1 minute read

BARDO

Jasmina HARTIANA*

Como amante del cine, me siento obligada a externar mi opinión de la peli Bardo de Iñárritu. Antes de verla, leí la mayoría de las críticas y también vi los videos de los expertos en redes. De tanto escuchar, no me quedaron ganas de ponerla. La mayoría de las opiniones giraban en torno a un supuesto egocentrismo del director. Debo confesar que no me considero fan del mexicano, me gustan algunas de sus pelis y otras ni siquiera las he podido terminar. Pero en lo que toca a esta última, puedo asegurar que me agrado bastante y no estoy de acuerdo en el tema que gira en turno al puro ego.

Advertisement

Creo que el mexicano logra una fotografía hermosamente surreal que a mí parecer toca cierta esencia de nuestra tierra y es que, este país es tan imposible y bello al mismo tiempo, que basta con recorrer cualquier ciudad para comprobarlo. Expone nuestra confusión y lo negados que estamos en cuanto de dónde venimos. El velo que nos ponemos para no tomar en serio los problemas graves de violencia que padecemos. Aquellos a los que no queremos ver, nuestros desaparecidos que esperamos encontrar en algún imaginario.

Incluso, pienso que Iñárritu es bastante valiente al hablar de sus pérdidas personales; las cuales expone en forma de sueños extraños cargados de inmensa ternura. Sentimientos que no son para nada ajenos a los mexicanos. Al igual que la necesidad salvaje e interna de expresarnos con violencia. También, trata con cierto dejo de comedia su propio sentimiento de autoexpulsarse del país, como tantos que se han ido buscando algo “mejor”, buscándose a sí mismos para descubrir que ahora ya no se pueden encontrar en ninguno de los dos lados del mapa. Porque aquí no somos capaces de honrar su trabajo y allá no somos nadie a pesar de los premios que puedan otorgarles.

Quizá, al final me pareció un tanto flojo, pero creo que es normal porque el final de cada uno es difícil de contar en cualquier forma. De cualquier manera, me parece un arte bello de mirar adentro y desnudarse para mostrar también lo que cada uno de los mexicanos somos, reconocernos, exorcizar nuestros monstros para pactar con ellos. Observar de todo lo malo que somos capaces, de lo incapaces que nos sentimos, reconciliar con nuestras raíces y encontrar paz en la confusión de nuestra naturaleza inherentemente surrealista.

*Soy