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Izar Capel

DOCTOR EN QUÍMICA Y OSADO EN VIDA

Doctor en Química y no lo parece; por su juventud, por su osadía, por su querencia a todo y a nada, por su inestable estabilidad, por su apego, en verbo y gesto, “al pueblo que lo parió”… Es Izar Capel, 29 años y hoy en Noruega, ayer en Grecia y mañana en cualquier lugar del mundo que le permita seguir desarrollando su extraordinaria capacidad para la investigación, análisis y deseadas conclusiones, por ejemplo, en su objetivo de encontrar una alternativa a los combustibles fósiles.

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IZAR CAPEL BERDIELL

Izar llegó a Noruega hace un año tras haber cursado en Inglaterra su doctorado en Química. Ocho años y medio de formación hasta llegar a ese grado mayor; cuatro años de carrera, uno de máster y tres y medio con el doctorado. Desde que salió del pueblo con 18 años, ya ha conocido unos cuantos destinos: Barcelona, Ledds, Creta, Oslo y espera que no hemos acabado. Los que bien conocen a Izar, ya dan por hecho que hay que dejarlo hacer, que así ha sido siempre y que siempre sale, llega o aparece. Ahora ha cumplido su primer año en Oslo; las cosas van, la ciudad le convence y la saudade se supera, aunque no descarta volver a España y si es posible, cerca de “su Vencillón”. Ya son doce años lejos de su pueblo, y a pesar de sus viajes continuados a casa, siempre hay un tirón ingobernable que le lleva a pensar en un regreso sin paliativos, pero su desarrollo profesional requiere otras estancias por el momento.

Cuando se le pregunta por su decisión a la hora de elegir Química como materia o el doctorado como desarrollo, Izar mantiene una teoría, llevada a la práctica, que puede sorprender:

“Durante las prácticas me di cuenta que las personas doctoradas eran quienes tenían el poder de decisión, mientras que el resto seguían instrucciones; yo quería ser de los primeros y aposté por el doctorado. Como las condiciones para la investigación son tan complicadas, especialmente en España, me salió la oportunidad de irme a Inglaterra –Leeds- y allí me saqué el doctorado, estuve cuatro años, pero no me gustaba

la ciudad y decidí volver”. Etapa cerrada y enseñanza asumida; no quería volver a irse más allá de los Pirineos y comenzó a enviar currículos en nuestro país, Portugal, Italia y Grecia. Mediterráneo y nada más, islas incluidas al punto que fue Creta su destino por mor de un nuevo proyecto que lo fijó allí días antes de comenzar la pandemia: “Estaba genial; el clima, la comida, la gen-

te… son como nosotros. Pero a nivel profesional, el proyecto que me llevó no me parecía lo suficientemente interesante como para quedarme

mucho tiempo”. Cabía abrir el abanico de opciones, y Francia entró en juego. Un año estudiando francés, currículos al país vecino y Creta en la memoria. Curioso, por otra parte, cómo Izar decidió dejar la isla griega el pasado año 21: “Junto a un

amigo alemán y otro de aquí, del pueblo –que cogió la bici y se vino para allá-, volvimos en bi-

cicleta desde Atenas. Una aventura muy chula que algunos –pensando en la familia- creían que no lograríamos acabar, pero a los 38 días apa-

recimos en Vencillón”. Verano literano con familia, amigos y ambientes, mientras hacía la maleta para volar a su siguiente proyecto profesional que le llevó hace un año a la capital de Noruega, después de haber pasado varias pruebas para entrar en una empresa, vinculada a la Universidad de Oslo, como investigador en la búsqueda de alternativas a los combustibles fósiles con el fin de poder aprovechar mejor los residuos cotidianos que se generan a raíz de las actividades, por ejemplo, en el sector primario.

El contrato con su actual empresa es de dos años, de los cuales ya ha consumido el primero. Cabe la posibilidad de renovar, pero todo dependerá de su pálpito de joven osado, sin ataduras y que necesita divertirse investigando, trabajando, viviendo… sino, los planes alternativos bullen en su cabeza. Precisamente, y al hilo de sus quehaceres profesionales en la actualidad, Izar bien conoce del proyecto que planea sobre Vencillón entorno a una planta de generación eléctrica a través de biomasa; su regreso y ese nuevo proyecto empresarial en su pueblo no estarían tan alejados.

“Ahora tengo que cerrar la etapa de Noruega, sabiendo que podría renovar por otros dos años… ya veremos. Pero también me gustaría regresar a España y probar en el mundo de la empresa, dejando por el momento el mundo de la investigación. Necesito ver aplicaciones reales a lo que investigo. Me resulta difícil estimularme con un proyecto difuso, que no le veo una utilidad a corto o medio plazo”.

Próxima estación: esperanza. No es nuestro, es de Manu Chao y también de todos los que como Izar buscan vivir una vida que han diseñado a golpe de sueños, de pálpitos, de intuiciones y de esperanzas en hacer en cada momento aquello que más les colma; osadía en estado gaseoso. La juventud acompaña y las ideas se disparan por penúltima vez. Próxima estación: ¿?

Noruega, arriba; aventura en bicicleta Atenas-Vencillón, abajo. Imágenes de un literano inquieto