Entrevista a Raquel Rolnik

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conocimiento, reflexiones y miradas sobre la ciudad revista digital de apariciĂłn mensual - aĂąo 1 - nĂşmero 1 noviembre de 2002


café de las ciudades es un lugar en la red para el encuentro de conocimientos, reflexiones y miradas sobre la ciudad. No es propiedad de ningún grupo, disciplina o profesión: cualquiera que tenga algo que decir puede sentarse a sus mesas, y hablar con los parroquianos. Amor por la ciudad (la propia, alguna en particular, o todas, según el gusto de cada uno), y tolerancia con las opiniones ajenas, son la única condición para entrar. Hay quien desconfía de las charlas de café: trataremos de demostrarle su error. Nuestro café está en cualquier lugar donde alguien lo quiera disfrutar, pero algunos datos ayudarán a encontrarlo. Estamos en una esquina, porque nos gustan los encuentros, y porque desde allí se mira mejor en todas las direcciones. Tenemos ventanas muy amplias para ver la vida en las calles, y no nos asustan sus conflictos. Es fácil llegar caminando a nuestro café, y por eso viene gente del centro y de todos los barrios (sí alguien prefiere un ambiente exclusivo, que se busque otro lugar). No faltaran datos sobre cafés amigos, porque nos gusta andar de bar en bar: ¿cómo pedirle a los parroquianos que se queden toda la noche en el nuestro? Esa es la única cadena a la que pertenece el café de las ciudades: la de todos los cafés únicos e irrepetibles, en cualquier esquina de cualquier ciudad.

Entrevista a Raquel Rolnik "La misión del urbanismo es redistribuir riqueza y enfrentar la exclusión" Versión en El Estatuto de las Ciudades, el del Plan Director de San Pablo, y los castellano Estatuto de las nuevos instrumentos del Ciudades urbanismo brasileño.

Tendencias El multiculturalismo, según Prestinenza Puglisi "Se trata de mucho más que poner a punto técnicas de persuasión por imágenes como las de Las Vegas o el Mall of America. Se trata de imaginar, también en sentido físico, la sociedad diversa y multicultural".

Cultura Cantinas y fondas en el nuevo cine argentino El restaurant no es solo un programa para después de la película.

Economía de las ciudades Clandestinos en la ciudad del Tercer Mundo

En "El misterio del capital", Hernando de Soto propone algo más inteligente que erradicarlos. MC (el que atiende) Lugares

DESEO RECIBIRLO cartas al café ediciones anteriores: ground zero, número 0 11/9/02) acerca de café de las ciudades no deseo recibir esta revista

Tan funcional, que no funciona Josep Alías y una visión irónica del Randstadt holandés

La mirada del flanneur Poeta en la autopista Vueltas, besos, y el cielo de la Panamericana según Gustavo Alvarez Nuñez

Ambiente Limpio y democrático "La economía del hidrógeno": Jeremy Rifkin anticipa un mundo donde cada uno produce la


Entrevista a Raquel Rolnik "La misión del urbanismo es redistribuir riqueza y enfrentar la exclusión"

café de las ciudades conversó con Raquel Rolnik, una de las urbanistas más notables de América Latina, sobre las particularidades legales del planeamiento urbano en Brasil. Son muy recientes la sanción del Estatuto de las Ciudades, la aprobación del Plan Director de San Pablo y, en un orden más general, el resultado de las elecciones presidenciales, culminación de un proceso político que en gran medida se explica por la exitosa experiencia de los gobiernos locales del Partido Trabalhista en numerosas ciudades, algunas de ellas entre las más importantes del país. Raquel es profesora de la Maestría en Urbanismo de la FAU-PUC de Campinas, y técnica del Instituto Pólis. Escribió los libros "Estatuto da Cidade - guia para implementação pelos municípios e cidadãos" (POLIS / CEF), "A Cidade e a Lei"(Studio Nobel/FAPESP), "O que é cidade" (Brasiliense) e "Folha Explica São Paulo" (Publifolha), además de ejercer cargos técnicos y políticos y ser una de las formuladoras del proyecto del PT brasileño para vivienda y política urbana. Simpática y entusiasta en la exposición de sus convicciones, accedió a repasar, delante de una mesa bien provista de café, el contexto de los procesos de planificación en Brasil desde la transición a la democracia y la reforma constitucional de 1988 hasta la actualidad. Es importante comprender el contexto del cambio que se ha producido en las estrategias de planificación urbana en Brasil en los últimos años comienza -, y sobre todo la crítica a la experiencia anterior en la materia durante las décadas del ´60 y ´70, una planificación que no había logrado producir ciudades equilibradas desde un punto de vista ambiental y social. Al contrario, si hay una marca importante en las ciudades brasileñas es la marca de la exclusión territorial, el estigma de que la mayor parte de la gente no vive en una "ciudad" sino en algo muy diferente, muy incompleto, con una urbanización de muy mala calidad, en periferias sin empleos y sin diversidad de usos, y en situaciones de absoluta falta de oportunidades urbanas. Este modelo de exclusión territorial ha marcado mucho la organización del territorio en Brasil. No solamente el lugar de los pobres (que son la mayoría de la población), sino también las condiciones ambientales generales de la ciudad. La cuestión de la vialidad, el control de las inundaciones, todo esto ha sido afectado por el hecho de que la ciudad se produce por extensión sobre periferias no equipadas. Y esto también ha marcado la política brasileña: con la democracia, las demandas de los movimientos, organizaciones y asociaciones comunitarias de la periferia han presionado mucho a los gobiernos locales, y por lo tanto la inversión en incorporar estos lugares a la ciudad ha sido una gran fuente de votos y de poder político. En esta situación, al redactarse la Constitución de 1988 (una Constitución totalmente nueva, un nuevo pacto nacional como resultado del reconocimiento formal del fin de la dictadura militar y el consiguiente anacronismo de la gran cantidad de enmiendas introducidas por los militares), se generó un importante movimiento por la Reforma Urbana, que aprovechó el espacio existente para propuestas realizadas directamente por los ciudadanos y no por los constituyentes: las enmiendas populares. Una de estas enmiendas fue la "enmienda popular de la reforma urbana", que básicamente afirmaba la función social de la ciudad y la propiedad, el derecho de las mayorías a la tierra, la vivienda y la ciudad, la necesidad de reconocimiento de los asentamientos irregulares informales y su incorporación a la ciudad, y que también proponía una serie de


instrumentos de combate a la especulación inmobiliaria en la ciudad. ¿Que consecuencias tuvieron este movimiento y la enmienda sobre la Constitución finalmente sancionada? La consecuencia fue la inclusión de un capítulo de dos artículos (132 y 133) en la Constitución, que es una afirmación de la función social de la tierra urbana. De acuerdo a esta formulación constitucional son los Planes Directores municipales los que definen, en cada una de las ciudades, lo que significa cumplir esa función social. También se introdujo la posibilidad de sanciones para la retención de tierra vacante en áreas estructurales de la ciudad, posibilidad que también estaba sujeta a la delimitación de dicha área y los plazos establecidos por el Plan Director. Y en la misma Constitución se habla de una Ley Federal que reglamentará estas sanciones para su aplicación en el ámbito local. A partir de ahí comenzó una discusión que llevó 12 años para la sanción de dicha ley federal, que se aprobó finalmente en julio de 2001: el Estatuto de las Ciudades. Es el marco de la planificación urbana, y de la producción de los Planes Directores locales, porque el Estatuto dispone para los municipios instrumentos de gestión y manejo del suelo urbano, algunos de ellos ya existentes pero que el Estatuto sistematiza. No es obligatorio aplicarlos, pero el Municipio puede aplicar cualquiera de estas herramientas e incorporarla al Plan Director. Lo único a lo que obliga el Estatuto es a que todo municipio de más de 20.000 habitantes tiene que tener un Plan Director, con un plazo de 5 años a partir del año 2001 para hacerlo. A los municipios que ya lo tienen se les da el mismo plazo para revisarlo, e incorporar los nuevos conceptos. Los planes nuevos tienen una validez de 10 años y después tienen que ser revisados. La producción y revisión de un Plan Director, de acuerdo con el Estatuto, debe ser hecho con la participación directa de la población, no solamente por un equipo técnico del gobierno y la posterior aprobación en el Concejo Deliberante. A partir de estas normativas, todas las inversiones de la ciudad, y sus presupuestos anuales y plurianuales, deben seguir las indicaciones del Plan Director, que de esta forma ha ganado un rol central y muy importante en la política municipal. Por eso las municipalidades empezaron el año pasado un proceso de revisión de los planes directores. Pero es muy importante remarcar que en realidad el Plan Director ya está en la Constitución del ´88, señalando cual es la función social de la ciudad y de la propiedad. En la década del ´90, mientras se discutía el Estatuto en el Congreso Nacional, muchas municipalidades empezaron a hacer planes directores participativos bajo un nuevo concepto, con introducción de nuevos instrumentos urbanísticos locales, y muchos ya lo han aprobado. El Estatuto es entonces una especie de balance de experiencias, no es solamente una normativa nueva, es también un "estado del arte" en el campo de la planificación y la regulación urbanística, porque incorpora muchos de los instrumentos y las prácticas nuevas. Como por ejemplo, el presupuesto participativo, que en el Estatuto es obligatorio. Aunque ya se practicaba en Brasil, ahora está encuadrado legalmente, y por ese motivo no puede ser omitido. Y lo mismo ocurre con muchos otros instrumentos, inclusive los relativos al manejo del suelo: el suelo creado, el otorgamiento oneroso del derecho de construcción, y muchos instrumentos nuevos que ya se aplicaban en algunos municipios. Tenemos entonces un periodo, incluso anterior al Estatuto, de renovación de las prácticas de planificación, y en especial de nuevas maneras de enfrentar la exclusión territorial (que en el Estatuto se combate como una cuestión central), de utilización del suelo urbano. En términos más técnicos, y además de tener un marco conceptual nuevo, el Estatuto tiene también una visión de los instrumentos de gestión del suelo urbano con carácter mucho más inductivo que normativo (como en cambio era lo usual anteriormente). Estos instrumentos, más que decir "se puede o no se


puede", sirven para inducir una estrategia establecida en el Plan. Es en ese campo de la inducción donde están los instrumentos más novedosos: la separación del derecho de propiedad del derecho de construcción, la posibilidad de venta o transferencia del derecho de construcción de un terreno a otro terreno, las sanciones a la tierra vacante, etc. Esto es muy interesante en términos de balance disciplinario, porque esto ha pasado en un momento en que la planificación urbana y los planes directores estaban absolutamente desacreditados y descalificados como instrumentos de intervención en la ciudad. Ese descrédito se da en los países centrales a partir de las críticas al Movimiento Moderno en arquitectura, y de las distintas y progresivas reacciones a los fracasos de las nuevas intervenciones urbanas: el Team X. el neoracionalismo italiano, los escritos de Lefebvre. Pero obviamente en Brasil, y en general en Latinoamérica, el contexto de este fracaso es otro. Claro, y además se da también todo el tema de la flexibilización y abandono de los planes generales, reemplazado por el trabajo por proyectos o por piezas que es la nueva tendencia en la planificación ... De alguna forma, funcional al neoliberalismo... Exactamente, y sobre unas ciudades, como las latinoamericanas, muy diferentes a la ciudad europea o norteamericana, que en aquel momento ya tenía un patrón básico de urbanidad que incluía todo. Eran ciudades que tenían transporte, vías pavimentadas, espacios públicos, vivienda. Todo esto era lo básico y estaba garantizado, sino para todos, por lo menos para un 90 % de sus habitantes. El contexto europeo donde se destruye la idea de plan general, es un contexto donde la universalización del derecho a la ciudad ya se había obtenido, porque la situación de esas ciudades era totalmente distinta a lo que fue por ejemplo Londres a fin del siglo XIX. ¡Pero nosotros no! Nosotros siempre trabajamos con esa doble agenda, una que tiene que ver con las urgencias locales, y otra que es una agenda internacional. Los procesos de globalización están insertos en la agenda internacional de planeamiento, y entonces la gran cuestión de nuestro planeamiento es ahora como afrontar todo esto tan complicado de tener un nuevo papel frente a la globalización, frente al desmonte de los estados nacionales, y hacerlo simultáneamente con la vieja agenda de universalización del derecho a la ciudad que en nuestros países aun no está cumplida. Quizás en Buenos Aires esta agenda ya está mucho más completa que en ningún otro sitio de América Latina... Si, pero solo en la ciudad central... Obviamente, en la ciudad central. Probablemente ahora Buenos Aires se transforme en algo mucho más semejante a San Pablo o Río de Janeiro, pero yo diría que las proporciones de Buenos Aires entre lo que está "adentro" y lo que está "afuera" de la ciudad hasta ahora eran distintas a otras ciudades latinoamericanas. Estamos hablando, en Brasil de un 30% "adentro" y un 70 % "afuera", en el mejor de los casos 50 y 50, es algo tremendo. No es solo un tema de política de vivienda, es un tema de política urbana general, un tema mucho más amplio. Recientemente se ha sancionado el Plan Director de San Pablo, y tú has participado activamente de ese proceso. Con la aprobación del Estatuto de las Ciudades el año pasado, el proceso de formulación del Plan Director de San Pablo se ve tremendamente afectado. Aquí también es importante comprender el contexto: San Pablo tuvo un Plan Director aprobado en 1971 que ha generado una determinada zonificación, y una ley de zonificación en 1972. Desde entonces, nunca se ha logrado producir ningún otro plan. Hubo sin embargo varios intentos,


primero en el ´85, y después en el ´88 hubo un plan que ha sido aprobado en el Concejo Deliberante sin discusión, bajo una norma dictatorial que hoy ya no existe y que no sería posible después de la Constitución. Mucha gente consideró ilegitimo este plan impuesto, que tampoco generó un cambio en la zonificación y que no fue instrumentado, y más adelante hubo un intento en la administración de Luiza Erundinha, del PT, de enviar un plan al Concejo, yo era entonces Directora de Planificación. Ese nuevo plan estaba dentro del espíritu de la Enmienda Popular, pero no logramos siquiera votarlo, ni se discutió. Después hubo otras dos tentativas de enviar un plan, que tampoco se votó, hasta que a principios de este año entró un proyecto de plan en el Concejo. El proyecto de plan incorporaba varios instrumentos nuevos del Estatuto de las Ciudades, y su entrada en el Concejo ha generado mucho debate y controversia en la ciudad. Particularmente el sector inmobiliario estaba muy en contra de este plan. A partir de esta presentación del plan se organizaron 3 frentes de entidades y organizaciones sociales para presentarse a debatir el plan y proponer cambios radicales. Una, la más fuerte desde el punto de vista económico, es un frente de 30 o 40 entidades del sector empresarial inmobiliario, constructores, incorporadores, ingenieros, que hizo una fuerte campaña pública contra el plan y defendiendo otras medidas. Se organizó también una coalición popular del Plan Director, básicamente una coalición de movimientos de vivienda que son bastante fuertes en San Pablo (hacen ocupaciones y tomas de predios y terrenos en la periferia), y ONGs que trabajan con el tema, universidades, centros de investigación y profesionales, también ligados al tema de la reforma urbana (hay desde la sanción de la Constitución un foro nacional por la reforma urbana, que ha redactado la Enmienda Popular de la que derivó el Estatuto). Este Frente realizó una propuesta de 10 puntos centrales que deberían estar contemplados en el plan, y ha hecho una campaña pública. Y hay otro frente, que es un movimiento de barrios residenciales de clase media y alta, articulados con sectores ambientalistas, que se movilizaron contra la invasión de edificios en altura y de usos comerciales, en defensa de la calidad de vida. Algunos urbanistas organizaron un movimiento más integrado, de Urbanistas por San Pablo, que también presentó algunas proposiciones. Todo esto dio lugar a un debate muy interesante dentro y fuera del Concejo, que finalmente construyó un proyecto de ley sustitutivo al anterior, a partir del debate y la negociación de los distintos frentes involucrados. El proyecto sustitutivo resultó aprobado en agosto en segunda votación, y ahora el Plan inicia un proceso de dos etapas: la elaboración de los planes regionales de las Subalcaidías, y la nueva Ley de uso y ocupación del suelo, revisión de la ley del ´72, que nunca ha sido revisada en su concepto. Hasta abril de 2003, que es el plazo del Plan para la presentación de estas nuevas leyes, estaremos insertos en este proceso. Es muy importante este nuevo Plan, que incorpora varios de los instrumentos del Estatuto de las Ciudades (prácticamente todos), y a partir de ahí, por la propia y enorme importancia de San Pablo, se convierte en un marco de referencia importante para todas las ciudades brasileñas. No es, a mi juicio, el plan de "nuestros sueños", porque por una serie de problemas ya llegó al Consejo con mucha extensión y con demasiados artículos (casi 300). Está muy poco focalizado en estrategias, presenta bastantes problemas. Pero creo que fue un avance muy grande el lograr aprobarlo. En una charla decías que "peor de lo que estamos no podemos estar"... Si, y es muy importante pasar esa etapa, que ya deberíamos haber superado hace tiempo, por eso creo que fue muy importante esta aprobación. Hay otros planes de ciudades menores en el área


metropolitana de San Pablo, en especial 2 planes que se han realizado bajo el nuevo marco del Estatuto: Diadema, en la periferia del ABC, y Embu, en la periferia sudoeste, planes que han sido producidos realmente de una manera participativa, innovadora. Estos planes han involucrado desde el principio a los distintos sectores de la sociedad, y son piezas muy interesantes desde el punto de vista de estrategia de ciudad. Creo que en los próximos 5 años tendremos un período muy rico e interesante de renovación del marco y las estrategias de la planificación urbana, y será muy interesante ver como todo estos procesos han sedimentado. En ese mismo lugar decías que esperabas ver si se podía cambiar la agenda urbana en los próximos 10 años y que el tema del derecho a la ciudad dejara de ser una necesidad. ¡Si! Yo trabajo hace muchos años de urbanista, y estoy absolutamente harta de tener que continuar con esta agenda, pero creo que si no universalizamos el derecho a la ciudad, no es posible cambiar de tema en las cuestiones de planeamiento urbano. La cuestión puede resumirse en algo como: "bueno, somos pobres, tenemos una renta superconcentrada, tenemos una mayoría de pobres, pero ¿como es posible hacer planificación urbana bajo este marco?". Tenemos que hacerlo de alguna manera, y por eso la misión de la planificación urbana es claramente redistributiva en este momento. ¡Ojalá!, en 5 o 10 años podamos tener otro panorama en Brasil, cosa que espero, porque también hay otros factores: por ejemplo, el crecimiento de la población es menos intenso, la tasa de migraciones es mucho más baja, hay fenómenos de transición demográfica que están ocurriendo, y quizás se pueda cambiar definitivamente esta agenda. Entrevista: MC Algunos de los INSTRUMENTOS DE GESTIÓN URBANA que incorpora el Estatuto de las Ciudades de Brasil: Planeamiento y gestión Los principales problemas urbanos a enfrentar, particularmente en América Latina, en este final de siglo, remiten al alto grado de injusticia en la distribución de los encargos y de los beneficios en las ciudades. El enfrentamiento de esos problemas exige un nuevo paradigma de planeamiento urbano para sustituir el planeamiento tecnocrático, basado en un modelo de ciudad ideal. Este proyecto de ciudad del futuro apostaba a la posibilidad de conducción, por parte del poder público, del proceso de crecimiento y desarrollo urbano, realizada a través de grandes inversiones en transportes, sistema viario, infraestructura y equipamientos públicos, y de un control estricto de la acción de los agentes privados dado por el disciplinamiento del uso del suelo, sobretodo con la zonificación funcional. Este modelo también correspondía integralmente a una concepción del Estado como protagonista único en la definición y conducción de las políticas públicas, confiando en su poder de inversión y control y descalificando el papel y posición de la ciudadanía. Finalmente, bajo esta concepción, se operaba una separación total entre planeamiento y gestión y incluso un conflicto entre estas dos dimensiones, operando el planeamiento apenas en la esfera técnica y la gestión en la dimensión política. En la práctica, muy poco de lo que se idealizó de esa forma ha salido del papel y gran parte de la ciudad real no tiene que ver con las normas y estándares propuestos, lo que traduce la ineficacia de este paradigma para enfrentar los retos de la ciudad. Un nuevo paradigma que privilegia la ciudad real, aceptando en ella la


presencia permanente del conflicto y tomando la gestión cotidiana como punto de partida, se está desarrollando en las ciudades latinoamericanas. Este nuevo paradigma parte del planteamiento de que la ciudad se produce por una multiplicidad de agentes que deben tener su acción concertada, generando un pacto que corresponda al interés público de la ciudad. Presupone una revisión permanente para ajustes o adecuaciones, que mantenga un seguimiento de la dinámica de la producción y reproducción de la ciudad. Dentro de este contexto buscamos explorar las posibilidades de utilización de instrumentos de gestión urbana, apuntando algunos requisitos de implementación e identificando, en los casos en que hubo experiencia de aplicación más consistente, las dificultades y alternativas de nuevos caminos. Es muy importante señalar que lo más importante de los instrumentos es su lógica y no su diseño institucional y legal. A partir de una comprensión del paradigma, es necesario diseñar instrumentos y estrategias específicos para cada caso. La macro-zonificación en el establecimiento de una ordenación física La macro-zonificación establece una referencia espacial para el uso y la ocupación del suelo en la ciudad, de acuerdo con las estrategias de política urbana. Define inicialmente grandes áreas de ocupación: zona rural (por ejemplo, para producción de alimentos, exploración minera, producción de madera) y zona urbana (residencias, industrias, comercio y servicios, equipamientos públicos). A partir de ahí, define, aún en grandes áreas de interés de uso, las zonas a incentivar o a cohibir la ocupación, partiendo de la compatibilización de la capacidad de la infraestructura instalada con las condiciones del medio físico, con las necesidades de preservación ambiental y con las características de uso y ocupación existentes. Dentro de ese macro-zoning aún se definen áreas especiales de interés de preservación y de interés social. Incentivos para la ocupación de terrenos no construidos o sub-utilizados 1. Impuesto predial/territorial progresivo Consiste en la utilización de un impuesto para cohibir el uso especulativo del suelo urbano, es decir, sin finalidad tributaria. Los terrenos desocupados o sub-utilizados, que estén localizados en áreas cuya urbanización y ocupación sea prioritaria, deben ser adecuadamente ocupados. Para imponer la ocupación de esos terrenos existe la posibilidad de urbanización o edificación compulsivas - mecanismo aplicado por el poder público para impedir que las áreas desocupadas de la ciudad continúen ociosas; a través de ese mecanismo se puede establecer un plazo para la parcelación o construcción de las áreas desocupadas o sub-utilizadas. El propietario que no cumpla ese plazo será penalizado con la aplicación progresiva del impuesto territorial y predial urbano y tendrá un nuevo plazo. Cuando se termine, si el terreno todavía estuviere desocupado u ocioso, podrá ser expropiado, con títulos de la deuda pública de largo plazo, por ejemplo. Los casos para parcelación y edificación compulsivas y la aplicación progresiva del impuesto territorial y predial urbano deberán ser definidos por ley. Se debe considerar casos de exención, como por ejemplo propietarios de un único inmueble con pequeñas dimensiones. También se pude asociar este instrumento con las Zonas Especiales de Interés Social y el Consorcio Inmobiliario. 2. Consorcio inmobiliario o urbanización consorciada


Consiste en una forma de cooperación entre el poder público y la iniciativa privada, que busca la promoción de inversiones urbanas en áreas no provistas de infraestructura sobre las cuales pesa una presión de ocupación. En un ejemplo, el propietario entra con una gran área no urbanizada y el poder público invierte en dotaciones de infraestructura, volviendo al particular una parcela del área original, urbanizada, cuyo valor corresponda al valor inicial de la área total sin urbanizar. El resto del área ya urbanizada lo retiene el poder público para sus programas de vivienda o equipamientos públicos. Puede ser voluntaria o como consecuencia de la urbanización y edificación compulsivas. Instrumentos de optimización de la infraestructura existente y de reducción de sus costos de expansión. Son varios los instrumentos que deben ser implementados simultáneamente, algunos de naturaleza intensificadora de la ocupación en áreas potencialmente densificables y otros de naturaleza restrictiva a la expansión del tejido urbano: 1. Coeficiente de aprovechamiento básico: representa el derecho de construir igual para todos, en todo el territorio urbano, buscando la viabilidad de implementación del "suelo creado". Este coeficiente de aprovechamiento básico será establecido de forma concertada, de tal forma que servirá para acomodar la mayor parte de la producción de las edificaciones de la ciudad, variando por lo tanto de ciudad en ciudad. Por ejemplo, el coeficiente de aprovechamiento básico a adoptarse podrá ser 1, lo cual implica que la mayor parte de las edificaciones existentes o a construirse se encuadren en ese índice. Las actuaciones inmobiliarias que utilicen el coeficiente de aprovechamiento por encima del básico corresponderán a la menor parte del total de las edificaciones de la ciudad. 2. Concesión onerosa del derecho de construir por encima del coeficiente de aprovechamiento básico: suelo creado La posibilidad de construir por encima del coeficiente básico se denomina concesión de otorgamiento oneroso del derecho de construir o suelo creado, que el poder público vende a los interesados. Introduce la separación conceptual entre derecho de propiedad y el derecho de construir. Para que esa venta ocurra se establecen "reservas de área adicional" (cantidades totales de metros cuadrados para vender) diferenciados, por zonas de la ciudad y por usos, de acuerdo con la intención de ocupación reflejada en la política urbana: grandes reservas para zonas donde se pretende intensificar el uso y la ocupación y reservas reducidas en zonas donde la intención es la inversa. Los recursos originados de la venta del suelo creado podrían formar un fondo específico de urbanización, sin vínculo con los recursos presupuestarios, con gestión paritaria entre el poder público y sociedad civil, para viabilizar proyectos estratégicos concertados. En áreas donde haya la intención de estimular la producción de determinados usos, como por ejemplo las viviendas de interés social, se podrá prever por ley la exención del pago del suelo creado (por ejemplo en las zonas especiales de interés social de áreas urbanas desocupadas). El mismo se puede establecer para incentivar la instalación de usos no residenciales en periferias exclusivamente residenciales, con la intención de disminuir la necesidad de desplazamiento en la ciudad.


3. Operaciones urbanas Es un instrumento de cooperación entre el poder público y la iniciativa privada, a través del cual ciertas intervenciones se promueven en determinadas áreas de la ciudad. El poder público diseña el proyecto (o lo contrata a profesionales privados por concurso o encargo, bajo sus directrices urbanísticas generales), coordina la implantación de infraestructura y las formas de ocupación de esas áreas, y el sector privado aporta los recursos para las obras a realizarse. Para el desenvolvimiento de ese trabajo integrado se establece una reserva de área edificable específica para aquel perímetro (calculada a partir de la capacidad de soporte de la región) que será vendida para la iniciativa privada. Los recursos de esa manera obtenidos se aplican en el propio perímetro, en obras de infraestructura, áreas verdes, equipamientos y, en casos especiales, en viviendas de interés social, destinadas a la población de bajos ingresos que ya vive en el lugar. 4. Operaciones interligadas Es un instrumento de cooperación entre la iniciativa privada y el poder público, a través del cual se venden excepciones relativas, por ejemplo, al coeficiente de aprovechamiento, a la tasa de ocupación, supresión o disminución de la alineación, implantación de usos no conformes, aumento de altura mínima y otras. Instrumento que haga viable la no ocupación: transferencia de potencial constructivo El propietario de un inmueble sobre el cual pesa un interés público de preservación, sea desde un punto de vista ambiental, o desde un punto de vista de patrimonio histórico, cultural, paisajístico y arquitectónico, puede utilizar en otro inmueble, o vender, la diferencia entre el área construida del inmueble preservado y el total de área construida atribuida al terreno por el coeficiente de aprovechamiento básico, de conformidad con la legislación existente. La transferencia solamente será permitida si el propietario participa de algún programa de preservación elaborado en conjunto con el poder público o elaborado por el privado y aprobado por el ente técnico responsable. Mecanismos de estímulo a la producción de viviendas de interés social en la ciudad y de regularización fundaria de "tugurios" y de parcelaciones irregulares 1. Creación de Zonas Especiales de Interés Social Las Zonas Especiales de Interés Social son delimitaciones de perímetros vacíos en áreas aptas e interesantes para urbanizar, o en áreas donde ocurre una ocupación irregular, en desacuerdo con la legislación vigente, que pasan a ser objeto de estudio, intervención y reglamentación específicos. Pueden ser de tres tipos: 1. áreas urbanas desocupadas - componen esa tipología los terrenos desocupados que podrían ser destinados a la implantación de programas de vivienda de interés social (particularmente aquellos sujetos a la urbanización y edificación compulsivas o al impuesto territorial y predial progresivo). Facilitan el acceso a la vivienda por sectores de bajos ingresos, sea por abaratamiento del precio, sea por flexibilización de los parámetros. 2. "tugurios" - componen esa tipología los terrenos públicos o privados


ocupados por "tugurios", donde haya el interés público en la urbanización y/o en la regularización jurídica de la posesión de la tierra. 3. parcelamientos irregulares - componen esa tipología los parcelamientos para las cuales haya interés público en la regularización jurídica de la parcelación del suelo, en el completamiento de la infraestructura urbana y de equipamientos comunitarios o en la recuperación ambiental (por ejemplo de áreas de alto declive, no recubiertas por vegetación, sujetas a riesgo de derrumbes). Actuaciones de impacto urbanístico o ambiental Son objeto de análisis específico las actuaciones de impacto - polos generadores - que dependiendo de su porte pueden sobrecargar la capacidad de la infraestructura de una región, provocar incomodidades a la vecindad, o causar alteraciones significativas al medio ambiente. Sean públicas o privadas, están sujetas a la presentación de una descripción de impacto de vecindad y a la implantación de obras y medidas necesarias para disminuir o eliminar el impacto en cada caso. Se pretende encontrar la mejor forma para la ubicación de esas grandes actuaciones y no simplemente recurrir a la alternativa de prohibición. Un nuevo concepto en el control de la localización de los usos en la ciudad El nuevo concepto de ley de usos aparece como complemento a otras reglas ya establecidas como, por ejemplo, la de densificación a partir del coeficiente básico. Propone establecer condiciones necesarias y suficientes para garantizar la coexistencia entre actividades diversificadas, sin comprometer el ambiente natural y construido y las condiciones de circulación de la ciudad. La posibilidad de instalación de cada uso se da fundamentalmente por la infraestructura viaria instalada que constituye uno de los elementos estructuradores del espacio urbano, y por la convivencia de cada uso con los demás, especialmente con el uso residencial. Fundamentalmente la simplificación, con relación a la legislación tradicional, se logra por la reducción del universo de usos sujetos a control, con la introducción del concepto de usos incómodos, o sea que pasa a existir un listado de usos no generadores de incomodidad que pueden instalarse libremente en la ciudad. Fuente: Raquel Rolnik · El Plan Director de San Pablo puede visitarse en la Web en el sitio de la Alcaldía de San Pablo, Secretaría de Planificación · Esta edición de café de las ciudades provee un ejemplar facsímil del Estatuto de las Ciudades de Brasil, traducido al español. presentación comienzo de la nota

Tendencias El multiculturalismo, según Prestinenza Puglisi "Se trata de mucho más que poner a punto técnicas de persuasión por imágenes como las de Las Vegas o el Mall of America. Se trata de imaginar, también en sentido físico, la sociedad diversa y multicultural".

El texto que sigue ha sido extraído de "Tres palabras para el próximo


futuro", de Luigi Prestinenza Puglisi, recientemente editado en italiano por Meltemi. "Multiculturalismo", la segunda de las tres palabras, implica una reflexión sobre las relaciones entre arquitectura y ciudad contemporánea. Las restantes dos palabras son No Logo y Ecología. Luigi Prestinenza Puglisi es un crítico italiano de arquitectura y enseña historia de la arquitectura contemporánea en las Universidades de Roma y Siracusa. Colabora en las revistas italianas Domus, L'Arca, Costruire, L'Architettura, Il Progetto, en la revista suizo italiana Spazio Architettura, y en la australiana Monument. Ha escrito varios libros sobre arquitectura contemporánea (Esto es mañana, vanguardia y arquitectura contemporánea; Silenciosa vanguardia, una historia de la arquitectura 1976-2002), monografías sobre Rem Koolhaas y Zaha Hadid, y un libro traducido al inglés y al coreano: HyperArchitecture (Birkauser, Zurich). Es uno de los editores de la serie L'Universale di Architettura , fundada por Bruno Zevi. La segunda palabra para el próximo futuro es Multiculturalismo. Me doy cuenta que puede ser interpretada equivocadamente. Por ejemplo, como una declaración de desconfianza en los valores de la cultura occidental y no como su cumplimiento, el pasaje obligado (en cuanto lo pueda ser un fenómeno histórico) de una línea de pensamiento que va de Heráclito a Jenofonte, de Erasmo a Bacon, de Kant a Feyerabend. Esto es, de una tradición que se ha desarrollado y se desarrolla solo porque ha sabido recoger el punto de vista de los otros, poniéndose a si misma en crisis. Es la duda metódica al haber hecho del principio de la tolerancia y del cambio dialéctico el propio punto constante e irrenunciable. Tanto que nuestras concepciones más férreas y estructuradas, que son las científicas, se basan sobre el propio principio de la continua reelaboración crítica, el principio del falseamiento de Popper. Es decir, ver hasta la prueba contraria. Con la paradoja que investigadores y científicos, a diferencia de lo que ocurre en las culturas de los sistemas tradicionales o totalitarios, no son pagados para valorizar las teorías existentes sino para ponerlas en discusión. No es arriesgado afirmar que la nuestra es una cultura fundada sobre la crisis, o mejor, sobre la gestión de la crisis. No sobre su exorcismo, como quisieran muchos críticos de la ideología. Gracias a esta actitud hipercrítica, hemos metabolizado culturas árabes, orientales, paganas, indias, persas, cristianas, judías, exóticas y muy diversas entre sí. No sin ejercitar sobre estas la constante y liberadora violencia de nuestro método de indagación, que prevé que el output no coincida nunca con el input, que el resultado sea distinto de la simple sumatoria de los agregados singulares. También en Arquitectura son bienvenidos desde siempre los injertos, las hibridaciones, las reelaboraciones de temas externos. Wright, para producir su período de obras maestras iniciado en 1936, pasó dos décadas para metabolizar, primero la cultura europea con el viaje de 1909, luego la cultura japonesa con el Hotel Imperial, la centroamericana con las casas californianas y finalmente la del International Style con la muestra de 1932, en la que fue humillado y marginado. Sin embargo, ¿que cosa tenían de japonesas las casas japonesas de Wright? ¿O de centroamericano la Hollyhock o la Storer? Todo y nada, porque habían pasado a través del cedazo de una cultura que las había absorbido. Miremos ahora la Casa de la Cascada: leeremos el viaje a Europa, la reflexión sobre el International Style, la cultura japonesa e incluso la centroamericana. Pero reconstruidas en una nueva forma. Es cierto que la arquitectura de Wright ha sido fruto de la voluntad férrea de un genio que supo recrearse a sí mismo a los 69 años. Mientras que el proceso de globalización adviene entre caídas y vacilaciones siguiendo una deriva histórica mucho más compleja. Pero no se requiere mucho para ver su


inevitabilidad temporal. Miremos sino las cosas que se están produciendo en Rusia, en China, en la India. Lo que no quiere decir - lo repito para evitar equívocos y triunfalismos - que se trate de un proceso simple y sin costos: la globalización despedazará tradiciones, eliminará modos de vida, hará desaparecer dialectos y palabras locales. Pero también la invención de la escritura provocó lacerantes escisiones, imponiendo dramáticos abandonos, al punto que se narra que el faraón maldijo a aquel que, inventando los jeroglíficos, había congelado el lenguaje, destruyendo, de hecho, la cultura oral y su poesía. Sin embargo, nadie hoy, ni siquiera un ultratradicionalista, pensaría en volver atrás. Vemos entonces la escritura como un hecho natural, olvidando que es, en cambio, el fruto de un proceso de artificialización de lo real que ha durado centenares de miles de años y es activado día a día no sin violencia sobre nuestra especie (pensemos cuan antinatural es obligar a un niño a estar tras unos pupitres durante años, imponiéndole un proceso de abstracción cada vez más complejo y difícil). No se avanza sin pérdidas. No se progresa sin remitir continuamente a discusión el modo de ubicarse respecto al mundo. La superioridad del método occidental se funda sobre la contradicción de un ilimitado orgullo que convive con una infinita humildad. De esto, una tolerancia que roza lo paradojal. Una apertura sin límites que las culturas arcaicas e integristas rechazan por debilidad y flacura moral. Si la globalización vence - lo hemos visto cuando se disgregó el Muro de Berlín - no es porque sea impuesta con la fuerza de las armas o con los poderes extraordinarios de las multinacionales. O al menos, no solo por eso, sino porque ofrece un modelo más dúctil y eficaz: el mejor instrumento hasta ahora elaborado para resolver problemas, encauzar positivamente las energías. No quiero, obviamente, sostener que obramos siempre en el mejor de los modos. Basta leer el informado y bien documentado libro de Naomi Klein "NO LOGO" para descubrir cuan ávidos y malhechores son con frecuencia los gobiernos occidentales y las empresas multinacionales. Las injusticias, sin embargo, se resuelven o al menos se minimizan. Basta ver la evolución histórica desde un punto de vista suficientemente alejado para comprender que el proceso tiende a lo positivo. Aunque sea con lentitudes deprimentes y pasos atrás angustiantes, que vivimos todos los días, y que a menudo nos hacen desesperar orientándonos hacia un apocalíptico pesimismo. Que nos esconde el aspecto positivo de los fenómenos en curso y el enriquecimiento de los sistemas de vida que están cambiando nuestra cultura y - lo que más nos interesa examinar en este escrito - el modo de ver y concebir el espacio, la arquitectura. Podemos ver la globalización como una medalla con dos caras. De un lado está la standardización de los comportamientos. Me ha impresionado el trabajo de un reportero que ha viajado por todo el mundo y, en cada país, ha convencido a un matrimonio para sacar a la calle el amoblamiento de su propia habitación para poder fotografiarlo todo junto. Y bien: la inmensa mayoría de las personas - rusos y americanos, polacos o napolitanos tenía muebles parecidos. Vivían según un mismo modelo de vida. ¿Por que ver este fenómeno en negativo? ¿Y no como la realización, aunque sea mínima, de un principio de igualdad y homogeneidad, por el cual la cultura arquitectónica y urbanística ha luchado - pienso por ejemplo en las investigaciones sobre el existenz minimum, los estudios de Klein, de Neufert, de Panero y Zelnik, el propio Manual del Arquitecto de Ridolfi e Zevi - durante toda la primera mitad del siglo XX? Hoy negocios, aeropuertos, hospitales, sistemas de servicios, tienden a resultar uno igual al otro. ¿Que diferencia sustancial hay sino entre Fiumicino y Heatrow? ¿Entre el aeropuerto de Singapur y el de Chicago? Esta homogeneización, a menudo estudiada a partir del ahora celebérrimo libro No lugares, de Marc Augé, es en el fondo positiva y tranquilizante. Los


no lugares, son, en efecto, los espacios de la calidad técnica difundida. Estructuras donde nada está destinado al azar, en su interior está calculado el número de los decibeles, de los lux, la extensión de los recorridos, la frecuencia de lugares de descanso, el tipo y la calidad de la información. Son seguramente los únicos espacios donde se concreta el sueño de la máquina de habitar, de la economía, de la eficiencia, del confort tecnológico. Sabemos que en cualquier lugar del mundo podemos acceder al mismo nivel de servicios, y probablemente al mismísimo nivel de seguridad. ¿Quien de nosotros aterrizaría con confianza en un aeropuerto africano gestionado con criterios "locales"? La búsqueda de niveles de servicio racionales y estandarizados en todo el planeta requiere investigación y capacidad innovativa. Antes que nada, una reflexión sobre el rol de las tecnologías electrónicas. Pensemos, por ejemplo, como las funciones bancarias se han difundido a escala planetaria gracias a las tarjetas de crédito y los cajeros automáticos. O también, como ha cambiado el sistema de distribución de libros con las ventas por correspondencia vía e-mail. No solo en el sentido de que estas han permitido la adquisición de libros en red, a cualquier hora del día, desde cualquier lugar de la tierra y con catálogos gigantescos, sino también en el sentido en que la competencia de gigantes como Amazon ha impuesto a las librerías de la calle al tener que cambiar su vieja fisonomía, haciéndolas devenir de lugares angostos y polvorientos en espacios apetecibles y antivirtuales, donde el libro se puede tocar y hasta leer disfrutando de un café. Es cierto que para obtener una creciente calidad de servicio, existe el peligro de que nosotros mismos perdamos en "materialidad", transformándonos en información abstracta. Muchos edificios e instrumentos ahora nos tratan como a bits, esto es, no como hombres específicos, conocidos e identificados, sino como entes genéricos, portadores de un quantum informativo. Es la paradoja de la democracia electrónica. De un lado no pone prejuicios de pertenencia: para poder acceder y utilizar las estructuras de nuestra contemporaneidad basta que las personas - de cualquier nacionalidad, credo o color - respeten algunas reglas. Pocas y recurrentes, iguales para un centro comercial, un estacionamiento enterrado, una autopista o un cajero automático. En estos lugares, uno se hace reconocer como solvente, espera su turno, sigue las instrucciones, disfruta del producto, paga. Del otro lado, es evidente nuestra reducción a números. La identificación es, de hecho, posible gracias a un código: del pasaporte, de la tarjeta de crédito, de un PIN. No más el conocimiento individual, el reconocimiento del grupo. En "El mundo de ayer", Stefan Zweig afirma: "una vez, el hombre tenía un alma y un cuerpo, hoy necesita también de un pasaporte, de otro modo no es tratado como un ser humano". Escrito en 1942, el libro fue publicado como póstumo en 1946. Desde aquellos años el proceso de desindividualización de la persona ha ido progresando. Sirva como prueba que muchas películas contemporáneas - pienso, entre otras, en Blanc, de Krzysztof Kiéslowski - recurren al expediente narrativo del sentido de desesperación generado por un pasaporte vencido o una tarjeta de crédito devenida ineficaz. Los hechos, sin embargo, desmienten las previsiones catastróficas. Nunca como hoy las personas se encuentran, viajan, interactúan. Quien preveía que seríamos reducidos a números abstractos, me parece que andaba poco por las calles. Y el que preveía que el teletrabajo disminuiría los contactos entre las personas ha sido desmentido del mismo modo que quien había previsto que los teléfonos nos habrían de encerrar en nuestras


casas o de quien pronosticaba la crisis del libro. Conozco muchachos que practican sistemáticamente el "levante" o "ligue" electrónico, así como nosotros lo intentábamos en las playas de Sicilia o entre las columnatas de San Pedro. No por interactuar virtualmente, como en los filmes apocalípticos que prefiguran un creciente solipsismo e inacción comunicativa, sino más bien para luego reencontrarse en carne y hueso. Los nuevos medios, como ha demostrado brillantemente Mc Luhan, no destruyen los viejos. Al contrario, habitualmente los potencian, obligándolos a redefinirse. Le ha acaecido al dibujo. Los académicos lo veían en riesgo de desaparición, oprimido por el estandarizante CAD. Hoy, sin problemas, los jóvenes dibujan a mano alzada, y luego insertan los datos mediante el scanner, los manipulan en la computadora y finalmente los reelaboran a mano, después de haberlos impreso. Es la astucia de la razón en comparación con las tecnologías niveladoras. La estandarización crea homogeneización, pero la homogeneización estimula la diferenciación, en un proceso continuo hacia lo alto. Y acá está, entonces, la segunda cara de la globalización: la diversificación. De la diversificación muchas veces vemos solo la parodia. Por ejemplo en el exotismo de los centros comerciales. Si entramos, encontraremos cocina china, italiana, francesa, tunecina, el negocio danés, americano, japonés. Cada uno con un estilo propio. Hay una película de Woody Allen ambientada en un shopping center. Los protagonistas pasan de un restaurant japonés a un negocio de artículos hindues, a un espectáculo de entretenimiento. La maquinaria de captura no sale del mall y no hay necesidad de ello: en el fondo, el mundo con todas sus diversidades está todo encerrado allí. Por otra parte, muchos viajes turísticos, no ofrecen mucho más que eso, y los más grandes espacios de venta tienen la misma capacidad de atracción que una prestigiosa localidad turística. Para visitar el Mall of America, el más grande de los Estados Unidos, algunos de sus 40 millones de visitantes anuales toman el avión, y los japoneses lo incluyen en los circuitos turísticos. La Northwest Airlines ofrece viajes a precio de descuento y cada año arriban 5.000 autobús de todos los rincones de los Estados Unidos. Hace algunos años escribía en la revista Progressive Architecture el crítico Michael Crosbie: se va al Mall of America con la misma religiósa devoción con la cual los católicos van al Vaticano, los musulmanes a La Meca, los jugadores de azar a Las Vegas, y los niños a Disneyland. Del viaje como experiencia del conocimiento, la sociedad contemporánea ha llegado al viaje como concatenamiento de diapositivas, esto es de imágenes fragmentarias y típicas. Y si el mundo ha sido reducido a lo "típico", no es, en el fondo, difícil extraer los caracteres esenciales y llevarlos directamente a domicilio. Los japoneses, por ejemplo, han reconstruido en un ámbito cerrado un oasis hawaiano y una localidad alpina de ski, y los han presentado a un público entusiasta que así puede programar con certeza las propias vacaciones, sabiendo que no serán arruinadas por condiciones climáticas imprevistas. En una sociedad del futuro - hipotetiza la película de ciencia ficción Total Recall (El vengador del futuro), basada en un cuento de Philip Dick - viajar ya no será más necesario porque conseguiremos comprar el recuerdo de haber viajado ya a los lugares elegidos. Pero la pretendida diversidad de los centros comerciales, decíamos que es una parodia. No es toda la realidad. Basta viajar en un metro para darse cuenta. Ya por las caras nos damos cuenta que vivimos en una sociedad que es cualquier cosa menos homogénea y niveladora, y que la diversidad no está hecha de estereotipos sino de individuos realmente distintos. Los


cuales no corresponden, por de más, a los modelos ideales a los cuales estabamos acostumbrados hasta hace algún tiempo. El otro día me di vuelta sintiendo a mi espalda una muchachita que hablaba un romanesco arrastrado. Para mi sorpresa, vi que era una muchacha de color. Cincuenta años atrás esto hubiera sido imposible. En 1960, en los Estados Unidos, Martin Luter King marchaba contra el racismo, y hasta hace pocos años regía el apartheid en Sudafrica. En las metrópolis europeas se producen enclaves, similares a ghettos. Las razas a menudo se yuxtaponen, no se mezclan, no se integran. Pero no ver los cambios quiere decir estar ciegos. Miremos sino la CNN, con sus locutores de color, o las películas que, como Monsoon Wedding o East is East, afrontan el tema de la mezcla de las culturas, o imaginemos que cosa haya querido decir confiar buena parte de la defensa y de la diplomacia americana a Colin Powell y a Condoleezza Rice. El melting pot, ese gran caldero que pone bajo el mismo techo a hombres, tradiciones y costumbres diversas, nos desprovincializa, nos hace aceptar al otro, nos saca de la miopía, de no mirar más allá del horizonte del campanario, y tiene, para nosotros que nos interesamos en el espacio, numerosas repercusiones. Desde un punto de vista absolutamente general, la diversidad entra en juego produciendo valores positivos e inesperadas hibridaciones. Siempre lo ha hecho la historia: con la civilización helenística, con la romana, con la cultura americana de postguerra. En la literatura de lengua inglesa, hoy, los mejores escritores son los extranjeros, hindúes y pakistaníes en primera fila, por sus invenciones lingüísticas y narrativas. Entre ellos, el reciente Nobel Naipaul. En arquitectura, personajes como Zaha Hadid, Toyo Ito, Emilio Ambasz y, entre los más jóvenes, Farshid Moussavi, Karl Chu, Nonchi Wang, Hammar Eloueini, Hany Rashid, Jae Cha, Maya Lin, Michele Saee, han sabido injertar temas que provenían de las culturas locales al interior de la reflexión contemporánea, pero sin perder de vista el escenario global. En cambio el localismo, entendido en forma acrítica, no nos libra de la pérdida de la espontaneidad y de la especificidad ligada a la tradición del lugar en el que vivimos y, sobre todo, no nos impide absorber los peores aspectos de la globalización, para colmo sin saberlo. Como nos testimonian los centros históricos sobreprotegidos por las Superintendencias, transformadas de hecho en pequeñas Disneylandias. Miremos los proyectos, incluso los mejores, de aquellos que combaten, al menos de palabra, las búsquedas contemporáneas, y a la globalización oponen conceptos tales como el de genius loci, la respuesta contextual, el regionalismo crítico. A menudo producen trabajos que poco o nada tienen que ver con el lugar. ¿No creen ustedes que por su excelencia - porque mantienen una atenta búsqueda de los valores táctiles y cromáticos - Billie Tsien y Tod Williams podrían colocar sus proyectos en cualquier lugar del globo sin diferencia alguna? ¿Qué cosa tiene Steven Holl (para su fortuna, siendo un óptimo arquitecto) de local? ¿Y tantos españoles que predican valores autóctonos, que cosa tienen de ibérico? Seriamente, ¿qué sentido tiene radicarse en el lugar, cuando muchas veces se trata de una postura mistificadora? Cuando el resultado es coquetear con técnicas constructivas que no estamos más en condiciones de gestionar, recuperar materiales que no están más disponibles, derrochar mano de obra, falsificar con materiales nuevos formas y texturas viejas. Moneo en Mérida esconde el cemento armado detrás de arcos y ladrillitos. Gregotti en las casas de Venecia imita las presentaciones locales con desperdicio de recursos y de creatividad. Snozzi en Rosà se demora sobre el cardo y el decúmano y la retícula ortogonal olvidando que vivimos en la


época de los trenes de alta velocidad y de los automóviles, que requieren radios de curvatura muy distintos. Botta y Carmassi oscilan entre cada vez más improbables memorias del lugar y nostalgias historicistas y clasicistas. En cambio, es cada vez más interesante la posición de los arquitectos holandeses, con Koolhas a la cabeza, que tratan de dialogar críticamente con nuestra cada vez más confusa identidad local. Introduciendo, en las arquitecturas globales que producen, la multiculturalidad y, a veces, también la multietnicidad, los distintos modos de uso del espacio que nuestras complejas sociedades imponen. No solo lo hacen con obras importantes, como - en el caso de Rem Koolhaas - Euralille o Agadir, donde nuevos programas funcionales ponen en crisis los aspectos formales consolidados, sino también con realizaciones de dimensiones insignificantes, casi al límite, inaudito, divertido y provocador, de un baño público en Groningen, realizado con paredes de vidrio con iconos sobreimpresos que pertenecen al imaginario colectivo y redefinen, a la luz de las nuevas culturas, nuestras relaciones con el espacio y los objetos circundantes. Multiculturalidad, multietnicidad: creo que estas palabras no deben entenderse en sentido estrictamente literal. Esto es, como simple respuesta a nuevas necesidades para acoger, al interior de la producción arquitectónica, temas que provengan de otras culturas. Aunque por cierto son también esto: si en el futuro aumentará el número de inmigrantes, no podremos dejar de pensar en ofrecerles casas a su medida, servicios sociales organizados en función de necesidades específicas, equipamientos culturales respetuosos de sus valores. Y si se construye en Oriente - pensemos por ejemplo en el mercado chino- no se puede pensar en reproducir, tal y cual, los estereotipos occidentales. Detrás de las palabras multietnicidad y multiculturalidad se oculta una nueva concepción del mundo. Que ha hecho de la individualidad y de la diversidad - de costumbres, de raza, de religión, de preferencias sexuales un valor. Hoy no se busca más la igualdad sino la libertad. No la satisfacción de grandes ideales universales, sino de aspiraciones individuales. Cada uno, en suma, extranjero respecto de los otros y orgulloso de esta "otredad" - que no implica necesariamente aislamiento, soledad, o mucho menos, misantropía -. La consecuencia es que los standard, que como habíamos visto constituyen un aspecto de la globalización, no bastan por si solos. Son un prerequisito, un mínimo por reclamar al sistema prestacional del edificio para liberar comportamientos, modos diversos de vida. Para comprendernos con un ejemplo: hoy se da por descontado que cada habitación tenga un buen aislamiento térmico, acústico, responda a normas higiénicas, sea equipada con un cierto número de electrodomésticos (una casa sin televisor, teléfono y computadora es hoy inimaginable). Pero, además y sobre todo, debe responder a las necesidades individuales de sus componentes. Los cuales no son fácilmente definibles ni por número, género ni por sus preferencias singulares. En suma, no sabremos nunca si en el alojamiento proyectado por nosotros vendrá a habitar una familia con mujer, marido y dos hijos, o una pareja heterosexual sin hijos, u homosexual con niño, o un soltero, o una soltera con hijos, o una persona anciana, o una pareja de discapacitados, o una familia patriarcal. Supuesto que lo supiéramos, no sabremos nunca cuales puedan ser sus preferencias: ¿quién ha dicho que dos personas ancianas, por el solo hecho de tener la misma edad, tengan las mismas exigencias y valores similares? ¿O que en una familia con marido, mujer y dos hijos, los modos de vida sean compartidos? Resultado: no podemos más utilizar modelos fuertemente constrictivos, de carácter general y abstracto.


¿Aumentará la flexibilidad, aumentarán los espacios individuales por sobre los colectivos? Quizás. La respuesta no es fácil. Comenzará a delinearse solo cuando hayamos acumulado un mínimo de experiencia. En el momento actual no es difícil prever la radical redefinición de las tipologías tradicionales. Si permanecemos en el ámbito de la casa, no se necesita mucho para comprender cuan anacrónica sea la concepción de una estructura dividida en zona de noche y zona de día respecto a una familia que en el curso de la jornada tiene exigencias distintas y mutables que van mucho más allá de la simple dialéctica estar / dormir. Análisis similares deben ser intentados para los espacios públicos, donde en el lugar del "Sujeto Colectivo" quizás se deberán prever grupos de afinidad, de elección, de interés. Donde la rígida división entre las actividades - comerciales, culturales, del tiempo libre - perderá sentido progresivamente. Como testimonian los museos transformados en shopping center y, viceversa, las boutiques en galería de arte. Este es un tema sobre el cual hoy existe una vasta y puntual literatura. Y sin embargo, buena parte de la cultura arquitectónica y de la clase política se demora en darse cuenta, cerrando los ojos, o peor aun, exorcizando un cambio que no dudaría en definir de dimensión temporal, obstinándose en cambio en modelos espaciales que no pueden más que resultar malogrados. Creer posible volver al ágora, a las plazas de la aldea o de los mitos resurgimentales, a la casa modelo Corviale, a hipótesis que postulaban el primado de la sociabilidad sobre la individualidad, significa entregar de hecho todo el espacio público a los centros comerciales, y el privado a las organizaciones especulativas que, sobre la satisfacción de estas necesidades (banalizadas y desproblematizadas) estructuran su propia fortuna económica. Búsqueda del particular sobre el social, del único sobre el mass produced, del grupo sobre el colectivo. Este es el hilo conductor para comprender la historia de las formas de la segunda mitad del siglo XX. De la cadena de montaje, del taylorismo, de las concepciones unificantes de la metáfora del reloj, a la fábrica inteligente, al salto creativo, a la metáfora de la complejidad y de la asincronía. Podemos sonreír ante de la personalización de un electrodoméstico o de la zapatilla Nike que nos diseñamos por nuestra cuenta vía Internet, o ante el catálogo interactivo de la Smart. Pero haciendo esto se sepulta una idea, una posibilidad: la reivindicación, incluso en el campo productivo, de la Obra Abierta. La necesidad de comprometer al usuario que deja, y definitivamente, de ser un terminal pasivo de un proceso decidido por otros. Teorizada en los años 50 y 60, la Obra Abierta permanecía relegada en el limbo de la alta experimentación, de la literatura y del arte para pocos entendedores. Hoy, gracias a la electrónica, que permite gestionar fácilmente y en tiempo real interrelaciones personalizadas a distancia, entra con prepotencia en el circuito productivo. Con la misma facilidad con la cual se autocompone el automóvil, se podrá proyectar la casa. Este proceso ya es activable sin dificultad con los muebles. Por ejemplo, es posible ensamblar una cocina, visualizarla, tener el listado de prestaciones y el presupuesto. ¿Decadencia del proyecto? Para nada. Solo si el programa no es suficientemente creativo y enmascara, detrás de una aparente pluralidad de elecciones, una sustancial rigidez en la oferta. Hany Rashid, solo por citar un excelente proyectista que está tomando en serio esta posibilidad entreviendo al mismo tiempo los aspectos creativos y productivos, está realizando para la Techno algunos muebles de oficina innovativos insertándolos al interior de un sistema de proyecto vía Internet extremadamente inteligente.


Por cierto, las alternativas ofrecidas por el proyectista deben ser reales, no epidérmicas e ilusorias. En la Bienal de Arquitectura de 1999, Diller & Scofidio han mostrado cuanta mistificación existe en este asunto a partir del ejemplo emblemático de la habitación de hotel que se repite sustancialmente igual en todos los hoteles del mundo, pero parece distinta porque cambian los colores, los diseños de la tapicería, el panorama que se ve desde la ventana, el estilo de los cuadros colgados en la pared y el color de la piel (aunque no de la divisa) del camarero adscripto al servicio. Si el cambio debe ser sustancial y no efímero, como ciertamente nos proponen las grandes cadenas hoteleras, deberemos reafrontar el problema de la tipología. No ya como en los años '70 y ´80, cuando la búsqueda de los tipos edilicios fue transformada en la puesta a punto de un sistema de invariables tan rígidas como intolerables, sino siguiendo lógicas que dejan lugar incluso a lo aleatorio. Me parece que la búsqueda ya se está moviendo en dos direcciones. Por un lado experimentando tipologías abiertas para los nuevos usuarios, para los inmigrantes, para aquellos que más sufren el déficit habitacional, por ejemplo ancianos y discapacitados, o que, por condiciones de trabajo, por ejemplo frecuentes mudanzas o viajes, tienen una relación no tradicional con el alojamiento. Por otro, organizando sistemas combinatorios que, mediante el auxilio de instrumentos informáticos y de la interactividad permitida por las modernas tecnologías de simulación, ofrecen el modo de construirse una casa a la medida de las exigencias funcionales particulares y de las específicas expectativas de forma, en suma, de los propios sueños, pero sin por esto renunciar a la contribución sintética del arquitecto. Las nuevas tipologías requerirán seguramente un compromiso constructivo, incluso de demolición y reconstrucción. No puede pensarse en adaptar todo. Ya lo habíamos hablado: lo viejo no tiene valor de por si. Tanto más si a menudo la conservación mantiene, más bien exalta, lugares inadaptados a las actividades hospedadas. Con la crisis del Movimiento Moderno hemos comprendido que forma y función no están tan estrechamente interrelacionadas como por un tiempo se ha pensado. Sin embargo, esto no nos autoriza a pensar que cada espacio puede ser adaptado para todo. Creo que ha llegado el momento de discutir seriamente los excesos de esa tontera política del contenedor pluriadaptable que demasiadas veces nos ha dado habitaciones oscuras y con espacios bloqueados, aulas universitarias con visuales y acústica inadecuadas, complejos deportivos con espacios míseros, espacios colectivos inaccesibles y con costos intolerables. Valga como ejemplo el ex Colegio Máximo en Roma, una restauración que duró décadas para transformar en un mediocre museo un edificio todavía más mediocre. No pongo en discusión el compromiso y la habilidad del proyectista, pero ningún médico, por mejor que sea, puede devolver la vida a un moribundo. A lo sumo puede, con la crueldad propia de los hombres píos, prolongarle la agonía. Un tema ulterior, de algún modo conectado con el problema que estamos afrontando, es el proyecto del vacío. Ante todo: no creo que el vacío tenga vida autónoma. Pienso que es definible solo en negativo, en contraposición a un positivo, a una configuración que lo sustancia y lo delimita, y estoy convencido que hablar de ausencia es siempre hablar de presencia, pero desde otro punto de vista. Sin embargo es justamente asumiendo este punto de vista distinto que es posible afrontar directamente el problema del uso del espacio y evitar posiciones preconcebidas, sea requiriendo a toda costa la salvaguarda del edificio objeto, sea invocando la piqueta hausmanniana y la construcción ex novo de metros cúbicos, que en ciertos contextos no pueden sino crear más


situaciones problemáticas que aquellas que resuelven. Se proyecta a partir del vacío, pero, aunque el concepto sea remarcado y repetido hasta la obsesión, sobre todo en las Universidades - como ejemplos están el Raumplan de Loos, la promenade architecturale de Le Corbusier, Broadacre City de Wright - la gran mayoría de los proyectistas se limita a los llenos: a la composición de la fachada, al volumen singular. Difícilmente, no digo en la fase de diseño, pero al menos en la fase de verificación, se cambia el punto de vista y se observa el edificio, la estructura urbana como vacío. Entre otras razones porque se trata de una operación compleja, o al menos no inmediatamente reconstruible con los instrumentos representativos tradicionales. Plantas, perspectivas y proyecciones ortogonales restituyen, más que el negativo del espacio, relaciones internas al "positivo" de la forma. Y las perspectivas y maquetas, a pesar de todo, siempre representan los llenos, al evidenciarlos. En los años 60 y 70 se han hecho algunas tentativas para explicitar el espacio vacío, a través de moldes que restituían como lleno el vacío y viceversa. Algunos arquitectos - entre ellos James Stirling - han ido más allá y han intentado, a través del montaje de secuencias espaciales, representar la dinámica de los recorridos. Rem Koolhaas, al fin de los años ochenta, para el concurso de la Biblioteca de Francia, ha proyectado un paralelepípedo caracterizado por la materia compacta de los archivos excavada por cavidades de distintas formas - salas de lectura, aulas para conferencias, ambientes expositivos - conectadas entre ellas por recorridos horizontales y verticales. Para hacer evidente la estructura, obtenida más por sustracción y ahuecamiento que por adición, elaboró maquetas donde los valores vacíos - llenos fueron invertidos. Es un notable paso adelante. Nos permite pensar en las nuevas funciones, visualizando el hábitat espacial en el cual irán a colocarse. Sin embargo, una aproximación objetual, como esta, al problema del vacío, es todavía insuficiente, y en cierta forma no puede más que dejarnos perplejos. Al final, aquello que nos viene restituido del espacio es solo su forma, aunque sea negativo, y además , vista en abstracto, en ausencia de su uso efectivo, que es en cambio la verdadera sustancia del vacío, el que determina el éxito, el fracaso, o aquella otra una forma del fracaso que es el super-éxito. Si no me creen, tomen una plaza y prívenla de cualquier actividad comercial: resultará ser probablemente solo un espectral espacio metafísico. Inserten algún negocio y se poblará. Llénenla de bares y restaurantes y estallará de vida, quizás hasta resultar inmanejable. Este es el sentido en que convergen vacío y usos, dando sentido a la arquitectura y al ambiente urbano. Parece el huevo de Colón: no son las fachadas las que hacen la cualidad del espacio, sino la cualidad de la vida que consigamos hacer desarrollar dentro y fuera. En cambio, las revistas especializadas tienden a subestimar el fenómeno y presentan fotografías de barrios y edificios con ausencia de público. Los proyectistas consideran los vacíos solo instrumentalmente a la formación de los llenos. Todavía circulan manuales de composición, donde la atención se pone más sobre el objeto que sobre las relaciones. Sin embargo, cualquiera que tenga experiencia de los espacios urbanos, sabe cuanto cambia la percepción de un ambiente en ausencia o en presencia de personas. Y sabe también que los valores están invertidos: para la gente, para los que no reciben los encargos de proyecto, la vida y la actividad son preeminentes, las formas y las composiciones secundarias. Para quienes viven la ciudad sin prejuicios estéticos, para aquellos que la miran sin pensarla solo como una sumatoria de felices disparos fotográficos, el universo de las posibilidades existenciales es determinado


justamente por el vacío, independientemente del lleno que lo ha generado. Bernard Tschumi, en Architecture and Disjunction, afronta el problema. Afirma allí: un proyectista que no tenga en cuenta el uso del espacio por parte de su público, no solo produce trabajos carentes del punto de vista funcional, sino que sobre todo renuncia a controlar su forma efectiva. Que no solo es un rejuntado de relaciones internas entre volúmenes construidos, sino un sistema complejo de interacciones entre significados, cuerpos y lugares. De aquí la sugerencia de sustituir los términos objetuales de la triada vitruviana - venustas, firmitas, utilitas - con los conceptos más dúctiles de language, matter and body. Espacio como lugar de los eventos, así como lo habían prefigurado los artistas del Land art y el Body art y los arquitectos del Team X, el Archigram, los Metabolistas, los Situacionistas. Y más adelante, los jovencísimos Renzo Piano, Sue y Richard Rogers, Gianfranco Franchini, que en 1971 propusieron para la nueva estructura cultural del Plateau Beaubourg Centre de París un edificio con escaleras móviles en la fachada y una gran pantalla de proyecciones. Casi como para significar que la arquitectura, de ahora en adelante, sería producida por el movimiento de las personas y por el fluir de las imágenes. Así como puntualmente acontece en los más importantes lugares urbanos, sean los chispeantes espacios de Times Square, o los enyesados centros históricos de nuestras ciudades italianas, donde los edificios momificados por las Superintendencias son impactados por una vida que, aun siendo simple, banal o directamente vulgar, consigue siempre rescatarlos. Esto es lo que evidencian las recientes muestras Mutations y USE, la primera curada por el holandés Rem Koolhaas y la segunda por el italiano Stefano Boeri, preparando instrumentos de análisis urbano originales y mucho más sofisticados que aquellos puestos a punto en los años Setenta y Ochenta, basados en la mecánica dialéctica entre tipología edilicia y morfología urbana. Por otra parte, que el espacio sea determinado más por las relaciones inmateriales que por las materiales es un hecho evidente - por así decirlo a los ojos del público. Son muchas veces los prejuicios simbólicos, estéticos, sociales, los que determinan las interrelaciones entre las personas y las arquitecturas. La gente llama a la gente, algunas categorías de personas se excluyen con otras, las actividades vecinas se exaltan recíprocamente, otras se deprimen. Cualquiera que proyecte un gran centro comercial sabe que es en estos factores donde se juega el éxito de la operación. El control de gran parte de los cuales, no pertenece obviamente a las competencias del proyectista. Pero, este es el punto, justamente porque los valores que determinan el éxito o el fracaso de un espacio son inmateriales, y por lo tanto no inmediatamente perceptibles, necesitan ser corporeizados, espacializados, organizados. Se trata de mucho más que representar a través de las formas de la arquitectura, con un lenguaje prestado por la publicidad, la bondad y la calidad de un producto y de poner a punto técnicas de persuasión por imágenes como aquellas preparadas para Celebration, Poundsbury, Las Vegas o el Mall of America. Se trata de imaginar, también en sentido físico, la sociedad de la diversidad y de la multiculturalidad. LPP · Ir al sitio del Mall of America · Además de su libro más conocido, No Logo es también el nombre del sitio de Naomi Klein. Contiene críticas de libros, documentos, agenda, etc.


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Cultura Cantinas y fondas en el nuevo cine argentino El restaurant no es solo un programa para despu茅s de la pel铆cula. El nuevo cine argentino y la recuperaci贸n de la vida urbana como proyecto cultural


Los restaurants de Buenos Aires son protagonistas del mejor cine argentino de estos tiempos. Buena parte de películas tan disimiles como El hijo de la novia, Bolivia o Herencia, transcurre en locales gastronómicos de distintas calidades, pero en todos los casos insertos en barrios tradicionales y en situaciones reconocibles de la ciudad. Por estos restaurants pasan historias personales y familiares, pero también metáforas de los dramas colectivos de la historia argentina reciente: la decadencia de la clase media, los flujos y reflujos de la inmigración, las crisis económicas y morales. Cada película resuelve a su manera estos conflictos: la tragedia de la pelea entre pobres en Bolivia, el renacer personal del protagonista en El hijo de la novia, una reformulación colectiva de las circunstancias individuales en Herencia. Un rasgo esencial y constitutivo de la ciudad, como son sus restaurants (espacio privado y público a la vez, ligado al encuentro y a una identidad aluvional de la cocina argentina), aparece en el imaginario artístico, poniendo a lo urbano en un plano protagónico del debate sobre las causas y consecuencias de la decadencia nacional. Estas y otras películas recientes (pensemos en Felices Juntos, en Mundo Grúa, El Bonaerense, Un Oso Rojo, entre otras), son muy reveladoras en su lectura de una Buenos Aires lejana a los estereotipos del turismo y la publicidad: autopistas, pensiones y hoteles baratos, conjuntos habitacionales degradados, reciben una mirada crítica y reveladora que las muestra en otra dimensión. El conurbano bonaerense reemplaza a escenarios más fotogénicos y gastados de la ciudad, en visiones a la vez realistas y proto -míticas, alejadas del simplismo denuncialista del primer cine posterior a la recuperación de la democracia. El San Justo de Trapero, el Ituzaingó de Perrone, se incorporan con criterio dramático a una construcción artística de Buenos Aires (ciudad donde el arte suele anteceder a la política y a la legalidad en la definición de sus lugares, como ha insinuado particularmente Adrián Gorelik en "La Grilla y el Parque"). Incluso el propio centro porteño, sus lugares emblemáticos, son enfocados desde una mirada marginal y periférica en Pizza, birra y faso, de Caetano. Aquí también aparecen los sitios gastronómicos, en este caso como escenario de robos improvisados o como destino de los magros botines: la pizza consumida en el modesto "Ugi´s" de la calle Corrientes (así como en Un Oso Rojo los bares son especies de oficinas de reuniones del delito, los sitios donde se acuerdan y preparan los robos violentos o donde los excluidos del sistema, como el personaje de Sergio, son sometidos a la explotación del juego clandestino). Si el arte es revelador en su interpretación de la realidad cotidiana, y descubre ideas y mitos que están calladas en la sociedad, este "descubrimiento" de lo urbano por el cine indica el carácter de una reflexión latente sobre la ciudad como expresión espacial y simbólica de los conflictos, éxitos y fracasos de la sociedad argentina. Esas cantinas, parrillas y fondas, ajenas al espíritu aséptico y globalizado de los fast foods y los patios de comida en los shoppings, son escenarios de dramas y conflictos que sintetizan y proyectan aquellos más generales del ámbito colectivo. Así, la venta de estos viejos restaurants (a una cadena de marca, a un explotador de juegos de videos, según los casos), aparece como la salida individual y sin proyecto que muchos imaginan como la única posible. Cuando en cambio el protagonista de El Hijo de la Novia decide abrir otro restaurant frente al que vendió, o los amigos de Olinda transforman la fonda durante su viaje con un mínimo presupuesto y mucha imaginación (en Herencia), se ponen en marcha proyectos personales y colectivos de transformación positiva, sobre la base de la propia historia de los lugares y las gentes. Una especie de razonable utopía en una sociedad desesperanzada. Y


expresión del punto en que coinciden los problemas de la sociedad con los problemas de la ciudad. Las viejas cantinas son en estas películas una muestra de lo que, en un sentido más amplio, pasa con los tradicionales centros comerciales a cielo abierto, con los barrios abiertos y plurales de la ciudad tradicional, en definitiva, con la idea de ciudad que le dio un alma a Buenos Aires. MC · Más información sobre nuevo cine argentino, en www.cinenacional.com y en el sitio de la revista cinéfila El Amante · Una guía de los restaurants más novedosos de Buenos Aires, en www.restaurant.com.ar

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Economía de las ciudades Clandestinos en la ciudad del Tercer Mundo En "El misterio del capital", Hernando de Soto propone algo más inteligente que erradicarlos. Comentario de El Misterio del Capital - (Por qué el capitalismo triunfa en occidente y fracasa en el resto del mundo) de Hernando de Soto, traducción de Mirko Lauer y Jessica Mc


Lauchlan, Ediciones El Comercio. Hernando de Soto es un economista peruano, muy cercano a las corrientes neoliberales. Desde esa mirada, viene realizando hace varios años una tarea de reivindicación de las potencialidades empresariales de la economía informal: su anterior libro, El otro sendero, destacaba la capacidad productiva y empresaria de los vendedores ambulantes peruanos, capaces de desarrollar una economía superior en volumen a muchas de las empresas del sector formal (estatal o privadas), a pesar de las prohibiciones, trabas y persecuciones que le impone la legalidad de Estado. Desde esa postura colaboró y se enfrentó sucesivamente con las presidencias de Alan García y de Fujimori, y con la candidatura de Vargas Llosa (a quien trató públicamente de "hijo de puta", en lo que luego relativizó como una "pelea de arequipeños"). En El Misterio del Capital, de Soto afronta otro punto clave de la economía subterránea: la vivienda clandestina, y en general los activos fijos de los pobres, carentes de regularización en los registros del Estado. La tesis del autor es que ese carácter ilegal impide darle a la vivienda de estos sectores el carácter de garantía prendaria de constitución del capital, que permitiría la formación de mercados de capitales en las economías del subdesarrollo. "La mayoría de los pobres - sostiene provocativamente - ya tiene los activos que necesita para hacer del capitalismo un éxito". Según de Soto, cada parcela o construcción está representado en los países desarrollados en un documento de propiedad que permite a los activos "llevar una vida paralela a su existencia material", y como tal ser utilizados para acceder al crédito. Cita en tal sentido el ejemplo de los Estados Unidos, donde la mayor fuente de capitales para la creación de nuevas empresas es la hipoteca sobre la casa del emprendedor. Según de Soto, este sistema de representación de la propiedad formal tiene 6 efectos esenciales para la generación de capital: fija el valor económico de los activos, integra la información dispersa a un solo sistema, vuelve responsables a las personas, vuelve transables a los activos, integra a las personas en redes económicas, y protege las transacciones. A diferencia de sus compañeros de ideología, de Soto no niega el fracaso de la economía capitalista en cuanto al cumplimiento de las profecías de prosperidad luego de la caída del Muro de Berlín, ni culpa de este fracaso a la falta de profundidad de las medidas recomendadas por la ortodoxia académica y de los organismos internacionales (veremos que no es su única atipicidad). El problema que señala de Soto es la incapacidad de constitución de mecanismos de multiplicación del capital, proveniente de la falta de garantías legales y jurídicas que emanan de este carácter clandestino de la principal riqueza de la mayoría de las personas, su vivienda propia. Y no lo considera un resultado de problemas culturales o de actitud: de Soto recuerda que el mismo problema tenían hace poco más de un siglo la economía norteamericana y europea (la época en que se generalizó en Estados Unidos el derecho a la tierra en virtud de las mejoras realizadas sobre ella), y hace poco más de 50 años la economía japonesa. Es reconocido el tremendo esfuerzo que representa para las personas y familias más pobres de las economías subdesarrolladas la construcción de sus casas en barrios sobre los cuales no poseen títulos y en los que la mayoría de las veces ni siquiera hay normativas urbanísticas. De Soto describe gráficamente la dificultad de los pobres en acceder a su vivienda en la metáfora de quien debe "ponerse los zapatos antes que las medias", aludiendo a la particularidad de tener que habitar antes de construir y construir antes de tener seguridad legal sobre la tierra, al contrario de lo que hacen los sectores pudientes. A la precariedad técnica, legal y social que ocasiona esta carencia, el autor agrega la precariedad fundacional del sistema capitalista en estas economías, que inhibe la formación de hipotecas y el otorgamiento de créditos. Para apoyar su tesis, de Soto menciona un gran número de ejemplos en todos los continentes, evidenciando un gran bagaje de investigación y experiencia en la materia. Su propio equipo intentó, como ejemplo de sus tesis, obtener autorización legal para construir una casa sobre tierras del Estado en las afueras de Lima, proceso que llevó casi 7 años y más de 200 pasos administrativos. En Brasil, la construcción registró en 1995 un crecimiento de solo 0,1%, mientras que las ventas de cemento en el mismo período habían aumentado en un 20%, diferencia que solo podía explicarse en el hecho de que más de la mitad de la construcción no ingresaba jamás a ningún registro. De Soto evita e incluso combate dos tópicos comunes del pensamiento de la derecha sobre


estas cuestiones: · la visión legalista a ultranza, que considera a los ocupantes clandestinos de terrenos clandestinos como delincuentes y no como a ciudadanos que ejercen de una forma desesperada su derecho al hábitat, a la ciudad, a la vivienda. Por el contrario, de Soto puntualiza que los nuevos pobres urbanos han creado industrias y barrios enteros y sostiene que "el grueso de la iniciativa empresarial en los países del tercer Mundo se encuentra entre los recolectores de basura, los fabricantes de artefactos y las compañías de construcción ilegales". Ello son la solución y no el problema, sostiene de Soto al rebelarse intelectualmente (¡e incluso con citas de Manu Chao!) "contra quienes estereotipan a modestos empresarios como si ellos estuvieran contribuyendo a agravar el problema de la pobreza". La aparente ilegalidad no es entonces un crimen, sino un choque entre el diseño de normas realizadas desde la base social y las que impone el poder formal. También replica lugares comunes habituales acerca de la extralegalidad como recurso para evitar el pago de impuestos: "operar subterraneamente nunca supone un costo cero", y lo que en cambio decide el paso a la legalidad es su costo relativo. · la visión culturalista de autores como Huntington, que al borde del racismo (probablemente, el borde interior...), y exagerando las tesis de Weber sobre la ética calvinista, considera que solo la civilización occidental, es adecuada para la implementación de la democracia y el capitalismo. Por el contrario, de Soto considera que el proceso de urbanización acelerado de las últimas décadas en los países subdesarrollados ha generado un proceso de división del trabajo y una virtual revolución industrial - comercial que solo estaría esperando ser descubierta. De Soto atribuye las causas de la urbanización en los países subdesarrollados a la mejora en los caminos y comunicaciones, la influencia de los nuevos medios de comunicación (en especial de la radio), la crisis ocasionada por la modernización de las técnicas agrícolas, los problemas de la propiedad en el campo y los largos e incompletos procesos de reforma agraria, la menor mortalidad infantil y mejores salarios en las ciudades, las mayores oportunidades educativas y la cercanía a las burocracias. En definitiva, cuestiona el supuesto carácter irracional de las migraciones del campo a la ciudad: "la vida en las lejanas ciudades no solo parece mejor, lo es". En las barriadas informales de las metrópolis latinoamericanas, se desarrolla una economía de gran eficiencia, con alquileres que se pagan en tiempo y forma y con una oferta abundante de vivienda. A diferencia de las zonas tugurizadas en los antiguos centros degradados, que "sucumben a la negligencia y a la pobreza, los refugios básicos de los pobres suelen verse progresivamente mejorados y paulatinamente dignificados". Las organizaciones extralegales llegan a proveer infraestructuras básicas como caminos, agua potable, desagües, electricidad y transporte. Por supuesto, la tesis tiene puntos grises: la sostenibilidad ambiental, la veracidad de las estimaciones de capital (¿alguien pagaría realmente ente 13.000 y 19.000 dólares por una vivienda precaria en las afueras de Manila, casi 30.000 dólares por una modesta casita informal en Lima, o 3.000 dólares por metro cuadrado en una zona manufacturera ilegal de la misma ciudad?), la relativización de la necesidad de regulaciones urbanísticas y ambientales (¿que pasa con la ocupación de tierras inundables o cultivables, con la extensión de las infraestructuras o su carencia, etc.?), el carácter mafioso de algunas de las organizaciones que se mencionan como ejemplos de gestión empresarial - urbana (¿de que hablamos cuando se cita la provisión extra-estatal de "administración de justicia y el mantenimiento del orden", o de los rápidos procesos de desalojo de inquilinos morosos en las favelas?). De todos modos, tanto en su faz explicativa como en sus menos convincentes sugerencias de acción (asumir la perspectiva de los pobres, cooptar a las elites, y hacerles frente a las burocracias jurídicas y técnicas), El misterio del capital resulta un aporte muy interesante a las nuevas teorías del derecho a la vivienda, que sostienen la integralidad del hábitat, la vivienda, el trabajo y la sostenibilidad ambiental, y refuerza por derecha la tesis de la facilitación y la integración de la ciudad informal. No es de extrañar entonces el silencio embarazoso de cierta prensa conservadora sobre este libro, y el entusiasmo que ha despertado en algunas organizaciones de base de comunidades barriales en América Latina. MC · Otra óptica sobre la integración urbana de los asentamientos informales latinoamericanos,


en el sitio de Jorge Mario Jáuregui, arquitecto a cargo de varios proyectos de reurbanización en el marco del programa Favela Barrio, de Río de Janeiro: · Una crítica "despiadada" a El misterio del capital en el artículo de Jorge Gascón "El misterio de la piedra filosofal", en la revista digital peruana de cultura Ciberayllu · Ir al sitio del Banco Mundial dedicado a experiencias de participación y desarrollo impulsado por la comunidad.

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