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Aceptación

El Camino nos tiene sorpresas, y esta no fue la excepción. Nos atacó un virus, no le queremos dar nombre, pero fue un llamado del cuerpo en su cansancio presentándose como enfermedad, pidiendo atención. A mí personalmente me imposibilitó caminar el primer día. Sí, en el viaje que había planeado durante tanto tiempo me presentó la incapacidad de caminar, y me vi enfrentada a decidir si forzaba mi cuerpo y salía a una caminata extrema o me quedaba dándole el descanso que me pedía.

Así es la vida, podemos tener la idea de cómo pensamos que se van a desarrollar las cosas, pero en el momento que suceden pueden suceder de una manera diferente, presentando nuevos retos.

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El pasado queda atrás

Al caminar paso a paso vas dejando atrás el camino, ya está recorrido y no puedes regresar a él.

De igual manera en la vida cada día qué pasa es un día que dejamos atrás y del que tenemos que extraer el aprendizaje, la experiencia, pero al que no podemos regresar.

Cuando permito que mi mente se relaje, mi cuerpo no ejerce presión sobre ninguna parte, y el caminar se hace más fácil. Esa conciencia de relajar el cuerpo durante el esfuerzo de la caminata dio como resultado que no sufriera ninguna ampolla en mis pies ni ningún dolor.

De igual manera si podemos tener un método relajado de afrontar la vida y las circunstancias que se presentan día a día, estas tendrán menos impacto sobre nuestro ser y podremos sortearlas con ecuanimidad y en tranquilidad.

El camino no es un objetivo físico, ni una meta que alcanzamos.

El camino se va abriendo a cada paso y la riqueza está en el trayecto, en la jornada no necesariamente en llegar a un lugar.

De igual manera la vida es un conjunto de situaciones, acciones, decisiones, relaciones que vamos tejiendo día a día. La vida no es una carrera para llegar a algún lugar.