79_LaNaturaleza_2015

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para llevar las cenizas del padre, fallecido poco antes, a su tierra natal. En el largo viaje los recuerdos familiares aflorarán, con viejos rencores y no pocos recuerdos dolorosos. Especie de road movie (¿o road comic?) que demuestra que no hay tema que no se pueda tratar en los cómics. Su tono melancólico y el retrato profundo de los personajes aporta evidencia documental de que los cómics pueden ser/son literatura. Ruinas, de Peter Kuper (Sexto Piso). El autor del prodigioso Diario de Oaxaca y El Sistema regresa con una novela gráfica acerca de un matrimonio de gringos en Oaxaca durante los disturbios magisteriales. Aunque el propio autor se apresura a decir que no es propiamente autobiográfica, su experiencia en el sur de México —vivió dos años en aquella ciudad— se refleja en cada viñeta. Kuper hace un inteligente símil entre la migración de la mariposa monarca y la relación entre ambos países.

No es cosa de hacer chistes al respecto. Pero el calentamiento global puede servirme para establecer una metáfora que espero que el lector me disculpe. Y es que algo está cambiando radicalmente en el ecosistema editorial. Estamos presenciando algo que —quizá con torpeza —he identificado como el calentamiento global de la novela gráfica. Me explico. Cuando comencé a dibujar de forma profesional, hace veinticinco años, era impensable en nuestro país que se publicara otro tipo de historieta que no fueran los cómics de los puestos de periódicos. De vocación populachera, que no popular, eran objetos de uso inmediato que se leían en autobuses y peseros para ser desechados al terminarse. Hubo ejemplos notables de buenas historietas mexicanas, siendo mi favorita Los Supersabios, de Germán Butze. Algunos otros personajes entrañables: Borola Burrón, Memín Pinguín, Rarotonga, Kalimán, Chanoc, por desgracia, no trascendieron el mundo de los pasquines para venderse en formato de álbum en librerías, como en Europa.

las librerías mexicanas tuvieran una sección para cómics y novela gráfica. Ahora existe tal apartado y Gandhi fue pionera en brindarle ese espacio a la narrativa gráfica. The times, they are a-changin, cantaba Bob Dylan. No podía estar más feliz. El fenómeno global de la novela gráfica repercute poderosamente en México. Quiero dedicar este breve espacio, que siempre nombra un cómic destacado del mes, a ese género que me apasiona y al que he consagrado la mitad de mi vida, para nombrar un puñado de novelas gráficas que vale la pena leer. Apenas un puñado de cómics recomendados que también puede ser una guía de regalos para Navidad. Va, pues: María cumple 20 años, de Miguel Gallardo (Astiberri). Continuación del entrañable álbum María y yo, donde el autor cuenta su experiencia como papá de una niña con autismo. María ha crecido, es ya adulta y su papá vuelve a la carga, con sus trazos sueltos, para compartirnos a todos este testimonio de vida. Siendo papá dibujante de mi propia María, que también tiene autismo, ésta es desde luego mi historieta más entrañable del año.

Una generación de narradores gráficos a la que pertenezco (con orgullo) hemos peleado hace muchos años para cambiar este panorama tan triste. Con Edgar Clement a la cabeza –publicó en los años noventa Operación Bolívar, la primera novela gráfica moderna mexicana–, nos ha tocado abrir brecha en un panorama editorial para el que, hasta hace poco, la novela gráfica era “física cuántica”, en palabras de un editor amigo mío.

Páginas interiores, de Jacky Beneteaud y Stéphane Courvoisier (La Cifra/Rey Naranjo/Nortestación). Peculiar historia romántica cruzada por lo apocalíptico, donde una pareja se enamora en una biblioteca a través del amor compartido por la lectura. Con un dibujo sutil y elegante, es un álbum sumamente conmovedor. Sobre todo si andas enamorado(a).

Ese mismo editor me dijo hace poco tiempo que “la física cuántica ha avanzado mucho”. Hace años soñaba con que

Come Prima, de Alfred (Salamandra Graphic). Dos hermanos se enfrascan en un viaje por carretera hacia Italia

De haberlo sabido antes, de Elena Climent (Trilce Ediciones). Este álbum narra la vida de la autora, hija de español y estadounidense. Los recuerdos de la niñez hasta la temprana madurez cruzan medio planeta en la entrañable autobiografía de una artista visual que ya desde hace muchos años viene experimentado con lo que llama pinturas visuales. La segunda generación: Lo que no le conté a papá, de Michel Kichka (Orly Beigel Productions). El caricaturista belga Kichka debuta en el cómic después de una larga carrera en el cartón político y la ilustración con este recuento sobre el paso de su padre por un campo de exterminio nazi que tiene tantas resonancias con Maus, de Art Spiegelman, pero que al mismo tiempo toma prudente distancia para aproximarse desde otro ángulo. Cierro con los magníficos álbumes mexicanos de la editorial regiomontana Fixión Editores. Turbo Desafiante, volúmenes I y II, de Dono Sánchez Almara, magnífica saga de ciencia ficción hecha a partes iguales con ingredientes del manga japonés y los cómics europeos; Nómadas del Yermo, volúmenes 1 y 2, de Raúl Treviño, delirante manga posapocalíptico; y Ultrapato, de Edgar Delgado y Omar Lozano, combinación inverosímil de los superhéroes y las historietas de animalitos, son tres series punteras de esta joven casa editora que promete sorprender continuamente a sus lectores. El pilón: Marcel Duchamp, un juego entre mí y yo, de François Olislaeger (Turner Libros). El autor hace contar su vida al gran artista francés en este precioso libro-objeto. Una maravilla. La novela del mes: El año del verano que nunca llegó, del colombiano William Ospina, donde narra el origen de la escritura de Frankenstein, así como su propia relación de lector con Mary Shelley y su pandilla. Delicia de novela. +


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