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La ubicación

Tras el estudio de las pinturas de la comarca de Sayago, de las del noroeste de la provincia de Salamanca e incluso de las parte del país vecino ya se ha podido ver la capital importancia que adquiere la ubicación de dichos conjuntos murales. Vista general de la portada meridional de la iglesia de Monumenta A dos ubicaciones nos referimos al estudiar aquellos conjuntos. La primera aludía a la propia naturaleza arquitectónica del edificio, a su realidad constructiva. Aquí, por las razones que se avanzaron en el apartado anterior, no se puede hablar de una serie de edificios típológicamente muy próximos, pues existe una clara variedad de tamaños, materiales constructivos y modelos, bien es cierto que las tres que conservan unas pinturas murales más próximas a las ejecutadas por los maestros transfronterizos sí coinciden con un arquetipo de iglesia ya conocido. Es decir, una fábrica sencilla y de reducido tamaño,

edificadas ex novo en la bisagra del siglo XV al XVI o reconstruidas total o parcialmente en ese momento, y que obedecen arquitectónicamente a un plan muy simple de cabecera cuadrangular de testero plano (cubiertas con armadura de madera) y nave única y rectangular con espadaña sobre el hastial de poniente. Tales son los casos de Muga de Alba, Vivinera y Monumenta. En ellas, además, coinciden otros puntos en común, como el material granítico empleado, la escasez de vanos en sus muros, y la adición posterior de espacios de uso litúrgico como sacristías o de uso parroquial/social como cillas, trasteras y pórticos. En alzado se aprecia cierta uniformidad entre los ábsides y las naves, aunque tanto en su altura como en anchura sí encontramos mayores variaciones.

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La segunda ubicación, y seguramente más común en este tipo de estudios, toca a la posición de los murales

en dicho edificio, interior, exterior, cabecera, nave, etc. Es

Interior de la iglesia de Muga de Alba visto desde la nave

decir, su emplazamiento en el propio templo. Ya sabemos como, por lo general, tendieron a llenar la mayor superficie posible, acorde a las posibilidades arquitectónicas del edificio, pero sobre todo ajustándose a la economía de la fábrica o del patrono que costeara la intervención. Quizá el ejemplo más claro sera el de la cabecera de la parroquial de Muga de Alba.

Esto que, a priori, parece tan sencillo, ha de pasarse por el tamiz de lo siglos, las modas y el propio devenir histórico-constructivo de los edificios. De tal modo que muchos de estos conjuntos sufrieron los envites de los cambios de gusto y estilo, ocultándose bajo encalados, cubriéndose total o parcialmente por retablos y en no pocos casos pereciendo a picotazos por la extendida moda de “sacar la piedra” y el firme y erróneo convencimiento de que las iglesias se concibieron para mostrar sus muros así, desnudos y desprovistos de cualquier material adherido a ellos.

Así, pues, si tenemos el cuenta lo que ha llegado hasta nosotros y aunque sea un juicio completamente sesgado podemos categorizar cuatro tipos de iglesias con conjuntos pictóricos. Las que cubrieron su cabecera por completo o parcialmente con pinturas, como Muga de Alba, Vivinera, Molezuelas de la Carballeda y Monumenta. Las que las dispusieron en su nave, como Villalverde y Tamame. Las que llenaron tanto cabecera como nave de pinturas, aunque sea en distintos momentos, caso de Villaobispo. Y finalmente las que se pincelaron en espacios anejos al propio templo, como la sacristía, tal y como ocurre en Malillos.

No ha sido posible localizar ejemplares dispuestos en el exterior de los templos al menos en esta época, pues paradigmáticas son las del Santo Sepulcro de Zamora del siglo XIV (ubicadas en su pórtico sur), ni tampoco en bóvedas, como vimos en Aldeadávila de la Ribera (Salamanca).

Vista general de las pinturas del testero de Vivinera

Vista general de las pinturas del muro de los pies de la sacristía de Malillos