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La formación humanística: una perspectiva desde lo estético y las artes como una paideia

In Memoriam de Sabine Weiss (23 julio de 1924- 28 de diciembre 2021)

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Por: Óscar Jairo González. Profesor Facultad de Comunicación. Comunicación y Lenguajes Audiovisuales. Universidad de Medellín

En estas reflexiones, es necesario decirlo en el comienzo mismo, en cada uno de nosotros, existe una inquietud sobre ella, se dan en nosotros en este mismo momento una serie de inquietudes que se radican: A) ¿Desde dónde me pronunció y cómo? B) ¿Desde dónde voy a ser escuchado, por qué y para qué?; y C) ¿Qué es lo que entre nosotros vamos a mirar y mirarnos de este momento en adelante o sea, como devenires que somos? Todos nosotros, querámoslo o no, tenemos un arte, un ars, o sea, una forma de hacer las cosas y para hacerlas, tenemos que tener conciencia de sí (Husserl). Nada de relaciones de poder, sino de relaciones estéticas, que son las que determinan lo que somos y hacemos como los que se realizan en el ABC, que hemos indicado.

Procedo a indicar que estas reflexiones son o deben ser consideradas como resultado, en constante proceso y transformación, desde lo que he construido en su forma y contenido como Masa Tentacular de Sentido Crítica (MTSC), que cede y se desarrolla desde lo intuitivo/racional, lo condicionado/incondicionado y lo real/irreal, como formas de hacer mixturas, de instalar dudas críticas y metódicas (insistenciales) de lo que hacemos

y como nos movemos en esta estructura del humanismo y del arte.

En medio de los constantes cambios y transformaciones del hombre, de su proyecto de vida, es evidente que lo que se prefiere es estar siempre en relación inmediata con el desarrollo y la evolución, que esos cambios y transformaciones prometen. En otros términos, no quedarse observándolos sino participar e involucrarse en ellos, para de esa manera vivir al compás de los tiempos, sin tampoco por ello, estar sometidos inexorablemente y de forma irreflexiva a esos cambios y transformaciones.

En esa perspectiva la formación humanística, es fundamental en le medida en que se apoya en la necesidad de propender por instaurar en su estructura, una estructura que propicie el cambio y la transformación. O sea, que los impulse. La formación humanística, no es estática, sino que ella se soporta claramente en una búsqueda permanente de nuevos desarrollos, abre una campo sorprendente de infinitas posibilidades en el ser y lo fortalecen para acometer y enfrentar numerosas tareas que le comprometen a él mismo y la comunidad en la cual está realizando su experiencia vital.

La formación humanística, tal y como la entendemos no está aislada de la realidad, de una realidad no hecha todavía, sino que está en todo momento en constante construcción; no es un accesorio que el ser tiene para sí, sino que es parte esencial de sus métodos de abordamiento de la realidad. Proporcionan al ser un estilo, una disciplina y un orden, en sí, una estética que le amplia la visión de sí mismo y de los otros, al hacer confluir en un mismo sentido la fuerza de la práctica racional con el poder de la sensibilidad. Todo esto orientado hacia la realización de lo humano. Es en la realización de lo humano, hacia donde orientamos la formación humanística.

La formación humanística hace parte de una necesidad insustituible del hombre, en todas las épocas de la humanidad, puesto que le da al hombre mismo un carácter, lo forma en una ética creadora, le desarrolla la capacidad de construirse su propio destino, le dota de unos elementos estructurales de pensamiento, le aporta un cuerpo de principios básicos para desarrollar su vida en comunidad, le lleva a intensificar sus consideraciones sobre la realidad, le posibilita medios racionales y sensibles para operar en esa realidad. Le hace otro.

La formación humanística, pretende contribuir en esa formación humanística del estudiante de Eafit. Por eso mismo está diseñada, con ese propósito. La formación humanística, está construida para ser suscitadora de una dimensión estética del mundo, que requiere el ser humano para encontrarle sentido a todo aquello que le parece sin sentido. Para lo cual, es necesario no solamente la experiencia sensible, sino también una experiencia racional, basada en el conocimiento. Es el conocimiento lo que se intenta desarrollar en la formación humanística, conocimiento como hemos dicho de sí mismo y de la realidad que lo rodea, de su medio y que el estudiante esté preparado y en condiciones de construir y acometer esa realidad. No es solamente, el que esté preparado para enfrentar la realidad, sino que a la vez, esté en condiciones de construirla, para que no dependa de lo que está hecho, sino que participe y pueda intervenir de manera decidida en la construcción de nuevas realidades.

Frente a las nuevas dinámicas sociales y culturales del mundo, que se proyectan en nuestro medio, y que de una manera protuberante inciden y problematizan el carácter, la función y la necesidad de la formación humanística, procura llevar a cabo esta tarea de transmisión de un conocimiento desde la perspectiva histórica y teórica, o sea no solamente enciclopédica sino también reflexiva y crítica de los fenómenos estéticos, y como ellos han permitido al hombre una mayor definición de su experiencia.

A nosotros y a ellos, al que o las que sientan la necesidad de llevar sus vidas al arte, por medio de la formación humanística, se le proporcionan una serie de herramientas históricas y teóricas que le permitan halar una serie de conocimientos que a su vez, le abran las posibilidades para, como hemos dicho, participar e intervenir en la realidad, por eso su fundamento, su elemento fundante, se encuentra íntimamente conectado con la reflexión crítica y con la interpretación de su realidad. Es la formación humanística, es la que está en conexión con la realidad, no solamente la del arte.

La formación humanística desarrolla habilidades para interpretar nuestra realidad y la realidad que nos rodea, y profundizar en ellas, para construir maneras de transformarla. El arte, no es un aditamento, por el contrario, constituye parte esencial de la experiencia

del hombre, como lo afirma Georg Simmel:”(…) La finalidad permanente del arte es aliviarnos del confuso torbellino de la vida, procurarnos reposo y conciliación más allá de sus movimientos y contradicciones, cabe pensar que esta la liberación por el arte de lo inquietante o insoportable de la vida se consigue no sólo huyendo a lo contrario de tal, sino también y sobre todo estilizando de la manera más perfecta y depurando al máximo su propio contenido…”

Frente a los cambios, disoluciones y dispersiones que ocurren sin cesar y de manera permanente en el mundo del arte, que lo expanden y lo contraen, que lo amplían y lo cierran y que lo liberan y lo cohíben es necesario tener la misma capacidad de poder involucrarnos e instalarnos en ese mismo movimiento que mencionamos, bien sea en el adentro o el afuera, en el centro o en la periferia, o, en el área o en la frontera. No debe el contemplador del arte, quedarse inscrito e instaurado en una sola definición, visión y posición sobre el arte, ortodoxa en su totalidad, ya que esto podría ir en contra de la heterodoxia y lo ecléctico que es el arte hoy. Esta heterodoxia y eclecticismo no han de ser resultado de una maniobra para forzar la estructura racional y sensible, sino resultado de una eclosión nueva de sentido proveniente de la fuente misma de la experiencia autónoma y de la necesidad de probar el alcance y la dimensión de esa experiencia.

Las consideraciones y los exámenes que podemos hacer del arte, de la estética están contenidos y dominados por una multiplicidad de pensamientos, teorías, formas y de métodos que propician su abordamiento concreto y exhaustivo. Esto indica que no hay una determinada manera de contemplar, comprender e interpretar el arte y por ello mismo de acercarse a él. Lo cual no quiere decir, que sea necesario o que sé este impelido a recurrir a todas ellas para intentar llevar a cabo determinado abordamiento, pero sí es importante procurar su conocimiento y ensayar reflexiones desde otras consideraciones y exámenes (Disciplinas y campos). Hay quienes en su abordamiemto deciden cuales serían las más propiciadoras de una relación más racional, más sensible y más provocadora de conocimiento, sin que para nada se extravíe el hilo conductor de la intención teórica que tiene y que se proyecta en su posición sobre el arte.

Al arte le son inherente el cambio, la disolución y la dispersión que le permiten estar en constante evolución y desarrollo, transformación e innovación, pero esto no quiere decir, que sean condiciones y características determinadas que lo condicionan impidiéndole también mantenerse inmóvil, quieto y estático. El arte no es solo explosión de estas características sino que también es implosión de las otras. En el arte hay comienzo y ese comienzo está dominado por un orden, una forma y una estructura determinada. Nada comienza de la nada, podríamos decir en este sentido.

Ya que el arte hoy tiene un carácter muy acentuado en lo efímero y en lo precario de su sentido, es importante observarlo y examinarlo desde ahí, en sus instancias más evidentes y no evidentes. El arte ya no obedece a la ley establecida por la historia y la tradición en cuanto a la trascendencia y la indestructibilidad del mismo, sino que hay en él una condición de intrascendencia y destructibilidad inmediata. No hay más eternidad y solidez para el arte. Entonces esto que decimos aquí, decide sobre una de las maneras de hacer nuestra intervención y mediación con lo que llamamos arte.

El arte y quienes teorizan sobre el arte, tanto los artistas como los teóricos del arte: historiadores, hermeneutas, críticos, etc., lo hacen desde esta perspectiva en movimiento. Y por lo mismo, no podemos hablar de una estética determinada y establecida, sino que son incalculables. Esa es exactamente una de las características esenciales del arte. No es la historia, la estética, la hermenéutica o la crítica de arte, las que pueden decidir lo que tiene que hacerse en arte, son las que orientan, las que explican, la que hacen visible lo invisible que hay en el arte y por lo mismo deben ser tentadas por esa cantidad de formas, de estilos y de metódicas.

El arte es para sentirlo, para experimentarlo y para el conocimiento de la vida. El hecho de provenir de las sensaciones, de las impresiones, de las percepciones o de las intuiciones no quiere decir ni demuestra que no esté en conexión y en comunicación total con el mundo de la razón, de la ciencia y sus principios. El arte también es un discurso teórico, no solamente exceso contaminado de sensibilidad, en la medida en que el artista requiere para realizar su hacer un conocimiento teórico y una técnica sobre las cuáles apoyarse. Del arte podemos extraer lo que hay de vida, lo que hay para la vida, porque construye una relación inextricable entre Mente, Mundo, Memoria y Acción.

La estética es pues, una ciencia de lo sensorial y de los sentidos que se mezclan con la razón y propi-

cian entonces una formación total y estructurada adquiriendo el carácter de un vehículo poderoso que fortalece la percepción visual, el conocimiento y la consciencia del ser y la intencionalidad de experimentar el placer y el goce de la vida que deviene de la contemplación del mundo del arte.

Es el mundo nuevo, el de las percepciones, que forman, que son sentidas y experimentadas por las percepciones, en donde somos mirados, observados y nosotros miramos y observamos; en donde somos escuchados y nos escuchamos a nosotros mismos en otros y en donde somos formados desde como libros de lectores que somos nosotros mismos y de otros que nos leen como un tratado y como una biblioteca hermosamente, la Biblioteca de Babel, porque ahora cada uno tiene una percepción del mundo que lo instala en el otro y lo hace vivir y morir a sí mismo y en el otro, como decía Robert Nozick: Cuando yo tenía quince o dieciséis años me paseaba por Brooklyn con un ejemplar de la República de Platón, la cubierta hacia fuera. La había leído poco y la entendía menos, pero estaba excitado por el libro y sabía que era algo maravilloso. Ansiaba que una persona mayor me viera con él y se impresionara, que me palmeara el hombro y me dijera… no sé qué. A veces me pregunto, no sin inquietud, qué pensaría ese joven de lo que hace ahora en su versión adulta. Me gustaría pensar que estaría complacido con este libro. Ahora también me pregunto si esa persona mayor cuyo reconocimiento y amor buscaba no sería la persona que él llegó a ser cuando creció. Si alcanzamos la adultez transformándonos en padres de nuestros padres, y alcanzamos la madurez hallando un sustituto adecuado para el amor de los padres, al transformarnos en nuestro padre ideal cerramos finalmente el círculo y alcanzamos la plenitud.

El humanismo sin el arte, no es nada de lo que podría ser: una revolución incontenible e indestructible del yo (que tras su formación realice trayectos deseantes, hacia la construcción de la comunidad o de comunidades que así necesite) de la mismidad exaltada, del caos de la dimensión humana, que busca o desea como concentrar la densidad de su misterio humano, en otra humanidad, que es la que provoca y proporciona el arte, el mundo del arte o de las artes: las estéticas catárticas, o también las estéticas concentradas en la destrucción del sentido, no de la vida, sino del sentido, para insertar e involucrar otra vida, que no es ni será liberal, neoliberal, conservadora o neoconservadora, sino que será con todo lo que de humano se habrá de formar en la turbulencia causada por las constantes transformaciones del hombre, del mundo y de su realidad (realidad que también habrá de mantenerse en construcción constante, dado que ese es su carácter y su destino irreversibles).

Por el momento, sin caer en falsos optimismos ni en falsos pesimismos, podemos decir que un nuevo humanismo, no será un tecnohumanismo; pero si tendrá que vérselas con él; ante ello quizá, tendremos que decir otras cosas, tener otras posturas, que ya por lo más, están dadas en la narrativa o el relato del ciberpunk. Es claro, que al ser humano, a lo humano y a lo que se mueve en él, todavía quedan los fantasmas, los demonios, lo desconocido, que rodean su mundo, sus visiones, sus sueños elementales, por el momento irreductibles.

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