08 The Sandman habría de convertirse en una de las series más exitosas de todos los tiempos, motivando la creación de un subsello de DC, Vertigo, dedicado a publicar series situadas en la parte mágica del universo de Batman y Superman, u orientadas a un público más adulto con títulos como Hellblazer, Preacher, Doom Patrol, Transmetropolitan, Animal Man, Fables, 100 Bullets y muchas más. “¿Y a mí qué? ¡Yo no leo cómics!”, dirán muchos de los lectores habituales de estas páginas. Debido al éxito de The Sandman, Gaiman habría de dar el paso hacia la publicación de novelas “serias”. O casi. En 1990 publicó Good Omens, escrita a cuatro manos con Terry Pratchett, conocido por su serie de Discworld y recientemente fallecido. Llena de un humor inglés a lo Douglas Adams, narra el nacimiento del Anticristo, el fin del mundo y esas cosas.
¿Hablar de Inglaterra? ¿Puedo escoger un autor? Mmm… ¿qué tal Neil Gaiman? Era 1989. El mundo, otro. Yo tenía diecisiete años. El muro de Berlín estaba por caer. Carlos Salinas de Gortari era presidente de México. Margaret Thatcher despachaba en Downing Street. Ese año, Pepe Rojo me prestó los primeros ocho cómics de una serie que comenzaba a publicar DC Comics, la casa de Superman y Batman. “Lee esto”, me dijo. “Te va a gustar.” Pepe es un hombre sabio desde muy joven y generoso con el conocimiento. Siempre dispuesto a circular las lecturas que se encontraba por aquí y por allá, ha sido una de las grandes fuentes de mi educación no formal. Con él descubrí infinidad de autores, cineastas e historietistas magníficos. Era 1989, decía, cuando leí por primera vez The Sandman. Hay que dar un poco de contexto: los cómics mainstream vivían una revolución. Muy recientemente Alan Moore y Frank Miller habían hecho sus aportaciones fundamentales al subgénero de los superhéroes. Maus, de Art Spiegelman, era aún una novedad bibliográfica. En medio de todo ello, una generación de creadores británicos habían tomado casi por asalto los cómics estadounidenses de superhéroes. Aquello, llamado después la invasión inglesa, fue el producto de una exploración en la isla de Albión por parte de la editora de DC, Karen Berger, para reclutar nuevos creativos. Capitaneados por Alan Moore, habrían de cambiar la historia de los cómics.
Nacido en Inglaterra en 1960, Gaiman comenzó su carrera como periodista musical y cinematográfico. Atraído a los cómics por el gran arco narrativo de Alan Moore en Swamp Thing, comenzó escribiendo guiones para la mítica revista inglesa 2000 AD antes de suceder a Moore como guionista de la serie Miracleman, a mi ver, la mejor historieta de superhéroes jamás hecha (incluso superior a Watchmen, del propio Moore y Dave Gibbons). Su trabajo en Inglaterra le valió la contratación para escribir una miniserie para DC en los Estados Unidos, Black Orchid, ilustrada por su amigo Dave McKean, quizá el mejor grafista de su generación, dentro y fuera de los cómics. Tal fue el éxito de Black Orchid, que Karen Berger le dio la oportunidad de escribir un título mensual, donde tras varias propuestas terminó desarrollando The Sandman, que comenzó a publicarse en 1989. Aquí volvemos a aquella vez cuando Pepe Rojo me prestó los primeros ocho números de la serie. Fanático de Batman, los empecé a leer con cierta desconfianza. El dibujo de Sam Kieth no era muy bueno. Pero tras las primeras páginas del número uno, ¡quedé enganchado!: a principios del siglo xx, un mago y ocultista, rival de Aleister Crowley, perpetra un ritual mágico para capturar a la muerte. Fracasa pero atrapa a su hermano menor, el Sueño. Esto desequilibra durante setenta años el reino de los sueños, hasta que Morfeo logra escapar del círculo de sal en el que está preso. Tras castigar al hijo de su captor —el mago ha muerto hace varias décadas—, Sueño se da a la tarea de reconstruir su reino, tarea nada fácil. Todo esto sucede en el primer número.
Gaiman habría de establecerse como una presencia constante en las revistas de fantasía y ciencia ficción, y bien pronto aparecerían Objetos frágiles y El cementerio sin lápidas, dos de sus compilaciones de cuentos traducidas al español. Creo que Gaiman se desarrolla mejor en el cuento, aunque también le ha entrado a la literatura infantil y juvenil. Gran ejemplo de la primera, El día que cambié a mi papá por dos peces de colores; de la segunda, El libro del cementerio es una maravilla. En esta novela breve, Gaiman recrea la historia de Mowgli, el huérfano indio educado por lobos de El libro de las tierras vírgenes, de Rudyard Kipling. “Nad”, el protagonista de Gaiman, es educado por los fantasmas de un panteón La lista de novelas de Gaiman se multiplica cada año: American Gods, Los hijos de Anansi, Stardust y Coraline, estas dos últimas llevadas al cine, medio que es como su segunda casa, y para el que escribió, entre otros, los guiones de MirrorMask y Beowulf. Auténtica estrella de la literatura de la imaginación, Gaiman es seguido por millones de lectores en el mundo; su cuenta de Twitter tiene casi dos millones y medio de followers y es uno de los pocos literatos que han aparecido en Los Simpson. Además, está casado con la cantante Amanda Palmer. Gaiman forma parte de un gran grupo de autores ingleses que incluye a los ya mencionados y a Susanna Clarke, M. John Harrison, Clive Barker y Michael Moorcock, quienes han transformado el rostro de la literatura de la imaginación contemporánea. Si me preguntan por mi escritor inglés favorito tendría que decir que es J. G. Ballard, pero quise hablar de un autor vivo. Y claro, ahí está Mary W. Shelley, mi escritora favorita. Y George Orwell. Y… El cómic del mes: Swamp Thing, de Alan Moore, en varios tomos, ya en español. +