CARETAS-cap7

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Cap VII —Bella es mi amiga, ¿algo más? —, Edward respondió con otra pregunta, hablando por primera vez desde que había llegado, su voz fue seria y letal. Mientras sus facciones adquirían un aspecto intimidante y se endurecían en una sombría mueca de sarcasmo. Aquello me asustó, no conocía este aspecto de él. —No…por ahora; también es la mía, una amistad como pocas. ¿Me entiendes?, diferente…— murmuró Alan con voz filosa, me mordí el labio. Edward me miró y me aterré al ver en sus ojos un sentimiento extraño.

El resto de la velada se pasó en un sepulcral silencio, no hice nada por interrumpirlo. No me sentía con las agallas para hacerlo, después de todo era mi culpa. Conocía a la perfección la actitud defensiva que adoptaba Alan cuando se trataba de mí, pero por otro lado, no quería sentir que me dividía. Alan era mi amigo, mi hermano, mi compañero de penas, luchas y alegrías, pero Edward era... no sabía como denominarlo, pero estaba lejos de verlo como un igual, me gustaba, más que eso. Sabía que no me costaría mayor trabajo enamorarme de él. Con todo y eso, no me sentía capaz de elegir, era débil y egoísta, por lo que me conformé con el mutismo sembrado en el ambiente.

~ ALAN POV~

De todos los lugares en el mundo ¿Qué demonios hacía él aquí? , no le bastó con marcarme tiempo atrás, no, él tenía que volver a mi vida, como siempre, como antes. Y yo bien sabía que cegado por su egoísmo Edward haría lo que fuese con tal de conseguir lo que quería. — No has cambiado nada. — soltó casual, en cuanto Bella se levantó de la mesa para servir el postre. — Sí que lo he hecho, ¿Qué demonios quieres? — solté entre dientes, intentando mantener nuestra discusión en silencio, no quería dar más explicaciones a Bella, no esta noche. — Vine a ver a una amiga ¿Qué hay de malo en eso? — soltó despreocupado, como si se tratara de un hecho remotamente posible. — ¿Amistad? ¡Por favor! Tú no tienes puta idea del significado de esa palabra Edward. — Tengo plena conciencia de lo que significa una amistad. — refutó en tono cortantes.

Vaya, volvía a la carga el Edward correcto y centrado. El chico con sentimientos. Aja. — No, lo que tu sabes es como arruinarlas, no puedo creer que te hayas atrevido a venir después de… — no era capaz de verle a los ojos; no sin sentir vergüenza. Desvié la vista hacia la pared. Ahí descansaba un hermoso


retrato de Bella y yo, tenía que admitirlo, nos veíamos bien, ambos felices, sonrientes. Y mi cara de enamorado era tan obvia, que aún no comprendía como es que ella ignoraba mis verdaderos sentimientos. — ¡¿Es que nunca dejarás de culparme?! Maldita sea, era solo un niño Alan, tienes que superarlo. — su voz irrumpió en el ambiente, más alto de lo aconsejado, obligándome a alzar el rostro. Lo último que quería era que mi niña se enterase de la verdad, y mucho menos de esta forma.

Simplemente no podía saberlo, ella no. — ¿Qué lo supere? Eres tú quien aparece por segunda vez en mi vida para ponerlo todo de cabeza. Te quiero lejos de Bella ¿Me oyes? No permitiré que le pongas uno solo de tus inmundos dedos sobre ella. — Jamás haría algo así, lo sabes— suspiró derrotado y por instante me sentí como ese chico que fui de antaño, junto a él en esa banca… Recordé el profundo dolor que reflejaban esos, y faltó poco para caer en su juego, no dejaría que me manipulase. No otra vez. — No lo sé Edward, ya no tengo certeza de nada. No sé quien eres… no te reconozco; es más, a veces pienso que nunca llegué a conocerte del todo.

Su rostro se quebró, y la mascara serena me permitió por escasos segundos vislumbrar lo mucho que le herían mis palabras, lo sentía por él, de veras. Pero, el pasado era eso, pasado. Y debía quedarse así, atrás, enterrado. — Entonces, podría decir exactamente lo mismo de ti. Ah, no, espera; te excusa el que seas un hombre ¿no? El macho, ¿Tú puedes estar con bella, pero yo no? ¿Por qué te importa tanto? — inquirió, enarcando una ceja, mientra se llevaba un trozo de carne hacia la boca. Mis ojos se posaron por un instante en esos labios, bastó una milésima de segundo de exacción, para que una oleada de vergüenza recayese sobre mí. — Tú no sabes nada de amistad, mucho menos vas a saber de otros sentimientos. — confesé mordaz. Sin un ápice de remordimiento, lo merecía, este era el fruto de sus actos. Mis palabras parecieron funcionar, pero lejos de sentir alivio, la opresión en mi pecho a causa de la culpa no tuvo precedentes cuando él se puso en pie rápidamente: tenso y con el rostro descompuesto; entonces finalmente él se retiró de la sala. — Tú lo arruinaste Edward— musité con odio, pero también con tristeza. Sin embargo, no lloraría, no por él, no lo merecía. Yo era un hombre, siempre lo había sido, no me comportaría como un marica ahora.

El sonido de la puerta cerrándose consiguió que mi niña corriese de vuelta hasta el comedor. — ¿Qué hiciste ahora Alan? — sus pequeñas manitos ensartadas en sus caderas, y el leve surco que marcaba su ceño fruncido, le otorgaban a mi pequeña traviesa un aura infantil que por un instante consiguió mitigar la culpa,


siempre era ella, tal vez lo hacía inconcientemente, pero aún así, siempre había sido mi consuelo. Por ser débil, por huir. — ¿Por qué asumes que es mi culpa? — pregunté risueño, a sabiendas de que en la población femenina ese gesto causaba generosos resultados, claro está que Bella era la excepción a la regla. Era mi amiga, no una chica para usar y desechar, mi niña era mucho más que un par de piernas abiertas para acogerme, ella era… Bella era la mujer que amaba. — ¡Porque es típico de ti espantar a mis citas! — ¿Citas? Creí que eran amigos. — Lo que sea Alan, piensa lo que quieras ¿Qué le dijiste para que se fuese así? — desvió el tema, trayendo a colación la salida de Edward. Reprimí una risa, sólo ella podría ofrecerme ese mágico alivio, un bálsamo para mis heridas en cosa de segundos, sólo a ella podría amar. — Sabes Bella, a veces es un poco tedioso que te lo pases culpándome por cada cita que resulta un fiasco. Sus preciosos ojitos me observaban cautos, no pude contenerme, no más. Me acerqué a ella y envolví su angosta cintura con mis manos, tan cálida. Ella se arqueó hacia atrás, observándome un tanto sorprendida, pero no mostraba un ápice de disgusto, este era nuestro juego, nuestro ritual. Sabía que no podría obtener más de ella. — ¿No has pensado que tal vez seas tú misma quien no quiere que realmente resulten? — susurré en su oído antes de alejarme de ella, extrañé su cuerpo al instante, mis manos se enfriaron en el acto, mas no me inmuté. No podía arriesgar su amistad, con Bella era eso o nada. No podíamos cruzar esa línea, al menos no sin arruinarlo. No me quedé para oír su respuesta. Me limité a salir de ese departamento que tantas dichas me había dado, pero que en este momento solo conseguiría confundirme más.


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