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fenicios. Los reyes de Judá y de Israel, Ocozías y Joram, se aliaron para hacer frente a los arameos en Ramoth-Galaad (2R 8,28). A Hadadezer le arrebató el trono de Damasco el belicoso Jazael, según narra la Biblia (2R 8,7-15) y confirman las fuentes asirias. Las agitaciones internas en Asiria suponían un respiro para los reinos arameos, que aprovechaban para fortalecerse y cuestionar las fronteras con sus vecinos. Al final del reinado de Salmanasar III y durante el de Shamshiadad V, Damasco atacó el reino israelita de Joacaz, el sucesor de Yehú, y esta vez no se quedó en un habitual enfrentamiento fronterizo, sino que los arameos llegaron a ocupar Gath y a amenazar Jerusalén. La capital de Judá se salvó gracias a un elevado tributo que tuvo que pagar el rey Joás. A pesar del duro golpe recibido por la campaña de Adadnirari III, los arameos de Damasco volvieron a arremeter desde el nordeste contra Israel a finales de los años setenta del siglo VIII, según se nos dice en el libro del profeta Amós (Am 1,2-3). Queda la duda de si el texto profético se refiere a nuevos ataques o alude al conflicto vivido en el pasado. Contemporáneamente los amonitas presionaron por el este, haciendo más difícil la situación en el reino hebreo septentrional.

PERSONAJES – Amós Amós predicó su apasionado mensaje hacia el 760 a.C. Provenía de Tekoa, en el desierto de Judea. No era un simple pastor, sino un astuto intérprete de los acontecimientos internacionales y gran conocedor de la historia y los males que aquejaban a Israel. Atacó los pecados sociales de una clase que sacaba su riqueza de la opresión de los campesinos (Amós 4,1; 5,10-13; 6,4-7). Destacó el contraste entre el lujo de la aristocracia y la corte real de Samaria y la miseria los pobres, a los que se les había despojado de la tierra. Algunas de las denuncias más contundentes que realizó Amós las hizo en el santuario real de Betel y en Samaria. Asiria no está entre las preocupaciones de Amós, porque los sucesores de Adadnirari III, acosados por los urarteos y los medos, no presionaron sobre la zona siria, donde los pequeños estados arameos se aglutinaban. A los ojos del profeta estos pueblos y otros vecinos próximos eran un peligro más tangible que la lejana Assur. De todas formas, queda por saber si un profeta judaico que actúa en Israel podía tener información sobre la política internacional para sacar conclusiones que nos sirvan de interpretación histórica. Un tercer foco de conflicto exterior lo vivió intermitentemente el reino de Israel con los vecinos surorientales. En la costa oriental del Mar Muerto, Omrí consiguió dominar la Transjordania entre el Jabbok y el Arnon, que habían sido sometidas por David. Tras la muerte de Ajab, el rey de Judá, Josafat, formó una alianza con Joam de Israel y el rey de Edom (2R 3,7) para evitar la expansión a los moabitas liderados por su rey Mesá, quien intentó recuperar alguna parte del territorio en disputa. El rey de Moab debió de obtener algún resultado a la caída de la dinastía de Omrí.

José Ochoa, Atlas histórico de la Biblia, I. Antiguo Testamento (2003)

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