146 - El Imperio de “las señoras”. Orígenes de un mito fundacional o el acceso de las mujeres a la institución arte
El Imperio de “las señoras”. Orígenes de un mito fundacional o el acceso de las mujeres a la institución arte PATRICIA MAYAYO
En un destemplado artículo publicado en el diario ABC en 1988, el pintor Gastón Orellana, antiguo miembro del Grupo Hondo, tronaba en contra del poder excesivo que habían llegado a detentar las “señoras” –según su propia expresión– en el mundo artístico español de la época: Después de la evolución española hacia la democracia y la muerte de Juana Mordó, por una rarísima cuestión de los destinos (donde no cabe duda de que los gobiernos disponen), el ambiente pictórico español sigue sin salir de callejones pesadillescos: Carmen Giménez, Elvira Mignoni, María Corral, Juanita de Aizpuru, Soledad Lorenzo, Paloma Esteban, Paloma Acuña, Fefa Martínez Seiquer, Evelyn Botella, Helga Alvear, Ana Veristain y demás señoras que durante mi ausencia de España se habrán multiplicado formando un ejército obsesionante, no me parece del todo normal y, perdonadme, grotesco [sic]. El funcionario o galerista del otro sexo actúa –según mi experiencia personal– a rajatablas al tam-tam del poder ejercido por este ejército colectivo [...]. No se trata, y que sea muy claro, de polemizar en contra del sexo opuesto [...]. Si el Gobierno posee esa clarividencia única en los medios culturales europeos me parece estupendo, pero no veo por qué necesariamente la cultura española tenga que estar en manos de señoras.1
Si esta cita resulta interesante hoy día no es tanto porque refleje el machismo irredento (de sobra conocido) que todavía destilaba la España de los primeros años de la democracia (y del que hacían pública exhibición no solo los sectores más conservadores, sino también los miembros de la llamada “progresía” antifranquista); lo más llamativo de los exabruptos de Orellana es que demuestran cómo, ya en los años ochenta, se había instalado en los medios de comunicación una idea que se repetirá posteriormente hasta la saciedad: la imagen de que el mundo del arte contemporáneo en nuestro país –a diferencia de lo que ocurre en otros sectores laborales– es un mundo dominado por las mujeres. Una década más tarde, en un artículo publicado en El País Semanal, el crítico Francisco Calvo Serraller celebraba (los tiempos cambian) el supuesto protagonismo femenino en el terreno de la creación: “Ellas arrasan en el mundo del arte. Por primera vez en la historia una generación de mujeres ha tomado al asalto un tradicional reducto masculino”.2 En 2006, coincidiendo con la vigésimo quinta edición de la feria ARCO, la revista YO DONA abundaba en la misma idea en el encabezamiento de un reportaje titulado “Arte. Femenino plural”: “Dirigen las galerías más importantes, diseñan la programación de los museos y los nutren con sus obras. YO DONA celebra el 25 aniversario de ARCO reuniendo a las mujeres más influyentes de la creación y la gestión artística. Cada vez son más. Y eso se nota”.3 Desde 2009, esta misma revista ha adoptado la costumbre de convocar cada año a un comité de expertos que, con ocasión