Cuentos recopilados para niños

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RECOPILACION DE CUENTOS POR JAQUELINE MORENO



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BAMBI 4


Érase una vez un bosque donde vivían muchos animales y donde todos eran muy amiguitos. Una mañana un pequeño conejo llamado Tambor fue a despertar al búho para ir a ver un pequeño cervatillo que acababa de nacer. Se reunieron todos los animalitos del bosque y fueron

a conocer a Bambi, que así se llamaba el nuevo cervatillo. Todos se hicieron muy amigos de él y le fueron enseñando todo lo que había en el bosque: las flores, los ríos y

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los nombres de los distintos animales, pues para Bambi todo era desconoc i d o . Todos los días se juntaban en un claro del bosque para jugar. Una mañana, la mamá de Bambi lo llevó

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a ver a su padre que era el jefe de la manada de todos los ciervos y el encargado de vigilar y de cuidar de ellos. Cuando estaban los dos dando un paseo, oyeron ladridos de un perro.


“¡Corre, corre Bambi! -dijo el padreponte a salvo”. “¿Por qué, papi?”, preguntó Bambi. Son los hombres y cada vez que vienen al bosque intentan cazarnos, cortan árboles, por eso cuando los oigas debes de huir y buscar refugio. Pasaron los días y su padre le fue

enseñando todo lo que debía de saber pues el día que él fuera muy mayor, Bambi sería el encargado de cuidar a la manada. Más tarde, Bambi conoció a una pequeña cervatilla que era muy muy guapa llamada Farina y de la que se

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enamoró enseguida. Un día que estaban jugando las dos oyeron los ladridos de un perro y Bambi pensó: “¡Son los hombres!”, e intentó huir, pero cuando se dio cuenta el perro estaba tan cerca que no le

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quedó más remedio que enfrentarse a él para defender a Farina. Cuando ésta estuvo a salvo, trató de correr pero se encontró con un precipicio que tuvo que saltar, y al saltar, los cazadores le dispararon y Bam-


bi quedó herido. Pronto acudió su papá y todos sus amigos y le ayudaron a pasar el río, pues sólo una vez que lo cruzaran estarían a salvo de los hombres, cuando lo lograron le curaron las heridas y se puso bien muy pronto. Pasado el tiempo, nuestro protagonista había

crecido mucho. Ya era un adulto. Fue a ver a sus amigos y les costó trabajo reconocerlo pues había cambiado bastante y tenía unos cuernos preciosos. El búho

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ya estaba viejecito y Tambor se había casado con una conejita y tenían tres conejitos. Bambi se casó con Farina y tuvieron un pequeño cervatillo al que fu-

eron a conocer todos los animalitos del bosque, igual que pasó cuando él nació. Vivieron todos muy felices y Bambi era ahora el encargado de cuidar de todos ellos, igual que antes lo hizo su papá, que ya era muy mayor para hacerlo.

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CAPERUCITA ROJA


Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y la muchachita la llevaba tan a menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita Roja. Un día, su madre

le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado del bosque, recomendándole que no se entretuviese por el camino, pues cruzar el

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bosque era muy peligroso, ya que siempre andaba acechando por allí el lobo. Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles y se puso en camino. La niña tenía que atrave-

sar el bosque para llegar a casa de la

Abuelita, pero no le daba miedo

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porque allí siempre se encontraba con muchos amigos: los pájaros, las ardillas... De repente vio al lobo, que era enorme, delante de ella. - ¿A dónde

vas, niña? le preguntó el lobo con su voz ronca. - A casa de mi Abuelita le dijo Caperucita. - No está lejos - pensó el lobo para sí, dándose

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media vuelta. Caperucita puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo flores: - El lobo se ha ido -pensรณ-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrรก muy contenta

cuando le lleve un hermoso ramo de flores ademรกs de los pasteles. Mientras tanto, el lobo se fue a casa de la Abuel-

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ita, llamó suavemente a la puerta y la anciana le abrió pensando que era Caperucita. Un cazador que pasaba por allí había observado la llegada del lobo. El lobo devoró a la

Abuelita y se puso el gorro rosa de la desdichada, se metió en la cama y cerró los ojos. No tuvo que esperar mucho, pues Caperucita Roja llegó enseguida, toda conten-

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ta. La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada. - Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes! Son para verte mejor - dijo el lobo

tratando de imitar la voz de la abuela. - Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes! - Son para oírte mejor siguió diciendo el lobo.

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- Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes! - Son para...¡comerte mejoooor! - y diciendo esto, el lobo malvado se abalanzó sobre la niñita y la devoró, lo mismo que

había hecho con la abuelita. Mientras tanto, el cazador se había quedado preocupado y creyendo adivinar las malas inten-

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ciones del lobo, decidi贸 echar un vistazo a ver si todo iba bien en la casa de la Abuelita. Pidi贸 ayuda a un serrador y los dos juntos llegaron al lugar. Vieron la puer-

ta de la casa abierta y al lobo tumbado en la cama, dormido de tan harto que estaba. El cazador sac贸 su cuchillo y raj贸 el vientre del lobo. La Abuelita y Caperucita

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estaban allí, ¡vivas!. Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó el vientre de piedras y luego lo volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió

muchísima sed y se dirigió a un estanque próximo para beber. Como las piedras pesaban mucho, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó. En cuanto a Caperucita y su

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abuela, no sufrieron más que un gran susto, pero Caperucita Roja había aprendido la lección. Prometió a su Abuelita no hablar con ningún

desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en adelante, seguiría las juiciosas recomendaciones de su Abuelita y de su Mamá.

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LOS ULTIMOS MIL

DRAGONES


Hay muchas leyendas que hablan sobre la extinción de los dragones, pero sólo una cuenta la historia de Sir Esmile, el valiente caballero que acabó con los últimos mil dragones. Sir Esmile estudió durante años los crueles y malvados comportamientos de los dragones de su tiempo, como muchos otros, pero sus conclusiones fueron únicas e increíbles: los dragones vivían en un enfado constante, tan grande, que les hacia echar fuergo por la boca.

Así que cuando se decidió a acabar con los dragones, cambió las armaduras y espadas de los demás caballeros por algo insólito: un chiste y un carrito de helados. Cuando el primer dragón se acercaba a devorarle, Sir Esmile contó su chiste a voz en grito. Era un chiste tan bueno, que hasta el dragón sonrió, apagándose al momento su fuego, tal y como había previsto

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el valiente caballero. En ese instante, mientras el dragón reía, le ofreció también el helado... ¡qué fresquito tan agradable sintió el dragón!, después de años y años de llevar el fuego en la garganta. Y aprovechando la tranquilidad de aquel dragón que minutos antes parecía de

lo más feroz, Sir Esmile le ofreció a probar un poco de fruta, que al dragón le supo a gloria. Y es que los

dragones no comían ni fruta ni verdura, porque el fuego de sus bocas las quemaba de tal forma que no tenían ningún sabor, así que preferían comer vacas y personas,

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que aunque chamuscadillas, al menos les sabían a algo... pero claro, cuando el dragón probó frutas frescas, sintió tanta alegría y felicidad, que incluso su terrible aspecto

fue cambiando, pues también tenían tan mala pinta por comer tan mal, y en sólo unos días de vida alegre y sana, una noche el dragón desapareció, y el único rastro que quedó de él fue una linda mariposa de grandes alas de colores... Y así cuanta la historia que Sir Esmile, con la única ayuda de sus buenos chistes y un

carrito de helados, hizo desaparecer los últimos mil dragones, a quienes una nueva vida, alegre y sana, desembrujó para siempre, convirtiéndolos en bellas y adorables mariposas.

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P I N O C H O


En una vieja carpintería, Geppetto, un señor amable y simpático, terminaba más un día de trabajo dando los últimos retoques de pintura a un muñeco de madera que había construído este día. Al mirarlo, pensó: ¡qué bonito me ha quedado! Y como el muñeco había sido hecho de madera de pino, Geppetto decidió llamarlo Pinocho.

al encontrarse profundamente dormido, llegó un hada buena y viendo a Pinocho tan bonito, quiso premiar al buen carpintero, dando, con su varita mágica, vida al muñeco.

Al día siguiente, cuando se despertó, Geppetto no daba crédito a sus ojos. Pinocho se movía, caminaba, se reía y hablaba como un niño de verdad, Aquella noche, Geppeto se para alegría del viejo fue a dormir deseando que carpintero. Feliz y su muñeco fuese un niño muy satisfecho, de verdad. Siempre había Geppeto mandó deseado tener un hijo. Y a Pinocho a la escuela. Quería que fuese un niño

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Le acompañó su amigo Pepito Grillo, el consejero que le había dado el hada buena. Pero, en el camino del colegio, Pinocho se hizo amigo de dos niños muy malos, siguiendo

jas de burro, y por portarse mal, cada vez que decía una mentira, se le crecía la nariz poniéndose colorada. Pinocho acabó reconociendo que no estaba siendo bueno, y arrepentido decidió buscar a Geppetto. Supo entonces que Geppeto, al salir en su busca por el mar, había sido tragado por una enorme ballena.

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Pinocho, con la ayuda del grillito, se fue a la mar para rescatar al pobre viejecito. Cuando Pinocho estuvo frente a la ballena le pidió que


lena abrió muy grande su boca y se lo tragó también a él. Dentro de la tripa de la ballena, Geppetto y Pinocho se reencontraron. Y se pusieran a pensar cómo salir de allí. Y gracias a Pepito Grillo encontraron una salida. Hicieron una fogata. El fuego hizo estornudar a la enorme ballena, y la balsa

al encontrarse profundamente dormido, llegó un hada buena y viendo a Pinocho tan bonito, quiso premiar al buen carpintero, dando, con su varita mágica, vida al muñeco. Al día siguiente, cuando se despertó, Geppetto no daba crédito a sus ojos. Pinocho se movía, caminaba, se reía y hablaba como un niño de verdad, para alegría del viejo carpintero. Feliz y muy satisfecho, Geppeto mandó a Pinocho a la escuela. Quería que fuese un niño muy listo y que aprendiera muchas cosas.

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