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ARTE
“La boda”.
Realismo íntimo en imágenes de Luis Borrero Jorge Rodríguez, ESCENARIO WEEKEND
P4 / ESCENARIO WEEKEND / DOMINGO, 24 DE JUNIO DE 2012
En la exposición “Los días que son de noche”, algo que delata a su realizador, el pintor Luis Borrero, es esa acuciante imagen silenciosa suya que denota una vigente desolación que va dibujando la vida según la siente su creador, en un espacio interior. Ese realismo íntimo rescata entonces un paisaje interno de basamento psicológico que transforma lo consciente hacia lo inconsciente. Esta ingenuidad del imaginario actual de Borrero contrasta con su otrora estilo neobarroco en la exposición –de hace siete años– “Sonámbulos” donde, por ejemplo, el artista no solo buscaba alcanzar mayor poder expresivo a través de la emoción genuina, sino que ya lograba contundentemente efectos de luz y de movimiento, narrando un drama humano como elemento vital de su obra. Aquella teatralidad de gestos que aun conserva, promueve los impresionantes claroscuros que le han caracterizado, con su densa manufactura de colores. “En 'Los días que son de noche', esa exhibición fue esencialmente una reacción a los cambios que ha habido en mi vida en términos de la llegada de mi hija, y todos los cambios y ambientes que se manifiestan sobre la obra. Entonces con la serie quise trabajar la idea del ser humano en sus espacios internos con otra mirada. Hay multifiguras, al igual que figuras aisladas con poca luz, y la idea en realidad nace de los días cuando te despiertas y descubres que ese momento es de mucha tensión. Hay cambios psicológicos y la idea de estar uno solo es parte de este retrato de mi vida personal. Tengo otra pintura de una escena familiar, la de la boda; pero en realidad no es todo lo que aparenta. Ahí también está la situación tensa entre las figuras y las presiones sociales. La obra es también una sátira a las expectativas de la sociedad; por tanto, la serie es como un conjunto de estas emociones que están comprimidas todas en una. La idea de la calma de la noche y el estrés del día son los que conjugo en estos espacios íntimos”, expresó Borrero. En este pintor, su yo central es el que levanta su obra. Sus escenarios se constituyen en los interiores de la ciudad amurallada sanjuanera, que capturan la luz del sol en las paredes de su casa. Su visión pictórica la consigue a través de sus experiencias vividas pero en ocasiones desde el punto de vista del voyeur, allá, en el momento más lejano o más cercano de la soledad de sus personajes, hombres o mujeres. Susceptibles a múltiples lecturas, podría colegirse que todo este realismo también podría confundirse con la ilusión. De hecho, al representarse este imaginario ya se convierte en ficción. “Me interesa la espiritualidad que me viene de la herencia que he obtenido de los grandes maestros humanistas, quienes buscaban la condición del ser humano vivo. Esta serie es una reacción a la muerte, la vida, la soledad, el dolor y la familia. Me gusta trabajar con la alegría, los anhelos y las tragedias. Son cosas que nos atan unos a otros y estas relaciones se manifiestan sobre la obra. La idea del claroscuro es la técnica que he escogido para mi lenguaje visual y en muchos aspectos el dramatismo me deja hablar de muchas cosas. También entro en la química de la pintura porque manufacturo también los pigmentos. El blanco de plomo, que es un pigmento muy antiguo que se utilizaba para plasmar las luces, es bien importante en