Por un consejo mundial, ambiental y social, Paul de Backer

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26/11/10

Por un consejo mundial, ambiental y social Paul de Backer* ¿Fue Copenhague 2009 un verdadero fracaso? Sí, si consideramos que los representantes de más de 170 países (después 178, en Bonn a principios de agosto), no lograron establecer un acuerdo sobre las causas, responsabilidades, soluciones y la realidad misma de los efectos del calentamiento global debido a la actividad humana. Y en esa línea de pensamiento, establecer un acuerdo para salvar el planeta, ¿por qué no? No lo fue, si consideramos que desde las cumbres de Río (1992) y de Johannesburgo (2004), una organización mundial toma forma, organización que –la necesidad obliga, sin importar los obstáculos- reúne a tantos miembros como las Naciones Unidas y esto en torno a un problema –unos problemas- que fueron ignorados desde el comienzo del siglo pasado. En un futuro muy cercano, no se tratará solamente de negociar sobre las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), sino sobre el futuro de la agricultura y de la alimentación, de los recursos –no petrolíferos-, sobre las energías que llegan a un punto culminante… la lista no es exhaustiva. Entonces, ¿Copenhague fue un fracaso? Sí, en cuanto a sus resultados, inexistentes, pero no en cuanto a su movilización mundial. Hay tres razones de su fracaso, que habrá que corregir –si todavía es posible- en Cancún, y sobre todo a sus consecuencias inevitables: los intereses en conflicto están ocultos, los verdaderos temas no están sobre la mesa de negociación, la mayoría de las partes no está representada en los acuerdos. Examinemos esas tres causas principales del fracaso de Copenhague y cómo podríamos remediarlo. Los intereses en conflicto están ocultos Sólo los suicidas no estarían de acuerdo en salvar el planeta. Pero cuando se trata de concretizar, todos los políticos del mundo invierten los términos del célebre “think global, act local” (pensar globalmente, actuar localmente). Ello deviene en realidad: piensa localmente (mi reelección, mi carrera, nuestros bancos, nuestras industrias, * Traducción libre de J.M. Ramírez.

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etc.), actuar globalmente (los GEI, la biodiversidad, el océano, el bosque del Amazonas, etc.). ¿Por qué ese comportamiento esquizofrénico universal? Simplemente porque permite soslayar los conflictos reales de interés: económicos, financieros, sociales, militares, ideológicos… Después de la guerra mundial de cincuenta años (1914-1945) en el siglo precedente, seguido de una guerra fría que no se extinguió sino a fines del mismo, nuestros representantes en la mesa de negociación parecen no haberse dado cuenta de que los conflictos no pueden resolverse mas que reconociéndolos y buscando compromisos. Pedir a los bancos y a los fondos de inversión que obren por el futuro del planeta, o a las naciones de la joven Unión Europea, a la Rusia convaleciente y a la China o la India apenas emergentes, sin reconocer sus intereses, es ocultar la realidad de la lucha por el poder. Esa misma realidad existe en las religiones, las empresas grandes y pequeñas, las entidades lingüísticas o étnicas. En los conflictos, no hay históricamente mas que tres formas de solución: aplastar al adversario, sofocarlo, o negociar. Si Río, Kyoto y Johannesburgo fueron éxitos mediáticos, es porque en ningún momento afloraron los conflictos de interés, y mucho menos se evocaron. El fracaso de Copenhague, si es que lo fue, se debe al hecho de que al tratar concretamente la disminución de los gases de efecto invernadero, los intereses contradictorios surgieron de inmediato, sin ser invitados. Al punto que los participantes europeos -como Francia- fueron excluidos de la reunión final. Es tiempo de que los protagonistas pongan sobre la mesa los intereses que quieren salvaguardar o adquirir. Los verdaderos temas no están sobre la mesa de negociación El Tratado de Versalles (1919), en buena parte inspirado por el idealismo -y el interésde Woodrow Wilson, tenía como objetivo "la paz en el mundo". La Sociedad de Naciones, creada con ese impluso, se parece a la sucesión de Cumbres de la Tierra a las que hemos asistido después de "Río 92". Esta vez, no se trata de salvar la paz, sino de salvar el planeta. Conocemos lo que siguió al Tratado de Versalles. Simplemente había dejado de lado los verdaderos temas, que eran el predominio económico, militar y financiero de Estados 2


Unidos, el poder naciente del gigante comunista ruso y el declive evidente de las hegemonías europeas en el hemisferio sur. Fue hasta el desastre humano y económico de la última fase de la guerra mundial (1914-1945), que vimos nacer una ONU y un Consejo de Seguridad, cuyos objetivos eran bastante más modestos que el paz en el mundo: constituir una base permanente de negociaciones. La negociación de Cancún, y las que le seguirán, deberían inspirarse de ese raro ejemplo de éxito que consistía en redistribuir el poder entre lo que entonces se llamaba "las grandes potencias". Los temas del proceso de negociación que se sostiene deficientemente se refieren, dos generaciones después de Bretton-Woods, a la redistribución del poder entre las economías dominantes -Estados Unidos-, las economías convalecientes -Rusia-, las economías renacientes (la Unión Europea) y sobre todo las economías emergentes, el BRIC. Los temas se encuentran en la búsqueda de un nuevo equilibrio mundial, más que en la salvación del planeta. Ese equilibrio supone una transferencia masiva en los años por venir, de medios educativos, de servicios y de producción, del Norte hacia el Sur (China y la India no necesitan más esa transferencia, está hecha), y sobre todo hacia África, la región más desheredada del planeta. La mayoría de las partes no está representada en la mesa de negociación Los intereses económicos y financieros no están invitados, pero están presentes -a través del cabildeo- de forma muy evidente en las posturas de los diplomáticos y altos funcionarios. Los sindicatos de los países democráticos no están invitados, pero pesan obviamente sobre los políticos presentes. Las ONG no están invitadas, pero pesan sobre los medios de comunicación y la opinión pública. Los científicos no están invitados, pero diplomáticos y políticos negociantes solicitan su opinión, aprovechando para recordarles que los fondos para investigaciones dependen de la buena voluntad de los estados o de los fondos privados. Los medios de comunicación están invitados, no para aportar su granito de arena a lo que observan día a día, sino para reportar lo que se dice o se escribe entre los profesionales de la negociación. Y, en el colmo del surrealismo, la juventud -organizada o no-, no está invitada. "Sire, no se negocia con los amigos, se negocia con los enemigos", decía Talleyrand a Napoleón en vísperas de la desastrosa campaña rusa. Si Cancún quiere tener éxito, es 3


necesario poner sobre la mesa los conflictos de interés. Después, reducir las ambiciones, no a salvar el planeta, sino a definir el único tema que importa para hacerlo: la redistribución de poderes más allá de lo que se habría logrado con la ONU y el Consejo de Seguridad desde hace más de cincuenta años. En fin, será necesario inventar un sistema de representación -real y no oculto- de los actores participantes. ¿Es una utopía? No más que la constitución de la ONU y el Consejo de Seguridad en 1945. Si realmente el planeta está amenazado, hay que obligar a los actores a reunirse, probablemente bajo la égida de la ONU -que ha dado prueba de utilidad, pese a sus imperfecciones- en un Consejo Mundial Social y Ambiental. Un organismo tal debería al menos tener la importancia del actual Consejo de Seguridad. Y, si es necesario, de un tribunal internacional de crímenes contra el ambiente. Si Cancún sienta las bases para una organización como ésta, entrará en la historia. Si no, será la enésima reunión que definirá cuotas de emisiones o de reducción de contaminantes, cuotas que -todos lo sabemos- serán barridas con la primera borrasca político-económica.

Sobre el autor Paul de Backer es autor de La administración verde, y Los indicadores financieros del desarrollo sustentable. Es presidente del Colegio de Altos Estudios del Desarrollo Sustentable (Rhône-Alpes) y antiguo directivo de Solex-Zenith PLC (Londres). Fuente DE BACKER, Paul. "Pour un conseil mondial environnemental et social", Diario Le Monde, Francia, 26 de noviembre de 2010 [en línea]. Dirección URL: http://www.lemonde.fr/idees/article/2010/11/26/pour-un-conseil-mondialenvironnemental-et-social_1445142_3232.html#ens_id=1445581 (todos los derechos reservados).

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