El Aedo #4

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El Aedo #4!

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Es viejo el dicho de que pictura est laicorum literatura, y, en estos tiempos en que narrar es algo que a menudo quiere vincularse con leer, los soportes en forma de libro –aunque antes hubieran sido en forma de frescos, de conjuntos escultóricos, de enormes pliegos de cordel, de exvotos pintados, de retablos– hacen converger de manera rápida a narrador y espectador en un universo concreto, definido por esas imágenes compartidas en el mismo instante, y propician que, en un uso posterior, el álbum ilustrado funcione a modo de ruiseñor, sirviendo de lanzadera para impulsar ese ejercicio que ya no acabará nunca de recorrer en ambos sentidos el camino que comienza a establecerse entre palabras e imágenes. Resulta por tanto lógico que durante mucho tiempo su uso haya estado enfocado al desarrollo de un lector novel independiente, aunque, afortunadamente, ahora mismo ya se considera como lo que realmente es, un lenguaje estético específico capaz de soportar otras funciones.

sustrato fundamental es la imaginación. La imaginación es, entre otras cosas, la forma de conocer la realidad más allá de la razón, adentrarse en lo profundo desde el ámbito simbólico, el juego y la ruptura de los imposibles. En este sentido conviene señalar que «imaginación» y «fantasía» son dos términos diferenciados y para explicar esta diferencia nada mejor que un ejemplo: ante un problema, con la imaginación lo resolvemos, con la fantasía nos evadimos (pero, una vez de vuelta, el problema sigue estando ahí). ! La imaginación, tal como dice el DRAE en su primera acepción, sería la 'facultad del alma que representa las imágenes de las cosas reales e ideales'. Es, por tanto, gracias a la imaginación que podemos visualizar los cuentos que contamos o escuchamos, y sucede entonces que contar y escuchar se convierten en un ejercicio que refuerza el músculo de esta facultad. Ocurre además que la imaginación en los cuentos trabaja de dentro hacia fuera, al contrario que otros lenguajes de ficción como los vinculados a las pantallas, que trabajan de fuera hacia dentro: empobreciendo y colonizando más que fortaleciendo. ¿Qué quiere de decir este «trabajar de dentro hacia fuera»?, nada más sencillo: una palabra puede transformarse en mil imágenes, tantas cuantas escuchadores del cuento haya. Si quien narra dice «árbol», quienes escuchan visualizarán cada uno su árbol (y todos estos árboles serán diferentes); al contrario que quienes miren ese árbol en una pantalla: todos verán ese mismo árbol, articulando una ficción

! Sea como fuere, se necesitan claramente imágenes que ofrecer a quien acude a escuchar. Y construirlas adecuadamente, reconocer las más interesantes para cada propósito particular, buscar las más frescas y renovadas y utilizarlas para componer con mimo el ramillete de cualquier relato es algo que forma parte ineludible del oficio de contar.

IMAGINACIÓN · Pep Bruno Los cuentos son el paso natural para acceder a las tierras de ficción cuyo 57


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