Sobre el sonoro Atlántico

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La firme decisión de poner en valor el mundo de la creación literaria, en sus diversas vertientes, llevó al Gobierno de Canarias a instaurar cada 21 de febrero como el Día de las Letras Canarias. Dicha fecha viene a recordar el fallecimiento de José de Viera y Clavijo (1731-1813), sin duda uno de nuestros creadores más prolíficos, que cultivó la escritura en variadas vertientes, ocupándose de manera singular por desentrañar nuestra historia. Viera y Clavijo condensa, tanto por su trayectoria personal como a través de sus ingentes escritos y estudios, la capacidad de esforzarse para superar adversidades, poniendo gran parte de su empeño intelectual al servicio del desarrollo cultural de Canarias. Y así, al calor de este “ilustrado canario”, el Día de las Letras Canarias tiene como objetivo fundamental reconocer la labor llevada a cabo por los autores y autoras canarias, fomentando igualmente a través de esta celebración el hábito de la lectura, mediante actos culturales específicos y la organización de exposiciones, ciclos de conferencias y otras actividades que contribuyan a su promoción, mirando de manera preferente al mundo escolar y a nuestras y nuestros jóvenes. Desde esta perspectiva, cada 21 de febrero homenajeamos a Viera y Clavijo, pero también dedicamos cada año a celebrar, reconocer, estudiar y difundir un escritor relevante de nuestra tradición literaria, cuya creación nos sirve de ejemplo y de estímulo, para seguir adelante en la construcción de una Canarias más culta y más conocedora de sus anclajes de identidad.

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En este año 2011, el Día de las Letras Canarias está dedicado al autor grancanario Tomás Morales (1884-1921), uno de los poetas más relevantes de la lírica hispánica a partir de la publicación, en 1908, de sus Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar, que supuso la renovación del Modernismo. La obra de Tomás Morales, aglutinada en torno a los dos primeros libros de Las Rosas de Hércules (1919-1921), nos habla del despertar de una conciencia moderna de la que el poeta es testigo directo y privilegiado, y en la que tiene cabida la tradición como una manera de estar ligado al paisaje, y de subrayar la verdad de toda una comunidad. El poeta murió joven y nunca sabremos lo que su obra, que en aquel momento fascinó y sedujo a numerosos lectores e invitó a escribir de otra manera, nos hubiera ofrecido en la madurez. Nos quedan los versos que señalan un primer camino hacia la búsqueda de una voz que encontró en el mar, en la ciudad, en la tierra, su eco. Pasados noventa años de la muerte del poeta, su obra sigue estando viva. Los versos de Tomás Morales, que permanecieron en la memoria del pueblo, muestran las formas del paisaje donde surgieron; la tradición que le dio forma y la esperanza de que, desde la verdad, siempre es posible llevar a cabo la empresa de levantar el lugar que habitamos.

Coordinación de la publicación

Ilustración de cubierta y contracubierta

Depósito legal

Antonio Becerra Bolaños

Valladares Diseño y Comunicación

GC-45-2011

Coordinación editorial

Fotografías

Agradecimientos

Instituto Canario de Telecomunicaciones, SL (IT7)

Fedac. Cabildo de Gran Canaria Casa-Museo Tomás Morales

Oswaldo Guerra Familia de Tomás Morales

Diseño, maquetación e ilustración

Impresión

Los poemas de Tomás Morales que

Estudio Nexo, SL

Litografía San José, SL

aparecen en esta publicación han sido tomados de la edición de Oswaldo Guerra, Las Rosas de Hércules, 2011

2006

2 LC 2011

2007

2008


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Nos adentramos en la segunda década del siglo XXI; nos disponemos a celebrar la sexta edición del Día de las Letras Canarias, instaurado por el Gobierno de Canarias en el año 2005. Cada 21 de febrero, fecha del fallecimiento de José de Viera y Clavijo, homenajeamos a través de esta figura singular de la literatura y la historia de Canarias a todas aquellas personas que, con su escritura y con su trabajo creativo, han aportado sus conocimientos y su sensibilidad para ampliar el horizonte intelectual de nuestras Islas. El Día de las Letras Canarias, además de promover el conocimiento de nuestros escritores y fomentar la lectura, nos permite transmitir los valores que nos identifican como pueblo. El impulso para conocer nuestro mundo literario, unido al homenaje a Viera y Clavijo, permite cada año difundir la obra de una autora o autor de acreditada capacidad creadora. A los nombres de ediciones anteriores (Viera y Clavijo, Cairasco y Viana, Pérez Galdós, Mercedes Pinto y María Rosa Alonso) se une, en la edición de 2011, Tomás Morales (1884-1921). A través de la promoción de su figura y de su obra, reivindicamos el importante trabajo que realizó por el progreso de nuestras Islas; por la conservación de los valores que las hacen únicas y el recuerdo de los lugares sobre los que surgió la mitología, que aún hoy subyace en el imaginario colectivo. Tomás Morales continúa y profundiza en muchos de los aspectos que otras y otros cantaron y contaron a través de sus poemas; le da forma lírica al paisaje insular sobre la base de unos espacios conocidos y referenciales como el bosque de Doramas, el Teide, o el Atlántico que nos rodea, visto por el poeta modernista de una manera única que lo coronará, entre el resto de los poetas, como el poeta del mar. Tomás Morales cantó al Puerto de Las Palmas y con él, a los puertos de las Islas, a través de los que Canarias se sumó a la modernidad. La poesía de Morales subraya los valores que una comunidad ha de tener para definir y defender sus objetivos. El esfuerzo, la voluntad, el estudio y el conocimiento de nuestro entorno y nuestra historia común son los soportes necesarios para construir un lugar mejor que nos permita convivir. Hemos de celebrar, recuperar, conocer, identificar y reivindicar a Tomás Morales por su poesía y por el imaginario que actualizó; un imaginario que es parte de ese rico legado que, generación tras generación, va enriqueciéndose con las aportaciones de nuestras y nuestros escritores, y que, en definitiva, forma parte de nuestra identidad como pueblo.

Sumario 4 Cronobiografía por Ángeles Castellano Monzón

6 Notas sobre Tomás Morales. Poeta por Eugenio Padorno

12 Breve antología poética 14 La ciudad cual bacante enardecida por Bruno Pérez

16 Evocaciones 18 Tomás Morales y la tradición atlántica por Antonio Becerra

22 Casa-Museo Tomás Morales por Mª Luisa Alonso Gens

23 Notas

Milagros Luis Brito Consejera de Educación, Universidades, Cultura y Deportes Gobierno de Canarias 2009

2010

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1884. Nace en Moya (Gran Canaria) el 10 de octubre, en una familia de hacendados agricultores.

1905-1908. Sus textos ven la luz en las revistas Renacimiento Latino, Revista Latina y Revista Crítica.

1891. Se traslada a Las Palmas de Gran Canaria para estudiar en el colegio de San Agustín.

1908. Aparece publicado su primer libro, Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar, editado por Magdaleno de Castro.

Estrena su obra dramática La cena en casa de Simón (más tarde conocida como La cena de Bethania). Gana el primer premio en los Juegos Florales de Las Palmas, al que asiste como mantenedor Miguel de Unamuno.

Encarnación Millares Carlo, reina de los Juegos Fl0rales

1900. Tras acabar el bachillerato, se traslada a Cádiz para cursar Medicina. 1902. Aparecen publicados sus primeros poemas en prensa. 1904. Continúa sus estudios de Medicina en Madrid. Allí se encuentra con Luis Doreste Silva, Salvador Rueda y Francisco Villaespesa.

Es seleccionado en un repertorio lírico: La musa nueva. Antología de líricos modernos de España, obra de Eduardo de Ory.

1910- 1914. Vive en Moya y luego en Agaete, Gran Canaria. Obtiene su

1910. Participa en el homenaje a Salvador Rueda en el teatro Pérez Galdós y en el hotel Santa Catalina. Concluye sus estudios universitarios y publica “Britania Máxima”, “Tarde en la selva” y “Salutación a Rueda”. Homenaje a Salvador Rueda

1885

1886

1887

1888  1889  1890

1891  1892

1885. Nacen Rafael Mesa y López y Saulo Torón.

1892. Nace Juan Negrín López.

1886. Nace Rafael Romero Quesada (Alonso Quesada).

1893. Aparece el Diario de Las Palmas.

1887. Nace Néstor Martín Fernández de la Torre. 1890. Apertura del Gran Teatro de Las Palmas, más tarde, Pérez Galdós.

4 LC 2011

1893

1894  1895  1896  1897

1897. Nacen Agustín Espinosa y Pedro Perdomo Acedo. 1898. Guerra de Cuba y Filipinas.

1898

1899  1900

1901

1900. El 75,26% de la población canaria es analfabeta.

1903. Nace Domingo Pérez Minik.

1901. Nace Chona Madera.

1904. Aparece el Canary Islands Gazette en Las Palmas de Gran Canaria.

1902. Concluye parte de las obras del Puerto de la Luz, iniciadas en 1883.

1902

19


plaza de médico de familia en este último pueblo. 1911. Mundial Magazine, revista dirigida por Rubén Darío, publica su poema “Britania Máxima”. 1914. Se casa con Leonor Ramos Armas en Agaete. Aparece en la revista Mundial Magazine su poema “Odas a las glorias de don Juan de Austria” 1915. Intensifica sus colaboraciones poéticas en publicaciones periódicas. 1915-1919. Nacen sus cuatro hijos. 1916. Dedica al poeta Rubén Darío: “A Rubén Darío en su última peregrinación”. Aparecen composiciones suyas en el periódico Ecos, que dirige durante dos años Alonso Quesada.

1903

1904

1905

1906

1907

1905. Nace Pedro García Cabrera. 1906. Alfonso XIII visita Canarias; nace Óscar Domínguez y se funda el Ateneo de La Laguna.

Hace amistad con Saulo Torón, Claudio de la Torre y Agustín Millares Carlo, entre otros. 1919. Se traslada con su familia a Las Palmas de Gran Canaria, donde entra en política en el Partido Liberal Demócrata. Aparece el libro segundo de Las Rosas de Hércules. 1920. Continúa con la preparación del primer tomo de Las Rosas de Hércules. Resulta elegido consejero en las elecciones al Cabildo de Gran Canaria. El día 2 de febrero, Las Palmas de Gran Canaria conoce el éxito

1908  1909  1910 1907. Nacen Juan Ismael González, Josefina de la Torre y José Pérez Vidal. 1910. Aparece La Prensa y Gaceta de Tenerife. Nace Felo Monzón. 1911. Se publica en Las Palmas de Gran Canaria La Provincia. Nace Jorge Oramas.

1911

1912

1913  1914

1912. Se crean los Cabildos Insulares. 1914. Comienza la Primera Guerra Mundial. 1915. Alonso Quesada publica El lino de los sueños. Se inaugura el Teatro Leal. 1916. Nace Pino Ojeda.

1915

que ha tenido el poeta con la lectura de algunos de los poemas de Las Rosas de Hércules, en el Ateneo de Madrid. El 11 de marzo recibe un homenaje en Las Palmas de Gran Canaria por parte de autoridades y amigos. Escribe el “Himno al volcán”, que dará a conocer en el Ateneo de La Laguna con motivo de la Fiesta del Atlante. 1921. Ocupa la Vicepresidencia del Cabildo. Unas fiebres merman su estado de salud y muere el 15 de agosto en Las Palmas de Gran Canaria. 1922. Se publica el tomo primero de Las Rosas de Hércules bajo la supervisión de su esposa, Leonor, y algunos amigos del poeta, con prólogo de Enrique DíezCanedo.

1916

1917

1917. Finaliza la Gran Guerra. Aparece en Tenerife la revista Castalia. Nacen Agustín Millares Sall y Sebastián de la Nuez. Comienzan a publicarse las Obras completas de Rubén Darío.

1918  1919

1920

1921

1919. Saulo Torón publica Las monedas de cobre. 1920. Nacen Pedro Lezcano y Antonio Padrón. Fallece Benito Pérez Galdós. 1921. Nace Carmen Laforet.

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Notas sobre

Tomás Morales poeta

Tomás Morales

por

Eugenio

Padorno

Es minimizar la obra de Tomás Morales otorgarle el magisterio de Salvador Rueda; la poesía del canario atiende a horizontes más plenos de significado.

6 LC 2011

de una “expresión artística cuyo sentido A la distancia de 127 años del nacimienfuera genuinamente americano”. to de Tomás Morales (y a 90 de su muerTomás Morales fue el más fiel receptor te) la apreciación del fenómeno de los del signo estético de Rubén Darío, tan modernismos hispánicos está aún por embebido de simbolismo y mentalidad recomponer en su integridad, especialgalos; de ahí que su obra —junto a la de mente tras la fractura practicada por la otros modernistas coterráneos—, plenacrítica e historiografía españolas casticismente asentada en la Literatura canaria, tas al deslindar —e incluso— oponer―los para la historiografía española permaneconceptos de Generación del 98 y Moderciera por mucho tiempo en un no-lugar nismo, sin reparar en que se trata de dos crítico o marginal. Y en este contexto de vertientes de un solo acontecimiento: pérperentorias restituciones dida de las provincias de Ulson de obligada mención tramar y la respectiva reconLa coordenada castecinco páginas (195-200) versión de éstas en naciones. llanizante o tradiciodel trabajo de José CarCon relación a Canarias, panalista, representada los Mainer La Edad de rece indudable que de todos por Guillermo DíazPlata (1902-1939), divullos senderos que ofrece la verPlaja o Laín Entralgo, gado en 1981. Cierto es sión hispánica del Modernisrepelía de sí el signo que, con anterioridad, Pemo el más fructífero fue el de de la modernidad dro Gimferrer, en su Anla apertura sensorial practitología de la poesía mocada por Rubén Darío; y será representado por dernista (1969) había reconveniente recordar que, en Rubén Darío. conocido en Tomás Mocierto modo, la evolución de rales la representatividad la obra del nicaragüense desde un experimentador de la dicción lírica cribe el desarrollo del mismo movimienque, entre otros protagonistas de los moto en Hispanoamérica a partir de 1880, dernismos hispánicos, encamina sus propara el que Max Henríquez Ureña (Breve cedimientos expresivos “a dinamitar el historia del Modernismo) distingue dos rígido e inerte lenguaje de la poesía casmomentos: en el primero prevalecen la retellana decimonónica”. finada artificiosidad y los valores imprePero es en el ensayo e investigación insionistas; en el segundo, la consideración sulares donde preferentemente se locade la finitud humana junto a la tentativa


“Repito hace tiempo, como quien canta más que recita, algunos de los sonoros versos del gran sinfonista del mar” Agustín Millares

lizan las aproximaciones a la obra de Tomás Morales, desde Valbuena Prat y Joaquín Artiles hasta nuestros días, pasando por el estudio Tomás Morales. Su vida, su tiempo y su obra (1956) que le consagrara Sebastián de la Nuez. Satisface una amplia consulta de estos materiales Tomás Morales. Suma crítica (1992), volumen recolectado por Manuel González Sosa. Las aportaciones, numerosísimas, han venido contribuyendo a la iluminación de distintos aspectos de la creación de Morales y del modernismo canario en general; citaré unos pocos nombres: Belén González Morales, Guillermo Perdomo Hernández, Bruno Pérez, Juan Jesús Páez Martín, José Yeray Rodríguez, Jorge Rodríguez Padrón, Andrés Sánchez Robayna, Lázaro Santana, José Juan Suárez Cabello... Varias han sido mientras tanto las reapariciones impresas de Las Rosas de Hércules, entre las que, junto a las facsímiles, se dispone de las ediciones críticas (2006 y 2011) de Oswaldo Guerra Sánchez, sin que haya dejado

de producirse alguna pertinente exhumación textual, como las Prosas (2006) del poeta, recuperadas por Antonio Henríquez Jiménez. De tan abundante material bibliográfico tendrá noticia el lector fuera de estas líneas.

El núcleo de la Modernidad El núcleo que irradia en las Islas el movimiento modernista lo conforman los casi coetáneos Tomás Morales (18841921), Saulo Torón (1885-1974) y Alonso Quesada (1886-1925), sin olvidar a Domingo Rivero (1852-1929); su obra, iniciada tardíamente, condicionará la de aquellos y por la de aquellos será a su vez condicionada. La nómina de los protagonistas del movimiento quedaría completa con otro poeta, Luis Doreste Silva (1882-1971); un prosista, Miguel

Domingo Rivero

Sarmiento (1876-1926), y un pintor, Nétor (1887-1938). Nos parece —aunque la opinión es irrelevante— que, por lo concerniente a las Islas, el Modernismo es preferentemente grancanario, de la misma manera que el Romanticismo fue en origen tinerfeño. No ha de olvidarse que el espíritu de la modernidad, tal como fue definido por Baudelaire en su crítica artística y poemas en prosa, no sólo consiste en la expresión de lo “actual” sino en la del contraste de éste, siempre efímero, con lo pretérito o sedimentador. El movimiento del que hablamos es en las Islas inseparable de la recepción de las Sobre el sonoro Atlántico 7


formas de la vida moderna, que tiene, concretamente en Gran Canaria, su símbolo en la culminación, hacia 1902, de las obras del Puerto del Refugio y de la Luz. Es un cambio, en gran medida propiciado por la presencia comercial en las Islas de firmas inglesas y alemanas, identificadas con el impulso de una transformación de las estructuras económicas y sociales. Jorge Rodríguez Padrón publicó al respecto en 1982 un ensayo de imprescindible lectura: “El Puerto como tema en tres poetas canarios (Domingo Rivero, Tomás Morales, Saulo Torón)”. Pero no se olvide que el término cambio aloja no sólo la idea de un ‘llegar a ser’; también alude a lo que ‘está dejando de ser’ o ‘ha dejado de ser’. En Canarias, la vida moderna traída por el Progreso, y consiguientemente la literatura que en ella se encuadra, para unos significará la ganancia de bienes materiales y fe en el futuro; para otros, el temor de la pérdida de bienes espirituales y la nostalgia del pasado. En el ámbito exclusivamente literario, la modernidad canaria es consecuencia de la suma de varios quehaceres estéticos que se despliegan entre 1908, fecha de la publicación por Tomás Morales de los Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar, y 1925, año en que muere Alonso Quesada. ¿Cuáles son los hitos esenciales de ese largo segmento? Domingo Rivero publica esporádicamente en la prensa sus poemas; mientras titubea en el proyecto —finalmente incumplido— de dar a la imprenta una antología de su obra, crece en silencio hacia su fundamento ontológico, y de su parva obra llegará a decirse que es la “raíz más honda” de la lírica 8 LC 2011

insular. Alonso Quesada publica El lino de los sueños (1915) y La Umbría (1922); Tomás Morales, el Libro II de las Rosas de Hércules (1919) y, con carácter póstumo, el Libro I (1922); Saulo Torón, Las monedas de cobre (1919)... Larga etapa en la que, por cierto, quedará asimismo contextualizada para subsiguientes estudios la figura de Unamuno, prologuista del primer libro de Alonso Quesada.

de la modernidad canaria no prescinde del aprovechamiento de la memoria del pasado, pero entiende que la expresión de la autenticidad del poema pasa por el enunciado actualizado de la vida. No basta con reiterar el pasado regional; hay que experimentar personalmente, en todos los órdenes de la vida, lo que constituye su continuidad problemática, desde cada ahora. Éste es el giro que impone el pensamiento

Junto a la veta parnasiana representada por Manuel Verdugo (1877-1951), la deriva del modernismo simbolista tinerfeño se registra en Luis Rodríguez Figueroa (1875-1936) y constituye los primeros estímulos estéticos de Agustín Espinosa (1897-1939) y Pedro García Cabrera (1906-1981). Francisco Izquierdo (1886-1971) es un claro discípulo de Tomás Morales.

Es un momento que, por su “intencionalidad” creadora, para la literatura canaria significa el intento de repensar una expresión artística —como en otros pronunciamientos del pasado— acorde con las especificidades del lugar de existir, a la luz de su presente, con una voluntad de originalidad, guiada por el pensamiento crítico. ¿Qué ideario está en el ambiente cultural de las Islas hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX? El de la necesidad de hacer una literatura y un arte propios. Este “programa”, proseguido desde el Romanticismo, había quedado arqueológicamente reducido —como podría ratificar la consulta de las publicaciones periódicas de aquellos años— a la plasmación de costumbres, paisajes, cantos, bocetos del campesinado, etcétera, como si la expresión de lo “genuino” canario, sólo se sostuviera, languideciente en el pretérito, al margen de la historicidad. El “hombre nuevo”

de la modernidad. No necesariamente se ha de explicitar el pretérito personal o colectivo, pues, en alguna medida, decir que somos esto cubre decir fuimos aquello. Con mayor o menor certeza, Rivero, Torón, Morales y Quesada afrontan la autenticidad de una escritura existencial en tanto en cuanto ésta es eco de una interrelación humana que tiene como centro convergente el espacio urbano. La antes silenciosa y recoleta ciudad de Las Palmas, con la agitación y movimientos de un capitalismo incipiente adquiere una actividad y estrépito inusitados. Cada cual percibe el espectáculo desde un ángulo específico, con complacencia (Rivero, Morales, Torón) o como lugar de la abyección (Alonso Quesada). Para Domingo Rivero, ser en la ciudad del presente es indisociable de la evocación de la ciudad del pasado. Las miradas de Alonso Quesada y Tomás Morales se asoman a la calle


dad del lector puede dar credibilidad a Triana y sus aledaños; la de Saulo Tola invención del mundo del llamado rón, a la zona del mercado del Puerto y Cortijo de Pedrales de una de las secaun del mismo nuevo muelle. Son arciones más celebradas de Poemas de la terias (renglones de versos o de prosa) Gloria, del Amor y del Mar y posteriortransitadas, bajo la luz solar o lunar, por mente del Libro I de las Rosas: las Vacaespectros de hombres de bombín y basciones sentimentales. tón. Y quien asume ese espacio como una parte del mundo, no excluye al cuerpo de su representación imagística, pues, al fin y al cabo, el cuerpo tiene como esencia su localización. Hay dos metáforas que acaban por superponerse en este proceso: la del trazado y alzado de la ciudad y la de la construcción del texto literario y su organización como libro. El Progreso levanta la ciudad; al poeta corresponde la construcción de su paralelo ámbito verbal. Las Rosas de Hércules, Las monedas de cobre, Crónicas de la ciudad y de la noche y un par de sonetos riverianos (“La Victoria sin alas” y “El muelle viejo”) bastarían para ejemplificar este sorprendente paralelismo entre los estratos del Alonso Quesada, Saulo Torón y Tomás Morales poetizar y construir, pues como había adelantado Cairasco de Figueroa (1538- 1610), su Templo tamLa lengua poética y el mito bién había sido fabricado con “cantos incorpóreos, lúcidos”. Decimos que Morales escribe poesía, y Por lo que concierne a Morales, si usamos este verbo por rehuir otro, sebien es cierto que a él se debe la desguramente más exacto, pero de resocripción “verosímil” de coloniales esnancias pretéritas: componer, que hoy tampas ciudadanas, la atracción de lo se usa para significar ‘producir música’ imaginario y de su imagen mental lo y para significar ‘hacer versos’, actividistancian de la reproducción de la medades entre las que actualmente mera imagen visual. Y no deja de ser signidia la distancia que distingue las accioficativo que los poemas que en apanes de oír y leer. Pero en el siglo XVII era riencia ofrecen la recordación de un de uso común una expresión del tipo pasado biográfico estén subvertidos ‘Cuando oigas [por leas] este soneto...’ por la ficcionalización. Sólo la ingenuiMe he servido de esta digresión para

subrayar dos aspectos esenciales de la poesía de Morales: en primer lugar, su fundamento en la oralidad y, en segundo lugar, la elevación de esa oralidad a la melódica rotundidad sinfónica, rasgo por el que el poeta consolida la antonomasia de cantor del Atlántico. En el espectograma de su voz, el tono (la altura musical) y la intensidad (la fuerza espiratoria) que requieren su ideal perceptibilidad, debieron superar, con mucho, los del enunciado de la comunicación convencional, en contraposición a la manera de componer de Alonso Quesada, Saulo Torón o Domingo Rivero, que, con excepciones, lo hacen musitando, sin el cálculo previo de los efectos de la declamación. Morales escribe fenomenológicamente, con todo el cuerpo, con la vigilia de todos los sentidos, y su relación con el lenguaje es la del trato erótico con una sustancia y forma verbal femeninas. Y, aunque por su poética, prefiera mostrar los efectos antes que su motivación, en la lectura de “Criselefantina” el procedimiento de la sugerencia se ve mermado por lo francamente denotado: el final del poema coincide con la convulsión de un espasmo carnal. En cualquier caso, en Morales, la creación parte de la palabra misma o, mejor, de la eufonía de su organización como sintagma, con atención al cultismo y el neologismo, al laberinto gutural del esdrújulo, usos que, en un exclusivo rastreo de precedentes insulares, nos llevaría desde el hito más próximo, Graciliano Afonso (1775-1851), al más remoto: Bartolomé Cairasco de Figueroa. Sobre el sonoro Atlántico 9


Morales, seguramente por consejo de La cronología poética de Morales su amigo Fernando Fortún, llegó a coy un enigma textual nocer con detalle la poesía de los parnasianos y simbolistas en lengua franLa obra poética publicada por Morales, cesa (Baudelaire, Mallarmé, Laforgue, siguiendo la cronología, es: Jammes, etcétera), pero esta asimila Poemas de la Gloria, del Amor y del ción no desplazó su referente último: Mar (1908), libro del habían dado Virgilio. adelantos las publicaciones periódiMorales no se impuso como límite cas Renacimiento Latino (1905), la Re(al menos de un modo explícito) el mivista Latina (1907-1908), dirigidas por to histórico (es decir: la temática de la Francisco Villaespesa, y Revista CríConquista de las Islas) que entretuvo a tica (1908-1909), capitaneada por los historiadores y poetas del siglo XIX, Colombine; sino que fue más allá de él para esbo Las Rosas de Hércules II (colofón: 1919; zar y demarcar junto a otros el espacio impresa en el primer trimestre del de una territorialidad verbal; Morales año siguiente) y, con carácter póstues el argonauta que viaja hacia el orimo; gen y alcanza el grado cero de la historicidad; el vellocino es * XXI la Oda al Atlántico, ambicioso Y a vosotros, ¡osados!, poema que, concluido en 1919, que escudriñáis los fondos del piélago inseguro, descansa en tres grandes símpescadores de perlas o buzos ponderados; bolos aglutinadores: el Homlos que hacéis el trabajo más peligroso y duro: bre (el poeta), la Nave (la imacuando exploráis naufragios de indicios fabulosos, ginación creadora) y el Mar (vaentre limosas cuencas y huyentes arenales, riable circunstancial de lo deo perseguís madréporas de orientes luminosos cible). Por el espesor de los nipor entre aurirramosas florestas de corales. veles significantes, la Oda perNo hubo para vosotros inquebrantable obstáculo: mite que el lector se mantenni la feroz mandíbula ni el constrictor tentáculo ga y nade en la superficie litea detener bastaron el ímpetu genuino, ral del texto, pero también que mientras se desplegaba, magnífica y despierta, margulle en sus profundidades ante el cristal redondo de la escafandra abierta, alegóricas y se demore en el la maravilla enorme del mundo submarino. . . placer de los desciframientos. Es a lo que nos invita, por ejemOda al Atlántico plo, la estrofa XXI* del poema. ¿Qué hace el buscador de la Verdad o de la Belleza si no es explorar  Las Rosas de Hércules I (1922), con (como los “pescadores de perlas o buprólogo de Enrique Díez-Canedo, vozos ponderados”), con cautelosa osalumen en el que se refunde con sudía, en las simas de lo desconocido? presiones, correcciones y adiciones la que había sido la primera entrega; al conjunto fueron asimismo incorporados por el editor, Fernando 10 LC 2011

González, los poemas que Morales había escrito con destino a un Libro III, como deja ver la edición de  Las Rosas de Hércules (1956), preparada por Sebastián de la Nuez; aparece finalmente  Oda al Atlántico (1973), en edición de Sebastián de la Nuez. Morales, doblemente aislado entre 1910 y 1919, en ejercicio de la medicina, casado y con numerosa descendencia, es probable que reconsiderara la presentación estructural de su obra; había vislumbrado la posibilidad de un Libro III y concluido la escritura de la Oda. ¿Qué deparó al poeta la obstinada búsqueda de la estructura del conjunto? La respuesta no debe excluir lo probable, es decir, el que tal estructura se acogiera a la de un extensísimo y único poema repartido en libros; nuestro parecer, enunciado como mera hipótesis, es que el número de bloques textuales proyectados por Morales probablemente excede la organización tripartita con que nos ha llegado. Y es que queda otro asunto, no menos complicado, por resolver, y que afronto directamente, a sabiendas de que no es ésta la ocasión para su esclarecimiento: ¿es, en verdad, la Oda al Atlántico un bloque independiente, por su contenido, de Las Rosas de Hércules? O, ¿indesgajable de este título mayor, es otro de los libros, acaso el último y conclusivo? La hipótesis tiene su fundamento: cuando consultamos —hace no pocos años— en la Biblioteca Insular de Las Palmas, los documentos preparatorios, allí custodiados, de la edición de Fernando González, pudimos constatar la rotulación de un Libro IV.


Yo fui el bravo piloto de mi bajel de ensueño, argonauta ilusorio de un país presentido, de alguna isla dorada de quimera o de sueño oculta entre las sombras de lo desconocido... Acaso un cargamento magnífico encerraba en su cala mi barco, ni pregunté siquiera; absorta, mi pupila las tinieblas sondaba, y hasta hube de olvidarme de clavar la bandera. Y llegó el viento Norte, desapacible y rudo; el vigoroso esfuerzo de mi brazo desnudo logró tener un punto la fuerza del turbión; para lograr el triunfo luché desesperado, y cuando ya mi brazo desfalleció, cansado, una mano, en la noche, me arrebató el timón...


La calle de Triana A Domingo Doreste

Breve

Antología poética

Los puertos, los mares y los hombres de mar

La calle de Triana en la copiosa visión de su esplendor continental ancha, moderna, rica y laboriosa, arteria aorta de la capital. . . La calle del comercio, donde ofrece el cálculo sus glorias oportunas, donde el azar del agio se ennoblece y se hacen y deshacen las fortunas. Donde el urbano estrépito domina y se traduce en industrioso ardor, donde corre sin tasa la esterlina y es el english spoken de rigor.

[fragmento] El mar es como un viejo camarada de infancia a quien estoy unido con un salvaje amor; yo respiré, de niño, su salobre fragancia, y aún llevo en mis oídos su bárbaro fragor. Yo amo a mi puerto, en donde cien raros pabellones desdoblan en el aire sus insignias navieras, y se juntan las parlas de todas las naciones con la policromía de todas las banderas. El puerto adonde arriban cual monstruos jadeantes, desde los más lejanos confines de la tierra, las pacíficas moles de los buques mercantes y las férreas corazas de los navíos de guerra. Y amo estos barcos sucios de grasientos paveses, de tiznadas cubiertas y herrumbrosos metales, a cuyo bordo vienen marinos genoveses de morenos semblantes y ojos meridionales. Y a esos pobres pataches, tristes, desmantelados, de podridas maderas y agrietado pañol, más viejos que estos lobos que en un huacal sentados, al soco de los fardos, están tomando el sol. Y en tanto humean sus pipas, contemplan las viajeras naves, que hunden sus torsos de hierro en la bahía, y relatan antiguas andanzas marineras en las que acaso fueron los héroes un día: gavieros atrevidos y patrones expertos que en la noche sondaron los más distantes lares, que se han tambaleado sobre todos los puertos y han escuchado el viento sobre todos los mares... 12 LC 2011

El sol del archipiélago dorando los rótulos en lenguas extranjeras, y los toldos de lona proyectando sombra amigable sobre las aceras. Y por ellas profusos peatones de vestes y semblante abigarrados; y, cual derivación, en los balcones, los pabellones de los consulados. Todo aquí es extranjero: las celosas gentes que van tras el negocio cuerdo, las tiendas de los indios, prodigiosas, y el Bank of British, de especial recuerdo... Extranjero es el tráfico en la vía, la flota, los talleres y la banca, y la miss que, al descenso del tranvía, enseña la estirada media blanca... Todo aquí es presuroso, todo es vida; y, ebria de potestad, en la refriega, la ciudad, cual bacante enardecida, al desenfreno comercial se entrega... Y al alma, que es, al fin, mansa y discreta, tanta celeridad le da quebranto... y sueña con el barrio de Vegueta, lleno de hispano-colonial encanto... Grand Canary... La gente ya comprende; y, bajo un cielo azul y nacional, John Bull, vestido de bazar, extiende su colonización extraoficial...


Criselefantina

Estampa de la ciudad primitiva

Unge tu cuerpo virgen con un perfume arménico, muéstrame de tu carne juvenil el tesoro, y ruede sobre el mármol de tu perfil helénico la cascada ambarina de tus bucles de oro.

A Pepe Hurtado de Mendoza Un sol isleño vierte su claridad temprana sobre la nebulosa madrugada otoñal. Envuelta en la silente quietud de la mañana despierta poco a poco la vida comercial. Los primeros rumores de la jornal faena difunden en la bruma su vuelo mercantil, y el agudo silbato de una fábrica llena la ciudad con el júbilo de su clamor fabril. En la serenidad de las calles desiertas los almacenes abren sus metálicas puertas que, al correrse, rechinan con estridente son. Y súbito, en sus rieles de acero encarrilado, pasa un tren humeante, negro y destartalado, dejando en el ambiente su vaho de carbón.

Eres divina, ¡oh reina!, tu carne es nacarina, y tienen tus contornos, olímpicos, los bellos contornos de una estatua. ¡Oh reina, eres divina, desnuda, bajo el áureo temblor de tus cabellos! Nuestro tálamo espera bajo un rosal florido, donde una leve luna trémulamente irradia aquel claror tan plácido que iluminara un nido en un vergel recóndito de la amorosa Arcadia... También un nido aguarda a los nuevos esposos: es un tálamo blanco de blancas flores lleno, de olorosos jazmines y nardos olorosos, casi tan albos como la albura de tu seno... Serás reina entre flores, serás la compañera de las rosas más blancas, la más fragante y pura. Ya el lecho que te ofrenda la dulce primavera suspira por la breve carga de tu hermosura. Yo amaré, entre las flores, tu perfume abrileño, y al verte entre mis brazos, ilusionada y loca, yo te daré el rimado búcaro de un ensueño a cambio de las mieles de tu exquisita boca. El cielo será un palio sobre nuestra fortuna, un surtidor lejano dirá una serenata, y al sentirnos dichosos, bajo un rayo de luna, abrirá nuestras venas un alfiler de plata... Yo besaré tus labios tierna, cupidamente —tus senos en mis manos, con languidez opresos—; su plegaria nocturna suspenderá la fuente para aprender el ritmo de tus últimos besos. Un salmo acariciante preludiarán las hojas, y moriremos viendo cómo las albas flores, al fluir de la sangre, se van tornando rojas como al lecho de púrpura de los emperadores...

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La ciudad cual bacante enardecida por

Bruno

Pérez

En la poesía de Tomás Morales, late una pulsión erótica que trasciende la intimidad de un sujeto para expandirse a hacia un ámbito colectivo como la ciudad. El flâneur, voyerista urbano por excelencia tomado de la poesía francesa, mostrará esa visión erótica y corporal de la nueva realidad.

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A finales del siglo XIX y principios del XX, se produce en Gran Canaria una revolución de su economía, de su sociedad y de su cultura. La construcción del Puerto de la Luz en 1902 originó un desarrollo notable de la ciudad y su actividad comercial y el mundo natural que hasta ese momento había permanecido queda irrumpido por el tráfago de la modernidad y el capitalismo. El hombre canario se va a ver sumido en un estado de incertidumbre. Este estado, nos advierte Eugenio Padorno, se acentúa por los acontecimientos revolucionarios de las colonias de Ultramar. El hombre de las Islas, que ha participado en una guerra que le supone un fratricidio (la cubana) y asiste ante la habilitación del protagonismo histórico que a América se le había negado, se va a ver en la necesidad de redefinir su circunstancia existencial y emanciparse culturalmente de España. Este recomienzo, entonces, coincide con la fundación de una nueva ciudad que debe ser relatada por un histor, es decir, un ‘testigo ocular’ que transforme la nueva realidad en materia lingüística o verbal. Este testigo será en la obra de Tomás Morales un nuevo personaje urbano: el poeta voyeur y flâneur que se legitimará, por su actuación en la ciudad, como

el pintor de la vida moderna, que diría Baudelaire. Ambas acciones, el voyerismo y el flaneo, se encuentran unidas por la “mirada”, el placer de ver sin ser visto: mientras el voyeur es “el testigo ocular” de un acto erótico, el flâneur es “el testigo ocular” ocioso que deambula por la ciudad sin más objetivo que el de satisfacer su propia curiosidad. De hecho, la visión que de la ciudad tiene Morales es, hasta cierto punto, erótica y corporal, lo que hace que este nuevo poeta conciba la Calle de Triana no sólo como una “arteria aorta” (metáfora de la principal vía comercial), sino la urbe como una bacante, una mujer de Baco, dios del vino y los excesos carnales: Todo aquí es presuroso, todo es vida; y, ebria de potestad, en la refriega, la ciudad, cual bacante enardecida, al desenfreno comercial se entrega…

Esta bacante enardecida, la ciudad, aparecerá ataviada con las prendas que son símbolos de una modernidad lujosa y emergente: calles, tranvías, comercios, bancos, máquinas, letreros... y ofrecerá, para el poeta urbano, situaciones eróticas nuevas desprendidas del vivir cotidiano de la calle, donde, una vez más, observa sin ser observado: Extranjero es el tráfico en la vía, la flota, los talleres y la banca, y la miss, que, al descenso del tranvía, enseña la estirada media blanca...

Ahora bien, ¿una ciudad que comienza a regirse por los nuevos planteamientos del capitalismo, la negociación, el cambio y el interés, puede permitir que el poeta flâneur sobreviva en


sus calles? Sí, pero a cambio de algo en contrapartida. En este caso, una actividad observadora que es esencial en la elaboración del catálogo poético y cultural que reconozca la nueva realidad y, además, la conversión —inconsciente quizás— del flâneur en “detective” de la urbe y delator del crimen. Así vemos al poeta, curioso y aterrado, dirigirse a la “Calle de la Marina”, vía transitada por mujerzuelas, ladrones y asesinos: Donde, tal vez, por cosas de dinero, tras el brutal ardor de una disputa, enterró su cuchillo un marinero en la garganta de una prostituta. . .

Pero la prostituta, que para Morales, como para Baudelaire, es una mártir, pues ofrece “amor a un ínfimo precio” e, incluso, pierde la vida a manos de sus clientes, también es representación simbólica de la modernidad, que bajo el “vivo colorete” (el progreso y el lujo) esconde la “enfermedad” que tiraniza la mente y el cuerpo: mientras nos brindan un carnal banquete, vendedoras de amor a ínfimo precio, enfermas bajo el vivo colorete. . .

Esta nueva manera de habitar el mundo es consecuencia de un proceso de “modernización” (la industrialización, el avance tecnológico, el creci-

miento urbano, los nuevos medios de comunicación, el surgimiento de superpotencias, el mercado capitalista, etc.) que el poeta intenta hacer suyo

críticamente, en un esfuerzo claro por preparar una nueva circunstancia en la que morar y superar los estados de incertidumbre que conlleva.

La ciudad en los modernistas La aparición de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria supone una nueva manera de habitar el mundo e interactuar con el otro, donde las relaciones humanas comienzan a regirse por la “negociación”, el cambio y el interés de un capitalismo inminente. La nueva situación es producto, entonces, de un proceso de “modernización” que se concreta en la industrialización, el avance tecnológico, el crecimiento urbano, el surgimiento de las superpotencias económicas y militares, los nuevos medios de comunicación, la crisis de valores y modelos, etc. Todos estos agentes son rastreables en las poéticas de los modernistas canarios, si bien es verdad que desde perspectivas distintas. Tomás Morales intentará superar la incertidumbre por vía erótica, espacial y poética; Alonso Quesada, desengañado, desde la crítica y la ironía; Saulo Torón, melancólico, desde la íntima cotidianeidad; Domingo Rivero, pesimista existencial, ve en ella la disgregación temporal...


Evocaciones “El séptimo día”, suplemento del Eco de Canarias dirigido por Justo Jorge Padrón, el 11 de agosto de 1968, con motivo del 47 aniversario de la muerte de Tomás Morales, hace pública una encuesta a algunos escritores canarios sobre 1) la importacia de la obra de Tomás Morales y 2) la vigencia de su poesía en la actualidad. De quienes intervinieron en aquella (Luis Doreste Silva; Juan Sosa Suárez, Domingo Velázquez, Manuel González Sosa, Agustín Millares, Pedro Lezcano y Ventura Doreste), entresacamos los testimonios de los tres últimos, quienes participaron en Antología cercada (1947).

Agustín Millares Sall Repito hace tiempo, como quien canta más que recita, algunos de los sonoros versos del gran sinfonista del mar. De oírselos a mi padre, se me quedaron grabados desde los inolvidables años juveniles y no los he podido olvidar en la edad madura. De su musicalidad y elocuencia, de abolengo latino, creo que se aprende bastante [...]. Si la muerte no hubiera truncado la capacidad creadora y ascendente de este poeta en edad tan joven, pienso que otro gallo hubiera cantado. Aún así, Tomás Morales ocupa un puesto muy destacado en el campo modernista, como alumno aventajado que fue de Rubén Darío.

Pedro Lezcano Morales españolizó el modernismo, le dio un timbre más sobrio, más grecolatino, tomando de Rubén su reciedumbre épica más que el colorismo exótico que sedujo a los seguidores suramericanos. También el intimismo isleño dio un matiz hogareño a su grandilocuencia estilística. Es por tanto un poeta importante de la literatura hispana. [...] Los poetas representan una ínfima parte del pueblo, importante, pero minoritaria. Y el pueblo, concretamente el canario, sigue teniendo a Morales como el poeta preferido. Yo he conocido marineros y labradores que recitaban de memoria fragmentos de Tomás. Esto es vigencia, vigencia viva, envidiable vigencia a la que tantos poetas aspiramos.

Ventura Doreste “Tomás Morales, canario, sigue muy de cerca a Rubén Darío”, llegó a decir Juan Ramón Jiménez en una de sus clases americanas. Pero la verdad es que Tomás infunde en el Modernismo una personal tesitura; y si no puede ser situado a par de Darío, que fue el inventor (y poeta más amplio y hondo), sí es posible concederle —con toda justicia— uno de los primeros lugares entre los líricos pertenecientes al Modernismo hispánico.

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Alonso Quesada Siempre [fragmento] (Camposanto. Frente al sepulcro del poeta.) Siempre es la palabra última. La honda palabra de la raíz eterna. A ti se te metió el Siempre en el alma como un arpón agudo que la fijó en la tierra. Tu pequeña sonrisa, tu sonrisa de niño que tiene huertos dilatados y una amplia casa gris en el solar antiguo de heredad austera —niño que abre los ojos a los frutales ebrios y alza hacia ellos las manos vivamente con la novelería de las sorpresas—, tu sonrisa tranquila es un hueco terroso que ya el Siempre ha llenado de lividez perpetua.

Simón Benítez Padilla Ya que mi generación ha tenido la fortuna de contemplar de cerca a Tomás Morales, charlar amistosamente con él, codearle y abrazarle fraternalmente como uno de los suyos, sin que la admiración padezca, ¿no sería conveniente fijar de una vez su estampa física, sacarle del Olimpo de los elegidos y pasearle por la tierra que cantara, departiendo de vulgares casos y cosas, que perfilan su silueta mejor que póstumas disquisiciones literarias, propensas a exhalar aquel tufillo pedantesco y doctoral que tanto detestaba? Nuestro Tomás Morales, El Museo Canario, 1949


Saulo Torón

Domingo Rivero

Manuel Machado

Partió la nave blanca...

Al poeta muerto

Partió la nave blanca, de gallardo aparejo, a impulsos de la racha, sobre el dormido Atlántico; su silueta fantástica fue esfumándose, lenta, tras la imprecisa niebla del horizonte vago…

Un día en mi oficina —hasta cuyas ventanas del ancho mar cercano llega el ruido—, con tristeza te hablé de la mezquina labor que mi existencia ha consumido mientras oigo las olas soberanas...

A la memoria de Tomás Morales, Poeta del Mar, autor de Las Rosas de Hércules

¡Partir…! ¡Dejar la estéril monotonía triste de este vivir huraño, y arribar a otras playas desconocidas, donde el placer sea más cierto y el dolor más amargo!

Y aquí sigo, Tomás, donde me viste, y hoy de junto a ese mar, que fue tu gloria, mi voz que, escuchándolo resiste en esta lucha estéril por la vida, un recuerdo consagra a la memoria de tu robusta juventud vencida.

Joaquín Artiles “¿Qué tenían de entrañable Las Rosas de Hércules que así nos vinculaban a su autor? ¿Qué nexos nos ligaron tan fuertemente al cantor del Atlántico? Porque lo cierto es que ningún otro libro de versos ha vuelto a tener en nuestra juventud insular tan unánime y entusiasta acogida. Cuando en 1919 apareció el segundo libro de Las Rosas, la popularidad de Tomás Morales llegó a ser enorme. Y cuando, dos años más tarde, en 1921, acaeció su muerte, toda la Isla se estremeció como en una catástrofe de familia. Lo recuerdo perfectamente. Cuando salieron Las Rosas era yo todavía un muchacho. El internado del viejo caserón de la calle del Doctor Chil, entonces Universidad Pontificia de Canarias, con su alto prestigio de muros, de clausura y de latines, nos aislaba un poco o un mucho del resto de la ciudad. Pero aquel aislamiento tenía también sus quiebras y postigos. Y el postigo en esta ocasión fue, ¡quién lo dijera!, nada menos que la misma biblioteca rectoral. Allí, en aquel lugar prohibido, pero tan al alcance de la mano, estaban Las Rosas de Hércules, frescas todavía, como una tentación. Y decidimos llegar a ellas como fuera. Vigilando las ausencias del Rector, montando guardia en los puntos estratégicos, poco a poco, fuimos leyendo y copiando versos y estrofas que después aprendíamos de memoria. Y así un día y otro día, hasta que un buen amigo, admirador indulgente de mis tempranas flaquezas literarias, me dejó como olvidado contrabando, entre gruesos volúmenes de sutiles prosas escolásticas, el inmenso regalo de un ejemplar que valía, entonces, nada menos que seis pesetas.” “Más sobre Tomás Morales”, Anuario de Estudios Atlánticos, nº 5, 1959

Tomás Morales: tu destino fue el de la ola: alzarse monte… o dilatar el horizonte. Tomás Morales el marino. Eterno inquieto, desde el fondo del glauco imperio de cristal pasó a tu verso, claro y hondo, todo el misterio de la sal. El mar te amó, Tomás Morales, y es como tú le diste rosas del fondo de tu corazón, desde su venas de corales, en las mañanas luminosas, dice tu nombre su canción.

Enrique Díez-Canedo Aquí una fragancia de rústico huerto, enriquecido por la estación en maravilla de frutos; allí una pomposa alegoría, en que vuela un ser mitológico sobre exuberantes jardines, entre arquitecturas opulentas. De ahí viene la elocuencia que es cualidad cardinal en la poesía de Tomás Morales, de su abolengo latino que, seguramente sin proponérselo, le lleva a acertar en su vocabulario con la palabra evocadora, concreta, apretada, de zumo clásico, a sugerir con su alejandrino la andadura del pentámetro y acentuar en hexámetros la amplitud de sus versos mayores.

Ángel Valbuena Prat Prólogo a Las Rosas de Hércules, 1922 ... en Morales, además del rubeniano, está el artista logrado, de la maravillosa evocación mitológica de la Oda al Atlántico, y el poeta de los mundos nacientes que lanza su canto al progreso, junto a los númenes futuristas. Morales no necesitó, como Marinetti, menospreciar la belleza griega para cantar las máquinas modernas. El poeta del carro de Neptuno, es a la vez el cantor de la ciudad comercial. Esta actitud, que trae de nuevo, el nombre de Whitman, es la que le aproxima más a los últimos movimientos líricos. Historia de la poesía canaria, Barcelona, 1937

Sobre el sonoro Atlántico 17


Tomás Morales y la

tradición atlántica

por

Antonio Becerra Bolaños Si la ciudad de principios del siglo XX apunta los signos de la modernidad, la Isla mantiene, en su interior, la tradición; el recuerdo transmitido de generación en generación de un tiempo mítico. La poesía de Morales nos habla de ambos fenómenos.

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pudo sustraerse y que fluye en toda su La poesía de Tomás Morales tiene un eviescritura, como ya subrayara Eugenio Padente carácter fundacional. Sobre la ciudorno en su lectura del soneto final de dad atlántica, sobre sus puertos y sus los Poemas del Mar (“Yo fui el bravo pigentes, el poeta escribe en y desde la Isla. loto de mi bajel de ensueño”). Pero Tomás Morales también soñaba con La estructura narrativa de la Oda es la escribir desde cada uno de los puertos siguiente: invocación al mar (canto I); el del otro lado del Atlántico. estado primitivo, basado en las luchas Si Las Palmas de Gran Canaria de prinentre las potencias de la naturaleza (cancipios del siglo XX apunta los signos into II); los signos que presagian el cambio dudables de la modernidad, con la creación del Puerto de La Luz y el espectáculo de los pa“Yo he conocido marineros y labradores que bellones de los barcos que recitaban de memoria fragmentos de Tomás. irán a América o a África; Esto es vigencia, vigencia viva, envidiable vila Isla mantiene, en su ingencia a la que tantos poetas aspiramos” terior, la tradición, que es Pedro Lezcano el recuerdo transmitido de generación en genera(canto III); aparición de Poseidón (canto ción de un tiempo mítico. El tiempo mítico no es un tiempo histórico: es un molIV-V); los signos del cambio (VI-VII-VIII); de que se aplica a un momento de la hisel hombre descubre el prodigio de lo que toria que no se conoce o que carece de está sucediendo ante el mar y calcula las significación para la comunidad en la que posibilidades de su empresa, adentránsurge, sobre el que se da una explicación dose en la tierra (IX-X). En los siguientes cantos el hombre toa un hecho determinado. La desaparición, ma conciencia de sí mismo y da inicio a por ejemplo, de la selva de Doramas, en su empresa y se decide a guiar a su pueGran Canaria, será “explicada” por Tomás blo, que se entrega con ahínco a la consMorales de esa manera. trucción de la nave; el edificio que surLa Oda al Atlántico representa esa escará las olas. Todos son partícipes de este critura mítica y es en ella donde nos ensegundo prodigio: la conclusión de la nacontramos con un lector atento de la ve da inicio a un movimiento; la tierra va Eneida de Virgilio, a cuya influencia no


I El mar: el gran amigo de mis sueños, el fuerte titán de hombros cerúleos e inenarrable encanto: en esta hora, la hora más noble de mi suerte, vuelve a henchir mis pulmones y a enardecer mi [canto... El alma en carne viva va hacia ti, mar augusto, ¡Atlántico sonoro! Con ánimo robusto, quiere hoy mi voz de nuevo solemnizar tu brío. Sedme, Musas, propicias al logro de mi empeño: ¡mar azul de mi Patria, mar de Ensueño, mar de mi Infancia y de mi Juventud. . . mar Mío! XI Y penetró en la selva misteriosa. Al acaso iba avanzando, lento, por la extensión arcana, con el naciente orgullo de colocar su paso donde antes que él ninguno fijé la planta humana...

Manuscrito del primer poema de la Oda al Atlántico

es un proceso de conocimiento. El viaje que se describe en la Oda se inicia con los mitos clásicos, porque son el germen de la tradición occidental, pero, sobre todo, porque son los clásicos los primeros que enuncian las Islas. Con ellos se produce el cambio en la visión del mundo: desde una isla se descubre el mar. El mundo se amplía. El “paraíso perdido” está en una isla más allá de las columnas de Hércules. Pero el movimiento, ¿de dónde parte? ¿Desde qué isla se construye la nave? En el poema de Tomás Morales, la isla se instala en el relato mítico. Desconocemos cuál es su ubicación, aunque como lectores avisados tenemos la certeza de que la “isla” se refiere a la nuestra. La referencia a que el hombre “penetra en la selva tenebrosa” nos remite a la tradición, al mito del bosque de Doramas. Para elaborar la nave, la primera tala se produce; pero son despojos exiguos los que se recogen, lo que remite, según Andrés Sánchez Robayna, a la idea de fundación mítica por la mano del hombre y se opone a la realidad destructora de la tala que aparece en “Tarde en la selva”.

histórico del poeta. Y, como si de la vida se tratara, el decurso natural que le miraban, tímidas, con sus pupilas rojas, de las cosas, el poema dirige su y se hundían, reptantes, entre las muertas hojas. . . movimiento hacia la muerte como Todo invitaba al grato reposar. . . Cristalina, prólogo a una nueva vida. una fuente vertía la vena de su entrada, Así, para trazar un esquema del y él, sintiéndose preso por la ocasión divina, poema, hemos de hablar de una se recostó al amparo de una robusta encina, travesía: el mar llega hacia la tierra; por reemplazar sus fuerzas y meditar su hazaña. . . la tierra va hacia el mar y este se (Al aire el amplio tórax de músculos perfectos, convierte en el lugar donde el homcruzaban sobre el pecho los antebrazos rudos, bre, que es el artífice de la unión y su alentar profundo de intervalos correctos de los dos elementos —como si de hinchaba los macizos pectorales velludos. . . ) una ola que golpeara la orilla se El sueño le tendía sus redes, misterioso, tratara—, encontrará su reposo demas no eran los momentos propicios al reposo: finitivo. Y, como la ola, la vida vuelque entre los mansos ruidos, ve a nacer cuando esta regresa venciendo de las copas el trémulo vibrar, De pronto, en el silencio, un golpe temeroso al mar. El ciclo vital se cierra y cada vez más pujante, llegaba a sus oídos, atraviesa el recinto de la selva en reposo; vuelve a abrirse. El héroe, que como un alerta heroico, la furia de la mar. . . son cobarde, en el viento, persistente y salvaje, descubre el prodigio al inicio del que llena de profundos terrores el boscaje. poema desde la isla, se transTomás Morales, Oda al Atlántico ¡Es el hacha! Es el golpe de su oficiar violento muta, al final del mismo, en el que, bruscamente, llega, desolador y cruento, poeta. La isla, los mitos que la de la entraña del bosque, donde un tilo sombroso hacia el mar (canto XV). La conquista rodean, hallan su concreción en la yergue su soberana magnitud de coloso... del mar se debe a una hazaña conjunrealidad de las “Islas Afortunadas”. [“Tarde en la selva”] ta. Y esa conquista primitiva, la que se La aparición de Poseidón en el funda en el tiempo mítico del poema, texto nos remite a las fuentes clásies la que perdura hasta el momento cas griegas. El recorrido del poema Salmodiaban las frondas profundas cantinelas. Ante sus pies saltaban menudas bestezuelas

Sobre el sonoro Atlántico 19


La selva de la que nos habla Tomás Morales es el bosque de Doramas, que a principios del siglo XIX fue prácticamente destruido. Los poetas canarios, que conocían los textos que sobre este espacio había escrito Cairasco de Figueroa, llorarán sus destrucción: José de Viera y Clavijo, Rafael Bento y Travieso o Graciliano Afonso, por ejemplo, dedicarán algunas de sus composiciones a lamentar el “sacrilegio” cometido por el hombre. Oswaldo Guerra ha establecido el vínculo que existe entre dos composiciones en principio tan dispares como “El Harpa”, de Graciliano Afonso, y “Tarde en la selva”, que remiten a una conciencia del lugar y a su destrucción, consumada en el momento histórico en que escribe Afonso, y que en Morales es sólo un recuerdo que ha estado presente en la memoria colectiva de los canarios. Frente a la segunda, la primera responde a la necesidad del hombre y la tala es un símbolo de la destrucción de la armonía que en el principio reina entre el hombre y la naturaleza. –––––––––

Tarde en la selva A los hermanos Millares Tarde en la selva. Agreste soledad del paisaje, decoración del rayo de sol entre el ramaje y lento silabeo del agua cantarina, madre de la armoniosa tristeza campesina. ¡Tarde en la selva! Tarde de otoño en la espesura del boscaje, en el triunfo de la arboleda oscura, bajo la advocación de las copas sonoras y el plácido consorcio de las dormidas horas... ¡Oh paz! ¡Oh último ensueño crepuscular del día! El ambiente era todo fragancia; atardecía, y la lumbre solar, en fastuosas tramas, quemaba en las florestas su penacho de llamas. Todo el bosque era un hálito de aromas peculiares; las hojas despertaban sus ritmos seculares y, bajo ellas, soñando y a su divino amparo, la mística frescura del riachuelo claro,

La travesía de Odiseo es un viaje de iniciación; en el mar el héroe clásico encuentra sentido a su existencia. En el texto se dice y se recuerda constantemente “el regreso a la patria”, como señalara ya Italo Calvino. La lucha contra los dioses y los elementos por regresar a Ítaca centra prácticamente toda la narración de la Odisea; pero el regreso a la patria es tan sólo una quimera: Odiseo regresa para volver la mirada hacia el mar. Una vez llegado a la patria, el héroe no reconoce su tierra y vuelve a referir su periplo, como si la historia estuviera condenada por siempre a ser repetida. Pero, al nombrar el regreso a la patria, está reafirmando su identidad. Y en su regreso a Ítaca la identidad ya está conformada. Ese movimiento cíclico de la epopeya, ese continuo tránsito, parece ser la conclusión de la Oda al Atlántico: “Cada vez que mis pasos me llevan a tu parte, / siento que nueva sangre palpita por mis venas / y, a la vez que mi cuerpo, cobra salud mi arte. . . ”, escribe Tomás Morales en el canto último (XXIV) del poema. 20 LC 2011

que el salto de una roca transformaba en torrente. (Caballera brumosa donde, divinamente, ilustró el arco iris, con siete resplandores, la fugaz maravilla de sus siete colores.) Y el alma se hizo copia de esta virtud silente; por su influjo, el ensueño tornose transparente e iba hundiéndose en una renunciación discreta. La soledad y el ocio, amigos del poeta, vestían mis quimeras con ropajes corpóreos, y eran trasuntos vivos los efluvios arbóreos... ¡Oportuna la hora! De entre los matorrales surgen, tímidamente, los genios forestales, y mi presencia espían, avizores e inquietos,


Epitafio

tras los olmos rugosos y los blancos abetos.

¡Es el hacha! Es el golpe de su oficiar violento

Remisos, un momento, se consultan dudosos,

que, bruscamente, llega, desolador y cruento,

y en un punto, en el claro, penetran tumultuosos.

de la entraña del bosque, donde un tilo sombroso

Grave señor del bosque que, sobre el verde prado,

Y hacen, desorbitados como frutos gigantes,

yergue su soberana magnitud de coloso. . .

inmóvil y maltrecho, yaces abandonado: no abatieron tu frente gloriosos capitanes,

columpio de las ramas los elfos trashumantes; giran los blandos silfos de carnes sonrosadas

¡Oh dolor! El monarca de la selva suntuosa,

sino el golpe pechero de los ruines jayanes.

con sus alas de insectos tibiamente irisadas;

el patriarca de verde cabellera gloriosa

Ya, sobre tus cabellos, no volarán los ruidos

trenzan ralas piruetas los gnomos casquivanos,

que preside el sagrado misterio de la umbría,

propicios al geórgico misterio de los nidos.

chafando la hojarasca con sus cuerpos enanos,

mira llegar su muerte con la muerte del día.

Tus frondas, que escucharon los silvestres cantares,

y los lares acuáticos croan sus voces ruines,

Y hay un grave silencio meditabundo, inmenso,

caldearán, ahora, los ahumados llares

viscosos y adobados de lacustres verdines. . .

y es tan grande la duda y el temor tan intenso

de la pobre cocina o el salón solariego,

que callan, espantados, hojas, lares y fuentes

y estallarán dolidas a los besos del fuego.

Rondan, danzan, simulan fieras acometidas,

para escuchar medrosos. . . y oyen, intermitentes,

Mientras tanto, en el seno de la selva sombría,

y entre sí se apedrean con las bayas caídas,

en el dolor tremendo, los redobles del hacha,

tu cuerpo mutilado flagelará la fría

armando una algazara jovial y volandera

prendidos en el pasmo de la encalmada racha,

caricia del invierno. . . Pero el tronco marchito

que, caprichosa, rapta la brisa pasajera

donde triunfan lo breve de un estadillo seco

volverá a fecundarse con el calor bendito,

y el eco desbarata, tras la arboleda honda,

y mueren duramente, sin amor y sin eco. . .

y, activamente henchido de vitales renuevos, cubrirá sus arrugas con los retoños nuevos,

entre murmullos de agua y susurros de fronda. . . Y los viejos del bosque, los viejos de alma fuerte,

cuando llegue en el carro del aura mensajera,

Y el alma, arrebatada de ascensional destreza,

temen, presentidores de una uniforme suerte;

precedida de un rayo de sol, la Primavera...

ingrávida, abandona la temporal corteza

y hay en sus copas trémulas como un sollozo humano,

y se suma a la ronda, milagrosa y liviana,

como un plañir de preces por el perdido hermano

y en el coral divino pone su nota humana. . .

que a cada golpe arguye con un mortal gemido,

¡Oh alma mía, he escuchado tu jubiloso acento

y tiembla, y se estremece, como un titán herido. . .

sensible en la suprema calidad del momento!

Súbitamente, un grito hiende la selva, ronco:

Ahora gozan mis ojos de la victoria cierta

creyérase el lamento postrimero del tronco

de verte, enteramente, absoluta y liberta.

que al ceder maldijera. . . Y el coloso vacila,

¡Cuanto más disgregada, más en mi compañía;

y la enorme silueta, pesadamente, oscila.

fuera de mí y, no obstante, tan sumamente mía! ¡Alma que recobraste la original limpieza:

Heridas por la muerte sus savias vigorosas,

sé una parte en el Todo de la Naturaleza!

ved cómo el triste extiende sus ramas temblorosas, como brazos que quieren asir, inútilmente,

De pronto, en el silencio, un golpe temeroso

la ramazón cercana, que cruje sordamente.

atraviesa el recinto de la selva en reposo;

Aún en el aire, un punto gira alocado, incierto,

son cobarde, en el viento, persistente y salvaje,

y raudo cae de bruces sobre el camino: ¡muerto!

que llena de profundos terrores el boscaje.


Casa-Museo Tomás Morales Centro de estudios modernistas Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico y Cultural del Cabildo de Gran Canaria

por

Mª Luisa Alonso Gens La Casa-Museo Tomás Morales es un centro que abrió sus puertas en 1976. Punto de encuentro de los poetas canarios, ofrece un excelente escenario para lecturas y conferencias; un centro de estudios modernistas y, por encima de todo, el universo de un poeta, Tomás Morales, uno de los máximos exponentes del Modernismo hispánico.

Casa-Museo Tomás Morales Plaza de Tomás Morales, s/n 35420 Moya (Gran Canaria) Tfnos.: 928 620 217 - 928 612 401 Fax: 928 611217 e-mail: info@tomasmorales.com web: www.tomasmorales.com Horario Todos los días, incluidos domingos y festivos, de 09:00 a 14:00 h y de 16:00 a 20:00 h. Entrada gratuita 22 LC 2011

Instalada en la casa natal del poeta, están depositados no sólo sus recuerdos de infancia, sino también su legado documental y bibliográfico, adquirido por el Cabildo de Gran Canaria en 1974, además de las nuevas aportaciones que han ido engrosando sus fondos documentales, bibliográficos y artísticos por adquisición, depósito y donación; la mayoría relacionada con el poeta.

Centro de estudios modernistas e investigación La Casa-Museo se ha convertido en centro de estudios modernistas, alentando la investigación mediante la recepción de propuestas y la creación de becas destinadas a potenciar y estimular el estudio, la investigación y la divulgación sobre Tomás Morales y el Modernismo en general; la crítica literaria y las publicaciones especializadas. La Beca de Investigación, el Premio Internacional de Poesía Tomás Morales; la Revista de Estudios Modernistas Moralia; las colecciones Tomás Morales y Memoria Viva y los seminarios y cursos de temática literaria son buena muestra de ello.

El núcleo fundamental se basa en el legado del poeta, compuesto por papeles personales, manuscritos, documentos originales, pruebas corregidas, maquetas artesanales, fotografías, epistolario y hemeroteca. Además, se custodian otros fondos de poetas, escritores y artistas plásticos y gráficos relacionados con el poeta y su época. En estos años, la Casa-Museo Tomás Morales ha conservado y difundido la obra del poeta y ha ampliado su legado. Del fondo bibliográfico destaca la magnífica colección de ediciones especializadas sobre todo en poesía de mediados del XIX y principios del XX y en ilustración gráfica modernista; asimismo hay una singular colección de revistas sobre el movimiento modernista; del fondo artístico, la colección de retratos del poeta realizados por artistas canarios; dibujos de José Hurtado de Mendoza; paisajes de pintores canarios de su generación y obra escultórica modernista. Exposiciones temporales; publicaciones especializadas; premios y becas; cursos, seminarios y encuentros de temática literaria relacionados con el Modernismo y actividades educativas (talleres didácticos, visitas guiadas...) forman parte de esa labor para la que fue creada la Casa-Museo: guardar la palabra y memoria del poeta y otros legados similares o complementarios, estudiarlos, divulgarlos incrementarlos y trasmitirlos a la sociedad; reconstruir la intimidad del autor para que el visitante evoque lo allí vivido como camino de acercamiento al poeta a través de su espacio familiar, y evidenciar estos espacios interiores y exteriores del autor para la compresión de su obra.


Ediciones actuales de la obra de Tomás Morales

Notas

Las Rosas de Hércules Edición de Oswaldo Guerra Sánchez

Tomás Morales sólo vio publicados Poemas del Mar, el Amor y la Gloria (1908) y el libro II de Las rosas de Hércules (1919). Tras su muerte, aparece el libro I (1922). Habría de esperar hasta 1940 para una nueva edición, dentro de la colección Biblioteca Canaria y, en 1956, vería la luz la de El Museo Canario. Con motivo del 50 aniversario de su muerte, aparecen tres libros con algunas secciones de Las rosas de Hércules: Oda al Atlántico (Cabildo de Gran Canaria); Vacaciones sentimentales (Ayuntamiento de Moya) y Poemas de la ciudad comercial (Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria). De 1977 datan dos ediciones más (Barral Editores y Cabildo de Gran Canaria). En 1984, Andrés Sánchez Robayna incluye La cena de Bethania y las versiones de las poesías de Leopardi (Interinsular Canaria); más tarde, los dos libros de Las Rosas aparecerán (1985) en edición facsimilar (Gobierno de Canarias) y Sebastián de la Nuez (1990) realiza la edición de la Biblioteca Básica Canaria. Si la presencia de Tomás Morales en el siglo XX ha sido relevante, en la primera década del siglo XXI, es notable: tres ediciones de Las rosas (Mondadori, 2000, con lectura de Andrés Sánchez Robayna, y las dos de Oswaldo Guerra Sánchez: Cabildo de Gran Canaria, 2006, y Cátedra, 2011); una selección de poemas a cargo de la Casa-Museo Tomás Morales (InterSeptem, 2003); la edición de las Prosas, compiladas por Antonio Henríquez Jiménez (Anroart Ediciones, 2006), y la edición facsimilar, con motivo del centenario de su aparición, de Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar; con texto introductorio de Oswaldo Guerra Sánchez, del Cabildo de Gran Canaria. La última edición de Las Rosas de Hércules, al cuidado de Oswaldo Guerra, en la colección Letras Hispánicas de Cátedra, y en la que colaboran el Cabildo de Gran Canaria y el Gobierno de Canarias, supone la aproximación más fidedigna que se ha realizado hasta el momento de la obra del poeta. Basada en la edición que ya realizara en 2006, contó con los dos ejemplares únicos de cada tomo que se encuentran en la Casa-Museo Tomás Morales que el poeta preparó para su publicación, lo que la convierten en la más fiel reproducción de sus deseos y aclara amplias dudas que tenían las ediciones hasta la fecha, que se basaban en la edición aparecida en El Museo Canario.

Las Rosas de Hércules (2000), lectura de Andrés Sánchez Robayna. Poemas (2003), selección y estudio de ArchivoBiblioteca Casa-Museo Tomás Morales. Prosas (2006), introducción, compilación y notas de Antonio Henríquez Jiménez. Las Rosas de Hércules (2006), edición crítica de Oswaldo Guerra Sánchez. Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar (2008), ed. facsímil, texto introductorio de Oswaldo Guerra Sánchez. Las Rosas de Hércules (2011), edición de Oswaldo Guerra Sánchez.

Bibliografía esencial Artiles, Jenaro (1976). Rubén Darío y Tomás Morales. Artiles, Joaquín (1942). Tres lecciones de literatura canaria. Cossío, José María de (1960). Cincuenta años de poesía española (1850-1900) González Sosa, Manuel (1988). Tomás Morales. Suma Crítica. Guerra Sánchez, Oswaldo (2002). Un modo de pertenecer al mundo (Estudios sobre Tomás Morales). Mainer, José Carlos (1981). La edad de Plata (19021939). Nuez Caballero, Sebastián de la (1956). Tomás Morales. Su vida, su tiempo y su obra. — (1973). Introducción al estudio de la “Oda al Atlántico”, de Tomás Morales. Los manuscritos. Génesis y estructura. Onís, Federico de (1932). Antología de la poesía española y latinoamericana (1882-1932). Padorno, Eugenio (1997). Palinuro en medio de las olas. Perdomo Hernández, Guillermo (2009). Saulo Torón – Fernando González. Epistolario de la Edad de Plata. Pérez, Bruno (2005). Un ensayo sobre la escritura moralesiana de la ciudad de Las Palmas. Rodríguez Padrón, Jorge (1991). Lectura de la poesía canaria contemporánea. Santana, Lázaro (1987). Modernismo y vanguardia en la literatura canaria. Suárez Cabello, José Juan (1985). Introducción al estudio de la lengua poética de Tomás Morales. Torre, Claudio de la (1964). Geografía y quimera. Valbuena Prat, Ángel (1937). Historia de la poesía canaria.



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