Cuadernos
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de modo incondicional y constante, incluso en la experiencia de la frustración humana, del anonadamiento. En Rovirosa se hace presente el Amor de Dios; podríamos citar todos los textos de la Escritura que nos hablan de ese amor y cabría decir de cada uno: en Rovirosa se hizo vida. Esa es la experiencia fontal de Rovirosa. La fuente de su existencia cristiana y su santidad. Esa es la fuente de su ser Iglesia y sentirse Iglesia. Y sobre este ser y sentirse es sobre lo que vamos a centrarnos ahora. ¿Cuál fue la vivencia eclesial, el sentir y el ser eclesial de Guillermo Rovirosa? Cuando uno repasa los escritos de Rovirosa en relación con este tema, una primera impresión que se tiene es que, sin duda, Rovirosa está tocado por el Espíritu Santo y, como muchos santos, es un adelantado a su tiempo. Muchas de sus vivencias y convicciones eclesiales serán recogidas y expresadas en el Concilio Vaticano II, años después. Tiempo antes Guillermo Rovirosa las vivió con claridad, con la claridad con que percibió que sólo podía haber una Iglesia así si dimanaba del amor del Dios Trinitario. Releer hoy, más de cincuenta años después, sus palabras sobre la Iglesia hace sentir que son de plena actualidad y que él se anticipó, de algún modo, a lo que la Iglesia iba a plantearse con profundidad para ser y vivir con fidelidad al Señor. Intentaremos recorrer ese pensamiento, esa vivencia de Guillermo Rovirosa, de modo que nosotros hoy hagamos nuestro propio recorrido eclesial, seguros de que él puede ayudarnos —para eso están los santos— a reavivar nuestra experiencia eclesial como parte integrante, fundamental de nuestro seguimiento de Jesucristo. Vivid en caridad todos unidos y siempre hermanos en la santa, católica y verdadera Iglesia…orad, trabajad, servid a Dios siempre sumisos a la Divina Providencia 3.
Ídem. p. 19.
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