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TERCERA PARTE Período monárquico 20. Saúl, un rey para Israel La monarquía en Israel no es resultado de una planificación política, sino una respuesta al problema de subsistencia de las tribus. La amenaza filistea y de otros pueblos hizo a los hebreos organizarse para no sucumbir. Las asociaciones tribales ocasionales no tenían agilidad ni consistencia suficiente para reaccionar con eficacia y el resultado fue la monarquía. El modelo más próximo era el de la monarquía local cananea, que habían adoptado también los filisteos. Pero en el Próximo Oriente, los grandes estados como Asur, Babilonia, Egipto, Hatti aseguraban su estabilidad y continuidad con la fórmula dinástica. Sólo se podía hacer frente a la subsistencia del Estado gracias al compromiso de cada miembro de la dinastía con la continuidad de los servicios públicos; algo que la disgregación tribal y la intervención del héroe salvador no podían garantizar. Desde la costa los filisteos presionaban en la cara occidental de las montañas palestinas, los amonitas lo hacían desde el este y los amalecitas desde el sur. Eran amenazas a las que había que oponer no un caudillo carismático como en tiempos de los jueces, sino una autoridad que pudiera organizar mejor el reclutamiento en todas las tribus y dirigirlas con una política enérgica. La primera figura de esas características en la historia hebrea es Saúl, que surgió como jefe carismático, manteniendo toda su vida ese carácter, es decir, ejerciendo poderes permanentes. Saúl fue un rey militar que tuvo a su mando una poderosa fuerza defensiva, pero que no creó una organización estatal ni contó con funcionarios estables, no construyó una residencia que fuera referencia del poder establecido ni conocemos que hiciera ningún cambio en las instituciones cúlticas. Guibá no pasó de ser su residencia personal ni adquirió el rango de capital del reino. Mapa 26. Las campañas de Saúl

Su origen como jefe carismático lo tenemos en la llamada al combate poseído por una “ira de dios” que le lleva a liberar la ciudad de Yabés de la amenaza del rey amonita Nahash. Pero tras la victoria se produce el cambio: el pueblo se dirige al santuario de Guilgal y le proclama rey. La aclamación de Saúl se produce en la zona benjaminítica, por tanto no tiene lugar ni en suelo de Efraím ni en Transjordania, y tampoco tiene una dimensión panhebrea, sino que las tribus implicadas serían las del norte, quizá incluidas las galilaicas, es decir, la coalición del cántico de Débora.

BIBLIA – La justificación de la monarquía Los relatos sobre el origen de la monarquía en el Antiguo Testamento reflejan un conocimiento de la historia posterior y son interpretados a la luz de José Ochoa, Atlas histórico de la Biblia, I. Antiguo Testamento (2003)

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