Velaí o instante que repasa o ritmo intocábel do asombro, a voz que se alza na súa queimadura de orballo. Formas para que se incruste branquísimo o silencio, para que a arxila reciba o sabor extremo dos xemidos, o alento e os seus labirintos que doen ávidos de nacemento e de chama. Vai penetrando a néboa unha estrofa esgazada pola melancolía, e derrétese un río de soidade que canta, nai profunda a chorar no mel escuro da ausencia. A vida, que se detén aquí cando a melodía pulveriza o crepúsculo. Dicionario do estremecemento (2007)

JAZZ

Entre la transparencia y el azul, tejiendo las sílabas íntimas del tiempo y la respiración secreta de la lluvia. Perfil de ciervo y taller de espejos, esa ebriedad que alimenta la tristeza con el color violáceo de la seda y la suave ceniza del recuerdo. Y si regresa el dolor regresa como un soplo y roza la raíz oblicua del fuego, la fiebre retardada de la noche. País de lenta soledad y de doble ternura, la brisa trae un astro húmedo y suena el timbre desolado de la eternidad. Viejas y onduladas razones para sentir el vidrio del otoño en la sangre, para medir la estación de la nostalgia. Como el despertar del cuerpo entre la sombra y la sorpresa, como un imán que atrae la luz de los sueños. He ahí la fábrica de una lámina que tiembla al contacto con la piel, un abismo en marcha que precipita la dulzura da las lágrimas. He ahí el instante que repasa el ritmo intocable del asombro,


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la voz que se alza en su quemazón de rocío. Formas para que se incruste blanquísimo el silencio, para que la arcilla reciba el sabor extremo de los gemidos, el aliento y sus laberintos que duelen ávidos de nacimiento y de llama. Va penetrando la niebla una estrofa desgajada por la melancolía, y se derrite un río de soledad que canta, madre profunda llorando en la miel oscura de la ausencia. La vida, que se detiene aquí cuando la melodía pulveriza el crepúsculo. Dicionario do estremecemento (2007) Trad. Isabel Pintado

FASCINACIÓN DO TURISTA Se hai un lugar que brilla no futuro está dentro e fóra da pel e o horizonte é un fío de luz que nos alimenta, porque somos o seu tremor e a súa fonte, a súa lámpada acesa no pensamento. ¿Quen saberá quen somos, aquí, medindo a vibración feliz do tempo, sabéndonos nun corpo que nos descubre agora lonxe de nós, perdidos no corazón dos días? Toda a brisa que sentimos na fronte é o mar que soñamos, a fenda iluminada da lonxanía, a aura perfecta de esperanza. E levamos nos ollos a duración dun desexo que nos consume: o mundo e o seu signo diario, o seu tránsito vivo, metáfora que somos entre o día e a noite,

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vivir na ocupación do límite, na patria cega do destino. Se hai un lugar que brilla no futuro sentimos outra forma construída nos soños, e sentimos a sede dunha ficción continua —a viaxe é un corpo que xa nunca regresa—, pois nós mesmos viaxamos contra unha estrela estraña, no territorio impuro que por veces nos vence, individuos sen nome, estranxeiros sen alma, na aventura prevista, na efémera rutina, cando a vida se adianta no seu verbo azaroso, travesía que encarna a curva da soidade, círculo que retorna no recordo ferido, —quen son eu, que desexo— cando a vida se anula no derradeiro mapa, cando xa somos rostros que non confirman nada, convertidos en dúbida, xa sen porto seguro, nas cidades do exilio, no temor invisíbel, cando xa non sabemos desmentir o extravío, cando somos o asombro do noso propio xesto, a condición secreta que borrou o pasado, cando todo se extingue entre nostalxia e fábula, e cando somos carne esquecida na néboa, como espectro vulgar que se estraña a si mesmo ou espello de imaxes deformadas e ausentes, a experiencia volátil de existir nun horario sen tocar terra nunca, sen entrar no misterio, só vivindo na páxina dun deserto somnámbulo, sen saber o camiño, finalmente na sorte de non ser ou ser algo, cando non hai certezas nin promesas á vista, porque estamos aínda nas luces do solpor, na fronteira que nos condena ao punto incerto da noite, devorados paso a paso pola nosa propia natureza. de Habitación do asombro (2013)


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MIGUEL ANXO FERNÁN-VELLO

FASCINACIÓN DEL TURISTA

Si hay un lugar que brilla en el futuro está dentro y fuera de la piel y el horizonte es un hilo de luz que nos alimenta, porque somos su temblor y su fuente, su lámpara encendida en el pensamiento. ¿Quién sabrá quien somos, aquí, midiendo la vibración feliz del tiempo, sabiéndonos en un cuerpo que nos descubre ahora lejos de nosotros, perdidos en el corazón de los días? Toda la brisa que sentimos en la frente es el mar que soñamos, la hendidura iluminada de la lejanía, el aura perfecta de la esperanza. Y llevamos en los ojos la duración de un deseo que nos consume: el mundo y su signo diario, su tránsito más vivo, metáfora que somos entre el día y la noche, vivir en la ocupación del límite, en la patria ciega del destino. Si hay un lugar que brilla en el futuro sentimos otra forma construida en los sueños, y sentimos la sed de una ficción continua —el viaje es un cuerpo que ya nunca regresa—, pues nosotros viajamos contra una estrella extraña, en territorio impuro que a veces nos derrota, individuos sin nombre, extranjeros sin alma, en prevista aventura, la efímera rutina, la vida adelantada en su verbo azaroso, travesía que encarna la curva de la soledad, círculo que retorna en el recuerdo herido —quién soy yo, qué deseo—, cuando la vida anula su más postrero mapa, cuando ya somos rostros que no confirman nada,

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convertidos en duda, ya sin puerto seguro, ciudades del exilio, del temor invisible, cuando ya no sabemos desmentir extravíos, cuando somos asombro de nuestro propio gesto, la condición secreta que nos borró el pasado, cuando todo se extingue entre nostalgia y fábula, y cuando somos carne olvidada en la niebla, como espectro vulgar que se extraña a sí mismo o un espejo de imágenes deformadas y ausentes, la experiencia volátil de un horario que existe sin tocar tierra nunca, sin entrar al misterio, viviendo en una página de un desierto sonámbulo, sin saber el camino, finalmente en la suerte de no ser o ser algo, cuando ya no hay certezas ni promesas visibles, porque estamos aún en la luz del crepúsculo, frontera que nos condena al punto incierto de la noche, devorados paso a paso por nuestra propia naturaleza. de Habitación do asombro (2013) Trad. Isabel Pintado


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AURA

Entre tanto fluxo das horas que tremen no futuro e un corazón que foxe de nós co seu peso de espectro, instante medido na inmediata estrañeza da carne, como a arte de respirar un penetrante abismo ou metáfora ingrávida que florece no corpo. Aparece no escenario dos ollos unha liña de febre, as árbores brillantes do entresoño, e unha voz amarela usa a vertixe contra a sombra, rapto do ar e lingua acesa da chuvia. Porque virá o verbo que pronuncia o espello, a gravura da transparencia como un oficio da imaxinación, o astro devorador do tempo. Cando se inflame o alcol vermello das rosas, irrepetíbel sangue, maré estremecida na lonxanía.

de Habitación do asombro (2013)

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AURA

Entre tanto flujo de las horas que tiemblan en el futuro y un corazón que huye de nosotros con su peso de espectro, instante medido en la inmediata extrañeza de la carne, como el arte de respirar un penetrante abismo o metáfora ingrávida que florece en el cuerpo. Aparece en el escenario de los ojos una línea de fiebre, los árboles brillantes del entresueño, y una voz amarilla usa el vértigo contra la sombra, rapto del aire y lengua encendida de la lluvia. Porque vendrá el verbo que pronuncia el espejo, el grabado de la transparencia como un oficio de la imaginación, el astro devorador del tiempo. Cuando se inflame el rojo alcohol de las rosas, irrepetible sangre, marea estremecida en la lejanía.

de Habitación do asombro (2013) Trad. Isabel Pintado


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AFOGADOS

Veñen na súa mudez tan lonxe de si mesmos

e entran así no noso pensamento sostidos por un fío verde de néboa e unha luz de ollos grandes que se esvae na fondura do tempo. E sentimos o seu peso sonámbulo e un tremor líquido de flor cincenta na fronte, pálpebras que conteñen aínda a claridade dun soño, dun xesto suspenso no baleiro. Nadadores ausentes, bañistas que se foron polo túnel azul das desaparicións, agora hai un regreso como un laio sen voz, o corpo que se anuncia no vidro lácteo da auga, no interior do seu frío, como unha forma perdida na lembranza. Rostros que teñen a cor impensada dunha rosa violácea, e unha ollada infinita prendida na estrela transparente que navega entre as sombras. Están aí, no fondo, na pálida fronteira do abismo, no espello insondábel da soidade. E nós sabemos da súa nudez sen nome, do tristísimo mar que aínda os alimenta, cando entran no noso pensamento e alguén, moi lonxe, alá, no inmenso, nos recoñece.

Inédito (2011)

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AHOGADOS

Vienen en su mudez tan lejos de sí mismos y entran así en nuestro pensamiento sostenidos por una brizna verde de niebla y una luz de ojos grandes que se pierde en la hondura del tiempo. Y sentimos su peso sonámbulo y un temblor líquido de flor de ceniza en la frente, párpados que contienen aún la claridad de un sueño, de un gesto suspenso en el vacío. Nadadores ausentes, bañistas que se fueron por el túnel azul de las desapariciones, ahora hay un regreso de gemido sin voz, el cuerpo que se anuncia en el vidrio lácteo del agua, en el interior de su frío, como una forma perdida en el recuerdo. Rostros que poseen el color impensado de una rosa violácea, y un mirar infinito prendido en la estrella transparente que navega en las sombras. Están ahí, en lo hondo, en la pálida frontera del abismo, en el espejo insondable de la soledad. Y nosotros sabemos de su desnudez sin nombre, del tristísimo mar que aún los alimenta, cuando entran en nuestro pensamiento y alguien, muy lejos, allá, en lo inmenso, nos reconoce.

Inédito (2011) Trad. Isabel Pintado


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Fuente: auladeliteratura.blogaliza.com

BIBLIOGRAFÍA MIGUEL ANXO FERNÁN-VELLO Libros de Poesía Do desexo en corpo e sombra (Concello de Vigo, 1984) Seivas de amor e tránsito (Trieste, Madrid, 1984; 2ª ed. Algalia, A Coruña, 1985) Memorial de brancura (Esquío, Ferrol, 1985; 2ª ed. Espiral Maior, A Coruña, 1992) Livro das paisaxes vivas (Sotelo Blanco, Barcelona, 1985) Entre água e fogo (Cantos da terra posuída) (Sotelo Blanco, Barcelona, 1987) Trópico de lúas (Editorial Compostela, Santiago, 1992) Poemas de lenta nudez (Espiral Maior, A Coruña, 1994; 2ª ed. 1997) As certezas do clima (Galaxia, Vigo, 1996) Poemas (Universitat de les Illes Balears, Palma, 1999) Territorio da desaparición (Galaxia, Vigo, 2004) Capital do corpo (Deputación da Coruña, A Coruña, 2004) Dicionario do estremecemento (Espiral Maior, Culleredo, 2007) Astro interior. Escolma poética 1984-2007 (Caixanova. Pen Club de Galicia, 2008) Habitación do asombro (Espiral Maior, Culleredo, 2013) Libros de Poesía traducidos a otros idiomas La raíz poseída (Antología poética, con selección y traducción de Luciano Rodríguez,Olifante, Zaragoza, 1989) Llibre dels paisatges vius (Trad. de Ramon Dachs, Pagès Editors, Lleida, 1995) Le certitudes du climat (Trad. François Davó, Espiral Maior, Auliga, A Coruña, 2005) Le certezze del clima (Trad. Emilio Coco, Levante Editori, Bari, Italia, 2006) Antologia Poetica (Trad. Manuele Masini, Edizioni ETS, Pisa, Italia, 2008) Dizionario del trasalimento (Trad. de Emilio Coco, Sentieri Meridiani Edizioni, Foggia, Italia, 2010) Territorio de la desaparición (Trad. Xulio L. Valcárcel y Luciano Rodríguez, Colección Signos, Huerga y Fierro Editores, Madrid, 2011)


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Obra poética en antologías en varios idiomas (Selección) Escolma de poesía galega 1976-1984 (Xosé Lois García, Sotelo Blanco, Barcelona, 1984) De amor e desamor (10 poetas, O Castro, A Coruña, 1984; 2ª de. 1984) De amor e desamor II (10 poetas, O Castro, A Coruña, 1985) Antoloxía da poesía galega erótica e amatoria (Xosé Luís Axeitos, O Castro, A Coruña, 1988) La emoción de la palabra (Antología de poesía ibérica, Ferrol, 1988) Poesía gallega de hoy (Basilio Losada, Visor, Madrid, 1990) Sis poetes gallecs (Alex Susanna, Columna, Barcelona, 1990) Fin de un milenio. Antología de la poesía gallega última (F. López-Barxas e César Antonio Molina, Libertarias, Madrid, 1991) Notizie sulla poesía galega dalla origini ai nostri giorni. Otto poeti galleghi d´oggi (Selección y traducción de Emilio Coco, Siscrive, Cremona, 1993) Ferido amor, nos bosques... (Trad. Koldo Izaguirre, Día das Letras Galegas, Trintxerpe, Euskadi, 1993) 50 anos de poesía galega (Carlos L. Bernárdez, Penta, A Coruña, 1994) Los caminos de la voz. Seis poetas gallegos de hoy (Luciano Rodríguez, Diputación Provincial de Granada, Granada, 1995) Poesía Hispânica (Cadernos de Poesía, Hífen, Porto, 1995) Poesía gallega contemporánea (Litoral, Málaga, 1996) Antología della poesia spagnola (Rosa Rossi y Valentí Gómez i Oliver, Nuove Amadeus, Roma, 1996) Antología de Poesía Galega (Yara Frateschi, Campinas, Brasil, 1996) La poésie galicienne de 1936 à 1990 (Sources, Namur, Bélgica, 1999) Antología de la literatura gallega (Elena Zernova, San Petersburgo, 1999) Poesía Galega (Selección, trad. e prólogo Mateja Matevski, Macedonia, 1999) To visit me the sea. Galician Poetry 1930-1996. Edited and translated Jack Hill, Hamlet Press, University of Essex, Colchester, 2000. Poesia do Mundo 3. Antologia bilingue (Maria Irene Ramalho de Sousa Santos (org.), Ediçoes Afrontamento, Porto, Portugal, 2001) Viaghji puetichi. Isule Literarie des Îles Littéraires. Albiana-CCU, Ajaccio, 2002. Spain. Poetry from the Castilian, Catalan, Basque and Galician languages. Atlanta Review, Atlanta, USA, 2003. Antoloxía poética. Poesia antologia. Antologia poética. 1990-2003 (AELG, EIE, AELC, Pamiela, Navarra, 2004) De tots els vents. Selección de poesía universal de Miquel Desclot. Angle Editorial, Barcelona, 2004. Alwah. Revista Cultual Árabe. Muhsin Al-Ramli / Abdul H. Sadoun, Madrid, 2005. Incroci. Tre poeti galleghi. Presentati e tradotti da Emilio Coco. Mario Adda Editore, Bari, 2005. Cyphers. Poems. Dublin. (?) Os rumos do vento. Los rumbos del viento. Antología de poesía. Alfredo Pérez Alancar / Pedro Salvado. Trilce Ediciones, Salamanca, 2005 II Festival Mundial de Poesía. Venezuela 2005. Ministerio de la Cultura, Venezuela, 2006. Iberia polyglotta. Hans-Ingo Radatz y Aina Torrent-Lenzen (Hrsg.) Axel Lenzen Verlag Titz, Germany, 2006. Swiadectwo. Antologia Uczestników XXXVI Warszawskiej Jesieni Poezji. Warszawa, 2007. 20 Gedichte aus Galicien. Ed. de Marga Romero e Dieter Kremer, Xunta de Galicia, 2007. Pólwysep w wierszach. Península en verso. Instituto Cervantes. Varsovia, 2007. Poetica Atlantica. A cura di Alessandro Agostinelli e Manuele Masini, Edizioni ETS, Pisa, Italia, 2007. Poeti spagnoli contemporanei. Emilio Coco. Edizioni dell´Orso, Alessandria, Italia, 2008. Dix-sept poètes galiciens. 1975-2000. Sélection et édition Luciano Rodríguez. Universidade da Coruña, 2010. Contemporary Galician Poets. A Poetry Review Supplement. (Selected and translated Jonathan Dunne. The Poetry Society, 2010) Ein rosenfeuer das uns verstört. 4 dicter aus galicien. Verlag Ludwig, Kiel, Germany, 2010. Erato bajo la piel del deseo. Antología de poesía erótica. Sial Ediciones, Madrid, 2010.


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Sinfonía Atlántica. Antología general de la poesía gallega. Selección, estudio y traducción de Carlos Clementson. Eneida, Madrid, 2012. Los mejores poemas de amor. Antonino Nieto Rodríguez. Pigmalión, Madrid, 2013. * Poemas varios publicados en revistas especializadas vieron la luz en castellano, portugués, asturiano, eusquera, catalán, italiano, corso, macedonio, inglés, francés, polaco, alemán, árabe, chino y ruso. Libros de Teatro A tertulia das máscaras (Cadernos da Escola Dramática Galega, A Coruña, 1981) A estraña señorita Lou (Cadernos da EDG, A Coruña, 1982) Auto insolito do autor (Cadernos da EDG, A Coruña, 1985) Cuarteto para unha noite de verao (Sotelo Blanco, Barcelona, 1989) A casa dos afogados (Sotelo Blanco, Barcelona, 1990) –A casa dos afogados fue estrenada por el Centro Dramático Galego en el año 1991, con dirección de Manuel Lourenzo. Obra teatral en Antologías Literatura dramática galega (Manuel F. Vieites, Sotelo Blanco, Santiago, 1996) La nueva dramaturgia gallega. Estudio y antología (Manuel F. Vieites, ADEE, Madrid, 1998) Traducciones teatrales Na alta mar, de Slawomir Mrozek (1981) Monos e monas, señores!, de Osvaldo Dragún (1984) Yerma, de Federico García Lorca (1990) (Obra estrenada por el Centro Dramático Galego) Obra ensayística O teatro galego actual (Grial, Galaxia, Vigo, 1985) Conversas en Compostela con Carballo Calero (Sotelo Blanco, Barcelona, 1986) A nación incesante. Conversas con Xosé Manuel Beiras (Sotelo Blanco, Barcelona, 1989) A Coruña da cultura e a modernidade (Xerais, Vigo, 1995) A estrela na palabra. Novas conversas con Xosé Manuel Beiras (Espiral Maior/Laiovento, 2004) Obra narrativa Anti-memoria dun día (Edicións do Castro, A Coruña, 1982)


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antología actual de poesía española

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ANTOLOGÍA ACTUAL DE POESÍA ESPAÑOLA . LA ESCRITURA PLURAL/ 17

CINCO POEMAS DE XOSÉ MARÍA ÁLVAREZ CÁCCAMO La continuidad de la tradición moderna de la poesía en lengua gallega a la vez que la experimentación poética

Xosé María Álvarez Cáccamo

(Vigo, Galicia, 1950) es uno de los grandes escritores gallegos en la actualidad. Creador en poesía, narrativa y teatro, se ha dedicado también a experimentar con poemas objetuales.

Recibió, entre otras distinciones, el prestigioso premio Esquío de poesía (en 1986) y el Premio de la Asociación de escritores en Lingua Galega (en 2004). En su libro Habitación del mar. Antología, reúne en edición bilingüe castellano-gallego una amplia muestra de sus poemas publicados hasta 2003. Ha editado y comentado obras de los poetas clásicos gallegos del siglo XX, como Longa noite de pedra, de Celso Emilio Ferreiro.


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POEMAS (SELECCIÓN Y TRADUCCIÓN AL CASTELLANO, DEL AUTOR)

ONDA Vémola vir en sombra, serpe azul,

boa constríctor a reptar por riba da codea do horizonte, unha ameaza que nos deixa expectantes, de pés sen base e brazos fervorosos e un cinto de salitre a circundar os corpos case nus. Chega de lonxe, trae de mar aberto un motor espiral, poder escuro de vertixe que medra con sede de augas novas, enxurrada voraz de sal e escuma, famenta de estoupidos e fervenzas. Berramos ¡onda! ¡onda!, trementes de desexo e de pavura, e nadamos en busca desa liña do tempo onde debuxa o mar un ángulo exacto e unha cifra de valor infinito, pausa negra anterior aos feroces abanqueiros, imáns e remuíños e funís que nos transportan, desaparellados e rotos contra o vidro das areas. A viaxe polas cegas galerías foi un século branco, unha verdade de onde regresamos co relato da vida como instante radical.

Vocabulario das orixes, 2000


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OLA Vemos que viene en sombra, sierpe azul, boa constríctor, repta por encima de la piel del horizonte, una amenaza que nos deja expectantes, de pies sin base y brazos fervorosos y un aro de salitre que circunda cuerpos casi desnudos. Llega de lejos, trae de mar abierto un motor espiral, poder oscuro de vértigo que crece con sed de nuevas aguas, aluvión voraz de sal y espumas, hambrienta de estallidos, cataratas Gritamos ¡ola!, ¡ola!, trémulos de deseo y de pavor, y nadamos buscando aquella línea del tiempo donde el mar dibuja un ángulo exacto y una cifra de valor infinito, pausa negra anterior a las fieras cataratas, que son imán, embudo, remolino y nos transportan, desaparejados y rotos contra el vidrio de la arena. El viaje por las ciegas galerías fue blancura de un siglo, una verdad de donde regresamos con la historia de la vida, un instante radical.

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RÍO O río está prohibido. Linde último, onde as areas rompen arañadas detéñense os meus pés. Na ribeira de alén o vento labra distancias de cor cega, e esparexe un pouso de fariña que confunde marés, cardos e dunas.

Que ninguén se atreva a entrar no río, un eco morto asenta a súa voz na lama, leito de colchas renegridas. Por debaixo das augas, corredores de luz verde arrastran aos que nadan descuidados a un mar de rosas negras. O río está prohibido e , non obstante, algunhas tardes veñen rapaces doutras casas e caen desde a ponte como frechas de chumbo que atravesan os espellos e pérdense entre os muxos e regresan ceibos de norma e lei, inesperados. Porque son doutras casas e veñen dos lugares da ribeira confusa non hai quen lles prohiba entrar no río. E nós disimulamos a envexa que nos mata xogando coas areas, na fronteira que non debemos nunca atravesar.

Vocabulario das orixes, 2000


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RÍO El río está prohibido. Último límite, donde rompen arenas arañadas se detienen mis pies. En la orilla remota labra el viento distancias de color ciego, y esparce sedimentos de harina que confunden mareas, cardos, dunas. Y que nadie se atreva a entrar al río, un eco muerto su voz asienta en barro, en ese lecho de colchas renegridas. Por debajo del agua, los pasillos de luz verde arrastran a quien nada descuidado a un mar de rosas negras. El río está prohibido y, sin embargo, algunas tardes vienen muchachos de otras casas y caen desde el puente como flechas de plomo que atraviesan los espejos, se pierden entre mújoles, regresan libres de norma y ley, inesperados. Porque son de otras casas y vienen del lugar de la orilla confusa no hay quien les prohiba entrar al río. Nosotros escondemos la envidia que nos mata jugando con la arena, en la frontera que no debemos nunca atravesar.

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DALGÚN LUGAR EMERXO... DALGÚN lugar emerxo,

dunha casa en derrota, gangrenada, dunha alcoba oprimida, onde non colle o corpo. E nunca chego a tempo para darlle compaña nin xantar a este home remoto que di ser o meu pai. Esmágame o silencio, o desacougo de perder a hora xusta, non saber subir as escaleiras, alcanzar a porta que se abre na boca mesma do precipicio. Detrás do vidro turbo anda o meu pai a enredar nos seus papeis e non os recoñece. A nai en agonía e os irmáns imprevistos, ausentes, desprendidos do ar.

Vento de sal, 2008

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DE ALGÚN lugar emerjo, de una casa en derrota, gangrenada, de una alcoba oprimida, donde no cabe el cuerpo. Y nunca llego a tiempo para dar compañía ni comida a este hombre remoto que dice ser mi padre. El silencio me aplasta, la inquietud de perder la hora justa, no saber subir las escaleras, alcanzar la puerta que se abre justo en la boca del precipicio. Detrás del vidrio turbio mi padre se entretiene en sus papeles y no los reconoce. La madre en agonía y los hermanos imprevistos, ausentes, desprendidos del aire.

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POR MANDADO DA BOCA DO SEÑOR... POR MANDATO da boca do Señor da Torre dos Abismos, ollos de mira telescópica espreitan desde o alto dos pombais da culpa. Sistema ocular de sentinela e sacramento en órbita de elíptica completa, frades, misioneiros e priores, diáconos, vigairos e arcediagos, sacerdotes, arcebispos e custodios, esculcan e sinalan e marcan os que deben ingresar no baño de grisú para ficaren limpos de toda vibración. E silandeiramente, con tacto garimoso e temperada gramática oratoria, van envolvendo a pel dos mozos descuidados, das rapazas de labios indecisos, das crianzas que cantan. Cerco, asexo, espreita e persecución de labios, torso e nádegas de arcanxo. Polos corredores en brétema sen eco e amparados de lóbrega sombra e na discreción da sacristía de espellos craquelados e nos obradoiros da alquimia onde goberna erecto Asmodeo, chamado Criatura de Xuizo, e no rigor do estudo e con febre da luz de primavera, os confesores e os prefectos entregados á veneración da dama branca, a que respira entre flores, a nai de rostro traballado con salitre de bágoa dolorosa, reciben lume en fragor insuperábel que lles queima nas inguas e avanzan impelidos e non ceibes senón desorbitados, no agarimo e fascinio da pel máis delicada con norma de segredo para sempre, fillo, amantísima filla, ollos, cabelo e pube de pel de albaricoque. Son setecentas mil criaturas amadas en reserva de lóbrega sombra, forza de setecentas mil atmósferas enriba da memoria vencida das crianzas que por primeira vez sentiron o vapor mortal, a queimadura gris dos labios da Boca de Deus, a desdentada, a de catro fías de dentes como follas de estruga

A boca da galerna, 2011.(Fragmento)


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POR MANDATO de la boca del Señor de la Torre de los Abismos, ojos de mira telescópica acechan desde lo alto de los palomares de la culpa. Sistema ocular de centinela y sacramento en órbita de elíptica completa, frailes, misioneros y priores, diáconos, vicarios y arcedianos, sacerdotes, arzobispos y custodios, espían y señalan y marcan a los que deben ingresar en baño de grisú para quedarse limpios de toda vibración. Y silenciosamente, con tacto cariñoso y moderada gramática oratoria, van ciñendo la piel de mozos descuidados, de muchachas de labios indecisos, de los niños que cantan. Cerco, acecho, vigilancia y persecución de labios, torso y nalgas de arcángel. Por los pasillos en niebla sin eco y amparados de lóbrega sombra y en la discreción de la sacristía de espejos craquelados y en los talleres de alquimia donde gobierna erecto Asmodeo, llamado Criatura de Juicio, y en el rigor del estudio y con fiebre de luz de primavera, los confesores y los prefectos entregados a la veneración de la dama blanca, la que respira entre flores, la madre de rostro trabajado con salitre de lágrima dolorosa, reciben fuego en fragor insuperable que les quema en las ingles y avanzan impelidos y no libres sino desorbitados, en la caricia y la fascinación de la piel más delicada con norma de secreto para siempre, hijo, amantísima hija, ojos, cabello y pubis de piel de albaricoque. Son setecientas mil criaturas amadas en reserva de lóbrega sombra, fuerza de setecientas mil atmósferas encima de la memoria vencida de niños y niñas que por primera vez sintieron el vapor mortal, la quemadura gris de los labios de la Boca de Dios, la desdentada, la de cuatro filas de dientes como hojas de ortiga.


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CAPTURADO NO INTERIOR... capturado no interior dos lindes da distancia febril camiño por enriba dos muros ourizados de vidro agabeo paredes quebradizas atraveso parques insondábeis derrúbome sobre a tona dos lamazais negros interrumpo o xantar dos humildes cando atraveso a luz dos tristes comedores rotos arrástrome por dentro do sistema suburbano das tuberías podres teño moita sede outra xente os que non me recoñecen na miña condición de cidadán proscrito camiñan a pé firme equilibrado ritmo roupas claras e finas persónanse correctos puntuais nos limiares aos que foron convocados presentan documentos pertinentes no mostrador da oficina miserábel unicamente eu non

(inédito. 2012)

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capturado en el interior de los límites de la distancia febril camino por encima de los muros erizados de vidrio trepo paredes quebradizas atravieso parques insondables me derrumbo sobre la corteza de los barrizales negros interrumpo la comida de los humildes cuando atravieso la luz de los tristes comedores rotos me arrastro por dentro del sistema suburbano de las tuberías podridas tengo mucha sed otra gente los que no me reconocen en mi condición de ciudadano proscrito caminan a pie firme equilibrado ritmo ropas claras y finas se personan correctos puntuales en los umbrales a los que fueron convocados presentan documentos pertinentes en el mostrador de la oficina miserable yo soy el único que no

* Todos los poemas han sido traducidos por el propio autor del original en gallego. Agradecimientos a Xosé María Álvarez Cáccamo, y también al autor de la fotografía del poeta: Anxo Cabada.


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NOTA BIBLIOGRÁFICA Xosé María Álvarez Cáccamo

nació en Vigo (GALIZA) en el año 1950. Es profesor de Literatura, poeta, y crítico literario. Ha publicado además obra narrativa y teatral. Se dedica también a la creación de poemas objetuales. Como poeta recibió el Premio “Esquío“(1986), el Premio de la Asociación de Críticos de España (1987), el Premio de la Crítica de Galiza (1998), el Premio “González Garcés” (1999), Premio "Arume de Poesía para Nenos" (2001), el Premio de la Asociación de Escritores en Lingua Galega (2004) y el Premio “Irmandade do Libro” (2007). Es autor de los siguientes libros de poemas : Praia das furnas (1983), Arquitecturas de cinza (1985), Os documentos da sombra (1986), Luminoso lugar de abatimento (1987), Cimo das idades tristes (1988), Fragmentos de mar (1989), O lume branco (1991), (traducción al catalán : Foc blanc, 1994; al francés, Le feu blanc, 2008), Colección de espellos (1994), A escrita das aves de marzo (1997), Calendario perpetuo (1997), Os cadernos da ira (1999), Vocabulario das orixes (2000), Depósito natural (2002), Vilar dos fillos (2004), Vento de sal (2008), Cántico dos topónimos esdrúxulos (2010) e A boca da galerna (2011), ed. bilingüe galego-castellano. En Ancoradoiro. Obra poética (1983-2003), editado en 2003, se reúnen sus libros poéticos publicados hasta el momento y Habitación del mar. Antología, 1983-2003 (2004) recoge una amplia selección de sus poemas en edición bilingüe castellano-gallego. Manuscritos do ar (2007) es una antología que incluye varios poemas autógrafos. En la selección titulada De sombras e poemas que son casas (2010) se incorpora un CD con poemas recitados por el autor. Como narrador publicó los libros de relatos Microtopofanías (1992) y A luz dos desnortados (1996) (traducción al catalán: La llum dels extraviats, 2000) y el relato ilustrado Un home impuntual (2010) y como autor teatral Monstro do meu labirinto (1987), Casa dormida (1988), Soidades de amor que non chega (2007) y Farsa da banca macabra (2012).. Memoria de poeta (2006) es un compendio autobiográfico. Tempo do pai (2008) recoje la evocación de la vida de Xosé María Álvarez Blázquez. Ha publicado, así mismo, narrativa infantil: Pedro e as nubes (1996), Ganapán das palabras (1998), Dinosaurio Belisario (2001) (traducción al catalán: Dinosauri Belisari, 2001, y al castellano: Dinosaurio Belisario, 2001) y O segredo do pan (2005) y poesía para niños: Lúa de pan (2002). Son de su autoría las ediciones comentadas de los libros de Celso Emilio Ferreiro Longa noite de pedra (1985) y Onde o mundo se chama Celanova (1991), la edición de la Poesía Galega Completa (1987) de Xosé María Álvarez Blázquez, las antologías 50 anos de poesía galega. A xeración do 36 (1994), y O libro dos cen poemas. Antoloxía da poesía infantil galega (2002), esta última en colaboración con Marisa Núñez y las biografías Antón Avilés de Taramancos (2002) y Vida de Antón Avilés de Taramancos (2003). Sus colaboraciones críticas (comentarios, artículos, prólogos, conferencias) están dedicadas fundamentalmente a la poesía gallega de la segunda mitad del siglo XX y fueron recogidas en el libro Espazos do poema (2009). Su obra poética y narrativa fue traducida al inglés, francés, italiano, alemán, ruso, castellano, catalán, euskera y portugués.


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HOMENAJE A MAX BLECHER.

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dossier homenaje al poeta y narrador rumano MAX BLECHER Publicamos cinco microrrelatos de Max Blecher. Tres de ellos son inéditos hasta ahora fuera del rumano. El relato titulado "Don Jazz" lo publicaron las revistas Empireuma (2003) y Cuadernos del Ateneo de La Laguna (2005), y el relato " Jenica", Empireuma en 2003, siempre en la traducción de Joaquín Garrigós Bueno.

Continuamos

en la revista Ágora nuestro particular homenaje a este genio de la literatura rumana y universal, poeta y narrador que nos dejó, en su breve tiempo de vida, una obra intensa, que ahora comienza a ser más difundida en el ámbito hispanohablante.


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Max Blecher (de origen judío, nacido en Botosani, Rumania, el 8 de septiembre de 1909, y fallecido el 31 de mayo de 1938). Hijo de un rico comerciante judio,dueño de una tienda de porcelanas, Blecher fue a París a estudiar medicina pero pronto, en 1928, se le diagnosticó una grave tubercolosis ósea, cuyas consecuencias posteriores le supusieron una parálisis y tener que llevar un corsé de escayola. Fue tratado en varios sanatorios, en Francia, Suiza y Rumania. Su estancia en el sanatorio francés de Berck- sur -mer le inspiraría algunos de sus mejores relatos. En 1930 escribió y publicó en la revista Bilete de papagal su primer microrrelato "Herrant" (que aquí nos ofrece la versión castellana de Joaquín Garrigós). Colaboró en la revista de Breton y del surrealismo: Le surréalisme au service de la révolution. Inmovilizado a causa de su enfermedad, mantuvo una intensa correspondencia con los grandes intelectuales y filósofos de aquellos decisivos años 30: además del citado André Breton, con André Gide, Martin Heidegger, el escritor rumano Mihai Sebastian, etc. En 1934 publicó su único libro de poemas: Cuerpo transparente (Hay edición española, en traducción de Joaquín Garrigós, en Ediciones La rosa cúbica).


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En 1935, los padres trasladaron al enfermo al hogar familiar en Rumania. Blecher continuó escribiendo poesía y relatos hasta su muerte, en 1938, a los 28 años de edad. Publicaría aún en vida dos novelas: Acontecimientos de la irrealidad inmediata (1936), y Corazones cicatrizados (1937). Y dejó escrita una tercera, La guarida iluminada, que se publicó póstumamente en 1971. (La Guarida iluminada y Acontecimientos de la irrealidad inmediata están publicados en un mismo volumen en español, por la editorial Aletheia, Valencia 2006, en traducción de Joaquín Garrigós).

Corazones cicatrizados, que se abre con una cita del filósofo existencial Kierkegaard, es quizá,junto con su extraordinaria poesía, lo mejor de la escritura de Blecher. Creador tanto de una hiperrealidad como de una minuciosa fenomenología de la enfermedad real que padeció el escritor, sin embargo en esta novela, narrada en tercera persona, a diferencia de la primera persona usada en la mayoría de sus relatos breves, la enfermedad se transmuta en la enfermedad mortal, existencial, de todo ser humano, bajo el signo de un existencialismo que no ignora lo inconsciente, los sueños, lo simbólico, el universo más complejo de la angustia real y cotidiana intensificada por lo imaginario y la desesperación ante la imposible escapada. (Inimi cicatrizate, Corazones cicatrizados está traducido al español por Joaquín Garrigós y publicado en Pre-textos, Valencia, 2009). En Ágora digital publicamos anteriormente el relato de Blecher titulado "Berck", que lleva el nombre del sanatorio en que empezó su tratamiento el escritor. Enlace: http://diariopoliticoyliterario.blogspot.com.es/search/label/Max Blecher Joaquín Garrigós, traductor reconocido de grandes autores rumanos del siglo XX, tanto en poesía como en novela, ha sido director del Instituto Cervantes en Bucarest.


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CINCO MICRORRELATOS DE MAX BLECHER, EN TRADUCCIÓN DE JOAQUÍN GARRIGÓS

Max Blecher. Por J. Perahim

DON JAZZ Su verdadero nombre no lo sabía ni yo. Don Jazz era evidentemente un apodo. Don Jazz era el español alto y negruzco que venía al comedor de los enfermos después de las comidas y nos contaba maravillas de los espectáculos de music hall de París y nos mostraba pañuelos que había comprado -trés bon marché, n’est-ce pas?- la víspera. La primera vez que vino nos habló de Buenos Aires, donde ejercía de abogado. Nos contó muchas cosas que conocíamos por los libros. -¿Saben? En Buenos Aires..., las mujeres, ¿comprenden?, tienen salas de espera para los clientes... ¿comprenden? No insisto, como los médicos o los dentistas. La señora, la patrona, en fin ya saben ustedes quién..., entra de cuando en cuando y pregunta a quién le toca.


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Eso era puro Albert Londres. Lo que me chocó de Don Jazz fue, en primer lugar, esa abundancia de «¿comprenden?», el inverosímil pudor que se escondía en su cuerpo grande de animal mimado como una flor en un barril, y luego las contradicciones que había entre sus distintos componentes físicos y espirituales. (Por ejemplo, la contradicción entre tos y estornudo. Era seria, llena de dogmas y experiencia, una tos de hombre sensato. El estornudo era infantil, cómico e inoportuno a la vez). Más aún. Tenía órganos que se negaban entre sí o se peleaban. Si nuestro español no hubiese estado construido de una sola pieza, las acciones de sus distintos órganos habrían cometido una interminable serie de asesinatos íntimos. Es inútil añadir que el gesto contradecía la palabra. Recuerdo, a este respecto, la manera como nos dijo un día que no podía soportar los calcetines a cuadros: sacó la cabeza hacia delante, como si actuara bajo el peso de una fuerza rápida y pesada, abrió nervioso la mano con todos los dedos extendidos y el cuerpo adquirió la forma de un signo de interrogación. -Son manías. Es curioso, ¿verdad? Manías... A juzgar por el gesto, los calcetines a cuadros para él formaban parte de las incógnitas de orden metafísico que nos imponen la ética de la vida interior o la forma cómo hemos de lavarnos los dientes. Están emparentados entre sí estrechamente y en modo directo, en otro sentido, con el Cielo, la Tormenta, la Transparencia, la Célula y el Arsénico. Sin embargo, la palabra, como ustedes habrán visto, era modesta. El gesto ante la palabra era como un poste ante una oración y al revés.

* Don Jazz murió de una contradicción de naturaleza geométrica en la cual, naturalmente, tuvo el papel principal. Así es como pasó: el cerebro tejía un pensamiento hacia la luna, un pensamiento afilado, fino y vertical, ya que (eso lo sabe todo quisque) la luna está en lo alto y no alrededor; de lo contrario, no sería luna sino una especie de temblor de tierra. Sin embargo, la mano tejía un pensamiento horizontal que, por casualidad, ilustraba con una pistola. La bala salió, por lo tanto, de una sien hacia la otra de manera horizontal, encontró el pensamiento vertical y, en el cruce, Don Jazz murió. Los médicos no lograron descifrar este sistema de perpendiculación. 1929


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HERRANT Jamás había oído hablar de la historia del rayo verde hasta que conocí a Herrant. A él se la contó el profesor de anatomía artística, pero me confesó que, aun sin saberla, la intuía desde hacía mucho tiempo. Por lo visto, el grano de sal que el cura le puso en la lengua a los pocos días de nacer era verde y resplandecía de forma extraña. Y no lo intuía por tener buena memoria (imposible hasta ese punto en un recién nacido), sino porque la sal debió de modificarle las células de la lengua e imprimirles, para más adelante, reflejos verdes. A los diecisiete años, cuando supo lo del rayo, el sabor salado le vino a la lengua y le habló claramente como una letra. Esperábamos ambos en el malecón, tendidos en el carrito[1], el rayo verde. El sol se volvió rojo, cada vez más rojo. Luego comenzó a achatarse.


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Y, de pronto, en la nube blanca, el rayo verde corrió con claridad y rapidez, él solo, hasta el límite del cielo. Era de un verde tan intenso y puro que habría podido figurar en el apéndice de papel vitela de los manuales de física. - ¡Herrant! - le grité -. ¡Herrant! ¡El rayo verde! Silencio. - ¡Herrant! Cogí el espejo para mirar a Herrant[2]. El egipcio dormía. Era inútil despertarlo. El rayo verde se perdía en el espacio viajando hasta otro Herrant que, enfermo desde hacía ocho años, con seguridad esperaba también verlo para formular en ese momento su gran deseo. Herrant quería haber gritado, para estar más seguro de su deseo: ─Quiero levantarme, andar. Volveremos mañana a acechar el rayo. 1930

Max Blecher, centro, tumbado, en el sanatorio de Berck.


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JENICĂ Mi vecino de la cama de la izquierda es olteano y poeta. Debajo de la almohada

tiene escondidos una navaja y un cuaderno de versos. El doctor le ha prometido que el día que cumpla los doce años le permitirá levantarse y caminar. Jenic ă ha anotado con sumo cuidado en su agenda la fecha exacta e, inmovilizado dentro de la escayola, como un pájaro pequeño dentro del puño, aguarda...

...Tiene la cabeza un poco doblada, apoyada en la palma de la mano y está mirando el mar con el ceño fruncido... Sabe el número de buques que se dirigen a Constantinopla; distingue a «ese americano al que le sale humo por todas las chimeneas» y, muy entendido, les comunica a los vecinos el paso de barcos de guerra, a los que clasifica por los cañones y torretas en cruceros, torpederos, destructores o cañoneras. -¿Te gustaría hacer un viaje por mar, Jenică? -Claro que me gustaría, ¿cómo no? -¿Con el vapor «ese americano»? -No, solo en un barco, como Alain Gerbault. -¿Cómo has dicho? -Como Alain Gerbault. -¿Cómo sabes tú eso? -Por los periódicos. También por los periódicos sabe que en La Habana ha habido una revolución y que en la isla de Mallorca están instalando una emisora de radiofonía. Su curiosidad es notoriamente estética y exótica: se interesa solo por lo que acontece en islas lejanas y de nombre sonoro. Me ha preguntado si en la isla de Haití hay sanatorios para la tuberculosis ósea y, si no hay, «¿adónde van a curarse los niños papúas?» La pregunta tiene su sentido; Jenică le daría la navaja que tiene debajo de la almohada a quien le trajera como vecino de cama a un niño papúa, con taparrabos, de pelo ensortijado y un aro de oro en la nariz. Su cuaderno de poemas no me lo confió hasta que nos hicimos muy amigos, pero «en secreto» y solamente después de prometerle yo no decir lo que había escrito en él «a


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nadie, ni al viento». Así pues, no voy a transcribirles las poesías de Jenic ă; eso es «secreto». Puedo decirles, sin embargo, que sus temas son sencillos, expresivos y perfumados. Jenică describe el cielo, el mar y las campanillas de invierno. El sentimiento íntimo del poeta ante esta delicada flor se expresa de forma clara y franca más o menos así: «El placer mayor es mirarla». Y la constatación del paisaje marino roza los límites de la evidencia: En el mar hay calma plena Solo las nubes del horizonte cuelgan Pero el cuaderno también tiene inquietante tendencias modernistas. Jenic ă es dadaísta pero sin saberlo: su dadaísmo tiene que ver con la sutil y admirable diversidad del sueño. Uno de sus alucinantes cuentos se titula «El caballo azul y el trasatlántico suizo». Les cito únicamente el episodio del encuentro: «El caballo pilotaba un barco con motor pero, viendo que iba muy despacio, saltó y echó a correr por la superficie del agua agarrando con los dientes el mástil, tanto que la hélice de la nave se le quedó en la boca». Y el del milagro: «Cuando miró abajo, vio que a su cabeza le habían salido cuatro patas, dos alas y cola y ahora estaba volando solo por el aire». ¡Visiones más hermosas no las ha tenido ni el profeta Ezequiel! Pero no voy a decirles más. Jenică escribe todos los días una página que es una obra maestra y si los editores se enteraran se agolparían para comprarle el manuscrito, ofreciéndole dinero y gloria. Jenică no tiene necesidad de eso, lo que él necesita es descanso y aire puro del mar. Para curarse y marcharse a la Polinesia solo, en un barco de velas inmensas. 1933


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IX-MIX-FIX A Marie, como entretenimiento funambulista

I

El pan de cada día se hacía con letras, no con harina. Cada pan contenía una

novela completa de Zola. En la superficie de un bocado leí un episodio sobre una terrible catástrofe ferroviaria. El conde comía también de ese pan, aunque rebanadas más finas y, por decirlo así, casi anónimas. El conde tenía pintadas de rojo las plantas de los pies (iba descalzo, aunque portaba con decoro unos pantalones de caza), en la cabeza llevaba un gorro con vistas del Brasil y en la mano una azucena negra, intimidante a más no poder. El conde presumía de no permitirle confianzas a nadie. ─Miro siempre desde arriba, evasivo y nunca a menos de treinta y cuatro metros. ─Treinta y tres para el personal doméstico ─insinué yo. ─Jamás. Las tazas de café me las mandan volando desde la distancia. No puedo ponerme en evidencia, soy conde por parte de padre y madre[3]. Mientras hablábamos, los acróbatas quitaron las barras de las cortinas y con ellas instalaron trapecios en la calle. A través del cristal embadurnado de jabón, la calle me pareció llena de niebla y más inútil que nunca. En medio de la bruma, los trapecios de níquel brillaban con resplandores extraños y un tanto borrosos, como los peces plateados en un estanque de agua sucia.


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II Volaba por salones caóticos con paredes de nubes abultadas y enfermas. Colgaba de las tripas rosáceas de una mitad de perro viajera, con los dedos clavados en ellas. Mis piernas, demasiado largas, rozaban el suelo metálico y, en esa carrera loca, chispas de un metro de largas brotaban de las plantas. La soledad me seguía con otro vuelo y con una melancolía más aguda y punzante: ya no sabía si la velocidad era carne o alma. Las tripas del perro se derritieron por el camino y se transformaron en los muslos de una estatua de mujer, pero tampoco la materia marmórea duró demasiado y se tornó blanda como piel auténtica con un cálido perfume humano, con las pantorrillas enfundadas en finas medias bordadas con helechos y cabezas de león.

III Frente a mi cama, el teatro de loros concluyó la última representación en medio de un rifirrafe. Me habría gustado tocarlos con el pie y acariciarlos, pero la habitación estaba llena de agua y yo, en un extremo, era un pedazo de madera vieja con encajes de putrefacción. El poeta, alto, erguido y negro, apareció detrás del teatro y, quitándose la capa, me enseñó en el pecho un abanico de seda roja. En ese tiempo, la mesa de la habitación alargó de repente sus patas. Volví la cabeza. En medio del cuarto, cuatro columnas finas de madera subían hasta el techo. Entre ellas colgaba de un hilo de telaraña un lazo azul, un lazo de colegiala, que se mecía levemente al aire para indicarme de forma demencial, pero correcta, su estricta irrealidad. 1934


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IONIŢĂ CUBIŢĂ Era una plazoleta perdida en medio de la ciudad, «como una hoja de papel blanco, inmaculado, entre los folios amarillentos» y garabateados de un viejo legajo. Formaba un cuadrado de asfalto limpio y fresco entre casas negras y feas. Unas edificaciones la separaban del ayuntamiento y, por las mañanas, cuando iban a la faena, los barrenderos de la ciudad no olvidaban nunca pasar la escoba varias veces por el asfalto reluciente. Uno tras otro y, aunque dos minutos antes ya se hubiese barrido la plazoleta, el hombre no se permitía marcharse sin darle una pasada más con la escoba, al igual que hacen los niños cuando tienen en el bolsillo un botón de latón, que lo sacan, le echan el aliento, se lo restriegan contra la ropa para sacarle brillo, vuelven a echarle el aliento y a restregárselo, lo miran otra vez y le sacan más brillo… Me gustaba jugar con mis compañeros en aquella plazoleta. Las bolas se deslizaban por el asfalto con una precisión extraordinaria. Era un lugar para juegos selectos: las bolas, los botones y el tres en raya; nada del tranco ni la cachava como en los descampados.


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También jugábamos allí a la «caballería francesa», en que los chicos nos montábamos unos encima de otros y, no sé por qué, nos poníamos la gorra del revés. En la plazoleta reinaban todo el día la sombra y el silencio. Podíamos corretear a placer, nadie nos decía nada. Al contrario, allí vivían gentes a las que incluso les gustaba dedicarse a juegos de chicos. Tal era Ioniţă Cubiţă. Tenía una tahona al costado de la plaza y en el rótulo ponía bien claro Panadería Ion Cubiţă, pero todo el mundo le decía Ioniţă Cubiţă por esa necesidad anónima que tiene el alma popular de hacer rimas («el que parte y reparte se lleva la mejor parte»). Era un hombre menudo, gordo y barbilampiño. En el mentón tenía unos cuantos hilos rubios, tan escasos y delicados que parecían cultivados en un invernadero, al abrigo de la luz, y luego pegados en las mejillas. Llevaba unas gafas con montura fina de oro, de mucho empaque, las gafas de más empaque de la ciudad. También él era un panadero de empaque: las manos llenas de sortijas, una cadena de oro en el chaleco y se pasaba el día ya en la caja cobrando el dinero o bien sentado en una silla delante del establecimiento, para respirar aire puro. Su ocupación más activa e interesante era parar a los chicos en la calle cuando volvían de la escuela y darles un papirotazo en el cuello, en plena campanilla, de modo que el niño sentía un dolor vivo y una especie de vacío en el pecho… También tenía Ioniţă Cubiţă otra respetable ocupación: coger perros callejeros y meterles tabaco en las narices. Ponía al perro a su lado, le acariciaba suavemente la cabeza, le rascaba detrás de las orejas, le deslizaba despacio la mano hasta el hocico y le llenaba las narices con tabaco verde. El perro echaba a correr estornudando de modo horrible y retorciéndose con el rabo entre las piernas, mientras aullaba de picor. En general, todas esas cosas ocurrían en la plazoleta como en un escenario natural levantado a propósito. Nosotros, los chicos, hacíamos un corro y nos reíamos para darle gusto al señor Ioniţă Cubiţă, quien no desdeñaba en absoluto ese tipo de popularidad. Cierto día, nos impresionó a más no poder y creo que aquel suceso visitó durante mucho tiempo los atribulados sueños de los chicos que tomaron parte en él. Ioniţă Cubiţă atrapó en una ratonera una rata y la llevó en mitad de la plaza. Enseguida, todos los chicos corrimos a rodearlo, suponiendo que íbamos a divertirnos de lo lindo. En efecto, Ioniţă Cubiţă nos miró con satisfacción y nos dijo: baila?

- ¿La veis? Es una simple rata, pero sabe bailar el fox-trot. ¿Queréis ver cómo lo - ¡Sííí! ─contestamos a coro. (Incluso algunos chicos pronunciaron despacito «fox-trot, fox-trot», palabra


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misteriosa y estrambótica que entonces oían por vez primera.) El señor Cubiţă puso la ratonera en el suelo y nos dijo que no la tocásemos. Acto seguido, entró en la tahona y trajo un bidón de petróleo. Me parece estar viéndolo ahora, saliendo de la tahona, balanceándose sobre sus piernas cortas y gruesas con el bidón de petróleo en la mano. Lo echó sobre el pobre animal, sacó del bolsillo una caja de cerillas, le prendió fuego y abrió con rapidez la portezuela de la ratonera. La rata, hecha una antorcha humeante, salió disparada. Primero se dio una voltereta; luego se levantó sobre las patas traseras y saltó frenética. - ¡Eh, chicos! ¿Veis como sabe bailar el fox-trot? Mirad lo bien que baila… -dijo Ioniţă Cubiţă. Y las gafas le bailaban de regocijo sobre la nariz, mientras la papada le temblaba de alegría. Con sus manos fofas y gordezuelas, Ioniţă Cubiţă marcaba despacioso el ritmo. La rata ardía de forma horrible dando unos chillidos largos y dolorosos. Finalmentae, su cuerpo se encogió y se convirtió en un amasijo de carne que se quemaba con una llama pálida. Un hedor a grasa y piel quemada llenó toda la plazuela. Los chicos se aproximaron y revolvieron la ceniza. Ese era Ioniţă Cubiţă. Un hombre bajo, gordo, de ojos azules un tanto saltones tras unas gafas con montura de oro y con un montón de sortijas en los dedos de las manos. Recuerdo que dos o tres días después de quemar a la rata, un muchacho más mayor nos mandó a un niño y a mí a la tahona a preguntarle al señor Ioni ţă Cubi ţă si iba a quemar más ratas. El niño se acercó a la mesa donde estaba sentado el panadero y, mirándolo a los ojos, le dijo: ─Me ha mandado el señor Antohi para que le pregunte si va a quemar más ratas. Ioniţă Cubiţă se ajustó las gafas en la nariz y le contestó despacio y con energía, recalcando las palabras: ─Largo de aquí, hijo de p… Este era Ioniţă Cubiţă. Un día, Ioniţă Cubiţă se volvió invisible. Con esa información precisa que poseen solamente los chicos, nos enteramos de que Ioni ţă Cubi ţă estaba enfermo. Tenía un cáncer de hígado por cuya causa se le había hinchado la barriga y parecía a punto de reventar. Durante un tiempo, nadie habló más de él hasta que un buen día nos enteramos de que había muerto.


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En efecto, la tahona bajó las persianas y hubo un gran trajín. Llegaron parientes y conocidos, pero no se oyeron ni llantos ni sollozos. El entierro tuvo lugar una tarde de verano. Roscas de pan en forma de ocho precedían al coche fúnebre, roscas rubias y sedosas como trenzas de chica joven colocadas en una bandeja[4]. En el cementerio sucedió algo inesperado. Cuando llevaron el ataúd ante la fosa, el cura pidió que se abriese la tapa. La familia quería enterrarlo con la tapa cerrada, pero el cura insistió. El sol ardía con fuerza en el cielo. Abrieron la tapa. En el féretro yacía lívido y enormemente flaco Ioniţă Cubiţă, amortajado con el traje negro de novio y el escobillón de plata en el ojal de la solapa[5]. Y, de pronto, mientras el cura le echaba agua bendita, la gente se hizo, no sé cómo, a un lado y el sol dio de lleno sobre el cadáver. Entonces, la cara del muerto se oscureció y, en un santiamén, se puso negra como un tizón. Lo taparon a toda prisa y lo sepultaron. Pues sí, este fue Ioniţă Cubiţă. 1936

Notas a los textos

[1] Los personajes están enfermos de tuberculosis ósea y yacían inmóviles en camillas. Se desplazaban en un carrito tirado por un caballo. N. del t. [2] Dada su inmovilidad, los enfermos se valían de espejos giratorios para ver lo que sucedía a su alrededor. N. del t. [3] Imposibilidad desde el punto de vista heráldico. Era evidente que me las veía con un conde falso. N. del a. [4] Ofrenda de alimentos para los pobres en los entierros ortodoxos. N. del t. [5] Adorno que solían llevar los hombres el día de la boda. N. del t.


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El escritor, con su madre, en la playa de Berck

BERCK (UN RELATO DE MAX BLECHER, PRESENTADO POR JOAQUÍN GARRIGÓS BUENO)

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PARA DESCUBRIR A MAX BLECHER Por Joaquín Garrigós Bueno traductor y ex-director del Instituto Cervantes de Bucarest

Max Blecher (1909-1938) es uno de los grandes escritores de la que se llamó «joven generación» de la literatura rumana. Su obra está marcada por un hecho capital en su vida y que tendrá una proyección en su obra: a los diecinueve años enfermó de tuberculosis ósea y pasó el resto de su breve vida inmovilizado dentro de un corsé de escayola, con una existencia casi de larva. Se le ha llamado el Kafka rumano. Émulo del escritor checo, de Bruno Schultz y de Walser, pero que, a diferencia de ellos, escribió en una lengua sin circulación, lo cual le impidió convertirse en escritor europeo. Novelista y poeta, su literatura es eminentemente surrealista, en cuya corriente se integró. André Breton le publicó algunos poemas en francés escritos durante su estancia en el sanatorio de Berck. Aun cuando su debut literario fue acogido con entusiasmo, entre otros, por Eugène Ionesco, no fue lo suficientemente valorado hasta hace poco. Primero, su condición de judío lo condenaba casi al ostracismo en una época trágica; segundo, durante los años del poder comunista, el surrealismo era duramente combatido por el sistema.


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En el presente reportaje, Blecher narra con sutil ironía la vida en un mundo infernal, el sanatorio de Berck-sur-Mer, en el Canal de la Mancha, en el que pasó tres años. Es el prolegómeno de su genial novela autobiográfica Corazones cicatrizados, que publicará dos años más tarde (ed. española de Ed. Pre-Textos, Valencia, 2009, trad. Joaquín Garrigós).

MAX BLECHER BERCK (La ciudad de los condenados)

Hay en la línea férrea París-Boulogne una estación en la cual todos los trenes se detienen más de un minuto. Es Rang-du-Fliers, donde se hace transbordo a Berck. El viajero no alertado, que se restriega soñoliento los ojos y saca la cabeza por la ventanilla para mirar al exterior, tiene por un instante una visión de pesadilla. Mientras en todas las estaciones acostumbra asistir al trajín habitual de viajeros que suben y bajan por las escalerillas del tren, allí, con infinitas precauciones, enfermeros y mozos de cuerda bajan de los vagones camillas con enfermos cadavéricos. Cojos con muletas y raquíticos que cuelgan desesperados del recio brazo de sus acompañantes. Son los peregrinos de Berck, la ciudad-sanatorio, la ciudad más impresionante del mundo. La Meca de la tuberculosis ósea. Todo ese mundo tiene su asiento en un tren pequeño como de juguete, con una locomotora que más bien parece un camello y que arranca despacio, resuella con estrépito y echa mucho humo, mucho, demasiado para recorrer una distancia de solo cinco kilómetros. Es el famoso tortillard, el trenecito de Berck, siempre repleto de enfermos y sus allegados. Como es lógico, durante el trayecto se habla solamente de la enfermedad, los enfermos, remedios y tratamientos. Yo diría que en este trenecito se debate más de patología que en todas la Academias de Medicina juntas. El viajero, ya prevenido de que en Berck cinco mil enfermos yacen inmóviles dentro de un caparazón de yeso, espera ver por todas partes, nada más entrar en la ciudad, signos reveladores de esta singular y triste característica. Se queda muy


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sorprendido cuando pone el pie en una pequeña ciudad normal y corriente de provincias con una Avenue de la Gare idéntica a la de las demás ciudades provincianas francesas, con la habitual calle comercial, con unas gentes que van de compras como en cualquier otro sitio y con casas viejas y pasadas de moda que huelen de lejos a moho y a cerrado. Mas el contacto con la auténtica fisonomía de Berck se produce de repente, al volver una esquina y ver aparecer el primer carrito de enfermo. La impresión lo deja estupefacto. Imagínense una especie de landó rectangular con una capota detrás, una especie de cajón, una especie de barca con ruedas en donde yace un hombre acostado y envuelto con una manta, el cual guía al caballo. Quizá supondrían que se trata de alguien que está sentado y muy inclinado hacia atrás en un carruaje, en una posición cómoda y más o menos normal. No. El enfermo está totalmente acostado sobre un bastidor de madera colocado en el carrito y mira unicamente al cielo, a ninguna otra parte. No vuelve la cabeza ni a derecha ni a izquierda; no la levanta ni la mueve. Mira de manera fija por encima de él a un espejo colocado en un soporte que puede moverse en todas direcciones. El carrito avanza, gira, esquiva a un niño, se para delante de una tienda y el conductor ha estado todo el tiempo con la mirada perdida en las alturas, mientras sus manos tiran de las riendas a una y otra parte con los gestos del ciego que camina por sus propias tinieblas. En la fijeza de esa mirada en el espejo hay algo irreal y triste, algo que en verdad se parece al modo de caminar de los ciegos que tantean febriles la acera con el bastón, mientras los ojos blancos miran inexpresivos al vacío. Por lo demás, el enfermo del carrito va correctamente vestido, lleva una chaqueta abierta, corbata, pañuelo blanco en el bolsillo de arriba y guantes. ¿Quién supondría que debajo de la camisa porta un caparazón de yeso, una verdadera trampa hermética a medida del cuerpo, una cota de mallas rígida y blanca que, tal vez, no se haya quitado desde hace tres meses? Algo sobre el yeso …Y es que Berck es la ciudad de la inmovilidad y del yeso. Allí acuden, desde todos los rincones del mundo, los huesos rotos y roídos para que los enderecen y consoliden. Gibosidades que deforman la columna vertebral con ondulaciones de serpentina, articulaciones dislocadas, vértebras carcomidas, dedos deformes, codos salientes y piernas torcidas confían en el milagro del yeso. Este fija, endereza y suelda. En Berck el yeso es la materia específica de la ciudad, al igual que en Creuzot es el

acero, en Liverpool el carbón y en Bakú el petróleo. Hay escayolas que aprietan solo un dedo y otras que revisten todo el cuerpo. Las hay que parecen una tubería de la que el enfermo sale cuando quiere y otras cerradas herméticamente que se quedan pegadas al cuerpo durante meses y meses.


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Estas son las más horribles. Además del tormento de sentir el picor del yeso directamente en el cuerpo cuando el enfermo yace tres días en una especie de cenagal frío y agobiante, habrá de sufrir durante varios meses la tortura de no poder lavarse. Como fácilmente se comprenderá, en ese tiempo se forma sobre la piel una costra gruesa de suciedad que mortifica con un escozor y una comezón infernales. Pero este tipo de escayolas cerradas se hacen hoy día cada vez menos.

Una ciudad horizontal En una guía que puede comprarse en cualquier librería, leerán uestedes que Berck goza en la costa del Canal de la Mancha de una posición excepcional gracias al golfo de Authie, el cual dirige las corrientes marinas en un sentido favorable a esa localidad. También se enterarán de que el aire de Berck es extraordinariamente limpio, extraordinariamente puro, el más puro del mundo, con solo cuatro bacterias por metro cúbico, mientras que el de París contiene más de novecientas mil en el mismo volumen. Para un enfermo que va a cuidar su salud y sabe que tendrá que estar durante años en Berck, ese dato no está desprovisto de importancia. No obstante, puedo asegurarles que ninguno, absolutamente ninguno de los cinco mil enfermos de Berck acudió allí atraído por el reclamo de las corrientes marinas ni por la pureza del aire. El secreto de esa aglomeración de enfermos es otro: en Berck, los tullidos, los cojos, los paralíticos, los desheredados de la vida, los que en otras ciudades viven como auténticos parias de la sociedad, escondidos por las familias, encerrados en cuartos insalubres, humillados profundamente por la vida que transcurre desafiante a su alrededor, en Berck vuelven a ser personas normales. Tienen a su disposición toda una ciudad organizada de tal forma que, aun acostados y sin interrumpir ni por un instante su tratamiento, podrán llevar la vida más normal posible. Acostados «van» al cine, acostados se pasean con el carrito, acostados frecuentan locales de recreo, acostados «acuden» a conferencias y acostados se hacen visitas. Sus carritos pueden entrar en todas las casas de Berck, en todos los locales y en todas las tiendas: en Berck ninguna casa tiene umbral. Alguien organizó allí la vida dándole un giro de 90º y la vida horizontal resultó ser perfectamente posible. En los grandes hoteles, donde los enfermos están en habitaciones que no tienen nada que las diferencien de otras habitaciones hoteleras, hay también comedores para ellos, adonde se les transporta con el carrito a las distintas mesas. El aspecto de uno de esos comedores es a la vez extraño y fastuoso. Esto último porque se asemeja a un festín romano en el que todos los convidados están tumbados, y extraño porque la palidez enfermiza de los comensales le hace a uno pensar en un relato


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alucinante de Edgar Allan Poe. El espectáculo más inesperado quizá sea el estival, en la playa, cuando los enfermos se ven rodeados de hermosas mujeres y flirtean con ellas. Y esos galanteos no siempre son inocentes. Ya les dije que los enfermos acuden a Berck porque allí vuelven a ser personas normales… También hay dramas, desde luego, y desplomes morales terribles. Pero raramente tienen un desenlace trágico. El invierno pasado, dos enamorados, una exaltada y un enfermo incurable, se suicidaron en Berck bajo la cruz de un vía crucis. Aquello causó sensación y los periodistas de París bordaron excelentes artículos sobre la tragedia de Berck. Pero lo cierto es que tales casos son excepcionales. Con el ritmo absorbente de la vida casi normal que llevan allí, los enfermos soportan sus desdichas con facilidad. Es el milagro moral de Berck. ¿Qué es una gutiera? Los paseos en carrito son una auténtica providencia para los enfermos. Pero una providencia cara y lujosa. Los enfermos pagan en Berck entre 25 y 30 francos por varias horas de carrito. La municipalidad, para gran consternación de los enfermos y los visitantes de Berck, no ha intervenido nunca para regularizar los precios del alquiler. En nuestra moneda, los enfermos pagan en torno a 50 leus la hora; o sea, casi lo que costaría el consumo de gasolina de un coche elegante. En Berck, el carrito tirado por un caballo, como ven, representa más o menos el lujo de poseer un Rolls Royce. En tales condiciones, los efectos benéficos de la brisa marina y el esparcimiento de los paseos quedarían reservados en exclusiva a un número restringido de privilegiados si Berck no conociese también una providencia para los que andan faltos de medios materiales. Esta se llama gutiera. La gutiera es un invento que transforma a un enfermo en un hombre sano. Reúne las funciones de la cama, del carrito y de las piernas. Una gutiera es un carrito con cuatro ruedas grandes de caucho, con un bastidor de las dimensiones estrictas del cuerpo sobre el que yace el enfermo, con muelles potentes entre bastidor y ruedas que amortiguan los choques y asperezas del camino. En los sanatorios para enfermos con menos recursos, donde las salas son colectivas y los enfermos permanecen en la cama, la gutiera solo se utiliza para pasear a orillas del mar. Sin embargo, en ciertos hoteles y villas particulares el enfermo no abandona nunca la gutiera. En ella duerme, en ella come y en ella sale de paseo. En su cuarto, el enfermo baja los brazos y puede conducir con las manos las ruedas en todas direcciones. Los he visto que «iban» así a la biblioteca y cogían un libro del estante o bien pasear solos por los pasillos. Cuando alguno necesita hacer compras en la ciudad, se telefonea enseguida a un sanatorio cercano y un antiguo enfermo o un convaleciente acude para empujarle la


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gutiera por la población. Por ese trabajo cobra cinco francos. Un hombre en Berck es más barato que un caballo y presta más o menos los mismo servicio. Hoteles y sanatorios El folleto de propaganda de Becker dice claramente: En Berck hay instituciones para el cuidado de enfermos al alcance de todos los bolsillos. Esto es totalmente cierto. Pero la diferencia entre un hotel up-to-date y un sanatorio «de precio reducido» viene a ser la misma que entre un caballero bien vestido con ropas gris-cendré y una flor en el ojal y un mendigo andrajoso que le tiende la mano para pedir limosna. Todos los grandes hoteles de Berck cuentan con espléndidos parterres de flores, pistas de tenis, ascensores y agua corriente. Todos los sanatorios «de precio reducido» tienen humedad en las paredes, pasillos malolientes y suelos sucios. La diferencia de tratamiento moral y clínico entre ambas categorías de instituciones concuerda por completo con su aspecto exterior. Una excepción muy honrosa a ese estado de cosas la constituyen dos grandes hospitales para pobres, de una organización admirable y muy correcta. Son el Hospital Marítimo, que pertenece a la asistencia pública de París, y el Hospital Franco-Americano, obra de beneficencia. Pero, por desgracia, en el primero solo se acoge a parisinos y en el segundo hay muy pocas plazas. El enfermo carente de medios, ante la imposibilidad de entrar en ninguna de estas instituciones, cae fatalmente en las garras de los empresarios de sanatorios «de precio reducido». Berck, la ciudad de los condenados Cinco mil enfermos de tuberculosis ósea yacen en Berck inmovilizados en una escayola esperando su curación. La terrible enfermedad siente predilección por las articulaciones (las vértebras, la cadera, las rodillas) y una articulación afectada hay que inmovilizarla inmediatamente. Cinco mil enfermos yacen tendidos en su carrito o en su lecho, perdidos en ensueños, sumergidos en lecturas sin fin y desmaterializados en la contemplación infinita de las inmensidades del océano. Las curaciones son lentas, terriblemente lentas, pero llegan. Hoy alcanzan proporciones impensables antaño. En los cincuenta años de existencia de Berck, a través de una organización terapéutica racional y cada vez más perfeccionada, se ha conseguido reducir la mortalidad de la tuberculosis ósea del 80%, como ocurría en el siglo pasado, al 5%. Es un resultado único en los anales de la medicina. Además, los enfermos llevan en Berck una vida normal y la maldición de la horrorosa coacción física a la que están sometidos les parece más soportable en medio de una comunidad de casos casi idénticos. Pero las visiones impresionantes no faltan de Berck. Desde la carga de los


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enfermos en los carritos, que tanto se asemeja a la colocación de los ataúdes en los coches fúnebres (el carrito, como el coche fúnebre, dispone de un rodillo sobre el cual el bastidor del enfermo se desliza adentro), hasta el espectáculo de enfermos sudorosos a pleno sol que hacen trabajos de punto para los veraneantes y ganar así algún dinero, Berck está lleno de escenas dramáticas e impresionantes. Mas nunca he visto nada más desgarrador, más profundamente humano y más triste que la misa de Nochebuena en Berck. Los católicos celebran en la iglesia, a medianoche, la llegada al mundo del Niño Jesús. Nada hay más impresionante que la extraordinaria emoción de los enfermos y su palidez extática en medio del silencio solemne de la iglesia a medianoche. Acá y acullá, una madre o un familiar que llora con desconsuelo llevándose el pañuelo a los ojos, mientras el sacerdote imparte la sagrada comunión a los enfermos, transfigurados y trémulos cuando reciben la sagrada forma. En el momento de la elevación, cuando todos los fieles se arrodillan, los enfermos se limitan a llevarse la mano a los ojos. Entonces, en la iglesia, el silencio se hace más hondo, más abrumador, mientras afuera las ráfagas de lluvia chocan contra los muros de tabla y el viento aúlla una melopea siniestra, como un llamamiento de todos los condenados del mundo, como un conmovedor llanto universal. 1934

Traducción del rumano por Joaquín Garrigós*

*Joaquín Garrigós Bueno (Orihuela, Alicante, 1942) es intérprete jurado de lengua rumana. Ha sido Director del Instituto Cervantes en Bucarest. Licenciado en Derecho y en Filología Hispánica, por la Universidad de Murcia, y Doctor honoris causa por la Universidad del Oeste "Vasile Goldis", de Arad, Rumania. Su labor de traductor de literatura rumana mereció, en 1998, el premio de la Unión de Escritores de Rumania, por la traducción del libro La noche de San Juan; el Premio Poesis de traducción, de Satu Mare, Rumania, en 2006, y el Premio de traducción del Festival Días y Noches de Literatura, Rumania, en 2007. Recibió la Medalla Conmemorativa "Mircea Eliade", otorgada por la Presidencia de Rumania en 2006, por la contribución a la difusión del autor de La noche de San Juan, Mircea Eliade (se encuentra la traducción en Herder, Barcelona, 1998). También ha traducido a poetas, novelistas y ensayistas rumanos, clásicos y actuales; entre una larga lista: Cioran, Manea, Blecher, Camil Petrescu, Denisa Comanescu, Elena Liliana Popescu, Alexandru Ecovoiu, etc. Sus dos últimas traducciones publicadas son: El libro de los susurros, de Varujan Vosganian (Pre-Textos, Valencia, 2010), y La rusa, de Mihaescu (Pre-Textos, Valencia, 2012).


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diálogos sobre la educación

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DIÁLOGOS SOBRE LA EDUCACIÓN

EL VALOR DE EDUCAR, NUESTRA HERENCIA COMO PORVENIR Por MAXIMILIANO HERNÁNDEZ MARCOS

UNIVERSIDAD DE SALAMANCA

(Texto de la Lección final para la Imposición de Becas de los alumnos, pronunciada por el profesor Maximiliano Hernández Marcos, el 8 de Junio de 2013 en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Salamanca)


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Estimados profesores, padres y demás familiares y amigos. Queridos alumnos y alumnas de Filosofía: Me habéis concedido el honor de impartir la última lección en esta ceremonia festiva de Imposición de Becas en la que celebráis el final de vuestra licenciatura (…) Desde este lugar universitario y aún de puertas adentro quiero deciros, sin embargo, algo sobre lo que ocurre ahí fuera, algo sobre el espíritu del tiempo en que vivimos y que nos afecta de lleno no sólo como filósofos; también como seres humanos y como ciudadanos. Como es de todos conocido, desde hace aproximadamente cinco años la actualidad viene marcada por lo que el pensamiento dominante ha divulgado como “crisis económica”. A nadie mínimamente avispado se le escapa ya que esta denominación es un pretexto ideológico para ocultar el desmantelamiento del sistema de derechos y de bienestar conquistados tras la Segunda Guerra Mundial. No estamos, pues, ante una fase desafortunada y pasajera de nuestra historia reciente –como se nos quiere hacer creer-, sino ante el momento decisivo en el que el capitalismo salvaje iniciado hace décadas pretende instalarse definitivamente en la sociedad occidental como forma de vida total con su estela brutal de desigualdad creciente, espoleada por un doble progreso geométrico: el de la riqueza privada cada vez en menos manos y, paralelamente, el de la miseria pública cada vez más masiva. Pero la situación en la que nos encontramos no es fruto exclusivo de la economía capitalista y de su mecanismo de mercado. Si ellos se han erigido actualmente en los implacables soberanos de nuestras vidas, ha sido porque las élites dirigentes y la sociedad civil en general, captada por el consumismo, han ido cediendo los espacios morales de resistencia que ponían freno al afán de lucro mercantil, reduciéndolo a una esfera regulada de la vida social, y manteniéndolo, con todas sus ventajas de bienestar, en el horizonte colectivo de una existencia civilizada. No es, por tanto, ninguna novedad que la así llamada “crisis económica” constituye, en el fondo, una crisis ética, o mejor, el rostro amargo y cotidiano, la consecuencia dramática de una crisis de valores morales que lleva gestándose desde decenios, bajo la presión y el acoso de unos valores economicistas sustitutivos que han acabado por desplazarlos, y que se presentan por doquier como la expresión inequívoca de la naturaleza y racionalidad humanas. Así, por ejemplo, la libertad, entendida exclusivamente como ausencia de cualquier traba para hacer dinero, o la doctrina de que todos somos criaturas económicas que persiguen su interés egoísta, de tal modo que lo racional de nuestro comportamiento está únicamente en la maximización del beneficio propio. Frente a semejante legitimación naturalista y presuntamente racional, es preciso recordar, especialmente a jóvenes como vosotros, que en términos generales habéis


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crecido ya dentro de este mundo del capitalismo global – aunque vosotros ya lo sabéis-, que estos valores economicistas son muy recientes y además no son morales. Quizás esto último mereciera una amplia discusión, en la que no podemos entrar aquí. Pero bastaría con recordar algo de lo aprendido en nuestras clases sobre Carl Schmitt y, en concreto, un aspecto esencial de su crítica al pensamiento técnico-económico: la neutralidad absoluta de éste, su incapacidad para generar valores espirituales. Esto significa que los posibles valores que puedan desprenderse de una vida dominada de pleno por la técnica y la producción y el consumo, no darán más de sí que una forma de existencia social primitiva, enteramente naturalizada, en la que los hombres, convertidos en máquinas deseantes por el capitalismo total, luchan constante e ilimitadamente, sin sosiego alguno, por satisfacer, en vano, sus deseos. Pues los valores economicistas sólo pueden alzarse sobre el vacío del alma humana, sobre la aniquilación de cualquier vínculo de identidad ética que permita fundar una subjetividad sólida y una convivencia mínimamente satisfactoria para todos; ellos no fundan nada, puesto que su presupuesto es la destrucción del sujeto; sólo sirven a la reproducción –y legitimación- del sistema de mercado.

Para ilustrar, en cambio, lo novedoso y, por tanto, lo meramente histórico, no “natural”, de esos valores, voy a invocar simplemente las palabras de un filósofo de la política recientemente fallecido, Tony Judt, que sabía mucho de esto. “El estilo materialista y egoísta de la vida contemporánea” – escribe- “no es inherente a la condición humana. Gran parte de lo que hoy nos parece <<natural>> data de la década de 1980: la obsesión por la creación de riqueza, el culto a la privatización y el sector privado, las


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crecientes diferencias entre ricos y pobres. Y, sobre todo, la retórica que los acompaña: una admiración acrítica por los mercados no regulados, el desprecio por el sector público, la ilusión del crecimiento infinito”(1). Bien distinta era, en cambio, la mentalidad de quienes se forjaron en las duras experiencias históricas de la depresión económica de 1929, de los fascismos y de la Segunda Guerra Mundial. En el mundo de la posguerra –recuerda Judt- “predominaba una relativa indiferencia a la riqueza por sí misma” y “todavía en la década de 1970” –añade- “la idea de que el sentido de la vida era enriquecerse y que los gobiernos existían para facilitarlo habría sido ridiculizada no sólo por los críticos tradicionales del capitalismo, sino también por muchos de sus defensores más firmes”. Y, dirigiéndose a los jóvenes de hoy, concluye: “Hubo un tiempo en que organizábamos nuestras vidas de otra forma” (2). No estaría mal traer a la memoria hoy algo –lo más elemental quizás- de esa forma distinta de concebir y organizar la vida que parece haber entrado en imparable declive; y sería además oportuno hacerlo precisamente hoy, cuando a punto de concluir un ciclo de vuestra existencia, estáis en condiciones de volver la vista atrás para hacer breve balance de vuestro pasado más reciente por esta Facultad y retener, entre lo que habéis aprendido, aquellas ideas y valores aportados por muchos filósofos de nuestra historia occidental que han sentado los cimientos éticos y culturales de ese mundo nuestro ahora en crisis. Me gustaría en este momento ayudaros a hacer ese recuento fijando selectivamente la mirada en aquello que necesitáis recordar como personas y ciudadanos para afrontar con algo de esperanza este oscuro presente e introducir, a ser posible, algode sensatez en su delirante barbarie. Este ejercicio de memoria es indispensable en nuestros días por una razón muy sencilla: porque el porvenir necesita provenir. Y ello no tanto –como sostiene Odo Marquard– por una especie de ley de compensación, según la cual el ex-

ceso de cambio y aceleración del mundo moderno es contrarrestado antropológicamente con la reactivación y el retorno ralentizador de las tradiciones (3), sino más bien por esa


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suerte de dialéctica de renovación en la conservación conforme a la cual el pasado que nos constituye contiene nuestra promesa de futuro, la experiencia histórico-cultural encierra nuestra expectativa de regeneración y mejora. El capitalismo, entregado a su dinámica de producción infinita, no tiene pasado ni futuro; es un presente continuo, la constante repetición de la ruptura, la revolución permanente de aparatos técnicos, productos mercantiles, formas de conducta, deseos y objetos. Sobre su frío mecanismo de cambio y destrucción no cabe construir nada firme que asegure un porvenir transgeneracional, ni, por supuesto, estructuras de continuidad y orientación prácticas del hombre en el mundo que abonen una convivencia ordenada y satisfactoria. Falta ahí el escudo protector de los valores y prácticas morales, el poder integrador de las formas simbólicas e instituciones sociales con las que cada comunidad define su forma de vida, la convierte en su tradición, y consolida su futuro precisamente como una nueva relación con ella, haciendo de su procedencia la base creadora de su renovación. Mas para que ese patrimonio ético-cultural pueda allanar el suelo del futuro es preciso transmitirlo, y a esta tarea de habilitar el pasado como nuestro mejor porvenir está destinada desde hace siglos la educación. He aquí la segunda idea que hoy quiero haceros llegar. Por lo mismo que la perspective halagüeña de un mañana saludable y civilizado depende de que conservemos lo mejor de nuestra herencia histórica, no hay futuro sin una buena educación, que ponga en contacto a cada generación que llega con la sana inteligencia y los valores comunes del ayer.

En estos tiempos de indigencia moral y olvido interesado de la historia que apadrina la tabula rasa del capitalismo global, la vieja consigna ilustrada que acuñase Kant en 1784 tiene su perfil emancipador más señero en esta nueva fórmula: atrévete a educar, ten el coraje de civilizar a tus coetáneos, de enseñarles los valores y principios morales más básicos de nuestra tradición occidental; arriésgate a recordarles del pasado más reciente aquello que en vez de matar la vida –como denunciara Nietzsche-, la hace más digna, más justa y agradable, más humana. Este debe ser vuestro compromiso con


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el presente, como filósofos y ciudadanos del mundo desde la posición social y laboral que lleguéis a ocupar, incluida, por supuesto y en tal caso con mayor razón, la de eventuales profesores de enseñanza media. No se me oculta que la valentía que se requiere actualmente para educar, roza la temeridad a la vista de la magnitud de los obstáculos que los diversos gobiernos han ido interponiendo con las sucesivas reformas educativas de los últimos treinta años, entre los cuales figura, como el más relevante, la tupida red de intereses creados por el capitalismo global entre pedagogía, tecnología y economía para erradicar del alma colectiva cualquier resto de inteligencia crítica, sabiduría moral y experiencia histórica. El discurso oficial de las autoridades políticas sostiene –como es bien conocidoque es preciso atajar la crisis de la educación tradicional con reformas que adapten el contenido curricular de la enseñanza, desde la escuela hasta la universidad, a las necesidades de la sociedad, un eufemismo con el que se alude, en realidad, a las necesidades del mercado. Como suele ser habitual en la elaboración ideológica de los poderes establecidos, ese discurso nos ofrece la imagen invertida: no es que la crisis educativa sea contraproducente para la sociedad actual; más bien constituye su requisito indispensable, pues de lo que se trata es de acabar con los últimos baluartes de resistencia al establecimiento definitivo del capitalismo consumista como forma de vida total que provienen de la herencia ética e histórico-cultural de la modernidad, ese patrimonio cívico que ha tenido en las instituciones públicas de enseñanza su medio más seguro de pervivencia y retroalimentación.

El filósofo francés Jean- Claude Michéa, en un libro imprescindible para comprender el porvenir educativo del mundo occidental titulado La escuela de la ignorancia, ha mostrado, tras un análisis breve y lúcido de la naturaleza del capitalismo y de su evolución histórica, que las crisis educativas con sus correspondientes reformas no son más que “progresos en la ignorancia” y que éstos, “lejos de ser el producto de una deplorable disfunción de nuestra sociedad, se han convertido en una condición necesaria para su propia expansión” (4). Por “progreso en la ignorancia” entiende Michéa “no tanto la desaparición de los conocimientos indispensables en el sentido denunciado habitualmente”, cuanto más bien “el declive constante de la inteligencia crítica, esto es, de la aptitud fundamental del hombre para comprender a un tiempo el mundo que le ha


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tocado vivir” y las condiciones inaceptables en las que “la rebelión contra ese mundo se convierte en una necesidad moral” (5).

No puedo menos, en este aspecto, que traer aquí a colación, como anécdota significativa, lo que un íntimo amigo me contó, hace ya casi veinte años, tras tomar contacto por primera vez con el mundo educativo, como profesor de un instituto de enseñanza secundaria y bachillerato. La crisis de la educación –vino a decirme- es la consecuencia inevitable de la contradicción entre los valores que se aprenden en la sociedad (éxito rápido y a cualquier precio, dinero fácil y de cualquier forma, bienes disponibles para todos e inmediatamente consumibles, etc.) y los que se enseñan en la escuela (sentido del esfuerzo y del trabajo, la honradez y el respeto, el valor del conocimiento y del saber no rentable, etc.). Es claro que la salida de esta contradicción de un modo favorable a los intereses del capitalismo global sólo podía ser la de profundizar cada vez más en la crisis con cada reforma educativa hasta hacer saltar por los aires la transmisión de valores éticos y conocimientos históricos de la escuela tradicional, especialmente mediante la reducción progresiva de los saberes humanísticos. Esto es lo que ahora quiere consumar en España, de conformidad con las directrices europeas, el proyecto de la LOMCE, impulsado por el ministro José Ignacio Wert. No me cabe la menor duda de que este nuevo plan de reforma educativa constituye el diseño más radical y atrevido en nuestro país de lo que Michéa denomina “la escuela del


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capitalismo total, es decir, una de las bases logísticas decisivas a partir de las cuales las principales compañías transnacionales podrán dirigir con toda la eficacia deseada la guerra económica mundial del siglo XXI” (6). Con escalofriante evidencia Michéa nos desgrana los hechos que avalan este plan a escala planetaria y señala las estrategias puestas en marcha a nivel educativo para llevarlo a término. Así, nos cuenta cómo en septiembre de 1995, bajo el auspicio de la fundación Gorbachov, se reunieron en un hotel de San Francisco “<<quinientos políticos, líderes económicos y científicos de primer orden>> que se consideraban a sí mismos la élite mundial”, para decidir el destino de la “nueva civilización”. Con la claridad sin miramientos que caracteriza a estas reuniones a puerta cerrada en las que el poder del capital se juega sus verdaderas cartas –sirva como ilustración de esto último la reciente película de Bertrand Tavernier titulada precisamente El Capital-, se concluyó, entre otras cosas, que para mantener la actividad de la economía mundial en este siglo sólo se necesitará el 20% de la población activa, de manera que el principal problema político de nuestro tiempo consistirá en conseguir la gobernabilidad, esto es, el control y la sumisión del 80% de la “humanidad sobrante”, según lo programado por la lógica liberal. La fórmula secreta para garantizar el gobierno de esa amplia mayoría desechable la propuso al parecer, y con amplia aceptación, un antiguo consejero del ex presidente Jimmy Carter inventando para ello una palabra que encierra todo el desprecio moral y el espíritu antidemocrático que inspira la grandeza de la iniciativa: “tittytainment”, que traducido al argot popular viene a decir algo así como “chupar teta”. Se trata –comenta Michéa- de un “cóctel embrutecedor de alimento suficiente” y de entretenimiento colectivo que permita “mantener de buen humor a la población frustrada del planeta” (7).


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Con toda consecuencia lógica el pensador francés extrae las implicaciones educativas de este planteamiento distinguiendo tres niveles formativos en los que va a desarrollarse la enseñanza: el sector de excelencia, destinado a reciclar las élites científicas, técnicas y de alta gestión necesarias para el sistema, que será educado según el modelo de la enseñanza tradicional; el sector intermedio de técnicos y profesionales, de escasa utilidad para el orden dominante, cuyo adiestramiento puede resolverse mediante enseñanza multimedia a distancia, sin las bases afectivas y la significación humana del contacto entre el profesor y el alumno; y el sector inferior y más numeroso, el de los desempleados o con empleos precarios y “flexibles”, a los que la industria del espectáculo, la diversión y la “cultura joven” aplicará la conveniente dosis de tittytainment que neutralice su potencial amenaza, mientras la escuela les adoctrina por su parte en la ignorancia indispensable para que se conviertan en “consumidores incívicos” y violentos, pero cargados de “derechos”. Naturalmente, esta escuela de ignorantes y cretinos en masa no será posible sin una reeducación de los profesores mediante métodos pedagógicos y nuevas tecnologías que les obliguen a “trabajar de una forma distinta”, es decir, que les convierta en una mezcla de animadores sociales y de expertos en transformar la enseñanza en disolución de toda lógica racional (8). Este alentador panorama que hace algo más de una década ya vislumbraba JeanClaude Michéa, parece ser la meta idílica que el bienaventurado ministro Wert nos promete con la LOMCE. Nunca con mayor crudeza y cinismo que en el preámbulo del anteproyecto de dicha ley se han declarado las intenciones mercantilistas de remitir la educación al punto cero de cultura histórica y de valores éticos con el pretexto de que estos últimos suscitan “debates ideológicos” entorpecedores del avance del capitalismo. Pasando por alto la inveterada distinción entre educación e instrucción, que se remonta hasta los ilustrados del siglo XVIII, la LOMCE concibe la institución educativa como un instrumento exclusivamente al servicio del “crecimiento económico” y del triunfo competitivo en el “mercado global” (9). El preámbulo se abre con una formulación lapidaria que remueve los cimientos de la tradición y de toda alma humana: “La educación” –puede leerse allí- “es el motor que promueve la competitividad de la economía y el nivel de prosperidad de un país”. Constituye, sin duda, un “bien público de primera importancia”, mas no porque contribuya a formar hombres y ciudadanos poniéndolos en contacto con el saber históricamente acumulado y su bagaje moral (esto es más bien el lastre –se diagnostica allí- que prolonga el fracaso escolar y el “estancamiento del sistema”); sino porque sirve para determinar en un país “su capacidad de competir con éxito en la arena internacional”. He aquí, pues, su objetivo prioritario: utilizar el sistema educativo para conseguir ventajas en la guerra económica mundial. Los dos restantes objetivos generales no son menos elocuentes al respecto. La LOMCE aspira, de manera paradójica, a “mejorar la calidad educativa” sin potenciar los medios de enseñanza (profesores, centros educativos, medios materiales, etc.), bajo el supuesto de que la calidad nada tiene que ver con una buena infraestructura institucional, sino que, según dicta el dogma pedagógico, se mide sólo por “los resultados de los


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estudiantes”, fácilmente alcanzables mediante el desarrollo diferenciado de sus talentos y la “flexibilización de sus trayectorias”, como si esto pudiera lograrse por arte de birlibirloque. Semejante magia en la obtención de la calidad es lo que acaso espera conseguir la LOMCE con el tercero de sus grandes objetivos: la incorporación generalizada de las nuevas tecnologías de información y comunicación -las TIC-, ya que éstas –así se arguye, de manera tan simple permitirán “personalizar la educación, adaptándola a las necesidades y al ritmode cada alumno”. Con unos objetivos tan sabios es notorio que no se persigue en modo alguno la educación de las próximas generaciones; más bien se la declara ya obsoleta, caduca y anacrónica, y en su lugar se celebra la eficacia y “transparencia” de la sola instrucción técnica y del estrechamiento mental, con las que se espera abastecer el mercado con una oferta reducida, pero suficiente de profesionales dóciles y una amplia masa ignorante de mano de obra a la carta, indispensable para mantener el consumo.

EL VALOR DE EDUCAR Ante condiciones sociales e institucionales tan adversas, se entiende ahora el valor de educar. Pero es el único antídoto eficiente a largo plazo para salvar el alma, si es que algún resquicio todavía queda, de la depredación total a manos de este capitalismo


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salvaje, más aún si logra instalarse en los cuerpos y en las mentes de la juventud este nuevo virus ideológico al que llaman “espíritu emprendedor”, verdadero troyano del viejo espíritu, razón o Geist, que siempre fue pensador y creativo y, por supuesto, bastante más civilizado. Por eso no puedo terminar hoy sin traer a la memoria algunos de los valores y principios que este espíritu cívico y reflexivo nos legó en la modernidad como patrimonio que debemos seguir transmitiendo si queremos tener un porvenir más dichoso y auténtico, menos pirata que el de la guerra económica del siglo XXI. Muchos de esos principios los conocéis bien por vuestra laboriosa lectura de clásicos como Kant y Hegel. Aquí sólo voy a limitarme a recordar tres fundamentales. En primer lugar, hay que tener siempre presente el valor moral de la dignidad humana, que es el pilar básico de toda existencia sostenible, tanto a nivel individual como social. Kant lo concibió como un fin en sí mismo que no tiene precio ni coartada alguna para ser eludido, porque él constituye el único límite capaz de frenar la instrumentalización total del hombre en las relaciones sociales, ese peligro de degeneración en la barbarie al que hoy quiere abandonarnos el capitalismo salvaje. Todo nuestro Estado social y democrático de derecho, actualmente puesto en cuestión por los señores de la economía mundial, es en buena medida el desarrollo consecuente de ese principio kantiano.

En segundo lugar, es preciso rehabilitar los valores pragmáticos de la sociabilidad y de la asociación frente al individualismo del puro interés propio, económico o táctico, y al narcisismo estético del éxito o del consumo de uno mismo. Sólo aquellos valores, reconocidos como inherentes a la condición humana ya desde Aristóteles, otorgan al principio abstracto de la dignidad del hombre y al individuo particular la conciencia de realidad, la medida concreta en las relaciones sociales que es indispensable para una vida soportable y acaso feliz, ésa a la que no puede aspirar, en su locura solitaria, en su


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delirio ególatra cualquier máquina deseante de beneficios y productos de consumo. De esa conciencia de realidad forma parte el hecho de que el individuo humano, por mucho que jurídica y legalmente se le reconozca como persona moral, no es de hecho nada ni nadie en una sociedad compleja de división del trabajo y de potentes fuerzas económicas que controlan el mercado y el poder político. Para hacerles frente y hacer valer la propia dignidad humana se requiere el contrapeso fáctico y la acción colectiva de asociaciones y organizaciones sociales, en las que el individuo encuentre además el vínculo del afecto, el reconocimiento de su capacidad y derechos y la identidad de unos fines comunes.

Con una agudeza encomiable, propia de una mirada realista ante el mundo, detectó ya Hegel, aunque le diera un sentido eminentemente corporativo, esta necesidad de la asociación como forma de existencia ética del individuo en la sociedad civil, como único medio de protegerle frente a la contingencia de su desamparo total en medio del mecanismo del mercado y de la veleidosa fortuna del reconocimiento social. Es alentador, en este aspecto, que en España y en otros países haya empezado a proliferar el espíritu asociacionista, espoleado ciertamente por la crisis económica y política, pero precisamente también como reacción ética de la sociedad contra los poderes dominantes. Por último, es inseparable de la realización efectiva del valor de la dignidad humana la reivindicación del sentido de lo público y el reconocimiento de bienes públicos (sanidad, cultura y educación, derechos sociales y asistenciales, justicia, instituciones e infraestructuras colectivas...), que no pueden quedar a merced del lucro privado por motivos de supuesta eficiencia, pues ellos son la base indispensable de sostenimiento de una vida civilizada para todos. En esta dirección es necesario restablecer el papel político del Estado democrático


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y de derecho, en la forma constitucional que adopte, para que ejerza su función de representar el interés general de los ciudadanos y de salvaguardar los bienes públicos de los intereses espurios del capitalismo salvaje. Tony Judt así lo entendía al sondear el rumbo de nuestro porvenir. “Nos hemos liberado” –escribía en el año 2010- “de la premisa de mediados del siglo XX –que nunca fue universal, pero desde luego sí estuvo generalizada- de que el Estado probablemente es la mejor solución para cualquier problema dado. Ahora tenemos que librarnos de la noción opuesta: que el Estado es –por definición y siempre- la peor de todas las opciones” (10). Y para ello –cabría añadir-, para intentar enmendar el actual rumbo torcido de las cosas, nada más apropiado que educar en los valores de la dignidad humana, de la sociabilidad y del sentido de lo público, que son nuestra mejor herencia históricocultural. Pues la cuestión que debe preocuparnos hoy como padres o madres, solteros o casados, jóvenes o ancianos, profesores o alumnos no es tanto la de qué mundo dejaremos a nuestros hijos, cuanto más bien esta otra: “¿a qué hijos dejaremos este mundo?” (11)

NOTAS 1 Tony Judt, Algo va mal [2010], Madrid: Taurus, 2011, pp.17-18 2 Ibíd., pp.49-50. 3 Cf. O. Marquard, “El porvenir necesita provenir”, en: Filosofía de la compensación

[2000], Barcelona: Paidós, 2001, p.69 y ss. 4 Jean-Claude Michéa, La escuela de la ignorancia y sus condiciones modernas [1999],

Madrid: Acuarela, 2002, p.3. 5 Ibíd., p. 3, nota a pie de página. 6 Ibíd., pp.10-11. 7 Ibíd., pp.11-12. 8 Cf. Ibíd., pp.14-15. 9 Anteproyecto de ley orgánica para la mejora de la calidad educativa (septiembre de

2012). 10 Tony Judt, Algo va mal, o.c., p.190. 11 Cita tomada del libro de J.-C. Michéa, La escuela de la ignorancia, o.c., p.20.


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ENSAYOS

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ensayos. Colección de textos Epístolas Doctrinales

EL RESPETO. EPISTOLA DOCTRINAL Por FULGENCIO MARTÍNEZ

Cuando hablamos de valores, hemos de ser conscientes, ante todo, de la situación histórica. Pero la Historia no es ese conglomerado de noticias actuales, denso como una pasta dentífrica, y que nos sirven todos los días los medios. Observa, tú que me preguntas por los valores -¡universales!, además- que están o que no están y deben estar en vigor en la sociedad que deseamos juntos-, observa con qué velocidad se solapan las olas de la actualidad presentada por los medios de comunicación; con qué falta de reflexión sacuden esas tempestades puntuales, efímeras, tu rostro ante el televisor, y qué vacío de conocimiento te vas a dormir, cada noche. Al día siguiente, te afeitas o desayunas robándole a la prisa unos minutos para escuchar lo que escupe la radio, otro boletín de noticias, el primero de la mañana, y otra oportunidad perdida para reflexionar.


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Algunas veces la moda mediática que hoy prolifera te hace de pensador ortopédico, de comentarista de guardia: las noticias vienen comentadas ya, mascadas y casi deglutidas por el tertuliano de turno. El habitual tertuliano del programa de televisión o de radio suele ser un periodista de partido, un parcial y ducho sofista, quien previamente posee un juicio de valor al que es fiel. Admirable, sin duda, su fidelidad al partido, a la ideología del medio en que trabaja, pero en nada admirable su fidelidad a lo real. La primera cosa que te podría decir que es un “valor”, en nuestra sociedad, es un defecto, un contravalor, si lo pensamos filosóficamente. El valor de la “fides” a un partido, a una iglesia, a una ideología o concepción del mundo. Los griegos, filósofos por antonomasia, denominaban “pistis” a otro tipo de fe y lealtad. Llamaban los griegos pistis a la certeza sensible, es decir, a la modesta confianza y evidencia que nos tienden los sentidos. Esto es cal, esto es mimbre, como diría el poeta Jorge Guillén, en Cántico. Una modesta adquisión para la inteligencia y un principio de valor es esa pistis sensible, donde la inteligencia se apoya en los humildes sentidos del cuerpo para valorar y saber. Los griegos, no obstante, distinguían entre pistis y gnosis: conocimiento. Es decir, que esa certeza sensible no era conocimiento todavía; aún debía pasar por pruebas superiores para ser conocimiento. Son estos básicos valores, el valor de la fe sensible y el valor, superior a esta, del conocimiento (gnosis) los primeros que habría que investigar si los suponemos presentes aún en nuestra sociedad, o si están bajos de moral hoy, y hay que apuntalarlos; o , en caso de comprobar su ausencia, habrá que volver a ponerlos en circulación. Como ves, nihil novum…. Ya sería una base para una comunidad humana que funcione el que se reconociera la verdad, sensible y racional, la pistis y la gnosis, como pilares de entendimiento y de comunicación, más sólidos y, evidentemente, más interpersonales, que la hoy tan universal, saturada y proclamada sin pudor fidelidad a la creencia, interés, ideología o familia profesional. Solo asentando estos valores gnoseológicos, epistémicos, fundacionales de la sociedad racional, podemos lanzarnos a buscar valores “universales”.


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Ay, amigo, me temo que universales, universales, encontraremos pocos valores en estos tiempos de consumo y crisis, de negocios y recategorización de los valores humanos, incluidos los valores eternos.

Te decía al principio que hay que pensar en la situación. Hoy, por si no has caído aún del guindo, vivimos en una era posplatónica. Te explico: estamos saliendo de Platón y de su mundo de las Ideas y Valores eternos. Aún quedan las etiquetas, las sombras, para los pesimistas filosóficos: solo el disfraz de esos Valores-Ideas: el Bien, la Verdad, la Justicia, la Virtud, etc, etc.


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Unos siglos atrás, hace casi ya trescientos años, unos cuantos hombres, los ilustrados, aquellos de peluquín y con tan claras ideas, previeron ese fin de la galaxia Platón, e insuflaron a los valores una nueva guía. De la dignidad, el respeto a la persona, del valor de la luz del conocimiento y la cultura, de los valores mismos de Ciudadanía y democracia, arrancó, como de nuevo, la Modernidad. Aquello duró lo que duró un sueño…. Casi al final de su andadura histórica, la Ilustración parió, ya en el siglo XX, los Derechos Universales del Hombre, guía y paladín de nuestro mejor yo, aun en la actualidad.

Federico Nietzsche, tan mal entendido aún, ya sacó en su obra, a final del siglo XIX, una lección coherente a esa muerte de los valores eternos, pero también a los valores eternos en su versión humanista e ilustrada.


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Nietzsche fue el primer pensador posplatónico, de veras. No fue anti-Platón, como por pereza se dice. Vio el filósofo de Más allá del bien y el mal que se entraba en una época seca,de nihilismo. Vio estos Bárcenas de ahora. Estos abogados formalistas de los derechos humanos desfondados y al servicio de los verdugos. Vio también el cinismo a las claras, los no valores de hecho envueltos en cajetillas con vitolas de antiguos valores. El nihilista actual no actúa por bien ni mal, no sabe qué es eso del bien y el mal. Explícale a Bárcenas que no es bueno robar a la sociedad porque el dinero de todos quizá le esté pagando la pensión de jubilación a su padre, que seguro es un honrado señor que ha trabajado duro para merecer una paga del Estado (o sea, de todos) en su vejez. Es inútil. Si Bárcenas entendiera eso, no hubiera robado, presuntamente. Es decir, predicar valores al convencido de que los hay, es solo útil cuando estamos ante un “malo”, o sea, alguien que infringe la pauta del valor por debilidad humana o ignorancia. Es distinto cuando intentamos enseñar valores al nihilista. Insisto: el nihilista no es malo ni bueno. No tiene un mapa de los valores para saber si ha actuado correcta o incorrectamente. En su fuero interno, su astuta inteligencia le dice qué es lo correcto – aquello de la ley del más fuerte o astuto se le impone como se le impone el color verde o azul de los ojos.


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Bien, si queremos valores para esta época, hemos de empezar siendo conscientes de que vivimos en, dentro, junto a, bajo –sobre todo- la égida de los nihilistas. En un tiempo de nihilismo. Sería un valor, pienso, tener el coraje, la lucidez necesarias para mirar de frente a ese abismo. Un valor, también relacionado con los otros dos primeros que propuse, de cariz gnoseológico, pero ahora con un tinte moral añadido más fuerte, incluso, es el coraje lúcido de reconocer el nihilismo ambiente. Otro valor sería –de tipo ético, personal, por tanto basado en una “resolución” o decisión moral- la apuesta por combatir, denunciar y aislar el virus del nihilismo, allí donde se presente. Ojo, primero en nosotros. Luego, en cada punto social. Pensemos que, como regla metodológica al menos, hemos de pensar, y hasta nueva orden nos atendremos a ello, que el virus del no valor nihilista ha alcanzado las más altas cotas. Está el nihilismo a la cabeza del cuerpo social. Son –sospechamos- los gobernantes (financieros, jefes de Estado, papas de Iglesias o partidos) sus máximos representantes hoy. Fíjate, pues, el consiguiente valor que exige aquella decisión. Lo más humano es ser obediente, sumiso, pues la no libertad favorece casi siempre a la conveniencia de uno: profesional, laboral, social.


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No se trata, por tanto, o no se trata solo, de saber hoy qué valores son los buenos, y por cuáles valores hay que apostar. Urge una terapia, autoterapia y a veces autoinmolación. Pero sin llegar a tanto, que de héroes no quiero hablar, sino de personas sencillas, corrientes, seres humanos como tú y yo, aunque hombres, sí, corrientes, no hombres viles ni villanos; sin llegar a tanto, digo, tal vez sea bueno, en general, empezar por defender la verdad, como el común denominador, llano, de todos esos valores peligrosos que he mencionado.


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Valores difíciles, peligrosos, y aun a veces irrealizables, pero en los que pongamos nuestro RESPETO. Pueden exigirme los jefes nihilistas que acate sus órdenes, sus leyes y reglamentos sin valor, sus opiniones rectas, claro es que en defensa de su conveniencia egoísta. Pero no me pondrán insuflar, por ningún medio físico ni legal, coercitivo o espiritual, el respeto. Este solo lo reservaremos, como que es un sentimiento moral, para aquello donde brille un valor de verdad. Un solo brillo de los viejos valores eternos y humanos justifica todo mi respecto para una acción, una ley, una sociedad fulminada hoy por el rayo del nihilismo.


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PADRE (REFLEXIÓN SOBRE LA PATERNIDAD) SEGUNDA EPÍSTOLA DOCTRINAL Por Fulgencio Martínez a Teresa Oñate y Zubía, filósofa, profesora de la Facultad de Filosofía de la UNED

1. En la búsqueda del sentido de una nueva ontología posmoderna, hermenéutica, que no interprete el ser como voluntad de poder, o voluntad de voluntad, sino como diálogo, apertura en el lenguaje y escucha (del ser) en el ser del hombre, nos surge una cuestión: ¿qué es, para la filosofía, la paternidad? Nietzsche la llama voluntad de engendrar, de crear nuevos valores....


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Toda la tradición desde Platón la desvaloriza. En República y Timeo ni siquiera tiene cabida el concepto de padre... (A Platón solo le interesa la "paternidad" de los "escritos", de los logoi -Fedro, Timeo-; qué pueda dar cuenta de ellos: la antigüedad venerable de la memoria oral -caso de un relato, de un mito-, o la razón y el arte retórico del escritor, si se trata de un logos nuevo, un hijo que no puede legitimarse por aquel testimonio de la memoria oral). ¿Por qué algo inherente a lo humano no es tenido en cuenta por los filósofos? ¿Qué terror o nudo hay aquí?

2. Precisiones sobre el concepto de paternidad. No es tanto la voluntad de crear o engendrar, sino la de cuidar, proteger. Esto abre el concepto. 2.1. En primer lugar, el sentimiento legítimo de poder se expresaría por este cuidado: es ese cuidado. Ser superior significa protección y cuidado; respecto al otro: hijo, obra, débil. 2.2. Está en relación con la muerte y la existencia auténtica (Heidegger. Ser y tiempo). 2.3. La paternidad se asocia con la obra de arte. El creador siente a su obra como hijo, quiere cuidarla, se preocupa por su futuro; y de algún modo conjura la muerte y la acepta a la vez; no la defiere.

3. Se arranca al hombre una existencia plena cuando se le difiere la muerte y la paternidad. Tenderíamos nosotros a asociar ese hurto con la "mala posmodernidad", que critica Teresa Oñate en un texto en el que reflexiona sobre "el fin de la modernidad", a propósito de los malentendidos que deforman la noción de posmodernidad y des-sustancian lo que Vattimo llama "el fin de la modernidad".


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4. Toda la tradición occidental ha hurtado al hombre su muerte, y a la vez su paternidad. ¿Toda? Toda la tradición utópica (Platón, Campanella), o, más, toda la tradición que pretende instaurar un "post", o que pretende instaurarse, ella misma, en un "post". Siempre que nos referimos a Platón, lo hacemos a una de las posibles interpretaciones de la gran masa de intereses de los diálogos platónicos (Derrida, Khôra). Un cierto Platón se presenta antagonista de la paternidad, otro Platón ("somos hijos de la polis) la envuelve en una interpretación más amplia, pero desnaturalizándola; otro Platón la toca tangencialmente en su exigencia de que lo escrito tenga un padre, y otro Platón.....

5. Desde un enfoque ético y político: se comete así la suprema injusticia, al pobre, al hombre en general, que se toma como valor de cambio o de uso.

6. Una post-modernidad mala pretendió deshacerse del padre, de la linealidad edípica del tiempo. Todos somos hijos de nuestro tiempo. Somos padre hacia el futuro.

7. Ser padre, cuidar el tiempo, el ser, la obra, el otro, implica: inseguridad (¿cómo hacerlo bien?), vivir en ausencia el presente (un futuro anterior y un futuro posible), y al revés, vivir en presente la ausencia (querer preservarlo para ella, darlo en don); asumir el riesgo, la responsabilidad, el valor del error. 8. Toda la tradición ha puesto un padre al hombre. por encima de él, para evitar esos riesgos supuestamente; pero, en realidad, para despojarlo de su corazón humano. (En las sociedades míticas el nombre de una persona repetía el del ancestro o antepasado: tiempo circular).

9. La muerte de dios significa la muerte del padre prefabricado. El asumir el hombre su condición de ser y tiempo, su no dilación de la muerte (su muerte propia).


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10. ¿De dónde surgen los valores si no de ese ansia de ser que habla en el propio hombre? Le llaman anhelo de inmortalidad del alma (Platón ya desfigura el concepto, como luego el cristianismo). En el momento en que el ansia de ser no habla desde el propio ser, sino de una hipotética -titánica- voluntad que quiere perseverar... en otro mundo, o en signos estatales de grandeza (pirámides) 11. La radical ansia de ser desde el ser mismo está inserta en todo (Spinoza), en lo humano: no es crear algo idéntico, imperecedero, inmutable, infinito (inerte) sino lo mismo y diferente: la finitud del ser que encuentra ahí un limite a su deriva o mala infinitud: el ser acoge todo. 12. Eterno retorno, selectivo (Deleuze, Vattimo): de una participación en un bien comunitario, donde se toma y se da el bien-ser. El hombre es el pastor del ser, en este sentido. 13. Se oye aquí constantemente una apelación a la responsabilidad. Al vínculo de la libertad y la generosidad: a la autodeterminación y a la "virtud que hace regalos" (Zaratustra). 14. Los hermanos Karamazov: ambigüedad del padre, padre opresivo, que anula, no deja ser padres a los hijos e hijas. Nihilismo. Espiritualización de Aliosha. 15. El miedo al padre hace esclavos. El esclavo era el único cuya muerte era resarcida, porque pertenecía a otro (su dueño). Los pobres, su muerte no es suya: o bien alienan su muerte en una esperanza ultravida o bien son carne de cañón (Napoleón). No existen. 16. Existir auténticamente implica asumir en el ahora la posibilidad de la muerte. ¿Por qué sería la paternidad-maternidad (no diferenciamos ahora) la respuesta? Hay que entender que no es respuesta a ningún problema (solución o antídoto o recurso para sortear un peligro). Es respuesta en sentido de respuesta a un reto, llamada, a la autenticidad: del ser. El ser es lo contrario de un problema. Su escucha en los seres humanos dice que el hombre


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tiene una identidad-diferencia: es padre-hijo, una copertenencia en su ser.

17. Hablamos del hombre y del ser no como especie, sino individuo, inmerso en una corriente de ser. 18. Dionisos es padre-hijo. (Zeus, en cuanto niño. Dioniso naciendo de un muslo de Zeus...el hijo lleva al padre y es padre). 19. La mujer inventa, el hombre (varón) descubre -dice Nietzsche. ¿Cómo entender ahora esa diferencia? -sin duda algo importante -y complementario- hay en esa sentencia. Solo que sospechamos un "también" y que la pensamos desde lo masculino. 20. La maternidad quiere también proteger, reunir, soltar y recoger. 21. La paternidad puede llamar a la puerta de lo diferentemente Otro. Por un exceso -donde había un defecto- de generosidad. Lo humano siempre implica parentesco. 22. Paternidad-maternidad y parentesco. Un aire de familia, la mismidad diferente. 23. Los sistemas de parentesco desparecen en el Estado, que impone una identidad


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abstracta, repetible, objetivable. ¿En qué ciframos entonces lo común del género humano? ¿en la razón, en el genoma, en la persona sujeta y portadora de derechos universales? 24. La apertura a la paternidad y la maternidad es la apertura a la tierra: tierra que te ha parido, cielo y aire y fuego que has cuidado. 25. Al ser, a los dioses elementales, a lo primigenio que llama Heidegger, se volvería el cuidado. La cuaternidad humana abierta y cuidadora de eso mismo. 26. Mientras la generosidad máxima de los hombres hace, así, posible la apertura, quizá, al dios desconocido, al de los otros...o a lo radicalmente otro. 27. Esta es la tarea del verdadero humanismo: no el de los titanes ni el de los hijos parricidas, sino el de asumir la condición de hombre padre y madre e hijo e hija; que anima a seguir y avanzar en lo abierto y da seguridad en la tierra. 28. El hombre no está solo como hombre, implica el pasado (de otros hombres padresmadres que han cuidado para él) y su apertura, en sí mismo, a lo diferente e igual del hijo. La mujer inventa, el hombre descubre: esa apertura. El varón ha de dar dos pasos adonde la mujer ya se encuentra. (Seguimos sin captar el fondo de la sentencia). 29. ¿Cómo el ser humano no querría cuidar el ser si en ello le va el futuro de su obra hijo y su sentido de la muerte, pues permanece de algún modo en el hijo? 30. En la sociedad actual: la técnica ha modificado el acceso a la paternidad- maternidad, pero no su esencia. 31. Lo que ha sido alterado y confundido es (mas allá de toda sociología y problemática) la imagen de la paternidad-maternidad; en la medida en que al hombre-mujer se le ha distraído con otros fines. Quisiéramos referirnos siempre al hombre corriente, al hombre de carne y hueso (Humano) no al hombre de la tradición occidental ilustrada ni solo al artista, ni al científico o filósofo.


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Queremos referirnos a lo que Maslow llamó necesidad de autorrealización (una palabra del Superhombre de Nietzsche, pero no de su exclusiva propiedad): a la paternidad-maternidad en sentido esencial: Queremos referirnos al campesino, su vida humilde tiene un sentido por cuidar su cielo-hijos-tierra. Y también al artista, responsable de su obra (¿a qué artista que crea le da igual el futuro de su obra? Todo artista-creador realmente crea las condiciones en que su obra perdura). También al artista, porque, al cuidar de su obra, necesariamente se preocupa por el futuro, por el bien. Y quisiéramos referirnos incluso al "man" (que asume las interpretaciones hechas, que se pierde a sí mismo en una existencia inauténtica -Heidegger); a los espíritus débiles, al pobre que no tiene una interpretación propia, y al trabajador a quien le imponen una interpretación (fuerza de trabajo) los amos de la palabra. En fin, al hombre corriente que no se ha dado una interpretación, a ese "resto de los mortales" que forma la inmensa mayoría de la humanidad.

32. Esos mundos diferentes del artista, el campesino, el obrero, el científico, han sido cambiados, por un progreso que fija metas, tiempos, mundos caducos y por venir, sin su voluntad de sentido. La voluntad humana dirigida y manipulada por los fines del progreso: ella misma se siente a sí fuerte cuando cumple y obedece, o cuando se rebela y "manda", siempre dentro de ese orden teleológico añadido al hombre como superestructura. 33. La verdad es que somos finitos, morimos y esto es lo que da sentido a la pequeña voluntad de sentido que somos: la paternidad-maternidad que crea las condiciones de (para) que nuestro pequeño mundo cuente y fluya en el ser. 34. El ser se oculta y decae en lo ente. Vivimos en la verdad, lichtung, apertura del ser y, a


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la vez, encubrimiento. 35. El hombre emboscado (Jünger) de los caminos perdidos en el bosque, que conoce el andarín, y el guardabosques, y el leñador. (Heidegger, en Sendas perdidas). 36. Ya no somos material para una sociedad. Nietzsche. 37. Cómo enlazar estos cabos. Desde un asumir la condición humana adulta de padreshijos, a lo comunitario. 38. Amistad (Aristóteles), philia (Empédocles), pietas. (Gadamer. Vattimo de Adiós a la verdad). Es triste que no estemos en buenas relaciones con la verdad. 39. El dinero como mercancía total. La técnica como disponibilidad total. Dios, como la mercancia supernumeraria, que nunca se puede comprar, fundamento-patrón de todo.

40. Si no el oro, ¿hoy, qué es el fundamento aún, el patrón de todo? El miedo... a la orfandad, más aun: a la exposición, a no ser reconocidos hijos... a quedar fuera del poder-progreso-dios- técnica, o a estar solos, después de haber muerto el padre o de habernos liberado de él. El miedo a ser padres-madres. 41. Viviendo actualmente, de nuevo, en la sociedad del riesgo: la técnica no asegura, ni siquiera tiene el control de lo económico. El poder se divierte con sus microrrelatos: ha perdido su coherencia. (Tras la muerte de los grandes relatos -Lyotard) En esta segunda década del siglo XXI: el riesgo además se hace pagar a los débiles, pobres, a todos, porque cuenta con el gran patrón-fondo y crédito del miedo. 42. El consumo nos ha vuelto niños no Dionisos niño sino criaturas impertinentes, malcriados, perezosos y deseantes omnideseantes. La ciencia, los expertos callan sobre el riesgo, evalúan en función de los intereses para los que ellos trabajan. La voluntad de verdad, la honestidad que Nietzsche suponía en la ciencia, ha muerto también con la muerte de Dios, en efecto. La ciencia trabaja en la red del poder.


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Japón: accidente en la central nuclear de Fukushima: ¿ningún experto avisó del absurdo de construir centrales nucleares en zona sísmica? No, posiblemente esa obviedad estuvo tapada por el cálculo de riesgo y ventajas. Es más ventajoso el dinero de centrales. (El ahorro de dinero para el país, en comparación con otras energías; o el dinero del negocio de las acciones en centrales, quién sabe). En realidad, es imposible saber la verdad: si la centrales son beneficiosas o no, nadie cree en la ciencia; y la filosofía asume una función hermenéutica (de interpretación) no legisladora. (Zaratustra, filósofo legislador). Pero tampoco ya legislan los expertos salvo nominalmente (quién legisla: ¿los políticos?: tampoco. Es claro que el dinero. Transparentemente se manifiesta detrás de todo -información, poder politico, poder social, religioso- un poder económico invisible. Por invisible no quiere decir menos real y menos cuestionable. Cuestionarlo, aun en época de crisis de sistema como la de hoy, supone o derribarlo o seguir pidiéndole soluciones, es decir, provocar otra vuelta de tuerca, del látigo del amo: ven, que te de unos cuantos azotes más para que sufras y te compadezcas y mientras tanto eres mi igual.


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Hemos llegado al cinismo ultramoderno, liberal (que no es el buen cinismo divertido de ciertos posmodernos de primera hora que se pusieron la etiqueta de posmodernos. Música, gabardina, mod).

43. La democracia. Participación con amplia base social en lo público. Lugar de debates y encuentro de proyectos, paternalidades-maternalidades.

44. ¿En qué medida lo posmoderno como nuevo, no encierra la contradicción interna de asumir la secuencia con del tiempo lineal moderno? Es una respuesta primera decir que lo posmoderno es reconciliación, no superación dialéctica, no cae en la trampa dialéctica. Vale. Asume lo pasado, los pasados posibles, la huella, y abre desde ellos la posibilidad del futuro. Futuro es lo posible, lo abierto, que se encierra ya en el pasado como lo no dicho pensado vivido. El eterno retorno implica asumir eso actual del hombre que encierra las tres dimensiones espaciotemporales, sin anularlas. Pero, sería preciso profundizar más en la idea del eterno retorno. ¿Cómo asumir los campos de concentración y los gulag? Volviendo a la pregunta de base, para reconocer una edad como otra se requiere una diferencia delimitadora de lo anterior. No estamos en la posmodernidad si no en el fin de la modernidad, podía decir Vattimo. Pero ese fin de la modernidad -nihilismo alto- ¿cómo reconocerlo sin otro término que venga después? Como al final de la oscuridad se supone luz. O se supone otra cosa. No podemos reconocer el fin de la modernidad sin pensar en un alter tiempo. Pero ese alter es la lógica lineal que delimita fines. Si lo pensamos desde el eterno retorno de lo mismo....en Así habló Zaratustra... la visión y los enigmas, morder la cabeza de la serpiente que devora la garganta del pastor y que podría no solo matarlo si devorarlo en lo igual e idéntico.


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Ese acto de morder la cabeza de la serpiente supone un nuevo comienzo, radicalmente nuevo, sin referencia a un orden serial, un comienzo que no viene después de un fin: el eterno retorno del tiempo presente-futuro. ¿Fue un ensueño, o una visión real? Cabría la tercera posibilidad: interpretarlo literalmente -no de forma alegórica ni tampoco irónica- como una visión del más acá del apocalipsis de san Juan. Un atisbo de lo que ocurriría en un relato diferente de la Historia, distinto al relato cuyo final nos cuenta ya el apocalipsis.

45. Si lo incluimos (me refiero a ese otro relato de la visión del eterno retorno) en una epocalidad nueva del ser, volvemos, con Heidegger, a encontrarnos en una serie, lo nuevo no es nuevo comienzo, sino nueva apertura del juego, que implica ausencia, cerrazón. No hay progreso, sino vuelta (Kehre) y vueltas. Historicidad fundamentada en el ser- que es también fundamento y abismo. La historicidad en Nietzsche se entiende como un asumir el hombre el error necesario, la Historia (como ese todo de las diferentes historias), la necesidad de máscaras y un desatar los hitos: desde la voluntad de poder crear nuevos valores eternos, como juego, como hacen la naturaleza, los dioses, las fuerzas elementales irresponsables. Liberar la voluntad de poder de lo ente. Desde Heidegger, hemos visto que lo primigenio, se integra en la cuaternidad del ser que copertenece al hombre. La tarea del hombre es el logos pensar que recoge, lenguaje pensador del ser. 46. La gaya ciencia. Nuestro nuevo "infinito". ¿Hasta dónde alcanza el carácter perspectivístico de la existencia?, y si toda existencia es interpretación pues si esta no la tiene carece de sentido; ¿no habrá otro sentido detrás de ese interpretar, o cabe solo buscarlo en preguntar por esa condición interpretadora de la existencia? ¿En una metainterpretación que siempre cae en ser una interpretación pero que no busca un sentido más allá de ese


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interpretar-vivir? Existencia interpretadora. No podemos saber, el intelecto humano se ve a sí mismo bajo sus formas perspectivísticas, exclusivamente bajo sus "máscaras" (Vattimo). Vana curiosidad saber si existen otras formas de perspectiva, de intelecto; por ejemplo, si se conciben seres cuya noción del tiempo sea hacia atrás (hay un reloj en Londres así) o alternativamente, hacia adelante y hacia atrás. Lo cual determinaría otra dirección de la vida y una noción diferente de causa y efecto. Hemos de asumir la linealidad del tiempo y lo circular, para la paternidad. (Pero, esa "y", esa conjunción hemos de dejarla al ser. No la podemos pensar ni interpretar por nosotros). Hoy en día es arrogancia decretar desde nuestro rincón que únicamente desde este rincón es lícito tener perspectivas. El mundo se nos aparece doblemente infinito: no podemos descartar la posibilidad de infinitas interpretaciones. Alguien estaría tentado de divinizar ese inmensidad de mundo desconocido; de adorar, acaso, en adelante, lo desconocido como Lo desconocido... pero

involucra

esto

desconocido

hartas

posibilidades

nada

divinas

de

interpretación, harta diablura, estupidez, locura de interpretación, incluyendo nuestra propia humana, demasiada humana, que conocemos. 47. Debemos cuidar de aquellos que no tienen interpretación. 48. Hans Jonas. Principio de responsabilidad. Al margen de la ley de Hume (Ilicitud del salto desde el hecho a la norma). Modelo de salto de hecho a norma: el niño recién nacido; pide su ser-ahí que se lo proteja. ¿Puede construirse sobre el particularismo del afecto un vínculo universal, comunitario, social?


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Paternidad remite a Dios. Pensar a Dios después del Holocausto, de Auschwitz, supone no entenderlo ya como un padre omnipotente, que puede salvar (Heidegger)... Dios se habría dado todo en la creación y ya no puede hacer nada por el hijo. Hemos de asumir la condición de padres, desde él... - Hijo, necesita nuevos modelos, cristianismo kenótico (Vattimo), la cáritas... el espíritu. ¿No es volver a un fundamento autoritario, paternal del poder, al rey-filósofo platónico, quien se comporta como un padre respecto al hijo? Nietzsche-Zaratustra, el primer pensador postplatónico: "Dios ha muerto", el Padre ha muerto, vino a decir: Platón ha muerto. Ergo, ha muerto el Padre, el Bien, la Verdad, la Justicia, de arriba. Sed padres, asumir los valores de la tierra. Crea, cuida.


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49. La paternidad es una política. Una ecología. ¿Qué otra cosa si no, han hecho (los hombres): sino que han tratado de cuidar su casa, su cuerpo, su voluntad propia con honestidad, sin hacer grandes teorías? 50. La voluntad es niño, el cuerpo es niño. El yo es un pequeño niño que cuidamos. 51. El tiempo es niño (que cuida a un niño). Por él nos vela el padre-madre Ser. (Sein sin sus atributos sexuales, es impensable. Das Seyn, neutro porque da cabida a toda forma de sexualidad. ¿Pensó Heidegger en esto?). 52. Identidad y diferencia (Heidegger). Tiempo y ser. En Levinas: El tiempo y el otro. Levinas (y Musil) piensan en un padre-madre con atributos, Un Otro en que no nos pudiéramos mirar, no sería, de verdad, otro. Musil describiría al hombre que ha perdido los espejos: el hombre sin atributos. 53. El que trabaja crea a su propio padre. (Kierkegaard. Temor y temblor). 54. El capital vive de la renta del padre que crean otros, los creadores de paternidad. 55. Finalmente, en la Posmodernidad no nos sentimos ya hijos de la Modernidad: una herencia que nos ahoga. ¿Desde qué momento en la Modernidad ya no hubo un espacio para ser padre? Denunciamos "su verdad" (su afán de lucro sobre los hijos y padres) y nos fuimos a otra parte -¿adónde?- a danzar con otros mitos.


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DIARIO DE LA CREACIÓN Panorama de la poesía actual en español

POEMAS DE SAMUEL BOSSINI

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Hay

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seres que nada los asombra. Como si arrastraran una

memoria de otra vida. Peor aún. Otros logran alejarse de sus vidas unas horas sin saberlo. Regresan con un recuerdo borroso de lo visto. Ellos son los sensibles. Con el tiempo se transmutan en locos o deambuladores que alimentan ocas salvajes en un cuarto de pensión. Fijan sus ojos en una página en blanco, convencidos en vislumbrar ese futuro ya percibido. A este oficio o riesgo fallido, se lo conoce con el nombre de: Poesía.


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Han

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ahogado al Cisne. Hundieron su pico en el fango.

Quedó el Silencio trabado entre plumas sangrantes.

Lo

ubicaron Boca abajo. Las patas se sacudían como sólo puede hacerlo la Belleza cuando debe ser materializada por una lengua cortada. El siglo ahogó al Cisne y en su lugar rescató a la Hiena. Es más dúctil para los sobresaltos, los menús y las vigilias. Su Boca regala dientes verdes. Se pasea arrastrando su capa oscura sobre las piedras, la mierda y las hojas. Exaltada arroja diamantes mal cortados sobre cuerpos mal hechos.

Sin

voz,

carraspea;

sin

tentación

de

Levedad,

gobierna. El Cisne destrozado recibe la mañana con un Ojo abierto y el Cuerpo punzado. Una Sensibilidad ha concluido. Es hora de escribir su Poema. Porque en la era de la Hiena se debe estar despierto. Para ella son vanidad los sueños.


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SAMUEL BOSSINI

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Cada Beso es una Boca, que una vez alejada de la otra, se esfuma. Todo es poco y nada, hasta que toma forma. No hay paz que busque su refugio en las mejillas.

El viajero es anhelo y espantajo.

Fragmento de paso que hace huella y se disuelve. Abundancia extrema y carencia extrema, perduran en los desdichados. Lo destruido no pierde su valor. La muerte no mejora a nadie. El mal Amor pesa tanto como un sótano en un parque. El Amor acaba, cuando al labio del otro, lo percibimos como a un hueso.

El fuego, seguro de que el Aire jamás lo enfrentará a un espejo, se recuesta distraído en el parque.

Aún los actos más absurdos y las huidas más tenaces, tienen sus obligaciones.


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SAMUEL BOSSINI

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Samuel Bossini (o Pablo Narral: seudónimo literario que ha utilizado en ocasiones) nació en 1957 en Santiago del Estero, Argentina. Ha publicado los libros de poemas El sonido y la furia (1981), Para una fiesta nocturna (1983), Oscura tierra (1991), y Mundo Natural (2012) Poemas y textos fueron publicados en diarios y revistas de Argentina, Chile, Uruguay, México y España. EE.UU. Ecuador. Residió desde 1983 hasta 1989 en Europa (España, Italia, Francia y Portugal). Ha impulsado antologías, organizado conferencias, coordinado talleres y cursos de literatura, y ha dado muchas lecturas de su obra poética en diversos congresos en América y Europa.


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DIARIO DE LA CREACIÓN

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SIGLO DE PROSA DIDÁCTICA A Guillermo Carnero

A los hombres del dieciocho mi generación no les debe nada. Escritores en prosa y de un solo poema: de una página grande.


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andrés acedo

Mi generación no les debe nada. Nada a Nicasio Cienfuegos, autor de una Alabanza a un carpintero llamado Alfonso, muy rara. Mi generación no leyó las Cartas de Cadalso, no jugó con ellas; ni debe nada al gran Meléndez ni a Jovellanos: no pasó por Salamanca. Mi generación dio pasos sin tierra, sin leer la elegía más hermosa donde llanamente habla la melancolía, y el dolor por la patria perdida, sin patriotismo ni más artificio que los topos de la retórica clásica. Suspiros de un refugiado español, en Francia. Leandro Moratín. * Mi generación

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nada le debe al siglo de prosa didáctica. Hubo de tocarle un rayo en la espalda para recibir su herencia con las manos vacías. Cuando echó en falta una prosa contenida por la verdad de la poesía, dar razón de las cosas que nos pasan. Cuando necesitó tener lista una piedra serena para arrojar al agua del río turbio de un país del que huyó el sueño, y al que le quedaron solamente los monstruos. Un orden sin sosiego, paz que es guerra, presente, indignación; esperanza temor; justicia, robo; política, avaricia privada. Juventud, pobreza; tesoro, deuda,

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juventud, la edad inactiva del hombre, “Juventud, divino tesoro”**

prosa profana porque se va; vejez, cargada de trabajos, democracia robada, hoy indigno, ayer dormido, mañana, pasado mañana. Andrés Acedo Cancionero y rimas burlescas. Cancionero de Acedo. (Próxima publicación en editorial Renacimiento. Edición de Fulgencio Martínez).

______________ * Unos de los mejores poemas de nuestra literatura moderna, en opinión también de este editor. “no más trinos de amor. Así agitaron / los tardos años de mi existencia (…)” Usa Acedo en esta estrofa la palabra “Suspiros” dándole parecido significado al del título de las memorias de Luis Buñuel. Sin embargo, no descartamos su alusión al mundo de Bécquer. ** Célebre verso del poeta nicaragüense, quien se definió como “muy siglo XVIII”. “Juventud, divino tesoro /¡ ya te vas para no volver! / Cuando quiero llorar, no lloro…/ y a veces lloro sin querer”. Es la primera estrofa del poema “Canción de otoño en primavera”, que en realidad no pertenece al libro Prosas profanas, sino a Cantos de vida y esperanza (1905), una de las últimas obras de Rubén Darío, donde el poeta desnuda el acento modernista de aquel otro libro y crea la senda del intimismo reflexivo, lírico, por donde irán Antonio Machado, Miguel de Unamuno y Juan Ramón Jiménez. Rubén es el puente por el que lo mejor de la poesía del XVIII llega a nosotros, con aquellos tres grandes continuadores. “Muy siglo XXI”, pudo también decirse el genio de Rubén Darío.


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BIBLIOTHECA GRAMMATICA LIBROS DE POESÍA

LA ISLA José Luis Martínez Valero LA ISLA EL BARDO. Poesía, 2013

Por Francisco Javier Díez de Revenga

José

Luis Martínez Valero (Águilas, 1941) acaba de publicar en Málaga, en la prestigiosa colección de poesía El Bardo (Los Libros de la Frontera), su último libro de poemas, con el simbólico título de La isla. Culmina así su autor una escogida trayectoria de poeta selecto e intimista, que ahora logra un libro muy cohesionado, organizado en torno a ese concepto simbólico sugerido en el título: la isla, que aparece y reaparece en muchas de las composiciones del volumen y que pone de relieve la capacidad del poeta para seducir con su palabra, al crear un espacio mítico al que acudir una y otra vez, de manera que el lector se ve atrapado por la serenidad pero también por el enigma que representa ese escenario natural abierto a los vientos y situado en medio del océano.


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Desde el primer poema, Martínez Valero se sitúa en tal espacio o accidente geográfico, en esa isla que deviene en soledad y en sueño, que se rodea de un mar que tanto separa como une, mientras románticos sueños pueblan espacios de imaginación poética: la isla carente de ríos y expuesta al sol, como esponja gigante y reseca, la isla poblada de ruinas arqueológicas, la isla que retiene otros tiempos en la memoria, la isla que denuncia fanatismos comunes, la isla que incrementa soledad. Una isla en definitiva desértica y sin Robinson, en la que habitantes solitarios dialogan con el poeta, en la que existen arcanos y preguntas sin respuesta, misterio que da el mar que la rodea, presagios que trae el viento que la azota. Isla simbólica para reflexionar sobre existencia, sobre los recuerdos y la memoria. Isla simbólica sorprendida en un fin de año, fecha del tiempo, para sugerir que, a pesar del trascurrir de los días, hay que seguir siendo el mismo, los mismos, esos amigos que aparecen una y otra vez en el poemario. Porque la inmersión el poeta en ese mundo rodeado de paisaje y naturaleza, mar y viento, es el mundo evocado de la memoria, de la reflexión del tiempo y de la edad, la edad propia y las edades vividas, desde la infancia a la serena madurez, una historia personal extendida en el tiempo que aflora con sus impulsos espontáneos, alteradores a veces de la serenidad de un presente pleno y lúcido. Porque no todo es optimismo vitalista, aunque este sea el sentimiento que predomine en las estancias de este libro. También hay censura y denuncia, sonrojo ante la pobreza y las injusticias de un mundo inseguro, aunque aquí no haya asesinos en masa… porque la envidia silenciosa del vecino descubre, en algunos poemas, perfiles de vergüenza que empañan una civilización castigada… Quizá por ello el poeta se refugia en la naturaleza y en el paisaje, en el mar y en los vientos, más limpios, más dignos y más nobles que las oscuras luces de nuestro proceloso mundo contemporáneo. Poeta al fin, filólogo avezado, Martínez Valero repara en los medios que tiene para crear su mundo poético, y el primero es la propia poesía, sobre la que reflexiona y por la que apuesta como medio de comunicación y de reflexión, aunque se retraiga ante el acto de escribir, ya que escribir es desnudar intimidades y descubrir el propio corazón inerme entonces ante ataques indiscriminados. Y no es menor el valor de la palabra, que tiene su vida propia y su muerte en los diccionarios, como aquella ignota que protagoniza el poema que cierra el libro y que refleja la inconsistencia de nuestro confiado vivir cotidiano, o esa otra que no existe para designar al mal, ese mal que permanece y empaña luces, aires, montañas e isla. Sin duda los impulsos vitales de este libro de Martínez Valero recalan en otros muchos más perfiles de una existencia enriquecida por la imaginación poética de un escritor potente, dueño de un estilo y de un vocabulario propios, extraídos de un ámbito expresivo elegante y escogido, que se acompasa en un verso libre muy bien acordado y mantenido con una gran cohesión a lo largo de todo el libro. Con él va forjando trabadas


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unidades que construyen y estructuran un mundo poético sólido y convincente. La naturalidad expresiva de los recursos estilísticos empleados no retrae en ningún caso la profundidad y el compromiso vital que todos estos poemas destilan, desde los espacios del optimismo y de la efusión vital a las sombrías estancias de los motivos más adversos y censurables. Una poesía, en definitiva, de una gran originalidad y comprometida con la vida y con nuestro tiempo. (Francisco Javier Diez de Revenga, “Literatura”.Publicado en La Opinión de Murcia.20-12-2013)


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LOS SOLES POR LAS NOCHES ESPARCIDOS Santiago Montobbio Los soles por las noches esparcidos Los libros de la Frontera. El Bardo. Barcelona 2013

Por José María Piñeiro

El concepto de “circunstancia” en el ámbito de la escritura poética ha ido reduciendo su significación hasta meramente aludir, y más bien peyorativamente, a una obra producida o por encargo, o por compromiso, como si el “obligar” al escritor o al artista a producir una obra, implicase mecánicamente la exención de una calidad digna en la misma. Resultaría interesante redefinir el concepto de circunstancia, no sólo para despejar tópicos sino para buscar el comentario complejo de todo lo que late bajo lo que hemos convenido en llamar, ampliamente, “circunstancia”: ese rapto, lucidez, herida, confusión luminosa o trance desde el que se escribe y que, cabalmente, podríamos identificar como la inspiración. Porque escribir desde la circunstancia implica una experiencia radical del tiempo - su emprendimiento radiante, su sublimación -, liberar el discurso a partir del corte específico


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en el que uno tiene el cuerpo y la mente embargados por lo que milimétricamente le acontece. Escribir desde la circunstancia es escribir al dictado de una irresolubilidad: vivir la continuidad y el accidente que potencia y divide la continuidad. Me detengo en estas observaciones, a riesgo de parecer retórico, porque tales aspectos afloran notoriamente en un libro como el que reseñamos, Los soles por las noches esparcidos, de Santiago Montobbio, aparecido en junio de este año. Casi nos atreveríamos a decir que, independientemente de la belleza del conjunto de sus versos-, aunque tal independencia no sería sino quimérica, ya que el verso no puede desentenderse del proceso emotivo-intelectual que lo ha construido -, lo llamativo del poemario, en principio, estriba en la forma y en el cómo ha sido escrito, qué relampagueo interior ha hecho germinar en un solo acontecimiento todos los poemas. Con seguridad, encontraremos pocos libros recientes de poesía en los que el tiempo en que han sido gestados, constituya una singularidad digna de analizarse. Si en apenas dos meses, Montobbio acomete la escritura de más de dos centenares de poemas que vienen a constituirse en el volumen que comentamos, no podemos obviar, sin más, este aspecto que viene a confirmar que lo anecdótico- entendiendo con ello el sumirse emocionalmente en la imprevisibilidad del tiempo, convertir el período en metáfora de lo total -, es parte sustancial de la obra que se hace, o más exactamente: Montobbio hace de lo anecdótico, una continuidad habitable, vinculando esta tendencia a un modo de gestar la materia poética, o, quizá, a una poética: escribir, compulsivamente, mezclar las premuras del yo en la redes de lo inmanente. Los soles por las noches esparcidos, viene a ser una continuación, en forma y estilo, de un libro anterior escrito de semejante modo, bajo el arrebato de las musas: La poesía es un fondo de agua marina. Dos partes de una misma llama, dos sesiones de un solo trallazo germinador. Si constatamos que el libro anterior, el que precede a La poesía es un fondo.., y que fue el primero del autor, hay que localizarlo veinte años atrás, describiremos la singladura de una escritura que no se produce sino en momentos de saturación, de explosión, tras largos períodos de contención anímica. Una escritura que fluctúa en el tiempo porque es en el fluir del mismo donde halla su encarnación constante, donde se materializan sus vislumbramientos. Todo son adioses repetidos./ Desde ellos/ mi poesía dirige instancias al olvido/ que digo por ver si se apiada de mí mismo./ Y así me borro, así transcurro/ del tiempo perseguido/….Me extiendo y me repito./ Me pulso. /Soy última frontera de mí mismo. El límite y el destino iluminador del poema es la temporalidad pura de ese yo en refriega, y es ahí donde la experiencia se afantasma bajo la onda de las repeticiones y de los reflujos verbales y de donde se derivan tanto las virtudes como las “contraindicaciones” de este tipo de escritura de la heterogeneidad íntima.


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Leyendo uno tras otro, los poemas de Los Soles…, uno va introduciéndose en una aventura poética en la que las mixturas - la nota prosaica, el vuelo lírico, la anotación diarística convertida en poema, la oración - marchan paralelas, son aspectos de una sola simultaneidad, cómplices de la misma febrilidad. Todos los poemas de Los soles.. se suceden como los eslabones de un solo e inacabado poema, fragmentos autónomos y continuos que precisan de una materialización idéntica. Y Montobbio lleva a cabo su acción en tiempo récord, como si la palabra poética se dijera siempre al límite, en el momento del fin del mundo - del fin del poeta y de su mundo-. ¿Revela esta forma desbordada, extrema, de dar acontecimiento a lo poético que sólo cuando el poema está a punto de extinguirse se revela su naturaleza y entonces es cuando la liberación de la energía creadora bautiza su genuinidad? Podríamos decir que este libro de Montobbio, como los anteriores publicados, nos vuelve a plantear la cuestión del dónde y cómo brota la escritura poética, de la confianza puesta en el subjetivo manar de tal experiencia, sin olvidar de qué precario equilibrio ha dependido la liberación de tanto vislumbramiento vertido en el poema, testigo del largo proceso de un instante.


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SIN LUGAR SEGURO José Luis Zerón Huguet Sin lugar seguro Ed. Germanía, 2013. Col. Viaje al Parnaso Alzira (Valencia)

Por Rafael Morales Barba

No cabe duda de que la melancolía lleva cogida de la mano la elegía de muchos poetas españoles recientes de diferentes órdenes. En el caso de Zerón Huguet su verso está mucho más próximo desde ese registro al de Pedro González Moreno o José Luis Morales, por ejemplo, que a poetas del tránsito entre los 80 y los 90, desde un versolibrismo que ha bebido mucho en España en la herencia de Luis Rosales. Por supuesto, una melancolía humana y habitable, no inclemente como la herida


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extrema de las poéticas del silencio o de la melancolía insoportable, crispada en algunos, más meditativa y meditabunda en otros. No es cuestión de nombres ni de evoluciones prolijas que ya hemos contado en otros lugares, y sometidas a examen y revisión desde las nuevas miradas que se apartan tanto de la elegía levantina, como de la narratividad de los 80 del realismo cuando cayó en la cuenta. Otro tono proviene, tal y como contaba, desde este verso que no duda en ser amplio, sin ampulosidad, en hablar de autovías y de campo e infancias perdidas. Pero sobre todo de tiempo recobrado en un espacio rural, desde la casa generadora olvidada y recuperada, turbadora. Siempre sin inclinarse al quietismo expectante de Antonio Moreno, sin duda uno de los poetas más relevantes desde esa mirada, con quien tiene poco que ver el versículo abierto y narrativo de Zerón, pespunteado de un marco de referencias clasicistas como ligera envoltura. Un papel de regalo que no nos hace olvidar cómo este libro atiende mucho más a la orfandad que a ese pequeño culturalismo, con el que quizá el autor ha deseado marcar algo que no necesitaba el subrayado. En cualquier caso, aunque los poemas no mantienen siempre el do sostenido, cuando lo hacen, como en La casa está tranquila y algún próximo, sabemos que el viaje lírico del lector de Zerón Huguet no ha sido en vano.

José Luis Zerón Huguet


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La crítica de Anna Rossell

LITERATURA DE MÉXICO

UNA VIDA EN ZAPOPAN

Ángel Cervantes Fuentes Los velos del tiempo D.R., 2013 Ángel Cervantes Fuentes, México, 2013, 71 págs.

Estructurada sobre tres ejes temporales, 1988, 1964 y 2008, esta novela corta del mexicano Ángel Cervantes Fuentes, de inspiración autobiográfica, según afirma él mismo, nos sumerge en un ambiente prototípicamente mexicano de la zona de la que es


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oriundo, Zapopan (Jalisco). Como hiciera Rulfo con su Pedro Páramo, Cervantes hace arrancar la novela en el momento decisivo en que su protagonista, Ángel –alter ego del autor-, decide hacer un inciso en su vida e ir en busca de sus raíces para lograr comprender mejor a su padre, con quien sostiene una tensa relación, „tomar unas vacaciones acá, en su tierra, para tratar de entender un poco su vida. ¿Y por qué no?, también la mía“. Así, tras una breve introducción, la narración arranca en retrospectiva con un ejercicio de recuperación de la memoria, que lo será no sólo para el protagonista sino también para otros personajes a los cuales sirve el recuerdo de aquél para la construcción de la propia biografía, hasta este momento silenciada. Narrado en primera persona, pero plagada de diálogos, a lo largo de este viaje, físico e introspectivo a la vez, conoceremos historias y personajes paradigmáticos que el autor sabe recrear y cincelar con la ayuda de herramientas bien afinadas, que le son propias, y en las que Cervantes, haciendo honor a su apellido, se perfila como virtuoso: la gastronomía y la pluma. Así nos tienta con un almuerzo de „frijoles de la olla con ejotes y [...] café con piloncillo y queso de chiva con chile de molcajete“ o nos deleita con variedades lingüísticas autóctonas con las que caracteriza a cada uno de sus personajes y hace las delicias del lector, como cuando pone en boca de Don Máximo: „Ya no te preocupes, Pascual, si no juera por la María estate seguro que me quedaba, pero está por días, y pos la verdad se me calientan las habas por estar allá“, o como cuando Ramona dice: „Hace ya munchos años [...] pa’ la fiesta de La Candelaria, andaban unos juereños echando trago y bala; [...]. Pos resulta que una bala perdida de los revoltosos le dio en el mero corazón a doña Glafira, la esposa de don Máximo, [...] y él, bien encorajinado, les fue a reclamar. No les pareció lo que les decía y se agarraron a balazos, don Máximo mató a dos de los mitoteros [...]“. La novela no sólo tiene el gran mérito de recuperar idiolectos de la región sino que es de extraordinaria riqueza léxica de principio a fin. Las historias que cuenta su protagonista o que él oye de boca de otros retratan un México en el que, siguiendo la tradición mexicana, la vida y la muerte, la vigilia y el sueño, conviven y se entremezclan, a menudo sin transición, no sólo como recurso literario; las balaceras, los tiroteos por venganza, los ajusticiados a manos de la arbitrariedad personal, que creíamos puras historias de películas, están a la orden del día en los años sesenta del siglo pasado. En un registro literario muy distinto, Cervantes nos acerca a un México similar al que Jorge Ibargüengoitia nos presenta en Las muertas. Los velos del tiempo impulsa indirectamente, a su vez, una reflexión sobre la memoria, el recuerdo, la (re)construcción de la historia, la personal o la social; acompañando al protagonista recorremos los mecanismos de la evocación: el avistamiento de un paisaje, el reconocimiento de un olor, la audición de una palabra, de un relato..., estos son los aparejos que sirven a la recuperación de la memoria, los utensilios de los que nos servimos para encajar las piezas, que, una vez recompuestas, nos iluminan en nuestra interpretación de los hechos, nos ayudan a digerir y a comprender, devuelven la paz a nuestro espíritu porque hemos saldado una cuenta pendiente. Así regresa Ángel de su peregrinación al pasado, así vuelve a su punto de partida y a su tiempo, 2008, reconciliado y tranquilo. Una novela aconsejable, que no puede defraudar. Anna Rossell


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MÉXICO LINDO Y QUERIDO Jorge Ibargüengoitia Las muertas Joaquín Mortiz, México, 2012, 156 págs.

Fruto

de la más genuina tradición mexicana, esta novela de Jorge Ibargüengoitia (Guanajuato –México-, 1928; Madrid –España-, 1983), nos sumerge en el mundo cicatero de un México que él conoce profundamente, la región que le vio nacer. Ubicada en los estados de Michoacán y Guanajuato en los años sesenta del siglo pasado, el autor pergeña una historia de venganza y enredo que entretiene e ilustra al mismo tiempo. Con su habitual sentido del humor, tan propio, Ibargüengoitia nos presenta como puro realismo lo que pudiera creerse un manido tópico de antiguas películas del oeste mexicano. Sus personajes, que ridiculiza con gran habilidad, son prototipos fruto de una larga tradición histórica que reproduce caracteres vividores, naturales de un México más actual de lo que muchos pudieran creer y desear. Hija del más rancio acervo novelístico mexicano, como se echa de ver por el título –Las muertas-, glosa una historia de disparate en la que la muerte es tan cotidiana como la misma vida y el enredo sórdido, el gesto habitual para burlar la ley. La novela, que comienza con un acto de venganza contra el panadero Simón Corona por parte de su examante abandonada, perpetrado por tres hombres y la mujer ofendida en su panadería, se despliega a partir de aquí en retrospectiva. Hacia atrás en el tiempo iremos descubriendo las razones que llevaron a Serafina Baladro a maquinar el desquite, así como las de los acompañantes a colaborar. Con este pretexto conoceremos la vida de las madrotas Serafina Baladro y su hermana Arcángela, sabremos de cómo medraron en el negocio de la prostitución fundando La Casa del Molino y el Casino del Danzón, de cómo entra en acción el Capitán Bedoya y de las triquiñuelas que organizan las protagonistas con sus protegidas para salir airosas de los múltiples embrollos en los que se ven metidas.


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Con el dislate y el sarcasmo por consigna, Ibargüengoitia muestra una radiografía de un México que, si bien tratado con jocosidad, no renuncia a la aspiración de crónica objetiva, pues el narrador desaparece tras los testimonios de una larga retahíla de personajes, que prestan declaración ante el Ministerio Público y que dan cuenta de este modo de todos los pormenores desde el punto de vista de cada uno. Así protagonistas y situaciones conforman cuadros a caballo entre el grotesco realismo y el surrealismo, a medio camino entre la comedia y la tragedia. Ibargüengoitia es prolífico autor de artículos periodísticos, obras y ensayos teatrales, cuentos y novelas. Su novela Las muertas ha sido llevada a la ópera por Enrique González-Medina con el título de Serafina y Arcángela. Anna Rossell


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LITERATURA ALEMANA

LA ETERNA INMADUREZ DEL MATRIMONIO Elizabeth von Arnim Vera (Novela. Edición en catalán) Traducció de Dolors Udina, El cercle de Viena, Barcelona, 2013, 273 págs. (Existen también varias ediciones en castellano de este libro, así como en casi todos los idiomas modernos)

Publicada

anónimamente en 1921, esta novela de Mary Annette Beauchamp, conocida en el mundo literario como Elizabeth von Arnim (Kirribilli Point –Australia- 1866, Charleston –EEUU-, 1941) nos sumerge en la vida de una pareja de desigual sensibilidad, abocada al fracaso desde los inicios de su relación. Su autora, que, casada con el conde prusiano Henning August von Arnim y, al enviudar, con John Francis Russell, había acumulado amargas experiencias matrimoniales, buscó refugio en la escritura y se inspiró


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en sus propias vivencias. Ella, que ya en 1898 aireara su escepticismo hacia la institución matrimonial en su exitosa Elizabeth and her German Garden, que vio veinte reediciones en un año, siguió ficcionando su autobiografía en The Solitary Summer (1899), The Benefactress (1902), Vera (1921), y Love (1925). Las historias que nos narra devienen así el elemento que le era familiar y propio. Desde el punto de vista narrativo y temático el libro no es rompedor; en ambos sigue la tradición de la novela burguesa decimonónica al estilo de Madame Bovary (Flaubert, 1856), Effi Briest (Fontane, 1896) o Anna Karenina (Tolstoy, 1873-1877): el ilusionado e ilusorio enamoramiento de una joven e ingenua mujer de un hombre que le dobla la edad, que verá deshecho el encantamiento de su amor tan pronto como su amado y ella, ya casados, se instalan en la casa propiedad de aquél y se ve tratada como un objeto más de su pertenencia. El persistente éxito de esta temática en 1921, sesenta y cinco años después de la publicación de la de Flaubert, hace sospechar una actualidad que, con pocos retoques de maquillaje, bien pudiera alcanzar hasta nuestros días. Desde luego la novela no resulta hoy desfasada y puede leerse con empático interés, a lo que contribuye la pericia de von Arnim, que sabe trazar con maestría y sutileza de detalles el perfil psicológico de sus personajes. Ambientada en el otoño de 1920 en Cornualles, la historia descansa sobre cuatro únicos pilares, uno de ellos ausente –Vera-, difunta mujer del personaje masculino Everard Wemyss, que curiosamente da título a la novela. La arquitectura de la narración tiene el mérito de estar precisamente organizada en torno a una protagonista que no existe sino de modo indirecto: Vera, que ha muerto recientemente en circunstancias no del todo claras –ingrediente añadido de suspense-, será el eje en referencia al cual se definen prácticamente todos los demás. Gran mérito de la autora es saber definir a sus personajes a partir de sus propios pensamientos. A diferencia de la novela realista y naturalista del siglo XIX, la voz narradora no desaparece tras el diálogo directo entre los protagonistas sino que los observa con rigurosa atención para poner al descubierto sus mecanismos de engaño y


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autoengaño hasta revelar al lector los más recónditos repliegues de su alma. Lo que piensa del otro cada uno de ellos no le sirve tanto a la autora para dar a conocer a ese otro como para definirle a él. Así von Arnim consigue soberbios retratos psicológicos sobre todo de Everard Wemyss, de Lucy Entwhistle y hasta de Vera –a la que es capaz de dibujar indirectamente con bastante precisión a partir de sus lecturas y de las invectivas que le dedica su viudo, y en segunda línea de la tía soltera de ésta, la señorita Entwhistle. Lucy y Everard son fruto de una educación patriarcal condenada al desencuentro. Von Arnim no augura ningún futuro al matrimonio: él, seguro de sí mismo, autoritario, paternalista, egocéntrico, simple e insensible; ella, insegura, entregada al modelo paternalista, sensible, pero soñadora, que ha interiorizado los valores patriarcales, que acaban siempre por ahogar e imponerse sobre el realismo de su intuición. De Elizabeth von Arnim se han publicado en español Elizabeth y su jardín alemán (Random House, 1998; Lumen, 200), Un abril encantado (Punto de Lectura, 2001; Alfaguara, 1993, 2000 y 2002), Amor (Punto de Lectura, 2002), Vera (Ediciones del Bronce, 2001), Todos los perros de mi vida (Lumen, 2008), El señor Skeffington (Lumen, 2009), Un matrimonio perfecto (Lumen, 2010).

Anna Rossell


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NARRATIVA

GUÍA NOVELADA DE LA AVENTURA DEL CAMINO Venancio Iglesias Sombras en el camino CSED, 2012

Nueve relatos componen estas "Sombras en el camino", título también del último de ellos. La primera parte se abre con "Crisanto (Romance de ciego)", donde comparece la duda, la pregunta que cuestiona las analogías y semejanzas entre lo que es y lo que parece. "Soy como un marino que duda de los faros", dice el personaje, un camionero que ya no tiene seguridad en las "señales que indican lugares, direcciones, distancias". La urraca (como la corneja del Poema de Mio Cid) volando primero a derecha y luego a izquierda, pudiera parecer buena indicación. Pero ese mismo "pudiera parecer" le hace preguntarse a Crisanto: "¿vamos o venimos?" El tiempo del relato transcurre en la


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El autor de Sombras en el camino

España de la posguerra: a su manera, un mundo de analogías estables en disolución, como el "otoño" de la Edad Media en que transcurre la peregrinación a Santiago del último relato del libro. El protagonista nada sospecha pero en el fondo convive con la sospecha y descubre finalmente la inestabilidad de todo, como si el autor del libro nos quisiera decir que el descubrimiento de la perplejidad y la desorientación puede ocurrirle al ser humano en cualquier época, incluso aunque cierre los ojos. El segundo relato, "Balada de trompeta" (como el anterior, también con un protagonista-narrador; en este caso, un niño de un pueblo leonés y luego catedrático de instituto) es una historia de las experiencias de formación hasta llegar a la perplejidad, donde obsesivamente se desgrana el tema del desamparo humano y el amor (motivos apuntados en algunos personajes de "Crisanto"). El desamparo de un grupos de cómicos, la vejez, la conciencia del mal y de la imperfección, se enfrentan en el niño a una experiencia positiva: la música del enano Cosmín, el silencio que crea con su trompeta, algo que llena el alma como una caricia carnal, y promete la existencia de la belleza y del amor; una "promesa de felicidad", como Stendhal llamó a la belleza, emitida paradójicamente desde un ser que, para los ojos tópicos, representa la imperfección, la limitación de la fealdad. Esto le produce (y nos produce) perplejidad y el recurso al humor (un "don Juanín", no un don Juan, es ese Cosmín seductor de las bellezas). La evocación de unos versos del "Silbo de afirmación en la aldea", de Miguel Hernández ( "huerto, donde hallé la mejor vida ... en una venturosa geografía") funcionan para condensar el tiempo narrativo y presentar el contraste, en el protagonista, entre naturaleza y cultura: entre niñez y edad adulta, y entre lo que tuvo voluntad de ser, gana, y lo que tiene voluntad de apariencia y aun no se ha reunido con esa vocación de ser. Se trata de un conflicto de identidad en el ser humano, que todos -tarde o temprano- hemos de afrontar. Este relato tiene una doble lectura: una anecdótica, quizá autobiográfica, de mucha discontinuidad, ritmo más relajado y aparente azar narrativo, y otra más profunda, pues se instala en el presente de la obsesión del adulto atrapado por la perplejidad y el eterno


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retorno. De ser evocación -desde la infancia del narrador hasta el momento presente de la obsesión- el relato se abre a temas muy complejos que acompañarán ya el decurso del libro. Un clave, quizá: el bululú del teatrillo, que recuerda el niño, se convierte en metáfora del narrador múltiple, del narrador adulto. El río-tiempo que fluye en el centro de la ciudad, y León, la ciudad que siempre vivió con el joven y ahora con el adulto-narrador, se convierte en símbolo del tiempo circular, que enlaza ahora en un misma corriente (siempre presente) la naturaleza y la ciudad, el hogar materno y la cultura que el padre presenta al muchacho; la infancia y las siguientes edades de la vida del hombre, así como los puntos de vista del narrador: el suyo y personal, y el mundo ambiente de todo lo que ha visto: en definitiva, el bululú, que representa el yo y todos los personajes que ha visto, todos los personajes de una historia civil, es como ese tiempo real que parece no pasar en un presente insomne, y es, también, la escritura. El libro gira a una reflexión sobre la obra literaria, no sin antes apuntar un guiño de humor, de complicidad con el lector y recusación de toda pedantería: "in orujum veritas". En esto de enseñar, como en el amor y en casi todo, quien más o quien menos es un "sorche", en el mejor de los casos, dispuesto a aprender; la pedagogía hay que tomarla con un grano de sal. ¿Cómo la obra literaria actúa sobre la sensibilidad? ¿Cómo la belleza literaria nos hace una llamada al carpe diem: aprovecha la hora - aprovecha la hora porque el tiempo fluye, sí, ese otro tiempo que se nos vuelve extraño y al cual ya solo volveremos con nostalgia desde el tiempo-espejo que queda siempre con nosotros? ¿Y cómo, finalmente, esa llamada, a la sensibilidad y al gozo de lo corporal y fugitivo, es una incitación a hacer florecer tu alma, a alimentarla y cuidarla según su ritmo natural, el ritmo que lleva los mismos pasos de aquella madurez de los sentidos por la que empieza a metérsenos la literatura? Esta reflexión se cruza con la obsesión de Cosmín: el enano que hace reir exactamente de lo que no es risible, la tristeza que nos produce ese equívoco y, por otro lado, el don de su extraña disposición a la belleza. No quisiera espantar al lector si le digo que esté atento aquí a sus propias conclusiones, a partir de detectar en el relato esta meditación sobre el cuerpo, el sexo, los límites físicos y la cárcel material en que se manifiesta sin embargo la belleza en su esplendor. Maravilla es el relato siguiente: "La xana del cenobio", fusión perfecta de ironía e ingenuidad de leyenda. Suspensión de la incredulidad a la vez que complicidad humorística. En el prologuillo se nos advierte que se va a cantar la verdad sobre el cuerpo, una misa nueva a la que ha de estar atento el lector. El ritmo simbólico, litúrgico, del relato: las referencias al camino de Santiago, el nombre de doña Clara, la bella novicia protagonista; el numero siete de las monjas benedictinas, el rito de bañarse siete veces y de rezar sietes oraciones antes de acudir al pecado... al encuentro con el amor carnal; el silencio más absoluto de la noche, como un salteador de caminos, el sastre melgueru... todo eso no hace que olvidemos, al final, el aire de duda de la leyenda, la perplejidad ante la interpretación de los sucesos. ¿Y si el bello final que imaginamos fuera imposible, como lo es en este mundo el triunfo del amor, y tuviera razón la interpretación diabólica? Siempre, a pesar todo, nos quedará El Amor en la calle de Ordoño II. Este relato nos resulta especialmente querido. Nos presenta al mismo personaje del bien, encarnado en el nombre y persona de su protagonista: Agapitón. Y las parejas entrañables de los


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amigos Silvano y Agapito (o Agapitón), que representan la dualidad naturaleza-cultura, y de sus respectivas mujeres: Asún (monflorita, hombruna por naturaleza y tan femenina, amada y aceptada por su marido Silvano) y Adelina (que aparenta parálisis para ser cuidada por su buen esposo, el que ya conocemos como el bueno de Agapito). Nos encontramos ya de pleno en ese tiempo real que no pasa nunca, pero ahora (a diferencia de "Balada de trompeta") presentado de forma positiva: la misma calle leonesa de Ortoño II, en cuyo paseo se encontraron por primera vez los cuatro amigos; la misma respuesta de Silvano, tras la muerte de su esposa: "soy viudo desde ayer" repite el desconsolado, que aunque pasen los años dice verdad verdadera, frente a lo insustancial de la pregunta curiosa: ¿desde cuándo es usted viudo?, hecha desde otra medida del tiempo. El tiempo detenido, el tiempo del sentir recuerda el verso de Vallejo: hay golpes en la vida tan fuertes... y, claro está que a Garcilaso. El relato "La corona" tiene un aroma de leyenda medieval milagrosa, que da explicación del nombre de un lugar de culto. Su tema es la oración soñada, aunque su argumento trata del robo de la corona de la Virgen de la ermita de Tejeda de doña Urraca. La historia parece como un remanso en la tensión de la inquisición que realizan otras narraciones del libro. Con la voz del animal de esta fábula, la urraca; la oración soñada nos dice que las ideas verdaderas son las que nos hacen tener esperanza, nos tranquilizan y nos quitan el miedo. En definitiva, la perplejidad. Comparecen, asimismo, otros símbolos naturales, como el símbolo del tejo, el árbol celta (protagonista simbólico en otro magistral relato de Venancio Iglesias - "El árbol de don Deogracias"- incluido en su anterior libro Esperando a Susana). No dejará de sorprender el diálogo entre "Zaratustra" -reencarnación del personaje de Nietzsche; alusión al eterno retorno- y el "dendrita" (monje ermitaño morador de aquel árbol del tejo, del que solo baja para decir los oficios en la cercana ermita de Tejeda de doña Urraca), que recuerda al ermitaño en el bosque, del que Zaratustra-Nietzsche dice que aun no sabe que Dios ha muerto. Ese encuentro se resuelve en el sentido del respeto a la paz del sueño. (El noli tangere de la esperanza, de la fe soñada, frente al despertar de la duda y la perplejidad; como ocurre en el relato de Unamuno San Manuel bueno, mártir. Obsérvese, sin embargo, el otro Unamuno conflictivo, para poder seguir las intenciones últimas del relato, que cuestionan toda su apariencia de calma). Curiosamente, en este relato, que tiene un final casi irónico, la acción no se resuelve sino por la intervención de la pajarita, la urraca, que repone la corona robada por los ladrones. Todos los personajes, incluido el dendrita, doblado en predicador y custodio del orden aldeano, siguen actúando igual, después de ese suceso; como si no hubiera ocurrido nada. Aquella resignación de vida soñada da un giro en el siguiente relato: "Pajarín" o pajarita, nombra ahora a la protagonista, como si ahora se tratara de avanzar. Este relato versa sobre la orfandad y la maternidad. Rosario, que encuentra al fin la maternidad, dice a Pajarín: "volverás a volar y no en sueños" Y llegamos "Al agua sombría". Bajo el auspicio de unos versos de don Antonio Machado, se cuenta el relato de la inocencia amenazada de un niño en el contexto de una guerra civil. El relato se dobla en relato y reflexión: relato desde los ojos del niño,


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meditación sobre la narración como nostalgia del desnudo (de la inocencia y del paraíso o jardín perdido, aunque en una nota del libro se advierta que posiblemente "paraíso" signifique no lo que nosotros entendemos por un jardín doméstico, sino algo más próximo a bosque y selva con animales y senderos no hollados). "Todas las narraciones no son otra cosa que nostalgia del desnudo, y toda la literatura no otra cosa que ensayos del viento otoñal" se dice en el frontis del relato. Una función de deconstrucción, como dijo Jacques Derrida, es todo lo que puede hacer la literatura; y no es poco. La "yegua azul", "salvapraos"; el abuelo escondido en "el estaribel", durante el asalto de los milicianos al hogar del niño protagonista; el pueblo de Canseco convertido en llamas; la misma dedicatoria del relato "a Adriano de Paz"; y la sentencia que dice el abuelo: "el mal que las personas llevan es su infierno". Son imágenes que lleva de un lado a otro el viento otoñal en este honda historia de reconciliación no exenta del dolor de la melancolía, por lo que fue una vez destruido y por lo que siempre podrá de nuevo destruirse.

Venancio Iglesias en el casino de Murcia Fuente: www.laverdad.es

"Apócrifos del peregrino", el siguiente relato, es, en fondo, un tratado monográfico de la melancolía. Destila a fondo el dolor que deja, ya no solo el bien perdido o la presencia constante del mal sin cura, sino, más aún, el bien nunca alcanzado: todo el amor posible no realizado nunca. El paradigma de ese amor "imposible" y melancólico,


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por esa condición de bien posible nunca realizado, es la historia de amor entre Jesús y María Magdalena. Myriam, María de Magdala, "la torre desde la que veía el mar", como la llama en el relato Jesús. Bajo ese paradigma del amor perdido se extiende la melancolía humana de lo sido, el perro de la melancolía que nos acompaña desde lo pasado. Así se entenderá que este relato aúna la nostalgia del amor de varios personajes, siempre sobre la huella de ese paradigma, que de forma magistral se trae, como en carne y hueso, primero, a las calles de una ciudad actual, de León, y luego, al camino de los peregrinos de hoy mismo. Es Jesús de Nazaret quien vuelve al mundo atraído por la nostalgia de ese amor perdido, y lo encuentra como en sueños en María Magdalena, la camarera de un "búrguer", para quien, también, como en sueños, aquel pobre es Jesús. Pero, ¿vuelve solo por esa nostalgia? En el fondo, el paradigma de Jesús y María de Magdala es el paradigma de la melancolia que hay en el amor entre dios y el hombre, la nostalgia y una cierta mezcla de melancolía e impotencia por parte de dios de no haber realizado ese amor salvando a su hijo. Nos queda de nuevo, tras la vuelta de Jesús, el valor de la caridad renovada, el cuidado del amor y del alma, ese "vaso frágil," y de cualquier manera desamparado y arrojado al tiempo destructor y a la muerte, y, antes, para más inri, a ese río de la vejez que dolió a Séneca y a Quevedo. Pero, nos queda también, como en "La corona", con el personaje de Zaratustra, el acierto literario del personaje del relato ("apócrifo", guiño contra el que lo tomara al pie de la letra) y la posibilidad de reencarnaciones de un símbolo del bien y la confianza en el ser humano, gracias a la literatura. Si acaso, también, nos quedan vagos signos de confianza: la catedral, "corpus lingüístico", cuya lengua petrificada habla el lenguaje de las nubes y los pájaros; pero también cobija a los cuervos; que muestra el silencio de la tumba y el silencio de la soledad sonora que le llevan a diario los pájaros y los niños. En ese "camino de Santiago" que recorre Jesús reencarnado, a él sólo le queda a salvo de la cruz de la melancolía la mirada pura, azul, de los niños y el azul del cielo de los gorriones. "No está todo perdido mientras haya niños y gorriones". Se anticipan los temas de confianza del último y capital relato. "Sombras en el camino" se inicia con un tiempo de total amenaza; desde Muxía (allá en el extremo de Coruña, donde a pedra de abalar de la Virgen de la Barca; piedra, si antes barca en que llegó la Madre de Dios en una tormenta, hoy, por cierto, lugar de juntas de mozos y mozos, y no precisamente para arbitrio de asuntos de la Municipalidad) hasta en el noreste pirenaico, por todo el camino hay signos de destrucción que evocan en la imaginación aterrada los "novísimos" predecesores del Apocalipsis. "La gente huye desesperada cuando ve a un peregrino, con el mal a cuestas". Tocar o ver a un peregrino es contraer el temor. El misterio del Camino es, ante todo, el ser un camino solitario, y tener el valor de afrontar la perplejidad que causa estar en él tanto como alcanzar su meta. Pues el deseo con el que parte de su lugar cada peregrino -perplejo, ciego- es el de recobrar la vista y de volver de nuevo "aquí", a su lugar y vida propia. Salud y salvación del mal, tras encontrar una guía de luz; vita nuova y reencarnación. El camino simboliza la búsqueda de salud para volver al mundo verdadero, éste, donde Dios o el destino nos quiere; el simbolismo del Camino, de la unión del agua y la piedra, alude a la verdadera inmortalidad del alma, que no es la inmortalidad pagana, en otro mundo del más allá, de espíritus puros sin cuerpo; pero tampoco es, estrictamente, la católica; ¡vaya con el señor


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Santiago esotérico, y un pelín herético! En cualquier caso, el personaje -creemos- con el que se puede identificar más el lector de esta historia no es con Daniel, a quien le basta con sentir intelectualmente la perfección de los cielos, sino con Ferrand, el ciego enamorado, el único ciego que recobra la vista -un poco cómicamente al tropezar con el altar de piedra de la iglesia-catedral de Santiago, llevado por el ansia de volver a ver pronto a su amada Hermelinda con ojos reales. Porque el amor quiere que sintamos con otros ojos, que nos metamos en ellos y sintamos a través de ellos, y quiere el contacto más adentro en la espesura: encontrar, en fin, la vida, el cuerpo, la trama de la persona o las personas que hay detrás de la belleza de la analogía. Al amor humano no le basta con escuchar, platónicamente, la música con los ojos, ni le es suficiente practicar los sentidos intelectuales, como es propio de Daniel, quien siempre se parecerá al profeta del Pórtico de la Gloria del maestro Mateo, pero a quien Dios no ha llamado a su seno. ¿Es blasfemo pensar que Dios quiere que le amemos con el mismo amor carnal que ponemos en nuestros amores? El "triunfo del amor" de Ferrand- Hermelinda ¿nos compensará de tanta melancolía? La clave que da el autor, para responder a esto, se encuentra en que la llegada a Santiago y la entrada en la catedral supone, para Ferrand, recuperar la vista, pero "desde ahora tendrá que buscar con la mirada las referencias necesarias para encontrarse en el mundo. Mañana, al amanecer, emprenderá el camino de vuelta buscando en cada brillo de las gotas de rocío los ojos grandes de doña Hermelinda".

Fulgencio Martínez


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LA TENTACIÓN DE LEER. NOVEDADES EDITORIALES ENERO 2013 FM

La tentación de leer quizá sorprenda a algunos antes de que acabe el año. Por si eso sucede, le recomendamos, desde Ágora, algunas lecturas.


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Nos llegan en estos días algunas de las novedades literarias aparecidas a final del año pasado, y de las que no pudimos dar cuenta en nuestra anterior cala. La editorial sevillana Renacimiento propone en cada una de sus colecciones (ensayo, poesía, historia, antologías) textos y autores que despiertan el apetito de leer. En su catálogo de invierno 2013, nuestra curiosidad, que esperamos compartir con el lector, se ha centrado inmediatamente en un poeta, José Mas, valenciano, fallecido en 2012, que tras diez libros publicados, nos ofrece en Renacimiento un último y decisivo libro poético: FUGA Y CONTRAPUNTO. Un poemario transido de una pureza cristalina, reflexivo, donde el verso fluye como el agua. Así, en este poema titulado, precisamente: "Agua tú sola": Eres agua que fluye y canta, con tu voz propia y con la voz que le robas a las cosas. Tienes tu propia forma, y a la vez, te amoldas a la forma de jarros, y ollas, cántaros y ríos. Puedes andar a saltos, salpicando de gracia todo lo que se te allega: escaparates, libros o semáforos. Pero también con demasiada asiduidad eres agua durmiente que apenas bulle aunque consuele y acompañe. Siendo blanda y suave, puedes brindar apoyo al polvoriento de sed o al empedernido. Desgastas con constancia la dureza de las peñas tú, que a primera vista eres tan impaciente.

(....) "Agua tú sola", fragmento. José Mas.


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Además, el poeta-filósofo Juan Larrea, bilbaíno, uno de los mejores y más secretos vates de la Generación del 27, nos conversa en este libro acerca de una de las obsesiones de todo poeta, el lenguaje poético y su relación con la trascendencia: el libro se llama La religión del lenguaje español (Renacimiento, Col. El clavo ardiendo, 2013).

Por último, el poeta y escritor vasco Gabriel Insausti, autor de libros de poesía como Últimos días en Sabinia, y Cristal ahumado, traductor de los románticos ingleses y estudioso de la literatura, publica un estudio crítico, histórico-literario, sobre Luis Cernuda, del que seguimos aprendiendo a propósito o no de sus homenajes. EL TIEMPO Y LA DISTANCIA (Escritos sobre Cernuda) revela nuevas claves para entender al poeta sevillano, uno de los mejores poetas del siglo XX. La simbología del arpa y el ave nos abre a la condición de exiliado que tiene el artista, y en especial, el poeta, en el mundo


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actual. Un poema, "El arpa", del libro de Cernuda Como quien espera el alba, confronta la voz del poeta temerosa de habitar definitivamente el silencio, y ese símbolo becqueriano del "arpa".

¿Qué frutas del paraíso, cuáles aljibes del cielo nutren tu voz? Dime, canta, pájaro del arpa, oh lira.

(...) "El arpa", Luis Cernuda, cit. en El tiempo y la distancia, G. Insauti. p. 165.

Dos libros, pues, de ensayo: uno de Larrea y otro sobre Cernuda, compañeros de generación por cierto, dos libros que tienen como trasfondo la comunicación poética (uno a través del lenguaje y la lengua española, el otro buceando en lo inefable y en la simbología "eólica" del sentimiento irremediablemente neoromántico de Luis Cernuda). Y uno tercero, poesía de hoy, del poeta Jose Mas, en la que bulle el tiempo con ese trozo de piel que nos quita, a cambio de darnos reflexión. Terminamos con estos magníficos versos del libro Fuga y contrapunto, p. 48. El tiempo -o su concepto aprendidofue derrumbándose sobre mi casa, a la que el posesivo "mía" le iba quedando cada vez más holgado y desteñido, (...)


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EN EL PRÓXIMO NÚMERO DE ÁGORA DE ABRIL 2014 POEMAS DE JORDI LLANÉ-LLIGÉ, MARIAN RAMÉNTOL, CESC FORTUNY, ÁNGELA SERNA, FELIPE JUARISTI, BERNA WANG, JESÚS AGUADO, TONI QUERO, ALMA PAGÈS, ARIADNA G. GARCÍA, ALFREDO PÉREZ ALENCART, AURORA SAURA, ANDRÉS ACEDO, y MAXIMILIANO HERNÁNDEZ MARCOS EN ANTOLOGÍA ACTUAL DE POESÍA ESPAÑOLA. Y POEMAS DE JAVIER LOSTALÉ Y JUAN TOMÁS FRUTOS EN DIARIO DE LA CREACIÓN, PANORAMA ACTUAL DE LA POESÍA EN ESPAÑOL. EL NÚMERO ESTARÁ DEDICAD0 A ANTONIO MACHADO, CON LOS TEXTOS PUBLICADOS EN EL BLOG DURANTE EL MES DE FEBRERO EN QUE SE HA RECORDADO AL POETA SEVILLANO AL CUMPLIRSE EL 75 ANIVERSARIO DE SU MUERTE EN COLLIOURE. ...y LA CRÍTICA DE LIBROS EN BIBLIOTHECA GRAMMATICA.


Antonio Machado, en 1927, fotografĂ­a de Alfonso


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