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planicie de Cilicia durante las migraciones que sucedieron a la guerra de Troya. El fenómeno colonizador griego que tuvo lugar entre 750 y 550 a.C. extendió su cultura por todo el Egeo, el sur de Italia, Sicilia y las costas occidentales del Mediterráneo. Algunos grupos de inmigrantes griegos se instalaron en el norte de Siria, en lugares como Posidión, al sur del nacimiento del río Orontes. A mediados del siglo IV a.C. el comercio entre Grecia y Siria se intensificó y se produjo un intercambio de población entre mercaderes atenienses y fenicios. La fuerza del desarrollo cultural griego (su literatura, el desarrollo filosófico, el arte, la organización social, la democracia, la construcción de la polis) influía en todos los pueblos con los que entraba en contacto. Después del choque con el Imperio Persa a principios del siglo V a.C. y de la época de esplendor creativo de la Atenas de Pericles, empañada por la Guerra del Peloponeso, se produjo a principios del siglo IV a.C. un proceso de helenización del pueblo macedonio, que vivía al norte de Tesalia y que estaba muy atrasado. Tras la hegemonía de Tebas, el desgaste político de la Grecia clásica, crea las condiciones para que el rey macedonio Filipo II intervenga en la política de las ciudades independientes. Con un ejército de potencia antes desconocida y una capacidad política destacable, Filipo consiguió la hegemonía en Grecia y concibió su empresa panhelénica. Su hijo Alejandro III iba a cambiar al mundo dando a la obra de su padre una dimensión internacional, al conquistar el vasto Imperio Persa. El período helenístico, que para Grecia supone un período de decadencia y ruina económica, es la difusión en los reinos que surgen del imperio de Alejandro de una cultura helena uniforme, con una lengua homogénea (la koiné supera el estado dialectal del griego de las centurias anteriores) y nuevas formas sociales y de pensamiento. Surge el espíritu crítico y comienza la producción de libros en papiro que facilitan un desarrollo científico y literario sin precedentes, aunque de la literatura helenística no conservamos más que una mínima parte. A la muerte de Alejandro Magno en 325 a.C. los territorios bajo su dominio se los repartieron sus principales generales, conocidos como diádocos. Los dos más importantes fueron Ptolomeo y Seleuco. Hasta la llegada del poder romano, Palestina iba a estar de nuevo alternativamente condicionada o dominada por el norte y por el sur, pero esta vez los dos fuerzas eran griegas. Mapa 61. La división del imperio de Alejandro

El helenismo fue el fenómeno de impregnación de la cultura oriental por el pensamiento, el arte, la organización social y política griegos. A diferencia de sus predecesores persas, los griegos tenían un ideal de unificación social y cultural de la humanidad. Ese ecumenismo helenizante se convirtió en un objetivo legítimo para una civilización que se consideraba intelectualmente superior a todas aquellas con las que entraba en contacto. Alejandro entendía este ideal como una mezcla con las demás culturas, una adición que se manifestó cuando impuso a sus generales esposas de razas iranias. A su muerte, todos las repudiaron, excepto Seleuco, y se pronunciaron

José Ochoa, Atlas histórico de la Biblia, I. Antiguo Testamento (2003)

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