Despedida Emi

Hasta siempre…

Después de muchos años dedicada a la docencia llegó la hora de cambiar en muchos aspectos mi vida. Jubilarse llega a ser de alguna manera un destino tras un largo viaje. Pero como decía Cavafis, lo más importante no es llegar al final del camino sino disfrutar y crecer en cada etapa de este. No me cabe duda que mi actividad laboral fue para mí enriquecedora y estimulante con creces. Pero quiero interpretar esta etapa que concluye como una bifurcación y no como un final de camino. Me sentí feliz y respetada en este centro educativo y si algo me apena es no haber disfrutado más tiempo de todos vosotros, pero como Ricardo me dijo “esta es tu casa” y realmente así lo siento. La palabra despedirse viene de expetere, con un prefijo ex – cuyo significado es “hacia afuera” acompañada de un permiso concedido para “salir”. No se trata de una salida permitida. No percibo una despedida porque este centro educativo formó parte de mi pasado. Mi hija pequeña ya adulta fue alumna vuestra y sus docentes le prestaron alas para luego, en un presente ya pasado, acogerme para prestármelas a mí. Y si os siento como mi casa formáis parte de mi futuro. No pudo resultar mejor. Durante el presente curso escolar y en el periodo de tiempo que estuve con vosotros participé con los pequeños en un hermoso proyecto de centro, cuyo objetivo era acercarnos al mundo de las emociones. Identificarlas y reconocerlas. Buscar momentos dónde nos hubiesen asaltado o invadido. Dónde hubiesen sido fáciles de manejar o por el contrario nos hubiesen arrasado. Esta experiencia me animó a escribir cuentos sobre este tema, pues el trabajo de maestro entre otras muchas cosas, te abre puertas interiores. Este es uno de los fragmentos que expresa una visión personal sobre la alegría y lo comparto con todos vosotros pues a pesar de las duras circunstancias laborales derivadas del tremendo revés de la pandemia, fuisteis fuente de alegría diaria para mí. Creo es la mejor opción elegir esta emoción ya que su génesis reside en la pureza de la infancia y de adultos a veces, somos capaces de rozarla si nos abandonarnos de nuevo a esa inocencia: “Fue su dislocada imaginación la que le ató globos a sus muñecas y Mehelet se elevó sobre los tejados grises escapando por la ventana abierta envuelta en un leve murmullo como un suspiro. Miró abajo e intuyó la sombra oscura de la playa y sintió el miedo helado que da el abismo del agua. Fue entonces cuando agarró las finas cuerdas de los globos para no bajar jamás. Pero sin quererlo, una superficie pulida y resbaladiza la acogió mientras que su paladar le trajo de pronto el sabor del chocolate fundido. El dulce saltaba y rebotaba dentro de su boca como si fuese un castillo de fuegos artificiales. Sentía cosquillas en su campanilla y escuchó un sonido como de burbujas dentro de su cabeza. Alrededor de ella comenzaron a aparecer flotando como velos, hombres y mujeres que reían y que como crisálidas se transformaban en niños. Niños y adultos giraban despreocupados ejecutando fintas en torno a ella sin tener camino marcado. Eran como volutas de humo. Se enroscaban entre sí y entonces las risas pasaban a confundirse con suspiros. Mehelet les sonrió y extendió la yema de sus dedos para tocar la alegría. Jugueteo con la alegría liviana y recordó los juegos de su infancia. Entonces su propio yo hecho niña le dijo: "En la pureza del juego reside la alegría". Pensó “Antes era más sabia que ahora. He ido perdiendo las canicas de la verdad”. Ella sabía que a través del cristal de las canicas de la verdad puede pasar la luz iluminando su bello mundo interior, pero si se pierden o las olvidamos, se hunden en el lodo y dejan de tener su magia. Le dio las gracias a su yo pretérito por ayudarle a recordar y se prometió no enterrar de nuevo lo que ya sabía y había olvidado. Antes de partir se miró a sí misma en el espejo del pasado y sonrió con añoranza porque pudo ver que su pelo estaba largo y trenzado como se lo peinaba su mamá. Intacto y sin atisbo de tristeza. Libre aún de encontronazos desolados.”