23ª Semana del T.O.

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C. Permanente HOAC

Orar en el mundo obrero

23º domingo T.O.

Os lo digo otra vez: si dos de vosotros llegan a un acuerdo aquí en la tierra acerca de cualquier asunto por el que hayan pedido, surtirá su efecto por obra de mi padre del cielo, pues donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí en medio de ellos, estoy yo. Leer con profundidad un texto (¿y de qué otra manera hemos de leer un texto evangélico?) exige contextualizarlo; solo así evitaremos que nuestra lectura sea un pretexto de nuestras filias y fobias personales, o de nuestras ignorancias consentidas. El primer paso, pues, imprescindible, es memorizar el contexto, en este caso el capítulo 18 de Mateo. Leámoslo poniendo en ello nuestros cinco sentidos, sin prisas... para que el agua de una atención amorosa lo riegue todo...

Pequeña exégesis (lectura con lápiz) El texto de este domingo (Mt 18, 15-20) es el agregado de dos partes: a) la excomunión (vv. 15-18); b) la oración sinfónica con presencia de Jesús (vv. 19-20). Mateo, al colocar nuestro texto entre el pasaje de la oveja perdida, que es buscada apasionadamente por el pastor (18,12-14), y el texto del perdón pluscuamperfecto, infinito (18,21-22), nos invita a ver la excomunión como una pieza que no encaja del todo en el contexto. ¿Qué nos querrá decir Mateo con ello? Veámoslo en cuatro ítems:  Si el pecador no hace caso por tres veces (primero a solas, luego con testigos, por último delante de toda la comunidad) a la “demanda de explicaciones” del ofendido, éste y toda la comunidad deben considerarlo “como un pagano o un publicano”, pues ha roto la comunión. Tengamos en cuenta que no se especifica el pecado, pues lo que importa aquí es la respuesta del ofensor a la demanda de explicaciones. Es decir, lo que importa es subrayar que el desenlace final está en manos del ofensor, pues es a él a quien se pide que reconozca su insensata inconsciencia, su responsabilidad. Aquí está la especificidad de este texto de excomunión: que el ofensor eluda su responsabilidad en el mal practicado, como si la cosa no fuera con él. Por su parte el ofendido es el que inicia el asunto con su inflexible „demanda de explicaciones‟. Esta exigencia se hace necesaria, pues la cuestión del pecado no es asunto baladí, ni de darse palmaditas en la espalda. El mal hay que afrontarlo. ¿Cómo son nuestras liturgias penitenciales?  La expresión rara para nosotros de “atar” y “desatar”, tiene aquí el sentido de “retener los pecados” o “perdonarlos” (a diferencia de Mt 16,9, donde se refiere a resoluciones doctrinales). Según el tenor literal del v. 18, los discípulos, al perdonar o retener, ¡atan a Dios, no sólo ahora, sino también en sus sentencias del juicio final! Notemos lo tremendo y delicado de lo que aquí se dice. ¿Cómo entenderlo, es decir, cómo entender este dicho fuertemente jurídico

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