Alcublas en la soledad del fuego

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Alcublas, en la soledad del fuego Crónica y fotografías de J.Blanco. Llegaban noticias de que había un incendio en Andilla. El viernes, por la noche, el fuego estaba lejos, pero sus efectos se notaban en el ambiente. El olor a humo estaba bien presente. Posiblemente se trataría de un fuego más, de esos que abundan en el verano. Además, Cortes ardía. ¡Para que dedicar grandes recursos a un pequeño incendio! Por la mañana subimos al Codadillo y a Los Molinos. Por las crestas del monte que hay detrás de la Hoya, aparecía el fuego. Avanzaba rápido, como si compitiese en una carrera frenética. Pensamos que nunca llegaría a nuestro improvisado observatorio.


La gente se movía de un lado a otro, mirando, esperando noticias. Ni rastro de los servicios contraincendios. Imparable, en unas decenas de minutos, el fuego cruzaba la carretera y se dirigía a El Alto y a La Seca. Pero solo algunos coches de gente del pueblo y algunos ciclistas, como todos los sábados, asistían, perplejos, a la vista de las llamas en las curvas de la carretera de Llíria. Llamaba la atención. Pero mucho más llamaba esa atención la ausencia de ningún medio contraincendios. A lo lejos, por Andilla, se veía algún helicóptero, pero el fuego ya estaba a quilómetros de su origen y parecía que ningún responsable de su control se hubiese enterado. Con el fuego, surgido como de un prestidigitador, dirigiendo a la Seca, cruzaban Alcublas las primeras cubas procedentes de Andilla. Primero dos, después cinco más. Después, muchas más. Al verlos pasar por delante de la piscina, descubrimos la magnitud del incendio. Bomberos de diversas administraciones, el ejercito… Paralelamente a nuestro descubrimiento, deducimos que los responsables de controlar el incendio habían descubierto que el fuego los había engañado y había traspasado todas las líneas que imaginaban seguras y lejanas. El fuego se dirigía a La Calderona por zonas boscosas que seria muy difícil controlar. Nacía una obsesión, repetida hasta la saciedad por los medios próximos a la Generalitat: había que impedir que el fuego entrara en el parque de la Calderona.


Alcublas no existía. Era como si la hubiesen dada por perdida. Durante una larga hora, dos helicópteros no dejaron de cargar agua para arrojarla detrás de la Seca. A mediodía del sábado se fueron. No los volvimos a ver más. Como si el fuego adivinase que querían cortarle el paso hacia el este, pero que el campo era suyo y nadie le ponía puertas, giró y, atravesando la Hoya, se encaminó hacía el norte. ¡No había nadie para intentar impedirlo! La obsesión era cortarle el camino del este. Circulando por ribazos y pequeños barrancos, el fuego se encaminó hacia el norte. La Peña Ramiro, la Cumbre, la Solana y el barranco Lucía…



Eran las tres de la tarde y los parajes más queridos de los alcublanos ya eran historia. A partir de aquí, quilómetros y quilómetros de destrucción esperaban a los pueblos vecinos por el norte. Por el sur, lo mismo. Por el este, más. En menos de veinticuatro horas, Alcublas era rodeada por un inmenso anillo de llamas. Vino del Oeste, pero no dejo punto cardinal sin recorrer.

¡Y Alcublas seguía sin existir!


Mientras tanto, toda ayuda era ignorada. Ni veíamos los medios de extinción ni podíamos colaborar. Ni siquiera transportando agua con las cubas locales. ¡Convidados de piedra de un espectáculo en el que lo que se quemaba era nuestra vida! Nos quedamos sin teléfono –ni por línea ni móvil–, durante horas, también sin luz. Y seguíamos sin ser noticia en los medios de comunicación. A diferencia de otros pueblos, y a pesar de estar en el maldito centro del incendio y con bastante más probabilidades de estar afectados por las columnas de humo, nadie nos evacuó. Tal vez porque no había carretera ni camino para escapar. Tal vez porque la mejor salida, por donde empezó el incendio, era y es una camino mal asfaltado, lleno de agujeros, por donde en el siglo XIX (sí, diecinueve) se proyectó una tercera carretera de salida –o de entrada– pero que en pleno siglo veintiuno sigue sin construirse. Por poco, el jocoso "la carretera la harán, laran, laran" no ha mutado en lamentable trampa. Y ahora mismo, madrugada de martes, 3 de julio, Alcublas sigue prácticamente incomunicada y sin que el fuego haya dado tregua. No seria justo dejar sin reconocimiento las centenares de personas que llevan días pegadas a las llamas: bomberos de numerosos parques, militares especializados en situaciones catastróficas...


Nunca sabremos que habría pasado si, desde el principio, se hubiesen tomado otras decisiones, si hubiesen dejado colaborar a la gente que conoce el terreno como nadie, si se hubiese hecho una buena política de prevención y no hubiesen disminuido las brigadas que mantienen el bosque limpio, si tanta "optimización de recursos" no hubiese mutado en criminales recortes. Muchos de nosotros nunca lo sabremos. La Serranía y el Palancia tardaran años en recuperar el pulso de la vida. Que nadie se engañe. Puede ser que una negligencia haya estado en el origen de este fuego. Pero con cada familia que emigra por falta de medios de vida, con cada brigada que desaparece, se reduce o se le disminuye el tiempo de trabajo, con cada unidad escolar que se cierra, con cada metro de carretera no mantenida… se favorece la despoblación y se descuida el patrimonio verde de todos. De los de campo y de los de la ciudad. Que alguien le acerque una cerilla es cuestión de tiempo. El resto de trabajo ya está hecho. Alcublas, 30 de junio – 3 de julio.


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