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Del escritorio al escenario

Ricardo Ryser vive en Villa Allende hace 37 años y ha escrito más de diez obras de teatro. Recientemente, se consagró como mejor dramaturgo de Córdoba por su trabajo “El niño sirena”, premio que comparte con Guillermo Baldo. El autor conversó con El Milenio sobre esta profesión de la que confiesa estar enamorado.

VILLA ALLENDE

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Cuando se piensa en una obra de teatro, generalmente lo primero que viene a la cabeza es una puesta en escena arriba de un escenario. Lo cierto es que poco se conoce de la persona que escribe las líneas que más tarde se convertirán en acción. Para Ricardo Ryser, quien desde muy pequeño tuvo en claro que quería dedicarse al teatro, escribir improvisando es la clave del oficio.

“El Ryser”, como lo llaman cariñosamente sus estudiantes, se recibió de licenciado en Teatro en la UNC. Es docente, dramaturgo y un apasionado de las plantas. Trabaja actualmente en dos escuelas secundarias, entre ellas el Instituto Milenio Villa Allende, y dicta talleres de actuación y dramaturgia en varios espacios culturales.

Además, es director de actores y actrices en cine y televisión, destacándose su participación en producciones como Mochila de Plomo, Paula y el reciente trabajo de Gael García Bernal basado en la obra literaria de la cordobesa Camila Sosa Villada. En esta última, Ryser se encargó de acompañar y asesorar desde la actuación a dos niños, algo que sintió como “una gran responsabilidad y un desafío enorme”.

A fines de marzo pasado, el vecino de Villa Allende se consagró mejor dramaturgo por la obra infantil “El niño sirena”, junto a su compañero de vida y director Guillermo Baldo. El mismo fue otorgado en el marco del Premio Provincial de Teatro “Siripo” 2023, por la Agencia Cór- doba Cultura.

El Milenio: ¿Cómo decidiste dedicarte al teatro?

Ricardo Ryser: Fue a los 12 años, mientras ensayaba una obra en mi primer taller, a cargo de Tania Met, en Villa Allende.

Era una obra que había escrito ella, una adaptación de un cuento con animales del bosque que seguía una estética en blanco y negro.

Se utilizaba un retroproyector de diapositivas (esos de los viejos) con una pantalla al fondo del escenario. Teníamos que esperar que se prendiera la luz del retro para bajar y luego que se encendiera la imagen nuevamente para levantarnos. Me pareció muy divertido dedicarle toda una tarde solamente a eso. Ahí fue cuando me dije: yo quiero hacer esto, quiero estudiar teatro.

EM: ¿Por qué elegiste ser dramaturgo?

RR: Desde chico sentí mucha atracción hacia la literatura. En casa, cuando querían que yo deje de molestar y no se podía salir afuera, mientras a mi hermano le daban autos para colorear, a mí me dejaban usar la máquina de escribir. Escribía un cuentito y después me festejaban lo que había hecho.

De más grande me dieron ganas de actuar, pero de golpe empezó a aparecer de nuevo esta otra dimensión, la de la escritura, y me sedujo mucho más. Hoy me siento muy bien con este lugar.

EM: ¿Y qué hace un dramaturgo?

RR: Es alguien que escribe, improvisa y corrige mucho. En ese sentido, Gonzalo Marull, referente del teatro independiente en Córdoba, habla de la función del dramaturgo como alguien que ordena los sentidos de la obra.

Y hay diferentes formas: dramaturgias de la actuación, dramaturgias del espacio, etc. La que hago yo es la dramaturgia de escritorio, en soledad, que luego funcionará como filtro para lo que se mostrará en el espectáculo, algo que no depende exclusivamente de quien escribe, sino del encuentro de todos los y las que actúan, dirigen y producen esos textos.

EM: ¿De dónde surgen las ideas para escribir?

RR: Creo que se parte de la improvisación y para eso hace falta tener alguna escena en la cabeza. Mauricio Kartún (otro reconocido dramaturgo) también habla de que quienes escribimos teatro buscamos la basura (la esencia) del lenguaje. Por ejemplo, algo que me pa- amor, excepto alguien alguna vez” es una obra que me trajo mucha alegría y siempre estuvo muy rodeada de afectividad. Con ella gané un concurso, pero lo más importante es que pude dedicársela a mi vieja, que justo en ese momento había fallecido. EM: ¿Actualmente estás trabajando en algún proyecto? rece muy hermoso es cómo habla la gente: recortamos las metáforas, nos comemos letras y palabras, agregamos artículos y eso es alucinante. Siempre llevo conmigo una libretita en la que escribo imágenes (situaciones que observo), palabras, formas de hablar y eso me ayuda un montón.

“El niño sirena” también recibió el galardón a mejor obra para las infancias de los Premios “Siripo”. Foto gentileza.

“Mi dramaturgia es la de escritorio en soledad”, admite “el Ryser”. Foto gentileza.

Así nació una de mis obras, “La madrugada en que los perros conocen a Dios”, a raíz de una imagen que registré en mi cabeza en plena fiesta de cumpleaños de mi cuñada: una persona con un micrófono en la mano arengando a los invitados a cantar karaoke. Me pareció increíble, y si bien nada tenía que ver con lo que terminé escribiendo (un dios hablando sobre el mundo), me sirvió para crear una obra tres años después.

EM: ¿Tenés alguna favorita entre tus obras?

RR: “Nunca nadie murió de

RR: Sí, en este momento estoy trabajando en dos obras. Una de ellas ganó un concurso y se va a publicar, pero decidí modificar la última versión y en eso estoy. Se llama Siervas, me llevó dos mundiales hacerla (es decir, ocho años) y se trata de tres esclavas, empleadas del teatro clásico: la niñera (The Nurse) de Romeo y Julieta, la Poncia de La Casa de Bernarda Alba y la esclava de Medea de La Tragedia de Eurípides.

Me encanta mucho esta dramaturgia porque creo que es interesante cómo las obras clásicas han representado a las personas que trabajan y qué lugares les han dejado en esas ficciones.

La otra obra en la que estoy trabajando, que es la más difícil y más urgente, es sobre Isabelita. Es un monólogo que cuenta lo que sucedió en esos 55 minutos entre que muere Perón (el 1 de julio de 1974) y ella da un discurso en cadena nacional, pero de una manera poética, no necesariamente histórica. Tengo muchas ganas de estrenarla el año que viene, el 1 de julio, cuando se cumplan 50 años de ese momento.