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DAGFRID

QUÉ THOR-TURA

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Me llamo Dagfrid. Sí, es un nombre horrible, en eso estamos de acuerdo.

Soy una niña vikinga. Eso ya suena un poco mejor.

Pero lo que suena aún mejor es Odalrik.

Odalrik es mi hermano. Un chico vikingo, claro.

Que conste que lo que suena bien es su nombre, ¿eh? Porque Odalrik, aunque lo zarandees, no suena a nada.

Odalrik no hace gran cosa.

aprendido a pescar: es tan fuerte que, de vez en cuando, da un puñetazo en el agua y, ¡zas!, se carga a un bacalao. No sé por qué, pero los bacalaos siempre lo ponen muy nervioso. No creo que así vaya a descubrir América, la verdad. Dicho esto, tampoco es muy probable que yo vaya a descubrir gran cosa, porque mientras Odalrik saquea el gallinero o chapotea en el barro, yo estoy trabajando.

Les trenzo el pelo a las otras niñas vikingas, coso a la luz de la lámpara de aceite, que apesta a bacalao, esquilo la lana de las ovejas, que crece tan rápido como las trenzas de las niñas, o tricoto, que se parece a hacer trenzas, pero con lana de oveja. Bueno, esa es la lista de pasatiempos creativos, porque mamá también insiste en que

¡Ha llegado el gran día! ¡Vas a tener el honor de preparar la comida para el banquete de los jefes!

—¿Cómo?

—Levántate un poco las trenzas, nunca me oyes cuando te hablo. ¡El banquete, Dagfrid! Ya lo sé, te cuesta creerlo: ¡vas a ser la encargada de cocinar el pescado para todos esos hombres! ¡Tú sola!

Tengo que aclarar que, en nuestro pueblo, casi todo el mundo es jefe. Bueno, los hombres. Las mujeres solo mandan en la cocina.

—¿Qué me dices?

A lo lejos, la barca de Odalrik cabeceaba suavemente al ritmo de sus ronquidos.