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Asociación “Loreños por el mundo”. Juan Manuel Cumplido López

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¿Alguien, en algún momento, se ha parado a pensar cuántas personas tuvieron que marcharse de nuestro municipio de Lora del Río (sobre todo en las décadas de los 50, 60 y 70 del siglo pasado) para emigrar a otras zonas de España y a otros países para buscar un futuro mejor para ellos y sus familias? ¿Cuántos proyectos de vida se han realizado allende nuestra tierra? Los números de esas personas que se fueron pueden ser abrumadores. No hay estadísticas confiables al respecto pero el hecho sólo de que la página de Facebook de nuestra Asociación Loreños por el Mundo tenga a fecha de hoy casi 5.000 miembros, dice mucho de la cantidad de personas que tuvieron que emigrar con todo el dolor de su corazón y partir hacia tierras extrañas. Como dato digamos que “(...) en 1930, unos 70.000 andaluces vivían en suelo catalán y cuarenta años más tarde, en 1970, la cifra superaba los 840.000, más de un millón con los hijos ya nacidos allí”. Si Lora del Río cuenta con una población de cerca de 20.000 almas ¿cuántos habitantes podría tener en la actualidad sin esa sangría de la emigración? Irse de la tierra que te vio nacer no debió ser plato de buen gusto para ninguno de los que marcharon: dejar la familia atrás, su casa, sus amistades, su pueblo, ¡irse pensando ya en volver! Pero había que embarcarse en una aventura penosa en busca de oportunidades, en busca de trabajo que te diera sustento, en busca de un porvenir y un futuro mejores. Y allí donde llegaron ayudaron a engrandecer la tierra que les dio esa oportunidad con ese bagaje de coraje y fuerza que tenemos todos los andaluces, aunque en muchos lugares nos tilden de lo contrario. Pero, en muchos sitios, la acogida no fue precisamente una luna de miel y, por tanto, el labrarse ese futuro estuvo lleno de muchas penalidades y lleno de un sentimiento ambivalente: estar agradecido en una tierra que te dio esa oportunidad pero siempre con la mirada en la distancia de su pueblo, de su tierra natal, de su Andalucía. La creación de la Asociación Loreños por el Mundo, hace ya una docena de años, fue todo un acierto en el sentido de poner voz y cara a tantos loreños que tuvieron que exiliarse de su Lora querida. Con sus actividades, con el uso de las nuevas tecnologías (Facebook. Whatsapp) ha servido de nexo de unión y de reunión de antiguos conocidos, ha servido para recordar más aún, si cabe al pueblo, que siempre tienen en su memoria, aunque sea una memoria de fotografías en blanco y negro rayadas por el paso del tiempo.

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Pero quedan aún muchos interrogantes: ¿cómo les fue a nuestros paisanos? ¿cómo les trataron allá donde fueron? ¿por qué una gran mayoría no regresó? ¿cómo se sienten hoy en día en su quehacer diario: son de allí o de aquí? Y haciendo un poco de historia ficción ¿qué Lora tendríamos hoy si todo ese material humano no hubiera tenido que marcharse?

Todas estas preguntas y muchas más, se irán respondiendo con el transcurso del tiempo, cuando se tenga una visión y una perspectiva histórica de más años, pero la importancia de una asociación como la nuestra se hace cada vez más palpable y evidente para recuperar todos esos sentimientos tanto tiempo silenciados, tanto tiempo acallados por la distancia. Y esta asociación se ha hecho grande cuando, gracias a sus encuentros, ha hecho derramar lágrimas (esta vez de alegría), ha hecho que amigos y paisanos se fundan en abrazos de los que no hacen falta palabras.

Cuando escribo estas letras, inmersos como estamos en el estado de excepcionalidad en el que nos encontramos por el devastador ataque del COVID19, en un estado donde no son bienvenidos los besos y los abrazos para evitar la propagación del virus, quiero recordaros que todo esto pasará, que pronto lo recordaremos como un mal sueño y, más pronto aún, podremos volver a encontrarnos en las calles y en las plazas de nuestra Lora y volveremos a respirar el aire henchido de aromas a azahar de sus naranjos. Y, si se aplazan encuentros previstos por la Asociación, pronto volveremos a idear unos nuevos proyectos para que ésta se mantenga viva.

Más pronto que tarde volverán los besos, volverán los abrazos, volverán los recuerdos y, con ellos, dibujaremos una Lora de todos y para todos, para los de aquí y para los de allí: loreños y loreñas que se hermanan y que llenan cada uno de los rincones con sus más bellos sentimientos.