Lucy, cuando comenzaste por primera vez a estudiar música, ¿sabías qué camino querías seguir? ¿Quién ha ido guiando tus pasos? Estudiar música se me daba bastante mal, la verdad. La música siempre me ha venido más de oído que de estudiarla. Todo esto de la teoría y el solfeo lo llevaba fatal. Y realmente mis pasos musicales los ha guiado mi padre, que era músico saxofonista. Aunque me costara, era el que me seguía obligando. Me gusta pensar que lo hacía porque alguna facilidad tenía, que quizá me dedicaría a ello y quería que lo hiciera bien y que estudiara. ¿Y ha sido muy exigente contigo en ese aspecto? Sí. Mi padre y mi madre han sido muy exigentes conmigo porque los dos se dedican a esta profesión, y para dedicarte a esto tienes que ser muy exigente. Los dos además, han pasado a la docencia de sus correspondientes profesiones, y los que se dedican a la docencia de este tipo de cosas son muy exigentes, porque tienes que obligar al alumno a serlo porque si no, no vas a llegar a ningún lado. Hace falta tanto esfuerzo y tanto sacrificio que si no lo haces desde el principio no lo vas a poder llevar a cabo. Y una vez decides qué camino querías andar ¿qué recuerdos te traen tus comienzos, esos primeros conciertos, audiciones, etc? Al principio, con muchísima ilusión, con ganas de ver qué aceptación tenías en el mundo laboral real. Cuando era pequeña hacía muchos festivales, los espectáculos de la escuela, y ahí los padres siempre son muy amables. Y luego, cuando te aventuras en el mundo profesional dices “a ver si ha sido todo un engaño y realmente sirvo para esto”. Y por suerte me han ido cogiendo,
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así que pienso que para algo sirvo. Hace pocos meses presentaste tu nuevo disco en solitario en Madrid. Cuéntanos cómo fue ese día para ti. ¿Hubo nervios? Pues la verdad es que hubo nervios pero no por mi actuación como tal, sino de que todo saliera bien. Yo estaba un poco al cargo de todo y esa era la presión que yo notaba: que todo salga bien, que viniera gente, que sonara bien, que no hubiera errores. Y aparte ya casi se me olvidaba mi propia actuación, que no se me olvidaran las letras, y pasó casi a un segundo plano. Por suerte ya me conozco los temas, porque la mayoría son los del disco y ya los tengo bastante memorizados. Nervios de “ay! Qué haré delante del público” no había. El salir al escenario y estar yo sola (bueno, sola no, con 15 músicos), ese momento de actuar digamos que es lo que más tranquilidad me da. Pero era todo lo demás lo que sí me creaba un poco de nervios. El público respondió muy bien, la gente que vino se lo pasó muy bien. Algunos amigos y gente conocida que después me hicieron comentarios, me decían “Buah! Es que lo hemos pasado tan bien, estábamos muy agusto”. Así que genial, eso era lo que pretendía. Eso es lo que te interesa, que la gente se lo pasara bien y que hayan estado a gusto y eso parece que lo logré, así que en ese sentido, misión cumplida. Desde luego, tiene que ser fantástico poder tocar con 15 músicos en el escenario, ¿no? Pues sí, la verdad es que es una gozada. Es un regalo que me hago a mí misma realmente. Todos mis compañeros de profesión me dicen “Jo, qué envidia el poder hacer eso!”. Es muy diferente, este tipo de música es muy difícil tocar con una formación así por el presupuesto básicamente, porque hay mucha gente involucrada. Pero bueno,