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Proyectos. Diferentes miradas, sentimientos encontrados.

Diferentes miradas, sentimientos encontrados.

Marian Vega Dpto. de Acompañamiento al Territorio y Formación

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Desde la visita que realiza Cáritas Diocesana a la ciudad de Nador (Marruecos) el pasado 25 de octubre, mi mirada hacia las costas españolas es diferente más sobrecogedora e interpelante. Cada vez que iba por las costas de Cádiz, por el parque natural del Estrecho de Gibraltar, donde el viento jugaba a favor para divisar las costas marroquíes con un mar y un cielo azul, con noches estrelladas y mar en calma, parecía obtener una sensación de estar viendo un paisaje natural precioso. Pero repentinamente la mirada se me iba a una realidad que ahora entiendo mejor que nunca: a la de vidas que por allí pasan, intentando llegar a la costa y que muchas no logran, yaciendo en lo más hondo de la inmensidad del mar. Con este viaje he podido entender más si cabe el sentimiento de todas aquellas personas que miran el horizonte desde la “otra orilla” con el deseo de intentar obtener el sueño que les condujo a estar en ese lugar.

Esta quizás sea una de las enseñanzas de esta visita que ahora relato. El viaje estaba programado para marzo de 2020 y por la pandemia se pospuso hasta el momento más óptimo para viajar sin ninguna complicación. Todo comenzó en 20182019 cuando Cáritas Diocesana de Sevilla incorpora en su plan estratégico la Dimensión Universal de la Caridad desde el marco de la Cooperación Fraterna, poniendo en práctica la fraternidad con la Delegación Diocesana de Migraciones de Nador y la colaboración en algunos de sus proyectos. Ahora era el momento de que los tres integrantes de esta Cáritas Diocesana y el referente de Movilidad Humana en Cooperación Internacional de Cáritas Española en esta zona pudieramos conocer la realidad desde el terreno durante seis días.

Nuestra entrada en el país fue por la frontera de Melilla, la cual fue una primera impresión fuerte, pues sólo hay un único paso fronterizo de los tres que cuentan, esto hace que haya colas interminables para poder entrar y salir del país y que paralice parte de la economía de ambos lados de la frontera. Tuvimos suerte y no esperamos mucho tiempo, el paso se fue estrechando poco a poco hasta pasar por un mínimo torno de hierro para acceder al corredor con rejas elevadas hasta los 5-6 metros, donde corría una ligera sensación de opresión sin conocer aún lo que veríamos en los días siguientes.

Nos acogieron de la DDM (Delegación Diocesana de Migraciones de Nador) directamente su director Alvar Sánchez (recientemente restituido) y la coordinadora de gestión de proyectos Maje Martín y toda la comunidad parroquial (la comunidad de Jesuitas, la comunidad de Las Hijas de la Caridad y la comunidad de La Divina Infantita) llegando a ser unas 10 personas, con las que compartimos durante esos 6 días la vida comunitaria sencilla, en la que reina la Fe, la Esperanza y la Caridad.

El trabajo que desarrolla la DDM de Nador es la atención a la persona más vulnerable (especialmente a la mujer embarazada y a los niños) en el ámbito social, psicosocial y sanitario, intentado llegar a la población de los países de origen para su sensibilización e información del trayecto migratorio. Es por ello que tuvimos jornadas de trabajo con todos los equipos que conforman la DDM: el de Nador, Al Hoceima, El Aaiún y el equipo de Senegal. Ha sido una experiencia productiva e interesante el ver cómo se pueden compartir los movimientos migratorios desde las “dos miradas”, dicho de otra manera, desde el origen, el tránsito y el destino, que en algunas ocasiones puede ser Sevilla y ha podido pasar por nuestros recursos o incluso por nuestras Cáritas parroquiales.

Estos equipos lo conforman personas sumamente flexibles ante las situaciones inesperadas e incluso de urgencias que surgen en su día a día, pues los contextos de movilidad cambian cada día, y lo que podía ser una posible salida por Melilla en la espera en el Gourougou, hoy cambia la ruta por la imposibilidad de “cruzar” al otro lado.

Después de recorrer los kilómetros limítrofes delimitados a la perfección por una mastodóntica valla (por definirlo de alguna manera), me cuestiono qué es lo que debe ser para una persona enfrentarse a eso… no me cabe la menor duda que la desesperación, la opresión o la miseria son los motores de ese camino y algunas de las decisiones que los han llevado a él… un paisaje desolador que nos dejaba paralizados al contemplar tal barbaridad hecha por los seres humanos. Un rato de viaje al monte Gourougou nos ayudó a ir asimilando y entendiendo.

En nuestra visita, recorrimos también toda la ciudad y parte de los pueblos más rurales hasta llegar al cabo de Tres Forcas, una tierra árida y pedregosa, donde el clima sigue siendo cálido en estas fechas, lugares de contrates en los que nos han acogido de manera sencilla. Dos realidades tan opuestas y diferentes: la opresión y la esperanza. Y eso es lo que persevera en esta tierra y en los que aquí trabajan. Es lo que hacen en su día a día: con el AMOR, el RESPETO y la ALEGRÍA que transmiten en sus intervenciones con todas las personas que pasan por alguno de los programas de la DDM y en los que nuestra Cáritas Diocesana participa y colabora.

Antes de finalizar con este artículo, el último día de nuestra visita, pudimos ser testigos de uno de los momentos más especiales para una comunidad, los últimos votos de un sacerdote. Por todo lo vivido en esta primera visita, debemos dar las GRACIAS a todo el equipo de la DDM Nador, a la Comunidad parroquial, especialmente a la comunidad de jesuitas por abrirnos las puertas de su pequeña comunidad, formando parte de ella sin distinción de raza, sexo o religión en la que la FE es el sustento, la ESPERANZA es la motivación, la CARIDAD es la razón del trabajo y el AMOR como fundamento en el día a día, poniendo en práctica el lema de nuestra Campaña Institucional: Somos lo que damos. Somos AMOR.