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Estadio mayor

Estadio mayor

El aplauso invade el Estadio Olímpico de Roma. Los jugadores se miran, confundidos. El árbitro detiene el juego. El partido es verdaderamente aburrido y no ha ocurrido nada interesante para que merezcan los equipos semejante ovación. Sin embargo, el aplauso que baja de las gradas cobra cada vez más intensidad, emociona, conmueve.

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En un potrero remoto de Argentina se juega un torneo barrial. Los reflectores que iluminan la cancha de pastos ralos parecen velas, pero los cien simpatizantes que inclinan el tejido ya tienen los ojos acostumbrados a la penumbra y vieron con increíble claridad la jugada: la gracia de la bicicleta al borde del área, después el caño sutil, los dos amagues que perdieron a los defensores en un laberinto de sombras y la belleza de la definición ante un arquero que, tras notar que la pelota lo supera, se suma a los festejos. Los hinchas no pueden creer lo que acaba de hacer Satu, una jugada exquisita que merece sin dudas la ovación de un estadio mayor.

Marcelo Coccino Roldán (Argentina)