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Una huella de Kafka. Mi madriguera

En cuarentena

UNA HUELLA DE KAFKA

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¿Es que este excavar me reportará alguna certeza?

La madriguera, Franz Kafka

El último cuento del mayor escritor del siglo XX, Franz Kafka (1883-1924), autor de La metamorfosis, llevaba por título (en alemán) Der Bau (la construcción o la madriguera). Todo él gira en torno a la sensación de falsa seguridad que le produce ese lugar a la criatura —un animal carnívoro— que lo ha construido y reformado constantemente y que habita en él, al mismo tiempo muy cerca y muy lejos del mundo exterior. En gran medida, la vida en la madriguera tiene que ver con unos ruidos intrigantes. Podemos temer o imaginar que hay cierta semejanza entre ese cuento de Kafka y la situación que hemos vivido, encerrados en nuestra casa, en la “madriguera” de nuestras habitaciones, durante estos meses. El siguiente texto de Noemí Fernández ha sido construido según ese pálido rayo de inspiración.

Mi madriguera

Por Noemí Fernández Vidal A HORA, más que nunca, es cuando más necesitamos el amor de los nuestros, algo tan sencillo como un beso o un abrazo que ansiamos y esperamos con fuerza, algo a lo que no le damos importancia hasta que ya no podemos hacerlo.

Hola a todos, mi nombre es Noemí Fernández y os voy a contar mi experiencia sobre algo muy reciente que está pasando en el mundo y que a muchas personas les ha cambiado la vida y sus formas de ver.

Todo empezó en el año 2019, en China, no se sabe qué ocurrió pero creen saber cómo pasó. De un laboratorio apareció una fuerza oscura, como si de una sombra sin corazón se tratase, que dicen que es capaz de quitar la luz de tu vida en unas pocas semanas. Esa sombra crecía y crecía convirtiéndose en un ejército oscuro que se expandía por el mundo.

Antes de que esto llegara a mi país, todos vivíamos bien, estaban los amigos, los abuelos, largos paseos con la familia, la iglesia, esos gofres con doble chocolate, en fin, todo lo bueno que te ayudaba a ser tú, pero no sabíamos ni teníamos conciencia de que eso cambiaría en unos pocos meses. Entonces, el 30 de enero de 2020 empezó; la sombra consiguió llegar

«La oscuridad inundó toda Molina durante la cuarentena, sus calles, su cielo, su gente… Ya llevábamos dos meses y pico, los vengadores luchaban con valor, haciendo frente al coronavirus »

a las Islas Canarias y así, poco a poco se adentró en la Península Ibérica. Yo estaba tranquilamente viendo la televisión con mi familia hasta que fueron saliendo los primeros fallecimientos y entonces supe que el enemigo se acercaba, sigilosamente y con astucia. Empezaron las restricciones, el presi ordenó que no podíamos ir a la escuela y, aunque a algunos les gustaba la idea, yo me desmoronaba un poco porque sabía que no podría ver a ver a mis amigos en una temporada.

El 13 de marzo ya no podíamos salir de casa y yo me sentía como un preso en la cárcel, sin poder ver la luz del sol, rodeada de paredes y con mucho tiempo para reflexionar.

Después de un mes, el encierro se hacía eterno y aburrido, el ejército de sombras se había cobrado muchas vidas y había dejado a familias destrozadas.

Yo no tenía ganas de hacer nada, estaba pálida, como la nieve en invierno, y echaba de menos estar con mis amigas, liándola parda siempre.

Cuando llegaba la noche, miles de personas de todas partes del mundo aplaudían a las ocho – no sé por qué a las ocho – a los que eran en esos momentos los vengadores, que luchaban contra un único enemigo multiplicado y no solo a ellos, sino también a los Sherlock Holmes que investigaban y buscan una cura lo más rápido posible para este virus.

Mientras allá fuera se luchaba por la vida y la luz, yo estaba en casa haciendo los deberes que los profes nos mandaban para no estar ``aburridos´´, con ayuda de la tecnología, que en esos momentos se había convertido en un aliado. Veía en la televisión películas de acción y en algún que otro momento me ponía a leer los libros de Laura Gallego para imaginar que estaba en esos mundos fantásticos, combatiendo el mal, donde los animales hablan y tú puedes ser quien quieras, eso al menos me mantenía distraída de la situación en la que nos encontrábamos. Pero esos libros acaban y llega la realidad, ¡Ya llevábamos un mes y medio de carcelamiento y no lo aguantaba más! Me sentía vacía, necesitaba ver a mis abuelos, necesitaba escucharlos y no solo por video llamada sino en persona, poder tocarlos y verles sonreír.

Lo que hace la cuarentena – aparte de volverte loco como el pájaro loco – es que te da tiempo para tus pensamientos. He podido plantearme la vida y creo que lo que me gustaría estudiar – si Dios quiere – es medicina o enfermería, ya sabéis para combatir enfermedades y salvar a personas.

Casi todas las tardes videollamaba a mis amigas, hacíamos ejercicio juntas – que risas – para estar fuertes, pero lo mejor es que nos veíamos y eso bastaba. A veces nos imaginábamos atravesar la pantalla – qué daño -, no lo intentéis.

Por fin llegó el día, podíamos salir a la calle, sí, pero con franjas horarias, mi hermana y yo hicimos algo inesperado, ¡madrugamos! Cuando pusimos el primer pie en la calle fue como el primer hombre que pisó la luna, mágico. Las calles llenas, parecía una autopista, pero en vez de coches, de personas.

La oscuridad inundó toda Molina durante la cuarentena, sus calles, su cielo, su gente… Ya llevábamos dos meses y pico, los vengadores luchaban con valor, haciendo frente al coronavirus, - y yo me imaginaba esa pelea en mi mente con música de acción, como si fuese una película -. Yo sabía que Dios estaba con nosotros, cuidándonos y protegiéndonos, nos ayudaba a seguir cada día y yo se lo agradecía.

Todos sabíamos que este año iba a ser diferente – aparte de que este año era bisiesto -, la gente cambiaría y sus vidas no serían igual. Ahora valoramos más a nuestras familias, a nuestros amigos y damos las gracias a Dios por ello. Aunque seguimos algo confinados y con ciertas restricciones, seguimos adelante, volveremos a abrazar, a reír, a comer esos gofres con doble chocolate. Después de esto creo que seremos mejores personas y la luz volverá a brillar en nosotros y en el cielo.

En cuarentena

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