"MOMENTOS ESTELARES DE LA CIENCIA" De Isaac Asimov

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Isaac Asimov

Momentos estelares de la ciencia

10.

Michael Faraday

Hará unos ciento cuarenta años, un físico inglés daba en Londres una conferencia sobre algunos de los trucos que se podían hacer con imanes y alambres. Ante él tenía un cable enrollado en forma de bobina y conectado a un galvanómetro. El galvanómetro es un instrumento que se utiliza para medir la electricidad; lleva una aguja que se mueve al pasar corriente por el instrumento. Puesto que el galvanómetro no estaba conectado a ninguna batería, no podía haber corriente que fluyera a través de él. La aguja estaba quieta. Pero he aquí que el conferenciante introduce la barra de un imán en la bobina y la aguja salta hacia la derecha: aparentemente de la nada ha aparecido una corriente eléctrica. Al volver a retirar el imán, la aguja vuelve a saltar, esta vez hacia la izquierda. ¡Qué curioso! Cuentan que después de la conferencia se le acercó una dama al conferenciante y le dijo: «Pero señor Faraday, ¿para qué va a servir la electricidad establecida tan sólo durante una fracción de segundo por ese imán?» Y Michael Faraday, con toda cortesía, replicó: «Señora, ¿y para qué sirve un niño recién nacido?» Otra versión de la anécdota dice que fue un político quien le hizo la pregunta y que Faraday respondió: «Señor, dentro de veinte años estará usted cobrando impuestos sobre esa electricidad.» Michael Faraday nació cerca de Londres, el 22 de septiembre de 1791. Su padre, herrero de profesión, tuvo que trabajar muy duro para sacar adelante a sus diez hijos, y se instaló con su familia en Londres cuando Faraday contaba todavía muy pocos años. El joven Michael entró allí de aprendiz de encuadernador. Fue un golpe de fortuna, porque de esa manera estableció contacto con los libros. Oficialmente sólo tenía que ocuparse de la fachada, pero él no podía resistir la tentación de abrir las páginas y fisgar en su interior. Ni tampoco pudo resistir la tentación de empezar a interesarse en la ciencia. Luego vino un segundo golpe de suerte, y fue que su patrono le animara a que leyera los libros y le permitiese que asistiera a conferencias científicas. Faraday escuchaba estas conferencias con enorme entusiasmo. Tomaba abundantes notas y al llegar a casa las pasaba a limpio con todo esmero y añadía diagramas de su invención para hacerlas más claras. Las conferencias que más le gustaban eran las de Humphrey Davy, en la Royal Institution. Davy era el químico inglés de más fama y un conferenciante que gozaba de gran popularidad. Faraday le envió una copia de las notas que había tomado en las conferencias y le pidió un puesto de ayudante. Davy leyó las notas con agrado y asombro. A la primera oportunidad le dio a Faraday 31


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