Tiempo y Sociedad 02

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TIEMPO Y SOCIEDAD — revista de historia y humanidades — núm. 2 · diciembre-abril 2009-2010

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TIEMPO Y SOCIEDAD — revista de historia y humanidades — ‹http://tiemposociedad.wordpress.com› núm. 2 diciembre-abril 2009-2010

les cigarreres, c.b. Oppidum Noega 2009


Dirección y contacto José Manuel Muñoz Fernández Consejo Editorial Javier Bayón Iglesias (licenciado en Historia), Miguel Ángel Domínguez Pérez (licenciado en Historia), Maite Valdés Blanco (licenciada en Historia del Arte), Miguel Menéndez Méndez (licenciado en Historia), Mauricio Díaz Rodríguez (licenciado en Historia), Pablo Folgueira Lombardero (licenciado en Historia) Tiempo y Sociedad, Revista de Historia y Humanidades Editor: Les Cigarreres C.B., cif: E-33927187 Portada y logotipo:Jose Manuel Muñoz Fernández Proyecto gráfico: Mauro Díaz issn: 1989-6883 Esta publicación se distribuye bajo Licencia CreativeCommons. Está permitida su libre descarga, difusión y reproducción; sólo se han de tomar las debidas medidas de citación y referenciación.


Índex

Editorial........................................................................................... Artículos Historia a Debate, un paradigma global para la escritura de la Historia, por Carlos Barros........................................................... La estrategia exterior de Castiella vista desde Francia, por Álvaro Fleites Marcos............................................................................. Avilés entre los siglos xiii y xv: anatomía de una villa bajomedieval, por Pablo Folgueira Lombardero.....................................

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Divulgación Arte paleolítico (análisis, documentación e interpretación), por Mauricio Díaz Rodríguez............................................................. Nacimiento de la Guardia Civil, por Roberto J. Suárez Suárez... Luis de Borbón: el rey del olvido, por Isabel López Fernández...

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Entrevistas La memoria del horror: Entrevista a Rafaela Andrada, Angelita, delegada de Amical de Mautahausen en Asturias, por Pablo Folgueira Lombardero....................................................................

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Recensiones...................................................................................... 147 Noticias............................................................................................. 151 In memoriam: Francisco Javier Fortea Pérez (1946-2009), por Pablo Folgueira Lombardero y Javier Bayón Iglesias................ 159 — 5 —



Editorial

Fieles a nuestra convicción de que la Historia «es un arma cargada de futuro», continuamos con este proyecto que es Historia y Sociedad, presentando ahora su número 2. Desde la misma óptica interdisciplinar y con la misma intención de combinar rigor y amenidad que presentábamos en el número anterior, continuamos nuestra labor de acercar la Historia al gran público. De este modo, presentamos una miscelánea de estudios, divulgaciones y noticias a cargo de un nutrido número de colaboradores; de esta forma, el doctor Carlos Barros nos habla de la creación de un nuevo paradigma historiográfico a través del proyecto «Historia a Debate». Por su parte, el doctor Álvaro Fleites nos acerca a la figura de Castiella, ministro de Exteriores del gobierno franquista entre los años 1957 a 1969, desde la óptica de las relaciones franco-españolas. Pablo Folgueira nos acerca al Avilés bajomedieval, a través de la consulta de los documentos de su archivo municipal que habían sido editados por Eloy Benito Ruano. Roberto J. Suárez, licenciado en Historia y miembro de la Guardia Civil realiza un acercamiento a la eclosión de este Instituto Armado durante el siglo xix. Inauguramos además una nueva sección, dedicada a la divulgación de personajes relevantes de la historia, con un breve acer— 7 —


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Editorial

camiento a la figura de Luis I de Borbón, a cargo de la licenciada Isabel López Fernández. Este número se completa con noticias, recensiones y un in memoriam a la figura del recientemente desaparecido prehistoriador Javier Fortea Pérez, así como una entrevista a la responsable de Amical de Mautahausen en Asturias, Rafaela Andrada, Angelita.


Tiempo y sociedad

Núm. 2, 2009-2010, pp. 9-55 issn: 1989-6883

Historia a Debate, un paradigma global para la escritura de la historia1 Carlos Barros2

Resumen: El autor analiza en 2009, al calor del III Congreso Internacional de HaD (2004), la experiencia inédita de Historia a Debate, que dura ya tres lustros, como red académica y tendencia historiográfica internacionales, fruto de una ampliación peculiar de las categorías de análisis de la historia pospositivista de la ciencia. Se concreta en este texto como lo que se entiende por una «historiografía de paradigmas» que va más allá —de forma incluyente— de la clásica «historiografía de autores y obras» y también de una «historiografía de tendencias», con el fin de abarcar en la investigación (participativa, inmediata) el conjunto de la disciplina de la historia, desde una óptica trasatlántica de ámbito latino. En un momento crítico de respuestas paradigmáticas que buscan sustituir las nuevas historias del siglo xx, se estudia comparativamente el surgimiento de nuevos paradigmas en otras ciencias sociales, la historiografía norteamericana reciente y la conjunción paradójica de intereses entre   Versión escrita, y revisada en el verano de 2009, de la tercera conferencia plenaria del III Congreso Internacional Historia a Debate (coordinado por el propio autor), dictada el viernes, 16 de julio de 2004, a las 16 horas, en el Auditorio de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Santiago de Compostela (España) y transmitida en directo (video en ‹www.h-debate.com/ congresos/3/videos/menu.htm›). 2   Universidad de Santiago de Compostela. 1

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los partidarios o practicantes del retorno a la historia tradicional y una genuina historia posmoderna que iguala historia y ficción. Reflexiones estas que tienen como finalidad desarrollar la propuesta y práctica de un nuevo paradigma (consenso académico) que responda a los retos que para el oficio de historiador entraña el siglo de la globalización, sin hacer tabla rasa de las vanguardias historiográficas del pasado siglo. Palabras clave: Historia, debate, historiografía, paradigma, tendencia, globalización.

Introducción Como he hecho en otras ocasiones con mis conferencias historiográficas, empezaré por el título.3 Lo primero, hablar de qué significa «Historia a Debate», si bien en este nuestro tercer congreso, otros colegas ya han hablado sobre, y desde, la experiencia y la posición de HaD.4 Por mi parte quiero subrayar aquello que, según yo lo veo, hace de HaD una experiencia internacional hoy por hoy inédita, y nos distingue tanto de otras redes digitales de 3   La razón es formal y de contenido: conveniente es que la forma del título sintetice el fondo de la intervención, primero oral y después escrita, si bien lo que se requiere en este caso y otros, dada la temática teórico-historiográfica, una explicación adicional a modo de introducción, puesto que nos dirigimos mayoritariamente a colegas de práctica empírica interesados por la disciplina, su situación y perspectivas, y en menor medida a especialistas en reflexiones sobre la escritura de la historia, a veces de espaldas al oficio, lo que reduce la eficacia de sus trabajos y condiciona sus propuestas.

4   En el III Congreso, ha tenido lugar por vez primera una «convocatoria específica» de ponencias acerca de la primera década de experiencia de HaD y su plataforma historiográfica, véase «Primeras conclusiones del III Congreso Internacional Historia a Debate (14-18 de julio de 2004)», E-l@atina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, Universidad de Buenos Aires, vol. 3, núm. 11, abril-junio 2005, pp. 37-51 (‹www.h-debate.com/cbarros/spanish/articulos/

nuevo_paradigma/conclusiones…/primeras%20conclusiones.htm›); texto asimismo incluido en estas Actas.


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historiadores5 como de otros posibles proyectos colectivos de investigación y/o intervención historiográficos:6 el carácter mestizo y en consecuencia global de HaD (que no es ajeno a su origen latino), puesto que somos ambas cosas al tiempo, red temática y proyecto historiográfico. Foro y alternativa, debate y consenso Historia a Debate es bien conocida nacional e internacionalmente como comunidad de intercambio libre y plural de historiadores, lo que no es poco. Somos muchos y compartimos elementos básicos de un nuevo paradigma o consenso que dice y practica, dentro y fuera de Internet, eso de que el saber y la escritura de la historia también necesitan de la democracia para crecer.7 Pero, simultáneamente, Historia a Debate eleva la práctica a teoría8 generando una alternativa historiográfica, plasmada breve y públicamente, en una primera aproximación colectiva, en el Manifiesto historiográfico dado a conocer el 11 de septiembre del año 2001. Eric J. Hobsbawm ha publicado, el 13 de noviem  Véase la nota 99.   Si nos resulta difícil encontrar ejemplos, más allá de una actividad académica individual, de proyectos de reflexión y/o investigación historiográfica de dimensión internacional que traten sobre la situación actual, más todavía que privilegien la relación académica y el debate a través de la red. 7   Siendo la universidad una institución secular que transmite el conocimiento en función de una relación desigual (jerarquía triple e interdependiente: entre maestros y alumnos, entre los propios profesores y entre comunidades académicas nacionales, idiomáticas y continentales), suele pasar desapercibida, a menudo interesadamente, la radical novedad que implica la normalización horizontal y permanente del debate académico, a través de HaD y otras experiencias. 8   Práctica colectiva internacional que es consecuencia —y causa— de una estrategia historiográfica, metodológica y epistemológica, iniciada con La historia que viene, 16 tesis redactadas inmediatamente después del I Congreso de HaD de 1993 (‹www.h-debate.com/cbarros/spanish/historia_que%20viene. 5

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htm›); véase la nota 50.


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bre de 2004, un magnífico Desafío de la razón. Manifiesto para la renovación de la historia,9 confirmando, cuatro años después del Manifiesto de HaD, aspectos importantes de nuestro diagnóstico y alternativa, que nos llevaron a organizar el I Congreso en 1993 y a redactar La historia que viene en 1994, convencidos ya entonces de que lo que Hobsbawm llama la coalición progresista y modernizadora, Annales, Past and Present, «está a la defensiva» desde 1984. Más de veinte años después habría que hablar más bien —añadimos nosotros— de agotamiento.10 Hobsbawm denuncia incluso una marcha atrás de la historiografía francesa —sin mencionar explícitamente la situación actual en Gran Bretaña— cuando escribe que «los otros componentes de la coalición de entonces renunciaron, como la escuela de los Anales [y el estructural-funcionalismo] a reconstruir el frente de la razón» histórica e historiográfica. Somos una red de historiadores que ejerce a la vez, pues, la divergencia y la convergencia, pioneros de una suerte de historiografía deliberativa por oposición a cualquier historiografía integrista (no confundir con integral), basada en la imposición o el dogma de fe, incluyendo la creencia (levemente posmoderna) en la fragmentación como ideal historiográfico. Si nuestra «rareza» como red temática y al mismo tiempo movimiento académico hiciese necesario lemas, este podía ser: debate y consenso, consenso y debate.11   Se puede consultar en ‹http://www.h-debate.com/Spanish/manifiesto/

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opiniones.htm›.

10   Nos referimos al agotamiento colectivo de Annales (véase la nota 63) y marxismo como tendencias historiográficas activas, lo que supondría una participación organizada en los debates sobre los paradigmas de la historia en el siglo xxi, más allá por tanto de un saludable continuismo de orden individual que genera innovaciones sectoriales pueden y deben aprovecharse para el gran debate sobre la adecuación de nuestra disciplina a los nuevos retos (véase la nota 58). 11   Los historiadores que se interesan en HaD por nuestra propuesta historiográfica concretada en el Manifiesto no siempre son los mismos que participan en


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Entendemos ‘consenso’ como sinónimo de la nueva acepción que Thomas S. Kuhn, esto es, la historia —y la filosofía— de la ciencia posterior a Karl Popper, ha atribuido desde los años sesenta a la palabra ‘paradigma’: «conjunto de valores y creencias que comparte una comunidad de especialistas».12 Con lo que aclaramos el sentido de la inclusión de este término —nuevo, en su significación más compleja, científica— en el título de este trabajo. Una explicación indispensable por si algún oyente o lector piensa que nos estamos refiriendo simplemente a la vieja acepción del diccionario, coloquial, de la palabra ‘paradigma’ como ejemplo, referencia ejemplar, modelo…, asimismo susceptible de utilización, desde luego subsidiaria del paradigma-consenso, por parte de una historiografía avanzada.13 los debates, y viceversa, si cabe con más razón; igual que los que participan a través de la web son distintos de los que lo hacen mediante las listas; tampoco coinciden con frecuencia los participantes en nuestros congresos internacionales plurianuales con los que comparten nuestro trabajo diario en Internet; podríamos representar la nueva forma de sociabilidad académica que representa HaD como un universo pluridimensional (incluyendo lo presencial) de órbitas entrecruzadas, más allá por tanto de la telaraña (‘web’ en inglés) como metáfora bidimensional que define, de forma harto restrictiva, el ciberespacio. 12   Es error generalizado, entre quienes que no se han interesado por Kuhn y la nueva historia de la ciencia, reducir el concepto de ‘paradigma’ a lo que viene en los diccionarios tradicionales: «ejemplo, ejemplar, modelo, arquetipo»; empezando por el Diccionario de la Real Academia Española, que sigue ignorando la nueva acepción epistemológica que, no obstante, se abre paso en actualizados diccionarios online como Merriam-Webster Online Dictionary, The Free Dictionary by Farlex o Wikipendia. 13   Las experiencias de las vanguardias historiográficas, teóricas e intelectuales del pasado siglo (marxismo, Annales, estructuralismo, etc.), vista ahora por muchos de sus antiguos seguidores como sectarias o dogmáticas, conduce a algunos a una errónea identificación de ‘paradigma’ con ‘teoría’ (incluso lo dicen autores que proponen hoy nuevos paradigmas, como Kalmanovitz en la nota 84) en contra de lo que está escrito: «Lo más importante es que los paradigmas no pueden equipararse con las teorías», Thomas S. Kuhn, La tensión esencial, Estudios selectos sobre la tradición y el cambio en el ámbito de la ciencia, México, 1993 (ed. original


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Si ‘paradigma’ en nuestra estrategia pospositivista viene a ser ‘consenso disciplinar’, hablar de ‘nuevo paradigma’ no es más, pero tampoco menos, que la proposición, debate y construcción de un ‘nuevo consenso’ para la escritura de la historia (o el ejercicio de cualquier disciplina). Tarea que unos venimos asumiendo conscientemente, otros participan en el proceso sin reflexionar demasiado sobre lo nuevo y específico de la experiencia compartida, y algunos tal vez rechacen14 («en lo esencial»)15 con en inglés, 1977), p. 376; eludiendo o ignorando el término de consenso el empirismo fragmentador reinante traduce consciente o inconscientemente paradigma en algo cerrado, coercitivo, de obligado cumplimiento por-no-se-sabe-qué-autoridad, sesgo favorecido por la restrictiva y extendida noción de ‘paradigma’ como ejemplo o modelo, anterior a la nueva acepción del término como consenso o matriz disciplinar; para manejarse con la historiografía de paradigmas léase, cuando menos, Thomas S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, México, 1975 (ed. original en inglés, 1962), especialmente la posdata de 1969, así como «Las relaciones entre la historia y la filosofía de la ciencia» en la citada obra La tensión esencial; sobre la aplicación actualizada, ampliada y crítica, a la historiografía de los descubrimientos de Kuhn (para nuestras diferencias y desarrollos a sus aportaciones, ir a la nota 24), véase Carlos Barros, «La historia que viene», Historia a debate. I. Pasado y futuro, Santiago, 1995, pp. 95-117; «El paradigma común de los historiadores del siglo xx», Medievalismo, Madrid, núm. 7, 1997, pp. 235262; «Hacia un nuevo paradigma historiográfico», Memoria y civilización, Pamplona, núm. 2, 1999, pp. 223-242; así como el punto VI del Manifiesto de HaD y el largo artículo «Defensa e ilustración del Manifiesto historiográfico de Historia a Debate», E-l@atina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, udishal, Buenos Aires, vol. 1, números 3 y 4, 2003 (‹http://www.iigg.fsoc.uba.ar/ elatina.htm›); para más información (en inglés) sobre el concepto de paradigma y la obra de Thomas S. Kuhn recomendamos, finalmente, visitar ‹http://www. taketheleap.com›. 14   Si bien mantenemos una línea permanente de debate sobre el Manifiesto historiográfico, que va ya en el mensaje núm. 184 (18-6-09), la discrepancia frontal es rara, permanece generalmente larvada y/o externa a nuestra comunidad digital, sin que podamos distinguir claramente las diferencias reales de los prejuicios malsanos derivados de la «competencia» propia de nuestro medio ante un fenómeno internacionalmente emergente como HaD. 15   En el formulario de adhesión al Manifiesto se dice «Sí, coincido en lo esencial con el Manifiesto y deseo suscribirlo», a fin de dejar a salvo la necesaria e in-


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un grado diverso de conocimiento y buena fe acerca lo que propugnamos y practicamos como Historia a Debate en cuanto a contenidos y formas, medios y fines, foro y tendencia, en nuestro caso factores interrelacionados. De ahí los permanentes esfuerzos pedagógicos que hacemos con el objeto de clarificar los términos y su función en nuestro proceso de reconstrucción paradigmática, que imaginamos como un serie de anillos entrecruzados de órbitas distintas.16 Hemos demostrado en la práctica que, después de la crisis de las «grandes escuelas», la dialéctica debate / consenso es viable, además de imprescindible, y se puede compatibilizar una discusión constante con la defensa de posiciones claras, al tiempo que complejas. Demostrando una y otra vez que el viejo racionalismo cartesiano no tenía razón cuando decía que si una cosa se opone a otra, una es verdadera y la otra falsa. Después de tanto proclamar que hay que reflexionar, debatir y acordar, y sin embargo hacer lo contrario (no pensar, discutir sin consensuar, consensuar sin discutir), sabemos que estamos experimentando, aquí y ahora, una nueva frontera historiográfica que prefigura (con bastante anticipación) nuevas formas de producción y difusión de los movimientos académicos e intelectuales. Gonzalo Pasamar insistía en la amigable presentación de esta conferencia,17 que compartimos un acuerdo historiográfico mínimo. Ello dicho en términos de subjetividad, porque objetivamente el consenso se ha alcanzado con el Manifiesto, y más allá evitable heterogeneidad de los firmantes, sin la cual hablar de debate, confluencia y consenso no tendría interés ni sentido. 16   Véase la nota 10. 17   Pese a la elaboración posterior en forma académica de este documento, es de nuestro gusto mantener alguna referencia a su origen oral (que agiliza la relación del historiador y su objeto), común a muchos de nuestros trabajos tanto de tema historiográfico como de tema medieval (véanse ‹www.cbarros.com›).


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con la práctica tan prolongada de la diversa comunidad académica de HaD (1993-2009), no es tan mínimo.18 El amplísimo margen de autonomía que de manera consciente e individualmente nos concedemos —empezando por el propio coordinador— tiene ver con nuestra variedad en cuanto a origen, ubicación y evolución como miembros del Grupo Manifiesto,19 con el método (dialógico) de trabajo elegido y la complejidad de las tareas reconstructivas historiográficas en un momento de aceleración histórica. Pero si la mirada la dirigimos hacia el conjunto de la disciplina, la valoración de HaD como red temática y tendencia historiográfica es distinta, y puede que esté infravalorada por los propios protagonistas. Visto desde fuera, la interrelación y convergencia historiográficas conseguidas por HaD no son tan mínimas, habría que hablar de máximos paradigmáticos, si tomamos en consideración el actual estado de fragmentación e hiperindividualismo imperantes en nuestra disciplina,20 precipitados por la crisis de las «grandes escuelas» que la vertebraron en la 18   En la mesa de presentación de HaD en la Universidad Andina de Quito, el 15 de setiembre de 2005, hemos argumentado el Manifiesto como la punta del iceberg de HaD como movimiento historiográfico (‹http://www.h-debate.com/ Spanish/presentaciones/lugares/quito.htm›). 19   Los firmantes de la plataforma historiográfica de HaD somos producto de una formación más o menos común que, en lo personal, pudo hacernos más inclinados al marxismo, al annalisme, al (neo) positivismo e incluso —más recientemente— a un posmodernismo (llamado crítico), a lo que hay que añadir la disparidad de especialidades académicas y tradiciones geo-historiográficas de pertenencia: de alguna forma las posiciones actualmente en debate, dentro y fuera de HaD, están presentes en la alternativa de síntesis autocrítica, con nuevas respuestas y nuevas preguntas, que asumimos con el Manifiesto académico de 2001. 20   El diagnóstico fragmentador es bastante común a otras humanidades y ciencias sociales, aunque más grave para la historia por su función objetivamente social, tal vez por ello desconocemos que en otras disciplinas se estén llevando a cabo esfuerzos de recomposición disciplinar con parecido nivel de ambición y resultados a los que vivimos en HaD.


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centuria pasada, y la cierta falta de organización y explicitud en las tendencias historiográficas más actuales.21 A fin de poder abordar lo que falta por hacer, el balance sobre lo logrado en la primera década de HaD ha de ser autocrítico pero lúcido, objetivo pero subjetivo, como la escritura de la historia que preconizamos, sin dejar de referirnos a la paradójica situación de brillante estancamiento22 de una buena parte de nuestra profesión.23 Conforme HaD se ha constituido en una específica comunidad24 historiográfica en base a un contacto dia21   Carlos Barros, «Tendencias generales de la historiografía actual» (2008) en ‹www.h-debate.com/Spanish/presentaciones/lugares/caceres/caceres1.htm›.

22   Cualquier somero acercamiento a la bibliografía histórica más reciente en cualquier rama temporal o temática ha de reconocer, en aparente contradicción, su buen nivel académico (super) especializado a la vez que una importante continuidad en temas y enfoques con la historiografía de los años 60 y 70 y sus secuelas, además de los retornos añadidos de la historia tradicional. 23   La representatividad y conexiones de HaD remiten a una franja internacional de la comunidad de historiadores, muy importante por su perfil vanguardista —siempre relativamente— para el futuro de la disciplina, pero cuantitativamente minoritaria, como no podía ser de otro modo, Carlos Barros, «El estado de la historia. Encuesta internacional», Vasconia. Cuadernos de Historia y Geografía, Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos, San Sebastián-Donostia, núm. 34, 2005 (‹www.h-debate.com/cbarros/spanish/articulos/nuevo_para-

digma/estado.htm›).

Sentimiento de pertenencia que se refleja de manera directa en las intervenciones de las 87 presentaciones colectivas de HaD a fecha 19/5/09 (‹www.hdebate.com/Spanish/presentaciones/menu.htm›), pero también en aspectos y datos como las formas breves y coloquiales de autodenominarnos («hache-a-de», «jad», «historidebatistas»…), o los mensajes de felicitación que recibimos en el centro de coordinación con motivo de los aniversarios de HaD, fiestas navideñas, pausas veraniegas o muertes de colegas (‹http://www.h-debate.com/Spanish/ 24

aniversarios/menu.htm›); por otro lado, y paradójicamente, existe más vida comunitaria entre los miles de colegas que siguen y participan, diariamente, los debates y actividades de la HaD que entre la parte de ellos en principio más comprometida: los 529 firmantes del Manifiesto (Grupo Manifiesto) a fecha de primavera de 2009, salvo un grupo reducido que se mantiene en todo el mundo más en contacto con el coordinador.


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rio, multilateral y transversal, intra e interdisciplinar, interuniversitario e internacional, establecimos una especie de burbuja, virtual pero también real, que nos puede llevar a aquellos que participamos más del «estilo HaD» a pensar, inocentemente, que todos los colegas se interesan por lo mismo que nosotros en cuanto a formas (debate más Internet igual a democracia) y contenidos (método e historiografía, teoría y compromiso, pasado y actualidad). Historiografía de paradigmas Aquí se ha hablado mucho, en comparación con nuestros anteriores congresos, lo que resulta significativo, de la historia de la ciencia que sigue a La estructura de las revoluciones científicas (1962) de Thomas S. Kuhn.25 La aportación de Kuhn supone, desde luego, un antes y un después para la historia, la epistemología y la filosofía de la ciencia; iba siendo hora, pues, de que suponga algo parecido para la historia, epistemología y filosofía de la historia como ciencia, dejando atrás la historiografía de autores y obras de corte positivista (útil pero insuficiente) a favor de un nuevo enfoque que hemos denominado historiografía de paradigmas.26   Bibliografía mínima sobre Kuhn, y su aplicación a la historia, en la nota 12.   Tres son las razones del nombre que hemos propuesto de historiografía de paradigmas, en lugar de otro aparentemente más lógico por literal como historiografía kuhniana, para denominar la historia de cualquier disciplina que utilice conceptos creados por Kuhn como ciencia normal y ciencia extraordinaria, paradigma y cambio de paradigmas, viejo y nuevo paradigma, comunidad de especialistas, revolución científica… 1) Devolver las contribuciones de Kuhn al seno de la historia y la historiografía. 2) Marcar distancia con otras lecturas del autor que nos resultan extrañas —aunque legítimas— por su lógica contradictoria (como decir que no es el aplicable a la historia y las ciencias sociales) y por nuestra propia experiencia de aplicación a la evolución reciente de la historia académica. 3) Incorporar cinco elementos que matizan, rectifican o van más allá, de la alterna25 26


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Precisamos una nueva historia de la historia, y de los historiadores, centrada en el estudio de los paradigmas colectivos con sus rupturas, continuidades y comunidades académicas correspondientes. Propugnamos una nueva forma de hacer historiografía que tenga por objeto el devenir histórico del conjunto de la disciplina, a través de paradigmas-consensos, mayoritarios versus minoritarios, fruto de la peculiar dialéctica de convergencias y divergencias de las tendencias que dinamizan la disciplina, alargando el análisis paradigmático hasta las historias e historiografías más inmediatas.27 Historiografía de paradigmas aplicable, por consiguiente, no sólo al presente —como ya hacemos en Historia a Debate— sino al pasado, y viceversa, a la historia tiva analítica y epistemológica pospositivista lanzada por Thomas S. Kuhn en el contexto historiográfico tradicional, positivista, de los años sesenta en ee.uu.: a) subrayar la sinonimia paradigma, paradigma común, paradigmas compartidos; b) redefinir ‘revolución científica’ como un proceso complejo de rupturas y continuidades; c) revalorizar la interacción entre comunidad de especialistas y sociedad; d) sostener la importancia del debate en periodos de ‘ciencia normal’, y no sólo en periodos de crisis o «ciencia extraordinaria»; e) incluir de manera destacada el presente disciplinar y social (véase la nota 69) en el análisis histórico de paradigmas, entendido éste como una investigación participante y dialógica donde se propongan y promuevan nuevos paradigmas, sobre todo en tiempos críticos de rivalidad de paradigmas. 27   Realmente, nosotros hemos comenzado por lo inmediato, urgidos por

la crisis finisecular de la historia, que nos ha obligado a una revisión kuhniana de la historiografía del siglo xx (véase «El paradigma común de los historiadores del siglo xx», Medievalismo, Madrid, núm. 7, 1997, pp. 235-262 (‹www.h-debate.com/cbarros/spanish/paradigma_comun.htm›), en una suerte de historiografía regresiva (parafraseando a Bloch) que podría llegar con los interrogantes e influencias actuales hasta los orígenes más remotos de la historia, previos a la historia como ciencia; sean, de adelante hacia atrás o de atrás hacia adelante, la historiografía de paradigmas, ha de aprovechar y revisar los viejos y sectoriales análisis de autores, obras y escuelas, en los que se basan por cierto la práctica totalidad de los manuales al uso para la enseñanza universitaria de la metodología histórica, la historiografía y las tendencias historiográficas.


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internacional de la disciplina —ámbito preferente de la nueva historiografía — y a las historiografías nacionales, las tendencias historiográficas e incluso las especialidades temáticas o cronológicas, tratadas ahora de forma interconectada y contextual.28 Desgraciadamente la historiografía que se escribe hoy en día sigue siendo demasiado clásica en su mayoría,29 produciendo en el mejor de los casos balances historiográficos de contenido especializado,30 abandonando algunos manuales31 para la   La aplicación de los nuevos conceptos de paradigma, comunidad de especialistas y revolución científica, a una parte concreta, recortada, de la profesión sólo tiene sentido mediante un enfoque relacional (nada fácil para la mentalidad académica parceladora y cartesiana en la que hemos sido formados) con otras tendencias, historiografías nacionales, áreas y, ante todo, con el conjunto de la matriz disciplinar, sin olvidar la posible conexión con la sociedad (movimientos), la política (partidos) y la economía (mercado). 29   Podemos presumir al respecto de la excepcionalidad mundial de los ma28

crocongresos de Historia a Debate, y de la obra historiográfica —y docente— de los colegas más vinculados a HaD, si bien queda mucho trecho para implementar nosotros mismos en la llamada «historia de la historiografía» las tres herramientas conceptuales citadas en la nota 26 (mejor aún con las cinco matizaciones de la nota 24), cuya eficacia está sobradamente probada por el mismo éxito colectivo de HaD como tendencia historiográfica actual y comunidad académica de nuevo tipo.

30   Los balances de tipo cronológico y descriptivo sobre autores y obras de determinado tema o período temporal, son bien útiles para extraer bibliografía y enseñanzas para las investigaciones especializadas, y nos pueden servir como fuentes para una historiografía más avanzada (sea de tendencias, sea de paradigmas), pero son también una forma de santificación de una fragmentación historiográfica que sólo HaD ha ido superando, no sin dificultades, de Congreso a Congreso; véase el punto primero de las «Primeras conclusiones del III Congreso Internacional Historia a Debate (14-18 de Julio de 2004)», loc. cit.; lo cual no quiere decir que los componentes de HaD no participemos como historiadores empíricos en mayor o menos medida del demigajamiento general; eso sí, somos pecadores, lo proclamamos y tenemos un claro propósito de enmienda, lo que no es poco si se comparamos con la autocomplaciencia conformista de tantos retornados y posmodernos. 31   El problema se agudiza cuando las empresas editoriales «encargan» manuales para el mercado generando por asignaturas como «Tendencias historiográficas actuales» (plan anterior a Bolonia), y nuestros urgidos y bienintencionados


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historiografía más reciente la intermedia y meritoria historiografía de tendencias promovida directa e indirectamente por la nueva historia de los años sesenta y setenta,32 de cuya ulterior crisis resurgió, junto con la (supuestamente) derrotada historia de los «grandes hombres», un tipo de historiografía regresiva33 de «grandes historiadores» que ha borrado del recuerdo académico que éstos no cayeron del cielo son, han sido y serán expresión, mayor o menor, se reconozca o no, de hondas corrientes colectivas.34 Los cambios en la percepción de la historiografía colegas ofrecen como tales «tendencias» fragmentos especializados o simples líneas de investigación, normalmente con una antigüedad de más de una década, obviando referirse —al menos, descriptivamente— a las verdaderas tendencias actuales tanto nacionales como internacionales (véanse la notas 20 y 127). 32   Autocríticamente tenemos que reconocer que la escasa pero valiosa (auto) historiografía que nos legaron los promotores de Annales y el marxismo historiográfico, animando en su momento publicaciones e induciendo incluso manuales que describían el cambio historiográfico por corrientes, cayó en el defecto de analizar, en los años sesenta, setenta y principios de los ochenta, las nuevas tendencias aisladas entre sí, haciendo más hincapié en los disensos que en los consensos, desentendiéndose en definitiva del estudio de la disciplina en su conjunto, sus paradigmas compartidos y su relación dinámica con la sociedad; el fracaso colectivo del paradigma compartido de la «historia total», y las supervivencias positivistas en general, impidió que a plantearse una «historiografía total»: de ahí la doble novedad de la historiografía de paradigmas y global que propugnamos, que también denominamos «nueva historiografía», para distinguirnos de los años sesenta y setenta. 33   Véase la nota 26. 34   Con la finalidad de recobrar este aspecto clave de la memoria histo-

riográfica hemos incluido, por motivos didácticos e investigativos, en el III Congreso una mesa redonda sobre «Tendencias colectivas y ‘grandes historiadores’ en la historiografía» (publicada en este mismo tomo I de las Actas), considerando la dimensión que ha alcanzado el olvido del papel de la representatividad colectiva en el prestigio reconocido de los historiadores más conocidos, sobre todo internacionalmente; véase al respecto el apartado IV.1 sobre «historiografía colectiva» en Carlos Barros, «Defensa e ilustración del Manifiesto historiográfico de Historia a Debate, Historiografía crítica del siglo xx (Boris Berenzon, comp.), México, Universidad Nacional Autónoma de


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vanguardista del siglo xx son claros. En los propios años 70 se veían como corrientes colectivas activas representadas y/o dirigidas por Bloch, Febvre, Braudel, Le Goff.., por un lado, o Pierre Vilar, Hobsbawm, Thompson…, por el otro. Hoy, solamente se les ve a ellos, y otros, como «grandes clásicos» individuales. Retrospectivamente se olvida frecuentemente, o no se quiere recordar, que en los sesenta y setenta lo fundamental era la tendencia colectiva con miles de historiadores de base comprometidos: cuando éstos desaparecen, queda la punta de icerberg y sus obras personales, como referencia para las futuras generaciones, que les costará entender, como ya pasa, que los autores citados son «vacas sagradas» por lo que representaban, por el apoyo de muchos, no sólo por méritos propios… La cuestión es que, en rigor, más allá del imaginario académico al uso, ni la historia ni la historiografía tienen una «marcha atrás»: la única manera de hacer en el siglo xxi una buena historiografía de tendencias —lo mismo diríamos de la historiografía de especialidades o de ámbitos geopolíticos (balances historiográficos)— es estudiar la «parte» en la relación con el «todo», esto es, las interacciones parcial / global, inclusión / exclusión, sincronía / diacronía de los paradigmas historiográficos. Sin que ello quiera decir, naturalmente, que no valoremos una historiografía puramente descriptiva de autores y obras en un contorno de escuela o especializado, local, regional, nacional o internacional, condición previa a veces35 para ordenar el material antes de buscar una explicación más profunda y científica de las realidades y los cambios historiográficos. Una historiografía de los México, 2004, pp. 427-443 (‹www.h-debate.com/cbarros/spanish/articulos/ nuevo_paradigma/defensamanifiesto.htm›). 35   Nosotros hicimos algo mucho mejor para analizar la historiografía actual: una encuesta internacional 1999-2001 (véanse las notas 22, 44).


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paradigmas particulares de una tendencia, especialidad o ámbito territorial, que distinga entre sus paradigmas concretos y los generales de la disciplina, entre paradigmas propios y/o importados, específicos o compartidos con otros movimientos, géneros o espacios historiográficos, ha de valer también para perfilar el paradigma principal o consenso mayoritario de la disciplina,36 objetivo prioritario de cualquier buena historia o epistemología de la historia, sobre todo cuando atravesamos un periodo de crisis, «ciencia extraordinaria» o rivalidad de paradigmas como es nuestro caso, hoy por hoy. Privilegiando el trasvase historiográfico, epistemológico y teórico entre las diferentes ciencias, disciplinas académicas y/o saberes culturales,37 la historiografía de paradigmas que venimos practicando cuestiona, ensancha y pone al día, desde el mundo académico latino, la vieja y fructífera idea de la interdisciplinariedad.38 El intercambio igual con la nueva filosofía e historia de 36   Desde que iniciamos nuestra tarea de recomposición historiográfica hemos denominado «paradigma común» o «paradigmas compartidos» al paradigma o consenso general de una disciplina en un momento dado, constituido a su vez por paradigmas singulares como la historia económico-social, la relación pasado/presente/futuro, la historia total, la interdisciplinariedad, etc., de la nueva historia de los años sesenta-setenta; véase Carlos Barros, «El paradigma común de los historiadores del siglo xx», Medievalismo, Madrid, núm. 7, 1997, pp. 235-262 (‹www.h-debate.com/cbarros/spanish/paradigma_comun.htm›).

Kuhn disuelve por definición las fronteras en cuanto a epistemología e funcionamiento historiográfico entre ciencia e historia, y en menor medida también entre ciencia y arte, como se puede comprobar leyendo el primero (historia y ciencia) y el último (ciencia y arte) de los artículos de La tensión esencial; no compartimos, sin embargo, las diferencias que establece entre científicos y artistas sobre el papel de las vanguardias, una razón más para redefinir y ampliar sus revolucionarias propuestas que tienen ya una antigüedad de más de 50 años (se trata de una consecuencia de la diferencia número cinco que mantenemos con el pospositivismo kuhniano, véase la nota 25). 38   En el punto IV del Manifiesto historiográfico planteamos extender la tradicional colaboración de la historia con las ciencias sociales en cuatro direcciones: 37


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la ciencia ha alumbrado un nuevo tipo de interdisciplina destinado a reforzar, en lugar de fraccionar,39 la identidad de la disciplina de los historiadores,40 amenazada en su unidad interna por exceso de especialización, en tanto que objeto y sujeto de nuestro trabajo profesional. Coherencia disciplinar muy craquelada en el pasado siglo por el fracaso final de la «historia total» y las prácticas de intercambio desigual con otras ciencias, disciplinas y saberes, que contribuyeron a minusvalorar el rol del pensamiento histórico en la investigación histórica, abriendo camino al retorno posterior de la historia «tal como fue».41 1) filosofía y epistemología de la ciencia, en primer lugar; 2) ciencias de la naturaleza, más cerca que nunca hoy de las ciencias humanas; 3) literatura, arte y otras humanidades, sin caer en la pura ficción; 4) ciencias de la comunicación, indispensables en la sociedad de la información. 39   La interdisciplinariedad propuesta por los fundadores de Annales, causa y efecto del largo impulso de renovación de esta escuela y de otras nuevas historias, tuvo, como es bien sabido, el efecto perverso de la segmentación de los estudios históricos, incrementada exponencialmente por la crisis de la «revolución historiográfica del siglo xx» y la influencia posterior de una posmodernidad que justifica y promueve el despiece de la historia como disciplina. 40   Hemos planteado la urgencia de volver la interdisciplinariedad hacia el interior de la historia (intradisciplinariedad) como disciplina académica y científica en el punto 11 de La historia que viene (1994), en el punto IV del Manifiesto historiográfico (2001) y más extensamente en Carlos Barros, «La historia mixta como historia global» (2002) en ‹www.h-debate.com/cbarros/spanish/ar-

ticulos/historia_medieval/mixta.htm›.

Está por ver el futuro estatus académico y la correlación entre este retorno conservador y las otras tres tendencias historiográficas actuales, más o menos organizadas, que nombramos en el preámbulo del Manifiesto historiográfico (nuevo paradigma, continuismo marxista-analista y posmodernismo; véase asimismo la nota 19); hemos planteado en otro lugar («X Aniversario de Historia a Debate: balance y perspectivas», I Jornada Historiográfica de Historia a Debate, Biblioteca Nacional de México, 1 de setiembre de 2003) las coaliciones que se están estableciendo prácticamente entre partidarios de nuevos paradigmas y continuadores de las pasadas nuevas historias, por un lado, y retornados a Ranke y posmodernos (sobre esta convergencia paradójica volveremos más adelante), por el otro. 41


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Si algo debiéramos haber aprendido los historiadores en más de cien años de existencia profesional, investigadora y docente, es que el desprecio positivista por la dimensión intelectual, reflexiva y autorreflexiva, del trabajo global del historiador, ha impedido afrontar con éxito el reto crucial de combinar unidad disciplinar y crecimiento bibliográfico especializado. Por otro lado, los actuales partidarios o practicantes «inconscientes» del retorno a Ranke no perciben —o tal vez sí, y no les importa— hasta que punto el reduccionismo empirista, y la ausencia de inquietud conceptual, historiográfica y de debate, han beneficiado —y benefician— una interdisciplinariedad disolvente. La falta de hábitos e inquietudes teóricas, historiográficas y metodológicas, nos hizo finalmente vulnerables ante otras disciplinas como la sociología, la antropología, la filosofía…, encantadas —lo digan o no— en relegar a los historiadores de oficio —con la complicidad de los más positivistas— a una suerte de técnicos proveedores de datos, negando simplemente la parte más intelectual de nuestro trabajo.42 Llegando a ser presa fácil de quienes influyen o quieren influir malintencionadamente en la escritura de la historia, desde otra disciplina, saber o práctica sociocultural, incluyendo a literatos, políticos y periodistas.43 La solución no es, 42   Incluso un filósofo tan avanzado como Jürgen Habermas ha defendido esa peculiar división del trabajo entre la historia y otras ciencias sociales, contradiciendo a los propios fundadores del marxismo: «La investigación histórica cumple una función instrumental…. para la comprobación (y desarrollo posterior) de teorías científico sociales […] la historia, como tal, no es susceptible de teorización», La reconstrucción del materialismo histórico, Madrid, 1986 (10 ed. en alemán, 1976), pp. 183, 185. 43   Es por ello que practicamos una historiografía de valores de carácter universal, contraria por consiguiente a cualquier monopolio académico o marginación historiográfica de los sujetos actuales: la historia la hacemos todos y es de todos, no cuestionamos a nadie el derecho a incidir sobre la historia que se hace, se escribe y se recuerda, más bien lo contrario, pero tampoco aceptamos que se limi-


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por descontado, volver atrás y enrocarse en los búnkeres individuales y especializados de una historia academicista, alejada de cualquier otra especialidad y disciplina, sino pensar, replantear y acrecentar, hacia dentro y también hacia fuera, el concepto y la práctica de la interdisciplinariedad en el siglo xxi. Es menester, en resumen, estimular y propagar el rearme epistémico en todas sus dimensiones iniciado en el seno de HaD de lo que hemos tradicionalmente llamado «historia científica»44 a fin de contrarrestar las presiones que buscan devolver la escritura de la historia a su etapa pre-paradigmática, literaria ficcional, o a un positivismo del siglo xix al servicio preferente de los viejos Estados nacionales, paradójicamente revividos por las globalizaciones en curso. En 1994 escribíamos que «el historiador del futuro reflexionara sobre metodología, historiografía y teoría de la historia, o no será» :45 doce años después podemos constatar ten, condicionen o cuestionen nuestros deberes (públicos) y derechos (autónomos) como profesionales de la historia, incluido el devoir de mémoire; véase Carlos Barros, «La Historiografía y la Historia Inmediatas: la experiencia latina de Historia a Debate (1993-2006)» en ‹www.h-debate.com/Spanish/presen-

taciones/lugares/Toulouse/Toulouse_es1.htm›.

44   Suelo emplear poco, cuando hablo y escribo, el nombre de «historia científica», huyendo de malentendidos con el cientifismo de la historia positivista universal, la historia-ciencia social neopositivista (usa) o algunas definiciones objetivistas divulgadas por parte de Annales y el marxismo historiográfico, que contribuyeron a sus crisis finiseculares; véanse los puntos 3 («Es una falsa alternativa decir que la historia, como no puede ser una ciencia ‘objetiva’ y ‘exacta’, no es una ciencia») y 4 («La redefinición de la historia como ciencia y la nueva física») de La historia que viene; así como el audio y el vídeo de la conferencia Por un nuevo concepto de la historia como ciencia (2005) en ‹http://www.h-debate. com/Spanish/presentaciones/lugares/quito.htm›. 45   La frase corresponde al encabezamiento del punto 13 de La historia que viene (1994), que no fue incluido en su literalidad, pero si concretado y desarrollado en el primer borrador del Manifiesto de Historia a Debate (2001); pensaba entonces que podía ser una formulación excesivamente exigente y radical para el consenso amplio que queríamos construir, pueda que me haya equivocado porque


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con alegría (avances del nuevo paradigma) y pesar (retorno visible al positivismo) que el futuro nos ha alcanzado. Tres cosas hemos aprendido en estos largos años de dedicación historiográfica: la reflexión del historiador debe ser inmediata,46 colectiva (congresos, debate, manifiesto, presentaciones) y estar vinculada a la práctica empírica, que ocupa a la mayor parte del tiempo de trabajo individual de los historiadores de oficio, sujeto y objeto de nuestra labor historiográfica. Nos hemos preocupado, desde 1993, por incorporar historiadores de base a la reflexión historiográfica y el debate sobre el método y la teoría, así como por ofrecer una plataforma internacional a colegas reconocidos con alguna dedicación historiográfica, y lo seguiremos haciendo, aunque nuestra voluntad de futuro nos lleva a procurar la contribución de historiadores más jóvenes, que tienden a ser mayoría en la nueva historiografía digital y en nuestras actividades más convencionales. Desde el I Congreso desciende la edad media de los ponentes en nuestros sucesivos congresos, y la nueva sociabilidad académica digital de funcionamiento continuo está en si misma condicionada por el relevo generacional. La historiografía digital está cargada de futuro: es la forma que se imel análisis (posterior) de los resultados de nuestra Encuesta Internacional 19992001, sobre el estado de la historia (‹http://www.h-debate.com/encuesta/resultados/epigrafes.htm›), mostró claros y altos porcentajes bastante-mucho en las respuestas a la pregunta 24 sobre el interés que tiene para el historiador profesional la reflexión metodológica (56 %), historiográfica (55%) y teórica (44%); en todo caso, en la última década, también creció (fuera del ámbito de HaD y su encuesta) el numero de colegas partidarios —aunque no lo digan— de una historia puramente empirista que piensa, muy escasamente o nada, sobre el método, la historia de la disciplina y la teoría de la historia (véase la nota 40). 46   Lo urgente historiográficamente es saber dónde estamos y adónde vamos, incluso adónde nos lleva cada una de las tendencia en liza, desarrollando capacidades colectivas de discernimiento que desbordan la percepción personal, lo que exige revisitar críticamente la historiografía de dónde venimos.


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pone de relacionar académicamente lo individual y lo colectivo, trabajando en tiempo real, potenciando nuevas formas de comunicación académica como mensajes cortos y espontáneos, audios y vídeos, mesas de presentación, manifiestos en red…, con reconocimiento curricular en retraso (prueba de su novedad), todo hay que decirlo.47 Dos tipos de actividad, clásicas48 e innovadoras, necesariamente complementarias, salvo que logremos en adelante una parecida eficacia comunicadora orientada a la reflexión, el debate y el consenso, mediante intercambio en la red de redes de papers, artículos y libros, aprovechando la espectacular difusión de publicaciones que, de manera imparable,49 viene implementado la red.50   Los jóvenes historiadores o futuros historiadores que participan activamente en la red de HaD, no siempre coinciden con los que toman parte con comunicaciones en los congresos (igualadas a las ponencias desde HaD II): sectores ambos necesarios para influir en el relevo generacional en marcha en nuestra disciplina (véase sobre el relevo generacional el punto XII del Manifiesto de HaD). 48   En la medida en que los Congresos de HaD son actividades «clásicas», 47

más allá de lo formal, pues sus temáticas para nada son usuales y convencionales, ni podemos considerar habitual y tradicional el peso del debate en nuestra práctica congresual, su menor jerarquía y el lugar creciente que ocupa Internet en la preparación y la difusión; véase el apartado «Congreso diferente» en «Primeras conclusiones del III Congreso Internacional Historia a Debate (14-18 de Julio de 2004)» (2005) en ‹www.h-debate.com/cbarros/spanish/ articulos/nuevo_paradigma/conclusiones…/primeras%20conclusiones.htm›.

Marca el camino la masiva digitalización de libros por parte de Google, siete millones en el verano de 2009, y el subsiguiente paso —iniciado por Amazon— de ofrecer por Internet libros recién editados a menor precio que en papel. 50   Predicando con el ejemplo, hemos creado el 21/2/00 una página web personal, ‹www.cbarros.com› (conectada ahora a ‹www.h-debate.com›) con 80 artículos, conferencias y trabajos breves y largos sobre reconstrucción paradigmática, historiografía, metodología, historia medieval e historia de Galicia, que ha recibido 388. 0126 visitas totales hasta julio de 2009; una parte importante de estos trabajos de investigación y reflexión son consecuencia de mi función como fundador y coordinador de Historia a Debate, y tienen como fin divulgar y acompañar, dilucidar y orientar nuestro movimiento académico internacional; tan extraordinaria difusión 49


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Nuevos paradigmas, historia y ciencias sociales Cuando redactamos después del I Congreso, 16 tesis para una alternativa historiográfica con el título prospectivo de La historia que viene,51 estábamos vagamente insatisfechos por la falta de nuevas iniciativas, a principios de los años 90, por parte de Annales y Past and Present, ante la «crisis de la historia» y los nuevos desafíos, que contrarrestasen el retorno anunciado de la vieja historia (H. Coutau-Begarie, 1983) y una posmoderna (avant la lettre) histoire en miettes (F. Dosse, 1987),52 movimientos historiográficos de carácter global53 que afectaron de manera señalada —por su vanguardismo anterior— a la historiografía francesa, que actuó típicamente como termómetro anticipador. En mi inicial intervención oral54 en el I Congreso, que aparece en el de los trabajos colgados en ‹www.h-debate.com/cbarros›, muy por encima de lo que se puede conseguir por la vía tradicional de la edición en papel, me ha llevado a primar la producción de artículos (relacionados entre sí, generalmente) mientras no vaya siendo más normal la doble y simultánea edición de libros, en red y en papel. 51   Trabajo editado en castellano en las Actas del I Congreso Internacional Historia a Debate (Santiago de Compostela, 1995), así como en México, Argentina, Brasil, Cuba, Chile…; publicado,en inglés, en la revista Storia de la Storiografía (núm. 30, 1996) y, en francés, en los Cahiers du Centre de Recherches Historiques (ehess, París, núm. 22, 1999); La historia que viene es el precedente más remoto del Manifiesto historiográfico de HaD y está disponible en ‹www.h-de-

bate.com/cbarros/spanish/historia_que%20viene.htm›.

52   Véase Carlos Barros, «La ‘Nouvelle Histoire’ y sus críticos», Manuscrits. Revista d’Història Moderna, núm. 9, Barcelona, 1991, pp. 83-111 (‹www.h-de-

bate.com/cbarros/spanish/nouvelle.htm›).

53   En los años ochenta, François Dosse y Hervé Coutau-Begarie, con su dura crítica cruzada a la escuela de Annales, pensaban que la fragmentación y el regreso de la historia tradicional cuyos inicios observaban eran un fenómeno francés, sin percatarse de su dimensión internacional y del papel de victimas que jugaron los «nouveaux historiens» (que desaparecieron como corriente organizada) y la historiografía francesa (que vio restringida, sin Annales, su influencia internacional). 54   Igual pasó con mi conferencia en el III Congreso, por razones distintas (evitar un texto demasiado largo), este trabajo poscongresual está orientado a explicar la experiencia y alternativa de HaD (1993-2009), actualizando otros ante-


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programa como La historia que viene: balance, innovación, compromiso, reivindicaba todavía —no sin nostalgia— volver a cierta convergencia entre el marxismo historiográfico y Annales.55 Pero esta primera versión de La historia que viene que se transformó, después de la experiencia relativamente frustrante del congreso de 1993,56 en la propuesta, influida por viejas y renovadas lecturas de la nueva historia de la ciencia, de un cambio de paradigma historiográfico que dio sentido y orientación a los siguientes congresos de Historia a Debate,57 nos impulsó a asumir Internet —generando una de sus primeras redes sociales, anterior a Facebook (2004)—58 y otras novedades. Simultáneamente, una parte nada desdeñable —por su representatividad más que por su cantidad59— de la historiografía annaliste y marxista siguió riores, y la intervención oral (disponible en ‹www.h-debate.com/congresos/3/ videos/menu.htm›) estuvo más bien dirigida a analizar el origen y las caracterís-

ticas de la fragmentación de la historia académica y nuestras respuestas al respecto. 55   Véase la reseña de mi conferencia en Luis Domínguez, Xosé Ramón Quintana, «Tempo de revisións historiográficas. A propósito do Congreso Internacional ‘A Historia a Debate», Historia y Crítica, Santiago de Compostela, IV, 1994, p. 275; posición analista-marxista que estaba ya presente en el trabajo mencionado La Nouvelle Histoire y sus críticos de 1991, y que, en lo que podía tener de correcto, proyectamos hacia adelante en La historia que viene, donde replanteamos de forma autocrítica importantes paradigmas compartidos por el marxismo historiográfico y la escuela de Annales, parcial y finalmente fracasados, como la «historia total», teoría e historia, pasado/presente/futuro, interdisciplinariedad, etc. 56   Después del I Congreso, vista su heterogeneidad, el agotamiento de Annales y Past and Present, y la caída del Muro de Berlín, intuí que «la historia que viene» que querríamos algunos tenía bastante de «la historia que fue»: había que construir algo nuevo… sin hacer tabla rasa del pasado histórico e historiográfico, naturalmente. 57   Sin esa orientación «hacia delante», los grandes congresos de 1999 y 2004 hubiesen sido una fotocopia del primero: balances sin proposiciones, o historiografías por temas y cronologías, en gran medida hechos y publicados en 1993 y 1995 (Actas). 58   Véase la nota 65. 59   Una buena parte de los historiadores marxistas y annalistes continuaron practicando, individualmente, las nuevas historias de los años 60 y 70 y sus secuelas, con acumulación de conocimiento e innovaciones parciales de tipo especiali-


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girando,60 dentro y fuera de España, hacia la tradicional61 historia biográfica, acontecimental y rankeana, aceptando como inevitable e incluso provechoso (si «todo vale», también vale la «vieja historia») una progresiva especialización, pluralización y dispersión de temas, enfoques y métodos, que engendró un vacío que justificó y animó el crecimiento de Historia a Debate. Tengo que confesar ahora que, a fuer de pionero me sentí en alguna forma incomprendido62 al lanzar, a mediados de los noventa, la necesidad y la posibilidad de avanzar colectivamente hacia un nuevo paradigma historiográfico,63 cuando tenían aún alguna actividad organizada las «grandes escuelas»,64 el retorzado, y formando a sus discípulos en las pasadas «grandes escuelas»; tal vez falta por analizar con mayor atención como inciden, o pueden incidir, tanto las continuidades como las novedades de la investigación con dichos enfoques, en el debate actual y general sobre el futuro de la historia. 60   Nuestra conferencia plenaria en el II Congreso estuvo dedicada a la crítica constructiva —que no hubiera sido posible sin el previo sesgo propositivo de La historia que viene— de este giro positivista de la historiografía, Carlos Barros, «El retorno de la historia», Historia a debate. I. Cambio de siglo, Santiago, 2000, pp. 153-173 (‹http://www.h-debate.com/cbarros/spanish/articulos/nuevo_ paradigma/retornohistoria.htm›). 61   Pocas veces esa recuperación de géneros tradicionales, condicionada

por las editoriales, los medios de comunicación y algunos intereses políticos, tuvo los nuevos contenidos (sociales y mentales) que en 1993 nos predicó, justamente, Jacques Le Goff en «Les retours dans l’historiographie française actuelle», Historia a debate. III. Otros enfoques, Santiago, 1995, pp. 157-165.

Dispongo de una gruesa carpeta con opiniones contrarias y favorables a La historia que viene de colegas y amigos, que tal vez algún día publicaremos. 63   Cualquiera que conozca la inercia del medio académico sabe que todo nuevo paradigma que se precie encuentra resistencias, como ya advirtió y estudió Kuhn, lo que no quiere decir que todo lo que encuentre resistencias sea ipso facto un nuevo paradigma. 64   Por ejemplo, el tournant critique de Annales (1989) y el debate sobre posmodernismo (Gabrielle M Spiegel, Lawrence Stone) en Past and Present (1991); los protagonistas de ambas iniciativas estuvieron en nuestro I Congreso (Bernard Lepetit, Stone, Spiegel) y en el II Congreso (Jacques Revel, Patrick Joyce); sobre la evolución final de Annales como tendencia activa nacida en 1929, véase Carlos Barros, 62


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no de Ranke no era tan evidente, no se trabajaba en red65 y la globalización alternativa tampoco se había manifestado (Seattle, 1999). Tres lustros después nos sentimos ampliamente reconfortados cuando encontramos, a través de Google66 (13/7/09), en la red de redes 1.820.00 referencias a los términos «nuevo paradigma», y 7.240.000 si indagamos por «new paradigm». Concretando más y buscando textos que contengan «nuevo paradigma historiográfico» encontramos 47 900 enlaces, y diez veces más (448.000) si ponemos las palabras en inglés:67 en ambos casos, el primer link seleccionado por los buscadores68 es mi artículo Hacia un nuevo paradigma historiográfico (1999), y su versión inglesa Towards a New Historiographic Paradigm.69 Siguen a continuación referencias digitales a otros textos y actividades vinculados a «El ‘tournant critique’ de Annales», Revista de Història Medieval, Valencia, núm. 2, 1991, pp. 193-197 (‹www.h-debate.com/cbarros/spanish/tournant.htm›); «La Escuela de los ‘Annales’ y la historia que viene», La historia que se fue, Suplemento Cultural del Diario de Sevilla, núm. 99, 18 de enero de 2001 (‹www.h-debate.com/

cbarros/spanish/articulos/historiografia_inmediata/escueladeannales.htm›).

Véase la nota 65.   No es casualidad que el 29 de abril de 1999 nazca la web de Historia a Debate (‹www.h-debate.com›), y el 21 de setiembre de 1999 la web definitiva (no beta) del mejor buscador de Internet (‹www.google.com›), en sí mismo representativo del nuevo paradigma digital de la comunicación académica, cultural y social, que hemos implementado antes de las redes sociales (Wikipedia nace en 2001, MySpace en 2003, Facebook en 2004 y Youtube en 2005). 67   El interés de la academia anglófona por el nuevo paradigma historiográfico de HaD se ha visto favorecido por la amplia difusión digital en inglés de las convocatorias de los II y III Congresos (1999, 2004), de la misma web de Historia a Debate mediante H-Net (‹http://www.h-net.org/announce/show.cgi?ID=125388›, desde 2000), y, sobre todo, por la propagación en Amazon y Google Books de la publicación colectiva Carlos Barros, Lawrence J. Mccrank (edits), History under Debate: International Reflection on the Discipline, New York, London, Haworth Press, 2004. 68   No sólo en Google, también en Yahoo, msn, etcétera. 69   Se encuentra en ‹www.h-debate.com/cbarros/spanish/hacia_ingles. 65 66

htm›; llama la atención su vasta divulgación, toda vez que fue traducido para la web y no llegamos a gestionar su publicación en papel.


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HaD. Se trata, pues, de una terminología científica, educativa y divulgativa cuya utilización se ha generalizado, exponencialmente, en la primera década del nuevo siglo, para entender e intervenir en el cambio de paradigmas que están viviendo hoy múltiples disciplinas, saberes, prácticas culturales y técnicas.70 El haber acertado nosotros tan tempranamente con las categorías adecuadas para el análisis histórico —incluyendo la inmediatez—71 de la escritura de la historia, nos sitúa en la delantera de un giro inevitable de la mentalidad científica en el siglo xxi. Las nuevas formas de medir el impacto público y académico72 vienen a ratificar y ampliar el peso actual del universo español y latinoamericano, representado por HaD, en la renovación historiográfica internacional, sin precedentes en la «historia de la 70   A veces se pretende adaptar los conceptos de paradigma y revolución científica, creados para estudiar la evolución de las comunidades académicas a la historia misma, no estamos muy de acuerdo, habría que diferenciar ambos objetos por rigor y eficacia investigadora; el nuevo paradigma que construye HaD afecta a la metodología, teoría e historia de la historia, y sus relaciones con la sociedad, pero no es una propuesta o alternativa ideológica, política o social, histórica en sentido estricto, por mucho que nos consideremos parte activa de una globalización alternativa y de progreso: «queremos cambiar la historia que se escribe y coadyuvar a cambiar la historia humana» (punto xviii del Manifiesto), que tiene sus propios sujetos y vías de orden político-social. 71   Según aclaramos en la nota 24, una de las diferencias de la historiografía de paradigmas de HaD con la aportación fundacional de Kuhn, es que nos planteamos incidir sobre la revolución científica en ciernes, interviniendo en la actual lucha de paradigmas con propuestas y debates, practicando una historiografía inmediata con vistas en el futuro, superando, en suma, cualquier actitud contemplativa sobre las salidas en marcha a la crisis de la historia. 72   El valor creciente de Internet en la academia, y el uso de elementos de inteligencia artificial por parte de los buscadores (destacan Google y Google Scholar), hace de éstos instrumentos un medio más eficaz que los tradicionales (incluso para buscar citaciones de publicaciones) para medir el impacto global de un concepto, obra, corriente o autor (independientemente del acostumbrado retraso de nuestras instituciones en reconocerlo, véase la nota 94).


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historiografía»,73 cuyo fundamento reside en la justeza del uso anticipado y original (no mimético) del instrumental revolucionario de la epistemología y la historia de la ciencia según Kuhn.74 Ventaja historiográfica latina todavía más relevante si consideramos el lento, escaso y confuso desarrollo de otras ciencias humanas y sociales,75 a la hora de adaptarse al profundo, inacabable y paradójico proceso de cambio histórico que ha seguido a la caída del Muro de Berlín. El millonario número de citas digitales de las palabras ‘nuevo’ y ‘paradigma’ en un mismo texto, juntas o separadas, tiene causas   Carlos Barros, «Historia a Debate, tendencia historiográfica latina y global», Aula-Historia Social, Valencia, núm. 13, primavera 2004, pp. 84-90 (‹www.h73

debate.com/cbarros/spanish/articulos/nuevo_paradigma/tendencia.htm›).

Otro ejemplo español y americano, en el campo de las «ciencias duras», es el interesante libro de José Almenara y otros, Historia de la bioestadística: la génesis, la normalidad y la crisis, Cádiz, 2003; el enfoque es bien próximo a nuestra historiografía de paradigmas: «donde otros ven un cúmulo de nombres y fechas, nosotros hemos intentado distinguir esos paradigmas. No presentamos una historia al uso, longitudinal y sin crítica. Pretendemos también aportar un mirada transversal, vertebrada a momentos álgidos y momentos de ‘crisis’ e incluso interpretar el presente desde esa perspectiva» (op. cit., p. 20); en el libro se estudia, por tanto, la evolución paradigmática de la bioestadística en un ámbito global, disciplinar e internacional, y sus sucesivas influencias en España hasta la actualidad, posicionándose nuestros autores (hispanos y cubanos) por un nuevo paradigma bayesiano, originado en la Ilustración, marginado posteriormente y ahora recuperado con el fin de superar en el siglo xxi al positivismo estadístico, tanto inductivista (clásico) como hipotético-deductivo (neo), introduciendo el sujeto cognoscente —ahí está la novedad, realmente— sin renunciar a la objetividad de los datos (no es casual que coincida con la historia objetiva / subjetiva del punto I de nuestro Manifiesto), gracias a la informática; Almenara y su grupo comentan, por último, la «marginalidad» de su avanzada propuesta paradigmática en los departamentos de estadística y bioestadística de los ee.uu. (op. cit., pp. 138-139). 75   Viene de atrás cierta desconexión con las realidades inmediatas por parte de las humanidades y las ciencias sociales, que permitió la colonización posmoderna a partir de la literatura, única salida que encontraron muchos en ee.uu., Gran Bretaña y otros países para reintroducir el sujeto —omnipotente— en la epistemología de las ciencias humanas. 74


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varias que debemos relacionar: 1) la cada vez más usual identificación entre ambos términos;76 2) lo novedoso y actual se manifiesta principalmente en los nuevos espacios salidos de las nuevas tecnologías de la comunicación; 3) el enfoque paradigmas se está aplicando a las ciencias y las humanidades, los saberes y las prácticas, pero también a los objetos de estudio, a la misma realidad y su historia;77 4) se entiende por ‘paradigma’ más lo que dicen los diccionarios (modelo, referencia ejemplar, cuando no dogma o pura teoría),78 que la acepción de la ciencia pospositivista; 5) reduccionismo conceptual éste que, junto con el espectacular avance de la fragmentación, induce a valorar y comprender los cambios de paradigmas solamente en una parcela académica, autocalificándose de «nuevo paradigma» propuestas de tipo temático o metodológico especializado, olvidando —en la hipótesis de que se sepa— el concepto primordial de ‘paradigma’ como epistemológico conjunto de valores y creencias que comparten una comunidad de especialistas de una disciplina determinada.79 76   En los años 70, pese a la anterior publicación del libro original de Kuhn sobre las revoluciones científicas en 1962 (1971, en español; 1972, en francés), pocos aprovecharon los conceptos de la nueva historia de la ciencia para hacer historiografía (Georg Iggers y la «nueva arqueología», entre ellos), nociones que pasaron después al olvido hasta la presente eclosión, derivada de los cambios revolucionarios en las formas de comunicación y sociabilidad que siguieron al fin del pequeño siglo xx (1917-1989). 77   Ya vimos que, a veces, se confunde con escasa eficiencia la dialéctica de los viejos y nuevos paradigmas de la historiografía con el análisis —que tiene otras categorías y bases epistemológicas— de los mismos acontecimientos y procesos, inmediatos o mediatos, que investigamos; véase la nota 69. 78   Véase la nota 11. 79   Lo más paradójico son los «nuevos paradigmas» que, implicando potencialmente cambios epistemológicos de fondo, devinieron simples especialidades académicas de tipo empírico como la historia oral, de las mujeres, ecológica, del tiempo presente, etc., abandonando el general «combate por la historia», que exige esfuerzos transversales y teóricos disciplinares; véase el apartado III.1 sobre historiografía convergente en Defensa e ilustración del Manifiesto historiográfico de


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Vemos muy positivo, así y todo, de que se divulgue tan pródigamente la palabra ‘paradigma’ vinculado a lo ‘nuevo’,80 ya que manifiesta, se quiera o no, una honda tendencia colectiva de que nuestras disciplinas no queden académicamente rezagadas de las grandes transformaciones históricas e historiográficas en curso. En fin, las palabras se adelantan a los conceptos y sólo una parte de lo que encontramos en la red de redes bajo la etiqueta de «nuevo paradigma» se refiere, en rigor, a una nueva matriz disciplinar (sinónimo kuhniano de ‘paradigma’), a un consenso o propuesta de consenso orientada, de entrada e independientemente de los resultados,81 a la comunidad académica como un todo, con el objetivo —compartido con otras tendencias divergentes / concurrentes— de rebasar las reconocidas «crisis»82 de la Historia a Debate en ‹www.h-debate.com/cbarros/spanish/articulos/nuevo_

paradigma/defensamanifiesto.htm›.

La tendencia, que nosotros alentamos, es reemplazar la terminología «nuevas historias» de los años 70 por «nuevos paradigmas» en los 90, y el nuevo siglo, que entrañan transformaciones más profundas de la matriz disciplinar: la historia académica en nuestro caso, cuya reconstrucción —en nuestra opinión— han de superar dialécticamente los dos extremos del debate, los «retornos» a Ranke y los géneros tradicionales de escribir la historia, de un lado, y el posmodernismo en su versión más radical y auténtica (véase la nota 93), del otro; posmodernismo hoy en decadencia, siendo reemplazado cada vez por un posmodernismo pragmático, crítico y (trans) moderno con el que se puede dialogar mejor desde nuestra posición (re) moderna y partidaria de una nueva Ilustración. 81   Decimos en el punto xvii, titulado «Nuevo paradigma», del Manifiesto 2001 de HaD: «Según evolucione el debate historiográfico, y la historia más inmediata, nuestras propuestas recibirán más o menos consenso académico, las variaremos o no según interese, si bien hay planteamientos que, aun siendo por el momento minoritarios, nos parecen ineludibles para condicionar críticamente el nuevo paradigma en formación: el conjunto plural de valores y creencias que va a regular nuestra profesión de historiador en el nuevo siglo. Por todo ello, la historia nos absolverá, esperemos»(‹www.h-debate.com/Spanish/manifiesto/ menu1.htm›). 82   Una de las propuestas paradigmáticas —que hemos denominado «continuista» en el preámbulo del Manifiesto de HaD— a la crisis de la historia busca 80


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historia y demás ciencias humanas y sociales, respondiendo a los retos del cambio de siglo. Podemos definir los nuevos paradigmas históricos en marcha como propios y/o originados en otras disciplinas, importados de otros países —siguiendo el viejo esquema— o surgidos de las diversas realidades históricas y académicas nacionales o geolingüísticas: balance mixto de intercambio Import-Export de algún modo inexcusable en tiempos de interconexión y globalización. Veamos algunos ejemplos de nuevos consensos o paradigmas, diferentes a Historia a Debate, de origen estadounidense,83 transdisciplinares, con alguna influencia en el campo de la historia: 1) El posmodernismo como «nuevo paradigma»,84 que se ha extendido, a partir de la literatura, la teoría y la crítica literarias, por medio de la epistemología y de las propuestas concretas de «giro lingüístico» y «estudios culturales», al resto de las humanien ocasiones, por propio interés, enmendar la mayor y negar incluso su existencia (véase «Hacia un nuevo paradigma historiográfico», op. cit. p. 223-225); sobre los efectos benéficos de la continuidad de las historias novedosas practicadas desde los años 60 y 70, véase las notas 9, 21, 58, 123. 83   Véase la nota 97; el agotamiento de los genuinos focos europeos de Francia y Gran Bretaña, junto con la tendencia unipolar de gran potencia metropolitana, la mundialización y el auge del inglés, han potenciado la academia estadounidense como plataforma internacional de iniciativas, contrarrestadas en todo caso por una alternativa globalizadora, multicultural y multilateral, que está dificultando y mucho la reproducción en el siglo xxi del mimetismo unifocal, cultural y académico, característico de los eurocéntricos siglos xix y xx; sobre el nuevo paradigma realmente poscolonial de HaD, véase Defensa e ilustración del Manifiesto historiográfico de Historia a Debate en ‹www.h-debate.com/cbarros/spanish/

articulos/nuevo_paradigma/defensamanifiesto.htm›.

84   En la periferia de la influencia norteamericana no siempre se presentó el posmodernismo como un «nuevo paradigma» subjetivista si no como un «noparadigma» (!), a fin de eludir el encontronazo con otros paradigmas más implantados y beneficiarse, además, del posmodernismo ambiental engendrado por la fragmentación y del escaso conocimiento de lo que significa ‘paradigma’.


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dades y las ciencias sociales.85 2) El neoinstitucionalismo de los economistas que, dejando atrás el neopositivista cuantitativismo y desde una crítica inicial a la economía clásica, se ha difundido hacia la ciencia política, la sociología o la historia.86 3) El «nuevo paradigma educativo» de origen pretendidamente constructivista, muy relacionado con la enseñanza laboral y empresarial y con bastante peso por causas exógenas entre especialistas en pedagogía y didáctica.87 Pensado para la enseñanza secundaria es ahora de «obligado cumplimiento», desde la Declaración de Bolonia (1999), en Europa y sus enseñanzas universitarias. La conversión del new paradigm in education en «paradigma oficial» de la Comisión Europea, ha alterado evidentemente las condiciones del debate y la libre generación del consenso, propios de una definición más académica y democrática de la noción de ‘paradigma’. Tiene mucho interés, con todo, esta «propuesta» de un nuevo paradigma de raíz unidisciplinar (didáctico) y proyección transversal, que busca responder a la crisis paradigmática   La irradiación posmoderna (véanse las notas 74, 79) tiene especial incidencia en Gran Bretaña (donde compite con ventaja con la historiografía marxista en los temas teóricos) y suele acompañar en Europa, y otras zonas, al uso del inglés como lengua académica, pero es claramente marginal en España y la Europa latina, con una presencia tardía y paradójica en sectores académicos iberoamericanos, como hemos comprobado en el III Congreso. 86   Sobre el neoinstitucionalismo, véase Manuel Artaza, «El Nuevo Institucionalismo: el retorno de la historia y de las instituciones a la Ciencia Política» (‹http://www.h-debate.com/congresos/3/cdigital/debates/mesas/F/artaza. htm›); y también Salomón Kalmanovitz, «El neoinstitucionalismo como escuela» (‹www.banrep.gov.co/junta/publicaciones/salomon/El_%20neoins85

titucionalismo_como_escuela.pdf›)

87   El origen angloamericano explica la desproporción existente (mucho mayor que para «nuevo paradigma historiográfico, véase el texto a la altura de la nota 66) entre los resultados encontrados (Google 31/8/09) sobre «nuevo paradigma educativo», poniendo las palabras sin comillas, en inglés (2.780.000) y en español (390.000; en su mayor parte latinoamericanos).


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de la escuela con un apoyo decisivo te tipo administrativo e institucional.88 Pecado original que nos llevó a proponer, en 2007, ante su aplicación a la enseñanza de la historia, una depuración constructiva de los elementos posmodernos (v.g., el profesor como un desvalorizado y pasivo «facilitador»), empiristas, instrumentales o tecnocráticos (enseñar competencias,89 olvidando los saberes). Urge vincular, pues, el «nuevo paradigma» de las competencias a la educación en valores, actualizando críticamente lo que aprendimos de las «nuevas escuelas» del siglo xx (Dewey, Bruner, Piaget, Freire, Vigotsky…). De forma que sea posible hacer frente, y superar, dos problemas muy vinculados: el retorno de la escuela tradicional, y graves dificultades socioeducativas como indisciplina, acoso escolar, brecha digital, violencia, drogas, desempleo y desmotivación. En definitiva, nos planteamos transformar un paradigma-modelo impuesto, «desde arriba», por un paradigma-consenso engendrado, «desde abajo», que recoja del primero lo mejor y no renuncie a influir en las directrices oficiales, sobre todo a través de la rectificación de una puesta en práctica que depende, y mucho, del profesorado y las comunidades educativas. A tal fin hemos aplicado la experiencia de análisis, crítica e intervención paradigmática de Historia a Debate a la tendencia actual de la didáctica anglosajona de la educación en   El papel de las instituciones internacionales (ocde, ce…), y de una gran parte de las autoridades educativas nacionales, a favor de una nueva educación secundaria y superior basada en competencias y orientada al mercado laboral, explica tanto su éxito como los problemas de implementación que está teniendo en las comunidades educativas (ante todo, humanidades y ciencias duras), agravados en lo ideológico por la crisis de 2008 y sus efectos negativos sobre el fundamentalismo del mercado. 89   Hemos distribuido en HaD (2/12/05) un manifiesto de profesores universitarios españoles críticos con la «educación en competencias» y su conexión ideológica y práctica con el mundo de la empresa (‹www.h-debate.com/ listahad/a_2005/diciembre/2_12_05.htm›). 88


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competencias, elaborando un texto pensado para discutir y redefinir el nuevo paradigma de la enseñanza de la historia, en el marco de nuestro Manifiesto historiográfico: Propuestas para el nuevo paradigma educativo de la historia.90 Desde el II Congreso, al tiempo que la Unión Europea aprobaba la Declaración de Bolonia donde se toma como referencia una didáctica claramente inclinada a las «competencias», el mercado y la «competitividad», hemos prestado creciente atención metodológica y teórica en Historia a Debate a la enseñanza de la historia,91 concluyendo que era necesario relacionar más estrechamente la nueva historiografía con la didáctica de la historia, demanda a la que tratamos de responder sin recetas, aportando praxis y proposiciones, animando a los profesores de secundaria a construir con nosotros, investigadores y profesores de enseñanza superior, desde un ámbito latino y global, un nuevo paradigma válido para la historia enseñada conectado con el nuevo paradigma historiográfico.92 90   Versión escrita y ampliada de una ponencia presentada en el Seminari Internacional Taula d’Història «El valor social i educativo de la història», organizado por el Departament de Didàctica de les Ciències Socials (Universidad de Barcelona, 9 de julio de 2007); disponible en Carlos Barros, «Propuestas para el nuevo paradigma educativo de la historia», Sarmiento. Anuario Galego de Historia da Educación, Universidades de Santiago, A Coruña y Vigo, núm. 12, 2008, pp. 127-152, y otras publicaciones (‹www.h-debate.com/cbarros/spanish/articulos/nuevo_paradigma/npeducativo.htm›).

Véase la reseña de Rafael Valls, «La importante presencia de los problemas relacionados con la enseñanza de la historia en el II Congreso Internacional Historia a Debate» (Santiago de Compostela, julio, 1999), Con-Ciencia Social. Anuario de didáctica de geografía, historia y otras ciencias sociales, Madrid, 2000, núm. 4 (disponible en ‹http://www.h-debate.com/Resenhas/rafael.htm›); seis meses después (3/1/00) iniciamos el debate educativo on-line «¿Qué historia enseñar en el nuevo siglo?» en el que participaron a 31/8/09 unos 135 colegas (‹http://www.h-debate.com/Spanish/amenudebates_def.htm›). 92   La demanda de una posición didáctica para HaD se ha concretado, hasta la fecha y por mi parte (en cuanto coordinador / orientador), en cuatro intervencio91


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En contraste con los tres nuevos paradigmas citados, de origen estadounidense e importados de otras ciencias humanas, el nuevo paradigma historiográfico de Historia a Debate responde, tanto en su versión explícita como implícita,93 a una iniciativa euroamericana, española y latina, que: 1) tiene híbridas raíces teóricas, intelectuales e historiográficas (Annales, marxismo, ciencia pospositivista, y otras) procesadas críticamente desde un historiografía inmediata; 2) dialoga permanentemente con otras propuestas actuales, generales y parciales, asumiendo unas partes y criticando otras,94 desde nes: (1) videoconferencia «La nueva historiografía y la enseñanza de la historia» (20/9/02), dirigida a docentes y alumnos de la Maestría en Educación de la Universidad Virtual del Instituto Tecnológico de Monterrey (vídeo disponible, junto con transcripciones en español e italiano, en ‹www.h-debate.com/videos/videos/ mexico.htm›); (2) conferencia «Nuovi paradigmi della ricerca storica» (20/10/04), en el marco del Congreso Internacional ‹Storiografia e insegnamento della storia: è possibile una nuova alleanza?›, organizado precisamente por la universidad de Bolonia (audio en ‹www.h-debate.com/Spanish/presentaciones/lugares/bologna. htm›); (3) conferencia «Historia a Debate y la reconstrucción del paradigma historiográfico» (9/1/06), en el marco del ‹III Curso de Invierno «Da teoria da história à didática da história›», organizado por la Universidad de Coimbra; y, por último, (4) la citada ponencia (nota 88), a modo de conclusión (provisional), «Propuestas para el nuevo paradigma educativo de la historia» (9/7/07), ampliamente difundida en Internet y resumida en «Insegnari storia, competenze e valori», Patrimoni culturali tra storia e futuro (a cura di Beatrice Borghi, Cinzia Venturoli), Bologna, marzo 2009, pp. 51-54 (trad. esp., «Enseñar historia, competencias y valores» en Monografias.com (‹http://www.monografias.com/trabajos918/historia-competencias-valores/historia-competencias-valores.shtml#Relacionados›). 93   Dada la amplitud de HaD como red académica-social y movimiento historiográfico, y su relativa juventud, no todos los colegas que vienen participando con alguna continuidad en nuestras actividades desde 1993, presenciales y digitales, activa o pasivamente, son —o podemos ser— plenamente conscientes de la novedad y trascendencia que puede implicar la interrelación de nuestras prácticas, investigaciones y reflexiones sobre el método, la historiografía y la teoría; de ahí que, desde el III Congreso, dediquemos un espacio a estudiar colectivamente nuestra propia experiencia. 94   Con los partidarios de los retornos biográficos, políticos, narrativos…, podemos coincidir en la valoración positiva de un inédito pluralismo historiográfico


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una posición base (epistemológica) de carácter mixto pero sistémicamente coherente;95 3) aplica creativamente las infrautilizadas posibilidades96 de la globalización de la comunicación, la academia y la sociedad de nuestro tiempo; 4) construye, en definitiva, un nuevo consenso disciplinar con componentes diversos, multi e intradisciplinares, desde una óptica sintética y global, sin perder de vista la experiencia acumulada durante más de un siglo por la historia como dedicación, con sus viajes pendulares de la literatura a la historia, de la filosofía a la empiria, de la política a la sociedad, de lo subjetivo a lo objetivo, y viceversa. No conocemos internacionalmente otro proyecto tan claro de debate y reconstrucción paradigmática global, lo que no quiere decir que no pueda y deba surgir en otros ámbitos y/o disciplinas. Estamos lógicamente interesados en establecer intercambios y alianzas con otras redes y tendencias his(tesis 8 de La historia que viene; véase la nota 125), pero cuestionamos la subyacente teoría del conocimiento de una historia tradicional «tal como fue», protagonizada ante todo por «grandes hombres» en detrimento del sujeto social; con la posmodernidad genuina (véase la nota 78) podemos coincidir en el papel determinante —tanto como las fuentes, corregimos nosotros— del sujeto cognoscente (punto I del Manifiesto de HaD) o en que la Historia no tiene un final preestablecido (punto xiv), pero discrepamos de la pretensión epistemológica de igualar historia y ficción o de que la historia deba prescindir de «cambiar el mundo», queremos coadyuvar con los sujetos sociales a perfilar renovados objetivos históricos. 95   Pensar con dos ideas a la vez, sintéticamente, requiere de mentalidades científicas y académicas complejas, actualizadas, que huyan de las falsas e improductivas disyuntivas tipo blanco / negro, individual / colectivo, subjetivo / objetivo, conmigo / contra mí, que tanto daño han hecho, y todavía hacen, a la ciencia y a la sociedad. 96   Por simple desconocimiento y el peso retardatario de las mentalidades, lo que se hace académicamente en Internet suele estar por debajo de lo que se puede hacer técnicamente, aunque la situación evoluciona con rapidez, un ejemplo son las en su momento novedosas páginas webs de recursos, reemplazadas en la práctica por Google y otros buscadores; nuestra contribución es haber sido de los primeros historiadores y académicos en dar el paso de la web 1.0 a la web 2.0, superando las páginas webs de servicios (información académica, siempre necesaria), al crear hace ya un década una comunidad académica digital que de verdad combina debate y consenso, reflexión e investigación histórica e historiográfica.


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toriográficas con intereses comunes,97 y lo estamos haciendo, sin renunciar a la discusión y la bilateralidad, para lo cual nos servimos de nuestra original, inacabada y multifacética experiencia, en su forma y su contenido, en su método (digital, comunitario,98 en debate, desde abajo) y en sus resultados. Ahora bien, en lo que podamos representar como adelanto científico social, no todo el mérito es nuestro, también cuenta el retraso general. Mercado, ficción y positivismo Hay que preguntarse, desde luego, porque las comentadas propuestas de nuevos paradigmas de origen norteamericano, no vienen directamente de la historia sino de la literatura o de otras ciencias humanas y sociales. Pasa algo parecido en otros lugares.99 Una primera respuesta es que la historia académica, a diferencia por ejemplo de la literatura y filosofía (posmodernas), desaprovecha los descubrimientos del físico norteamericano reconvertido hace cuatro décadas en historiador, en su propio país, aplicándolos en el mejor de los casos a «nuevos paradigmas» parciales, que no pueden, ni por lo regular pretenden, dar una solución global, y de progreso, a la complicada crisis de la disciplina incubada desde fines del siglo xx. La finalidad especializada de muchas de las proposiciones que se proclaman como neoparadigmá  Véase la nota 40, y el apartado III.1 sobre historiografía convergente en «Defensa e ilustración del Manifiesto historiográfico de Historia a Debate» (‹www.h-debate.com/cbarros/spanish/articulos/nuevo_paradigma/defen97

samanifiesto.htm›).

Somos ciertamente «enanos a hombros del gigantes», pero los gigantes son las corrientes colectivas, más o menos organizadas o latentes. 99   Escogimos Norteamérica como ejemplo actual, y contrapunto, porque se dan con más claridad y radicalidad situaciones historiográficas, académicas y públicas de dimensión internacional gracias al uso académico del inglés y su papel geoestratégico de primera potencia (en decadencia, según historiadores Paul Kennedy y otros científicos sociales). 98


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ticas explica que algunas —como la historia de género— fueran en buena medida recuperadas, en medios anglosajones, por el paradigma teórico de la posmodernidad, basado en la preeminencia del discurso sobre la realidad social. Todavía fue peor lo que pasó con la historia poscolonial india de comienzos sociales y «subalternos» que desembocó, al atravesar el Océano Pacífico, en un fenómeno principalmente subjetivo, lingüístico y cultural —«superstructural», decíamos peyorativamente en los años setenta— por falta de un paradigma norteamericano avanzado en el que englobarse, donde fuese posible conciliar la óptica subalterna de Gramsci con una alternativa historiográfica y teórica más actual, que combata el colonialismo y los rebrotes neoimperiales tanto en el discurso historiográfico y cultural como en la realidad política, social y económica, pasada y presente. Esta falta de iniciativa epistemológica, global y actual de la historia profesional, más allá de los ámbitos sectoriales,100 refleja asimismo algo a lo que ya hemos hecho referencia en otro lugar.101 Trascendentes debates internacionales que han relacio100   Hay avances sectoriales y puntuales de la historiografía estadounidense muy aprovechables a tono con los retos actuales: el caso de la World History discutida en el III Congreso de 2004, o de la Public History, cuya inclusión está prevista —Clío mediante— en el IV Congreso de 2010; además de importantes experiencias innovadoras, paralelas a HaD, en el uso historiográfico de las nuevas tecnologías como H-Net (portal de listas, desde 1993) o hnn (History News Network, desde 2001), de compromiso sociopolítico de los historiadores como haw (Historians Against the War, desde 2003), en todos los casos con la triple limitación (o virtud, según se vea) de su carácter primodialmente nacional, con una proyección internacional en todo caso subordinada al uso del inglés (English-only), además de una general ausencia de inquietudes explícitas (más allá de la especialidad) de tipo metodológico, historiográfico o teórico-histórico.

Véase el apartado I.2 sobre desfocalización, multiculturalismo y red, en «Defensa e ilustración del Manifiesto historiográfico de Historia a Debate» (‹www.h-debate.com/cbarros/spanish/articulos/nuevo_paradigma/defensamanifiesto.htm›). 101


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nado historia y actualidad, pasado y futuro, filosofía e historia, como el «final de la historia» (1989) o el «choque de civilizaciones» (1996), se lanzaron desde los Estados Unidos pero sus protagonistas (Francis Fukuyama, Samuel P. Huntington) no fueron historiadores sino filósofos y politólogos. El historiador Paul Kennedy102 lo había intentado meritoriamente años atrás, con menos éxito, con The Rise and Fall of the Great Powers (1987). Demostrando estos lanzamientos basados en la historia, en cualquier caso, que existen en el centro del «imperio» mejores condiciones objetivas para la irradiación internacional de los debates globales de Historia Inmediata.103 Es por ello que nos interesa seguir la evolución historiográfica reciente en los ee.uu.,104 por mucho que su influencia sea menor en el ámbito académico en que nos movemos los miembros activos de Historia a Debate. ¿Qué estaría impidiendo a los historiadores norteamericanos jugar un mayor papel internacional de manera directa hablando de historia y actualidad, aprovechando las ventajas que, hoy por hoy, les facilita la globalización?105 ¿Qué imposibilita a los historiadores de los ee.uu. aprovechar, como nosotros en el plano 102   De todos modos, Paul Kennedy se trata de un caso particular, la historia del presente o inmediata, no es demasiado cultivada por los historiadores, dentro y fuera de Norteamérica, lo que contribuye a entender mejor la poca influencia de los historiadores académicos sobre la actualidad. 103   La realidad es que, en otros países de Europa y América Latina, cuando hay debates públicos que relacionan historia y actualidad, donde intervienen historiadores, no suelen rebasar el territorio, la historia y la memoria nacionales. 104   Véase la nota 98. 105   Si la constitución de Historia a Debate (4.406.743 visitas en la web entre abril 1999 y julio 2008) como «comunidad académica de nuevo tipo», promotora de un nuevo paradigma historiográfico de orden global, ha sido posible gracias al segundo lugar que ocupa el español entre las lenguas occidentales, dentro y fuera de Internet, más fácil sería difundir desde los ee.uu. un nuevo paradigma historiográfico (como se hizo con el new paradigm educativo), después del acabamiento de las escuelas europeas de Annales y Past and Present…


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iberoamericano, la ventaja histórica del relativo retraso106 en la producción mundial de novedades historiográficas, antaño procedentes de Alemania (siglo xix), Francia y Gran Bretaña (siglo xx)? Lo primero que se hizo historiográficamente mal —en la medida en que hubo rational choice— fue la marginación después de la II Guerra Mundial107 de las nuevas historias europeas, marxistas y annalistes:108 ello engendró, andando el tiempo, un bloqueo estéril del debate entre positivismo y posmodernismo.109 La historia positivista con fuerte y antiguo arraigo en Norteamérica, se ha beneficiado después (años ochenta) de la decadencia de importantes novedades historiográficas made in usa de los sesenta y setenta,110 y más aún del auge (años noventa) de un neoconservadurismo político y académico, cultural y mental, que llegó a su paroxismo con el Project for the New Ameri  Hemos escrito en otro lado sobre la ventaja del retraso de algunos países cuando, después de haber actuado miméticamente de receptores, los focos emisores se consumen (en cuanto a novedades) y dificultan, por el peso y la inercia de la tradición, la imprescindible adaptación a los cambios, «Historia a Debate, tendencia historiográfica latina y global», Aula-Historia Social, Valencia, núm. 13, primavera 2004, p. 86 (‹www.h-debate.com/cbarros/spanish/ articulos/nuevo_paradigma/tendencia.htm›). 107   Ayudó no poco el contexto desfavorable de la guerra fría y el macartismo, véase la nota 124. 106

108   Vanguardias que quedaron circunscritas, en los años sesenta y setenta estadadounidenses, a la Radical History (marxismo) y a los historiadores especialistas en Europa (Annales), de manera que el ulterior retorno de la vieja historia no fue tal (véase la nota 114), permaneció en forma larvada, igual que pasó en otros países (véase la nota 97). 109   Véase la nota 111. 110   Loables innovaciones neopositivistas fueron, en su momento, la History Social Science y la New Economic History que introdujo en la historiografía internacional el cuantitativismo (asumido por Annales como Histoire Sérielle, sin reconocimiento de la deuda, por cierto, véase Dictionnaire des Sciences Historiques, Paris, 1986, pp. 631-633), refugiadas hoy en la pura especialización como casi todas las nuevas historias del siglo xx.


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can Century,111 implementado por la Administración Bush y contestado, a partir de la guerra de Irak (2003), por buena parte del universo.112 Neoconservadurismo ideológico que, incrustado en la cúspide del Estado y con una evidente influencia universitaria, favoreció más que nada una historia simplista de héroes y villanos, grandes hombres, acontecimientos y batallas, de base positivista, sin que el posmodernismo hiciese nada efectivo por combatirla.113 En el contexto «reaccionario»114 de los años noventa y principios del nuevo siglo, tenemos que reconocer que el efecto principal del debate sobre la historia académica provocado por el posmodernismo en Norteamérica, y sus zonas de influencia, ha sido empujar al conjunto de los historiadores —involuntariamente, suponemos—115   Véase como se justifica en la historia del siglo xx la «guerra preventiva» y la necesidad de una hegemonía militar norteamericana en el siglo xxi: «The history of the 20th century should have taught us that it is important to shape circumstances before crises emerge, and to meet threats before they become dire. The history of this century should have taught us to embrace the cause of American leadership», Statement of Principles of pnac, manifiesto fundacional firmado el 3 de junio de 1997 por Cheney, Fukuyama, Wolfowitz, Kagan, Rumsfeld y otros académicos y/o políticos (‹http://www.newamericancentury.org/statementofprinciples.htm›). 112   Este texto ha sido inicialmente redactado después del III Congreso (2004), cuando gobernaban los neocons en los ee.uu., y revisado en 2009 (para la edición de sus Actas), después por tanto de la victoria de Barack Obama en noviembre de 2008 que supone un gran cambio histórico, cuya profundidad y efectos están por ver, así como la incidencia que puede tener sobre la historiografía estadounidense y sus seguidores en todo el mundo. 113   El posmodernismo y el positivismo se retroalimentan, respetándose tácitamente —pese a las críticas mutuas— las posiciones ocupadas en el mundo académico de influencia anglosajona: el primero en la teoría y la epistemología de la historia; el segundo en la investigación y la práctica de la historia. 114   En el sentido de «opuesto a las innovaciones», véase la segunda acepción del término en el Diccionario de la Real Academia Española (‹http://buscon.rae. es/diccionario/drae.htm›). 115   No siempre se sabe —o se quiere valorar— la relación de las proposiciones académicas con los contextos ideológicos, políticos y sociales, menos aún si las consecuencias de la propia actividad contradice lo que se defiende. 111


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en los brazos de una Old Old History temida —o deseada— desde hace años.116 Tan cierto es que muchos de los historiadores de posiciones teóricas posmodernas que investigan historia «en concreto» suelen hacerlo de manera clásica, puramente empírica, cualquiera lo puede comprobar, salvo excepciones que se vuelven raras conforme el retorno de la vieja historia (revalorizada académicamente) y el mercado hacen sonar, al unísono, sus cantos de sirena. Un caso paradigmático de interés general sobre la deriva final de la historia posmoderna es, sin duda, la evolución del brillante historiador angloamericano, Simon Shama, que intentó más que nadie llevar la genuina posmodernidad a la investigación, pasando de meritorios e impenitentes ensayos que igualaban historia y ficción117 como Dead Certainties: Unwarranted Speculations (1991)118 a una entretenida superproducción, A History of Britain119 (2000), para la bbc, conmemorativa del nuevo milenio, con un claro enfoque historiográfico de datos y fechas, grandes acontecimientos y grandes hombres, adobado con curiosas anécdotas, buena escritu  La gran pregonera del retorno de la vieja historia en los ee.uu. ha sido Gertrude Himmelfarb con su The New History and the Old: Critical Essays and Reappraisals, Harvard, 1987; que la autora sea especialista en Europa (Inglaterra, época victoriana) convierte en más significativo y exitoso el «giro conservador» que promovió hace dos décadas; retorno anunciado y temido con anticipación por Lawrence Stone en «The Revival of Narrative: Reflections on a New Old History», Past and Present, núm. 85, 1979; historiador inglés fallecido, uno de cuyos últimos actos académicos fue la participación en el I Congreso Internacional de HaD, miembro fundador de Past and Present, profesor de la Universidad estadounidense de Princeton y especialista en la Revolución Inglesa y su época. 117   Somos partidarios de una historia mixta que utilice a fondo los recursos narrativos de la literatura —introduciendo incluso al historiador como narrador, como hace Shama en la serie de la bbc— pero sin caer llanamente en la ficción, «El retorno de la historia», Historia a debate. I. Cambio de siglo, Santiago, 2000, pp. 153-173. 118   Trad. esp. Certezas absolutas, Barcelona, 1993. 119   Véase el índice de los 15 capítulos de la serie en ‹http://www.napoleonguide.com/dvd_brithist.htm›. 116


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ra y mucho esencialismo de Estado-nación inglés que deja de lado a Escocia y Gales en la historia de la Gran Bretaña.120 La involución de Shama es modélica por lo que tiene de típica y cualificada adaptación121 a un mercado que fue premiando o castigando122 cada una de sus obras, según fuesen más o menos clásicas historiográficamente.123 120   Es significativo que la única crítica histórica recibida por el documental sea identitaria, pese a su tradicionalismo historiográfico, como se puede comprobar en Amazon, H-Net y Wikipedia: ‹http://www.campingguiden.no/cgi-

bin/apf4/amazon_products_feed.cgi?Operation=ItemLookup&myOperati on=CustomerReviews&ItemId=B00004Y3NW&ReviewPage=2›, ‹http:// hnn.us/comments/10421.html›, ‹http://en.wikipedia.org/wiki/Simon_ Schama%27s_A_History_of_Britain›.

121   Desgraciadamente se ven cosas mucho peores cuando se trata de trabajos de encargo. 122   Esta tendencia de algunos historiadores de trabajar para el mercado es hoy, como sabemos, un fenómeno geográficamente extendido, dado el interés de los viejos Estados en reafirmar y actualizar en tiempos de globalización sus identidades nacionales, hacia adentro y hacia fuera; es habitual entre nosotros devaluarlos sotto voce (a menudo por envidia) como «historiadores mediáticos», no estamos de acuerdo con dicha descalificación en lo que toca al necesario uso de los medios de comunicación para difundir la historia, ni siquiera con la crítica larvada de sus motivaciones económicas —¿no estamos acaso en una economía de mercado?—; es bueno que los historiadores escriban para un público más amplio, donde vemos que puede chocar el interés individual con el interés colectivo es cuando se sacrifica la historia en la honestamente que uno cree (o ha creído) en favor de una historia-mercancía, profesionalmente devaluada, al servicio de diferentes poderes (véase el punto VIII del Manifiesto de HaD). 123   A Chronicle of the French Revolution recibió en 1990, el premio ncr considerado el más lucrativo para libros de Non-Fiction en toda Gran Bretaña (sobre su carácter pro-absolutista y el escamoteo del sujeto social, véase la reseña de Chris Nineham en el n º 215 de Socialist Review, enero 1998); en el año siguiente, sin embargo, el citado libro experimental Dead Certainties se vendió bien poco (y recibió además críticas académicas), a diferencia de Landscape and Memory (1995) «more traditionally structured» y por consiguiente mejor tratado; hasta llegar al apoteosis de los documentales televisivos: un posterior contrato, en 2003, de Shama con la BBC y HarperCollins para producir series y libros fue presupuestado en 5, 3 millones de dólares (‹http://en.wikipedia.org/wiki/Simon_Schama›).


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La confluencia de mercado y ficción empuja par tout a una parte de la historia profesional (otros se quejan de no estar invitados, y la mayoría se mantiene en lo académico) hacia sus primeras certezas (positivistas) y demandas públicas (entretenimiento, pero también función política), con más incidencia si cabe en el país donde el neoliberalismo y el posmodernismo han recibido más impulso, y donde académicamente las nuevas historias vinculadas al marxismo y Annales no tuvieron, a partir de la segunda posguerra, demasiada fuerza124 por razones asimismo relacionadas con la historia.125 En cambio, la historiografía española ha asumido, aunque tardíamente (por culpa de una dictadura),126 la 124   En los países europeos donde se generaron dichas nuevas historias, como Inglaterra, sigue en pie una New Social History (807.000 referencias en Google a 7/9/09)) como línea de investigación y Hobsbawm todavía lanza, en noviembre de 2004, un Manifiesto (valorado al comienzo de este trabajo) por la historia reivindicando la tradición historiográfica marxista inglesa (‹www.h-debate.com/ Spanish/manifiesto/opiniones/barros17.htm›); en Francia se continúa investigando con un buen nivel en historia social e historia de las mentalidades, y late todavía una historia humanamente comprometida a la manera de Bloch, aunque ya no es mayoritaria, como se puede ver en dos documentos firmados (2005) por historiadores académicos sobre las lois mémorielles, el primero contra el rol positivo de la colonización francesa, el segundo reivindicando la vuelta de Seignobos y su principio positivista «la historia se hace con documentos» con el fin de defender, contra el movimiento memorialista, que la historia «sólo» compete a los historiadores (véanse los dos textos en ‹http://www.h-debate.com/Spanish/ historia%20inmediata/memoria/barros.htm›). 125   La represión macartiana de los años 1950-1956 produjo efectos duraderos en las academias norteamericanas, no sólo en Hollywood: el número de historiadores represaliados y censurados (entre ellos Moses Finley, Natalie Z. Davis, Norman Birnbaum y Eugene Genovese) pasan de 9 en los años 40 a 47 en los años 50, bajando después progresivamente hasta llegar a 3 en los años 90, sobra decir que se les persiguió por marxistas, liberales y radicales…, véase Antoon Baets, Censorship of Historical Thought. A World Guide, 1945-2000, Connecticut, 2002, pp. 560-589. 126   Véase «La historia que queremos», Revista de Historia «Jerónimo Zu-

rita», núm. 71, 1995, pp. 309-345 (‹www.h-debate.com/cbarros/spanish/ historia_queremos.htm›).


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renovación historiográfica de Annales y el materialismo histórico, al igual que las historiografías latinoamericanas (en desigual medida, ciertamente). Lo cual contuvo el retorno a Ranke y la historia de las «grandes figuras» en la historiografía académica,127 al tiempo que relegó a los márgenes —si cabe con más fuerza— la pulsión desprofesionalizadora de la posmodernidad, frustrando el «efecto tenaza» que tanto ha facilitado el «giro conservador» de la historiografía norteamericana y sus zonas de influencia. Contexto distinto que ha permitido, en la última década, la emergencia en y desde España de HaD y otras dos corrientes historiográficas de ámbito nacional, si acaso más comprometidas políticamente que nosotros: la Idea Histórica de España y la Recuperación de la Memoria Histórica.128 Tres tendencias verdaderamente actuales que han roto, conjunta y diversamente, con una tradición historiográfica que nos ha hecho depender en el pasado, para bien y para mal, de otros países, resultando que todas ellas, y no por casualidad, se sienten, a diferencia de lo que sucede en 127   El género biográfico ha penetrado poco en la universidad española en cuanto a tesis doctorales y otros trabajos académicos, fue sobre todo iniciativa de algunas editoriales, medios de comunicación e instituciones políticas; la moda de la biografía reflejó más los «usos públicos de la historia» (véase la nota 128) que una evolución historiográfica interna, valorada y debatida en nuestro propio medio, lo cual no le resta valor como muestra de un pluralismo historiográfico que defendimos (1994) en la tesis 8 de La historia que viene: «Lo que decide que un tema de investigación o un género historiográfico sea válido o no, es la aportación del historiador»; en ello estamos, pues, combatiendo en cualquier caso un «todo vale» que sirva de anastésico de la responsabilidad profesional y social del autor. 128   Véase las «Primeras conclusiones del III Congreso Internacional His-

toria a Debate (14-18 de julio de 2004)» (‹www.h-debate.com/congresos/3/ conclusiones/primeras%20conclusiones.htm›); tratamos este tema con mayor detalle en «Últimas tendencias de la historiografía española» (2007) (‹www.hdebate.com/Spanish/presentaciones/lugares/montevideo3/audio.htm›).


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otros países y lugares, en mayor o menor medida «compatibles» con el marxismo y el annalisme de los años sesenta y setenta.129 El hecho comprobado del imaginario y la realidad «continuista» en la historiografía española reciente no contradice que las instancias intermediarias, empresariales e institucionales, que orientan el mercadeo de la historia hayan impuesto en los lectores, como en otros países, un gusto en buen grado artificial y políticamente interesado,130 por una historia individualista y elitista manifestada en el auge de las biografías de reyes y otros «grandes personajes», desde la «Reconquista» a la «Transición». Un proceso exitoso anterior, más masivo y menos coyuntural, como la novela histórica muestra —me refiero a las mejores, de ayer y de hoy— que el público culto antes bien se interesa por gente como ellos, seres anónimos, humanamente ricos en su relación social, afectiva y política, con un protagonismo regularmente coral que sitúa al fondo… las «grandes figuras». Todo lo contrario de la ya pasada demanda mediática y política de «grandes biografías», que ciertamente —una cosa no quita a la otra— ha ganado en algunos caso con sus autorías académicas, pese su lastre original como obras de encargo, cuando no simples empeños comerciales.131   Parte de los historiadores españoles marxistas y pro-Annales que han organizado o se han adherido a estos movimientos historiográficos recientes, incluida la Idea Histórica de España, no tienen demasiada conciencia o pesar sobre la diferencia de la historia que hacen y dicen ahora con lo que hicieron y dijeron en su juventud, cambios personales que se suelan considerar benévolamente fruto lógico de los dispares momentos histórico-historiográficos vividos, peculiar sentimiento de continuidad / discontinuidad que no percibimos tanto en las historiografías que se mantuvieron más ajenas a la «revolución historiográfica del siglo xx». 129

130   El fenómeno editorial se fue agotando, en la segunda parte de la primera década del siglo, por la propia saturación del mercado y las consecuencias del cambio político que tuvo lugar en 2004, como luego veremos. 131   Véase un debate sobre el retorno de la biografía en España en Flocel Sabaté, Joan Farré, coord., Medievalisme: noves perspectives, LLeida, 2003, pp. 216-221


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Descartado por «optimista» que el boom que hemos vivido de la biografía histórica sea debido al «brillante desarrollo alcanzado por la investigación histórica en España»,132 Carlos Martínez Shaw lo vincula con el retorno de la idea histórica de España: el problema de una «naciente» democracia española133 que tenía que asumir la tarea de «cimentar un nuevo concepto de España que encuentre la aceptación de las distintas sensibilidades ideológicas y regionales».134 Todavía estamos lejos de haberlo conseguido, precisamente porque no se trata tanto de una iniciativa académica como política, directa o indirectamente. El impulso que recibió la idea histórica de España con la victoria del Partido Popular en marzo de 1996, potenció como referentes históricos, mediante centenarios conmemorativos, a nuestros reyes imperiales (Carlos V, Felipe II, Reyes Católicos)135 y, por (‹www.h-debate.com/cbarros/spnish/inmediata/debates/balaguer1.htm›); se suele poner como ejemplo (también en la publicación de la nota siguiente) al modernista y académico Manuel Fernández Álvarez de reconversión de una historia social (v.g., La sociedad española en el Siglo de Oro, 1985) a las biografías de reyes y la novela histórica (bajo el impulso de Espasa-Calpe), sin embargo este historiador publica como prueba de continuidad, en 2002, Casadas, monjas, rameras y brujas. La verdadera historia de la mujer en el Renacimiento (reed. en rústica, 2005). 132   Carlos Martínez Shaw, «Las razones del boom historiográfico», Dossier «La historia como best seller» en Leer, núm. 130, marzo 2002, p. 24; véase asimismo la nota 125. 133   A finales de 1995, antes de la primera victoria del Partido Popular y sus consecuencias historiográficas, planteamos ya cómo era posible que casi 30 años después de la transición a la democracia no se hubiera generado y divulgado un concepto democrático y pluralista de la idea histórica de España en «La historia que queremos», pp. 332-337. 134   Carlos Martínez Shaw, ibídem. 135   La conmemoración de los Reyes Católicos tuvo menor alcance, para evitar polémicas suponemos (expulsión de los judíos, centralización del Estado, etc.); por otro lado, se dijo que Felipe V no tuvo su gran conmemoración por la firme oposición de Convergència i Unió, partido catalán del cual dependía por entonces parlamentariamente el Gobierno del pp: en la fiesta nacional de Cataluña del


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extensión, a la historia de los «grandes hombres». La participación de importantes historiadores marxistas y analistas de los años 60-70 en este movimiento, que tuvo y tiene como referencia una remozada Real Academia de la Historia, no impidió cierto tono general de regreso a la vieja historia de España como reacción a la continua y general influencia historiográfica, desde antes de la transición, de los nacionalismos y regionalismos periféricos, con el frecuente apoyo de sus Comunidades Autónomas. Cualquiera que sea el balance, la irrupción de la Idea Histórica de España llenó con todo un peligroso vacío historiográfico, según denunciamos en la conferencia de clausura del congreso «La historia en el horizonte del año 2000: compromisos y realidades» (Zaragoza, noviembre de 1995).136 La victoria electoral del PSOE en marzo de 2004 implicó un cambio relevador de contexto histórico e interés historiográfico público. La Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales abandonó la historia de los «grandes reyes» por aniversarios y temas de la historia de España más diversificados y progresistas, como minorías sociales, Ilustración, República, guerra civil y mayo del 68, ampliando además el abanico temático hacía la historia de la literatura y la cultura iberoamericana, con un perfil de actividades menos llamativo en cuanto a tamaño e impacto.137 11 de setiembre, se «celebra» justamente la entrada manu militari de Felipe V en Barcelona (1714), quien abolió dos años después, con el «Decreto de Nueva Planta», el idioma y las instituciones de Cataluña que se integró así en el Estado absolutista borbónico. 136   Véanse las notas 125, 132. 137   La Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales del Gobierno de España organizó en 2005 varios congresos por el IV Centenario del Quijote; en 2006, sobre la guerra civil española y la guerra de sucesión (siglo xviii); en 2007, sobre las Tres Culturas, Mayo del 68, la Ilustración y Valencia durante la II República; en 2008, historia del republicanismo, época de Carlos IV y guerra de la independencia; en 2009, historia y expulsión de los moriscos (‹www.secc.es›).


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También fue moderado, aunque significativo, el apoyo a las asociaciones para la recuperación de la memoria histórica, concretado en la Ley de Memoria Histórica de 2007.138 Podemos decir que el psoe no se obsesionó tanto como el pp por animar e incidir en la interpretación de la historia de España, que así y todo siguió evolucionando en el último quinquenio con autores más en consonancia con las nuevas circunstancias políticas, sociales y mentales. La Historia de España (Crítica-Marcial Pons, 2007) en 12 volúmenes coordinada por Josep Fontana y Ramón Villares, con la intención lograda, y necesaria, de actualizar las Historias de España de la transición (Miguel Artola, Alfaguara, 1975; Tuñón de Lara, Labor, 1980); si bien adolece de la fragmentación cronológica y temática de este tipo de obras colectivas, además de un excesivo contemporaneísmo.139 No es el caso de España, una nueva historia (Gredos, 2009), de José Enrique Ruiz Domènec que reincide (reivindicando una «españolidad de izquierdas» y el referente de Américo Castro)140 en la búsqueda de una interpretación narrativa de conjunto, ordenada eso sí por acontecimientos y grandes fechas, que considera más significativos los elementos comunes que la diversidad en la formación de España, con una clara intención finalmente de que sirva para la comprensión y resolución de problemas actuales. Jalones para una historia plural y común de España en construcción, con la que todos (nacionalidades, ideologías y clases sociales) nos consideremos realmente representados: tarea historiográfica al tiempo que política y social, desde luego.   Véase ‹http://leymemoria.mjusticia.es/›.   La mitad de los tomos están dedicados a los siglos xix y xx, con lo que difícilmente se puede contribuir a la compresión histórica de una diversidad que viene de muy atrás. 140   Entrevista en Radio Granada 7/5/09 (‹http://www.radiogranada.es/modules.php?name=News&file=article&sid=53798›). 138 139



Tiempo y sociedad

Núm. 2, 2009-2010, pp. 57-76 issn: 1989-6883

La estrategia exterior de Castiella vista desde Francia Álvaro Fleites Marcos1 Resúmen: Este trabajo se centra en el análisis de la imagen francesa de la política exterior española bajo el mandato del ministro de Asuntos Exteriores Fernando María Castiella entre 1957 y 1969. Las limitaciones de las fuentes obligan a privilegiar el análisis de la visión de dicha política por el gobierno galo, informado a su vez por los embajadores y otros diplomáticos franceses en puesto en España. Estos diplomáticos examinaron sagazmente la evolución histórica de la política exterior española y las características de la nueva estrategia de Castiella, con su doble componente de política práctica y de prestigio. Sus casi siempre atinados informes otorgaron a los dirigentes galos un punto de vista realista y preciso de la evolución de la política exterior española lo que coadyuvó indudablemente al acercamiento franco-español del período. Palabras clave: Fernando Castiella, política exterior española, relaciones franco-españolas, Franquismo, correo diplomático.

Licenciado y Doctor en Historia por la Universidad de Oviedo. Doctorado europeo. Profesor ayudante Doctor de lengua y civilización española en la Université du Havre (Francia). Miembro asociado del Centre de Recherches en Histoire Internationale et Atlantique (crhia) – Université de Nantes (Francia). 1

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Abstract: This article analyses the French point of view on the Spanish foreign policy under minister of Foreign Affairs Fernando María Castiella, between 1957 and 1969. The restrictions on the type of sources that we can use lead us to prefer the analysis of the vision of the French government on the Spanish foreign policy. This government was constantly informed on the developments of this policy by the French ambassador at Madrid and the rest of the French diplomats in Spain. These diplomats sensibly evaluated the historical evolution of the Spanish foreign policy and the features of Castiella’s new strategy, with its double face of prestige aims and practical aims. Their insightful and realist dispatches allowed the French government to develop a good understanding of the Spanish foreign policy, what undoubtedly helped the Spanish-French rapprochement of the sixties. Keywords: Fernando Castiella, Spanish foreign policy, FrenchSpanish relations, Franquism, Diplomatic dispatches.

Introducción El presente artículo tiene por objeto evaluar la visión por las autoridades francesas de la política exterior española durante el período en el que el titular del Palacio de Santa Cruz2 fue Fernando María Castiella, entre 1957 y 1969.3 Ello implica en primer lugar reflexionar acerca de las fuentes de información de las que disponía el gobierno de París para evaluar la estrategia de Castiella. Así, en primer lugar parece imprescindible señalar que el principal origen de estas informaciones fueron los servicios diplomáticos galos en España.4 Dichos servicios se encontraban 2   Sede del Ministerio de Asuntos Exteriores español. Su contraparte galo es el Quai d’Orsay. 3   Sobre la cada vez mejor analizada figura de Fernando María Castiella

vid Pardo Sanz (1996): pp. 225-239.

4   Existen otras fuentes de información secundarias, como los diferentes servicios secretos franceses, cuya importancia fue más reducida en este período pe-


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durante el período abordado faltos de personal ante el aumento de su carga de trabajo provocado por el incremento de las relaciones económicas entre ambos países. De esta forma, los sucesivos embajadores en Madrid no dejaban de solicitar incrementos de medios y de personal a lo largo de toda la etapa, como en el caso de Armand du Chayla en 1964: […] Il va de soi qu’une évolution aussi satisfaisante des relations franco-espagnoles a eu des répercussions directes sur l’activité de notre représentation diplomatique et consulaire dans ce pays, sans que celleci ait été dotée de moyens accrus en personnel […] il ne serait pas non plus inutile de développer les moyens d’action diplomatique, qui sont restés les mêmes qu’au temps où le volume des affaires était pratiquement inexistant […].5

A pesar de ello, los representantes diplomáticos franceses en España y especialmente sus embajadores produjeron un incesante flujo de notas, análisis e informes que permiten recomponer la visión de la política exterior española que transmitieron a París.6 Dicha visión, junto a la desarrollada a partir de los frecuenro que ganarán mucha importancia en los momentos previos a la transición democrática en España. 5   «Rapport de fin de mission» del embajador Armand du Chayla al Ministerio de Asuntos Exteriores francés (en adelante mae-f), Madrid, 11-iii-1964. Archives du Ministère français des Affaires Étrangères (en adelante amae-f), Europe, Espagne, 1961-1970, vol. 381. 6   Durante el período estudiado los embajadores franceses en España fueron Guy de la Tournelle (hasta septiembre de 1959), Roland de Margerie (1959-1962), Armand du Chayla (1962-1964), Robert de Boisseson (1964-1970) y Robert Gillet (1970-1976) En la embajada de España en París se sucedieron a su vez el conde de Casas Rojas (hasta marzo de 1960), José María de Areilza, conde de Motrico (1960-1964), el conde de Casa Miranda (1964-1966) y Pedro Cortina Mauri (1966-1973).


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tes contactos directos entre los miembros de ambos Gobiernos y a algunos otros medios más excepcionales,7 constituyó el núcleo de la información de la que dispondrán los medios directivos de la estrategia exterior gala hacia España y que se intentará analizar a continuación.8 La visión de la política exterior española en el correo diplomático galo La visión de la política exterior española por los diplomáticos franceses se caracterizó habitualmente por su lucidez y precisión.9 Ello no resulta sin embargo sorprendente si tenemos en cuenta su contacto directo con los responsables de la orientación de la política exterior de Madrid y su propia formación diplomática. De esta forma sus análisis de la estrategia exterior española contemporánea, de sus motivaciones, de sus procesos de decisión, y de sus fines no resultan esencialmente diferentes de los balances de la historiografía actual al respecto de la misma. A menudo los informes de los diplomáticos franceses acerca de la política exterior española de su época tienden a explicar la evolución de la estrategia exterior española desde la Edad Moderna. Una especial atención se otorga a la situación de aislamiento español tras la Segunda Guerra Mundial, consecuencia de la connivencia del régimen franquista con las potencias del 7   Como el envío de cartas de particulares españoles al presidente francés, algunas de las cuales fueron bastante significativas. Vid al respecto Fleites Marcos (2009-3). 8   Sobre las relaciones franco-españolas en el período vid Fleites Marcos (2009-2) 9   Sobre la política exterior española en el período franquista vid Cal-

duch Cervera (1994): pp. 107-156; Espadas Burgos (1987), Portero & Pardo (2007): pp. 289-406, Huguet (2003): pp. 495-516 y Gil Pecharromán (2008).


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Eje derrotadas, tal como explicaba el embajador Robert de Boisseson al Quai d’Orsay en 1968:10 […] le Régime […] compromis avec les puissances de l’Axe, se retrouva isolé par la victoire alliée et démuni. Mis pratiquement à l’index en 1946, écarté des conférences de l’onu et des regroupements occidentaux, exclu des bénéfices du Plan Marshall […] l’Espagne vécut ou plutôt survécut en économie fermée, aidée seulement par le Portugal et par certains pays d’Amérique latine qui lui envoyaient des denrées alimentaires. Mais il n’était évidemment pas question pour elle d’avoir une véritable politique extérieure […]»11

Así, incapaz de poder mantener una actividad diplomática normal, la España franquista se vio obligada a desarrollar una estrategia alternativa, basada en la solidaridad con Portugal, el apoyo de la Argentina de Perón y los intentos más teóricos que reales de establecer lazos privilegiados con Latinoamérica y los Países Árabes, con el objeto de incrementar el prestigio del régimen.12 Los embajadores franceses retrataron perfectamente este período oscuro de la diplomacia española. Así, según un informe de Du Chayla a su Ministerio en 1964: A cette époque, et faute de meilleurs points d’application, la diplomatie espagnole se nourrissait de mythes et reprenait à tour de rôle les antiennes de « l’amitié arabe » et de « l’hispanité ». Cette dernière, sur  Vid al respecto Leitz (2002): pp. 98-116; Preston (2002): pp. 117-141 y Moradiellos (2001). 11   «Les politiques étrangères de l’Espagne, sa consistance et certaines de ses aspects» Informe de Boisseson al mae-f. Madrid, 25-I-1968. amae-f, Europe, Espagne, 1961-1970, vol. 327. 12   Cf. Espadas Burgos (1987): pp. 157-180 y Calduch Cervera (1994): pp. 117-122. 10


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tout, se prêtait à des développements, puisqu’il était possible de mettre à son actif d’une part, et dans un sens très large sollicitant un peu le vocabulaire, le « pacte ibérique » liant depuis 1939 Madrid et Lisbonne, d’autre part l’aide économique reçue de l’Argentine en 1948, et qui s’expliquait peut-être plus, alors, par une solidarité idéologique entre deux dictateurs, que par des affinités ethniques.13

La progresiva reincorporación a la comunidad internacional a partir de su readmisión en la onu en 1950 y especialmente tras los acuerdos hispanoamericanos de 1953 también fue diestramente expuesta por su sucesor Boisseson:14 […] C’est à partir de 1950, date de l’admission de l’Espagne à l’onu, et surtout à partir de 1953 quand Washington, reconnaissant l’importance stratégique de la Péninsule pour la défense du camp occidental, signa des accords militaires comportant l’établissement de bases aéronavales et de collaboration économique assortie de prêts en dollars, que l’Espagne commence à rentrer dans le jeu de la politique internationale […].15

Sin embargo, mucho más importante para los intereses galos resultaba el cambio de la política exterior española que se produjo con el nombramiento de Fernando María Castiella como ministro de Asuntos Exteriores en 1957. Su presencia durante doce años en el Palacio de Santa Cruz marcó profundamente   «Rapport de fin de mission». Informe de Armand du Chayla al mae-f, Madrid, 11-iii-1964. amae-f, Europe, Espagne, 1961-1970, vol. 381. 14   Cf. Espadas Burgos (1987): pp. 181-206 y Calduch Cervera (1994): pp. 122-126. 15   «La politique étrangère de l’Espagne, sa consistance et certains de ses aspects.» Informe de Boisseson al mae-f. Madrid, 25-I-1968. amae-f, Europe, Espagne, 1961-1970, vol. 327. 13


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toda una etapa de la política exterior española. Castiella intentó incrementar los lazos de Madrid con Europa y especialmente con el naciente Mercado Común y mejorar las condiciones de los acuerdos con Estados Unidos durante la renegociación de los pactos. Su principal y casi obsesivo objetivo fue sin embargo reinstaurar la soberanía española sobre Gibraltar, lo que constituyó una de las principales razones de la descolonización española, necesaria para recabar apoyos en la onu para la denuncia concerniente la colonia británica. Por todas estas razones, las relaciones con Francia constituyeron un componente esencial de la estrategia exterior de España en la época de Castiella.16 El carácter francófilo del ministro español17 no escapó a los diplomáticos franceses como lo muestra una nota confidencial y secreta del Quai d’Orsay de 1969: […] Juriste et intellectuel, de formation surtout française, parlant et écrivant couramment notre langue et connaissant à fond notre littérature, M. Castiella a toujours fait preuve à l’égard de notre pays des sentiments les plus favorables […] Si l’on examine les principaux objectifs que M. Castiella a fixés à son action depuis son entrée au Palais de Santa Cruz, celui qui nous intéresse le plus directement est évidemment l’amélioration des relations entre l’Espagne et la France, qu’il a poursuivie avec persévérance et ténacité […].18 16   Cf. Fleites Marcos (2009-2), Espadas Burgos (1987): pp. 220-244 y Calduch Cervera (1994): pp. 128-136. 17   La francofilia del ministro español no le había acompañado sin embargo durante toda su trayectoria política. Castiella fue autor junto a Areilza del tan francófobo como anglófobo libro Reivindicaciones de España en 1942. 18   «Note confidentielle sur Monsieur Fernando María CASTIELLA Y MAIZ». Nota secreta sin firma. Enero de 1969. AMAE-F, EUROPE, Espagne, 1961-1970, vol. 353.


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Sin embargo, los diplomáticos galos también observaron con claridad la repulsa que la política liberal de Castiella provocaba en amplios sectores inmovilistas y proamericanos que, liderados por Carrero Blanco, fueron los principales artífices del cese del ministro en 1969. Así, ya en 1959, una iniciativa a espaldas de Castiella tendente a asegurar la cooperación francesa para mantener la influencia española en su antiguo protectorado en Marruecos testimoniaba a ojos del embajador francés en Madrid, Guy de la Tournelle, la repulsa de una importante corriente a la política de éste: Il me paraît significatif que le gouvernement espagnol se livre à cette démarche durant l’absence de M. Castiella. Sans doute ce dernier aurait-il soulevé des objections […] Elle souligne aussi la persistance d’un certain machiavélisme complètement étranger à la personne du ministre des Affaires extérieures […].19

A pesar de la oposición de estos grupos, y durante todo su mandato como ministro, Castiella logró impregnar de su marca la política exterior española en un conjunto de una serie de rasgos esenciales, como advirtieron los embajadores franceses. Así, a ojos de Boisseson, escribiendo en 1968, esta política se caracterizaba por una doble cara; en primer lugar la búsqueda a corto plazo de ventajas materiales para España; en segundo lugar, el intento de incrementar el prestigio español a largo plazo: La politique étrangère de l’Espagne se développe sur un double aspect: l’un pratique qui poursuit avec ténacité et habilité, parfois même avec   Telegrama urgente y reservado de Guy de la Tournelle al mae-f. Madrid, 17-i-1959. Documents Diplomatiques Français (en adelante ddf), 1959, vol i, núm.31. 19


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une certaine âpreté, des objectifs précis comportant des avantages immédiats, l’autre plus théorique s’orientant plutôt sur une recherche de prestige et de considération et reflétant avant tout le désir de « faire le poids » et de figurer honorablement dans la communauté des pays occidentaux. Pour bien des Espagnols ce second aspect est aussi important, sinon plus, que le premier […].20

Esta política tuvo lógicamente como primera referencia las relaciones con los Estados Unidos, punto de apoyo exterior decisivo del régimen desde 1953, y el Quai d’Orsay no se engañaba a ese respecto, como evidencia una nota de 1969 de la Subdirección de Europa Meridional: […] Les Etats-Unis ont été la première grande puissance à rompre cet ostracisme en passant avec Madrid les accords de défense de 1953, accords qui, renforcés lors de leur renouvellement en 1963, en sont presque arrivés à valoir une alliance entre les deux pays. L’Espagne doit d’autre part, dans une large mesure, à l’aide américaine le remarquable développement de son économie […] Pour cet ensemble de raisons, il est naturel que les rapports avec Washington demeurent au premier rang des préoccupations de la diplomatie madrilène […].21

A pesar de ello, la divergencia entre los intereses estratégicos de España y Estados Unidos y las posturas nacionalistas de Castiella, se combinaron para dar lugar a una menor subordinación de la política exterior española a Washington, que se puso de ma20   «La politique étrangère de l’Espagne, sa consistance et certains de ses aspects» Informe de Boisseson al mae-f. Madrid, 25-I-1968. amae-f, Europe, Espagne, 1961-1970, vol. 327. 21   «Politique extérieure espagnole.» Nota de la Direction des Affaires politiques, Subdirection d’Europe Méridionale. París, 17-ii-1969. amae-f, Europe, Espagne, 1961-1970, vol. 327.


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nifiesto en la dificultad para renovar los acuerdos de 1969. Sin embargo, la presencia en el Gabinete de partidarios incondicionales de la alianza americana, que se mostró con claridad en la renovación de los pactos en 1970, prácticamente sin mejorar sus condiciones, limitó sustancialmente la importancia de esta política de independencia. De esta forma, un informe de 1969 se hacía eco de esta voluntad de independencia española, sobreestimando quizá su alcance —lo que resulta comprensible dado que en esa fecha la renovación de los pactos no se había producido— y la influencia de la política gaullista en la actitud española: […] [la diplomatie madrilène] a toutefois manifesté de diverses façons —surtout depuis que l’exemple français l’y a encouragée— que l’Espagne n’avait pas pour autant abdiqué son indépendance. Elle en a témoigné en prenant à maintes reprises, notamment à l’onu, des positions différents de celles que Washington aurait souhaité lui voir adopter […] Elle l’a démontré enfin face aux Etats-Unis eux-mêmes, au moment où les accords de 1953 arrivaient à leur terme, en demandant qu’ils fissent l’objet non d’une simple reconduction, mais d’une «révision» […] il demeure probable que les pourparlers qui vont reprendre avec la nouvelle administration américaine aboutiront à une entente entre Washington et Madrid, mais les discussions seront certainement difficiles […].22

El Quai d’Orsay también interpretó correctamente la obsesión del palacio de Santa Cruz por la recuperación de Gibraltar que ocupaba «une place tout de premier rang sur le plan des sentiments, car rien ne touche plus la fierté nationale»,23 pero París era a pesar de ello perfectamente consciente de que política y mili  Ibid.   Ibid.

22 23


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tarmente «Gibraltar n’a sans doute plus aujourd’hui l’importance de naguère.»24 Sin embargo, los diplomáticos franceses no dejaron de observar la relación entre la reivindicación del Peñón y la actitud descolonizadora española considerando que «l’affaire de Gibralrar (sic) a d’autre part amené l’Espagne à «décoloniser» elle-même ses possessions d’Afrique.»25 Para París, Castiella estaba dispuesto a continuar el proceso de descolonización concediendo la independencia al Sahara Occidental e incluso, […] d’après une confidence recueillie de bonne source par notre Ambassadeur, la restitution de ces «Places» [Ceuta et Melilla] serait, dans l’esprit de M. Castiella, «conditionnée par le recouvrement de Gibraltar et accordée selon des conditions identiques à celles dont bénéficierait l’Angleterre» […].26

Dicha política de descolonización permitió a su vez el mantenimiento del espejismo de una política española de acercamiento al Tercer Mundo que Boisseson identificaba acertadamente como una «politique de prestige à l’égard des pays arabes et africains auxquels l’Espagne se considère unie par des liens spéciaux et certains affinités géographiques et historiques».27 El caso de América Latina resultaba, por el contrario, bastante más complejo, debido a que como constataba Du Chayla en 1964, […] l’Espagne n’en a pas pour autant abandonné le thème de l’hispanisme ou celui plus extensif de la « communauté ibérique »,   Ibid.   Ibid. 26   Ibid. 27   «La politique étrangère de l’Espagne, sa consistance et certains de ses aspects.» Informe de Boisseson al mae-f. Madrid, 25-I-1968. amae-f, Europe, Espagne, 1961-1970, vol. 327. 24 25


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et rappelle avec insistance l’intérêt qu’elle porte à ses anciennes possessions (en feignant d’ignorer que ses sentiments ne sont pas payés de retour), tant en paroles que par ses attitudes […].28

Esta insistente referencia a Latinoamérica de la política exterior española no escapó a París que consideraba en ese mismo año que una de las razones de la demanda española de asociación al Mercado Común, era la intención de Madrid de «jouer un rôle dans les relations entre la cee et l’Amérique latine».29 En todo caso, la aproximación de España a Europa y particularmente al Mercado Común constituía uno de los objetivos prioritarios de Castiella, tal como testimoniaba Boissesson en 1966: […] Ce n’est que sur quelques points, très précis et qu’il considérait comme essentiels, tels que […] l’établissement de liens d’association avec la cee, que le Chef de la diplomatie espagnole paraissait déterminé à concentrer ses efforts les plus énergiques et toutes les ressources d’une dialectique serrée, insistante et obstinée […].30

Y en 1968, el mismo Boisseson confirmaba que la política europea del ministro se basaba en «le sincère désir de s’intégrer dans l’Europe future» y creía incluso que «Pour le Marché Commun, l’Espagne est prête à des sacrifices, prête à prendre les risques que comporte pour son industrie nationale d’un niveau   «Rapport de fin de mission». Informe de Armand du Chayla al mae-f, Madrid, 11-iii-1964. amae-f, Europe, Espagne, 1961-1970, vol. 381. 29   Nota sobre «L’Espagne et le Marché Commun». París, 10-xi-1964. ddf, 1964, ii, 180. 30   «D’une modification des méthodes de la politique extérieure espagnole.» Informe confidencial de Boisseson al mae-f. amae-f, Europe, Espagne, 19611970, vol. 326. 28


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inférieur l’affrontement avec celle des pays plus riches et plus développés». A pesar de ello, el Quai d’Orsay era consciente no sólo de las reticencias que una posible adhesión española provocaba en sus socios comunitarios, sino que, a pesar de los esfuerzos de Castiella, también registraba lúcidamente las divisiones en el propio régimen acerca de la propuesta. De este modo, en una nota de 1964 se analizaban las contradicciones al respecto de la propuesta de asociación por parte de una economía española en la que, […] tous les secteurs…n’estiment pas avoir un égal intérêt à ce que les frontières soient ouvertes du côté de la cee. Certains mêmes, en raison de leur faible productivité, due à une concentration technique insuffisante […] pensent ne pas y avoir intérêt du tout […].31

Esta divergencia de posturas entre los diversos sectores de la economía originaba, según París, a su vez, actitudes opuestas en la política española en la que, […] en gros, les Phalangistes sont opposés à cette ouverture. Plus libéraux, les Monarchistes y sont favorables, mais sont eux-mêmes divisés entre une tendance qui semble considérer le problème comme urgent, et une autre, qui en voit la solution à plus long terme. Le général Franco a évidemment dû tenir compte de ces différences d’opinion.32

En consecuencia, los servicios diplomáticos franceses no sólo analizaron las iniciativas de la nueva política exterior de Castiella sino también de las oposiciones que éstas concitaban. A principios de 1969, al violentísimo enfrentamiento que le oponía a   Nota sobre «L’Espagne et le Marché Commun». París, 10-xi-1964. ddf, 1964, ii, 180. 32   Ibid. 31


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Carrero Blanco, quién le acusaba de haber entregado las colonias y poner en peligro la relación con los Estados Unidos debido a su obsesión por Gibraltar se debía sumar su pertenencia a la corriente liberal del régimen, enfrentada en un inocultable conflicto a los tecnócratas del Opus Dei. París no se equivocaba al considerar que «sur le plan intérieur […] son action […] s’est toujours développée dans un sens libéral» 33 y también constataba el cada vez mayor debilitamiento de su posición en estas fechas: […] En fait on peut constater une certaine usure dans la position de M. Castiella […] N’appartenant à aucune des trois principaux groupes qui influencent la politique espagnole (Movimiento, Opus Dei, Armée), il se trouve relativement isolé. A l’intérieur de son propre ministère […] il compte des adversaires […]34

En consecuencia, el Quai d’Orsay llegaba a predecir con certeza la próxima salida de Castiella de un nuevo Gobierno, que incluiría por primera vez el cargo de presidente del Gobierno y el nombramiento de Juan Carlos como sucesor, todo lo cual efectivamente tuvo lugar en los diez meses siguientes:35 Dans la perspective d’un éventuel et toujours possible remaniement du gouvernement espagnol qui pourrait comporter d’importants changements comme la nomination d’un Président du gouvernement ou la désignation du Prince Juan Carlos comme «héritier de la couron  «Note confidentielle sur Monsieur Fernándo María Castiella y Maiz». Nota secreta sin firma. Enero de 1969. amae-f, Europe, Espagne, 1961-1970, vol. 353. 34   Ibid. 35   Si bien en el nuevo Gobierno de octubre de 1969, Carrero mantuvo el cargo de vicepresidente formal, también adquirió «funciones de presidente real (el almirante recibiría en adelante los ministros, despacharía semanalmente con ellos y coordinaría la acción gubernativa general» Moradiellos (2003): p. 160. 33


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ne», on s’accord généralement à considérer comme probable un changement du titulaire du Ministère des Affaires Extérieures.36

Por ello, la importante remodelación del Gabinete que se produjo en octubre de 1969 y que incluyó el remplazamiento de Castiella por el tecnócrata del Opus, Gregorio López Bravo no constituyó una sorpresa para los diplomáticos franceses.37 Boisseson interpretó sin ningún optimismo el cambio que la llegada de Lopez Bravo significaba para la estrategia exterior española: […] Aux affaires extérieures, M. López Bravo sera un interlocuteur très différent de M. Castiella. Du fait de sa formation anglaise et par nécessité politique, il s’efforcera sans doute de détendre les relations avec l’Angleterre et les Etats-Unis et il sera peut être moins incité que M. Castiella à rechercher un équilibre des relations extérieures de l’Espagne dans un rapprochement marqué avec la France.38

Y en la misma línea, el Quai d’Orsay constataba poco después que «le remplacement de M. Castiella a été accueilli avec une satisfaction évidente à Washington.»39 lo que no podía resultar una buena noticia para los intereses franceses en el marco de los desencuentros frecuentes ente París y Washington causados por el carácter independiente de la estrategia exterior gaullista. 36   «Note confidentielle sur Monsieur Fernándo María Castiella y Maiz». Nota secreta sin firma. Enero de 1969. amae-f, Europe, Espagne, 1961-1970, vol. 353. 37   Cf. Espadas Burgos (1987): pp. 245-247 y Calduch Cervera (1994): pp. 136-137. 38   «Nouveau gouvernement espagnol» Telegrama urgente y reservado de Boisseson al mae-f. Madrid, 30-x-1969. amae-f, Europe, Espagne, 1961-1970, vol. 269. 39   «Remaniement ministériel en Espagne» Nota de la Direction des Affaires politiques, Subdirection d’Europe Méridionale. París, 6-xi-1969. amae-f, Europe, Espagne, 1961-1970, vol. 269.


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Conclusión A modo de breve conclusión, se puede destacar que los diplomáticos franceses evidenciaron a menudo finura y sagacidad en su análisis de la política exterior española, y particularmente de la nueva estrategia de Fernando Castiella. Los principales fines estratégicos de dicha política, sus medios y la oposición que encontraba en el seno de la propia sociedad política española no escaparon al escrutinio de los embajadores franceses en Madrid. Quizá su único error fuera sobrevalorar la voluntad o al menos la capacidad del ministro bilbaíno de apoyarse en París para incrementar su independencia de Washington. Y es que, como sabemos, el límite de esta iniciativa se puso claramente de manifiesto con la evicción de Castiella en octubre de 1969 y su sustitución por el mucho más acomodaticio y americanófilo López Bravo. A pesar de ello, la calidad de la información y de los análisis de los diplomáticos galos acerca de la política exterior española bajo Castiella permitió a los elementos rectores de la política francesa hacia España disponer constantemente de una información precisa y profunda de las intenciones del ministro. Ello les permitió construir una imagen realista de la evolución de la política exterior española lo que constituyó un importante condicionante positivo de las relaciones entre los dos países y permitió en buena parte el acercamiento bilateral de los años sesenta. Bibliografía Calduch Cervera, Rafael (1994): «La política exterior española durante el franquismo» en Calduch Cervera, Rafael (coord.): La política exterior española en el siglo xx: pp.107-156, Madrid, Ediciones Ciencias Sociales. Espadas Burgos, Manuel (1987): Franquismo y política exterior, Madrid, Rialp.


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Fuentes Archivísticas

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Documentos impresos

Ministère des Affaires Étrangères. Documents Diplomatiques Français, 1957-1965, París, Imprimerie Nationale/mae, 19902003.


Tiempo y sociedad

Núm. 2, 2009-2010, pp. 75-100 issn: 1989-6883

Avilés entre los siglos xiii y xv. Anatomía de una villa bajomedieval Pablo Folgueira Lombardero1

Resumen: En este artículo se explica la evolución histórica de Avilés durante la Baja Edad Media. En un primer momento, después de hacer una breve referencia a la situación de la villa durante la Alta Edad Media, explicaremos cómo era la economía avilesina en la Baja Edad Media. Posteriormente, nos referimos a los aspectos sociales y políticos de Avilés en esos siglos, para después hablar del urbanismo bajomedieval avilesino y, por último, de su alfoz y de la relación de la villa con él.

Palabras clave: Avilés, Baja Edad Media, economía, politica, alfoz. Abstract: In this article we explain the historic evolution of the Avilés during the Late Middle Ages. In a firs moment, after we talk about the situation of the village during the Early Middle Ages, we will explain how their economy was in the Late Middle Ages. Later, we are going to talk about the social and political aspects in these centuries, and then we will explain how the town planning was, and finally, we will talk about its territory and how the relations between it and the village were. Key words: Avilés, Late Middle Ages, economy, politics, territory.   Licenciado en Historia

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Introducción Hoy en día Avilés es la tercera ciudad de Asturias, y su puerto es el segundo en importancia dentro de esa comunidad. Pero la importancia de Avilés no es algo nuevo: ya la tuvo, y muy grande, en los siglos precedentes, y en la Baja Edad Media era una de las villas de mayor importancia de la región. A lo largo de este texto vamos a intentar acercarnos a la realidad de Avilés en los últimos siglos de la Edad Media, apoyándonos en los documentos medievales que se conservan en el Archivo de la ciudad y que de forma tan excelente editó Eloy Benito Ruano (Benito, 1992). De esta manera intentaremos ver que Avilés ya era una ciudad importante en esa época y que esa importancia la debía en buena parte a su puerto. I. Antecedentes: avilés en la Alta Edad Media A. Características generales de Avilés durante la Alta Edad Media A pesar de que en este artículo tratamos de llevar a cabo un estudio del Avilés bajomedieval, hemos considerado interesante hacer una breve referencia a su situación en la Alta Edad Media, porque es en esa época en la que hunde sus raíces el municipio bajomedieval (Azcárraga, 1990: 349). El primer antecedente del asentamiento medieval en lo que hoy es Avilés data de la época de la Monarquía Asturiana. En efecto, según las crónicas, a finales del siglo ix Alfonso III edificó el castillo de Gauzón, seguramente en el Peñón de Raíces.2 La 2   En la actualidad, las últimas investigaciones arqueológicas han situado el castillo no en el concejo de Avilés, sino en el de Castrillón. Además, han permitido fecharlo en el siglo VII, antes del surgimiento del Reino de Asturias, como se ve en una noticia recogida en el diario La Voz de Avilés: ‹http://www.elcomer-

ciodigital.com/aviles/20080201/castrillon/datacion-restos-encontrados-penon-20080201.html› (fecha de consulta: 8 de septiembre de 2009).


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construcción de este castillo tendría una clara finalidad estratégica y militar, puesto que fue edificado para albergar un destacamento que vigilara la posible entrada de normandos y musulmanes en la ría, única vía de entrada hacia el interior de la región. Este castillo estaría fuertemente amurallado y tendría varias edificaciones, entre las que se encontraría una iglesia dedicada a San Salvador (Madrid, 1997: 26; Uría, 1979: 311-312). Sin embargo, la primera mención documental que conocemos de Avilés no es anterior al siglo X. Se trataría de una donación hecha a San Salvador de Oviedo de dos iglesias en la villa de Abillés, recogida, en teoría, en el testamento de Alfonso III. Decimos «en teoría» porque hoy sabemos que se trata de una interpolación hecha por el obispo Don Pelayo, aunque tal vez relatara un hecho real. En caso de ser real, sería ése el momento en el que se iniciaría el desarrollo urbano de la villa (Madrid, 1997: 26; Uría, 1979: 314; Benito, 1970: 173). Es muy posible que, además, el nombre de la villa remita al nombre de un antiguo posesor romano, Abilius, de donde derivaría el nombre de Abillés. Ese hecho se relacionaría con los vestigios de la romanización que hay en esa zona de la provincia, y daría la razón a Benito Ruano, que también consideraba la posibilidad del antiguo origen romano de Avilés (Uría, 1979: 314317; Benito, 1970: 173). De esta forma vemos que el asentamiento de población en esta zona es algo antiguo, y muy probablemente hacia el año 1000 Avilés fuera ya un núcleo preurbano de cierta importancia (Madrid, 1997: p. 27). B. La concesión del fuero El fuero le fue concedido a Avilés a la vez que a Oviedo por Fernando VI (1065-1109), siguiendo el modelo de Sahagún


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(Uría, 1979: 323; Benito, 1970: 174). Sin embargo, este documento se ha perdido. Lo que conservamos es la confirmación de este fuero, concedida cincuenta años más tarde (concretamente en enero de 1155) por el nieto de este rey, Alfonso VII, que ya en 1145 había confirmado el fuero ovetense.3 En este documento, el rey afirma su intención de redactar un documento que sirva para reglar la vida de los habitantes de Avilés con estas palabras (Benito, 1992: 19): […] Vobis habitatoribus de Abiliés tam presentibus quam futuris, facio karta stabilitatis vobis et ville vestre de illos foros per quos fuit populata villa de Abiliés […].

De este modo, como sus privilegios le habían sido concedidos por reyes, Avilés fue una villa de realengo (Madrid, 1997: 28). Es muy posible que la concesión de este fuero se debiera a que la villa de Avilés ya entonces tenía una cierta entidad, probablemente gracias a su puerto, que ya tendría bastante importancia (Uría, 1979: 323). Como veremos más adelante, a pesar de que en general en Asturias solía haber grandes alfoces porque se buscaba centralizar la vida civil y económica de las villas, una lectura atenta del documento de confirmación del fuero nos permitiría ver que el alfoz de Avilés no era demasiado grande, sino que su territorio era más o menos el mismo que tiene hoy en día (Ruiz de la Peña, 1981: 49-50 y 148; Ruiz de la Peña, 1979: 116).4 3   Para comprobar esta afirmación, consultar Ruiz de la Peña, 1981: 199, y Ruiz de la Peña, 1979: 80. Para leer una edición del fuero, consúltese Benito, 1992: 19-27. 4   Podemos ver la extensión actual del concejo avilesino consultando la hoja 12-3 del mapa de escala 1:50.000 editado por el Servicio Geográfico del Ejército.


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El fuero ya sienta las bases para el futuro desarrollo de Avilés, pero su verdadero desenvolvimiento urbano no se producirá hasta que, a principios del siglo XIII, en época de Alfonso IX, comience a canalizar una importante actividad comercial y pesquera (Ruiz de la Peña, 1979: 80). Pero ya en este primer documento se ve una intención comercial, porque da a los habitantes de Avilés el privilegio de no pagar portazgos ni pontazgos en sus desplazamientos comerciales desde el mar hasta León, como veremos más adelante.5 El fuero de Avilés fue ratificado en varias ocasiones, por el rey Sancho IV, que lo hace en los términos siguientes, diciéndonos además que ya había sido ratificado por su padre, Alfonso X (Benito, 1992: 47-48): Sepan quantos esta carta uieren cómmo nos Don Sancho […], viemos un priuilegio del Enperador Don Alfonso, confirmado del Rey Don Alfonso, nuestro padre que Dios perdone […]. Et nos sobredicho Rey Don Sancho, por fazer bien e merçed al conçejo de Abiliés, e porque nos le pediron por merçed, otorgamos et confirmamos este priuilegio […].

De este modo, el fuero certificó la realidad urbana de la villa de Avilés y fijó las normas y privilegios que sentarán las bases de su ulterior crecimiento territorial (Madrid, 1997: 28). Ii. Avilés entre los siglos xiii y xv: aspectos económicos Después de referirnos a los primeros siglos de la Historia de Avilés, vamos a hablar ahora de Avilés en la Baja Edad Media.   Cf. infra.

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Empezaremos para ello hablando de los aspectos económicos, ya que al ser una villa marinera y con una clara orientación comercial, son éstos los que definirán la evolución social, política y urbanística de la villa. En la Baja Edad Media, la economía asturiana, hasta entonces rudimentaria, inició un progreso lento pero continuado, debido en buena parte a la política de repoblación urbana que desde el siglo xiii dará nuevos rumbos a la vida de la región. Será en este siglo cuando los dos núcleos urbanos de antiguo poblamiento, Oviedo y Avilés, alcancen su pleno desarrollo. Es el momento de un aperturismo hacia el exterior, que se ve claramente en las villas marítimas del reino, como es el caso de Avilés (González García y Ruiz de la Peña, 1972: 14-15). De hecho, la expansión marinera de la región asturiana, cuyo centro fue Avilés, se produjo a principios del siglo xiii, bajo el reinado de Alfonso IX (1188-1230), que también concedió a la Iglesia de Oviedo la participación en los derechos de portazgo que gravaban el comercio con el puerto de Avilés (González García y Ruiz de la Peña, 1972: 38; Ruiz de la Peña, 1981: 52). Pero fue la política de repoblación urbana debida a la iniciativa del rey Alfonso X durante la segunda mitad del siglo xiii la que impulsó la economía marítima asturiana de manera definitiva, porque afectó principalmente a las zonas costeras de la región (González García y Ruiz de la Peña, 1972: 44). De hecho, hablar de la economía avilesina de la Edad Media es hablar de su puerto, ya que la villa estaba asentada en un puerto natural. Además, el hecho de estar también en una intersección de vías de comunicación, benefició igualmente su orientación comercial. Buena parte, por no decir todo lo que Avilés fue en la Edad Media se lo debió a su puerto, y en esta época, su dependencia de él fue enorme (Benito, 1970: 174; Uría, 1979b: 369).


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Y es que el puerto de Avilés fue un importante centro comercial. Ante la carencia de ciertos productos de primera necesidad, sobre todo pan y vino, el comercio asturiano tuvo que desarrollarse, salvando además el hecho de que la Cordillera Cantábrica impedía un comercio terrestre fluido (Madrid, 1997: 260). En este importante comercio, el puerto de Avilés tuvo una importancia capital. De hecho, la especialización comercial de Avilés se acrecentó durante la Baja Edad Media y también durante el siglo xvi (García Cuetos, 1989: 29). El comercio avilesino, se sustentaba en el puerto de la villa, y la estructura portuaria de ésta descansaba sobre el comercio de la sal (Madrid, 1997: 260). La sal será muy importante en la transformación económica de la Asturias bajomedieval, por su vinculación a la explotación y aprovechamiento industrial y comercial de la pesca y la ganadería, principales recursos de la región (González García y Ruiz de la Peña, 1972: 15-16). Por eso, la sal alimentó el gran comercio en la Edad Media, junto a las especias, el vino, el trigo, el pescado y las lanas (González García y Ruiz de la Peña, 1972: 12), y permitió que, desde finales del siglo XIII, los puertos de la región se vincularan estrechamente con las rutas salineras del mundo atlántico (González García y Ruiz de la Peña, 1972: 44). La sal fue de esta manera el producto más destacado que se descargaba en el puerto de Avilés, y llegaba de Francia, Portugal o el Sur de la Península Ibérica (Madrid, 1997: 35). De este modo, Avilés se convirtió en el primer centro del tráfico marítimo regional en general y de sal en particular, siendo su puerto el centro del comercio salinero de Asturias, y convirtiéndose también en uno de los puertos cantábricos más frecuentados por la navegación comercial, tanto de cabotaje como de larga distancia (González García y Ruiz de la Peña, 1972: 44-45).


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Avilés logró de esta manera tener el puerto más importante de Asturias en la Baja Edad Media, y en él se descargaba la mayor parte de la sal que se consumía en Asturias. Esta sal era consumida también en las tierras de los Obispados de León y Astorga, que estaban obligadas a aprovisionarse en el alfolí de Avilés desde una fecha que nos es desconocida. No obstante, sabemos que a principios del siglo xvi ya lo estaban, de manera que no sería extraño que esa obligación ya fuera anterior (Uría, 1979: 333). El alfolí de Avilés era el más antiguo de Asturias, apareciendo mencionado ya en un documento de los inicios del reinado de Alfonso IX, y tuvo un papel capital para asegurar la importancia urbana de la villa (Madrid, 1997: 30). Este alfolí o depósito privilegiado de sal se mantendrá durante mucho tiempo, manteniendo su supremacía en Asturias hasta los tiempos modernos (González García y Ruiz de la Peña, 1972: p. 45; Ruiz de la Peña, 1981: 232). Pero la sal no fue el único producto que se importaba en el puerto avilesino. Se importaban también vino, paños o trigo, y en menor medida cera, cuero y ciertos alimentos (Madrid, 1997: 38). Las telas tenían mucha importancia y venían de norte y oeste de Francia (principalmente de La Rochelle) y también de Flandes (Uría, 1979: 353; Benito, 1970: 175-176). No sólo se vendían en Asturias, sino que desde aquí llegaban a León y a las villas del camino a Medina del Campo. Para beneficiar el comercio, se quitaron los impuestos que gravaban las mercancías procedentes de Avilés por el interior (Uría, 1979: 356; Benito, 1970: p. 176). Sin embargo, desde Avilés se exportaba mucho menos de lo que se importaba. El principal producto de exportación era la madera, sobre todo de castaño. También se exportaba hierro, y esos dos productos eran las materias primas asturianas más importantes en ese momento a la hora de exportar. También se exportaba carne y pescados salados (una vez más vemos la impor-


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tancia de la sal en el comercio avilesino) y también tocino y, en ocasiones, fruta (Madrid, 1997: 39; Benito, 1970: 175). Es en esta época cuando, gracias a que desde el puerto de Avilés iban mercancías hacia Oviedo, que era el principal mercado de esta villa, y desde Oviedo hacia León y el resto de poblaciones de la Meseta, empieza Avilés a adquirir unos perfiles urbanos claramente definidos (Ruiz de la Peña, 1981: 52). El comercio avilesino además se vio beneficiado por los poderes, porque hemos visto cómo los mercaderes avilesinos tenían, según el fuero de la villa, el privilegio de no pagar portazgos ni pontazgos en sus desplazamientos comerciales desde el mar hasta León,6 en los siguientes términos (Benito, 1992: 27): «[…] Homnes populatores de Abiliés no dent portage ne ribage desde la mar ata León […]». Este privilegio se vio refrendado en varios documentos posteriores, como el testimonio notarial de 14 de noviembre de 1281 (Benito, 1992: 38), o la ratificación de Alfonso X en un documento del 20 de diciembre de ese mismo año (Benito, 1992: 39). Además, ese privilegio se irá ampliando, ya que en 1299 el rey Fernando IV exime a los avilesinos del pago de portazgo en todo el reino, salvo en Toledo, Sevilla y Murcia, y también del peaje y anclaje de las naves de la villa de Avilés (Benito, 1992: 56-57): […] Sepan quantos esta carta vieren cómo yo Don Fernando […] por fazer bien e merçed a vos el conçeio e ofiçiales e omes buenos de la villa de Abillés, […] quítoles e franquéoles que non den portazgo en ningún lugar de nuestro rennos […] salvo en Toledo e en Seuilla en en Murçia […]. Et […] quítoles e franquéoles que non den peage nin andage las suas naues nin los otros nauíos en ningún lugar de los puertos de la mar de mis regnos […].   Cf. supra.

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La pesca tuvo también mucha importancia en la economía avilesina. De hecho, la importancia de la pesca tuvo un importante crecimiento durante la Baja Edad Media. Las actividades pesqueras se centralizaban en el arrabal de Sabugo, donde estaba la población vinculada con esta actividad (Ruiz de la Peña, 1979: 178; Madrid, 1997: 34). Vemos así cómo el puerto de Avilés y las actividades con él relacionadas van teniendo una importancia cada vez mayor, de tal modo que este puerto llegará a ser uno de los más importantes de la costa cantábrica. Tuvo también mucha importancia como centro económico, porque en él desembarcaban una gran cantidad de productos, como la pesca, además de ser el centro de la actividad salinera (Madrid, 1997: 30). Por todo esto podemos decir que todos o la mayoría de los habitantes del Avilés bajomedieval se vinculaban en mayor o menor medida con el comercio, la navegación o el transporte de mercancías, o sea, que vivían de algún modo de este puerto que tanto movimiento tuvo durante la Baja Edad Media, porque además en esta época fueron creándose industrias relacionadas con la vida portuaria y mercantil (Uría, 1979b: 369; García Cuetos, 1989: 30). Pero además, en el núcleo urbano también había artesanos (Madrid, 1997: 34-35), que demostrarían que en Avilés había ya una cierta especialización laboral. Con todo esto, Avilés experimentó en esta época, junto con Oviedo, ciudad a la que Avilés debía en parte su desarrollo, el mayor avance económico de la región (Uría, 1979b: 370; Madrid, 1997: 34). No obstante, el incendio acaecido en 1478, al que nos referiremos más tarde,7 ocasionó enormes pérdidas económicas, que   Cf. infra.

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se trataron de minimizar mediante la concesión por parte de los Reyes Católicos de un privilegio para la celebración de un mercado semanal franco de alcabalas en la villa (Madrid, 1997: 3334). Los términos de la concesión del privilegio son los siguientes (Benito, 1992: 202): […] dende en adelante en cada un año para siempre jamás aya en la dicha villa un mercado franco de alcauala de todas las mercaderías e ganados e bestias e otras cosas que en cualquier manera se compraren e vendieren e trocaren e cambiaren, e traxieren a vender e vendieren qualesquier personas de qualquier ley o estado o condiçión, preheminençia o dignidad que sean o ser puedan, así vezinos e moradores de la dicha villa de Avilés e su conçejo, como de otras cualesquier partes de nuestros Reynos y señoríos que al dicho mercado vinieren […].

Iii. Avilés entre los siglos xiii y xv: aspectos sociales y políticos Ahora que ya conocemos cómo se desarrolló la economía de la villa, vamos a ver cómo esa economía dio lugar a una evolución sociopolítica particular. A. Aspectos sociales Socialmente, la población en el Avilés bajomedieval era muy heterogénea, como corresponde a una villa comercial. Por eso había población perteneciente a minorías religiosas, como los judíos (Madrid, 1997: 42-43).8 También las razones comerciales explican la lenta apertura hacia la inmigración de población   Además, se les cita en diversos documentos, como uno hecho en Uclés, el 1 de mayo de 1260, relativo a su importancia económica como prestamistas (Benito, 1992: 28). 8


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extranjera, dando lugar a la llegada de personas que llegaban de lugares alejados, como los francos (Benito, 1970: 174-175). A la vez, gracias a la pujanza económica, se formará una importante burguesía marítima, enriquecida principalmente gracias al comercio (Madrid, 1997: 41-42). Un ejemplo claro de esta pujante burguesía lo tenemos en Gómez Arias,9 importante comerciante avilesino de esta época. También había una clase baja pesquera, que habitaba en el arrabal de Sabugo (Benito, 1970: 174-175). En esta villa, el poder de la Iglesia, aunque existía por las concesiones regias sobre las rentas del alfolí, era escaso, porque había pocos establecimientos religiosos (Madrid, 1997: 41; García Cuetos, 1989: 31), pese a la temprana presencia de franciscanos en la villa (Ruiz de la Peña, 1981: 131). Al ser una villa de realengo, la influencia de la nobleza rural tampoco existía, como vemos en el hecho de que no había grandes nobles o poderosos terratenientes (Madrid, 1997: 41; García Cuetos, 1989: 31). Un importante aspecto dentro de la configuración social de la villa de Avilés lo tenemos en las solidaridades vecinales de carácter parroquial, ejemplo de la función que tenía la feligresía urbana, por ejemplo a la hora de organizarse en concejo para construir y mantener la iglesia, aprovisionar a los capellanes y beneficiados que vivían en ella y en su gestión económica (Ruiz de la Peña, 1993-1994: 114-115). La villa de Avilés era una de las pocas villas asturianas de la época que tenía más de una feligresía; concretamente tenía dos, la de San Nicolás (que ya existía a principios del siglo XIII), en la propia villa, y la de Santo Tomás, en el arrabal de Sabugo (Ruiz de la Peña, 1993-1994: 115).   Para conocer datos sobre este personaje, consúltese Benito, 1975: 279-

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La solidaridad vecinal en las feligresías se materializaba mediante la participación de los parroquianos en la provisión de oficios eclesiásticos, beneficiando de este modo la cohesión vecinal de carácter parroquial, porque los cargos solían ir a parar a gente de la propia villa (Ruiz de la Peña, 1993-1994: 115). En relación con esto, en Avilés conocemos un conflicto sucedido en 1254 entre Diego Iohanniz, maestrescuela de la Iglesia de Oviedo, y los feligreses de Santo Tomás, resuelto por el deán Don Ordoño (Ruiz de la Peña, 1993-1994: 116).10 B. Aspectos políticos Por su parte, en el aspecto político vemos que en Asturias en general y en Avilés en particular tuvieron mucha repercusión los grandes hechos históricos del reino (García Cuetos, 1989: 28). De este modo, por su carácter de villa de realengo Avilés tomó partido en las guerras civiles que hubo durante los siglos xiv y xv, oponiéndose a la nobleza en los levantamientos que hubo sobre todo durante los reinados de Alfonso XI (1312-1350) y Enrique III (1390-1406). Esta toma de partido sirvió para que la villa viera confirmados o ampliados sus privilegios, como sucederá en 1309, cuando Fernando IV agradezca el apoyo recibido durante su minoría concediéndoles como alfoz los territorios de Gozón, Carreño, Corvera e Illas (Madrid, 1997: 30-31). De las relaciones entre la villa y estos territorios nos referiremos más adelante.11 El poder de la nobleza se enfrentaba a la independencia de los concejos medievales, de modo que de ese enfrentamiento surgen las Hermandades de concejos. Es decir, las Hermandades bajo  En este mismo artículo se incluye el documento mediante el cual se da resolución a este conflicto, que se encuentra en la página 122. 11   Cf. infra. 10


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medievales surgen del enfrentamiento entre los nuevos grupos urbanos y las antiguas estructuras nobiliarias, muchas veces como respuesta al bandidaje nobiliario y con intención de superar los estrechos marcos económicos, sociales, jurídicos y políticos impuestos por el feudalismo (Mínguez, 1990: 541). De este modo, para enfrentarse a los fenómenos de bandidaje nobiliario, Avilés pronto formó parte de Hermandades, promoviendo en 1277 la más antigua de Asturias. Se trata de la Hermandad de La Espina, formada por el concejo de Avilés y las villas de Pravia, Grado, Salas, Somiedo, Valdés, Tineo, Cangas y Allande (Madrid, 1997: 31; Benito, 1972: 17). En la carta de hermandad podemos leer las cláusulas del hermanamiento (Benito, 1992: 33): […] Connuscida cosa sea a quantos esta karta uirent cómmo nos los concellos de Abillés e de las Pueblas de Prauia, de Grado, de Salas, de Somiedo, de Valdés, de Tineo, de Cangas e de Allandi […] hermandamos nos per uezindat e otorgamos de nos tener unos a otros bien e uerdaderamente […] acorrernos hunos a otros cada que for mester con fuero e con derecho, a seruicio e a mandamiento de nuestro sennor el Rey e a pro e a onrra de nos todos […].

Durante la minoría de Alfonso XI, que acaba en 1312, y durante todo el gobierno de este rey, la nobleza se dedicará a cuestionar la libertad de las villas, de modo que Avilés entrará en más hermandades. De este modo, en 1295 se constituye en Valladolid la Hermandad de los Concejos de León y Galicia, en la que está Avilés (Benito, 1992: 53). En 1309, esta villa y Oviedo se hermanarán con otras villas y pueblas. Siete años más tarde, otra hermandad buscará suplir la falta de un poder que se encargue del orden público (Benito, 1972: 23-24; Madrid, 1997: 32; Ruiz de la Peña, 1981: 277).


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Con la muerte de Alfonso XI se produce el enfrentamiento entre su heredero legítimo, Pedro (el futuro Pedro I el Cruel), y el hijo bastardo del rey, el conde Enrique de Trastámara, de manera que la villa de Avilés se ve envuelta en el conflicto. Enrique fue adoptado por Rodrigo Álvarez de Asturias, señor de Noreña, poderoso noble de la época, con el que la villa de Avilés había sellado una encomienda. Rodrigo Álvarez, que lo adoptó porque ya era viejo y no tenía esperanza de tener descendencia, le legó a Enrique extensas posesiones, lo que le permitió hacerse fuerte (Madrid, 1997: 32).12 De hecho, el señorío que tenía Enrique en Asturias era el más importante de todos cuantos poseía, y también era el que le ofrecía mejores posibilidades de defensa en caso de tener que resistir a los embates del pretendiente legítimo, tanto por las condiciones geográficas, como por las fortalezas que poseía en estos territorios, como por el hecho de que podría contar con el apoyo de los antiguos clientes de su padre adoptivo (Ruiz de la Peña, 1991: 203). Durante 1352, Avilés sufrirá los ataques de Enrique, que quería tomar esta villa, y también Oviedo, para obligar a Pedro a negociar. Pese a que Avilés no contó con apoyo del exterior, sus fuertes muros resistieron y Enrique no pudo tomar esta población. Al final, las tropas de Pedro I llegaron desde León terminando con las plazas del conde (Ruiz de la Peña, 1991: 216). Sin embargo, esto no sirvió de mucho, porque al morir Pedro I en 1369, Enrique se proclamó por fin rey, reinando hasta 1379 (Madrid, 1997: 32-33). La situación continuó siendo inestable durante los años posteriores, porque el bastardo de Enrique de Trastámara, el conde Alfonso Enríquez se convirtió en líder nobiliario contra su pa12   Sobre la figura de Rodrigo Álvarez de Asturias, consúltese Carvallo, 1695, título xxxiv, parte xxi.


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dre. En 1378, una asamblea de municipios, claro precedente de la Junta General del Principado, trató de atajar sus abusos. Además, el conde controlaba las rentas del alfolí, lo que le convertía en un hombre muy poderoso, y fue un problema durante los reinados de Juan I (1379-1390) y Enrique III (1390-1406), monarca que puso fin a sus correrías (Madrid, 1997: 33). Para intentar evitar estos problemas, Juan I creó en 1388 el Principado de Asturias, para vincular al futuro rey a las posesiones transmontanas. Pero el ascenso de la familia de los Quiñones desde que en 1402 Diego Fernández de Quiñones fuera nombrado por Enrique III merino mayor de Asturias restó validez a esta medida. Avilés sufrió muchos abusos, sobre todo en 1416, cuando Diego de Quiñones se negó a reconocer los fueros de la villa (Madrid, 1997: 34). Iv. Configuración urbanística del Avilés bajomedieval El puerto de Avilés tuvo mucha importancia también a la hora de configurar el trazado urbano de la villa. De hecho, Avilés tenía la típica disposición urbana debida a un puerto medieval (García Cuetos, 1989: 33). Además, su disposición urbana también se debía a su muralla, que coartaba el crecimiento de una población en franca expansión, como corresponde a una ciudad de economía boyante (García Cuetos, 1989: 33; Uría, 1979b: 370-372). En relación con la importancia de las murallas, a cuya importancia en el campo defensivo ya nos hemos referido, podemos decir que éstas eran muy importantes en las ciudades y villas medievales, no sólo en el plano defensivo y urbanístico, sino también en el plano económico, ya que su construcción y mantenimiento suponían grandes gastos que se materializaban en


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elevados impuestos. Esto hacía que las murallas muchas veces fueran el origen de la organización financiera de las ciudades medievales (Ruiz de la Peña, 1981: 133). En general, todas las ciudades de esta época estaban amuralladas, y se daba la circunstancia de que en ocasiones se confería a las murallas un significado incluso simbólico (Ruiz de la Peña, 1981: 133), ya que suponían la frontera entre el mundo urbano y el mundo rural. Sin embargo, en Asturias abundaban las «pueblas abiertas» (Ruiz de la Peña, 1981: 137). No obstante, como acabamos de ver, Avilés no fue una de estas «pueblas abiertas», sino que se amuralló durante el siglo xiii (Ruiz de la Peña, 1981: 133), de manera que la muralla sirvió para configurar el trazado urbano de la ciudad, que era un trazado de carácter ortogonal, como era habitual en la Baja Edad Media (Ruiz de la Peña, 1981: 118). A finales del siglo xv, concretamente en 1478, se produjo un hecho que tuvo una importancia capital en el desarrollo urbano de Avilés. Nos referimos al devastador incendio que asoló la villa, dando lugar a grandes daños personales. Pero también ocasionó enormes daños materiales, ya que en ese momento abundaban las construcciones de madera (Madrid, 1997: 34; Uría, 1979b: 378). Este incendio determinó importantes pérdidas económicas, pero también una reforma urbanística enorme con la creación del mercado (García Cuetos, 1989: 28). En efecto, como ya comentamos anteriormente, en 1479 los Reyes Católicos buscaron un medio para favorecer la reconstrucción y repoblación de la villa de Avilés y para minimizar las pérdidas económicas, y así concedieron un privilegio para que en este lugar se pudiera celebrar todos los lunes del año un mercado franco de alcabalas. Los términos de ese privilegio son los siguientes (Benito, 1992: 202):


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[…] Por quanto nos auemos seído informados e somos de çierta çertinidad cómo la villa de Avilés […] se quemó e está quemada, o la mayor parte della, de guisa que en ella non quedó nin queda poblaçión ninguna. Por la presente, por haçer bien y merçed al conçejo, juezes, alcaldes, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales y homes buenos de la dicha villa de Avilés, y porque la dicha villa se torne a poblar y pueble, queremos e ese nuestra merçed e voluntad que oy día de la dacta desta nuestra carta e dende en adelante en cada un año para siempre jamás aya en la dicha villa un mercado franco de alcauala de todas las mercaderías e ganados e bestias e otras cosas que en cualquier manera se compraren e vendieren e trocaren e cambiaren, e traxieren a vender e vendieren qualesquier personas de qualquier ley o estado o condiçión, preheminençia o dignidad que sean o ser puedan, así vezinos e moradores de la dicha villa de Avilés e su conçejo, como de otras cualesquier partes de nuestros Reynos y señoríos que al dicho mercado vinieren. El qual dicho mercado se faga y pueda facer en la dicha villa, e en sus arrabales, e en las dos plaças y mercados, de la dicha villa e sus arrabales que son la plaça del Cay y de la Çima de villa, el día lunes de cada semana, desde el sol salido fasta ser puesto […].

Este privilegio sirvió para que una villa devastada pudiera volver al puesto que le correspondía. Sin embargo, nos queda la duda de si realmente la villa estaba totalmente despoblada, porque no estamos muy seguros de que un único incendio, por muy devastador que fuera, pudiera acabar con toda la población. Probablemente este privilegio se debiera a una petición de los supervivientes, que deseaban que su ciudad volviera a ser tan importante como hasta entonces, porque sino no se entendería que se hubiera promulgado sólo un año después de ocurrido el desastre.


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V. La villa de avilés y su alfoz Las ciudades medievales, sobre todo las de carácter fronterizo, tenían en torno a sus murallas unos cinturones de huertos y campos donde podían surgir suburbios. Cada uno de estos cinturones rurales recibía el nombre de «alfoz», del árabe «alhwz», que significa «distrito». Esta palabra, introducida seguramente por mozárabes, aparece documentada en Castilla desde el año 924 como sinónimo de «territorium» (Rodríguez Gil, 1990: 333). La palabra «alfoz» puede usarse no sólo como sinónimo de «territorio», sino también como sinónimo de «tierra», «término» o «jurisdicción» (Bonachía, 1990: 431). El alfoz es el ámbito de actuación económica, fiscal, jurisdiccional y de explotación por parte de los grupos sociales dominantes dentro de la ciudad, y eso da lugar a la dependencia de la población del alfoz. De este modo, el concejo pasa a ser un señor colectivo (Bonachía, 1990: 431-432), y las ciudades medievales no son ajenas al feudalismo, sino que se insertan en él, haciendo que sus concejos aparezcan como entidades organizativas dentro de esa sociedad feudal (Estepa, 1990: 467). Así pues, el alfoz será el soporte territorial de los concejos durante la Baja Edad Media, y normalmente solía coincidir con los alfoces que esos concejos tenían durante la Alta Edad Media (Ruiz de la Peña, 1979: 115). Estos alfoces sufrían una fuerte dependencia señorial con respecto al concejo, dependencia que se ve no sólo un dominio de carácter patrimonial, sino también jurisdiccional, de manera que la comunidad concejil asume el poder soberano para asumir las facultades del régimen señorial sobre los habitantes del alfoz (Ruiz de la Peña, 1991b: 207; Ruiz de la Peña, 1981: 281). Esta dependencia jurisdiccional, que contradecía la idea de que debía haber igualdad entre los habitantes del núcleo urbano


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y los del alfoz, se tradujo en una serie de factores de discriminación muy claros, que ya se ven en las cartas de población, que recogen cláusulas que discriminan a los habitantes del alfoz, como pueden ser un mayor rigor penal, la prohibición de acceso a los oficios concejiles, la prohibición del libre ejercicio del comercio… Además, es el concejo del centro urbano el que asume las labores de representación de todos los vecinos, tanto de los del núcleo urbano como de los del alfoz (Ruiz de la Peña, 1991b: 218-221). De este modo, el centro urbano absorbe completamente la personalidad jurídica del alfoz (Ruiz de la Peña, 1979: 119) porque la villa ejerce una función centralizadora sobre el entorno de su alfoz, de manera que los habitantes de ese distrito rural quedan sometidos a la autoridad jurisdiccional del concejo y de los oficiales de la villa. No obstante, dentro del alfoz sí podía haber concejos vecinales, que solían estar vinculados a parroquias (Ruiz de la Peña, 1981: 279). En un primer momento, lo habitual era que al fundarse las villas por iniciativa regia o señorial, éstas mantuvieran como alfoz el mismo territorio que ya tenían antes de obtener el privilegio de villazgo. Sería en una fase más avanzada de su desarrollo urbano cuando se les atribuía un alfoz mayor, normalmente por decisión de un poder superior (Ruiz de la Peña, 1991b: 212-213). En general, en Asturias solía haber grandes alfoces (Ruiz de la Peña, 1981: 148), pero ya hemos visto que no ocurría así en el caso de Avilés.13 Ya hemos visto que Avilés no tenía propiamente un alfoz, sino más bien un arrabal, y que su jurisdicción no iba más allá de ese arrabal y sus aledaños (Ruiz de la Peña, 1991b: 212), es decir, tenía más o menos el mismo territorio que tiene ahora.   Cf. supra.

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La villa de Avilés y su alfoz después de la concesión de Fernando IV (1309). Fuente: Elaboración propia a partir de fuentes diversas


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Sin embargo, como ya hemos señalado,14 en un documento fechado el 7 de Octubre de 1309 el rey Fernando IV, concede a la villa de Avilés las comarcas circundantes, en agradecimiento por haberse mantenido fiel a su persona durante su minoría. De esta manera, la villa de Avilés recibe Gozón, Carreño, Illas, Corvera y Castrillón (ver mapa), de manera que el alfoz avilesino aumenta hasta los 200 kilómetros cuadrados, ocupando todo el Cabo Peñas. De esta manera, dentro de la jurisdicción de quedan englobados cinco concejos hasta entonces autónomos, dos de los cuales (Gozón y Carreño) tenían núcleos urbanos constituidos desde que en el siglo xii habían recibido sus propios privilegios de villazgo (Ruiz de la Peña 1979: 115116; Ruiz de la Peña, 1991b: 212; Coronas, 1990: 402; Madrid, 1997: 31).15 De este modo, los habitantes de estos lugares que ahora se veían sometidos a la jurisdicción de Avilés vieron que estaban perdiendo derechos. Por eso surgen una serie de reivindicaciones por parte de los habitantes de estos territorios. Así, a mediados del siglo xiv, estos territorios que formaban parte del alfoz avilesino fueron los escenarios en los que se vivieron episodios de extremada violencia contra Avilés, sobre todo Illas, lugar cuyos disturbios incluso llegaron a provocar muertes. Este conflicto termina en mayo de 1348, momento en el cual se llega a un acuerdo por el cual los habitantes de Illas aceptan ser vecinos y alfoceros de Avilés, a cambio de poder elegir a sus alcaldes y de moderar ciertas contribuciones (Madrid, 1997: 43-44), como podemos ver en el siguiente texto (Benito, 1992: 163-165):   Cf. supra.   Para tener una idea clara de la magnitud del alfoz de Avilés después de recibir esta merced por parte del monarca, consúltese el mapa adjunto. 14 15


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Sepan quantos esta carta vieren cómo nos el conçejo de Abillés, que foimos llamados por pregón en el çementerio de la iglesia de San Nicolás deste dicho lugar, segund que lo auemos de uso e de costumbre […] por nonbre de los omes fijosdalgo e foreros del conçejo de Illas e por poder que auemos por una carta fecha por escriuano póblico de que será escripto el trasllado en la fin desta carta, de la otra parte. Por razón que nos el dicho conçejo de Abilllés auemos preuilegio de los Reyes e confirmado de nuestro señor el Rey, en que vos el dicho conçejo de Illas fuésedes vecinos e alfozeros del dicho conçejo de Abillés, e lo fuestes en algunos tienos; e sobresto vos el dicho conçejo de Illas dezíades que non lo deuíades seer, por alguna razones que uos allegáuades, sobre lo qual andáuades en pleito con el Consejo de nuestro señor el Rey. Por ende somos todos auenidos en esta manera: […].

De esta manera, el concejo de Avilés pudo mantener la jurisdicción sobre estos territorios durante algunos siglos,16 si bien no sería algo definitivo, porque como sabemos, hoy esos lugares son independientes y Avilés tiene más o menos el mismo territorio que tenía antes de que Fernando IV se los concediera. Conclusiones A lo largo de este artículo hemos visto la evolución de Avilés a lo largo de la Baja Edad Media, y también cómo llegó a ser una ciudad muy importante en el desarrollo de la Asturias de la época. A lo largo de estas páginas hemos ido viendo cómo Avilés fue adquiriendo todas esas características que Gautier Dalché dice que tenían todas las ciudades medievales, es decir, sus propias instituciones, el sentimiento que tenían sus habitantes de pertenecer a una comunidad con sus   De hecho, Jovellanos escribe en su Diario, en una anotación fechada el 15 de Julio de 1792: «[…] Aquél [Castrilllón], con el de Illas, está sujeto a la jurisdicción de Avilés […]» ( Jovellanos, 1992: 98). 16


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libertades y sus privilegios, la división social del trabajo y también sus murallas, que diferenciaban el espacio urbano del espacio rural (Gautier, 1990: 9). También vimos cómo Avilés defendió todo esto frente a los ataques de otras instituciones, como la nobleza. De este modo, no es extraño que Avilés sea aún hoy una ciudad importante en el Principado de Asturias, siendo la tercera ciudad de la Comunidad Autónoma, y que su puerto continúe siendo importante, ya que es el segundo. Avilés mantuvo su importancia económica a lo largo de los siglos, y por eso hoy continúa siendo una ciudad de mucha importancia en nuestra provincia. Bibliografía y fuentes Azcárraga Servert, Joaquín de (1990): «Vertebración jurídica de los concejos y ciudades en la Baja Edad Media», en aa.vv.: Concejos y ciudades en la Edad Media Hispánica. II Congreso de Estudios Medievales: 347-356, Madrid. Benito Ruano, Eloy (1970): «El desarrollo urbano de Asturias en la Edad Media. Ciudades y ‘Polas’», Boletín del Instituto De Estudios Asturianos, XXIV, 69: 159-180. — (1972): Hermandades en Asturias durante la Edad Media, Oviedo. — (1975): «Catálogo de pergaminos del Archivo Municipal de Avilés», Boletín del Instituto De Estudios Asturianos, xxix, 86: 619-650. — (1975b): «Gómez Arias, mercader de Avilés», Asturiensia Medievalia, 2: 279-314. — (1992): Colección diplomática del Archivo del Excelentísimo Ayuntamiento de Avilés (siglos xii-xv), Avilés. Bermúdez Aznar, Agustín (1990): «Los Concejos y la Administración del Reino», en aa.vv.: Concejos y ciudades en la Edad Media Hispánica. II Congreso de Estudios Medievales: 569-592, Madrid. Bonachía Hernando, Juan A. (1990): «El concejo como señorío (Castilla, siglos xiii-xv)», en aa.vv.: Concejos y ciudades en la


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Tiempo y sociedad

Núm. 2, 2009-2010, pp. 101-122 issn: 1989-6883

Arte paleolítico (documentación, estudio e interpretación) Mauricio Díaz Rodríguez1

Resumen: El estudio del arte paleolítico2 implica, de una parte, el análisis de los distintos soportes, materias y técnicas empleadas en su ejecución, así como un examen detallado y estadístico de los temas figurados y, cuando existan, sus composiciones; de otra, el conocimiento de su ubicación geográfica y su distribución espacial, así como el establecimiento de ciertas constantes, sean temáticas o estilísticas, o convenciones regionales que puedan ser relacionadas; para esto último, la datación de las distintas obras estudiadas, de forma que el registro   Licenciado en Historia.   El término arte paleolítico incluye atributos cronológicos, tecnológicos, culturales, entre otros, que le han hecho merecedor de una más amplia aceptación entre los especialistas y el mundo académico (frente a otros calificativos previos, confusos, como aquellos que hicieran referencia a determinados marcos geográficos, o incluso erróneos, sean estos los de arte de las cavernas o arte cuaternario). Junto al término de arte paleolítico, hoy se extiende el concepto de arte pleistoceno para referirse al conjunto artístico de los grupos humanos de este período. Tal como apuntan algunos autores, este concepto será válido «hasta que mantengamos que el origen del arte es consustancial al Homo sapiens sapiens, cuyo surgimiento en Europa coincide con la segunda mitad del Pleistoceno superior, entre el clásico Würm III y IV o estadios isotópicos 3-2. […]. Las futuras objeciones vendrán cuando alguien demuestre la existencia de un arte de los neandertales y/o la continuación de las mismas tradiciones artísticas traspasando sobradamente el Tardiglaciar, es decir, ya en pleno Holoceno» [Sanchidrián (2001)]. 1

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material analizado pueda ser adscrito a un determinado complejo tecnológico de aquellos que protagonizan el período objeto de estudio o bien de aquellos otros que pudieran demostrar continuidades y pervivencias del arte paleolítico más allá del tardiglaciar. Describir los procesos de análisis y documentación, así como aquellas teorías que han abordado la problemática interpretativa de este arte constituye el objeto del presente trabajo. Palabras clave: Arte paleolítico, arte mueble, arte parietal, métodos de datación directa e indirecta, soportes, ubicación, técnicas, temas, teorías interpretativas.

Como toda ciencia establecida, la Prehistoria aplicada al arte paleolítico ha de atender a un primer cometido: la definición de su objeto de estudio. En el registro arqueológico, aquel que evidencia (del que se habrá de inferir) la cultura material de los grupos humanos de un determinado momento, discernir qué objetos o elementos merecen el calificativo artístico presenta, en ocasiones, cierta problemática. Podemos aceptar, en líneas generales, que un documento histórico posee una cualidad artística «cuando es original y fue pensado-realizado para transmitir o comunicar alguna cosa visualmente, que pueda presentar un trasfondo simbólico y que no demuestre un destino eminentemente utilitario […]. Es decir, del colectivo de vestigios prehistóricos consideramos “arte” evidentemente las piezas figurativas y aquellas marcas, señales o signos repetidos sobre distintos soportes que mantengan un mensaje codificado de carácter simbólico» [Sanchidrián (2001)]. Si bien existe un arte paleolítico pleno, que no presenta controversia alguna al ser catalogado como tal, para las primeras manifestaciones artísticas, en cambio, existen ciertas reservas que


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han llevado a algunos autores a establecer distinciones para estos primeros vestigios, decantándose por términos con minúsculas o entrecomillados (acudiendo incluso a denominaciones como «paleoarte» o «prearte»). La expresión peds (paintings, engravings, drawings and stencils) [Davidson (1997)] ha supuesto un intento digno y sin diminutivos por definir estas primeras representaciones. Caracterizar las primeras expresiones artísticas ha llevado a la elaboración de trabajos [Bednarik (1994), Lorblanchet (1999)] entre cuyos objetivos se encuentra el de precisar criterios para adscribir a un determinado registro arqueológico aspectos tales como el sentido estético o la transmisión de información codificada; en suma, su capacidad artística y comunicativa. Las marcas e incisiones intencionadas en las materias líticas y óseas serían un momento prístino de la manifestación artística, pero el problema de su estudio reside en la dificultad para discernir aquellas alteraciones de la materia que tienen un origen antrópico de las que no, y dentro de las primeras, aquellas que tienen un origen intencionado, por tanto plenamente encuadrables en el concepto artístico. El estudio del arte paleolítico suele presentar divisiones que faciliten la investigación y el análisis de materiales para poder relacionar posteriormente los resultados de distintas actividades que fueron producto de una misma sociedad. La distinción entre arte mueble y arte parietal conforma las dos grandes categorías del arte paleolítico, que a su vez presentan distintos subconjuntos, atendiendo generalmente al tipo de materia (asta, hueso, marfil, entre otros) para el arte mueble y a la ubicación (bien sea en exteriores, abrigos o cuevas) para el arte parietal. Si en ciertas ocasiones abordar el estudio artístico del paleolítico por conjuntos presenta ventajas expositivas, en otras, especialmente en lo relativo a la interpretación, la alternancia entre lo concreto y


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lo abstracto se muestra necesaria para establecer hipótesis de largo alcance. El estudio de los soportes del arte supone un primer paso en la recogida y el estudio del mismo. Huesos y piedras con incisiones se encuentran ya en los primeros vestigios artísticos del pleistoceno (ejemplos óseos como el de Pech de l’Aze o la protoescultura en tufo volcánico de Berekhat Ram son ejemplos de estas manifestaciones). Conviene resaltar que el tratamiento de la materia por parte de grupos humanos erectus y neandertales presenta ciertas preocupaciones por la simetría, la lateralidad o las repeticiones que anticipan la plena creación artística que llegarán a desarrollar los sapiens. Los objetos perforados, los (posibles) enterramientos y ciertos (discutibles) rituales asociados a la zoolatría, igualmente presentes en grupos neandertales, suponen y contienen en ciertos casos una relevante inquietud estética. El estudio artístico implica conocer el contexto en que las obras fueron realizadas. Para esto se hace esencial la datación de las mismas, que puede ser realizada mediante métodos directos o indirectos. Entre los últimos pueden citarse las dataciones estratigráficas, bien sea por cubrición o por desprendimiento, el estudio de los restos del contexto arqueológico, el análisis morfológico comparado, las superposiciones técnicas, el análisis de pigmentos y recetas o el marco tecnoestilístico (este último con ejemplos interpretativos clásicos y vigentes hasta momentos relativamente próximos, sean estos Breuil, Jordá o Leroi Gourhan, entre otros). Conviene advertir que la mayoría de las veces el estudio mediante técnicas de datación indirecta permite tan sólo establecer un momento ante quem, por lo que su valor ha de ser relativizado o puesto en consideración con los resultados de las técnicas de datación directa. Entre estas últimas pueden citarse la espectometría de masa por acelerador (ams),


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que frente al anterior método de datación del carbono catorce tan sólo precisa porciones ínfimas, en milésimas de gramo, para obtener resultados fieles; también la datación de las concreciones de calcita, estableciendo la edad de los depósitos de carbonato cálcico por medio de los isótopos de la serie del uranio; la datación de microorganismos fosilizados (bacterias, hongos, algas, esqueletos de insectos, ciertos foraminíferos marinos…), y también la datación de los barnices rocosos, que en ocasiones permite establecer un cálculo temporal por la proporción de cationes, pudiendo concluir que todos los métodos de datación directa se basan en la posibilidad de análisis de algún tipo de sustancia orgánica relacionada con la obra estudiada o el contexto de la misma.3 El arte mueble Para el estudio del arte mueble, aquel que engloba «todos aquellos objetos que mantienen al menos una grafía o representación de origen humano, y que poseen la capacidad de ser transportados por una persona de complexión media» [Sanchidrián (2001)], se suele atender al material que sirve como soporte del mismo con el fin de establecer una primera clasificación que clarifique algunos aspectos de una manifestación artística compleja en sus formas y funciones. Así se suele establecer una primera división entre soportes orgánicos e inorgánicos. A su vez, entre los primeros pueden citarse varios grupos, entre ellos, el formado por elementos fabricados con asta (para los que será esencial la evolución que permite la extracción de varillas de astas de ciervos y otros ungulados, técnica que se perfeccionará en el paleolíDebe advertirse que, entre los citados métodos de datación directa, los estudios de las concreciones de calcita y de los barnices rocosos han de ser auxiliados por otros métodos debido a su amplio margen de error. 3


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tico superior), que contienen añadida información relevante, ya que permiten inferir ciertos datos como la época del año en que se abordó su preparación o, cuando menos, fue abatido el animal, pues, a modo de ejemplo, ciertas cuernas tan sólo se hacen presentes en momentos y estaciones concretas. Existió también, muy probablemente, el trabajo sobre piezas de madera, que no han dejado constancia en el registro arqueológico. También pueden citarse el marfil y otras piezas dentarias. Mientras el primero presenta técnicas de elaboración, las segundas fueron empleadas con valor estético per se, algo que también ocurre con las conchas de moluscos empleadas como cuentas en ciertas ocasiones. Estas últimas permiten extraer conclusiones importantes, pues la aparición de conchas marinas a gran distancia de la costa implica grandes desplazamientos estacionales o bien la frecuente relación e intercambio entre los grupos humanos del momento. Por otra parte, su empleo como adorno corporal, asociadas a la ropa, ha permitido conocer aspectos relacionados con la vestimenta (tal es el caso de la sepultura de Sungir Kostienki), la cual, por su ausencia en el registro fósil, de no ser por este tipo de hallazgos, tan sólo se hubiera podido intuir. Finalmente, entre los soportes inorgánicos pueden citarse los cantos rodados, las plaquetas (porciones de roca de escaso espesor y dos superficies), los bloques (masa informe o irregular de notable peso y volumen, que entraña discusiones acerca de su carácter mueble o rupestre) y también los óxidos de hierro. Repertorio artístico Los objetos muebles susceptibles de estudio artístico conforman un amplio conjunto. Entre las piezas óseas destacan las azagayas, cuyo cambio en las formas, tamaños y secciones (basal o proximal, mesial o fuste y distal) ha permitido estable-


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cer secuencias cronoculturales para el paleolítico superior. Algo parecido podría decirse para el caso de los arpones, propios de la segunda mitad del magdaleniense. Igualmente, las varillas, presentes desde los inicios del paleolítico superior, pero más abundantes y profusas en el magdaleniense medio-superior, de forma cilíndrica o hemicilíndrica, aparecen decoradas en la superficie curva con excisiones o incisiones que delimitan diseños geométricos. También del magdaleniense mediosuperior destacan los propulsores, simples o escultóricos, con fines cinegéticos. Y sin el carácter venatorio antes citado también destacan los bastones perforados (simples, de decoraciones variadas o de relieve fálico), cuya función es hipotética, si bien ha habido intentos de relacionarlos en uso combinado con el propulsor [Menéndez (1994)]. Agujas, flautas y tubos son, en cambio, ajenos a esta especulación sobre su uso, que sigue invariable desde los primeros modelos obtenidos. En cambio, los rodetes y contornos recortados, con fines claramente estéticos, han generado mayor controversia. Bramaderas, espátulas, alisadores, brazaletes, cuentas y avalorios, objetos de carácter religioso, generalmente aquellos cuyo uso nos es desconocido, terminan por completar el repertorio artístico sobre materiales orgánicos. Si gran parte del repertorio lítico es eminentemente funcional (raspadores, buriles, puntas…), entre las piezas pétreas pueden destacarse algunos modelos que tienen relevancia estética en su factura, tales como lámparas, compresores-retocadores, machacadores, paletas, cazos, óxidos metálicos (si bien estos tienen cualidades más allá de lo estético, como la desinfección o su carácter abrasivo) y también colgantes y adornos, así como objetos de tipo religioso (estos, una vez más, para nosotros, de uso incierto).


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Técnicas La técnica empleada sirve, igualmente, para la catalogación de las piezas artísticas. Las modalidades más habituales del grabado sobre objetos son el trazo simple o monolineal, el doble o bilineal, el múltiple (de pequeñas incisiones subparalelas no muy próximas), estriado (cuando la agrupación de trazos es mayor y apenas se percibe el soporte), también de alambre de espino, que presenta dos versiones, simple hacia el interior y desmañado hacia el exterior, y, finalmente, el trazo acanalado [Sanchidrián (2001)]. Pueden establecerse, así mismo, distinciones técnicas atendiendo a la estructura microscópica que imprime el trazo realizado sobre la materia [Fritz (1999)], de modo que puedan analizarse las irregularidades o estrías en forma de «código de barras» sobre la superficie trabajada. Del estudio de los trazos puede inferirse el orden seguido en la ejecución de la pieza, la herramienta empleada, la participación de uno o varios autores, así como ciertas características regionales. El orden de relleno de la pieza nos advierte de los esquemas espaciales de la mente paleolítica.4 Así mismo, es interesante la influencia del soporte en el resultado final de la pieza. Los soportes básicos, sean estos alargados, planos o cilíndricos, liberan diferentes superficies susceptibles de recibir ornamentación y condicionan, por tanto, la obra realizada [Delporte y Mons (1977)]. Estos espacios disponibles para la ornamentación generan el campo visual, «área abarcada mentalmente por el grabador prehistórico sobre la que distribuye de modo racional los elementos integrantes de la composición pretendida» [Barandiarán (1984)].   Es interesante, a este respecto, el estudio realizado por Barandiarán (19731984) sobre el tubo de Torre, que determinó tres fases de realización que no atendían a nuestro esquema compositivo actual, sino que reservaban huecos intermedios donde al final se habían insertado los grabados más complejos. 4


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Temas Los temas del arte mueble, constantes y reiterativos, abarcan un repertorio que podemos reducir (siempre según nuestras categorías actuales, que muy probablemente no han de reflejar el esquema mental de sus autores) a una trilogía fundamental, antropomorfos, zoomorfos e ideomorfos. Los primeros pueden desglosarse en dos subtemas, masculino y femenino, sin que pueda dejar de advertirse que en numerosas ocasiones las figuras no pueden ser adscritas sin dudas a una determinada categoría sexual. De hecho, la aparición de híbridos y el esquematismo de la figura humana, en contraposición al mayor realismo animal, hace difícil distinguir los sexos, salvo en aquellas ocasiones en que éstos se representan explícitamente o aquellas otras en las que la parte representa al todo, en un ejercicio de sinécdoque en el que, como ejemplo, el elemento femenino puede quedar resumido en la figuración la vulva. El elemento femenino, a su vez, presenta una serie de obras de arte mueble (Willendorf, Laussell, Brasempouy, Lespugue, Malta, Dolnì-Vêstonice…) que ha dado lugar a una amplia literatura. Se trata de las venus gravetienses, que, con el peligro que encierra el intento de dar una explicación unívoca para todos los casos de estas figuras en bulto redondo, han sido asimiladas a diosas madre, símbolos de fertilidad, retratos (que pueden entenderse en el caso de la dama de Brassempouy o la cabeza de Dolnì-Vêstonice), ideales sexuales o modelos femeninos del momento con caracteres esteatopígeos. Un análisis más detallado de algunas piezas ha descubierto su posible utilización como amuletos que se portarían suspendidos y que han sido puestos en relación con los momentos del parto. En cuanto a los zoomorfos, éstos se presentan, junto a los signos, como el elemento predominante de todo el arte mueble.


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Una agrupación de los mismos (una vez más, siguiendo categorías actuales) revela grupos predominantes, siendo el primero el del caballo, el bisonte y el uro, al que seguiría el que conforman los cápridos y los ciervos. En orden decreciente se establecen grupos como el de ciertos animales peligrosos, caso de mamuts, osos, carnívoros; otro menos frecuente y más heterogéneo en el que aparecen el rinoceronte, los híbridos, la ictiofauna y los mamíferos marinos, y un grupo más extraordinario e infrecuente que incluiría saltamontes, coleópteros y serpientes. Los ideomorfos aparecen figurados en múltiples ocasiones, asociados a ciertas especies animales o bien en solitario. Su interpretación es problemática y ha dado lugar a serios intentos por sistematizar sus formas e intuir, si no sus significados, que tal vez sean inaccesibles o hayan desaparecido, quedando el significante como parte perenne de un sistema comunicativo extinto, sí al menos su potencial sentido como elemento gráfico de un código estable de comunicación. En cuanto a sus figuras, algunas clasificaciones distinguen formas elementales básicas (puntos, línas, rectas y curvas abiertas) y formas planas o cerradas (triángulos, cuadrangulares y circulares) [Sauvet (1990)]. Así como en su estudio se atiende a las formas particulares, también se han de poner de relieve las relaciones emergentes que pueden surgir con las combinaciones de unos y otros. Igualmente, si bien su significado se muestra inaprehensible, sus formas parecen sugerir una regionalización de los signos, pudiendo delimitarse extensas áreas geográficas que comparten una misma y recurrente presencia de ciertas figuras. Interpretación La interpretación del arte mueble encierra serias dificultades por cuanto aborda un repertorio iconográfico extenso, ob-


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jeto de usos funcionales, cultuales, de intercambio o de prestigio, que a falta de la correspondiente información acerca de la sociedad que los genera y consume puede entrañar serios riesgos e imprecisiones. Desde la escuela anglosajona de antropología social se ha intentado un acercamiento al estudio de los objetos de arte mueble en las sociedades paleolíticas. En líneas generales, los objetos anteriormente descritos se encuentran como parte integrante de un sistema social de relaciones e intercambios que tiende a disponer de una serie de elementos que participan de los encuentros sociales y hacen necesario el contacto de los grupos, en una serie de movimientos cuya finalidad está orientada a evitar un aislamiento que implica, a su vez, el peligro de la endogamia y la extinción. Las dificultades bioclimáticas suponen un intento por parte de los grupos humanos para reforzar esta serie de vínculos y transferencias, lo que puede explicar una gran homogeneidad del arte mueble, al menos de ciertas facturas, en momentos concretos de un cuaternario marcado por el glaciarismo y sus episodios intermedios. De otra parte, la ampliación excesiva del territorio para captar recursos, o bien la inmovilidad debida a la aparición de nichos ecológicos favorables pueden estar en el origen de la regionalización producida en ciertas etapas. La música, las notaciones y calendarios, el proceso de aprendizaje en plaquetas y cantos pueden haber sido parte integrante de las mentalidades ligadas al arte mueble conocido para esta época objeto de estudio. Igualmente, en las escenas representadas se advierte por parte de algunos autores la presencia de ciertas constantes propias de un sistema de grupos cazadores-recolectores, cuentos o leyendas, como puede ser el caso de los temas del lobo y el ciervo, los cazadores de bisontes, uros, caballos y osos [Sanchidrián (2001)], temas de carácter narrativo e iniciático.


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El arte parietal El estudio del arte parietal, tal como anotábamos anteriormente, también conoce una categorización que atiende al lugar en que se representan los mencionados temas antropomorfos, ­zoomorfos e ideomorfos. Se distingue, de este modo, un arte realizado al aire libre, otro en zonas de fácil acceso y abrigos próximos y otro que se corresponde con las partes interiores de la cueva paleolítica. Esta distinción parece sugerir una primera diferencia entre el arte representado en cada uno de estos lugares. Sin embargo, ciertos estudios han puesto de relieve la posible existencia de elementos artificales que ocultarían las estaciones al aire libre, quedando por tanto al margen de la mirada libre o curiosa y, por tanto, perfectamente integrados en un sistema que iría más allá de lo meramente artístico y que enlazaría con ciertas prácticas de cohesión social e iniciación en determinados trasuntos ideológicos que precisarían, muy probablemente, de expertos e iniciados. El estudio del arte parietal se inicia con el análisis de sus componentes materiales. Los pigmentos, procedentes tanto de sustancias orgánicas como minerales, suelen estar representados por el óxido de hierro para los rojos y amarillos y el carbón vegetal o animal para los negros. La variación de las sustancias empleadas produce en ocasiones cambios en las tonalidades, que no existieron como tal cuando las figuras fueron representadas. El análisis de los pigmentos es especialmente relevante por cuanto puede separar figuras que por su mismo carácter compositivo parecen tener una misma escuela o autoría. El repertorio artístico incluye a su vez técnicas del grabado y la escultura, aplicaciones de la pintura en seco o diluida, así como una posible preparación previa del muro que habría de albergar las representaciones. El arte realizado en las cuevas paleolíticas no implica solamente los úti-


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les directos como las espátulas, los pinceles, las muñequillas y los aerógrafos, sino que hace necesario en ocasiones el andamiaje, la participación de varios individuos, así como la necesaria iluminación de la cueva. Técnicas En cuanto a las técnicas, pueden citarse las de tipo aditivo o sustractivo, pudiendo distinguirse entre las primeras la presencia de la pintura y el dibujo. En este último pueden citarse variaciones de estilo, que irían desde el baboso, punteado o tamponado, pasando por el trazo único continuo, que despeja la silueta del motivo, hasta llegar al trazo modelante o caligráfico, que delimita volúmenes y despieces anatómicos en las figuras animales. La pintura presenta numerosas técnicas, entre las que pueden citarse el tamponado o punteado, el enlucido, el soplado o aerografiado, el estarcido, la tinta plana, así como una distinción entre figuras monocromas o bicromas. Las técnicas sustractivas, grabado y relieve, pueden ser, entre otras, el trazo digital, discontinuo, múltiple, estriado o claroscuro, frotado o raspado, las incisiones en uve, en u y en pila, y también el bajorrelieve, el semirrelieve, el altorrelieve y el bulto redondo y la estatua. También deben destacarse sistemas como el modelado, así como las composiciones politécnicas. Temas Los temas del arte parietal son susceptibles de la misma clasificación que hemos expuesto para el arte mueble, antropomorfos, zoomorfos e ideomorfos, de los que adelantamos algunas diferencias de composición (esquematismo en la figura humana) y representatividad (vid. supra). Algunos ejemplos notables de antropomorfos son los de El Castillo (figura que aprovecha el re-


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lieve natural, tendencia frecuente en el arte parietal), Les TroisFrères, Gabillou, Altamira, Lascaux, Sous-Grand Lac (híbridos, itifálicos), Hornos de la Peña, Los Casares o gruta de Addaura (esta última, composición de varias figuras). También son destacables rostros como los de Massat, Los Casares, Rouffignac, los conjuntos de Marsoulas o las máscaras de Altamira. Así mismo, la esquemática figura humana puede participar en escenas narrativas, con animales, en actos sexuales explícitos o en conjunción de ambos episodios, lo que ha llevado a la intuición de hierogamias [ Jordá (1983)]. Para el estudio de la figura humana se suele atender al sexo, no siempre identificable, a la representación frontal o de perfil, a la bestialización de ciertas figuras, los híbridos, la presencia de elementos sexuales explícitos, así como la inclusión de otros elementos, como el arco musical de Les TroisFrères. La figura femenina parece obedecer a una representación parcial, reducida en ocasiones a la figuración de la vulva (Pergouset, Micolón, Gouy), algunas tremendamente naturalistas (Tito Bustillo, Beldehiac); en otras ocasiones, expresada en figuras parciales con senos (Pech-Merle). No obstante, existen representaciones que van más allá del simple atributo sexual o que alcanzan gran naturalismo (La parturienta de Le Gabillou, el friso de Angles-sur-l’Anglin o los bajorrelieves de La Magdelaine). Las manos suponen un capítulo relevante en el arte parietal. Sus improntas han despertado también controversias acerca de su posible significado, su implicación en ciertos rituales iniciáticos con posible contenido sangriento o la hipotética mutilación para poder representar ciertas figuras forzadas. No obstante, puede decirse a este respecto que la imposibilidad de hacer figurar ciertas manos se resuelve por el procedimiento de emplear el dorso de una para significar la contraria, y que la falta de determinadas falanges no necesariamente ha de aludir a amputacio-


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nes, sino que puede obedecer una serie de signos ejecutados con el simple gesto de recoger los dedos y que podría tener su paralelismo en los códigos de caza de ciertos pueblos cazadores, como los san sudafricanos. En cuanto a la técnica, el aerógrafo debió ser la forma habitual de representar este signo particular, y muy probablemente no requirió en su ejecución más de dos personas. Los zoomorfos constituyen, junto a la abundancia de signos, como se ha señalado anteriormente, el corpus iconográfico principal del arte paleolítico. Los grupos representados, al igual que en el arte mueble (vid. supra), conceden especial importancia a determinadas especies, entre las que destaca especialmente el grupo bisonte/uro, caballo [Leroi-Gourhan (1965)]. Porcentualmente, los índices de las distintas especies se distribuirían de este modo: caballo (28,7), bisonte (22,2), cabra (9,5), uro (6,1), ciervo (5,8), cierva (7,3), mamut (7,8), reno (3,7), oso (1,4), león (1,2), rinoceronte (0,5), pez (1,0), humano (3,5), diversos (1,3) [Sauvet y Wlodarczyk (1995)]. Ha de destacarse la presencia de cuadrúpedos acéfalos de difícil adscripción a cualquier grupo conocido o al menos identificable para nosotros (posiblemente para el artista paleolítico, algunos detalles de la anatomía representada pudieron ser suficientes). Igualmente, son frecuentes los seres híbridos o acéfalos. Los ideomorfos son, cuantitativamente, la representación más numerosa del arte paleolítico. Sobre ellos y los intentos de sistematización hemos incluido algunas líneas en la descripción del arte mueble. Especial relevancia tienen algunas formas frecuentes en las representaciones estudiadas, como por ejemplo los tectiformes y cuadrangulares, los claviformes, los aviformes o tipo Placard y las tortugas (vocablo acuñado por Breuil). Existe cierta regionalización en el empleo de los mismos, que lleva a distinguir algunas zonas con características especiales, como pueden ser el Périgord, el Cantábrico, Quercy, Charente, Andalucía o el Ariège.


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Evolución artística Las figuras son estudiadas por sus formas, su grado de detallismo o parcialidad. Leroi Gourhan propuso una clasificación en cuatro estilos que irían desde las primeras manifestaciones de signos y vulvas del auriñaciense y gravetiense hasta las figuras más realistas del magdaleniense, pasando por las volumétricas del solutrense. Especial importancia constituía en este análisis la elaboración de las figuras a partir de la curva cérvicodorsal, a la que se añadirían posteriores detalles. Advertía, así mismo, la aparición de ciertas convenciones representativas, caso de la eme ventral magdaleniense. De este modo, el estilo I quedaría definido por diseños simples, vulvas y signos (auriñaciense y fase inicial del gravetiense); el estilo II por la representación de animales con una curva cérvicodorsal muy sinuosa en forma de ese y extremidades apenas esbozadas, así como perspectiva torcida o biangular recta en la cornamenta de los herbívoros (gravetiense y comienzos de solutrense); el estilo III por la suavización de la curva cérvicodorsal y la aparición de mayor número de detalles anatómicos (solutrense y magdaleniense inferior); el estilo IV antiguo por un mayor realismo y convenciones para representar detalles corporales, ojos, orejas, pezuñas, eme ventral, pelaje (magdaleniense medio), y el estilo IV reciente por la agrupación de animales y un realismo mayor que en el episodio anterior, aunque con menor grado de convenciones (magdaleniense superior) [Leroi-Gourhan (1965, 1983)]. Composición En cuanto a la composición de las figuras [Barriere et al. (1986)], puede hablarse de paneles, frisos (homogéneos, heterogéneos, complejos), afrontamientos (homogéneos, heterogéneos, complejos, múltiples), ámbito espacial correspondiente con el


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campo manual del artista, encuadre, simetría, figuración del suelo (que no es representado como tal, aunque sí sugerido por la alineación de figuras o el aprovechamiento de ciertos salientes y relieves de la roca), posiciones insólitas (en ocasiones obedeciendo a la adaptación de la figura al medio en que es representada), perspectiva, pudiendo ser ésta individual (perfil absoluto, perspectiva normal, perspectiva torcida o semitorcida) o colectiva (ocultamiento parcial, orientaciones convergentes, diferencias de formato), representación del movimiento (con atención a la cabeza, las patas, el rabo y actitudes particulares de los animales), también sugerido por contornos múltiples o escenas narrativas, así como expresión de funciones vitales (vómitos, orina, fluidos…). Interpretación En cuanto a la interpretación del arte parietal paleolítico, han sido numerosas las hipótesis establecidas al respecto. Si en algunas parece existir cierto grado de parcialidad, los intentos interpretativos globales adolecen de frecuentes críticas y, si bien apuntan interesantes líneas de trabajo, parecen enfrentarse a una tarea imposible ante estructuras mentales excesivamente remotas en el tiempo. Por otra parte, la seriación y cuantificación es inestimable a la hora de ahondar en el estudio artístico del paleolítico, por cuanto la frecuencia de las representaciones, la parcialidad de las mismas, ciertas convenciones pueden empezar a ser punto de partida de nuevas líneas de investigación. Parece que la disciplina, ante la barrera tan difícilmente franqueable que suponen el tiempo y la ausencia de testimonios para el estudio de las manifestaciones culturales de sociedades extintas, encuentra un dilema que suele ser recurrente en el mundo científico, la problemática de aplicar un paradigma fuerte y obtener magros resultados, o bien


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recurrir a un paradigma débil y extraer modelos interpretativos que han de enfrentar sus resultados a las críticas y el debate sin fin. Entre los modelos interpretativos pueden resaltarse algunos. «El arte por el arte» (Reinach, Boule), entendía las manifestaciones paleolíticas como un libre ejercicio de diversión y expresión. Pronto hubo de enfrentarse a la difícil problemática de la existencia de motivos recurrentes que contradecían el principio de libertad y fantasía individual y se sacrificaban ante esquemas comunes de pensamiento. El totemismo (a partir de los trabajos de Frazer) que alude al vínculo de las sociedades con ciertos animales de especial importancia para los grupos humanos, tampoco encuentra correspondencia con un arte en el que los grupos faunísticos representados son reducidos y no tienen especial vinculación con aquellas especies que predeciblemente debían aparecer atendiendo al contexto faunístico cuaternario. Del mismo modo, ciertos animales asaeteados o perseguidos colisionaban con estas ideas. La magia simpatética, de caza y fecundidad (Reinach, Breuil) tiene su punto de partida en el conocimiento previo del tipo de sociedades estudiadas, de tipo cazador-recolector. Esta teoría, a la que se sumaría Breuil, integraba por primera vez los signos en su campo de estudio, interpretándolos como venablos o elementos que influían sobre las especies representadas. Sin embargo, donde deberían aparecer especies frecuentes en la dieta, el arte parietal albergaba multitud de animales difícilmente asequibles, así como especies peligrosas. Del mismo modo, las escenas de caza eran infrecuentes. El alto componente vegetal de la dieta y las especies representadas en el registro fósil no se correspondían con una teoría que estimuló la imagen de ceremonias prehistóricas en las cuevas como parte de un conjunto de ritos de tipo mágico-religioso.


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El chamanismo como elemento integrante de las representaciones pictóricas, o como agente generador de prácticas y rituales en los que el arte paleolítico tendría reservado un papel destacado, ha tenido en Jean Clottes y David Lewis-Williams unos de sus más firmes defensores. Tras abordar el estudio conjunto de las cuevas de Niaux, Le Portel, Fontanet, Les Trois-Frères, Tuc d’Adoubert (Ariège), Marsoulas (Haute-Garonne), Gargas (Hautes-Pyrénées), Pech-Merle, Cougnac, Pergouset (Lot), Lascaux y Gabillou (Dordoña), Clottes y Lewis-Williams publicarían, a mediados de los noventa, Los chamanes de la prehistoria. En esta obra, siguiendo paralelismos etnográficos, tomando como punto de partida la ubicuidad que ha presentado el chamanismo en distintos grupos humanos carentes de contacto, los autores defienden la presencia de prácticas chamánicas entre los cazadores-recolectores del Pleistoceno, e interpretan ciertos aspectos estilísticos, parte del repertorio representado, así como la ubicación de las obras, como manifestaciones de las prácticas chamánicas y como traslación gráfica de algunos de los estadios de trance. Su trabajo despertó cierta polémica en algunos sectores científicos. Si bien su interpretación de conjunto de la cueva paleolítica y de los elementos representados parece ajustarse a la hipótesis establecida, también es cierto que todos los elementos del repertorio iconográfico pretenden ser asimilados por la teoría, cuando sería dable esperar no sólo aquellos hallazgos que la confirman, sino establecer qué supuestos dejarían de cumplirse ante ciertas evidencias. Esta actitud, en definitiva, conciliadora entre los datos y la teoría, que parece eludir cualquier compromiso de falsación, tal vez ésta pueda ser la crítica más relevante ante el trabajo de Clottes y Lewis-Williams. No obstante, renunciando a una interpretación única y total (tal como los propios autores advierten), la teoría del chamanismo parece ser capaz de


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ofrecer respuestas convincentes ante una gran particularidad de casos del arte paleolítico, que presenta las dificultades inherentes al estudio de sociedades lejanas en el tiempo, cuyo contenido simbólico puede ser totalmente ajeno a nosotros o haber desaparecido sin tener traslación a nuestros esquemas actuales, y cuya extensión cronológica constituye un océano en el que pueden tener validez relativa las teorías propuestas, pero que dificulta las posibles intepretaciones capaces de aglutinar todo un período de la humanidad. Previamente, el estructuralismo (Raphael, Laming Emperaire, Gourhan) había supuesto un gran intento por integrar todos los elementos representados en el arte paleolítico. Entendido éste como un sistema lingüístico, de tipo binario, en el que dos principios, que por deducción se supusieron masculino y femenino, estaban presentes en las figuras representadas y formaban una composición unitaria y descriptiva, el arte paleolítico se demostraba organizado, preconcebido y preocupado por un orden compositivo concreto. Sin embargo, las intuiciones estructuralistas pronto encontraron multitud de excepciones y contradicciones, y las críticas llegarían inmediatamente. Así, en las cuevas del Ariège no se encontraba un sistema global de composición [Vialou (1986)] y los análisis estadísticos y estructurales parecían establecer una base monotemática en lugar de dual [Sauvet y Wlodarczyk (1995)]. El dualismo implícito en las primeras teorías estructuralistas era desbordado por un sistema mucho más complejo. No obstante, el intento estructuralista supone un gran empeño por asimilar un conjunto semántico que, evidentemente, se vuelve huidizo e ina­sible por la lejanía temporal y el desconocimiento o la desaparición de los posibles significados. No obstante, este acercamiento al arte abre un debate especialmente interesante. La existecia de reglas de construcción, la presencia de los prin-


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cipales elementos estructurales, semántica (signos y motivos) y sintaxis (disposición espacial de los mismos) [Sauvet (1993)] hace ver un arte que no es ni sencillo ni anárquico, sino que atiende a pensamientos abstractos coherentes. Panofsky advirtió los dos contenidos de cualquier imagen, preiconográfico o literal, cuando identificamos el objeto representado, e iconográfico o simbólico, cuando interpretamos el mensaje. De ahí la opinión de Sauvet de que «toda imagen paleolítica está codificada y constituye un mensaje sujeto a reglas semiológicas, siendo los temas figurativos las “grafías” y los paneles las “frases” del discurso». Un discurso que nos es desconocido, pero que prefigura ciertos aspectos del psiquismo colectivo de la humanidad y que nos ha dejado, de una parte, un apasionante enigma (que nos conforma y nos pertenece); de otra, un patrimonio artístico incalculable, del que ya hemos tomado (?) conciencia. Bibliografía citada Barandiarán, I. (1984), «Utilización del espacio y proceso gráfico en el arte mueble paleolítico», en Scripta Praehistorica Francisco Jordá Oblata, Salamanca. Barriere, C. et al. (1986), «Léxique d’art préhistorique», en Travaux de l’Institut d’Art Préhistorique, t. xxviii, Toulouse. Bednarik, R.G. (1994), «Art Origins», en Anthropos, núm. 89. Clottes, J. y Lewis-Williams, D. (2001), Los chamanes de la prehistoria, Ariel, Barcelona. Davidson, I. (1997), «The Power of Pictures», en Conkey, M. y Soffer, O. (eds.), Beyond Art. Pleistocene Image and Symbol, Berkeley University Press, San Francisco. Delporte, H. y Mons, L. (1977), «Principes d’une étude des supports osseux de l’art paléolithique mobilier», en Méthodologie appliquée à l’étude de l’os prehistorique, Sénanque.


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Mauricio Díaz Rodríguez

Fritz, C. (1999), «La gravure dans l’art mobilier magdalénien, du geste à la represéntation, en Contribution de l’analyse microscopique», en Documents d’Archeólogie Française, núm. 75, París. Jordá, F. (1983), «El mamut en el arte paleolítico peninsular y la hierogamia de Los Casares», en Homenaje al profesor Martín Almagro Basch, Ministerio de Cultura, Madrid. Leroi-Gourhan, A. (1965), Prehistoire de l’art occidental, L. Mazenod, París. — (1983), Los primeros artistas de Europa. Introducción al arte parietal paleolítico, Encuentro, Madrid. Lorblanchet, M. (1999), La naissance de l’art. Genèse de l’art prehistorique dans le monde, Errance, París. Menéndez, R. (1994), «Consideraciones en torno a los llamados “bastones de mando”», en Zephyrus, núm. xlvii, Salamanca. Sauvet, G. (1990), «Les signes dans l’art mobilier», en L’art des objets au Paléolithique, París. — (1993), «Rhétorique de l’image préhistorique», en Psychanalyse et Préhistoire, París. Sauvet, G. y Wlodarczyk, A. (1995), «Eléments d’une grammaire formelle de l’art pariétal paléolithique, en L’Anthropologie, t. 99, núm. 2/3, París. Sanchidrián, J.L. (2001), Manual de arte prehistórico, Ariel, Barcelona. Vialou, D. (1986), L’art des grottes en Ariège magdalennien, París.


Tiempo y sociedad

Núm. 2, 2009-2010, pp. 123-134 issn: 1989-6883

Nacimiento de la Guardia Civil Roberto J. Suárez Suárez1

Resumen: En estas breves líneas, el lector puede acercarse a los comienzos de una Institución que supo afrontar los difíciles momentos de su creación y consolidarse tras superar numerosos obstáculos hasta convertirse en un cuerpo policial moderno, con un elevado caudal de experiencia y altamente cualificado y con una clara vocación internacional, plasmada en las numerosas misiones de paz que lleva a cabo en la actualidad, pero sin olvidar los valores tradicionales que su fundador, el Duque de Ahumada, supo inspirar a sus miembros, y que no son otros que el Honor, el sacrificio y el espíritu Benemérito. Palabras clave: Guardia Civil, Duque de Ahumada, El Puesto, La Cartilla, Espíritu Benemérito Abstract: In these brief lines, the reader can approach to the beginnings of an Institution that knew to face the difficult moments of his creation and consolidate after surpassing numerous obstacles until converting in a modern police body , with an overhead discharge of experience and highly qualified and with a clear international vocation, plasmid in the numerous missions of peace that carries out in the actuality, but without forgetting the traditional values that his founder, the Duke   Licenciado en Historia y miembro del Instituto Armado.

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of Ahumada, knew to inspire to his members, and that they are not others that the Honour, the sacrifice and the spirit Benemérito. Key words: Civil Guard, Duke of Ahumada, The Place, The Code of Practice, Spirit Benemérito

El momento fundacional Al alumbrar el reinado de Isabel II, España era un país devastado por los efectos de la guerra de la Independencia, la emancipación de las colonias de ultramar, la primera guerra carlista y aún por las secuelas sociales de la desamortización. Las consecuencias fueron el empobrecimiento de amplios sectores de la población, muchos de los cuales buscaron refugio en la delincuencia como medio para ganarse la vida. Proliferaron así grupos de malhechores, prófugos de la justicia y asaltantes de caminos, que llenaron la geografía peninsular de delincuentes, especialmente en el campo, donde las numerosas partidas de bandoleros que habían aflorado crearon un clima de inseguridad difícil de soportar. Las necesidades de responder con garantías a la preocupante falta de seguridad pública llevó a los responsables de la monarquía liberal a intentar dar respuesta al problema. Cobró fuerza entonces la idea de cubrir el vacío policial existente y dotar a España de un cuerpo al estilo de los creados en otros Estados europeos. Al igual que en Francia e Inglaterra, se trataba de organizar un cuerpo a escala nacional, sobrio, profesional y duradero, que fuese capaz de poner fin de una vez a la ineficacia demostrada por la Milicia Nacional y el resto de Instituciones regionales y provinciales existentes( Migueletes, Caudillatos, Escopeteros de Getares, etc.) que, mal preparados y carentes de profesionalidad, se delataron incapaces de enfrentarse con éxito a la situación generada por la inseguridad pública.


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La naturaleza y la dependencia orgánica A la altura de 1844 eran pocos los políticos que dudaban de la necesidad de crear el Cuerpo policial, pero pronto surgió la disputa sobre que naturaleza otorgarle, sobre el modelo a aplicar. Los progresistas y una parte de los moderados eran partidarios de inspirarse en el modelo anglosajón de Robert Peel,2 basado en un Cuerpo policial de naturaleza civil y en un control del orden público por no militares, mientras que los moderados, en su mayoría, lo eran del modelo francés, adoptado por Napoleón en Francia para la Gendarmería, es decir, un Cuerpo de naturaleza militar, pero con una variante importante en el caso español: al igual que el orden público, ese Cuerpo debía estar controlado por el Ejército. La mayor fuerza del moderantismo dentro de la monarquía y del pretorianismo militar que caracterizaba una España estigmatizada por tanta guerra, favorecieron el triunfo de la tesis militarista, del modelo francés sobre el inglés. Conseguido el consenso sobre la necesidad de la nueva fuerza, perfilado el modelo a seguir, restaba su ejecución. Los moderados se dieron prisa en esta faceta, y a principios de 1844, bajo el Gobierno de González Bravo, cuyo Ministro de Gobernación era el Marqués de Peñaflorida, empezaron a trabajar para alcanzar el objetivo trazado. En el Consejo de Ministros de 21 de enero de ese mismo año, los ministros de Gobernación, Guerra y Marina informaron al resto del Gabinete sobre los datos que poseían en relación con la puesta en marcha para «organizar una gendarmería». En decreto de seguridad pública de 26 de enero de 1844, se anunció que se procedía a hacer efectiva la creación   Sir Robert Peel (1788-1850) fue un estadista y político británico del partido conservador que fue Primer Ministro del Reino Unido entre los años 18341835 y 1841-1846. 2


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de un Cuerpo de Seguridad. Días más tarde, al informar a la reina Isabel II de la marcha del proyecto y ser preguntada sobre el nombre con que le gustaría fuese denominada, ésta respondió espontáneamente que si se trataba de una guardia para proteger a la población civil, se la denominase «Guardia Civil». El 10 de marzo de 1844 el proyecto ya estaba redactado y fue sometido a la aprobación del consejo de Ministros, de donde salió el decreto base del que vería la luz el 28 de marzo de 1844, considerado el primer decreto fundacional de la Guardia Civil. En aquella sesión del Gobierno surgió una cuestión esencial y permanente en la historia de la Institución: la discusión en torno a la sujeción o no de los guardias civiles a las ordenanzas militares y la pertenencia o no del Cuerpo a las Fuerzas Armadas. En estos momentos se impuso las tesis de González Bravo, partidario « de crear un Cuerpo especial de fuerza armada de Infantería y Caballería, bajo la dependencia del Ministro de la Gobernación en la Península y con la denominación de guardias civiles» (art.1); con el objetivo de «proveer al buen orden, a la seguridad pública y a la protección de las personas y de las propiedades, fuera y dentro de las poblaciones»( art.2). Con esta medida, González Bravo pretendía evitar que los militares interviniesen en tareas de orden público, dejar patente la fragilidad de la Milicia Nacional, y, sobre todo, construir un cuerpo policial de élite, con lo mejor de la oficialidad del Ejército y los mejores licenciados del mismo. Por tanto, el primer decreto suponía la implantación de un modelo policial no militarista, profesional y claramente inspirado en la Gendarmería francesa, haciéndolo dependiente de las autoridades civiles en todo menos en su organización y disciplina, que lo sería del Ministerio de la Guerra, pero sin pertenecer al Ejército.


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El siguiente paso era encontrar a la persona idónea para coordinar y dirigir las labores de organización de la nueva fuerza, cargo que recayó en el Duque de Ahumada, teniente general del Ejército. El duque de Ahumada Don Francisco Javier Girón y Ezpeleta Las Casas y Enrile, II Duque de Ahumada y V Marqués de las Amarillas, era probablemente el hombre más idóneo para la tarea encomendada. Su sensibilidad era la ideal: hijo del Marqués de las Amarillas, que en 1820 había desarrollado el ambicioso proyecto de «Salvaguardias Nacionales3», claro antecedente de la Guardia Civil. Vinculado por una estrecha amistad al líder del moderantismo, el General Ramón María Narváez, Ahumada ansiaba con fervor se le encomendase la misión para la que creía estar preparado; y pronto lo demostró. Nada más recibir la noticia de su nombramiento, se rodeó de un equipo de fieles colaboradores y emprendió una frenética e infatigable labor organizadora, ejercida desde un edificio de la calle Torija de Madrid, primera sede de la Dirección General del Cuerpo. En escrito de 20 de abril de 1844 envió a los Ministerios de Estado y de Guerra un texto con un adelanto de su filosofía, donde se proponía al Gobierno «Las bases necesarias para que un General pueda hacerse cargo de la formación de la Guardia Civil». En sus líneas dejaba entrever cuál era su idea sobre la dependencia orgánica que debía tener el Cuerpo. En contra de la opinión de González Bravo, Ahumada se alineaba con la lí  En 1820 el teniente general Pedro Agustín Girón, Marqués de las Amarillas y I Duque de Ahumada, propuso la creación de la Legión de Salvaguardas Nacionales, un cuerpo de orden público formado por miembros del ejército que no llegó a consolidarse. 3


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nea más militarista del moderantismo, partidaria de que la Guardia Civil tuviese una dependencia dual de los Ministerios de la Gobernación y de la Guerra, y que estuviese integrado como un Cuerpo más del Ejército, pero desempeñando funciones específicas de defensa del orden público. La caída del gobierno de González Bravo despejó el camino para que el General Narváez asumiese el poder. Defensor de las ideas de la doble dependencia, «el Espadón de Loja» allanó el camino a los propósitos de su amigo el Duque de Ahumada en todo menos en la integración del Cuerpo en el Ejército, y consintió en la publicación de un segundo decreto fundacional, el 13 de mayo de 1844. El nuevo texto implantó una Guardia Civil claramente militarizada, al marcarle una dependencia orgánica dual: del Ministerio de la Guerra en lo concerniente a su organización personal, disciplina, material y percibo de haberes, y de la Gobernación por lo relativo a su servicio peculiar. La organización ahumadiana La distribución orgánica Nombrado oficialmente Inspector General del Cuerpo el 12 de octubre de 1844 y con la claridad de ideas sobre lo que debía ser la nueva fuerza, Ahumada se consagró con entusiasmo a su tarea. Sus primeros pasos los orientó en dos direcciones capitales: diseñar la distribución orgánica y dotar a los efectivos de una filosofía de servicio marcadamente diferente a la de los demás cuerpos que lo habían precedido. En el primer punto, diseñó una distribución orgánica que debía ser dirigida y coordinada por un Centro Directivo ubicado en la capital de España. Pretendía, también, que abarcase la totalidad del territorio nacional. Con ambos objetivos, quería garantizar la autonomía de las decisiones del Centro Directivo y alejar


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a la Fuerza de las perniciosas intromisiones sobre organización y el servicio que tanto las autoridades civiles provinciales, como de los mandos militares de cada región, estaban acostumbrados a hacer con las demás fuerzas de seguridad. Creía, además, en una organización inspirada en la Gendarmería francesa, pero sobre la base de la distribución territorial que tenía el Ejército español. Convencido de las ventajas que esta distribución reportaría, emprendió su despliegue, que debía ser progresivo: primero un Tercio, y hasta que no estuviese concluida su organización, no debía pasarse al siguiente, y así hasta finalizar el despliegue. Inicialmente se establecieron 14 Tercios, integrados a su vez por 39 Compañías de Infantería y 9 Escuadrones de Caballería, estando compuesta su primera plantilla por 14 jefes, 232 oficiales y 5769 de tropa. Una vez en las cabeceras de los Tercios, Ahumada distribuyó a sus hombres por cada una de las provincias, con arreglo a tres objetivos: —Cubrir las rutas de viajeros —Cubrir las cabeceras de partidos —Cubrir las líneas de expansión de los ferrocarriles y telégrafos. Para lograr los objetivos trazados, Ahumada diseñó la configuración de una retícula dentro de cada provincia por la cual las unidades menores quedaban articuladas en : Compañías, Líneas y Puestos, con cometidos muy claros para cada una de ellas. En el deseo de Ahumada subyacía también mantener el número imprescindible de hombres en las capitales de provincia, consciente de que era en el campo donde se necesitaba más seguridad, y porque había concebido una fuerza con vocación rural, al margen de los conflictos callejeros de las ciudades. Sus esfuerzos se volcaron en una configuración jerárquica provincial, según criterios de organización militar. De esta forma,, a la Je-


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fatura Provincial o Comandancia, seguía la Compañía, unidad de mando de un capitán, con sede en una población importante, a ser posible cabecera de partido judicial y con la misión de coordinar los servicios de las restantes unidades subordinadas: las Líneas mandadas por tenientes y alféreces. Lo que en el Ejército sería el equivalente a la Sección, en la Guardia Civil Ahumada prefirió el nombre de Líneas por su ubicación en núcleos de población que fuesen enlace de varias rutas, de ahí su nombre. Por último, dependientes de cada Línea habría tres o cuatro Puestos, con los que se pretendía llegar a todos los rincones del país de modo que: «no debe haber, decía en su ideario, sierra ninguna por fragosa que sea; no debe haber monte por espeso que parezca, sin que haya presentado el sombrero de la Guardia Civil».4 La importancia del Puesto El Puesto, al mando de un cabo o un sargento y con una dotación de cuatro guardias por término medio, suponía una novedad en la Administración española, y resultó clave en el éxito del modelo orgánico ahumadiano. Lo fue por varias razones: Permitió al Estado un mejor control del territorio rural, del que hasta entonces se carecía Dio una sensación de no abandono, al tiempo que un aliento nuevo en materia de seguridad, de modo que los castigados caminos de España empezaron a sentirse protegidos. Supuso un antídoto eficaz contra la delincuencia, merced a la presencia insinuante y constante de los guardias civiles contra cualquier asomo de vulnerar las leyes.   Estas palabras están extraídas de la Circular de 14 de junio de 1853 en la que el propio Ahumada mostraba muy a las claras las directrices a seguir en un crecimiento ininterrumpido por todo el territorio nacional. 4


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Cristalizó en una valiosa fuente de información para las autoridades de lo que ocurría en el país. Permitió a los ciudadanos un contacto cercano y tangible con los guardias civiles, hasta entonces desconocido en otros cuerpos de seguridad. El Puesto se convirtió, en fin, en la Unidad por excelencia de la Guardia Civil, base para combatir la delincuencia y lograr el pretendido acercamiento al ciudadano, fundamental para el éxito de la acción policial, desde donde se proyectó la imagen una garantía de seguridad para todos. Los efectivos y su reclutamiento Al principio fue la falta de prestigio del Cuerpo la principal causa de la escasez de aspirantes. Cuando se afianzó y alcanzó el respeto de los ciudadanos, fue la penuria económica de los salarios la causa que retrajo a los potenciales aspirantes. De este modo, la Dirección General se vio obligada a rebajar las condiciones de ingreso sistemáticamente y a solicitar ayuda del Ejército para paliar el déficit de sus plantillas, con el resultado de una recluta mixta, por una parte formada por paisanos, y por otra por soldados y licenciados del Ejército. Gracias a esta ayuda la Guardia Civil pudo superar el problema del reclutamiento inicial y reunir los primeros efectivos con los que, tras un breve período de formación en los depósitos de Leganés y Vicálvaro, empezaron a desplegarse por el territorio peninsular, con arreglo al plan diseñado. Con el paso de los años, la asunción de nuevas competencias agravaría el déficit de las plantillas, al menos hasta el fin del siglo xix.

La filosofía del servicio

La Cartilla y los reglamentos El Duque de Ahumada era consciente que para lograr la consolidación de la Guardia Civil era necesario dotar a sus hombres


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de una filosofía con clara vocación de servicio al ciudadano, diferente, por tanto, a la de los restantes cuerpos policiales, anteriores o paralelos a ella. Sus ideas las desarrolló a través de tres textos doctrinales: dos reglamentos, el de Servicio y el Militar, que completó con un código deontológico: la Cartilla. El reglamento para el servicio abordaba todo lo referente a las obligaciones y facultades del guardia civil, la dependencia orgánica, el acuartelamiento, las disposiciones generales y el objeto de la Institución. Podía observarse la clara vocación de servicio a la sociedad que latía en la filosofía ahumadiana, al señalar que la Guardia Civil tenía por objeto: la conservación del orden público, la protección de las personas y de las propiedades y el auxilio que reclame la ejecución de las leyes. En cuanto a las obligaciones y facultades, eran las típicas de una policía judicial, aunque por extensión del concepto también realizaba las de policía fiscal, administrativa y militar, ejemplo de la polivalencia y universalidad que caracterizaba el servicio de la Guardia Civil. En el Reglamento Militar establecía la estrecha relación del Cuerpo con el Ministerio de la Guerra, convirtiéndose de esta forma la Guardia Civil en un brazo armado del Ejército, pero dedicado a funciones de orden público. Trataba, además, de inculcar al guardia civil los valores tradicionales de la milicia, en especial, la disciplina, la lealtad y la austeridad que le permitiesen conducirse en todo momento como un soldado y regulase la organización del Cuerpo con arreglo a planteamientos propios de una estructura militar, lo que se plasmó en un modelo de carrera militar, con idénticos empleos y forma de ascender. Sin embargo, ninguno de los reglamentos igualó en trascendencia a la Cartilla del Guardia Civil, texto donde Ahumada dejó expuesta con notable maestría su claridad de ideas sobre lo que debía ser un cuerpo policial, y que por tal motivo mantiene hoy


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plenamente su vigencia. Auténtico catecismo del guardia civil, la Cartilla marcó la forma de comportarse de los guardias civiles, tanto como dentro del servicio, como soldados y agentes del orden. La Cartilla, con un volumen de 210 hojas y dividida en cuatro capítulos, lo regulaba todo sobre la forma de proceder durante las veinticuatro horas del día: desde su aseo personal hasta la vestimenta, desde cómo instruir sumarias hasta cómo realizar los servicios. Nada quedaba a la improvisación, de manera que la idiosincrasia del guardia civil quedaba bien perfilada, al más puro estilo ahumadiano. Con su entrada en vigor el 29 de julio de 1852, Ahumada pretendía conseguir los mejores guardias posibles a través de una sobria formación moral y humana; trataba, además, de impregnarlos de dignidad y sentido del honor; de una conciencia individual puesta al servicio del orden y del ciudadano. Todo este cúmulo de valores cristalizaron en las características que dotaron al guardia civil de personalidad propia, de valores como: abnegación, capacidad de sacrificio, honradez y espíritu benemérito. Las consecuencias del Modelo Ahumadiano Las doctrinas ahumadianas lograron el efecto deseado, y un aire nuevo con respecto a otros Cuerpos, tanto en los modos como en las costumbres, brotó con la irrupción de la Guardia Civil en los campos españoles. Ello fue posible gracias al acierto en la elección de tres factores: —La naturaleza militar, que dotó al Cuerpo de la disciplina necesaria para encarar con resignación las agotadas jornadas de trabajo a que los guardias se veían expuestos, y la diseminación de sus hombres en pequeñas unidades. —La distribución orgánica, que tejió una tupida red de unidades, con lo que la presencia de sus hombres pudo ser posible


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en toda la geografía nacional, a modo de garantía para la seguridad pública. —La filosofía del servicio, que impregnó a los guardias civiles de la fuerza moral y mentalidad necesaria para enfrentarse con éxito a las demandas que exigía el pueblo español para mejorar la seguridad. Los tres factores, en su conjunto, se juzgan importantes para el futuro del Cuerpo, pues lo dotaron de la eficacia que caracterizó su quehacer en el servicio, como así es reconocido por la generalidad de la historiografía. A su vez, esa eficacia fue determinante para la consolidación del Cuerpo. Bibliografía

aa.vv. (1994): La Guardia Civil española, Madrid. Aguado Sánchez, F. (1985): Historia de la Guardia Civil, Madrid. López Corral, M. (1995): La Guardia Civil, nacimiento y consolidación (1844-1874), Madrid. Martínez Ruiz, E. (1976): La creación de la Guardia Civil, Madrid.


Tiempo y sociedad

Núm. 2, 2009-2010, pp. 135-139 issn: 1989-6883

Luis de Borbón: el rey del olvido Isabel López Fernández1

Se ha celebrado, sin grandes fastos el tercer centenario del nacimiento del que fue el segundo monarca Borbón de España, Luis I cuya brevedad al frente del trono, no suele ser mas que un mero chascarrillo en la historia de este país. Luis de Borbón llego al mundo un caluroso 23 de agosto de 1707 en el Palacio Real de la Granja situado en la pequeña localidad segoviana de San Ildefonso, el mismo lugar donde días después recibiría las aguas bautismales de manos del Cardenal Portocarrero. Nacido en el seno de la familia real, fue el primogénito de los cuatro hijos nacidos de la unión de Felipe V, el primer Borbón que reinaba en España y de su esposa María Luisa Gabriela de Saboya. Desde recién nacido, y en el ámbito de la corte se le conoció con el sobrenombre del Bienamado, dado que el rey deseaba con todas sus fuerzas que su primer hijo fuese varón. Fue un niño delgado, rubio y con una gran nariz borbónica, rasgos que conservaría en la edad adulta añadiéndose además los de bailón, juerguista ya que varias veces se paseo vestido de chulo madrileño por ventas y burdeles, o salía a robar fruta por la noche con amigos de su edad, y compulsivo cazador.   Licenciada en Historia

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Con solo dos años recibe el titulo de Príncipe de Asturias, que ya por aquel entonces llevaba aparejada la cualidad de heredero al trono español. Su niñez estuvo marcada por una estricta educación a cargo de institutrices como la princesa de los Ursinos, y de férreos instructores europeos y siempre a la sombra de su inseparable padre. Tras asegurar su posición como monarca, una de las labores de Felipe V fue la de asegurar la sucesión en su hijo Luis, por lo que políticamente y unido a esto se ratifica una serie de alianzas con Francia en 1721, mediante el matrimonio de Luis con la hija de Felipe de Orleáns y princesa de Montpasier, Luisa Isabel, de doce años. A pesar de los títulos de la noble francesa, la documentación de la época se refiere a ella, a pesar de lo que se podía esperar, como una chica poco agraciada, glotona y desenvuelta, que además no tenía reparo en presentarse ante la Corte en paños menores o ventosear y eructar en público.2 El año 1724 comenzó para Luis de Borbón de manera sorprendente, pues Felipe V de España abdicada el 9 de febrero de ese mismo año en su favor «aquejado de vapores en los sesos», tomando posesión de su titulo en Murcia, cuatro días después de la renuncia de su padre (Torres-Fontes Suárez, 1992-1993: 423-430). Al iniciar su reinado Luis I contaba con solo 16 años de edad. Debido a su juventud y poca experiencia, el Gobierno, establecido en el vetusto Alcázar madrileño estuvo en manos de un gabinete formado por el Marqués de Maribel, el Arzobispo de Toledo, el Marqués de Lede, el Obispo de Pamplona, el Marqués de Valero, el Conde de Satiestebas y Don Miguel Francisco Guerra, 2   ‹http://viajeradeltiempo.wordpress.com/2007/09/02/felipe-v-el-reydos-veces-rey/› (fecha de consulta: 29 de octubre de 2009).


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Luis I, lienzo de Michel Ange Houasse conservado en el Museo de El Prado. Fuente: http://pintura.aut.org/SearchProducto?Produnum=16437 (fecha de consulta: 31 de octubre de 2009).


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aprovechando esta situación por alguno de los miembros para construir un partido españolista con el objetivo de deshacerse del control que sobre el nuevo monarca ejercía la Corte de Felipe V y su segunda esposa, Isabel de Farnesio, que desde su retiro de Palacio de la Granja actuaba como verdadero Gobierno en la sombra. En política exterior, el reinado de Luis I significo una continuación de las directrices impuestas por Isabel de Farnesio, y en esta línea Luis I defendió los derechos del infante Carlos, primogénito de su madrastra a los Ducados de Parma y Toscana. Por el contrario en este breve periodo de tiempo las relaciones con Francia empeoraron como consecuencia de la muerte del regente Felipe de Orleáns, padre de la reina española. El nuevo regente del rey Luis XV, el Duque de Borbón, era enemigo de los Orleáns y proyectó esa enemistad hacia sus relaciones con la Península Ibérica. Unos días antes de celebrar su decimoséptimo cumpleaños, Luis I comenzó a encontrarse enfermo, acudiendo los médicos de la Corte rápidamente a su llamada y confirmando lo que nadie esperaba: el rey sufría viruela, que por entonces era una enfermedad con una altísima mortalidad, debido entre otras cosas al desconocimiento de los antibióticos. Cinco días después de su cumpleaños el 31 de agosto de 1724 fallecía este joven Borbón, siendo enterrado en la Cripta Real del Monasterio de San Lorenzo del Escorial, su mujer enviada de regreso a Francia y su padre asumiendo otra vez la dirección del reino.3 De este modo, el reinado de Luis I fue, tras el de Felipe el Hermoso, el más efímero de la Historia de España hasta la actualidad, puesto que tan sólo duró 229 días. 3   ‹http://viajeradeltiempo.wordpress.com/2007/09/02/felipe-v-el-reydos-veces-rey/› (fecha de consulta: 29 de octubre de 2009).


Luis de Borbón: el rey del olvido

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Desde entonces Luis I ha sido lo que puede observarse en el retrato suyo, obra de Michel Ange Houasse, que se conserva en la pinacoteca del Prado o de lo que las crónicas de la época han dejado constancia: Un rey cuya prematura muerte hizo que sea una sombra en la historia de nuestro país. Bibliografía Torres-Fontes Suárez, Cristina (1992-1993): «Proclamación de Luis I como rey de España en Murcia», Imafronte, 8-9: 423-430.



Tiempo y sociedad

Núm. 2, 2009-2010, pp. 141-145 issn: 1989-6883

La memoria del horror

Entrevista a Rafaela Andrada, Angelita, delegada de Amical de Mautahausen en Asturias Pablo Folgueira Lombardero1

En el año en el que se cumplen 70 del estallido de la Segunda Guerra Mundial se suceden los actos para recordar a los que participaron y sufrieron en dicho conflicto. Sin embargo, al margen de efemérides, hay asociaciones que de manera continua intentan recordar a quienes vivieron el mayor conflicto armado de la Historia, como es el caso de la Amical de Mautahausen, asociación que agrupa a los republicanos españoles que fueron deportados a los campos de concentración nazis, así como los familiares y amigos tanto de los supervivientes como de los que fueron asesinados en la barbarie de los campos. Es todo un honor para Tiempo y Sociedad poder hablar con doña Rafaela Andrada, «Angelita», delegada de Amical en Asturias,2 que ha accedido a concedernos una entrevista para explicarnos cuáles son las líneas básicas de actuación de la Asociación. Tiempo y Sociedad: ¿Qué es Amical y cómo surge, tanto a nivel nacional como concretamente en Asturias? Rafaela Andrada: Surgió en la clandestinidad hacia el año 1965. Entonces tenían que turnarse de casa en casa para no   Licenciado en Historia   El padre de doña Rafaela estuvo en Mauthausen y falleció en Gusen, y ella vivió la ocupación alemana de Francia. 1

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levantar sospechas. Entre ellos fueron avisando a familiares de los que hubieran fallecido allí, o que supieran de alguien. En Asturias fue iniciativa de un señor que ya falleció, llamado Benjamín, que estuvo deportado en Mautahausen. Cuando volvió, hizo igual que hacían en Barcelona, y anduvo buscando los nombres de los deportados para encontrar a sus familiares. Llegó a casa de mi madre un día para decirnos que existía la Amical, que no sabíamos que existía, y al cabo de un tiempo ya me dijo «Angelita, yo ya estoy mayor, hazte tú cargo». Y así fue, en Barcelona me nombraron delegada por Asturias, pero por así decir, estoy sola, porque los tres supervivientes que había, uno de Gijón, otro de Mieres y otro de Piedras Blancas, ya fallecieron. Y me gustaría que alguien me relevara, porque ya son casi 82 años los que tengo. TyS: ¿En qué consiste su actividad? RA: La actividad principal que tenemos nosotros es conservar la memoria, el recuerdo de los que fallecieron allí. Por cierto, que pedí que aquí en Oviedo, como van a cambiar los nombres de las calles, que pusieran el nombre a alguna calle en recuerdo de los que fallecieron allí, porque el monumento está en Gijón, pero en Oviedo, siendo la capital, no hay nada. Y no me han contestado TyS: ¿Sabría decir, aproximadamente, cuántas personas forman parte de Amical en España? ¿Y en Asturias? RA: La verdad, no lo sé, somos muchos, pero sí son pocos los supervivientes, porque por la edad ya van quedando pocos. En Asturias soy sólo yo, y eso que fueron 169 los asturianos que fallecieron allí, que para una provincia sola, fueron muchos. TyS: ¿Alguna actividad para los próximos meses? RA: Lo más importante, el viaje a los campos del año que viene (2010), que va a recorrer los campos de Mauthausen, Gusen, Ebensee y el castillo de Hartheim.


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TyS: ¿Cómo podría colaborar con ustedes cualquier persona interesada? RA: Pues en primer lugar, poniéndose en contacto conmigo, que lo agradecía mucho, porque, como te digo, soy yo sola. TyS: En un año en que se cumplen 70 del final de la Guerra Civil española y del inicio de la Segunda Guerra Mundial, ¿qué diría usted a aquellos historiadores (o que se llaman así mismos historiadores) que apoyan las posturas revisionistas o abiertamente negacionistas? RA: Les diría que vayan a los campos de exterminio, que pongan atención a lo que les dicen, y que se pongan en el lugar de los que fallecieron allí. Porque cuando voy a los campos, vuelvo mala. Y eso que Mautahausen lo han cambiado mucho, lo han puesto precioso, si se puede llamar precioso a un sitio así, pero con menos ya valdría para hacerse a la idea. Y cuando hemos ido, habían hecho unas pintadas con la cruz gamada en todo el muro del campo. Y estuvimos en Ebensee, y habían entrado unos neonazis armados, pero se llamó a la policía. Y es que parece mentira… Y creo que fue en Pola de Siero que se convocó hace poco una manifestación de neonazis, aunque al final fue prohibida. No entiendo cómo puede haber personas que apoyen ese régimen de criminales de guerra. TyS: En Alemania acaban de anularse las condenas a muerte dictadas por el nazismo. Supongo que eso le parecerá un avance. RA: Sí, por supuesto. De hecho ya habíamos hablado de este tema en Barcelona cuando empezó a comentarse que se iba a hacer. TyS: ¿Cree usted que el conocimiento que tiene la sociedad en general de las atrocidades que sucedieron en los campos es suficien-


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te o por el contrario opina que es necesaria una labor divulgativa y pedagógica mayor? RA: La labor pedagógica es necesaria, porque ya ves que siguen pasando cosas parecidas. Toda persona tiene derecho a la vida y a la libertad, y por defender eso murieron millones de personas. Hace poco hice una exposición aquí en Oviedo, de unas fotos y unas láminas que yo tengo, explicando los campos de Gusen y Mautahausen y el castillo de Hartheim, y la gente se paraba y lo leía, y se daba cuenta de que todo eso era necesario. TyS: ¿Cree usted que la Ley de Memoria Histórica puede incidir en el conocimiento y en el reconocimiento de los deportados a los campos? RA: Sí, y yo la veo necesaria además. Todo ser humano merece ser sepultado como una persona, no como un trasto o un animal. Yo la veo bien, si yo tuviera a mi padre aquí, yo revolvería lo hiciera falta para encontrarlo. Yo allí no sé qué pasó, yo llego al campo y pienso «¿Dónde estás?». Al horno crematorio sé que lo llevaron, pero no sé qué pasó antes ni después, y algunos de los pocos que se salvaron de Gusen, porque cuando estaban muy machacados en Mautahausen los llevaban a Gusen a morir, me dijeron «No busques, vale más que no sepas, porque aquello fue terrible». Con eso ya te dicen bastante. Y aquella escalera, con los 186 peldaños,3 yo nunca pude subirla ni bajarla sabiendo lo que hay allí. La necesidad de conocer la Historia para que evitar que se repitan hechos tan dolorosos como los acaecidos en los campos de concentración explica la necesidad de que existan asociaciones   Se refiere a la llamada «Escalera de la Muerte» del campo de Mautahausen.

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como Amical de Mautahausen. Por eso, desde Tiempo y Sociedad brindamos todo nuestro apoyo a la Asociación y agradecemos profundamente la disponiblidad de doña Rafaela Andrada. Más información en: ‹http://www.amical-mauthausen.org/› Contacto: ‹info@amical-mauthausen.org›



Recensiones Bryson, Bill: Una breve historia de casi todo, Barcelona, RBA, 2008, traducción de José Manuel Álvarez, 639 pp. Por Pablo Folgueira Lombardero1 El escritor estadounidense afincado en Gran Bretaña William McGuire «Bill» Bryson, conocido sobre todo por sus libros de viajes y sobre la lengua inglesa, se adentró en 2003 en el campo de la divulgación científica con el libro que ahora nos ocupa, publicado en español en 2004 y en versión de bolsillo un año después. Desde entonces, el éxito de esta obra ha hecho que se hagan sucesivas reediciones, siendo la que comentamos la octava en versión de bolsillo. Las personas que nos dedicamos a las Humanidades en general, a la Historia en particular, solemos ver la Historia de la Ciencia como «esa gran desconocida», pese a su evidente relación con el proceso histórico. Y precisamente este ameno libro puede servir para tener un primer acercamiento a esa Historia de la Ciencia que a veces nos resulta tan lejana. En sus páginas, Bryson trata, con un estilo fluido y no exento de humor, temas tan aparentemente arduos como la Astronomía, la Geología, la Genética, la Química, la Antropología Física, la Evolución de las especies…, con un lenguaje claro y sencillo que hace que lo que se cuenta resulte fácil de entender, interesante y muchas veces divertido.   Licenciado en Historia

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A lo largo de los capítulos de este libro desfilan personajes tan ilustres como Albert Einstein o Charles Darwin, junto a otros más desconocidos para el gran público, como el del físico y químico Henry Cavendish, autor de investigaciones sobre temas tan diversos como la densidad de la Tierra o la atracción de las cargas eléctricas. Además, junto al aspecto propiamente científico, se dan datos, a veces anecdóticos, sobre los científicos, que hacen que comprendamos mejor cómo su experiencia vital explica muchos de sus experimentos o incluso la rivalidad entre muchos de ellos. Es destacable también que la traducción de José Manuel Álvarez captura perfectamente el humor con el que Bryson escribe este libro, humor que es en buena parte responsable de la amenidad del texto. Kinder, Hermann y Hilgemann, Werner: Atlas Histórico Mundial, Madrid, Istmo, 2006. 2 vols. , 680 pp. Por Miguel Menéndez Méndez2 Pese al largo recorrido de esta obra (esta edición de 2006 es la número 21, corregida y ampliada), este Atlas Histórico Mundial sigue siendo una referencia ineludible a la hora de buscar una obra que aúne exhaustividad y didáctica a partes iguales. Editado en bolsillo, lo que aumenta su asequibilidad haciéndolo si cabe aún mas atractivo, en sus páginas hallamos un completo recorrido cartográfico e histórico por el devenir de la Humanidad desde tiempos prehistóricos hasta nuestros días, expuesto con un sentido estrictamente cronológico. Uno de los principales puntos fuertes de esta obra es la manera en que aúna la información cartográfica, temática y muy ri  Licenciado en Historia.

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ca, con el proceso histórico, mediante la introducción de las denominadas (en la introducción) páginas-texto. Éstas presentan una síntesis histórica pareja a la exposición cartográfica, y por supuesto referenciada de forma cruzada con ella; esta característica convierte a esta obra en una herramienta fundamental para la comprensión histórica a todos los niveles. Tradicionalmente, el Atlas de Kinder y Helgemann se ha utilizado fundamentalmente en el ámbito educativo, especial y fundamentalmente el universitario; sin duda éste es el ámbito preferente de la obra. En lo que respecta a su valor para la investigación, no debe ser menoscabado aunque sea una obra demasiado general; puede resultar de valor para un estudio introductorio (que en todo caso se deberá complementar con la consulta de bibliografía especializada) por las características mencionadas anteriormente. Burguière, André (dir.): Diccionario Akal de Ciencias Históricas. Akal, Madrid, 2006, trad. de E. Ripoll Perelló, 702 pp. Por Miguel Menéndez Méndez En el año 2006 la editorial Akal decidió, tras muchos años, revisar y editar en edición de bolsillo esta fundamental obra de consulta historiográfica, en la cual más de setenta autores de primer orden (entre ellos, sin ánimo de ser exhaustivo, tenemos a personalidades del mundo de la Historia como Dominique Julia, Jean Marie Goulemot , André Corvisier o Jacques LeGoff ) listan y revisan los principales conceptos historiográficos de nuestra disciplina bajo la dirección del Doctor Burguierè. Con este objetivo y en forma e diccionario, se revisan las partes fundamentales de la historiografía: desde métodos y técnicas (Historia cuantitativa, oral, tratamiento informático, etc.) hasta autores (Marx, Bloch, Fevre y una larga lista) pasando por con-


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ceptos de uso amplio (crisis, memoria colectiva…) y áreas de conocimiento histórico (Historia económica, social, militar, etc.). Todo ello, y este es uno de los puntos que encuentro fundamentales, acompañado de una amplia bibliografía específica adjunta a cada entrada, lo que abre las puertas a una relativamente rápida (parte de las bibliografías son ciertamente difíciles de localizar y están en su mayor parte en francés) ampliación de conocimientos por parte del lector. Otro aspecto importante es su exhaustiva y muy elaborada lista de correlaciones internas, que facilita enormemente su consulta eficiente. Como único punto de crítica, sólo señalar que la obra está realizada exclusivamente por autores franceses, lo que parece darle al diccionario un brillo excesivo de esta escuela historiográfica. No obstante, para su consulta a efecto de estudio e incluso investigación esto no tiene por que ser necesariamente negativo, siempre que se contrasten las entradas con otras obras similares de un carácter más plural o distinto (especialmente en el caso de investigadores).


Noticias Libro: «Arqueología experimental en la Península Ibérica» Editado por la Asociación Española de Arqueología Experimental con el apoyo de la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte del Gobierno de Cantabria, la Universidad Autónoma de Madrid y la UC, el volumen recoge las actas del I Congreso Español de Arqueología Experimental, celebrado en Santander en noviembre de 2005. En la presentación del libro, el rector de la Universidad de Cantabria recordó que ese foro fue «una iniciativa pionera para acercarnos a la Historia a través de los indicios y las técnicas que nuestros antepasados nos han dejado». Disciplinas como la Arqueología Experimental «ligan investigación y ciencia para establecer una mejora del patrimonio cultural y para transmitir el conocimiento a todos» y, por ello, Federico Gutiérrez-Solana afirmó que ediciones como la presentada hoy «son la base del desarrollo». En ella se recogen las ponencias presentadas al I Congreso Español de Arqueología Experimental por más de 100 especialistas que se dieron cita en este foro provenientes de varias universidades españolas y también del extranjero (Reino Unido, Francia, Portugal y Uruguay). Los estudios reunidos en el libro abordan la teoría y metodologías de la disciplina y exponen experiencias concretas en Prehistoria, Protohistoria e Historia, como la producción de cerámicas de Astorga o de tejas en San Juan de Maliaño (Cantabria). — 151 —


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Mª Luisa Ramos explicó que las actas, dirigidas «a todas las personas que aman la Arqueología y la defensa del patrimonio», se han ilustrado con más de 300 fotografías en blanco y negro, además de numerosos gráficos, e incluye un dvd que recopila las presentaciones multimedia presentadas en el congreso de Experimenta. Según la profesora cántabra, la Arqueología Experimental es una materia que sólo se cursa en dos universidades españolas —la de Cantabria y la Autónoma de Madrid—, por lo que «somos auténticos pioneros». [Fuente: http://historia-antigua.blogspot.com/2007/10/la-universidad-de-cantabria-acogi-ayer.html]

Un colapso ecológico acabó con la cultura argárica del Sudeste ibérico Ésta es la conclusión a la que ha llegado científicos de la Universidad de Murcia, gracias al estudio de los fósiles de polen y de los carbones hallados en el subsuelo de la Sierra de Baza (en Granada) y en la Sierra de Gádor (Almería). Los argar, llamados así porque los primeros indicios de su existencia aparecieron en el poblado almeriense de El Argar, fue una de las primeras sociedades urbanas de Europa Occidental, en plena Edad de Bronce. Después de alcanzar un amplio grado de desarrollo, su desaparición repentina, unos 1500 años a. C., siempre ha sido un misterio. Algunos creen que se debió al agotamiento de las minas en las que conseguían el material para hacer sus adornos, sus puñales o sus hachas, otros hablan de invasiones o de cambio climático. Sin embargo, José S. Carrión, del Departamento de Biología Vegetal de Murcia, y sus colegas aseguran, en la revista científica ‘Quaternary Science Reviews’, que hubo un desastre ecológi-


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co causado por el hombre en una región que ya era propensa a la sequía. Los investigadores tomaron dos testigos de los sedimentos acumulados en el suelo de la Cañada del Gitano (Sierra de Baza) y en la Sierra de Gádor. La máxima profundidad a la que llegaron fue 4,17 metros, hasta dar con el lecho de roca. El objetivo era reconstruir el ecosistema de aquella lejana época y comparar los resultados para ver cómo había evolucionado el medio ambiente en esta región levantina a lo largo de miles de años, en pleno Neolítico, gracias al estudio de los fósiles de diferentes tipos de polen. Después vino el estudio del material en el laboratorio». Retrocedimos hasta 8400 años en la historia y comprobamos que ya hace 5500 años el clima inició un cambio, se hizo más árido, pero la vegetación se adaptó y no hubo colapso», explica Carrión. Sin embargo, con la cultura argárica, hace unos cuatro milenios, se intensificó la minería y comenzaron a producirse excedentes agrícolas y una mayor explotación de los bosques. Gracias a los carbones, se sabe que hace unos 4100 años se extendieron los fuegos provocados, quizás para aumentar los pastos, y hace 3800 años la vegetación había cambiado: los bosques originales se transformaron en matorrales y plantas espinosas. «Se perdió una gran biodiversidad ecológica y de forma muy rápida, en menos de una década. El cambio del clima no transformó el ecosistema, pero sí lo hizo la tala, los fuegos y el exceso de población. Se acabó la madera y sólo 300 años después la cultura argárica desapareció», argumenta Carrión. La agricultura y el pastoreo, básicas para su supervivencia, se hicieron imposibles y las comunidades tuvieron que emigrar. Con estas conclusiones en la mano, el investigador recuerda que son muchas las culturas que han sufrido «un suicidio ecoló-


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gico por sobreexplotación del medio», sobre todo en sociedades que han vivido en los márgenes de ecosistemas frágiles». «Debemos aprender del pasado. Cuando las comunidades son pequeñas, son sostenibles, pero el problema llega con la sobreexplotación brutal de un espacio», advierte. [Fuente: http://historia-antigua.blogspot.com/2007/11/un-colapso-ecolgico-acab-con-la-cultura.html]

El Cilindro de Ciro, objeto de polémica entre el British Museum e Irán El British Museum de Londres ha anunciado que enviará próximamente a Irán a uno de sus directivos con la intención de reunirse con su Gobierno para discutir el posible préstamo del llamado Cilindro de Ciro, una cuestión que está siendo causa de una agria disputa entre las dos partes. El Gobierno iraní afirma que el Museo Británico ha incumplido su promesa, realizada en 2006, de ceder en préstamo esta pieza cilíndrica de arcilla (559-529 a.C.) que contiene una declaración en lenguaje cuneiforme acadio babilonio del rey persa Ciro el Grande y que algunos consideran la carta de derechos humanos más antigua de la historia. En ella, el nuevo rey legitima la conquista de Babilonia y toma medidas políticas para ganarse el favor de sus nuevos súbditos. Una portavoz del British Museum, Hannah Boulton, confirmó que el museo ha prometido el préstamo del Cilindro de Ciro, pero que no existe ningún calendario oficial ni el tema se ha discutido nunca entre las partes. En una carta dirigida al Gobierno iraní, el director de la institución británica, Neil MacGregor, ha refrendado: «Por favor, permítanme asegurarles que el Museo Británico tiene la intención de enviar el Cilindro de Ciro en préstamo al Museo Nacional de Irán, pero como en todos nuestros


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préstamos internacionales, los detalles y aspectos prácticos tendrán que ser discutidos». El Cilindro fue descubierto en 1879 por el arqueólogo Hormuz Rassam durante la excavación del templo de Marduk en Babilonia. Consta de dos fragmentos, denominados A y B. El primero permaneció en el Museo Británico desde su descubrimiento, mientras que el segundo estuvo en la Universidad de Yale hasta su traslado al Museo Británico, donde se encuentra actualmente. [Fuente: http://historiayarqueologia.wordpress.com/2009/10/30/ el-cilindro-de-ciro-objeto-de-polemica-entre-el-british-museum-eiran/]

Cantabria: Un centenar de investigadores firma una carta de apoyo a los prehistoriadores inhabilitados En un movimiento de solidaridad pocas veces visto en Cantabria, más de un centenar de reconocidos prehistoriadores e investigadores de otras áreas científicas han firmado una carta de apoyo los tres profesionales expedientados por la Consejería de Cultura y acusados en el expediente de infracciones graves y leves al Patrimonio de Cantabria. Los sancionados son el profesor alemán Gerd C. Weniger, director del Museo del Neanderthal en Alemania; el profesor de la Universidad de Cantabria Jesús Manuel González Urquijo y el catedrático de la misma universidad César González Sainz. Los dos primeros son director y codirector de la excavación llevaba a cabo el pasado año en la Cueva de Morín y en el expediente se establece para ambos una inhabilitación por cuatro años para realizar actuaciones arqueológicas en la región. Para el catedrático César González Sainz la sanción propuesta es de dos años de inhabilitación. Este último investigador ya


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ha recurrido la decisión ante el Consejero de Cultura, Francisco Javier López Marcano, una vez que sus alegaciones fueron rechazadas la Dirección General de Cultura, impulsora del expediente. Entre los 112 firmantes del documento están numerosos catedráticos de Prehistoria (casi todos los que han trabajado y trabajan en Cantabria) y profesores de algunos de los principales centros de investigación histórica de Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos. Los firmantes respaldan «la profesionalidad y el carácter cientifico de su trabajo» y el «escrupuloso respeto» con el que los sancionados investigan sobre el patrimonio arqueológico. La sanción decidida por Cultura es considerada como «una decisión que resulta incomprensible» a la luz de la actividad desarrollada a lo largo de toda su carrera por estos tres profesores. «Los hechos que se les imputan» —sostiene el escrito— están «extraídos de detalles tergiversados para crear una acusación insostenible». «Una actuación de estas características», asegura el texto, «sólo contribuye a crear desconfianza entre los investigadores y profesionales». Los investigadores atribuyen también un ánimo «discriminador» en la decisión de la Consejería de Cultura. «La legislación sobre el Patrimonio está pensada para proteger ese Patrimonio y facilitar el trabajo científico, no para dificultarlo o para discriminar de forma arbitraria los grupos que pueden investigar». En Morín compitieron por la excavación dos grupos y el ahora sancionado logró el permiso después de recurrir ante el Consejero de Cultura la denegación inicial. La petición que avalan los firmantes va dirigida directamente al Consejero de Cultura, al que solicitan que retire «un expediente que nunca debió ser incoado».


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Además, los investigadores, entre los que figura un nutrido grupo de profesores de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cantabria e incluso de disciplinas científucas ajenas a la Prehistoria, consideran que el expediente, instruido a cabo por el Servicio de Patrimonio Cultural de la Dirección General de Cultura, «es dañino para todos cuantos están implicados en la protección, investigación o difusión del conocimiento sobre el patrimonio arqueológico regional». [Fuente: Diario Montañés , 21/10/2009.]

Hallada en Jaén una muralla calcolítica de 4000 años El yacimiento arqueológico de Marroquíes Bajos en Jaén no deja de arrojar sorpresas. Las excavaciones que se llevan a cabo han puesto al descubierto un lienzo de muralla de hace unos 4.000 años y que los expertos consideran ya como un referente dentro del periodo Calcolítico. «Por su proporción estamos ante un descubrimiento excepcional», afirma rotundo Arturo Ruiz, director del Centro Andaluz de Arqueología Ibérica, con sede en la Universidad de Jaén. Este poblado sería también, junto con el de Los Millares, en Almería, el más antiguo documentado en Andalucía y confirmaría la tesis de algunos arqueólogos de que Jaén sería el asentamiento habitado más antiguo de Europa. La muralla se ha descubierto en la zona norte de la ciudad, justo en el solar destinado a la futura sede de Hacienda. Con todo, los expertos abogan por integrar los restos arqueológicos. «Habría que conservarlos y conectarlos con el futuro Centro de Interpretación de Marroquíes Bajos», opina Ruiz. No obstante, este centro se encuentra paralizado desde hace casi una década y el solar donde se prevé ubicarlo ha tenido que ser vallado en va-


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rias ocasiones para preservarlo de los expolios y de los actos vandálicos. La singularidad e importancia de Marroquíes Bajos es que se trata de un yacimiento —de unas 75 hectáreas y declarado como Zona Arqueológica por la Junta de Andalucía— donde se aprecian cuatro fases definidas de ocupación: calcolítica, ibérica, romana y medieval islámica. De hecho, no es la primera vez que salen a la luz vestigios de gran relieve. Hace tres años se descubrió una villa romana con varias esculturas que arrojaron una valiosa información sobre una época fundamental en la cultura occidental, como fue la implantación del cristianismo y el final de los ritos paganos. Las excavaciones llevadas a cabo ahora han permitido localizar este lienzo de muralla y un asentamiento en círculos concéntricos. De alguna manera, están en consonancia con lo encontrado en los últimos años y que confirmaron la existencia de un foso central y de otros elementos hidráulicos. Y es que muchos investigadores definen a este espacio como la Venecia de hace 4.500 años por la abundancia de canales y sistemas hidráulicos prehistóricos que han quedado al descubierto, como drenajes del siglo xvii; canales y molinos de noria islámicos; y hasta molinos, albercas y canales romanos. El Ayuntamiento hará una reconstrucción virtual. [Fuente: El País , 13/11/2009.]


In memoriam Francisco Javier Fortea Pérez (1946-2009) Pablo Folgueira Lombardero1 y Javier Bayón Iglesias2

El pasado día 1 de octubre de este año 2009, todos los antiguos alumnos de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Oviedo nos vimos sorprendidos por una noticia inesperada: el fallecimiento del doctor Francisco Javier Fortea Pérez, catedrático de Prehistoria de nuestra Universidad a causa de una enfermedad hematológica que padecía desde el año pasado. Aunque había nacido en Arnedo (La Rioja) en 1946, su familia pronto se trasladó a Córdoba, donde su padre era Catedrático de Latín. Después, iría a Salamanca, donde se licenciaría en 1968 y se doctoraría en 1972, siendo discípulo del insigne prehistoriador Francisco Jordá Cerdá. Tras realizar algunas investigaciones en la zona levantina, en 1978 se trasladó a Asturias, como profesor agregado de la Universidad de Oviedo, pasando a ocupar la Cátedra de Prehistoria desde 1981. Sus intereses dentro del campo de la Prehistoria fueron siempre muy variados, abarcando el Paleolítico Medio y Superior, el Epipaleolítico y el proceso de Neolitización, además de prestar siempre una enorme atención a los temas artísticos del Paleolítico Superior. Formó parte como correspondiente del Deut  Licenciado en Historia   Licenciado en Historia

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Pablo Folgueira Lombardero y Javier Bayón Iglesias

ches Archäologisches Institut, y fue representante por España en la 6ª Comision de la Union Internationale des Sciences Préhistoriques et Protohistoriques, además de en la 8.ª Commission: Upper Paleolithic, y en la 9ª Comisión: Rock Art. Era también experto asesor del Internacional Council of Monuments and Sites (unesco) para los problemas de conservación de Lascaux. Fue también miembro de la Real Academia de Córdoba, y miembro, por elección, del Istituto Italiano de Preistoria e Protostoria, de la Société Préhistorique Française y de la Associaçao dos Aqueólogos Portugueses. También formó parte de la Junta Nacional de Arte Rupestre del Ministerio de Cultura de España. En Asturias, sus trabajos se centraron en las cuevas de la Viña y Llonín, y, en los últimos años, en la cueva de El Sidrón. Además, presidió el comité científico del Parque de la Prehistoria de Teverga. Este investigador apasionado, serio y riguroso, también era una figura entrañable dentro de la Universidad, de modo que todos recordamos esas clases en las que desgranaba los entresijos del Arte Paleolítico mientras encendía un cigarrillo tras otro, antes de que esa costumbre estuviese perseguida dentro de los recintos universitarios. Valgan, pues, estas palabras como sencillo homenaje de un alumno agradecido. Sit tibi terra levis.


este segundo número de ‹tiempo y sociedad› se terminó de imprimir en los talleres de grafinsa, en oviedo, el 27 de diciembre del 2009, cuando se cumple el lxxxvi aniversario de la muerte, en la ciudad de parís, de alexandre gustave eiffel




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