¡Al rescate de David!

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ยกAl rescate de David! Texto: Manuel Armayones Ilustraciones: Laura Armayones

Cuento recomendado por



David tenía 8 años y era Marinero. Le gustaba navegar con su barca, la Dalilama, y con su hermana Laura. A veces salía una vez al día, a veces dos, y a veces... salía hasta tres veces. Le gustaba navegar cuando la mar estaba tranquila, esos días eran ideales... Como siempre, después de un rato de navegar David comenzaba quedarse dormido y su hermana le salpicaba con agua del mar gastándole bromas. - ¡Si me salpicas se lo diré a mamá! - Le decía David poniendo cara de enfadado - ¡Entonces yo le diré que hoy no te has querido tomar la medicación! – le decía Laura, un poco seria.


David callaba. A veces callaba y estaba un buen rato sin decir nada mirando al horizonte. Su hermana no le interrumpía. Ella sabía que tenía que esperar, cogerle la mano y no enfadarse con él, porque necesitaba soñar un poquito más que el resto de los niños. David volvió de sus sueños con un suspiro y le dijo a Laura... -Siento que llega una tormenta muy fuerte; tal vez deberíamos volver. Pero los dos sabían que ya no daba tiempo. - Y ahora, ¿qué hacemos?- Pensaba Laura preocupada, y David, dándose cuenta de los sentimientos de Laura le dijo: - Que ¿qué haremos entonces? ¡Luchar! ¡¡Siempre lucharemos hermanita!! – Dijo con una sonrisa. Laura lo miro con ternura y dijo: - ¡Luchemos pequeño! Prepárate para la batalla. David rápidamente se dirigió a mástil del velero y gritó: - ¡¡Aquí te esperamos tormenta!! ¡No hundirás la Dalilama! - Entonces, preparemos las defensas David - dijo Laura, cogiendo la medicación de David de su bolsa y dándosela rápidamente. Él no la quería tomar, pero cuando Laura le dijo que si se la tomaba sus amigos los delfines, Depa y Kine, vendrían a ayudarles, accedió.


Depa y Kine llegaron enseguida, en cuanto David se tomó el jarabe. Tenían, como siempre, muchas ganas de jugar y daban vueltas alrededor de la Dalilama. Laura les hacía carantoñas y ellos saltaban por encima de David, que ya se había lanzado al agua para nadar un poco con ellos. Al cabo de un rato, David se giró en el agua y... ¡no vio la Dalilama! Juraría que estaba allí pero ya no estaba. Puede ser que jugando, jugando... se había alejada demasiado. ¡Y la tormenta ya estaba sobre él! El agua se había vuelto verde. El cielo oscuro, como de noche. Hacía mucho frío. Depa y Kine estaban ahora muy cerca. David se subió encima de Depa, pero vino una ola y lo volvió a tirar al agua. ¡¡¡Chof!!!. Entonces lo intento Kine y...lo mismo. ¡¡¡Chof!!! De repente, cuando David pensaba que no podría encontrar la Dalilama apareció otro barco. Uno muy extraño. David lo miraba y ¡no se lo podía creer! A pesar de que las olas eran cada vez más grandes y Fuertes, el barco, que era mucho más grande que la Dalilama, avanzaba seguro. En su cubierta, David veía unos marineros muy curiosos.


Había dos marineras, una rubia, otra morena, una alta y la otra un poco más bajita. Las dos estaban en proa y con la mano a modo de visera, mirando y mirando. Había más marineros. Uno con barba blanca, muy callado y tomando notes; y otras marineras que corrían por la cubierta con unos extraños vestidos de colores. El barco tenía luces intermitentes, verdes y rojas, así David no podía perderlo de vista. Las marineras de colorines iban cambiando las lucecitas, ahora amarillas y azules...y David no podía dejar de mirar.


De repente las dos marineras, la rubia y la morena se pusieron a gritar: - ¡Allí lo tenemos, allí está! ¡Preparados para el rescate! - Decía la rubia.- ¡¡¡Todo listo!!! - decían las marineras de colorines con voz firme y segura. Una de las marineras de colorines le lanzó una mascarilla de submarinista. ¡De color azul! - ¡Qué chulada! ¡Mi color preferido! -pensó David.

Y se puso la máscara en la cara. ¡Y respiraba muy bien!. Mientras otras marineras de colorines daban de comer a los pobres Depa y Kine que estaban muy, muy cansados. Cuando ya tenía la mascarilla azul puesta y los delfines habían comido un poco y se sintieron con fuerza suficiente para buscar la Dalilama, pero las marineras no querían dejarlo solo y le lanzaron una cuerda. ¡Una cuerda mágica y transparente! -¡No la dejes ir! Le decía la marinera rubia. – Te ayudará a encontrar la Dalilama. -¡Ni la mascarilla David! - Y David pensaba...pero ¿cómo saben mi nombre estas marineras? Bien agarrado a la cuerda y con la masacrilla colocada, el agua ya más calentita y con Depa y Kine que le hacían de colchón, David se sentía más cómodo. Sabía que desde el barco le vigilaban y velaban por él.


De repente, sintió que alguien tiraba de la cuerda. ¿Quién era? ¡¡Era Laura!! Tenía cogida la cuerda y le acercaba a la Dalilama a gran velocidad. - ¡Por fin hermanito! ¡Hemos vencido de nuevo a la tormenta! Gracias Depa, gracias Kine – y les dio un besito.- Ya os podéis marchar. ¡David ya está bien! David, que no entendía cómo la cuerda que le habían lanzado desde el barco ahora la tenía su hermana, le explicó todo a Laura. - ¡Anda, pues sí pequeño! ¡Que eso te lo estás inventando! -Y David le decía... -¡Qué no! ¡Qué no! Y le hablaba de las marineras, la rubia, la morena, el marinero de la barba blanca y muchas marineras de colorines, y de la mascarilla de submarinismo azul que le daba aire, y de las luces verdes y rojas, y de la cuerda transparente que le daba vitaminas y calentaba el agua.


- Que sí, que sí...cariñito. Anda duerme un poco – le dijo su hermana mientras le daba besitos en las mejillas y lo acogía entre sus brazos. Justo cuando David se durmió y la Dalilama volvía hacia el puerto, Laura vio un barco. Sentados tomando un café en la cubierta había una marinera rubia, una morena, un marinero con la barba blanca y muchas marineras de colorines. Todos la saludaron con la mano al pasar y con una sonrisa. El marinero de la barba blanca le guiñó un ojo. Fue todo muy rápido y Laura no tuvo tiempo de fijarse en nada más. Ah, sí... que Depa y Kine iban al lado del barco...y que su nombre era:

¡Esperanza!


En algunos pacientes con errores congénitos del metabolismo la epilepsia puede ser muy difícil de controlar y produce, sin duda, una merma en la calidad de vida de los niños y sus familias. El Síndrome de Lowe es una rara enfermedad en la que la epilepsia puede aparecer hasta en la mitad de los pacientes, normalmente durante la infancia. ¡Al rescate de David! es un precioso cuento dedicado a David, un niño con Síndrome de Lowe y epilepsia de difícil control, en el que el autor del cuento (el padre de David, Manuel Armayones) y la ilustradora (su hermana, Laura Armayones) intentan desdramatizar la situación que se vive con la epilepsia y ofrecernos una mirada imaginativa y optimista.


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