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LA SAGA DE LOS ODIOS Y LOS MIEDOS

En estos tiempos de tantas angustias, tribulaciones e incertidumbres, muchos colombianos son conscientes que por mucho que legislemos para mejorar las condiciones de vida de la población más necesitada; cada intento se convierte en un acto fallido. Existen muchas razones que impiden cualquier asomo de desarrollo social, político y económico. Desde los albores de la independencia, la sociedad se estratificó en nobles, aristócratas, comerciantes, profesionales y el pueblo campesino. Sobre esta realidad se diseñó el Estado de Derecho, en los altos cargos de las ramas del poder político: Ejecutiva, Legislativa y jurisdiccional, se ubicaron los nobles, los aristocráticos, los comerciantes y los profesionales, y el pueblo campesino como borregos para sustentar ese poder, está representado en las fuerzas armadas.

Esos mismos legisladores diseñaron un sistema jurídico para autoprotegerse de cualquier reacción airada del pueblo; imponiendo una prohibición a las fuerzas militares de no participar en política y carecer de un poder deliberante: ese órgano está siempre al servicio de las élites y ser el pretor de los privilegios de clase. Esa misma clase estableció desde un comienzo que únicamente tenía posibilidad de llegar a un cargo público de elección popular, quien tuviera una dote y declarara renta; es decir, con capacidad económica; por eso en muchas regiones de Colombia surgieron los grandes gamonales y latifundistas; esto implicaba que quien tuviera una mayor extensión de terreno, sería indiscutiblemente un Jefe político conservador o liberal.

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El pueblo solo tenía derecho al voto como sufragio universal. Además, no solo era indispensable poseer dinero sino que también tuviera la oportunidad de educarse. Un hecho cierto es que, para la época de 1930, el 80% de la población era analfabeta ( Desde 1886 a 1930, el país estuvo gobernado por el partido conservador); por eso fácilmente la plutocracia se perpetuó en el poder durante muchos años. Además, la población campesina eran siervos sin tierra.

Esta misma élite ilustrada, tuvo la oportunidad de construir un tramado de normas jurídicas en el campo de la hacienda pública bajo el modelo de la democracia liberal, y se impuso el “laissez faire, laissez passer” ( es una expresión francesa que significa «dejen hacer, dejen pasar); donde los privilegios estaban representados en establecer exen- ciones tributarias para los más ricos del país. El desgaste natural del partido conservador en el poder, ocasionó que en 1930 asumiera la presidencia el partido liberal en cabeza de Enrique Olaya Herrera, pero previamente ya se habían presentado tres hechos de mucha significación social, política y económica, que había originado el desprestigio del régimen conservador; el primero la gran pandemia de gripe de 1918, luego, la huelga petrolera de 1924; la masacre de las bananeras de 1928, donde el gobierno conservador tuvo que declarar turbado el orden público; y el nuevo gobierno no estuvo exento de fraude electoral, y el crecimiento larvado de un odio partidista, por parte de los seguidores del partido conservador. Y también afrontar la crisis mundial de recesión económica a raíz de Wall Street.

Luego, vino la sucesión de presidentes liberales que se extendió desde Alfonso López Pumarejo, Eduardo Santos, Darío Echandía, Alberto Lleras Camargo; todos ellos impregnados de sucesos políticos inesperados de conspiraciones y que en algún caso se dio golpe de Estado. De suerte que la pugna entre liberales y conservadores, cada día se acentúo más; hasta que el poder vuelve a manos del partido conservador en cabeza de Mariano Ospina Pérez de 1946- 1950. Durante estos veinte años la estabilidad institucional, el país se había erosionado y el poder político se había deslegitimado, y la herramienta jurídica expedita de cada gobierno era la declaración del Estado de Sitio, en donde el Presidente se abrogaba todo el poder absoluto del Estado, para poder gobernar.

El detonante de esta crisis política y social fue el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán, el 9 de abril de 1948. Y, al negarse el partido liberal de participar en las elecciones presidenciales, Laureano Gómez, fue escogido Presidente, de 1950 hasta 1953, donde es derrocado por el general Gustavo Rojas Pinilla, y ejerce el poder sin el respaldo de los dos partidos tradicionales, y por fin en el año de 1957, se ve obligado a renunciar por un golpe de opinión.

Esta hojarasca de muerte, incertidumbre y caos institucional condujo a que los jefes más destacados de ambos partidos, Laureano Gómez y Alberto Lleras Camargo, llegaran a un acuerdo bipartidista, para ponerle fin este periodo de violencia en que se encontraba envuelta la sociedad civil, y se conoció como el Frente Nacional. Pacto en donde se alternaban el gobierno cada cuatro años entre los dos partidos.

Este golpe de Estado contra Rojas Pinilla, llevó a conformar una Junta Militar para gobernar al país de manera transitoria (1957-1958). De modo que, durante estos 28 años de alternatividad en el poder, se produjo una calma aparente y las luchas fratricidas cesaron, y Colombia pudo vivir y respirar una paz transitoria. Durante todo este período de conflicto social y polí- tico; sin embargo, no fue ajeno a que un grupo significativo de campesinos producto de la violencia sangrienta y despojados de la tierra, se alzaran en armas y formarán un grupo subversivo denominado Fuerza Revolucionaria de Colombia (FARC), y después se organizaron el Ejército de Liberación Nacional (ELN).

Desde ese momento histórico, cada gobierno ha venido ejerciendo el poder político bajo el manto del odio, el miedo y la represión, y que se agudizó cuando asumió el poder el Presidente Álvaro Uribe Vélez, quien organizó y patrocinó la creación de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), para combatir a esos grupos insurrectos, que atrevidamente buscaban el poder político por otras vías no democráticas; hasta que por fin un perseverante miembro de la izquierda, otrora miembro del movimiento (M-19) integrado por jóvenes y profesores universitarios rebeldes, quienes ya habían comprendido que esa democracia implantada por las élites bogotanas era una farsa para seguir atropellando y explotando al pueblo y seguir expoliando el erario y gozar de las prebendas del poder político.

Ese hombre de una visión ecuménica y que frente a toda adversidad llegó al gobierno, es Gustavo Petro, cuyo eslogan de gobierno es la no violencia como arma para intimidar al pueblo sino que el camino del cambio es la vida y la paz total. Y que los ignorantes sectarios de la oposición no quieren admitir.

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Lunes 13 de febrero de 2023

Cultura 11

tica, morfología, ortografía, redacción, semántica, sintaxis y puntuación).

Periodista del diario Occidente: Columna semanal Buena letra, orientada al buen uso del idioma español; y página dominical El humor de “Ogil”, para el lúdico y sano esparcimiento.

Autor y director de la revista de humor Pa’ qué más...: Dirigida al cuerpo médico de Colombia y del exterior, auspiciada por Laboratorios del Caribe.

Columnista de los periódicos: Radar Colombiano y Tu Razón, de Cali; El Opinadero y El Politicón, de Pereira; ¡Se Nota!, de Buenaventura; y Apropsena, del Valle del Cauca.

Columnista de humor: Revistas Mi tienda y Mi droguería, patrocinadas por la multinacional Tecnoquímicas, S. A.

Cargos administrativos: Gerente de Mundo2mil (capacitación empresarial, conferencias, cultura y recreación); jefe de contabilidad de la Cooperativa Anchicayá, Ltda.; jefe de contabilidad de la Cooperativa Central de Distribución del Vestido, S. A. (almacenes Everfit); y jefe de redacción de la revista Cultura y Economía.