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Areíto

Zona de la Cultura y de las ideas

www.hoy.com.do Editor: Nelson Marrero Diseño: Carla González SÁBADO 7.01.2012

ME LO CONTÓ EL OZAMA

Circula una novela histórica escrita con singular ficción por Bernardo Vega Pág. 3

WILSON MORFE

Cándido Bidó: Arsenal simbólico de un maestro Manos, madres, palomas, campesinos y muchas flores con azul marcaron su estilo Págs. 4 y 5

Aída Bonelly vista por su alumna

Mon Cáceres, el Presidente mito

Trotski en una premiada novela

Margarita Miranda de Mitrov tuvo la responsabilidad de escribir un perfil de la pianista y escritora Aída Bonelly de Díaz, en el que destaca sus aportes al arte nacional y su bondad.

El libro “El Presidente Cáceres, fábula del progreso, el orden y la paz”, de José C. Novas, desmitifica la historia oficial de su actuación como gobernante y es tema de la crítica de Diógenes Céspedes.

“El hombre que amaba a los perros” , de Leonardo Padura, fue escrita con sentido biográfico y constituye una historia de amor, locura y muerte sobre León Trotski y sus diferencias con Stalin.

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HOY

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Sábado 7 de enero de 2012

Zona Areíto Areito

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Leonor Porcella de Brea (compositora) Hace muchos años que me retiré a escribir mi obra literaria de ficción. Ya está lista mi primera novela, editada por Santuario que saldrá en unas semanas. LA GUIA

CIELO NARANJA

Marivell Contreras

POR MIGUEL D. MENA

LIBROS

Antologías de poesía dominicana: repaso (2 de 2) El 2011 nos trajo la “La poesía do- cana en el siglo XX. minicana del siglo XX en la RepúA continuación, los editores reblica Dominicana” (Madrid: Colección Visor), bajo la edición de José Mármol y Basilio Belliard. A cien años de publicación del “Parnaso dominicano” de Osvaldo Bazil, deberíamos estar frente a una empresa similar: la revelación de un panorama histórico de la creación poética. Al adentrarnos en la obra, sin embargo, los saltos y sobresaltos serán mayores que los que de una bicicleta por la Carretera Internacional de la frontera dominicana. Los editores tratan de curarse en salud con el tópico que acompañará toda buena antología: que en ella hay “raciocinio y cerrazón, aciertos y desaciertos”. Bien: un punto para los editores. El problema es que al proseguir con la introducción, los desaciertos no sólo van saturando la maleta sino perdiendo al lector en un conjunto de burdas aseveraciones. Como muestras, algunos botones y sólo en sus tres primeras páginas: que las “sociedades tribales ágrafas” –léase los taínos-, “retras[aron] en términos de civilización nuestra isla” (p.8); que en “para el siglo XIX se empezó a cultivar la oratoria” (p.9) –¿pero y los frailes Antón de Montesinos y Antonio Sánchez Valverde, qué eran?; “el romanticismo llegó tarde a la isla de La Hispaniola porque llegó tarde a España” (p.9); que el modernismo dariano “penetró tardíamente al festín de nuestra lírica” porque los postumistas “declararon la ‘muerte a Darío’, hacia 1921”; en la p. 14, afirman que los del 48 eran “militantes antirujillistas”, cuando en verdad el único en serlo fue Abelardo Vicioso. En vez de fundamentar estas afirmaciones, los autores prefieren remacharlas unas tras otras, quedando al fin un borroso cuadro en lugar del paisaje prometido: el de la constitución de la poesía domini-

toman lo que ya Manuel Rueda nos había planteado en su vieja “Panorámica”, sin ser, por lo demás, especialmente precisos en cuestión de fechas y ediciones. Tal vez habrá que perdonarle a Mármol y a Belliard que, tal vez debido a sus oficios críticos y sus visiones sobre la poesía, les importe poco el condicionamiento histórico del hecho poético. Finalizando el prólogo, lo que más destaca es que también en este escenario los autores presenten “la poética del pensar” de José Mármol como el santo y seña que conduce la poesía dominicana desde los años 80. Pero no seguiré con el tema: Desde que Mármol planteara su teoría allá por 1985, escribí que tal “poética” es más que el intento de convertir en moneda de uso común lo que al final es algo de uso bien personal, como un cepillo de dientes. En cuanto a la selección, ¿qué decir? Los verdaderos años 60 –el decenio bisagra del siglo XX-, brilla por su ausencia. Los editores borran el legado de René del Risco y Miguel Alfonseca, para no hablar de la injustificable ausencia de Norberto James y Enriquillo Sánchez –¡y ponen a Mateo Morrison!. Ignoran a Chiqui Vicioso, René Rodríguez Soriano, a Manuel García Cartagena, a Martha Rivera, y en su lugar se ponen ellos mismos. Estamos frente a una lamentable “poesía dominicana”.

Dilema El afamado cura conocido como Padre Alberto, una de las figuras de los medios de comunicación y representante de la Iglesia Católica, sufrió un revés en su vida que lo llevó a salir de la iglesia y a optar por la vida en pareja. Unas fotos tomadas en una playa en la que estaba acompañado de una mujer dieron la vuelta al mundo y revelaron que el celibato no era respetado por este consejero espiritual y matrimonial. Él lo plantea así: “De muy joven, cuando era adolescente, sentí un llamado a hacer algo que sabía que nunca sería fácil: servir a Dios como sacerdote. Hice la promesa del celibato, una promesa que tenía toda la intención de guardar para toda la vida. Pero nadie te dice que a lo largo del proceso que llamamos "vida", estás sujeto a pasar por toda una serie de transformaciones, luchas personales e ideológicas y crecimiento. No hay nadie que esté congelado en el tiempo. Eso fue lo que me pasó a mí”. Librería Cuesta, RD$995.00

cielourbano@googlemail.com

La mentira es una telaraña. Reflexiones y pensamientos Del bibliotecario y escritor dominicano Miguel Collado (Santo Domingo, 1954). Esta vez, Collado entrega un libro que será primordial en la literatura

criolla. Reflexiones sobre el ser humano enfrentadas a los peores sentimientos que el alma puede albergar. Desde la mentira como recurso para ocultar emociones como la envidia, el odio, el rencor, la avaricia, hasta sus aforismos sobre estos mismos temas y sus antónimos. 13 ensayos, algunos ya publicados en periódicos impresos o electrónicos, que deben despertar algunas reacciones y reflexiones tanto en los lectores del país o de cualquier parte del mundo que tengan acceso a estos bien fundamentados textos, con el rigor de la academia y la belleza literaria de un poeta. Librería La Trinitaria, RD$300.00 Los grandes pensadores de la política Del ciudadano francés Phillippe Corcuff (Orán, Argelia, 1960), sociólogo y epistemiólogo investigador social y conferencista especializado en temas sindicales que en la actualidad trabaja en el individualismo social y la individualidad. En este libro, Corcuff analiza los factores que han hecho imposible que el género humano alcance la felicidad y si es posible o no que los individuos puedan compaginar sus intereses personales con los de la comunidad a la que pertenecen? Hace estas reflexiones revisando y contrastando los pensamientos filosóficos tradicionales con los grandes temas de preocupación y discusión del mundo de hoy, a través de las cuales el autor construye “una magnífica introducción a la filosofía política”. Librería Mateca, RD$475.00 _ ____________________________________________________________________________

Historias Perdidas Del escritor mexicano León Krauze (Ciudad México, 1975). Este libro reúne sus mejores trabajos sobre importantes acontecimientos históricos que nunca se resolvieron. “Tomado de los relatos radiofónicos de León Krauze en W Radio, la obra es un recuento de las historias perdidas de las civilizaciones; aquellas narraciones que dan la vuelta al mundo y pasan de generación a generación haciéndose leyendas y relatos de culto. El misterio de Troya, la mítica Atlántida, la tumba de Tutankamon, el cuarto del ámbar de San Petersburgo, el manuscrito Voynich, la gran bestia Crowley, el hombre de la máscara de hierro, el objeto que se estrelló en Tunguska, la conspiración Pazzi, el verdadero Drácula, Amityville, la casa embrujada más famosa del mundo y los discos Dropa, entre muchos otros”. Consígalo en Multicentros La Sirena, RD$675.00

LA HISTORIA

1802

FOMENTO AGRÍCOLA. Toussaint Louverture dispone estímulos para que los agricultores de esta parte de la isla cultivaran café, algodón y cacao.

_ 0000Ar_La HistoriaC orifices telephoned very spe edy mats, five sheep almost drun towed botulism silly trailers orifices tele phoned very speedy mats.

1882

FALLECIMIENTO. Muere Juan Isidro Pérez, cofundador de La Trinitaria. _

1905

.ENTREGA. Se firma tratado que cede a los Estados Unidos las aduanas dominicanas.

1855

(DÍA 8) RECONOCIMIENTO. España y República Dominicana firman un tratado que conlleva la renuncia del poder monárquico a todo derecho sobre la parte Este de la isla Hispaniola. De hecho la República quedó reconocida. _

1905

DECESO. Muere en Santo Domingo el general Ignacio María González. Varias veces ocupó Presidencia de la República. _

1823

(DÍA 9) ESPAILLAT. Nace en Santiago Ulises Francisco Espaillat.

1822

(DÍA 10) INICIO. El ejército de Jean Pierre Boyer hace su entrada a la ciudad de Santo Domingo iniciando la formal ocupación de la parte oriental de la isla. Los dominicanos habían pretendido sumarse a la Gran Colombia. La ocupación haitiana se extendió por 22 años y culminó con la independencia. _

1811

(DÍA 11) RAMÍREZ. Muere Juan Sánchez Ramírez, vencedor de los franceses en 1908.


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HOY

Reportaje

Sábado 7 de enero de 2012

El Ozama “habla”en primera persona Deseo preguntarte río maestro/ que aún consevas las leyendas de los colones y los filibusteros, / si el pueblo fue hasta ti,/ o fuiste tú quien fuiste rumbo al pueblo”, Juan Sánchez Lamouth

MARIVELL CONTRERAS

I

nnumerables son los versos que ha inspirado a nuestros poetas el río ozama, como estos que encabezan este reportaje que igualmente es epígrafe del libro “Me lo contó el Ozama” de la autoría de Bernardo Vega. De este río, columna vertebral de una ciudad dividida por su cauce, se empezó a escribir desde la época de la Colonia, por quienes iban y venían por todas partes y por los que tiempo después dejaron testimonio de su imponencia. Los nombres de ríos nos han impresionado desde distintas ciudades y países sonando poéticos a nuestros oídos. Recordamos el Támesis, el Rin, el Sena. Pero viene a ser estéticamente sobresaliente lo que acude a nuestra mente cuando concluímos la lectura de “Me lo contó el Ozama”. Bernardo Vega hace galas de recursos literarios al poner al río a hablar, a contarse él mismo y de paso contarnos cómo fue el país desde el momento en que Cristóbal Colón confundió estas tierras con la India. Resulta provocador lo que hace Bernardo Vega con este libro -patrocinado por AES y Casa de Teatro- en el que cuenta la historia de la isla de Santo Domingo a lo muy largo y menos ancho de este río. Pero también, y como una especie de cronología total, el autor va narrando hechos, no solo los sucedidos en la isla sino también los que se iban generando por el mundo concomitantemente con lo que el río -que fluye y pasa- va sacando de su recuerdo/memoria en la que ambos -río y autor- terminan en total confluencia. Yéndonos al principio, destacamos las razones por las cuales la Fundación AES Dominicana, según Marcos de la Rosa, hizo posible este libro: primero porque esta es la “historia del río que originó nuestra identidad” y luego porque el Ozama es “dueño de una de las historias más asombrosas de América”. Por su parte, Pedro Delgado Malagón, intelectual que ama y conoce como pocos esta ciudad, dice en el prólogo que este libro “ha de otorgarle fe de bautismo a ese egregio testigo (el río) de cinco siglos de existencia en este primigenio solar del mundo nuevo”. Malagón considera que “el espíritu de la ciudad y sus manes tutelares habrán de agradecer a la tenacidad de Bernardo Vega el compilar y aprehender estas figuras y estos recursos”. Al final del libro, Bernardo nos ha-

ce saber cuáles autores le sirvieron para refrescarle la memoria y de algunos que son citados por otros y de sus propios textos extrae varias descripciones. Entre ellas destacamos la de Oviedo que dice que el Ozama “es navegable, hondo y muy hermoso, causa de las heredades y jardines y labranzas que en sus costas hay”. Por eso y para salvaguardarla de ataques los españoles “fundaron la ciudad de cara al río y de lado al mar”. Destaca la importancia del Ozama que fue puerto de salida hacía la conquista de nuevos mundos: De aquí salieron Francisco Pizarro para el Perú; Hernán Cortés para México; Diego Velásquez para Cuba; de Rodrígo de Bastidas para Panamá y Colombia y Alonso de Ojeda para Venezuela. “Me lo contó el Río” es un entretenido libro de historia que va describiendo al país desde sus cambios sociales, económicos, sus guerras internas, las invasiones, luchas, pobrezas, desafueros... De lo épico a lo cotidiano teniendo como testigo al Ozama. El río que vio subir y bajar tantas banderas y que acompañó al pueblo dominicano en su surgimiento como nación por fin es el gran protagonista que debía ser, según Andrés L. Mateo. Esta novela del río animado es un reto para los creadores del país. La vida del río Ozama apenas acaba de empezar...

Río Ozama Breve cronología desde la Colonia hasta 1930

1494, 1496, 1498 posibles y contradictorias fechas de fundación de la ciudad. 1502: Fray Nicolás de Ovando traslada la ciudad al margen occidental del río. 1526: contaba con 700 vecinos. 1498: Cristóbal Colón fue engrillado y encerrado en una fosa encima de la fuente de la ribera oriental del río. 1502: A Cristóbal Colón le fue prohibido entrar al puerto del Río Ozama. 1541: Una gran cadena fue colocada para impedir la entrada de buques al puerto. 1586: Francis Drake entró al puerto del Ozama para atacar la ciudad. 1795: La firma del Tratado de Basilea trajo a los franceses y se llevó importantes familias a Cuba. 1850: Recibió dos pintores (Melbey y Pissarro) que hicieron los primeros cuadros paisajísticos hechos aquí. 1876: Howard Crosby construyó el primer puente sobre el Ozama. 1889: Se construyó el primer edificio de Aduanas. 1908: Recibió el primer carro que entró al país. 1917: Es inaugurado el puente “Ulises Heureaux”. 1930: El ciclón de San Zenón destruye el único puente sobre el río.

MINIENTREVISTA

Bernardo Vega AUTOR “ME LO CONTÓ EL RÍO

‘‘

Siempre he tenido ínfulas literarias. Pensé que era una forma amena para que un público amplio se interesase en el tema”

¿Cómo nace la idea de escribir este libro…? Nace al ver la gran cantidad de fotografías antiguas, grabados y pinturas en mis archivos sobre el puerto de Santo Domingo y cómo hasta principios del Siglo XX el río era el centro de la actividad comercial de la ciudad. También coincide con mi fracasado esfuerzo de que parte del muro que rodea la Fortaleza Ozama sea derrumbado, por lo menos hasta los 10’de altura, para que desde la Avenida del Puerto, el río y Sans Souci se pueda ver de nuevo a la fortaleza, como ocurrió durante más de cuatrocientos años. Ella, al igual que El Morro de La Habana y de San Juan, Puerto Rico, es el símbolo de la ciudad. Imagino que entre muchas lecturas fue muy difícil escoger una cita y no otra, un verso y no otro? Las citas más abundantes son las del período colonial y la de visitantes extranjeros en los siglos posteriores. Lo más difícil fue encontrar los versos y en eso me ayudó mi esposa Soledad. Escogí a Sánchez Lamouth, al padre de Salomé, a José Mármol y Andrés L. Mateo. Del dicho al hecho, cuánto ¿tiempo pasó y cuándo llegó la confirmación definitiva de publicación? Por el tema y la forma en que lo traté, el libro no es una obra académica por lo que busqué una empresa que lo auspiciara como regalo de Navidad. Comencé a escribirlo en mayo del 2010. ¿Qué ha significado tener este libro, tan hermoso y tan suyo, en las manos? Ha significado que he podido salir de los constreñimientos que representa una verdadera labor de historiador con todas sus llamadas al pie y rigurosidad académica. Pude dejar de ser objetivo y plasmar mis sesgos y utilizar mi imaginación. ¿Con qué palabras recomienda su lectura y a quiénes especialmente? Creo que a todo dominicano, y sobre todo a los capitaleños, debe interesarle un libro escrito en forma amena sobre la historia de la ciudad pues hasta 1915 todo giró alrededor del muelle y el río, hasta durante la guerra civil del 1965. Me apena lo contaminado que está y el poco interés en el mismo.

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Sábado 7 de enero de 2012

CÁPSULAS GENEALÓGICAS www.idg.org.do/Julio González

Los Brea desde Bayajá

Aporte

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uy pocas familias dominicanas del interior del país pueden rastrear sus ancestros hasta los tiempos tempranos de la colonia española. Gracias a las investigaciones del notable genealogista banilejo Vetilio Manuel Valera Valdez, hoy podemos saber que los Brea son una de ellas. Esa línea ancestral se extiende tanto al apellido Brea en su grafía original, como a los apellidos que derivaron de este al través de cinco siglos. El primer Brea conocido lo encontramos en Bayajá. Esa comunidad de colonos españoles fue establecida apenas trece años después del descubrimiento de América por el Almirante Cristóbal Colón, o sea en 1505. Fue fundada por Rodrigo Mejía de Trujillo y su nombre completo era Puerto Real de Bayajá. La misma estaba ubicada dentro de lo que hoy es territorio haitiano, en las cercanías de Cabo Haitiano. Es muy conocido el hecho histórico de que cien años después de su fundación, el gobernador Antonio Osorio, por órdenes del monarca español Felipe III, despobló las partes norte y occidental de la isla, destruyendo y quemando los asentamientos de Bayajá, La Yaguana, Montecristi y Puerto Plata. Sus habitantes fueron trasladados al centro de la isla para fundar entonces, a partir de su fusión, a Bayaguana y a Monte Plata. Regresando de nuevo a Bayajá, allí encontramos a Juan de Brea, vecino de esa comunidad, quien casó con Mariana Maldonado y procreó a Pedro de Brea Maldonado, nacido también en Bayajá. Pedro de Brea Maldonado casó en Bajayá con Mariana de Rivas, también nacida en Bayajá, y procreó a Antonio de Brea Rivas. Antonio de Brea Rivas casó con Isabel María Pedrálvarez Cerón, hija de Juan Pedrálvarez y María Cerón de Mendoza. Estos tuvieron entre otros hijos, a Pedro de Brea Cerón. A esta generación de los de Brea le tocó ser testigo de la destrucción de su pueblo, además de tener que hacer el penoso y triste viaje de Bayajá hasta Bayaguana, de la cual aparecen como cofundadores. Fueron hermanos de Pedro: María, Ana, Antonio e Isabel de Brea Cerón. Esta última casó con Jerónimo Pedrálvarez el Mozo, también vecino de Bayajá, además de ser su pariente cercano. Pedro de Brea Cerón, quien fue regidor en el cabildo de Bayaguana y uno de sus fundadores en 1607, casó con María Magdalena de Urraca Villegas, hija de Juan de Urraca y Andrea de Villegas Zamora, nacida en Bayajá. Procrearon, entre otros hijos, a Pedro de Brea Urraca (Bayaguana, c.1611–Bayaguana, 6 de febrero de 1704). Pedro de Brea Urraca casó alrededor de 1640 en Bayaguana con Juana Cataño de Aquino, hija de José Cataño Díaz y María de Aquino, vecina también de aquella comunidad. Procrearon a Lucas, Diego, María Magdalena y Pedro de Brea Cataño. Este último casó alrededor de 1665 con Juana de Estepan de Vilchez, hija de Pedro Rodríguez de Estepan y Manuela Vilchez, vecina de Bayaguana y nativa de Azua. Tuvieron como hijos a Juana, Pedro, José, Andrea, Agueda y Francisca de Brea Estepan. Esta última falleció el 29 de septiembre de 1701 en Santo Domingo. De los hijos de Pedro de Brea Cataño y Juana Estepan de Vilchez, José de Brea Estepan, vecino de Azua, casó con Estebanía Mendoza de Vilchez, hija de Juan de Mendoza y Estebanía Vilchez. Procrearon a Isabel y José de Brea Mendoza. Instituto Dominicano de Genealogía

MARGARITA MIRANDA DE MITROV

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Aida Bonelly: un perfíl

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or razones familiares, me tocó conocer de niña a doña Aída Bonnelly y, de hecho, fue ella quien de cierta manera orientó lo que sería mi vida musical. Por recomendación de doña Aída, una de sus más brillantes alumnas, la profesora Kyra González de Roca, me inició en el piano. Apenas unos pocos años después, de manera fortuita, me tocó tomar lecciones de piano con doña Aída. En retrospectiva, entiendo que aquellos meses me marcaron profundamente. Corría el año 1973 y apenas estaba inaugurándose el Teatro Nacional. Nunca voy a olvidar las lecciones de los martes en la tarde, cuando atisbaba desde la terraza de la hermosa casa de la familia Díaz-Bonnelly, la llegada del Mercedes Benz gris con la muy temida profesora Aída al volante. Ahora me pregunto si, al llegar a su casa, pasadas ya las tres de la tarde, ella habría almorzado. No lo sé… Solo sé que entraba conmigo directamente a su estudio con el piano Steinway y aquellas lecciones no duraban una hora, podían prolongarse por dos horas y media con toda facilidad. Confieso que más de una vez lloré ante la rigurosidad de la profesora. ¡Ay!, pero el resultado fue un ingreso precoz al Conservatorio y, creo también, una vida ya íntimamente ligada a la música. Pero debemos empezar por el principio, Aída Bonnelly de Díaz nació en Santiago de los Caballeros el 2 de mayo de 1926, hija del Ingeniero Rafael Bonnelly García y la señora Victoria Peralta. Además de doña Aída, el matrimonio Bonnelly-Peralta solo tuvo otro vástago, la hermana más pequeña y muy querida de doña Aída, su alter ego, doña Idelissa Bonnelly. Doña Aída se graduó de bachillerato con Primer Honor de su clase en el prestigioso Colegio Luis Muñoz Rivera de Santo Domingo en 1944. Al mismo tiempo, estudiaba piano con la profesora cubano-alemana Manuela Jiménez, cuyo estudio constituía, en aquellos años lejanos donde no existía aun el Conservatorio, un espacio verdadero de aprendizaje de la música, con similar nivel y la disciplina académica de un estudio europeo. Permaneció bajo la tutela de doña Manuela hasta 1945, cuando se marchó a Nueva York para continuar sus estudios de música. Se diplomó en la legendaria Escuela Juilliard - indiscutiblemente el primero de los Conservatorios en Estados Unidos por aquel entonces — con mención en Piano en 1949, con la profesora Catherine Bacon. Más tarde, entre 1954 y 1955, continuó estudios de especialización en música y piano en París, con el profesor Harry Cox. Al regresar de Juilliard, la joven pianista Aída Bonnelly tocó numerosos recitales públicos en el país. Además, se inició en la enseñanza del piano: privadamente, congregó un gran número de discípulas que luego pasarían con ella al Conservatorio, al ser nombrada Directora del Departamento de Piano de esa institución, entre 1955 y 1961. Varias de aquellas discípulas llegarían a convertirse con posterioridad en profesoras del mismo Conservatorio. Durante aquellos años, la joven profesora impartió también clases de historia de la música. En 1955, ocurrió un acontecimiento trascendental en la vida de doña Aída: contrajo nupcias con el escritor y abogado Virgilio Díaz Grullón. De ese matrimonio, muy estable y feliz, nacieron sus dos hijos: Victoria y Virgilio Díaz Bonnelly. Doña Aída y don Virgilio formaron una pareja ejemplar y de pasiones comunes, aunque no la de la música, ámbito exclusivo de ella. La turbulenta década de los 60 vio a la joven familia Díaz-Bonnelly viviendo en la ciudad de Washington, en los Estados Unidos. Mientras don Virgilio cumplía con una posición de trabajo en el Banco Interamericano de Desarrollo, doña Aída aprovechó, entre 1962 y 1967, para realizar cursos de Post-grado en la Universidad Católica de Washington y además cursos de piano con el eminente profesor Emerson Meyers. A partir de 1971, la familia retorna a la República Dominicana. Es en ese momento que Doña Aída empieza a escribir crítica musical y artículos de temas culturales diversos para el Listín Diario.

Y, por supuesto, el 9 de agosto de 1973, Aída Bonnelly de Díaz recibió la designación de Co-Directora Artística del Teatro Nacional, solo días antes de su inauguración. Esta primera etapa de doña Aída al frente del Teatro Nacional terminó en 1978. En 1979, fue Directora de la Sección de Música de la Biblioteca Nacional. Nuevamente, desde 1980 a 1983, ocupó ya sola la Dirección Artística del Teatro Nacional. Fue en esta segunda etapa y con el interés de promover un número cada vez mayor de presentaciones para todos los públicos en el Teatro, cuando creó esta funcional sala que ella misma llamó "de la Cultura" y que hoy lleva su nombre. Mientras tanto, dedicó la Sala Ravelo exclusivamente a las presentaciones teatrales que organizó en temporadas. Finalmente, el 7 de septiembre de 1987, fue por tercera y última vez designada Directora Artística del Teatro Nacional — fue justamente durante ese periodo que tuve el privilegio de acompañarla como su asistente en la Dirección Artística. Renunció al cabo de tres años, en 1990, decidida a retirarse, quizás prematuramente, a tocar el piano, enseñar música, escribir artículos y nuevos libros, además de ofrecer charlas de apreciación musical. Doña Aída es una autora destacada, con varios libros publicados y más de 1700 artículos, en el Listín Diario en su mayoría. Sus obras principales son: En torno a la música; Testimonios del canto y las palabras; Variaciones; y varios libros de literatura infantil. Las cualidades que han adornado la vida y la obra de doña Aída son numerosísimas, pero debemos destacar, primero, una reciedumbre moral a toda prueba; la disciplina y dedicación al trabajo unidas a un acentuado sentido del deber; su amor y compromiso con los valores dominicanos; su lealtad, generosidad sin límites y el trato humano cálido y profundo, de amistades largas y auténticas; y, por último, un sentido práctico de la vida que, según ella misma, había heredado de su padre, don Fello. Ella amó profundamente este Teatro Nacional y supo dirigirlo con dignidad e inteligencia, preocupada siempre por atraer nuevos públicos y ofrecer una variada y asequible programación de calidad adaptada a nuestro ambiente. Abrió las puertas del Teatro a jóvenes y talentosos artistas dominicanos de la música, el teatro, la danza. Impulsó la creación artística — no olvidamos que la Fantasía Merengue del Maestro José Antonio Molina, hoy director de la Sinfónica, fue una comisión de doña Aída para el aniversario del Teatro Nacional del año 1989. La Sala Aída Bonnelly de Díaz ha llenado y continúa llenando un cometido admirable, sirviendo de acogedor espacio para recitales y conciertos de pequeños grupos de cámara; charlas, cursos, clases magistrales y eventos varios; incluso ha sido usada para cierto tipo de obras teatrales. ¡Cuán acertada y justa ha sido la decisión de nombrar esta sala con el nombre de doña Aída! Antes de terminar, deseo expresar mi agradecimiento más sincero y profundo al maestro Julio De Windt, adalid de las mejores causas con total desinterés. Agradezco por haberme hecho recordar y reflexionar en torno a la figura ejemplar de doña Aída, porque a final de cuentas me encontré con aquella niñita asustada antes de la lección de piano que halló EN TORNO A LA MÚSICA el sentido absoluto de su existencia.


Crítica

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HOY

Los mitos acerca de

Mon Cáceres

DIÓGENES CÉSPEDES

E

l historiador dominicano radicado en Nueva York, José C. Novas, ha publicado un interesante libro cuya densidad documental desmitifica la mayoría de las creencias que los libros de la historia familiar dominicana nos han transmitido acerca del progreso, el orden y la paz alcanzados por nuestro país durante el gobierno de Ramón Cáceres Vásquez, mejor conocido como Mon (1906-1911). Asimismo, el libro de Novas desmitifica la creencia falsa, tenida por verdad, de que la caída de los gobiernos de Woss y Gil, Juan Isidro Jimenes y Morales Languasco se debió a la lucha de los caudillos por el poder y a la ambición de dinero para mantener su respectiva clientela. El historiador se ha basado, para sostener su tesis, en una serie de documentos extraídos por él de los archivos norteamericanos del Departamento de Estado, del Senado norteamericano y de la correspondencia de la Legación norteamericana en Santo Domingo, así como de las obras de Cyrus Veeser, “A World Safe for Capitalism. Dollar Diplomacy and America’s Rise to Global Power” publicado por la Universidad de Columbia en 2002; los libros del ex Secretario de Estado Elihu Root que contienen la colección de documentos norteamericanos de 1895 a 1908 y su discurso sobre América Latina y los Estados Unidos; el libro de Lester D. Langley, “The Banana Wars. United States Intervention in the Caribbean, 1898-1934”, publicado por la Universidad de Kentucky en 2002; el libro de Dwight C. Minor, “The Fight for the Panamá Route, the Story of the Spooner Act and the Hay-Herran Treaty”, publicado por Columbia University en 1940; el libro de Thomas Cleland Dawson, “Santo Domingo Correspondence by the United States Legation. U. S. Department of State Confidential Archives”, publicado por Princeton University en 1905: el libro de Jacob H. Hollander, “Debt of Santo Domingo. Special Reports Submitted to President of United States Theodore Roosevelt by Jacob H. Hollander, Special Commissioner”, publicado por la Imprenta del Gobierno en Washington en 1905; el libro de Frederic M. Halsey, “Railway Expansion in Latin America. Statistics in the Office of Jas H. Oliphant & Co., New York Stock Exchange”, Nueva York 1916. Colección de tesis de la Universidad de Michigan; el libro clave de Richard D. Challener, “Admirals, Generals, and American Foreign Policy 1898-1914”, publicado por la Universidad de Princeton en 1973; así como los “Informes Anuales del Departamento de la Marina Americana de los años 1902 a 1906 y 1911 y la correspondencia relacionada con el Protocolo de Acuerdo entre los Estados Unidos y la República Dominicana relativa al control de las aduanas, de 1905, publicado por la Imprenta del Gobierno Norteamericano. Esa copiosa documentación le ha servido a Novas para examinar un espacio histórico tan breve como el que va de los motivos de la caída de Lilís hasta las de Woss y Gil, la de Morales Languasco y, finalmente, la ascensión de Mon Cáceres luego del fracaso de la unión de jimenistas y horacistas manipulados por los Estados Unidos con la finalidad de imponer un gobierno que diera marcha atrás a la anulación por Woss y Gil del “Modus Vivendi” y su sustitución por la Convención de 1907, cuya firma le valdrá un préstamo de 20 millones de dólares a Cáceres, y con ese dinero se tallará la leyenda de la historia familiar dominicana de que en su gobierno prosperaron el progreso, el orden y la paz, cuando en realidad la Guardia Rural, luego convertida en Guardia Republicana, fue el brazo armado inventado por los norteamericanos con el cual el gobernante mocano bañó en sangre al país, y arrasó con gente, ganado y propiedades en la Línea Noroeste. En el modelo de aquella Guardia Rural se inspirarán los norteamericanos para dejarle a Trujillo la herencia de su intervención en el país. En efecto, en la obra “El presidente Cáceres. Fábula del progreso, el orden y la paz”,

con un arsenal de documentos fidedignos, extraídos de los archivos norteamericanos de la época que abarca hasta el período de gobierno de Cáceres, Novas estudia con detenimiento y profundidad lo ocurrido y nos revela que a partir del asesinato de Lilís todos los gobiernos fueron muy breves y obedecieron a la lucha de los caudillos por apoderarse del poder y controlar las aduanas para repartirlas a su clientela, pues era la única forma de vida. Con la instalación del Ferrocarril Central, Lilís arruinó el modo de supervivencia económica de Mon Cáceres y su primo Horacio Vásquez, que se dedicaban al negocio de las recuas, las cuales trasportaban los productos agrícolas desde su provincia hasta Santiago y Puerto Plata. Pero con la caída del gobierno de Woss y Gil, esta lucha de los caudillos por el control de las aduanas va a cambiar drásticamente, ya que los Estados Unidos se empeñaron en utilizar la fuerza militar para hacer valer su derecho imperial de controlar el Caribe y América Latina a fin de que ninguna potencia europea impidiera la expansión de sus negocios a través del proyectado canal de Panamá. Para lograr esto, los norteamericanos apelaron una vez más a la Doctrina Monroe, al Corolario de Roosevelt y a la política trazada por el Consejo de los Generales para lograr el control total de la región del Caribe y América Latina. Derribaron los gobiernos latinoamericanos que osaron protestar contra la política del garrote y la diplomacia del dólar. En esa vorágine de dominación imperial norteamericana es que se verán envueltos no solamente los gobiernos dominicanos desde Woss y Gil hasta el fin de la guerra fría, sino también los demás gobiernos latinoamericanos que osaran oponerse a los designios de dominación norteamericana en la región. Se puede decir que estos designios terminaron con la entrega del Canal de Panamá a ese país mediante el Tratado Torrijos-Carter en 1977, pero a partir de ahí regirá otra política de dominación que se entroncará con un relativo apoyo a las elecciones libres y las democracias tuteladas por los norteamericanos para, finalmente, diluirse en 1989 con la caída del muro de Berlín y la libre circulación de mercancías de los

países más industrializados hacia los consumidores de los países en vías de desarrollo y el paso franco a los Estados Unidos como potencia unipolar en el mundo entero hasta el estallido de la gran crisis de acumulación que se produjo en el mandato de George Bush en 2008 y que hoy se abate sobre el planeta. En la próxima entrega veremos cómo Novas dibuja los artimañas norteamericanas en el país y cómo los caudillos Vásquez, Jimenes y Cáceres son manejados como marionetas y cómo, con tal de conservar sus intereses, se amoldan a la política trazada por el Departamento de Estado y la Junta de Generales para controlar nuestro país, pero al mismo tiempo estos caudillos, a través de sus discursos y manifiestos al país, les hicieron creer a los dominicanos la mentira de que luchaban por el progreso, el orden y la paz y que eran ellos quienes derribaban gobiernos, y no los Estados Unidos. Los historiadores familiares reprodujeron en sus obras esas fábulas. De ahí el culto a las familias Vásquez, Cáceres, Henríquez, Tejera, Cabral y Báez, Galván, Eliseo Grullón, Manuel Lamarche García, Pedro A. Bobea, Joaquín Salazar, Juan B. Alfonseca, Pancho Henríquez, Federico Velásquez, Juan Francisco Sánchez, Emilio Joubert, Cayetano Armando Rodríguez y otros de menos viso que redactaron y apoyaron la Convención de 1907. Dice Novas, y se comprueba con la sola mención de los apellidos, que hubo en esa lista de firmantes de la infamante Convención de 1907, prominentes normalistas, es decir, hostosianos. Pero se convirtieron, quizá con una excepción posterior, en intelectuales ancilares del imperio norteamericano. Hasta el día de hoy esos apellidos sirven a la oligarquía dominicana y a su potencia protectora.

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AREÍTO

Sábado 7 de enero de 2012

De señal a señal

HOY

DELIA BLANCO

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Padura y una novela para la historia

R

ecientemente, al escritor cubano Leonardo Padura le ha sido otorgado el “Prix Carbet de la Caraïbe”, importante premio con más de 20 años de haber sido creado, teniendo entre sus ideólogos al intelectual martiniqueño Edouard Glissant, fallecido a principios de este año. La novela con que el jurado del Premio Carbet del Caribe y del Tout Monde ha decidido honrar este año al cubano Eduardo Padura por el talento y la oportunidad en darle voz a una de las importantes ideologías del siglo veinte, no es para articular una crítica posterior y facilona, sino más bien para mostrar cómo constituyó sus luces y sus sombras una ideología que quiso imponerse en el sistema de pensamiento, o pensamiento del sistema, de crimen sin igual de la inteligencia, igual a todo crimen. Padura trata el planteamiento de la relación que opone Stalin a Trotski en un ambiente humano y político llevado al seno de la Cuba de hoy, con las referencias a los fracasos más sensibles, y las realidades humanas más trágicas, remanentes e inmediatas, que enfrentan los seres humanos frente a la poética y a la ética de la libertad y de la espiritualidad en la creatividad . La novela nos la presenta en el 2004, a la muerte de su mujer, donde Iván, aspirante a escritor y ahora responsable de un paupérrimo gabinete veterinario en La Habana, vuelve los ojos hacia un episodio de su vida, ocurrido en 1977, cuando conoció a un enigmático hombre que paseaba por una playa cubana en compañía de dos hermosos galgos rusos. Tras varios encuentros “El hombre que amaba a los perros”, (título del libro) comenzó a hacerlo depositario de unas singulares confidencias que van centrándose en la figura del asesino de Trotski, Ramón Mercader, de quien sabe detalles muy íntimos, y gracias a esas confidencias, Iván puede reconstruir las trayectorias vitales de Liev Davidovich Bronstein, también llamado Trotski, y de este Ramón Mercader, también conocido como Jacques Monard, y cómo se convierten en victima y verdugo de uno de los crímenes más reveladores del siglo XX. Desde el destierro impuesto por Stalin a Trotski en 1929 y el penoso periplo del exiliado, y desde la infancia de Mercader en la Barcelona burguesa, sus amores y pericias durante la Guerra Civil, o más adelante en Moscú y París, las vidas de ambos se entrelazan hasta confluir en Méjico. Ambas historias completan su sentido cuando sobre ellas proyecta Iván sus avatares vitales e intelectuales en la Cuba contemporánea y su destructiva relación con el hombre que amaba los perros. Leer la novela ganadora del premio Carbet del Caribe, narrada por Leonardo Padura nos transporta a importantes momentos de la Revolución Bolchevique, a personajes como León Trotski, su esposa, hijos, su nieto Liova, Diego Rivera, Frida Kahlo, y tantos otros quienes ganaron un gran espacio en la historia, como también lo fue el asesino de Trotsky, Ramón Mercader, nombre de pila catalán, o mejor conocido por otros seudónimos como el del francés Jacques Monard. Según Padura, esta novela comenzó a escribirla en el mes de octubre de 1989, con la casi caída del Muro de Berlín. Este escritor hace su primer viaje a Méjico, DF, e inmediatamente se dirige a Coyoacán, lugar de acogida que le dieran el matrimonio Diego Rivera y Frida Kahlo, a él y a su esposa, luego del asesinato en Europa de sus hijos, y de un larguísimo periplo como exiliado. En este suburbio mejicano, donde luego de la Casa Azúl, de los Rivera-Kahlo, por circunstancias crueles como fue la vida de Trotski, decide adquirir una propiedad, hoy museo, donde muere Trotski, vilmente asesinado, y en la que queda muy conmovido Padura al recorrer el espacio, el ambiente en el cual vivió el dirigente bolchevique. Le produjo emociones muy fuertes recorrer el museo, o más bien, el monumento a la zozobra, el miedo y la victoria del odio desde la llegada de la familia rusa. Empezó libreta en mano a escribir la espeluznante vida de este gigante.

El asesinato de Trotski fue uno de los actos más perversos de la historia política contemporánea, pero a la vez, logró desnudar y reflexionar sobre la perversión de la gran utopía del siglo XX; ese proceso en que tantas generaciones e incluyo la mía, invirtieron sus esperanzas de “un mundo nuevo”, del “hombre nuevo”, y de la reinvención de la historia desde una perspectiva marxista, en el que volaron nuestros sueños y la vida de muchos y muchas que lucharon por ese ideal. “La certeza de que la vida puede ser el peor infierno, y de que con aquel descenso se esfumaban para siempre todos los lastres de este mundo, del miedo y del dolor, me invadió como un alivio mezquino…” Leonardo Padura se enfrenta a esa fracasada concepción de la Historia, y de los siglos XX y XXI, y ya enterrada la URSS, utiliza la historia del asesinato de Trotski para reflexionar sobre toda la perversión de la época, y logra un trabajo limpio y muy apegado a la verdad y a la justicia que narra su novela en todos los episodios y la cronología del cruel asesinato; nos retrotrae y escudriña cuidadosamente logrando episodios –que aunque novelescos- únicos e inéditos, organizados de acuerdo con las libertades y exigencias de la ficción. En definitiva, Leonardo Padura Fuentes, se mete y sumerge en esta historia, la que percibo mantuvo entre sus dedos y su cerebro por mucho tiempo, y se lanza a honrar y hacer justicia a un pro-hombre del siglo XX: León Trotski. El arte de escritura de Padura consiste en la limpieza de un estilo directo, eficiente y sobrio, donde el conocimiento y la investigación superan al estilo y al efecto, es una escritura pensada y muy trabajada, envuelta en la sinceridad para lograr una auténtica comunicación con los lectores, manifiesto de una gran generosidad de un autor con talento y prudencia que se mete en la Historia para sacarle la mejor y mayor enseñanza de sabiduría y reflexión. Es una obra medida palabra por palabra, se siente en el autor el pudor y la responsabilidad de meterse

Leonardo Padura Fuentes Uno de los grandes protagonistas de la novela moderna. (La Habana 1955). En su vasta obra además de exitosas novelas policíacas figuran guiones de documentales, de películas y un libro sobre la salsa.

en las ilusiones y los desencantos del tiroteo ideológico que marcó el siglo veinte, en las filas del materialismo dialéctico, reinterpretado por Stalin y Trotzki, ambos hijos de Lenin. Pero, en el fondo, se trata de la historia de una perversión de la inteligencia humana, de un drama bajo los focos de la Historia, de una tragedia muy “sheaksperiana”, que Padura conduce con su prosa de eficiente investigador para hacernos una bella historia de amor, locura y muerte… Logró exquisitas soluciones literarias, ajustando la puntuación y las perspectivas narrativas con visiones históricas y filosóficas convertidas en una gran novela que hace actualmente de Padura uno de los mayores novelistas de lengua castellana del presente y con mucho futuro, que tiene mucho que darnos y con exquisito sentido biográfico e histórico.


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