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Conocer Bonrepòs i Mirambell

Vamos a entrar en Bonrepòs i Mirambell desde la Carretera de Barcelona viniendo desde Valencia. Lo primero que nos encontramos es una pequeña rotonda con una especie de escultura hecha con trencadís. A la izquierda Bonrepòs i Mirambell, a la derecha Almàssera. Nos recibe un espacio abierto alrededor de la llamada Avenida Ernest Lluch en homenaje al político español asesinado por la banda terrorista ETA. Esta vía de entrada calificada de manera tan rimbombante como avenida, tiene tan sólo 300 metros de largo y enfrenta con la fachada principal de un flamante Ayuntamiento. Resulta curioso ver en estos pueblos pequeños, unos ayuntamientos casi excesivos, propios de poblaciones de mayor importancia. Lo he podido observar también en otros pueblos de esta comarca, como es el caso de Carpesa. Algo parecido sucede con los polideportivos. Ningún pueblo quiere quedarse atrás y parece que compitieran por tener las mejores instalaciones. Para eso están los impuestos, dirá alguien.

El Ayuntamiento de Bonrepòs es moderno y tiene tres plantas. La planta baja es donde está la recepción, desde allí se puede atravesar andando el edificio, lo que hace comunicables la Avenida Ernest Lluch con la Plaça del Poble, que está a espaldas. Me parece que es una solución arquitectónica original: dos volúmenes separados por un pasillo diáfano y cubierto.

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Los espacios a uno y otro lado de la avenida están formados, desde su reciente urbanización, por zonas ajardinadas, juegos para niños y unos solares particulares sin uso alguno. El aspecto general es el de algo inacabado o hecho deprisa para salir del paso. De momento sirve para aparcar coches y pasear al perro.

Lamento si molesta la crítica, pero digo las cosas según las he observado. En cualquier caso, esto no es la parte del pueblo con más valor. El casco antiguo está más alejado de la carretera. Esta zona, hasta hace unos años eran campos, pero sucedió con la agricultura lo que todos sabemos. Antes al agricultor le bastaban diez hanegadas para poder vivir, ahora el campo no vale nada y el agricultor sólo desea que alguien le compre la tierra para dejarla. De ahí que existan estos solares y estos espacios donde se abren plazas, zonas ajardinadas y aparcamientos. Por la historia escrita, todos sabemos que Bonrepòs i Mirambell nacieron como dos núcleos de pobla- ción separados, permaneciendo así hasta principios del siglo XIX, Bonrepòs como población principal y Mirambell como una barriada donde vivían los moriscos durante la Edad Media, en una especie de “apartheid” junto al Barranco del Carraixet. Gracias a los cambios y al tiempo transcurrido, las cosas ya no son así. Ambas poblaciones ya unidas, aunque conservando sus nombres, forman ahora un sólo núcleo con de las condiciones de vida son más agobiantes. Aquí se vive bien. Me lo confirma una mujer que vino de Tavernes Blanques hace ya cuarenta años y no se marcharía por nada del mundo. Tras mis paseos por la población yo también lo puedo confirmar. Este pueblo es tranquilo y agradable para vivir. Llama la atención la limpieza de sus calles y plazas. Los alcorques de los árboles y el mobiliario urbano están cuidados. No se ven pintadas, que ya es decir. Todo es limpieza y orden, hasta en el rincón más apartado. Los vecinos sacan macetas con plantas a la calle y se encargan de cuidarlas, algo que solía verse en los pueblos de antaño. esa historia común que les precede y marca su identidad.

Las calles más antiguas del pueblo son especialmente el carrer Major, Verge del Pilar y Rey en Jaume. En estas calles es donde mejor se conserva el sabor de las casas de pueblo. Típicas casas a dos manos de ladrillo visto, con dos plantas y andana. Son casas muy profundas y al fondo de ellas se puede observar los restos de la antigua cuadra, por donde entraba el carro. Ahora, en la mayoría de los casos, esos espacios están empisados y son una extensión de la propia casa, donde poner plantas o guardar al perro.

Al final de la calle Virgen del Pilar está la Plaza de la Iglesia y la propia Iglesia Parroquial, cuya construcción es de mediados del siglo XVIII. La torre campanario es esbelta y atractiva. Mirándola desde la plaza, se ve estrecha y alta, parece que quisiera seguir creciendo. Está decorada finamente con unas pinturas que simulan un elegante esgrafiado. En el primer cuerpo luce un reloj de sol que marca las horas del tiempo verdadero, el que señala la sombra del sol en su aparente movimiento en el cielo. Nadie mira ya ese reloj. Supongo que tampoco lo miraban cuando se colocó, en el siglo XVIII. Los labradores siempre se han guiado por la posición del sol. En el campo, levantaban la vista y sabían perfectamente qué hora era y cuando tenían que volver a casa.

Bonrepòs i Mirambell siempre ha sido y sigue siendo un pueblo pequeño, 3.000 habitantes en 1 kilómetro cuadrado de terreno, lo que no es ningún descrédito, sino al contrario. Es un pueblo tranquilo donde se instalan a vivir familias que vienen de otras zonas de Valencia más pobladas como Torrefiel, Benimaclet o Tavernes Blanques, don- evolución paralela con los cactus. Los cactus evolucionaron en América y las euforbias en África. Otra plaza que quiero reseñar es la que se forma en la calle Sant Viçent. Una replaza muy bonita y tranquila, con una fuente central de tres pilas, una pérgola de obra, donde trepan la buganvillas y varias palmeras washingtonias rodeando el conjunto. Las casas que flanquean este espacio están construidas entre 1990 y 2007, son de una esmerada y atractiva construcción, tienen nombres de personajes valencianos y, en conjunto, recuerdan un pueblo marinero.

El Ayuntamiento y la Iglesia suelen ser en los pueblos pequeños, los edificios más reseñables. Son los lugares donde se concentra la historia y la memoria. A veces también lo son unas escuelas, una ermita o el cementerio, hablemos de él. El Cementerio parroquial de Bonrepòs i Mirambell, está fechado en una placa que hay en la entrada, en 1898. Su situación dista bastante del núcleo para tener que ir a pie, como iban antes los entierros. Dos caminos nos acercan a él: el que sale desde la Plaça de Sant Ferrán, en Mirambell y el que sale desde la calle Macarella. Este último es el que se hace de forma habitual por ser algo más corto. Cualquiera de los dos es un placer recorrerlos, entre huertos de naranjos. Mucho mejor hacerlos a pie estando vivos que no hacerlo tras el coche fúnebre. Pero así son los caminos que nos llevan al más allá.

Antes de seguir por estas calles antiguas, quiero mencionar la Plaça de La Llar. Es ésta plaza un espacio abierto y ajardinado con cipreses y setos de pitosporo. Allí está el Centre de Salut, que parece disputarse la clientela con el bar Eclipse, que está enfrente. En esta plaza es de destacar una gran euforbia (Euphorbia candelabrum) con un tronco espectacular. Las euforbias son plantas crasas que tuvieron una

Si decíamos que Bonrepòs es un lugar tranquilo, relativamente fácil para aparcar el coche y limpio, Mirambell es mucho más de todo. Podemos llegar allí por el carrer del Mig que desemboca en la Plaça de Sant Ferrán. Desde allí encontramos media docena de calles mal contadas y dos plazas. El conjunto es prácticamente peatonal. Vuelvo a insistir con la limpieza y los rincones decorados con plantas en macetas, que los propios vecinos se encargan de cuidar. Preciosas y cuidadas calles: de la Barraca, Baixada de Carpesa, dels Moriscos o la pequeña plaza con la humilde Ermita de Sant Joan Baptista y su espadaña. Nos despedimos de este pueblo, su huerta y su esmerada quietud, con una impresión tan positiva como inesperada. A veces sentí la sensación de que estaba en un lugar muy diferente y alejado de aquí. Sólo al volver al tráfico de la carretera me he dado cuenta de que volvía a lo de siempre.

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