Bitácora uno

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Año 0, número 1

Difusión de arte y cultura

Bimestre Julio-Agosto

vía Amsterdam

Contenido: *Prefacio a los Soliloquios (Ensayo, p.1) *22 aforismos (Filosofía, p.3) *The Seventh Verb by Hans Giébe (Lírica, p.8) *'El vendedor de ideas'(Narrativa. P.18)

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*La persistencia del olvido. (Fotografía. P. 25)

*A manera de minificción(p.35)


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Un breve prefacio a los Soliloquios al Olvido 'Soliloquios al olvido' es un título que he retomado de aquellas líneas empolvadas que encontré en un cuaderno negro, compañía inseparable que adhería a mis manos en esos primeros 18 años implosivos. Y únicamente el título he retomado, pues no tenía la disciplina para comprimir todas las sensaciones dispersas que sobrepasaban mis capacidades y que a la fecha cuento ya con un par de miles. Las siguientes máximas son la décima parte de una selección del cúmulo de todos los Soliloquios que he escrito y sigo escribiendo. Pensamiento, aforismo, verso, proverbio, sentencia lírica o, sencillamente, soliloquio, es una forma de micro ensayo que significa comunión directa con la soledad, diálogo interno, pero a la vez, elaborada fabricación de la voz del otro en uno mismo, radiante quietud que lo dice todo, enmudecimiento frente al exterior hecho armonía a base de un lenguaje íntimo. Aparezca alguien que certifique en su interior una de estas máximas, desnudo ante sí mismo, y compruebe en propia voz el peso de cada palabra. El complemento que lleva el título (“... al olvido”), fue escrito con la intención primigenia de considerar la presencia del otro a través del signo gráfico sin dejar de sostener que todo esfuerzo de la inteligencia por sobrepasar el tiempo es simple vanagloria. El objeto de estas sentencias es el de adquirir un diálogo tenaz y descarnado, directo, libre, sin la menor intención de rendir cuentas a la moral, a la religión, a los usos y costumbres; pero sí, a la expresión propia del acontecer diario narrado en vía de un fragmento aforístico descriptivo dictado por el susurro espectral del pensamiento. Entregarse a nuestros semejantes por medio de la palabra es un sacrificio del 'yo' para ser desvelado por la conciencia del espectador. Este giro para hacer públicos mis estigmas vivenciales es con el objetivo, casi como prueba de laboratorio, de averiguar por todos los medios de la reflexión el contenido del espeso concepto de la naturaleza humana, a partir, evidentemente, de un solipsismo radical que incluso habrá dejado a un lado los efectos de cualquier subjetivismo instransigente. Estos Soliloquios son mi absoluta confesión insular desde esa región localizada allende al 'yo', nacidos en el instante previo a la ejecución de toda reflexión. Llegarán estas sentencias ser del dominio público si desgarran la dura corteza de la conciencia colectiva. Uno solo basta para que este propósito logre redireccionar la tradicional manera de vernos frente al espejo. A partir de este punto, hic et nunc, debo decir que la denominación sustantiva o adjetiva de todo concepto por venir tendrá autenticidad, es decir, la acepción de cada palabra estará sujeta a su más exacta y precisa definición. Esto es para ahorrar paráfrasis innecesarias, como por ejemplo, el “auténtico” artista, pensador, escritor, sentir, poeta, color, etc., etc. Lo anteriormente dicho es con la finalidad de excluir todo aquél o aquéllo que no cumpla con una congruente definición y delimitación de su esencia. Me explico, cuando hablamos de un escritor o un artista, nos extendemos en el dominio pleno de su concepto. Así, la farsa y las fórmulas de un enunciamiento pedestre no deben perturbar nuestros términos y conceptos que vienen engalanados con cada palabra o frase por aparecer. Recordar, como muestra, el término de reverberación, al cual S. Teresa de Jesús le ha otorgado (hasta el momento) la más alta definición, de tal modo que los hombres que se encuentren en vías de practicar el 1


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misticismo, se hallarán con el inevitable estudio y comparación frente a la Santa al encontrar las analogías respecto a la reverberación' sin embargo, los niveles de entendimiento y uso respecto a este concepto serán tan diversos como los practicantes mismos. La verdad seguirá siendo un ancla que nos fije en este océano de subjetivismos. En todo caso, esta es una advertencia con la firme intención platónica de aproximarnos a la pureza de las ideas. Es del conocimiento de todo lector que hay aforismos de una hermosura incomparable en la voz de pensadores consagrados como el divino Pascal, G. C. Lichtenberg, Erasmo de Rotterdam, La Rochefoucault, Diderot, Nietzsche, Kierkegaard, Canetti, Kafka, Cioran, o en el reservado pero no así menos lúcido, Julio Torri. Todos ellos iniciados en esta sintética forma de expresión creada por aquel médico que estaba interesado por algo más que solamente antídotos y ungüentos: Hipócrates. Quizá la mayor parte de esta forma literaria ha sido basada en cierta medida imitando el estilo proverbial del Antiguo Testamento, y, me atreveré a decirlo, en la práctica popular de la paremiología (refranes) que es lúdicamente recitada en todas las regiones del planeta con el toque propio de cada cultura, elevando a apotegmas universales su propia manera de entender la realidad del mundo. No obstante, y tomando su propia expresión, un soliloquio es un desgarramiento reflexivo de una confesión y ahonda los pasajes personalísimos de una existencia integral. Es un apunte instantáneo que captura la fugacidad de la reflexión, a veces tan simplificada como un dicho popular, otras como una aserción cínica y oportuna que en ocasiones es tan complejamente filosófica que llega a extenderse por más de una línea, como es el caso de un metro de Boecio, un proverb of Hell' de W. Blake o un parágrafo corto del Tractatus Logico Philosoficus de Wittgenstein. Atrevimiento el mío que sobrepasa la capacidad de mis facultades, si es que las tengo, de un ejercicio meditativo que busca depurar el espacio que le corresponde al momento de usar la palabra y encerrar en una grafía concreta, escrita e impresa, las abstracciones que hacemos día con día. Quien de soslayo o con un hastío tras de sí urgue mis siguientes Soliloquios, le pido encarecidamente no olvide que fueron macerados con el suave dolor y la dicha fugaz que anhelaron redirmirse en una sola voz repleta de esa sed inextinguible por deshebrar el enigma de la vida. Partimos de que esto que esta escribiendo es un 'yo', y esta abertura, lector estimado, será nuestro génesis metafísico.

-Hans Giébe Amsterdam, 2013.

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Para continuar siendo uno mismo es necesario ser otro. *** En esencia, toda grafía es una prisión.

*** El pensamiento, cuando murmura, empaña el cristal de la palabra. ***

La poesía es un viaje exótico por la sencillez de la materia.

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El negro no es un color, es ausencia de color, ausencia de luz.

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Todo es espacio y hasta la nada ocupa un espacio. *** 3


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El único interés del hombre: duplicar la potencia de sus deseos, triplicar la de sus insatisfacciones.

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No vivas por un precio menor a la eternidad.

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¿Y si la filosofía no tratara más que demostrar lo complejo de lo simple y lo simple de lo complejo? Lo habríamos comprendido todo.

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Una probablilidad débil beneficia al reino del azar.

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Existir es como una espesa gota de sangre en el agua. Somos rojas espirales diluyéndose en la transparencia de la nada.

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Cada quien encuentra la verdad conforme al dictado de sus pasiones. *** Los mejores versos se logran por decantación de las esencias.

*** Nada hay más real en un sueño que las emociones. ***

Después de todo, la vida es una fruta amarga que se debe comer con dulzula.

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La materia crea al tiempo. El tiempo es un accidente de la materia. Sin materia no hay tiempo.

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El sentido de las cosas está en constante construcción.

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Los símbolos permiten que yo sea visible para el otro.

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La muerte es inminente, y si la muerte es veraz, la vida también debe serlo. El sueño goza de ambas cualidades, de lo vivo y de lo muerto. Es allí justo donde uno debe permanecer, en una realidad continua y delirante. ***

La soledad es indolora. El dolor aparece si nos resistirnos a aceptarla.

*** Cada uno defiende lo que a su condición pertenece. Aunque esa defensa sea una justificación no reflexiva.

*** La realidad es un coincidir entre de lo que está ahi y lo que está en mí.

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The Seventh Verb By Hans Giébe

http://7verbs.blogspot.nl/

The Seventh verb es un espacio donde los versos crean la dimensión y el sentido, el color y la luz del verbo derramado en la palabra. Aquí estan seleccionados siete textos en tres idiomas, inglés, francés y espanol. Los que han sido mayormente leídos. El autor se ha propuesto publicar uno cada día, si la inspiración lo permite.

la revelación

Yo soy la revelación del fuego, el reflejo del ocaso sobre el mar salvaje, la inquietud de las estatuas sacras y el oído pleno de la libélula.

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Cuando llega la noche soy los siete encantamientos del verbo. El perfume de mi palabra es para esfinges y aves. El amor que me profesa la luna es inexplicable como el dolor resignado del suicida. Mi espejo es un lago cenagoso de claridad superflua, porque en el fondo, yo soy como todos, agua turbia sobre arena. *** 9


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DEVOTION TO THE NIGHT

Under your gate my offering of voices in flames. On the forest trail your precious daughter waiting for me. They called her, Selene. Near there is a river with thousand reflexes dispersing luminosity and pale flashes where

I've found a bunch of traces of my perfect human form. They evoke me, but my eyes are not enough to see all those creatures of dust. We, sublime nocturnes, moon lovers,

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lonely islands of silence, We devour fireflies every freezing night to appease our furious hunger of light.

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LE COURBEAU

Dans la matinée, me revéille le croassement lugubre du corbeau. Ce n'est pas un stéréotype fixe dans ma tête que les corbeaux abritent le maléfice; c'est une invitation claire à la pègre de l'inerte à laquelle je résiste à dire oui.

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Cent reminiscences

Comme un animal je m'assoupis, éveillé bondis mugis m'enrage à lécher le visage secret de la matière noire, tourmenter moi-même à connaître l’inconnu sans savoir comment ils ont su que rien ne peut se comprendre avec un pulsation cassée et un esprit déjà boueux chose blessée fracturée dans cent reminiscences décollées. ***

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Tu sombra

Ten cuidado con el último fragmento de pureza que te queda. No lo pierdas. Lo necesitarás para negociar con los otros algo de tu escasa humanidad. ¿Recuerdas cuando las palabras valían y los besos solían ser tímidas caricias? Esos tiempos no regresarán. Ya no somos ni siquiera lo que alguna vez describimos con infantil orgullo en los gruesos volúmenes de historia. La fotografía que tanto te complacía bordear con los dedos frente a tus vívidos ojos, se oxida, se desascara lento, cruje, se rompe. 14


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Se difumina la poca autenticidad de tu nombre. Eres uno más de esos salvajes modernos, uno más de los que anhela el pasado, la sencillez de un corazon honesto, los frutos dulces de la amistad sincera o una mañana de simples alegrías. La nostalgia por los sentires auténticos te inunda. Tienes sed de ti mismo. Tu último fragmento de pureza se escurre con la arena de tu rostro. Ya no tendrás nada para negociar más que tu sombra. ***

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bare feet

Whoever walks this earth will understand the pain of the flowers by the premonition of their last sunset and he will admit in his own flesh his faint permanence with the bare feet in the mud. ***

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a mi pluma

También poseo objetos religiosos que llevo conmigo a todas partes, pegados, íntimos como mi sangre. Su punta de metal a tinta roja lleno, rasgo el papel con mis pensamientos tan hondo como el dolor de la carne. La custodié una noche serena, cobijado por un silencio alunado y la autoridad plena de los búhos. La blando si vulnerable me hallo sobre esta soledad hambrienta que pide sacrificar lo más amado. De mí guarece lo mejor, es arma, es pasión, alivio de negras angustias en el área más luminosa de la nada. Sostén de mi flama. tesoro divino dibujando versos me revelas los senderos intangibles de lo vivo. A esta le escribo, a mi pluma, con la que a diario me exorciso. ***

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El vendedor de ideas

abía caminado durante horas y no podía hilar la primera frase para dar inicio al siguiente capítulo de una historia destinada al caprichoso mundo de las letras. Mi editor, como es de costumbre, me recordaba constantemente la cláusula del contrato, y, en específico, un cuarteto de palabras: 'una novela por año'. El plazo estaba a punto de vencerme: faltaba casi un mes para cumplirse el año. Por otra parte, yo sólo había garabateado algunas líneas, la mayoría de pésimo gusto. Decidí revertir mis errores, si eso es posible, y acordé en lanzarlas al hambriento fuego de la chimenea. En los claros del bosque había algunas bancas cubiertas de moho, rústicas e inmóviles. Tomé un descanso. Personas que paseaban al cobijo de un sol nítido y estático, sin nubes que contrastaran su virulenta flama, se entregaban al festín del día domingo que les pertenecía por pleno derecho laboral. Familias y lisiados, parejas amorosas y alguno que otro solitario. La banca que elegí era un tronco partido a la mitad con la parte lisa y verdosa hacia el cielo, reservada para dar una pausa a estos breves asuntos que me agobiaban. Hemos de saber que una persona en ocasiones le preocupa demasiado el rayón que no puede borrar sobre el cofre de su auto, las arrugas indelebles que aparecen en la frente o, en mi caso, el redactar una historia vendible y de éxito para un público medio. Hay de preocupaciones a preocupaciones. Y la mía, en términos de vida o en términos de muerte, era una preocupación de rutina intrascendente. La banca de madera vieja y porosa, se conjugaba con el verdor que por sus bordes se extendía, incluso las manchas blancas, como sello irrefutable de que ese objeto es para los palomas su preciado toillete, y para mí, un amplio asiento a la medida de mis cavilaciones. ¿Por dónde empezar la narración? Es el gran problema de un escritor en voga. No lo sería para un escritor apasionado, con ímpetu y convicción... el asunto radica en que las ideas ya no fluyen dentro de un pecho contaminado de efectos, es decir, cuando un escritor empieza una narración por el final es seguro que su historia será un puñado de paja y pasto. Indigerible para un criterio refinado. El final que se anhela es siempre el mismo: un ego hinchado de idolatría, aplausos, y, por supuesto, 18


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de gloriosa vanidad. En cambio, el franco escritor atisba si acaso la dirección que tomará su pluma. El principio de cada historia es un impulso primigenio e inestable, escurridizo como la naturaleza misma. El arte y la letra van de la mano hacia un orden superior e incomprensible que ninguna relación guarda con aquellas tan pueriles goces de un status social respetado. Incluso sabiendo la ruta y los peligros de la actividad de un escritor, yo estaba completamente seco de inventiva, árido de creatividad. Todos mis signos habían estado en coma. Al parecer, fue por el abuso de este carácter disoluto mío aunado a una placentera decidia y mi cínico carácter taciturno. Llevaba una vida perfecta de zoológico: comer, copular y dormir. Si me faltó mencionar el trabajo fue porque ese aspecto apenas y existe... y no es el trabajo en sí el que le da la fuerza a este círculo demoníaco del absurdo, sino la redondez de la moneda, cosa que a veces es tan ridículamente asequible que no se requiere del esfuerzo: 'vivo de rentas', frase que sintetiza un sentido de vida tan hosco que se resguarda con cierto recelo entre las masas. Mi caso era peor. Firmar un contrato puede llegar a ser la más cruel de las torturas, y, aunque viviera de mis rentas, alguien siempre estaría a la orden de exigirme aunque sea el mínimo de atención: “Disculpe, ¿dónde se encuentra la calle...?”, ¿usted no es de por aquí, cierto?”, “¿hace cuánto que vive por aquí?” Los trinos furiosos, naturalmente desatados por una discusión conyugal de seria importancia, y el silbido agudo de los insectos, hacían que volviera constantemente en sí, pues estaba tan agotado que ya no deseaba moverme de ese lugar; es más, anhelaba que me salieran raíces para quedarme pegado al suelo de una vez por todas, nutrirme del sol, de la tierra y la lluvia por los veranos y jamás volver a dar ni un sólo paso hasta secarme de pies a cabeza. Estaba decidido. No me movería más. Ignoro cuánto tiempo llevaba observando la tortura interna que brotaba espontáneamente por mis ojos, pero se había instalado un sujeto en el mismo tronco que yo previamente había reclamado como de mi propiedad, el único rincón que podía poseer y defender hasta las últimas consecuencias y que estaba listo para ingresarlo con mi nombre en el registro de bienes inmuebles. Su aspecto era el de una persona con fatigas repentinas. Parecía que habiendo dejado en reposo las cansadas extremidades, su auténtico agotamiento radicaba en el simple hecho del descanso. De ojos pequeños y cabello cano que le llegaba hasta los hombros; la ropa maltratada por el uso, pero aún no desgarrada, y ese olor terrible a cigarro agrio fermentado fue el que me hizo voltear bruscamente a mirarlo. -Buenas tardes -me dijo suavizando su voz. -Buenas tardes -le contesté adaptándome perfectamente al ánimo de su pregunta. -Este lugar es perfecto para tomar el fresco de los árboles -y diciendo esto sacó del bolsillo de su amarillento saco un puro a medio uso y unos cerillos, agregando la etiqueta a su comentario, '¿le molesta si fumo?', con un prolongado gesto de petición . -No, no, adelante -le dije con cierta súplica fingida. -¿Viene aquí frecuentemente? -le pregunté. -Regularmente, a veces por la misma razón por la que usted lo hizo hoy, sin ofender -me contestó con una seguridad que no me fastidió y hasta se me dibujó en el rostro una sonrisa burlona. -¿A qué se refiere exactamente? –le dije. -Uno viene a estos lugares no precisamente a descansar, sino a flexionar un poco la monotonía de nuestras acciones, ¿no le parece? A ablandar la rutina que ni siquiera llega a ser una obligación 19


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concreta. Rutina de pasear, rutina de masticar, de amar, de trabajar... usted sabe, de esas inumerables rutinas de las que no podemos escapar, actividades que jamás podemos evadir. Me daba la impresión que aquél sujeto me había observado en ocasiones anteriores, quizá en un supermercado, afuera de mi casa a través de esa enorme ventana que dejaba con la cortina abierta y cualquier transeúnte podía ver con nitidez mi silueta hasta presionando el control remoto del televisor, o incluso, pensé que algo tenía en relación directa con el plazo que me restaba para entregar mi manuscrito y que era una clase de inspector en incógnito enviado por mi editor. Bastantes especulaciones y quizá ninguna era acertaba. -Estoy de acuerdo con usted- le contesté después de un breve lapso mutismo interno. Y en verdad lo estaba, pero sólo con sus palabras, ya que no sabía la intención oculta de su comentario. -¿A qué se dedica?- le pregunté casi con brusquedad. -Soy comerciante, me gustan los negocios y especialmente las ganancias, los dividendos jugosos- me contestó con una gracia de cómico. Por un instante yo no pude comprender cómo coincidía mi estado de ánimo con el de un comerciante, y qué podría saber él de los límites de lo que significa ser una persona dedicada a crear historias más o menos reales. Sin embargo, por esa misma razón me interesaba expoliar las emociones de su rostro a través de nuestro inesperado diálogo. Me formuló la pregunta que en lógica ordinaria da paso al orden subscuente: -Y usted, ¿a qué se dedica, amigo? -Escribo, prosa de preferencia...- aclaré. -¡Un escritor! -interrumpió con cierto entusiasmo. -Sí, de casi nula fama -agregué-. Sólo que últimamente no he estado concentrado para crear una historia, los personajes me parecen los mismos y he agotado la frescura de los diálogos espontáneos. -Le falta un poco de inspiración. Es normal. Supongo que está en ese intermedio que se requiere entre una obra y otra, ¿no le parece? -Creo que eso es -le dije con relativa sinceridad-, pero tengo poco tiempo para elaborar una que me convenza y entregarla al editor... creo que sacaré algo del baúl que será suficiente para cumplir. -Mmmm... –murmuró algo pensativo- me imagino por lo que pasa, amigo. -Sí, pero es tan sólo un detalle del oficio, ya me llegará la idea que necesito-. Le miré directo a los ojos descargando un poco de preocupación y creando un breve silencio... -Le vendo una. -¿Cómo dijo? –contesté, entre escéptico y desatinando el sentido de su propuesta que encerraba esa inconsecuente frase que rehuía de mi comprensión. -Que le vendo una idea... -me lo repitió con un tono inquietante-. ¿Le comenté que soy comerciante no es así? Vendo de todo, nací para el negocio y es mi profesión de estirpe y de casta. -¿Es una broma? ¡Pero cómo usted podría venderme una idea! -le dije con un tono ya rayando en la burla y el sometimiento. 20


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-Yo comercio con todo tipo de cosas, incluyendo las ideas... La demás mercancía la he dejado en mi casa, pero una idea es fácil de transportar, no necesita de mucho espacio... y casualmente le compré un lote completo hace algún tiempo a un extranjero con facha de gitano. ¡Si lo hubiera visto! Yo lo escuchaba ya absorto en su peculiar e inesperada propuesta, cuestionando en mí acerca de la estabilidad de su juicio. Muy en el fondo me había relajado pensando en la desgracia de aquél pobre mitómano. -El papel donde las traía escritas -continúo- ¡ya parecía un trozo empolvado de los rollos del Mar Muerto! En definitiva, este aprendiz de arqueólogo explorador ya empezaba a mostrar su defecto más visible: la longitud de sus ingenuas quimeras. Y sin embargo, por mera distracción continué suministrándole más preguntas casi al azar. -¿Pagó mucho por aquellas ideas? ¿Cuántas eran? ¿De qué tratan? ¿Son originales? -¿Que si pagué mucho? ¡Tuve que vender hasta mi casa por aquel entonces! Pero valió la pena el esfuerzo y he desquitado con creces aquella inversión. Con sólo dos ideas vendidas pude recuperar mis pertenencias y hasta triplicarlas. El largo y maltratado papel contiene 28 ideas de indiscutible potencia. Todas son completamente autosuficientes y abarcan distintos campos del conocimiento. Pero se han utilizado más de la mitad y yo he vendido dos... así que me quedan 11. Tres son del ramo de la biología, dos de astronomía, un par de nanotecnología, una de matemáticas, otra más de música y me restan dos de literatura, para su fortuna, amigo. '¿Para mi fortuna?', me lo repetía entre dientes a manera de que él no pudiera percibir el sentido de mis cortadas palabras. Ya estaba perdiendo la escasa coherencia aquella charla, y ese aire de confianza que bordeaba su frente empezaba a fastidiarme. Aislando mis arrebatos, supe que ante mí tenía a un personaje de peso para una novela corta sui generis. Lleno de altivez partando un atavío de clásico indigente y promoviendo el éxito de su producto como todo vendedor lo sabe hacer: creyendo ciegamente en su propia farsa. No obstante, estaba decidido a terminar aquella conversación inusual mientras no cayera en el exceso de la verborrea, y le dije: -Estoy intrigado, ¿podría contarme de alguna idea que haya vendido? -Con todo gusto, le pondré de ejemplo la más reciente –asintió-. “El material bidimensional de grafeno”, ¿sabe en qué consiste? -No. Le escucho. -Esta idea se la vendí a un ruso... nos conocimos en Köln. Trata acerca del uso del carbono a nivel cuántico, ¿se imagina una lámina tan delgada como un átomo? La formulación en lenguaje matemático yo se la proporcioné por una cantidad irrisoria. Le vendí una idea que revolucionará considerablemente la vida cotidiana; por ejemplo, cuando vaya a comprar usted su nueva y sofisticada versión de ese aparato que lleva en la palma de su mano y que abarca una infinidad de usos y que ya no puede salir a la esquina sin él, se acordará del “material bidimensional de grafeno” –con una voz serena conluyó-. En general nunca sabemos de dónde provienen esos objetos a los que tanto nos hemos acostumbrado y que nos rodean, cómo nacen y cómo transforman hasta en lo más íntimo nuestra realidad. 21


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Se había posesionado de él una confianza en su discurso que ya no podía deshacer. Me empujó desde una posición escéptica hasta el otro extremo y llegué a ser su atento interlocutor. La curiosidad se había vuelto mi verdugo. Yo estaba a la orden de los giros que daba su pausada voz. - La verdad apenas y se asoma entre las centurias, ¿no lo creé así? –prosiguió-, pero al final siempre hace su triunfal aparición para darle otra vuelta a la forma de las cosas completamente distinta a la etapa anterior. Quería saber más acerca de su ligera y, paradójicamente, opresiva carga. Esos papeles que lo colocaban en una posición superior a la mía, por lo menos en su imaginario, y que le daba la facultad de expulsar sus palabras con inigualable credulidad e ingenio. Yo quise saber más y no pude contener la necedad primitiva que contiene cada pregunta en su esencia. -Y la persona de quien obtuvo ese pliego de valiosas sentencias, ¿era el mismo autor de esas abstracciones? -Parece que no –replicó automáticamente-. Está muy maltratado el rollo donde han sido apuntadas, yo traigo conmigo una copia que elaboré a mano, hecha girones y comprimida que llevo la mayor parte del tiempo conmigo casi pegada a la piel. También le pregunté a ese hombre si era él o si conocía al genio detrás de los postulados. Me respondió que no. Lo único que sabía era que tenían una procedencia y autoría incierta, él lo adquirió en Rimini, Italia, y dijo que podrían ser de una época inimaginablemente remota. Me mostró un párrafo borroso en el que se alcanzaban a distinguir algunas palabras, entre ellas, caravana, Alejandría, Siena, casi juntas como si fueran una sola. Al final, con distinta tipografía, un nombre, al principio me pareció que decía Eratósten o Erastóston. Sospeché que aludían en su conjunto a aquel ingenioso griego, Erastóstenes, y al modo en que se ganó el respeto de la posteridad por haber medido la circunferencia de la Tierra utilizando un par de principios geométricos y la ayuda de una minuciosa intuición de astrónomo. Con una sencilla pero poderosa fórmula demostró la redondez de la tierra... ¡hace más de dos mil trescientos años! Este fue quizá el primer planteamiento del conjunto de estas grandiosas postulaciones. - Sabe usted de qué trata esto que he leído, ¿no es así? –me dijo con una voz tranquila-. -Sí, sí... –le contesté un tanto pensativo-. El griego... es usted un coleccionista, un bibliófilo, si usted poseé el auténtico documento podría ser incalculable valor. -No me interesa vender el original, sólo una idea si se llega a presentar la ocasión. Pero, volvamos a lo nuestro, antes de que me tome por un charlatán, su atención la voy a saciar con evidencias. Aún tengo más, un breve compedio de distintos y raros manuscritos. Usted es una persona que conoce de asuntos relativos a su profesión, creo que comprenderá al instante la calidad de esto que le voy a ofrecer. Hizo una pausa y hurgó en un morral que apenas y se distinguía en su espalda, pues los pliegues de la ropa se adherían unos a otros adjuntados en una sola pieza. Despegó el broche y cuidadosamente se bañaba de luz un paquete delgado de hojas amarillentas intercaladas con otras tantas de papel en blanco. Eligió un conjunto de unas diez cuartillas que se distinguían de las demás hojas porque su cubierta era de una capa delgada de cuero, enredadas con un cordón del mismo material. Las puso sobre mis manos.

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-Puede revisarlas... por ver no se paga, además usted ya es de confianza-. Diciendo esto, tendió su mano hacia mí con los folios tostados y decoloridos como la hojarasca. Entre esos papeles arrugados y casi en pedazos, el manuscrito tenía una firma al margen que me sedujo incontrolablemente hasta la conmoción, me arrebató el escaso aire que había sostenido en el paladar y pude imaginarme al ver ese ilustre y legible apellido en letra cursiva y ligeramente inclinada hacia en frente que recorría toda una historia fuera de lo creíble. Leí un pequeño apéndice bajo la última página que revelaba el origen de aquellas líneas ebrias de poesía... ¡Era Rimbaud, el brillante genio de las letras francesas! Posiblemente esos versos pudo ensayarlos previa su llegada a Abisinia y posterior a 1875, cuando todos habíamos creído que se había retirado en definitiva de la resplandeciente agua dulce de la poesía para, inexplicablemente y por propia decisión, llegar a ser un ordinario traficante de armas buscando la vulgar prosperidad como si fuera un hombre común, ser una cifra más, indistinguible entre millones de todos esos nombres disecados. Al palpar mis dedos esa contradicción que el arte suele engendrar, supe que tenía un tesoro de incalculable y atractiva belleza. -Léalos...–me sugirió con una alegría robada de mi propio rostro anonadado-. ¡Adelante, amigo! ¡Pierda el miedo ante un manuscrito original! Me permitió leer unas cuantas líneas... y de entre una pequeña multitud de letras extraje los siguientes versos: "Le voile va au paysage immonde, et notre étrange patois étouffe la flûte. Aux centres nous injectent la plus belle prostitution. Nous massacrerons les agitations logiques. " Violencia incontenible en sus metáforas de fuego. ¡Debía ser Rimbaud! ¡Era el mito vivo estrujando otra vez nuestros corazones! Tenían esas palabras los vestigios de su juventud y el inconfundible estilo de aquél salvaje iluminado que revolucionó la poesía hace más de cien años... se podía percibir un aroma luciferino entre los versos como si estuviera leyendo una secuela de aquel visionario libelo “Une Saison en Enfer”. ¿Qué más podría poseer aquél hombre de porte estrafalario? ¿Con qué otros manifiestos del misterio me sorprendería? Me era imposible debatir más con él y retarlo a comprobar sus alegatos. No podía. ¿Y si en ese bolso de piel seca cargara consigo todos los finales que jamás colocó Kafka a sus obras aparentemente inconclusas? ¿O los bocetos para una sin igual novela de Sor Juana Inés de la Cruz, o algunos ensayos sobre estética de Marcel Proust? Mi cabeza giraba en torno de una tormenta de imágenes y nombres de ilustre grandeza. Me quedé suspendido en alguna zona del vacío. Me deslizaba desde especulaciones sublimes acerca del futuro de la literatura hasta llegar finalmente a mis más ordinarios y triviales intereses. 23


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-¿Qué precio... tiene la idea que me ofrece? Me dirigí a él con una tamblorosa propuesta como arrojada desde otros labios. Ya no me interesaba hurgar más su contenido, tan sólo quería hacerme de su presencia física enclavada en alguno de esos maltratados papeles que él portaba. Con ese material sería suficiente para imaginarme una muultitud de situaciones meramente literarias. Un par de versos de Rimbaud bastaban para crear una historia avasallante. Era evidente que yo estaba convencido de la calidad de lo que me vendía. Me disponía a negociar una cantidad por un par de pinceladas que me mostraran el camino de un éxito irrevocable en las letras. -Es usted de escasas y frías proposiciones –me respondió serenadamente-. Me agrada su arrojo y la manera directa de abordar los asuntos de importancia... Le propongo un precio insignificante considerando los resultados y la retribución que le rendirá mi producto. Esta mercancía es de indudable calidad, lo sabe. Tiene la característica única de rasgar lo ya establecido. Escribió una cifra sobre la piel de su brazo... la miré. Estube de acuerdo al instante. -Cinco mil euros... –le dije rompiendo ese luto casi sacro que se genera cuando se habla de dinero-. Me parece bien por ese par de folios del genio poeta francés. Mañana venga a este lugar a la misma hora... No me entregue la idea en este momento, que el trueque sea conforme a las reglas. Le dije esto último dejando entrever una sonrisa de convenio cerrado y a la vez de despedida. Estrechamos las palmas, se acomodó camisa y buscó algo en su bolsillo derecho y se dispuso a retirarse. Me inquietaba saber algo sobre él... un detalle ajeno a todo este acontecimiento inusual. Si poseía tan grandioso tesoro y, como me lo había hecho saber, había adquirido con algunas ventas una pequeña fortuna, ¿por qué no lucía algunas prendas más presentables, es decir, de acuerdo a su posición de hombre de negocios? Se lo hice saber cuando nuestras espaldas ya estaban una frente a otra y a unos pasos de distancia. -Una duda, perdón por este burdo atrevimiento, si ha acumulado algo de dinero ¿por qué porta esas prendas que pudieron haberme confundio acerca de quién era usted? Debe cambiar ese saco amarillento... -apariencias, mi estimado amigo -soltó esta frase volteándo elegantemente su mirada hacia mí-... en este mundo hay que ser un artista de las apariencias, así podremos interactuar con soltura entre nosotros. La honestidad y la franqueza directa fastidian los primeros encuentros. Conservemos la sorpresa como último recurso para curarnos esta cancerosa monotonía que nos axfixia. La apariencia también es una medida práctica para calibrar los egos. No lo olvide... y si piensa en la valía de nuestras riquezas, mi fortuna es incalculable. Yo soy el dueño de estas ideas, incluso aún más que todos esos autores ya muertos. ~Hans Giébe Mayo de 2011

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La persistencia del olvido Fotografías de MédiHAL (Blanco y negro) Archive ouverte dephotographies et d’images scientifiques y la website http://www.alltravels.com/ (a color)

Edificio cívico y biblioteca

San Pedro Tlaquilpan, pueblo de México

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Ruines de l'ancien presbytère I. San Pedro Tlaquilpan.

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Ruines de l'ancien presbytère II.

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Statue de St Joseph

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Ruines de l'ancien presbytère IV.

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Ruines de l'ancien presbytère V.

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Renuncia a-lineal

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Vista panorรกmica de San Pedro Tlaquilpan.

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Flor a plena luz.

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Ascensi贸n

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Falsa fábula I Había un sapo con un sentido del humor inusual. En una ocasión se encontró con un rey, pensativo y grávido, paseando por sus vastos feudos. El batracio notó la pesadez de su andar y el aspecto magro de su rostro. Pensó que jamás había podido reír con inocencia en toda su vida aquel cabizbajo rey. El sapo se le acerco y dijo: -Se lo ruego, mi señor, ¿podría complacerme con una sonrisa? El noble hombre miró al animalillo con cierta altivez e indiferencia, y respondió: -¿Por qué motivo debería sonreírte? La verdosa criatura lanzó una segunda pregunta: -¿Antes de hoy había iniciado una conversación con un sapo? El rey comprendió al instante, se llevó la mano a la frente y dejó salir de su garganta una carcajada convulsiva, pues estaba hablando solo frente a un animal casi como lo hacen los dementes con su sombra. ***

Hans Giébe y Arthur Rimbaud en Charleville-Mézières, Francia .

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Alianza En el principio, antes de que llegaran la luz y las sombras, vino la primera alianza entre la vida y la muerte. La primera regiría por un determinado tiempo y la segunda para siempre, perfeccionándolo todo. Un resplandor surgió del encuentro y desde entonces quedaron fijas las tediosas reglas de este juego llamado existencia.

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Hans Giébe à côté de la Tour à côté de la Tour [Au prince d'Aquitaine Gérard de Nerval]

Ô frère qui habites les ombres de la statique pierre je suis venu à ta tombe où encore ta voix s'élève nous sommes le lignée de la nuit je dédaigne les mots parce qu'ils oublient l'éternité du vent de l'aube de la brise et le chant aigre-douce des corbeaux Je veux revivre les antiques rituels du verbe, donc j'évoque le silence. ***

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Místicos y astrónomos

Vulnerada su hegemonía cegadora por intervención diurna de la nueva luna negra, la luz desapareció. Los mayas pronosticaron que un día como hoy caminaríamos bajo un eclipse copulando con enigmas.

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Limbo

Como la hormiga, escarbando un túnel con dirección al inframundo, a la matriz y la cueva, a la oscuridad que está siempre dispuesta a acunarme.

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