Efecto Secundario.

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EFECTO SECUNDARIO

1


Elvia Cor

Rígida, como atada por dentro, consigue hacerse con las bragas atrapándolas mediante un extraño artilugio de su propia invención.

2


No se las puede subir por las piernas, así que abrocha los laterales con unos gafetes metálicos. ¿ Medias ? Imposible el gesto, ahora siempre lleva falda larga. Sí, luce elegante pero se siente como una estaca. Esa imagen de inflexibilidad se tambalea en su mente golpeando el anillo que de entre sus dedos cae bajo su cama vertical. Demasiado fino y metálico para recogerlo con sus toscas pinzas telescópicas. ¡ Si 3


pudiera

doblarse,

agacharse,

arquearse !. Llega tarde a la enésima visita médica. Ascensor, bus, ascensor, sólo aquello enhiesta.

que Sus

propicie

una

piernas

pose

semejan

flotadores por abusar sin remedio de su insana perpendicularidad.

-

Buenos días, ¿Tenía hora a las

11? -

Enseguida le avisamos. Por

favor pase a la salita y tome asiento. 4


¿

Cómo

explicar

que

sufre

incapacidad específica para ejecutar ese acto ? Apoya su desespero en la esquina más alejada de la salita. Tras media hora

contemplando

resignada

la

mustia planta de rigor, la llaman.

-

Buenos días. Tome asiento.

-

Doctor, hace tres años que no

me puedo sentar.

5


Apática, desparrama el cartapacio de

radiografías,

exámenes

y

tratamientos fallidos como una estéril súplica sobre la mesa. El doctor las ojea. Traumatólogos, osteópatas, acupuntores, psicólogos, psiquiatras, curanderos…., cada uno de

ellos

discrepando

terminología, coincidiendo

en en

la la

indefinibilidad del diagnóstico : “ Enfermedad incalificable, rara, que inmoviliza toda la zona central del cuerpo.” 6


El doctor se acerca en un susurro a sus oídos :

-

La examinaré de pié.

Con

sumo

cuidado,

como

si

retirara el papel dorado, metálico, quebradizo de una chocolatina, le sube la blusa marcando los senos una altura a no rebasar. Extrae una pluma de ave natural de su

bata.

Meticuloso,

la

pasea

7


suavemente

sobre

aquella

piel

entristecida a la altura de las caderas. Sorprendida por el inesperado instrumental médico, recuerda en un minúsculo temblor que ese tramo de su cuerpo aún existe. Retazos de su vida más o menos inconfesables

cartografiados en la

dermis constreñida

se revelan al

tacto diestro del doctor. La palidez, el helor de su piel le dan la pauta de su alimentación.

8


-

Vegetariana estricta, su dieta es

demasiado “ yin “.

El

doctor,

en

su

atípica

exploración, encuentra las huellas de una inexistente vida sexual.

-

¿ Cuál era su frecuencia sexual

antes de dejar de mantener relaciones ?

¿ Cómo podía saberlo ?, ¿ Cómo osaba entrometerse en su intimidad ? 9


Ya no recordaba, el dolor había acaparado toda la atención de su cerebro durante tres años… Pero podía más el temor a no responder a las expectativas de su interlocutor, que la vergüenza disparada por aquella intromisión.

-

Una vez al mes …

Un “ vaivén “ distorsionado aflora tímidamente en su vientre.

10


-

El primer sĂĄbado de cada mes.

El doctor comienza a anotar en su enorme cartulina amarilla a toda velocidad sin dejar de hablar:

-

El mal que le afecta no es

incurable, lo puede superar. Pero ello depende Ăşnica y exclusivamente de usted. Debe seguir escrupulosamente la dieta tanto fĂ­sica como nutricional que le he pautado. Piense que si no 11


actúa ya, si no toma las riendas, cada vez irá a peor y la inmovilidad se extenderá por todo su cuerpo sin remedio. No lo olvide “ al pie de la letra “. Todo esta bien especificado y si tiene alguna duda no lo piense dos veces, ¡ actúe ! Actúe tal y como está indicado.

Sacudida por aquella sentencia que la amnistía a medias, agarrándose como a un salvavidas, se abraza a 12


aquella

cartulina

amarilla

sugestionada por la rotundidad de las palabras que aún retumban en sus sienes …” Solución, inmovilidad total, actuar…” Incapaz de aguantar “ in albis ” el trayecto hacia sus cuatro paredes protectoras, entra en el primer café con el que se topa. Sin remilgos, sin cuestionar la estética, humos o personal

que

lo

frecuentan,

saltándose a la torera sus propios rituales

vacilatórios,

apoya

su 13


discapacidad

inclinatória

en

el

resquicio de sus glúteos contra el taburete. Pide un poleo-menta. Sus ojos rebotan incrédulos entre las

palabras

en

absoluto

farmacéuticas de aquella cartulina.

-

Por

favor,

un

poco

de

vodka…para el poleo.

Quizás el alcohol le ayudaría a metabolizar el tratamiento descrito en forma de dieta. 14


En ayunas : autoexploración

corporal. Centrarse en la zona pélvica días pares, zona mamaria los impares.

Desayuno : Cerezas, fresas o plátanos untados en cualquier textura cremosa que se pueda chupar en los dedos.

Media

mañana

:

Mangos

o

papayas con cava. ” 15


Hasta aquí podía parecer una cura sorpresiva, pero hasta cierto punto asumible, aunque sin lugar a dudas su pericia ocular no es capaz de descifrar correctamente las líneas que continúan. O tal vez su mente ya se había saturado con la visualización de la papaya partida por la mitad, que sin saber porque le devolvía a sus neuronas la clara imagen de una vulva jugosa que retoza con el resto de sugerentes frutos. 16


Medio día: Almejas, ostras,

percebes,

marisco

variado

acompañado de espárragos y zanahorias de las gruesas. Vino tinto. De postre copular con un hombre bajito.* Se puede tomar también como primer plato.”

¿Copular? ¡¡ Mi marido no es bajito!! ¿He leído bien? ¿Qué tipo de 17


tratamiento

es

este?

Aunque

lejanamente tentada a estrujar la cartulina,

continua

reafirmar

su

leyendo

escepticismo

para y

desacuerdo.

Media

tarde:

Churros

con

chocolate “

¡ Eso no está mal ! ¡ Con lo que le gustan

los

churros

y

el

chocolate…Hacía tanto que no los probaba !. 18


Cena:

Pepinos,

berenjenas…cualquier

endivias, verdura

de

porte fálico. Postre: copular con un hombre muy alto.”

¡ Pero si mi marido no es muy alto !

Intercalar los postres durante

dos semanas, a saber: hombre calvo, hombre de larga melena, hombre 19


joven,

hombre

maduro,

hombre

delgado, hombre musculado… Tras

quince

días

siguiendo

escrupulosamente el programa, pedir una nueva cita en la consulta. Importante : no saltarse ninguna “ toma “, eso garantizará la curación. Para

evitar

desagradables

alteraciones adversas, no establecer vínculos

emocionales

con

los

componentes de la dieta, los cuales actúan

exclusivamente

como

medicación activa.” 20


El vodka, los pepinos, la vulva, el musculoso, se mixturizan en un batido pringando su cabeza por dentro

hasta

que,

ausentada

la

sensaci贸n de realidad, su espinazo da de bruces contra el suelo. Menuda

faena

levantar

aquel

cuerpo inerte en un tercio de su anatom铆a. Al menos cuatro personas son necesarias y no por cuesti贸n de peso, si no por su casi inhumana rigidez. 21


Vuelve en sí sintiéndose como una columna en volandas, amenazando con su gravidez a los allí presentes. Viéndose asida con fuerza por los tobillos y glúteos, advirtiendo sus senos presionados por una nariz involuntaria, recuerda por fin su libido. Gracias a la química que esta vierte por su entrepierna es recibida cual amiga pródiga de juventud. Aquellos segundos que permanece inconsciente, actúan cual fragua de 22


Vulcano

conjugando

convenientemente los ingredientes pautados, al menos en el decisorio plano mental. Así,

aún

encontrando

sus

entendederas ridícula aquella dieta, fuera de tono y casi ofensiva, amparada bajo la excusa del “ último recurso

piensa

seguirla

al

mismísimo pie de la letra. Pero ¿ Cómo ? . En su situación no es capaz de bajarse las bragas sola. Además, ¿ Cómo podría convencer a 23


tantos hombres diferentes para ser utilizados cómo un medicamento?. ¿ Conquistándolos ? En esos momentos

se

siente

personificación

misma

antilujuria.

aspecto

Su

la

de

la

dejado,

desmejorado, mantiene amordazado su posible sex-appeal. Pero se juega su curación, no puede permitirse ser tan “ Tiquis– miquis “. “ Seguir las indicaciones al pie de la letra “. Esa es su consigna. 24


Ansiosa, comienza a leer en el apartado “ Instrucciones de uso “. Todo resulta sorprendentemente fácil y claro, empujada por un cóctel de emociones encontradas, decide no perder ni un minuto más. Iría a la pelu, luego se compraría aquel vestido rojo tan sugerente de interminable escote y aunque los tuviera que llevar en la mano, se regalaría unos zapatos con tacón de aguja con los que sueña desde que

25


descabezara a la Barbie el día que descubrió que jamás seria como ella. La lectura de aquel papel tieso y duro le abre el apetito, pero no está pensando precisamente en comida. Se remite a su cartulina amarilla. Puede escoger el postre como primer plato, necesita para ello repasar las “ instrucciones de uso “.

-

1er paso . Escoger el más

atractivo, todo será más fácil. Seguro que este necesitará más “ración “para 26


mantener su ego satisfecho y a ella se le hará mas agradable.

Repasa su cartulina. Le toca hombre

bajito.

No

le

atraen

especialmente, pero tal vez con esa característica accesible

se

le

mentalmente

haga

más

y

para

empezar… Lo que ve muy claro es que no piensa cuestionar las instrucciones. ¿ Pero dónde encontrarlo ? La clarividencia la empuja hacia un 27


escaparate. La cantidad de aventuras aprisionadas lomo contra lomo que descaradas se muestran a través de los cristales, se le revelan como signo evidente de que ha dado con la idónea farmacia alternativa. Y lo ve. Ya lo tiene, el bajito más atractivo de la librería en la que acaba de entrar.

-

2º paso. Contacto visual.

28


El hombre bajito le descubre, al levantar la mirada de entre unas páginas que huelen a cola de impacto, unos transparentes ojos verdes. A ella el aliento se le congela. Midiendo cada movimiento según las instrucciones,

esconde

sus

intenciones en una sutil caída de párpados, para devolvérsela cual lazada y mantener atrapada en ella a su presa curativa.

29


-

3er paso . Gesto de coquetería,

si ha “ pescado “, él debe responder con otro gesto acicalatorio.

Ella se aparta inexperta el cabello de la cara, mostrando impúdica la suave piel de su muñeca, señalando con ella directamente a aquella mirada verde. El hombre bajito automáticamente se ajusta el cuello de la camisa, paseando su fuerte mano como

30


alisĂĄndola sobre su pecho que se adivina trabajado. Entre sus dedos cobija el brillo paralizante de una alianza. En otro momento un muro ĂŠtico y afectivo

hubiese

aplastado

irremediablemente el torrente de sensaciones que acarician ahora sus nalgas, humedeciendo sus muslos mientras licuan su pensar. Pero ahora la cartulina amarilla manda.

31


Una música celestial inunda ese instante,

es

el

móvil

de

él.

Inmisericorde arrebata su atención que ya se mecía entre los senos del escotado vestido rojo. Habla con su mujer, seguro, pero simultáneamente recorre la rotunda voluptuosidad de sus curvas, sin dejar de contestar preguntas a cerca de los niños. Ella nota como sus dedos en la distancia,

relentizados

por

la

32


conversación,

desabrochan

tibiamente los gafetes laterales. Sus labios masculinos entretenidos en la bella oquedad de su ombligo, articulan preguntas y respuestas sin convicción.

-

¿ Qué, has quedado en el

palacio de Gaviria ?... ¡Ah ! ¿ Qué vas a cenar en el hotel ? -

¡… ! ¡…!

33


-

¿

A

qué

hora

llegas

a

Barcelona ? . ¡No, no ! La hora de salida del avión de Madrid. -

¡…!

-

Te dejo, tengo trabajo

…sé

buena.

En un giro potente cierra el móvil clavando todo su ser en aquellas rojas caderas que vibran albergando una esperanza de movilidad. Ella sujeta con fuerza la bolsa donde atesora sus zapatos nuevos de 34


tacón, mientras, recordando las “ instrucciones de uso “, moja los labios con su lengua como para sacarles brillo. Él la apunta con sus mocasines lustrosos, situando su pubis en el centro del local. Los

dos

cuerpos

se

orientan

descaradamente uno frente a otro, comenzando arrítmicamente

a

respirar

embriagados

en

feromonas que inician un callado diálogo.

35


En la presunta búsqueda de títulos preferidos, se acercan uno a otro hasta que sus cuerpos se rozan tímidamente, como por azar.

-

4º Paso. No estropear el cortejo

con un vano parloteo. Dejar el cuerpo que

tome

las

riendas

de

la

conversación.

El corazón está a punto de saltarle del pecho, atravesarlo para hundirse en

los

pectorales

de

aquel 36


desconocido, que en ese instante es el ser más importante de su existencia. La puerta del almacén entreabierta, la luz diferida que se va apagando entre los senos de los libros, la melodía orquestada en las voces de los clientes ajenos, el calor húmedo y tórrido de las páginas no leídas, el murmullo

del

acompasadamente

papel

crujiendo

bajo

sus pies,

acarician los nudos de su interior, que comienzan a suavizarse en un vaivén vertical. 37


Ella

acalla

tímidamente

siempre

pospuestos

apretando

suavemente

sus

gemidos, entre

sus

dientes los lóbulos de aquel hombre bajito,

que

la

lleva

ante

la

imperturbable mirada de Orwell y Dostoievski, de Monzó y un montón de Rowlings, al éxtasis.

-

¡ Cielos, eso debe de haber

sido un orgasmo. !

38


Aún temblorosa, juguetea con los botones de su blusa que ahora ansían introducirse cada uno en su ojal.

-

¿ Me puedes subir las bragas ?

¡

Qué

pocas

palabras

son

necesarias a veces para que una conversación tenga un significado tan profundo e influya tan hondamente en una vida ! Ella guarda concienzudamente, en un pequeño cofre imaginario, las 39


emociones, posibles encuentros y desencuentros de una relación con aquel hombre bajito que nunca sucederá. Una punzada. Ya siente hambre, pero contrariamente a lo que jamás hubiera supuesto, su estomago le reclama carne, no ensalada y su mente, el “ postre “. Necesita urgentemente un baño y continuar con las consignas de la cartulina amarilla, ahora “ cartulina maravilla “ . 40


Tras quince días de riguroso tratamiento, su capacidad inclinatoria aumenta

proporcionalmente

sistemático

consumo

medicación

de

alternativa.

al su Ha

conseguido quebrar para siempre el dolor en la doblez de su espalda, al tirar

al

container

las

pinzas

telescópicas a las que hasta ese momento ha guardado una fidelidad casi protésica.

41


Nunca hubiese imaginado que pudiera ser capaz de sentir tanto placer al deshacerse de algo que hasta ese instante creyera necesario e insustituible en su vida. El hecho de que su actividad curativa

fuera

bajo

prescripci贸n

facultativa, la libera de cualquier sentimiento de culpabilidad que ate su creatividad genital. Tan s贸lo un efecto secundario le anima el d铆a, un casi permanente deseo l煤brico.

42


¿ Por qué no disfrutarlo con su marido ? ¿ Sería por fin posible ? El calendario le recuerda su cita mensual tres años postergada. El marido, ilocalizable entre las páginas de La Vanguardia, decora inmutable el sofá del salón. Él,

siempre

laborioso

y

tan

ocupado no se da cuenta de la nueva plasticidad de su mujer hasta ese mismo segundo, en el que sin mediar palabra,

ella,

en

un

arranque 43


descortejado, coloca las nalgas sobre su bajo vientre, en una exhibición de flexibilidad

sin

precedentes,

agarrándole por los cabellos como a la crin de un caballo que ella espera salvaje

-

¿ Ya te puedes sentar ?

Ella posa los dedos sobre los labios de

él

acallando

sus

palabras,

esperando que como el día que tomó hombre alto, su marido los saboreara 44


con fruici贸n cual helado que derrite su frescor al calor de la lengua curiosa, sobre un lecho de chocolate en el obrador de la pasteler铆a Ella se relame a la espera de ese lameteo que nunca llega. Lentamente, con el respingo de su nariz femenina, le recorre el cuello con su respirar, hasta llegar al l贸bulo de la oreja e introducirla en ella, como hizo la noche que tom贸 hombre calvo hasta humedecer su deseo

45


contra

el

dispensador

de

la

gasolinera. Él

comienza

a

moverse

desacompasadamente en un rictus de desconcierto. Ella convierte sus dedos en suaves ventosas, que absorben cada poro que cubre su pectoral, en un intento de hacer

desaparecer

su

pezón

masculino, reviviendo el compás al que el hombre de larga melena succionó sus pequeños senos sobre la hierba fresca por él cortada. 46


El

marido

retrocede

en

un

inexistente cimbreo. Ella agarra la mano de aquel amor venido a menos, situándola donde sabiamente

el

hombre

maduro

cinceló con sus dedos el verbo, sobre la mesa de trabajo de su taller de fango. Él se limita a trasladarla sobre los glúteos,

presionando

como

si

estrujara limones de los que jamás extraerá su jugo.

47


Ella, cual brújula que busca el norte,

deshaciéndose

del

desagradable agarre, recoloca todo su cuerpo ofreciendo su fruta golosa, generosa, esperando ser devorada aunque fuera torpemente, como hizo el hombre joven a lomos de una Harley prestada. Él,

sin

abrir

el

regalo,

aprovechando la posición, le toma la cabeza entre sus manos creyéndola un

poste

que

debe

clavarse

toscamente a la pared, y entendiendo 48


que su boca era ella toda, y seguro de que él era ella toda, se va en un triunfal aullido al grito de :

-

¡ Milagro, milagro !

Ella abrazada ya por una cierta rigidez, limpia su boca encharcada con el puño prieto, dejando sobre el sofá manchado su deseo.

-

¡ Milagro! ¡ Estás curada¡!

49


Levemente agarrotada se agacha para recoger su tanga de encaje nuevo. Y allĂ­ agazapado cual bicho asustado, se esconde tras un brillo cubierto de pelusilla el anillo que ella daba por perdido. Lo toma entre la punta de sus dedos como si de un insecto muerto se tratara, cuestionando en su escasa presiĂłn digital, los aĂąos vividos, las emociones

perdidas,

los

sueĂąos

machacados.

50


Resuelta, convencida de haber dado con el cofre guardián más adecuado

para

tan

significativa

alhaja, se dirige al water y abre la tapa. En el gesto cae el periódico que en aquel privado rincón de la casa espera a ser leído. Ve la fecha. Nueve del once. Esa tarde tiene consulta con el doctor de la cartulina maravilla. Renueva la presión de sus dedos sobre el anillo, lo aparta del abismo que lo separa de las entrañas del 51


retrete y lo lanza inconscientemente sobre la cama que ya no es vertical. ... Una vez al mes, siempre el primer sábado, como si fuera la paga… Coge el cuchillo afilado. ...Seguro que tiene otra… Y

en

un

generosidad,

acto

de

custodiada

extrema por

el

cuchillo en punta, le entrega a su marido la cita del médico maravilla. Si tiene otra, no vendrá de ahí que le receten unas cuantas más, ya no le 52


importa, seguro que eso le curará de su auto contemplación umbilical. “ Hay que compartir “ como le dice siempre a los niños.

-

No llegues tarde, si te saltan

tendrás para meses de espera. Ves, que solucionará lo tuyo …

Ella agarra una papaya y con el cuchillo la parte por la mitad.

53


Su jugo le perfuma el cuello e intuye claramente la segunda parte del tratamiento. Aún

siendo

automedicación aconsejable, sobredosis

en

evidente

que

nunca este

es

caso

probablemente

la

la

estará

hasta indicada. Se enfunda en el vestido rojo de interminable escote, se sube con garbo el tanga, se ata a sus zapatos de aguja y relamiéndose en los dedos la

54


esencia a papaya, se coloca el anillo de nuevo.

-

Cari帽o,

salgo,

voy

a

la

farmacia.

Y guiada por una insospechada creatividad genital, sale en busca de su medicaci贸n.

55


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