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Benedicto XVI Esbozo a su obra

sia. Para el Papa Benedicto XVI «la Iglesia es como una familia humana, pero es también al mismo tiempo la gran familia de Dios, mediante la cual él establece un espacio de comunión y unidad en todos los continentes, culturas y naciones». Una familia tan grande como el mundo, que comprende el cielo y la tierra, el pasado, el presente y el futuro de todas las partes de la tierra. Y si es la familia de Dios dispersa por el mundo, no debe haber nadie que sufra por falta de lo necesario. Su amor por la Iglesia que sufre le llevó a aportar de su propio pecunio dinero para apoyar en Camerún y Angola los proyectos de esas Iglesias necesitadas y pobres.

“Es un teólogo especialmente dotado e inteligente. No dudo en decir que es el último de los grandes teólogos de la generación del Concilio: Lubac, Congar, Rahner, Balthasar y él”.

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«El eros ebrio e indisciplinado –afirmaba el Papa emérito– no es elevación, “éxtasis” hacia lo divino, sino caída, degradación del hombre. Resulta evidente que el eros necesita disciplina y purificación para dar al hombre, no el placer de un instante, sino un modo de hacerle pregustar en cierta manera lo más alto de su existencia, esa felicidad a la que tiende todo nuestro ser» (DCE #4).

En su Encíclica Spe Salvi (sobre la esperanza cristiana) abarca el tema refiriéndose a que hoy ponemos la esperanza no en Dios sino en el hombre.

«Toda la actividad de la Iglesia es una expresión de un amor que busca el bien integral del ser humano» (Encíclica Deus caritas est #19) y ese ejercicio de la caridad se completa en la celebración sacramental (DCE #22). Para el Papa es claro que la Iglesia debe ejercer la caridad por parte de los creyentes (DCE #29)

Sin que ella misma haga política, la Iglesia participa apasionadamente en la batalla de la justicia (Presentación de la Encíclica, 25 de diciembre 2005).

Para el Papa, ningún ordenamiento del Estado, por justo que sea, puede hacer superfluo el servicio del amor. El Estado (especialmente el estado socialista) que quiere proveer de todo, se convierte en definitiva en una instancia burocrática que no puede asegurar la contribución esencial de la que el hombre que sufre – cada hombre– tiene una necesidad: la amorosa dedicación personal. El Estado quien quiere desembarazarse del amor y por lo tanto, se dispone a desembarazarse del hombre en cuanto hombre.

Que "ahora, esta ‘redención’, el restablecimiento del ‘paraíso’ perdido, ya no se espera de la fe, sino de la correlación recién descubierta entre ciencia y praxis!”. Al progreso se le llama fe. La esperanza se funda hoy, según el Papa, en un mundo perfecto que parecía poder alcanzarse gracias a la ciencia y a una política fundada científicamente. Se confía cada vez