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para procesar tanto los envases tradicionales como los nuevos embalajes sostenibles. Algunas soluciones ya están en el mercado, y hay empresas que, haciendo gala de una gran flexibilidad, han sido capaces de ofrecer propuestas vanguardistas, por ejemplo en el sector de las bebidas carbonatadas y la cerveza, donde las alternativas a los films o anillos de plástico son de cartón y se procesan sin ralentizar la productividad ni bajar el rendimiento. O, incluso, se piense en los flowpacker capaces de procesar tanto film compuestos convencionales, utilizando el sellado en caliente-frío, como los mono film reciclables o de papel. En este caso, los mayores retos están relacionados con el mantenimiento del nivel de eficacia de las máquinas, ya que el procesamiento de las películas de papel es, sin duda alguna, mucho más complejo: el papel se rompe y se dobla más fácilmente, es más rígido y requiere precauciones especiales para ser procesado sin interrupción. Además, es abrasiva, por lo que puede dañar potencialmente las partes mecánicas de la máquina con el tiempo. Por ello, el flowpacker de nueva generación debe tener en cuenta estas cuestiones críticas, quizás proporcionando superficies más resistentes o recubiertas. Otro aspecto de gran importancia se refiere al contacto con los alimentos: cuanto más complejos y perecederos son los alimentos procesados, más difícil es encontrar alternativas al plástico, que también hay que buscar en el ámbito de los materiales bioactivos. Una estrategia en este caso es recubrir el papel utilizado para el envasado de productos con ceras y proteínas naturales y seguras, y aditivos de base biológica. Los resultados son interesantes: por un lado, las proteínas actúan como barrera contra el oxígeno, mientras que las ceras actúan como barrera de vapor, lo que no permite a los alimentos, como la fruta, de secarse. Por otro lado, los aditivos de base biológica tienen una acción antioxidante y antimicrobiana, mejorando la conservación y la vida útil de los alimentos. Todo ello sin afectar a la convertibilidad del papel y, por tanto, a su reciclaje.

Dado que la sostenibilidad se basa en las 3Rs: reducir, reutilizar y reciclar, un nudo crítico también se refiere a la reducción del consumo. Las propuestas se orientan a la reducción de la cantidad de plástico en los casos en los que no se puede sustituir. Aquí también, los pasos en adelante son de gigante: gracias a las estructuras innovadoras, se utiliza entre un 15 y un 40% menos de plástico en los contenedores destinados a tomates, bayas y frutas de hueso. Tras ser utilizados, los contenedores pueden devolverse y transformarse en materias primas para nuevos usos.

La lógica es la de la economía circular, hacia la que nos dirigimos cada vez más: economía circular es un término genérico que define una economía pensada para poderse regenerar. Se trata de un sistema económico planificado para reutilizar los materiales en ciclos de producción posteriores, reduciendo al mínimo los residuos. Se trata, de hecho, de uno de los conceptos clave de la sostenibilidad.