El mensual #15 - noviembre 2013

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el mensual de 20 minutos 15

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l restaurante, apenas un cuartito estrecho y escasamente iluminado, con la cocina al fondo y unas cuantas mesas desangeladas aquí y allá, está como envuelto en brumas. El vapor no se ve, pero emborrona toda la estancia: las fotos desgastadas que cubren cada centímetro de las paredes, las velas rojas temblando en una esquina, los típicos manteles a cuadros blancos y azules, las pequeñas piezas de artesanía que salpican el mostrador, un partido de fútbol lejano en el televisor sin sonido... Toda la escena tiene un algo de panteón romántico, una especie de decadencia. El escenario perfecto, se diría, para hablar de la muerte, si no fuese porque estos vapores son de los que huelen, y porque este olor (están cocinando pupusas, las típicas tortitas de maíz salvadoreñas) es capaz de resucitar al más muerto de los muertos. «Tamales, riguas, empanadas, yuca frita... En El Salvador, el Día de Difuntos todo el mundo prepara alguna comida especial», explica María, salvadoreña, de 57 años, cocinera y dueña del restaurante, un pedazo de El Salvador situado en una ciudad (Toronto, Canadá) donde estos días es difícil caminar dos pasos sin tropezar con una calabaza de Halloween. «Son tradiciones bien distintas –admite– aunque lo BARCA DE CARONTE de las calabazas En la antigua Grecia, enterrar a también es bonilos muertos con una moneda to. Me gusta». en la boca tenía una Como tantos explicación relacionada con otros latinoamerila mitología: que el difunto canos, María abanpudiera costearse el donó su país en busca pasaje en la barca de de un futuro mejor en Caronte al otro tierras más frías. De eso halado del río. ce ya muchos años, pero le basta pararse un momento a pensar para que los recuerdos le acudan en tromba: «En San Salvador, cada 2 de noviembre los cementerios se llenan de gente; no sé, tres mil, cuatro mil personas, de todas las edades, grandes, chicos... Vienen de todas partes... Es lo más importante ese día: las familias se reúnen. Las personas hacen un alto en sus vidas, en la prisa de todos los días, y dejan cualquier cosa que estén haciendo para reunirse y celebrar. Es un día para pararse a recordar a los seres queridos que ya no están, y para estar cerca de los que siguen estando... Los muertos, fíjese, juntan a los vivos». Decía Edgar Allan Poe, alguien que supo como nadie incorporar el terror de la muerte a sus magistrales relatos, que «a la muerte se la mira de frente con valor y después se le invita a una copa». Pocos son los mortales, sin embargo, que son capaces de enfrentarla cara a cara, y menos aún, de invitarla a la mesa, especialmente en Occidente, donde la misma idea de la mortalidad (la más universal e incuestionable verdad de las condiciones humanas), suele relegarse, como la enfermedad o la vejez, al territorio de lo invisible. >>>


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