Profesiones 159

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aECONOMÍA ECONOMÍA

añaden políticas socioeconómicas sesgadas o ineficientes y/o estructuras de Estado sin la suficiente capacidad y voluntad de frenar estas tendencias, el cóctel de la desigualdad se reproduce en el tiempo.

Mediante el criterio profesional, que contempla elementos técnicos y sociales, se pueden suministrar los mejores tratamientos y estrategias que redunden en estructuras sociales más justas y cohesionadas. En este esquema, las organizaciones colegiales juegan un rol esencial Planteamientos para reducir la desigualdad Una de las claves en la que coinciden numerosos expertos para mitigar la desigualdad y la pobreza es la que manifiesta Deaton cuando afirma que «sin estados eficaces que trabajen junto a ciudadanos activos y comprometidos, hay pocas probabilidades de que tenga lugar el crecimiento que se necesita para eliminar la pobreza mundial». Igualmente, otro de los ejes fundamentales que genera mayor consenso es el de la mejora y acceso a la formación, ya que «una parte esencial de la desigualdad entre países ricos y pobres —y, por otro lado, de la desigualdad en general— no se debe a la distribución desigual de los medios de producción, sino a la distribución desigual del capital humano», como insiste Piketty en La economía de las desigualdades (Anagrama, 2015). Estas exposiciones nos conducen a soluciones relacionadas con las políticas redistributivas, la mejora del funcionamiento de los mercados e incluso con alternativas a las formas tradicionales de comercio de bienes y servicios. En primer término, con un diseño de políticas e instrumentos fiscales orientados a mejorar el acceso a servicios como la sanidad y la educación, para lo que es imprescindible que «tanto los países ricos como los pobres revisen sus sistemas tributarios, demasiado complicados y con muchas vías de escape que lo hacen menos progresivo de lo que nos creemos», según apunta Duflo1. De otro lado, si nos centramos en el mercado de crédito, este puede producir un sesgo en la distribución de capital que limita el acceso a la financiación de determinados proyectos, lo cual sería una ineficiencia en el aprovechamiento del potencial de talento del conjunto de la sociedad. Por último, existe una tendencia creciente hacia el fenómeno de la economía colaborativa —que comprende conocimiento abierto, consumo colaborativo, finanzas compartidas y producción colaborativa—. A través de plataformas digitales avaladas por

factores reputacionales se pretende compartir, intercambiar, prestar, regalar, alquilar bienes infrautilizados, servicios y conocimientos. El resultado es un instrumento capaz de enfrentar la desigualdad al facilitar y poner al alcance de todos los ciudadanos el acceso a una serie de bienes y servicios determinados (no sujetos a regulación específica) que de otro modo sería más difícil. En definitiva, «afrontar la desigualdad es una tarea necesariamente polifacética», como expone J. Stiglitz en El precio de la desigualdad (Taurus, 2012). Las organizaciones profesionales frente a la desigualdad Precisamente, en esa labor polifacética, las profesiones organizadas en entidades colegiales realizan una función contribuidora neta hacia la reducción de la desigualdad. Si repasamos algunos de los servicios que prestan a la sociedad —en particular, a los más desfavorecidos— como la defensa y consejo jurídico de diversos asuntos, la asesoría económica; la atención sanitaria pública; el diseño de espacios privados y públicos como infraestructuras o la integración y formación social, estas son tareas que tienen un impacto concreto en la disminución de la desigualdad social. En este sentido, se debe ponderar el acto profesional como un componente sustantivo eficaz y necesario frente a las materias vinculadas a la desigualdad. Por ello, mediante el criterio profesional, que contempla elementos técnicos y sociales, se pueden suministrar los mejores tratamientos y estrategias que redunden en estructuras sociales más justas y cohesionadas. En este esquema, las organizaciones colegiales juegan un rol esencial. Desde la formación continuada que ofrecen a los profesionales, la defensa de los intereses y materias que afectan a los ciudadanos y los profesionales o la mayor capacidad de detección y propuestas de solución a problemáticas sociales incipientes son argumentos que refuerzan aún más el papel de los colegios profesionales en la sociedad civil. No en vano, «la desigualdad se combate con instituciones», como defiende Piketty.

¹ Entrevista en El País, 13/05/2015

nº 159 g enero-febrero 2016

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