CAP. X: EL GRAN RUVENIGUE, MAESTRO DE DIDGERIDOO
Una noche estábamos sentados en un bar de Lavapiés programando unas sesiones de improvisación junto a poetas. Creo que era el otoño de 2010. Esas sesiones las organizaba Hipólito “Bolo” García, uno de los personajes que más se mueven en el underground literario del barrio de Lavapiés. Su personalidad tiene todas las cualidades para ser el protagonista de cualquier novela impresa en papel de pulpa. Como decía, estábamos toda la tropa arindododiana del momento (Sr. Drosdov, Quique Cremol, Fermín Hernández…) y entró en ese sitio un tipo desgarbado y flaco, con una perilla bastante larga y negra, y le preguntó al Sr. Drosdov si lo que tenía a su lado era un didgeridoo, instrumento de origen australiano utilizado por los aborígenes de ese continente. Efectivamente, así era… Lo que son las casualidades, si no llegamos a estar en ese momento sentados y con un didgeridoo
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al lado, no hubiéramos conocido al gran Ruvenigue, maestro de ese instrumento, y no sólo por su manera de tocarlo, también porque se dedica a fabricarlos con sus propias manos. En ese momento se cerró la formación más estable y característica de Arín Dodó: Ruvenigue (didgeridoo, clarinete, percusión), Sr. Drosdov (flautas, saxos), Quique Cremol (tabla india), Fermín Hernández (violín, voces), J.G. Entonado (voz, trompeta). Tuvimos dos escasos años, pero muy productivos, en los que hicimos de todo un poco: performances, música, vídeos, colaboraciones con bailarines de contact… siempre teniendo la improvisación como base, tanto en lo musical como en las demás disciplinas. Especialmente, las sesiones de contact con bailarines son muy interesantes porque tienes que adaptarte a sus movimientos, e intentar traducir sus gestos en sonidos. Además, son muy estimulantes porque no sólo te limitas a hacer música, también te mezclas en el movimiento y en la actuación, lo que te obliga a