Aprendí el arte de hacer planetas de lana. Los hago de todos los tamaños y colores. Armo una galaxia de abrigo y luego la desarmo. De mis ovillos salen hebras que cruzan las paredes de mi casa de una esquina a la otra. Hebras que cuelgan de las lámparas y florecen desde los armarios como enredaderas. Colgamos de ellas los columpios en los que Dios juega a veces. Dios y las arañas blancas.
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