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Miami Jorge Enrique Lage

De especial interés y notable olvido son sus artículos, conferencias y ensayos sobre arte y literatura, entre estos las Notas sobre la literatura argentina de hoy (Buenos Aires, 1947), donde analiza el tantalismo de Borges y otros autores que se regodean en su propia creación a pesar de su enorme talento literario. Piñera ilumina sin deleites a figuras cubanas del siglo XIX (Martí, Casal, Plácido, etc.) y a poetas y escritores del XX. Opciones de Lezama es una de las mejores exploraciones acerca del autor de Paradiso; mientras que Una lección de amor, dedicada a la poética de Pablo Neruda, deviene texto imprescindible sobre el bardo chileno.

Apenas se habla de otra arista profesional de Piñera, su labor de casi cuatro décadas como traductor de francés; quizás la mayor expresión de su enorme cultura y sentido humanístico. Recordemos que encabezó en Buenos Aires el comité de traducción de Ferdydurke, el monumento literario del polaco W. Gombrowicz, y continuó con Flores del mal de Charles Baudelaire, y obras de Jean Paul Sartre, Imre Madách, Paul Valery, Edmond Jaloux, Henri Lefebvre, René Depestre, Aimé Cesaire, Arthur Rimbaud y encargos oficiales en torno a los poemas del camarada Ho Chi Minh y los relatos bélicos de Nguyen Cong Hoan, entre otros cantores de la gesta de Viet Nam.

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Ante el renacer libresco y teatral de Virgilio Piñera Llera, más evocado como dramaturgo y narrador que como poeta y ensayista, vale un replanteo de las apreciaciones sobre su vida y su obra, venida a menos en época de instrumentación de una política homofóbica estatal, cuando lo “correcto” era la narrativa de la violencia, la estatalización de la literatura, y la gritería estática y estética del Hombre Nuevo; mientras en el plano internacional se asistía al boom de la literatura latinoamericana, que propagó en Europa y Norteamérica las obras de autores cubanos como Lezama Lima, Carpentier, Cabrera Infante, Reinaldo Arenas y el propio Virgilio, quien trotaba afuera mientras era ignorado por nuestras editoriales.

Ahora que Piñera galopa por las praderas de la literatura cubana, tras bracear con la pobreza, la incomprensión y las trampas de los censores, vale la pena adentrarnos en las librerías y comprar sus novelas, poemarios y las compilaciones Cuentos completos, con prólogo de Antón Arrufat, amigo y albacea espiritual de Virgilio; Teatro completo, ordenada y prologada por Rine Leal, y la excelente Órbita de Virgilio Piñera, de David Leyva, quien ofrece hasta una muestra de la correspondencia del autor de Electra Garrigó con José Lezama Lima y José Rodríguez Feo, así como algunos “textos desorbitados” del homenajeado —Clamor en el penal, La gran puta y fragmentos de su autobiografía— .

Virgilio, el más kafkiano de nuestros escritores, considerado “el último jesuita de la literatura cubana”, ya saldó su deuda con su época y sus contemporáneos. Ahora nos espera, sonriente y satírico, en algún lugar de la inmortalidad, entre los libros y personajes que poblaron su fantasía, tan intemporal como real y sorpresiva. Al fin el “guardián de nuestras letras” cabalga sin bridas.

n í M a r t n t i a g o a S

a s a r t B a l

Como he dicho en varias ocasiones, Linden Lane Magazine es una misión que Dios me ha encomendado. De no ser así no se hubiese podido publicar ni un solo número, pues, ¿de dónde iba a sacar yo los $2,000 que costaba cada número, entre gastos de imprenta, de envío por correo y de type-setting? Incluso llegué a publicar un número estando en España en 1983. Y sin que yo moviese un dedo, las universidades de este país, las más importantes, comenzaron a suscribirse a Linden Lane Magazine, una revista diseñada, producida y dirigida por una mujer desde la mesa de su cocina.

Belkis Cuza Malé

CON ESTAS PALABRAS DE la mujer tras Linden Lane Magazine —donde se puede parafrasear perfectamente la frase de Luis XIV y la de Gustave Flaubert, el autor de Madame Bovary— comenzó mi conversación-entrevista con Belkis Cuza Malé sobre la revista que fundó en marzo de 1982, hace ya más de 30 años, junto a su esposo en ese entonces, el también escritor y poeta Heberto Padilla — “a regañadientes” él, según la propia Belkis—, y mi mejor regalo para esta valerosa y talentosa mujer, además de mi amistad y mi admiración, es comentar la edición extraordinaria por los 30 años de la revista, correspondiente a la primavera del 2012, que es ya el volumen número 31.

Antes de pasar a reseñar dicho número conmemorativo, quiero puntualizar algunos aspectos que considero cruciales para resaltar la hazaña lograda por Belkis, al editar sin interrupción durante tres décadas este monumento a la cultura cubana en el exilio —porque también los pintores, los músicos y los bailarines han encontrado cobijo entre sus páginas, no solo los escritores y poetas— , y así poder valorar en su justa medida el significado de Linden Lane Magazine por sí misma, para Cuba, para los cubanos, y para la cultura latina en general. Belkis y Heberto fueron los primeros “cimarrones” de la literatura cubana que “huyeron” del control absolutista del Estado, previsto ya por el dramaturgo Virgilio Piñera en la reunión de Fidel Castro con los intelectuales en 1961, en la Biblioteca Nacional, cuando el autor de Electra Garrigó declaró ante nuestro Saturno tropical: “yo tengo mucho miedo”.

Los esposos estuvieron presos en las mazmorras de Villa Marista; Heberto durante más de un mes, a partir del asalto a su apartamento el 20 de marzo de 1971, por haber escrito su premiado libro Fuera del juego, mientras que Belkis vería su poemario Juego de damas —escrito entre 1964 y 1968— reducido a pulpa tras su publicación en 1971.

Es completamente irónico que ambos poetas usaran en sus dos libros la palabra “juego”, cuando debían haber sabido muy bien que si con algo estaban jugando era con fuego, y no precisamente con el fuego fatuo de las antiguas tumbas de los esclavos cimarrones con los que los comparo.

El caso Belkis / Padilla —porque aquí me permito editar la historia, que casi siempre ha dejado a Belkis a un lado— fue un verdadero aldabonazo para la izquierda fascinada con el castrismo, y en 1980 el matrimonio pudo por fin abandonar el barracón.

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