5 minute read

GESTIÓN EMOCIONAL La paciencia, añorada hoy

DRA. ELSA MARTÍ BARCELÓ

MÉDICO DE FAMILIA. ESPECIALISTA EN PSICOTERAPIA

Advertisement

PSICOANALÍTICA CONSULTA MÉDICA TORRELODONES

DIRECTORA DE ELE, ESCUELA DE LIDERAZGO EMOCIONAL

La impaciencia se manifiesta en <<querer todo ya>>…

Vivir inmersos en la cultura de la inmediatez nos lleva a ignorar una cualidad valiosa en las personas, la paciencia. Valiosa por dotar de significado la propia existencia, por ser instrumento mediante el cual los propósitos, las motivaciones o las ambiciones se cumplen, cobran vida. La paciencia, saber esperar, es sin duda la virtud de los ganadores. La capacidad necesaria a trabajar y desarrollar. Esencia para mediar entre los deseos de mente y corazón. El remedio a utilizar para no dañar la autoestima y acrecentar así, la fortaleza interior.

La paciencia es el hábito que faculta a la persona para actuar de forma lógica y racional frente a las contrariedades de la vida. La práctica que motiva a seguir esforzándose para hacer lo correcto en momentos de frustración, indefensión, decepción, sufrimiento, sin idealizar expectativas y sufrir por ello. Gracias a la paciencia nuestra forma de ver las cosas es más objetiva y realista. Estamos menos contaminados por esa mente emocional que todos poseemos y que tantas veces frente al conflicto y la dificultad genera en nosotros comportamientos impulsivos y poco efectivos. Ser paciente es el comportamien-

EL BIBLIÓFILO DE SCARLATTI Blanquear la humildad

La aprobación en 1919 de la decimoctava enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, la llamada “ley seca”, impulsó el desarrollo de las asociaciones de malhechores dedicadas a la elaboración, transporte y venta de bebidas espirituosas. Tal fue el éxito de la medida legislativa que el crimen organizado se encontró con el espinoso problema de introducir en el circuito legal las ingentes cantidades de dinero ganadas con el incumplimiento creativo del mandato constitucional. Finalmente, encontraron una solución limpia, invirtiendo esas ganancias en el negocio de las lavanderías. Las lavadoras automáticas se adquirían mediante pagos al contado y una contabilidad no menos creativa facilitaba la legalización del dinero de origen turbio. Desde entonces, la milenaria práctica de introducción del dinero de procedencia ilícita en el circuito legal se conoce como lavado o blanqueo de dinero por influencia —¿quién lo diría?— de la lengua inglesa (money laundering). Este recordatorio viene a cuento de las declaraciones efectuadas por una actriz aprovechando un breve receso en nuestra campaña electoral permanente. La artista en cuestión ha afirmado que el presentador de un pro- to a adoptar para investir el Yo de la quietud, serenidad necesaria para saber esperar cuando el interés, la apetencia por la posesión o realización de una cosa se acrecienta en exceso. Es la actitud a cultivar por dotar de lucidez a la razón, saber cómo afrontar el sentimiento de tristeza, desilusión y decepción, cuando uno no recibe lo que desea, ambiciona y necesita.

La paciencia es de suma importancia para relativizar la gravedad de lo que en el exterior acontece. Su presencia incita a la reflexión e introspección, a pensar antes de actuar, hacer u ofrecer, a distinguir con intelecto y coherencia nuestro grado de responsabilidad para que las cosas sucedan. Sin paciencia no hay seguridad, no hay confianza, no estamos a salvo. No somos capaces de sacar lo positivo de los momentos vividos y proyectar positivamente todos aquellos pensamientos, conductas y emociones sobre las que tenemos posibilidad de actuar.

Sin paciencia no existe capaci- grama vespertino de entretenimiento y entomología popular “blanquea el fascismo” y que, por esto mismo, “la gente de la cultura no podemos ir a ese [su] programa”. Ignoro si ha cerrado su proclama con el clásico “ni un paso atrás” o con algún otro de los gritos de rigor. Créame el amable lector cuando confieso que hace siglos que no veo el himenóptero programa. Y bien que lo lamento tras tomar noticia de las habilidades taumatúrgicas que atesora. Ahí es nada, blanquear toda una ideología o movimiento político como es el fascismo, para legalizarlo e incorporarlo al circuito de representación. Ciertamente, no aclara la actriz si ese blanqueamiento es solo dental, pero supuesto que llegue más allá, ardo en deseos de saber cómo salen transformados los “fascistas” de toda laya tras su paso por el hormiguero. ¿Se convierten en conservadores, liberales, socialdemócratas o medio pensionistas? Tampoco aclara si es el único programa televisivo con dad de valorar las cosas de forma sana e inteligente. Sin paciencia no existe consciencia y sentido crítico para tomar la mejor decisión; sin ella no somos capaces de ver lo que realmente tenemos a nuestro alcance. Sin paciencia la desconfianza crece en nuestro interior por no ser capaces de relativizar la importancia de las cosas. La paciencia nos pone en el camino del bien, en la senda del equilibrio emocional. Bajo su manto actuamos con más precisión, con menos margen de error y equivocación. Sin paciencia nos volvemos vulnerables, frágiles e intolerantes; sin paciencia no hay inteligencia intrapersonal, social o emocional. No hay conocimiento interno de nosotros mismos, no existe la capacidad de relacionarse con otros de forma empática y asertiva, no existe gestión optima de las emociones para vencer dificultades o afrontar lo inesperado. La paciencia no elimina los problemas, favorece que los llevemos mejor. Ser paciente nos fortalece para soportar o resistir sin quejas estos poderes o existen otros que blanquean el comunismo, el nacionalsocialismo o el nacionalcatetismo.

Imagino que no soy el único a quien le gustaría saber qué extensión presenta el campo semántico de la expresión “gente de la cultura”. Como no pertenezco a ese gremio, y tampoco me tengo por “gente culta”, desconozco si es casual su similitud con términos como “gente del campo”, “gente del fútbol”, o “gente de orden”. Lo importante, ya se sabe, es la gente. Tengo para mí que es gente que se dedica profesionalmente a actividades que permiten desarrollar nuestro juicio crítico, pues a este fin tiende la cultura según la primera acepción que del sustantivo se da en el diccionario de la Real Academia Española. Imagino, por tanto, que se refiere a novelistas, ensayistas, filósofos, pensadores y, en general, gente —siempre la gente— de malvivir. Sea como fuere, no alcanzo a comprender muy bien por qué la gente “de la cultura” (confie- ni lamentos los contratiempos que dificultan, impiden o retrasan un propósito. Tener paciencia nos lleva a transitar por la vida de forma más cómoda, respetando los tiempos, entendiendo que las cosas no se pueden cambiar de inmediato y que hay que esperar. La paciencia es importante porque gracias a ella crece, habita la fuerza de voluntad para vivir y sobrevivir en el momento presente, para construir decisiones más sabias y elaboradas, garantizadas por un mayor tiempo de reflexión. Ella es la que abre oportunidades frente la adversidad emocional, situaciones de infortunio, dolor, desgracia, sufrimiento, donde la persona, por falta de recursos, por el carácter inesperado de estas, no sabe cómo actuar. so que me inquieta el artículo determinado) no debe acudir a contemplar en directo el milagro de la transubstanciación del fascista en demócrata, su inserción en el circuito democrático. La gente de cultura (sin artículo) suele ser gente inquieta, con afán de aprender y curiosidad. Por consiguiente, son personas, no solo gente, dadas a la experimentación y a la observación de toda clase de fenómenos que puedan enriquecer su bagaje intelectual. Suelen ser personas que ponen más el acento en la humildad de quien es consciente de sus carencias, que en la ejemplaridad de quien debe irradiar con su ejemplo una conducta a imitar.

Ser lideres en la práctica de la paciencia nos lleva a obtener muchos beneficios. A nivel personal, metas y objetivos. A nivel social, vínculos más estables. A nivel laboral, compartir y cooperar para hacer del mundo laboral, un mundo mejor donde vivir y trabajar.

Desde luego, la gente de cultura se ha venido decantando históricamente por el rechazo del sectarismo y por su propensión al diálogo civilizado. Otra cosa es la gente de “la” cultura, que no suele correr el riesgo de aventurarse más allá del terruño dominado y que gusta de marcar el territorio efectivo al resto de paisanos.